69.-
En cuanto estaciono el auto, Erick sale corriendo hacia la casa. Todo el camino pareció tener un ataque, se cubría los oídos por el ruido de la lluvia, respiraba con pesadez y miraba al suelo como si dependiera de su vida. Incluso pensé en parar el auto a medio camino.
—¡Erick, espera! —pido, corriendo detrás de él y cerrando la puerta de la casa después de entrar.
—¡Lo odio, lo odio, lo odio! —grita tan fuerte que sé que los vecinos se quejarán por el ruido más tarde—. ¡Me odio! ¡AHHHH! —grita y corro a él justo antes de que golpee la pared—. ¡AHHHH! —grita nuevamente y comienza a forcejear contra mi agarre.
Patalea hasta el punto que levanto su cuerpo y patea el aire. Sus brazos golpean cosas invisibles y luego a mis brazos. Casi puedo sentir la vibración que causan sus gritos, me duele escucharlo y verlo actuar así.
—¡Ya basta, Erick! —grito e intento tomar sus brazos—. ¡Por favor, esto no es tu culpa!
—¡PÚDRETE! —exclama y golpea mi mejilla con su codo y demasiada fuerza.
Enseguida lo suelto y él me empuja lejos. No lo solté porque me doliera el golpe, lo dejé porque sé que está tocando fondo y será peor si sigue reteniendo el odio. Y aunque jamás imaginé que Erick me golpearía, de cierta manera dolió más que me gritara y alejara.
—¿Feliz? —pregunto con la respiración agitada, dejando mis brazos descansar a los lados.
Parece calmarse después de unos segundos de silencio. Traga saliva y sus ojos vuelven a humedecerse. Niega.
—Y-yo lo lamento... por todo —mira al suelo, rindiéndose. Pasando sus manos por su cabello y jalándolo a la vez.
—Ya deja de pedir perdón, ¡deja de ser tan terco, esto no es tu culpa! ¡Jamás lo fue y jamás lo será! —le recuerdo molesto.
Niega más y se deja caer en la bracera del sillón de la sala, no deja de mirar al suelo. Algunas lágrimas caen directo al suelo, pero aun así él se limpia los ojos con su suéter.
—Lamento ser lo que no quiero —susurra—. Lamento decepcionar y darle a asco a todos, Joel. ¡Lo lamento! —niega con la cabeza y mi pecho comienza a doler, estoy cayendo en la desesperación—. Él siempre tuvo razón... soy un maldito error, Joel —ríe falsamente como si acabase de descubrir algo obvio—. Realmente lo soy.
Mi cuerpo tiembla, no sé qué hacer. Tengo miedo, pero a pesar de todo, camino hacia él con firmeza. No dejo que el miedo se apodere cuando lo beso. No sé qué más hacer él siempre me dijo que esto le hacía sentir mejor, y ahora lo hace conmigo, besarle me hace sentir que estoy seguro de algo.
Y a pesar de que él dude al comienzo y no parezca entender, siento mi corazón desacelerarse cuando mueve sus labios contra los míos.
—No eres un error —hablo en medio del beso—. Jamás lo fuiste, deja de repetir eso. Hazlo por mí, Erick —casi ruego para después continuar.
Se levanta de la bracera y sus lágrimas caen entre nuestros labios, siento lo salado de ellas entre nuestras lenguas. Sus manos toman mis mejillas y las mías su cadera. Siento temblar cada parte de mí, cuando acaricio su piel por la orilla de su camiseta, siento una descarga de energía recorrer todo mi cuerpo al pensar en lo que estoy haciendo. Mi pecho sube y baja con desesperación, siento mis ojos llenarse de lágrimas incluso cuando los tengo cerrados.
Mi labio dolía antes por los golpes de Erito, pero Erick parece saberlo, tiene cuidado. Pasa su lengua sobre mis labios y luego acaricia nuestras lenguas juntas. Sus manos juegan con mi cabello y parece querer retroceder por un momento, pero aprieto su cadera ligeramente y doy un paso atrás con él. Haciendo que de alguna manera nuestros cuerpos caigan sobre él sillón, pero no nos separamos. Yo subo mis manos hasta los lados de la cabeza de Erick y apoyo mis rodillas entre sus piernas y la orilla del sillón. Profundizo el beso, recorriendo su boca centímetro por centímetro, sintiendo esa nueva y linda sensación en mi abdomen y pecho. Solo escuchando el chasquido que provocan nuestras bocas y la ahora fuerte lluvia de afuera.
Por un momento, ambos detenemos todo el ruido, solo somos él y yo. Me quedo recostado sobre él, besándolo, explorando, acariciando sus labios. Intentando retener ese momento para vivir cada emoción y sentimiento que me hace sentir entonces.
Pero entonces Erick profundiza aún más el beso y yo no me opongo, dejo que lleve el control de nuestras bocas.
Erick tiene un espasmo después de besarnos por un rato. Levanta su cadera y siento algo duro contra mi abdomen. Al momento me separo un poco, aún con los ojos cerrados con fuerza, jadeando al sentirlo y comenzando a sentir mi miembro endurecer contra mi bóxer, sabiendo que lo estaba sintiendo así durante el beso, incluso antes de sentir a Erick.
—Joel, perdón —jadea Erick y yo abro los ojos para observarlo.
Su pecho está levantado, su cabeza recargada en la bracera del sillón y su cuello expuesto. Sus labios están hinchados y su respiración agitada.
