Prólogo
Las gotas de lluvia hacían que fuera casi imposible ver en medio de la carretera.
No era lo suficiente tarde para buscar donde hospedarse, tampoco podía seguir ignorando su voz interior. O la de su estómago.
Estaba a por lo menos dos horas de su destino, pero no podía pensar claramente cuando podía sentir sus jugos gástricos quemando por dentro.
Pensó que el cielo lo bendecía cuando vio el cartel de neón que anunciaba aquel lugar en medio de la noche, demasiado llamativo para pasar desapercibido, demasiado inusual para ser bueno.
La naturaleza lo llamaba haciendo que fueran pocos los segundos en los que se debatió si entrar o no, estacionó la lata con ruedas que con su sueldo de maestro podía pagar, luego de que el ronquido del motor le indicara que se había apagado‚ bajó del vehículo y entró al lugar.
El letrero extravagante de afuera compensaba la falta de luz en su interior ‚ las paredes que parecían no haber sido pintadas desde hacía ya mucho de un rojo tinto que ahora parecía marrón.
No había ningún comensal, todas las mesas eran individuales, ninguna estaba ocupada, sólo se encontraban las personas que por su vestimenta se distinguían como los trabajadores del lugar, por eso y su baja estatura .
Se sentó en la primera mesa, frente a la vieja tarima de madera.
Ni siquiera notó el momento en que la pequeña mujer le dejó el vaso de agua sobre la mesa, había caído embobado con la figura sobre el intento de escenario, su silueta hacia que quisiera acercarse, la sagacidad de sus dedos le invitaba a tomarlo, y la melodía lo hacia alucinar.
La poca luz del lugar alumbraba sólo la figura del violinista pero cuando este levanto la mirada y sintió el verde clavarse en sus ojos no pudo contenerse.
Al lado del chico prodigio vio la sombra de un piano.
Casi por instinto subió a donde él estaba y quitó la manta que cubría el viejo instrumento.
Louis‚ quien desde muy pequeño había aprendido a sentir la música poco a poco compactó su sonido con el del chico‚ mientras sentía sus dedos deslizarse y su alma gritar. Para cuando terminó la canción recibieron los aplausos de las meseras y de la mujer que fregaba desesperadamente el piso.
Decidido‚ se volteó a ver al chico pero este comenzó a negar frenéticamente‚ compungiendo su hermoso pero muy lastimado rostro.
No tenía palabras.
Sintió miedo y pena‚ cuando vio las manos del chico llenas de ampollas y llagas, mezquinos, algunos dedos— Que incluso tenían las marcas de las cuerdas— carcomidos y sangrantes. Trató de convencerlo de bajar y sentarse con él, tomó una de sus manos pegajosas por la resina del arco pero él no aceptó. Alejó su mano rápidamente.
Parecía asustado, nervioso‚ o más bien ansioso.
Demasiado Inestable.
Así que él bajó y el chico siguió tocando, y durante toda la noche Louis se dedicó a escucharlo.
Atento.
Cuando salió de allí por la madrugada‚ este no se detuvo, y no dejó de tocar‚ no pudo despedirse, menos volver a acercarse. Caminó con dificultad al salir y en el camino se sintió muy mareado, recordó que siquiera había comido que era su plan inicial.
Para cuando llegó a su destino eran aproximadamente las 8:00 A.M. él sería el nuevo profesor de piano en la academia de bellas artes de la ciudad.
Planeaba volver al abigarrado restaurante, o intento de este, para oír de nuevo al hermoso chico . Le comentó a varias personas lo sucedido, narrando lo maravilloso de la música pero nadie conocía el lugar, todos le dijeron que allí no había nada más que la triste y vacía carretera, obviamente‚ no les creyó.
Pues no era posible, él entró, ¡Él estuvo allí! y nadie iba a negárselo. No dejaría que lo tomaran por tonto.
Decidió volver al lugar antes del medio día para regresar por la noche, pero al llegar, efectivamente, no había nada, ni letreros, ni cafeterías‚ ni paredes mal pintadas, ni personas pequeñas.
Estaba a punto de tener un ataque de pánico pues tampoco habían violinistas de verde mirar.
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