[ 34 ]
• Miserable misericordia •
La noche estaba en sus venas, el crudo frío subía por sus dedos.
La estática no se iba de su mente, se estaba asfixiando, con cálida y dulce sangre, el hormigeo se iba poco a poco y se sumergía en agua tibia.
Abrió difícilmente los ojos, podía ver cómo lamían su pecho sin cuidado. Ardía, quemaba.
Movió los labios para hablar, su lengua estaba dormida.
Como una serpiente, Toga se levantó sobre su pecho y clavó su mirada sobre la de Uraraka.
—La morfina es fácil de conseguir, —chilló roja y acercándose peligrosamente.
Apestaba a sangre y tripas, como un ave de rapiña. Las uñas largas de Himiko rodearon su rostro y con delicadeza lamió sobre la labios destrozados de la castaña. Poco a poco presionó sus labios sobre los de ella, lento y suave.
Su estómago no lo toleró, comenzó a vomitar dolorosamente, tosiendo de forma escándaloza ante la mirada morbosa de la ceniza que emitía una odiosa sonrisa.
No podía moverse de forma correcta, se sentía entumecida y adormecida.
Mientras Toga lamía su cuerpo ella miraba su entorno, era húmedo, oscuro y podía percibir tantos aromas que al mezclarse con la muerte sentía nauseas.
Cerró de nuevo los ojos se sentía cansada.
Izuku servía con cuidado los platos de sopa, su madre llegaba con tenedores y su padre reía a carcajadas por las payasadas de el pequeño Denki.
Era cálido, era reconfortante, era estar dentro de un delicioso te de limón endulzado con miel y un poco de canela.
Pero no era eso, era helada agua y manos ásperas tomándola del cabello para sumergirla al fondo.
Abrió los ojos y podía ver cómo Shoto empujaba con fuerza su cabeza. Metía las manos pero no eran suficientes, su garganta dolía al tragar agua. Los pocos momentos que lograba salir a respirar podía ver cómo en otra tina hacían lo mismo con Himiko.
—¡Coughg, deten-
Su cuerpo desnudo chocaba con la dura cerámica y la fricción le hacía arder la piel. Con violencia la sacó de la tina dejándola caer al suelo.
—Jodidos perros inútiles —masculló el heterocromático levantándose. La aguja relució, larga y de líquido turbio.
Un chillido la hizo mirar miserable detrás de ella; tomaban por la fuerza a Himiko, su piel desnuda era rasguñada y apretada con fuerza para controlar sus movimientos entre cuatro guardias y un hombre de bata, la aguja traspasó su columna vertebral. Toga gritó con fuerza y encajó los dientes en el brazo más cercano aún gritando ahogadamente.
Shoto la tomó del cabello y la jaló para hacer lo mismo con ella.
—N-no, no, no quiero —masculló intentando no castañear los dientes por el frío. —Por favor, Todoroki-kun.
El sonido agudo y crudo la hicieron mirar a Toga de nuevo, con fuerza logró voltear y mirar entre su mojado cabello. Ella gritaba y se revolcaba en dolor mientras los demás se alejaban.
Sentía terror.
Las tinas de baño crujieron, el agua corrió por el suelo y Ochako se levantó con fuerza.
—¡La maldita gravedad, puta madre! —gruñó Todoroki. —Lleven a la Ghoul a observación.
De mala gana caminó rápido detrás de las marcas de pies mojados en el suelo.
Chasqueó la lengua.
Uraraka estaba tirada en el suelo, juntando las piernas con fuerza y abrazando las piernas de Katsuki mientras temblaba fuerte y ansiosa.
—Estaba con Himiko en el tiradero, sabes que se debe hacer. Estuvo ahí más de dos días —dijo serio. —Son las reglas. —Miró con desprecio a la castaña.
—Haste a un lado. —Abrió nerviosa los brazos.
Bakugou extendió la mano, Shoto hizo una mueca y entregó la jeringa.
—Cara redonda, arriba —ordenó dando la vuelta y caminando lejos.
Ochako juntó toda su energía y se levantó tambaleante, caminó flanqueando. Las miradas sobre su cuerpo desnudo no le causaba nada, sólo quería llegar a donde sea que tuviera que hacerlo.
—Rápido —gruñó. La bata blanca cubrió su cabeza y hombros, se la quitó y miró la espalda de Bakugou más lejos, se cubrió con rapidez y apresuró su paso.
Mina caminó hasta ella y le dió su hombro para caminar.
—Huele a caramelo —masculló Ochako apretando un poco la bata blanca para que no se moviera de sobre su piel.
—Pensé que no te volvería a ver, fue tan bueno que te encontraran.
Uraraka asintió levemente.
—Señor Bakugou-kun —llamó su atención, el ceniza volteó colérico y harto. —Gracias.
Él la miró amargamente. —A la próxima procura correr más rápido.
Tomó aire, escondió su rostro entre los pechos de Ashido y con sus brazos rodeó la cintura de la rosada, apretó fuerte.
Katsuki colocó la aguja.
—Hay muchos casos de cangrena, los Ghoul son los que más se plagan de esa mierda a menudo, por el cóctel de colores se vuelve un círculo vicioso —dijo neutro. —Se pudren en vida por consecuencia, así que aguanta cara redonda.
Empujó la aguja y Ochako gritó rompiendo el aire, la piel se le erizó a Mina quien intentaba calmar a Uraraka para que la presión que ejercía al rededor de su cintura disminuyera.
El líquido apenas iba por menos de la mitad y Ochako ya estaba intentando empujar lejos a Mina.
—Tranquila, eres todo menos frágil —gruñó Bakugou liberando más rápido el líquido.
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