—Está bien, Erickin —murmuro y vuelvo a besarlo, recuperando el momento, aunque esta vez besándolo de una manera más dulce.
Me acomodo entre sus piernas y acaricio sus muslos sobre sus jeans, tomándolo con fuerza después para impulsarme hacia atrás y levantarme, con sus piernas alrededor de mi cintura y mis manos aún en sus muslos para sostenerlo. Me siento tan eufórico y extraño a la vez, no sé lo que estoy haciendo pero Erick me encanta y entre más pasan los segundos y más continuamos, puedo sentirlo contra mi abdomen, y aunque es algo completamente nuevo para mí, jamás imaginé que resultaría tan excitante. Erick es delicado ante cualquier movimiento, parece no querer asustarme tanto como yo a él. Jamás había besado a un chico, jamás había estado con un chico en una situación cómo está antes pero Colón parece entenderlo. Parece tener el cuidado que yo nunca tuve con él.
Camino a ciegas por las escaleras, subiendo y sintiendo su miembro comenzar a endurecer contra mi abdomen, haciendo fricción por la posición. Finalmente siento mis lágrimas salir involuntariamente y juntarse con las de Erick, terminando por mezclarse en nuestras bocas.
Yo no sollozo como él. Solo salen lágrimas y caen hasta nuestros labios ahora hinchados, pero mis lágrimas acaban pronto. No quiero llorar, no quiero recordar que doy asco en un momento como este. Quiero sentir que alguien puede quererme incluso con todos mis demonios, y no dejaré que ellos se apoderen de este momento.
Cierro la puerta detrás nuestro y lo recuesto casi en el centro de la cama, conmigo aún entre sus piernas y mis brazos ahora a los lados de su cabeza para apoyarme sobre él.
—No lo hagas por lástima —susurra con voz rota cuando tomo la decisión de bajar a la piel de su cuello.
—Eres hermoso, Erick —digo sobre su piel caliente—. Eres mío, te necesito. —acepto casi una revelación para ambos. Aunque esto ya lo sabía yo, solo tenía que aceptarlo—. Tenía miedo —confieso como si entendiera de lo que hablo.
Meto mis manos debajo de su camisa y acaricio su abdomen. Suave y limpio. Cuando las puntas de mis dedos rozan sus pezones, Erick jadea alto, su boca suelta dulces sonidos. Mi cuerpo se calienta, mi piel se achina y siento mi corazón acelerarse con cada segundo que pasa.
Su cuerpo es desconocido para mí, incluso cuando yo soy hombre y me he tocado a mí mismo. Su cuerpo es pequeño, casi frágil, limpio, suave, una variedad de cosas que me hacen querer sentirlo más.
—Joel —jadea y arquea su espalda cuando finalmente saco su camisa.
Entonces me detengo sobre él. Lanzo la prenda a algún lugar de la habitación y miro su torso por la escasa y ligera luz blanca que entra por la ventana. Tiene varias cicatrices por su abdomen, pero aparte de eso su pecho solo es piel lisa y limpia.
Miro su rostro y noto que siente vergüenza de sí mismo, quiere cubrirse con sus brazos, pero yo tomo sus manos, entrelazando sus dedos con los míos y volviendo a colocar nuestras manos a lado de su cabeza a la vez que me inclino al borde de sus jeans. Dejo un pequeño beso debajo de su ombligo, haciéndolo jadear y levantar su cadera al tacto. Voy dejando un camino de pequeños besos por cada cicatriz que veo hasta llegar a la piel de su cuello nuevamente.
Erick aprieta mis manos cuando muerdo su piel gentilmente. Después acaricio y succiono la misma zona hasta que sé que dejé una marca. Aunque nunca me gustaron sobre mí o sobre los demás, no podía evitarlo. Erick tiene marcas en su piel, y aunque esta marca no es permanente, es diferente. Es resultado del placer y no de dolor, como las demás.
Levanto un poco mi cabeza y lo miro a los ojos, los cuales aún están con lágrimas acumuladas. A pesar de que jadea y de que puedo sentir que su cuerpo reacciona positivamente, en sus ojos hay pánico, miedo e incomodidad.
Él cierra los ojos cuando sabe que noto aquello. Ahora también parece avergonzado.
—Eres hermoso —beso superficialmente sus labios—. No te haré daño, no te tocaré de la manera en que no quieras y-y, Erick... —abre sus ojitos y mira directamente a los míos—. Esta noche quiero mostrarte que puedes sentir como cualquier otra persona.
—Joel... —gime, cerrando con fuerza los ojos y levanta su cadera, provocando que sienta su ahora erección.
—Te haré el amor, Erick. Lo haremos pero... —sonrío un poco y suelto sus manos para acariciar sus mejillas y acercarme más a él—. Solo si estas listo, solo si quieres —quiero que sepa que no soy como Sebastián y yo quiero saber que no soy como él. Que no puedo ser tan mierda con una persona y no puedo ser tan miserable como Villalobos.
Erick recarga sus pies en la orilla de la cama. Pasa sus dedos y palmas por mis mejillas y mi cabello. Me observaba como si nunca antes me hubiera visto, como si no me reconociera y está bien para mí porque realmente yo no lo hago conmigo mismo.
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50 votos para el siguiente capítulo, ahre.
With all my love and good vibes. ♥
—Gabbb.
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