44.
Despierto y en seguida siento el sudor caliente caer por mi frente y cuello, causándome picazón, la cual ignoro al escuchar un relámpago sonar. Miro por la ventana y veo que aún está lloviendo, sólo un poco, lo suficiente. Luego miro el reloj: 21:00 hrs.
No recuerdo mi sueño, pero mi piel está de gallina, me duele el estómago y siento como si alguien me observara. No es común en mi asustarme con una película... Tal vez, sólo un poco.
Camino al baño y limpio mi sudor con una toalla para después quitarme la camisa, mis jeans y meterme con boxer al agua templada, aunque mayormente fría. No me baño, sólo dejo que mi sudor sea reemplazado por agua fresca y luego salgo, quitándome los boxer y envolviendo una toalla en mi cadera.
Observo mi torso en el espejo y veo las gotitas de agua deslizarse por él. A pesar de que no tengo demasiados músculos, las gotitas se mueven en curvas cuando resbalan. Mi piel es pálida y las venas de mis brazos y manos se remarcan. Mi cabello está alborotado y un poco desteñido. Así que saco tinte y lo dejo sobre el lavabo para luego ir a mi cuarto por un poco de ropa limpia.
Alguien toca la puerta cuando estoy caminando de regreso al baño, así que termino bajando y atendiendo.
—¿Hacen entregas de correo tan tarde? —pregunto algo confuso al ver al tipo con una caja entre los brazos.
—Es un favor para un amigo. Su jefe, el director de la escuela —comenta el señor mientras me entrega la caja que trae en brazos, en ella vine una nota azul:
Los uniformes quedaron geniales, espero que le gusten tanto como al resto de los maestros. —Director Han.
—Claro, entiendo —digo sin sonreír y hago una bolita con el papel—. ¿Tengo que firmar algo?
—Ah, no —niega—. Me dijo que trajera los uniformes aquí y era todo. Que tenga buena noche, señor —dice y se da la vuelta para caminar a su auto.
Cierro la puerta y dejo la caja en la mesa de la cocina, saco un cuchillo y rompo la cinta para abrir la caja. Todas las playeras y shorts son rojos, con el número y apellido del jugador el la espalda de color blanco.
La primera camiseta es del capitán del equipo. El número 1 brilla un poco por la luz del foco, así que la apago y cierro la caja sin sacar las playeras. Sólo dejando la del capitán sobre la mesa.
—¿Jimin? ¿Estás despierto? —pregunto mientras bajo las escaleras, viendo como sus piernas se mueven bajo la cobija.
Termino de bajar y lo veo acomodarse nuevamente.
No veo sus manos ya que las mangas se han estirado. Tiene un poco de sudor en la frente y en el cuello.
—Despierta, Jimin.
Él niega, creo que inconscientemente, y toma mi mano para abrazarla, pero yo la quito.
—Jimin, ya es tarde —digo y toco su hombro para sacudirle un poquito.
Se da la vuelta, dándome la espalda y cubriéndose hasta la cabeza con la cobija. Deja demasiado espacio y yo decido dejarme caer en la cama después de suspirar con fuerza.
Lo sacudo con un poco más de fuerza y él voltea, mirándome con el ceño fruncido y los ojos adormilados.
—Puedo escuchar la lluvia desde aquí —dice y cierra sus ojos de nuevo.
Imagino a unos padres normales, probablemente con policías fuera de su casa y una familia asustada porque su hijo no ha aparecido en más de veinticuatro horas. Imagino que es la familia de Jimin y sólo nace un deseo de llevarlo a casa, con una familia perfecta como la mía. Yo crecí con la típica imagen de familia coreana perfecta. Es extraño ver un caso diferente, ver a alguien con mejor educación que la mía sin ningún sentido.
Una avalancha de pensamientos negativos contra mí mismo comienza a caer sobre mi espalda, comienzo a sentirme mal.
—Quiero mostrarte algo, levántate —insisto—. Y creí... —me callo antes de seguir, "creí que querías irte lo antes posible" sonará como si lo estuviera corriendo.
—¿Creyó que cosa? —pregunta con la cara sobre la almohada.
—Nada. Ya levántate o...
—¿O qué? —me reta, abre sus ojitos somnolientos y sonríe un poquito.
—O... no sé, como sea. Ya levántate —digo y tomo su brazo para jalarlo.
Me levanto con su brazo aún en mis manos y lo jalo un poquito, su cuerpo se desliza casi nada sobre el colchón y luego jala en dirección contraria.
—Que caprichudo —digo y jalo con más fuerza, apoyando una rodilla sobre la orilla del sillón—. Yo mando aquí.
—No —susurra con un pequeño puchero y jala su brazo con más fuerza que la de un juego.
Mi rodilla resbala por el borde y caigo sobre su cuerpo.
—Está pesado —dice, abrazando mi nuca que está al nivel de su pecho.
—Suéltame —digo, apretando los dientes.
—No —dice casi al instante—. Su cabello es suavecito —sonríe, lo sé porque miro arriba. Su rostro está demasiado cerca—. Es como un peluche, o algodón de azúcar... Pero amarillo... ¿Existirá el algodón de azúcar amarillo?
—Jimin, hablo en serio —me quitaría yo, pero es capaz de jalarme el cabello.
—¿Por qué me odia... Yoongi? —pregunta y abre sus ojos para verme.
Desde este ángulo puedo ver más los regordetes mofletes que se gasta.
—No te odio —digo y decido subir las piernas al sofá.
—Claro que sí —hace un puchero—. Pero no entiendo por qué, ¿Sabes? Me gustan cosas diferentes.
—Cosas de chicas.
—Las chicas también se tiñen el cabello, a ambos le queda bonito —dice, cambiando de tema.
Lo miro a los ojos un momento más y luego tomo sus manos, que están jugando con mi cabello, y las alejo para poder apoyarme y quedarme de rodillas a su lado.
—Es para ambos géneros —digo.
—También los colores, usted podría teñirse el cabello de rosa —sus ojos se abren más—. Se vería más bonito —asegura.
No puedo evitar sonreír ante un halago, pero niego con la cabeza, aún con la pequeña sonrisa.
—Eso del rosa te queda mejor a ti —me burlo, pero recuerdo que para él no es un insulto y cierro los ojos con fuerza, negando y riendo por mi estupidez.
Cuando abro los ojos veo a Jimin ahora sentado sobre el sofá, viéndome con una sonrisa y la cabeza ladeada.
—Gracias —se limita a decir.
Decido no explicarle y sólo tomo el extremo de la manga del suéter y lo enrollo hasta su muñeca. Sus manos ahora están calientes y con un poco de sudor.
—Estás sudando mucho —digo y veo nuevamente el sudor de su cuello y frente.
—¿Puedo quitarme la sudadera? —pregunta y yo asiento con desinterés.
Me levanto del sofá cuando comienza a sacarse la sudadera por la cabeza. La tela hace que la camisa blanca de abajo de levante, y aunque miro a otro lado al instante, regreso mi vista al ver una pequeña cicatriz arriba de su ombligo. No estoy seguro, ya que la camisa cae de nuevo y ahora lo miro a los ojos. Quiero preguntar pero solo me rasco la nuca.
—Déjala por ahí, ven, vamos arriba —camino hasta las escaleras y miro a Jimin.
Se levanta y dobla la sudadera para dejarla sobre la orilla y luego caminar para subir conmigo al primer piso.
—¿Qué es eso? —pregunta, señalando la caja una vez que llegamos a la cocina.
Tomo la camisa que está sobre ella y la hago bolita, dejándole atrás de la caja para que no la vea.
—Debo admitir que me impresionas, Jimin —digo una vez él se sienta en frente mío—. Si sigues entrenando serás bueno. Te lo mereces.
Y por primera vez, le dedico una sonrisa honesta.
—¿Qué cosa? —pregunta después de sonreír.
Saco la camisa que escondí, la extiendo y de mi lado resalta el
Park
01
Jimin no lo ve hasta que giro la camisa, y entonces yo no lo veo. Así que me inclino un poco y observo su rostro.
Me gusta su sonrisa, sus ojos se cierran hasta el punto de no verse, hasta hacerlo ver... Bonito.
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