63.-
Becky entra al gimnasio y me mira a lo lejos, así que la miro confundido y lanzo lejos el balón que tengo en las manos.
—¿Sabe dónde está Colón? —es lo primero que sale de mi boca.
—Está afuera —responde, mirando la puerta—. Pero... me dijo que no le dio tiempo de cambiarse en casa, ni siquiera se bañó. Y-y...
—Becky. Hable claro —ordeno con el semblante serio.
—Erick, entra ya —habla algo molesta y yo miro directo a la puerta.
Erick entra a pasos tímidos, y entiendo porqué no quería entrar. Trae puestos unos jeans claros y una camisa blanca con rayas delgadas rosas que combinan con sus tenis rosas pastel.
—¿Por qué no llegaste... llegó a la clase Colón? —pregunto seriamente cuando recupero la compostura y recuerdo que Becky está aquí.
No tuve tiempo de llamarle a los chicos por estar en la clase. Mi mejor teoría fue que Christopher me ignoró y se llevó a Erick, lo cual me hizo sentir mal por ignorarme, pero bien porque Erick estaría bien. Y ahora verlo aquí solo me deja confundido.
—Estaba en una... junta, entrenador —dice algo tímido, entrando y caminando hasta la pelinegra.
Mete su mano en el bolsillo y saca un papel doblado, extendiéndolo con su mano hasta mí.
—Traje un justificante —dice sin mirarme, sus mejillas están ligeramente rojas.
—¿Y usted está aquí por qué?... —le pregunto a Becky después de tomar el papel.
—Es mi amigo, puedo acompañarlo, ¿n-no? —pregunta algo tímida.
Erick me mira con súplica para que no sea rudo con ella, así que pongo los ojos en blanco y arrugo el papel en mi mano.
—Sí, está bien —acepto sin verla—. Colón, ahora que Sebastián no está, necesito arreglar unas cosas del equipo con usted —me pongo de perfil a ellos y miro a Erick—. ¿Me acompaña, por favor?
—Becky, te veo mañana, ¿bien? —le dice a la pelinegra y se dan un pequeño abrazo—. Gracias por pasarme los apuntes.
—Está bien, Erickin —se da la vuelta—. Nos vemos mañana —Erick gira y Becky aprovecha para verme y entrecerrar los ojos. Como si quisiera advertirme de algo.
Cuando Becky sale del lugar, me acerco a Erick que no deja de mirar al suelo y jugar con las agujetas de sus tenis.
—Por algo siempre están sucias tus agujetas —hablo, intentando quitar la tensión.
—Joel... —en cuanto lo escucho sé que él no se siente bien, así que tomo su mano y comienzo a caminar hasta la puerta que da a los vestidores, haciendo a la vez, que no diga nada más.
—No me importa —le digo en cuanto se cierra la puerta detrás nuestro y me aseguro de que no haya nadie dentro—. Está bien, s-solo...
—También me gusta, Joel —interrumpe Erick, aún sin mirarme—. M-me gusta el color, me gusta la ropa y como me veo en ella...
—Sí, se te ve lindo el color.
—Y sé que no te gusta p-pero... —entonces me mira con el ceño fruncido y sonrío ligeramente—.¿Qu..?
Lo beso.
Tomo sus mejillas entre mis manos y siento sus labios corresponder enseguida, sus manos se colocan en mis muñecas y aprietan ligeramente mi piel.
—No es que esté acostumbrado a ver a un chico con este tipo de ropa —hablo sobre sus labios—. Pero si te gusta, está bien —dejo un pequeño beso en sus labios y luego me alejo y me encojo de hombros—. Tú aceptas mis perforaciones. Tú aceptas mi cabello a pesar de que no hay algodón de azúcar azul oscuro, ¿no?
—Joel... —parece que se le hace difícil sonreír, pero realmente parece feliz.
—Estoy intentándolo, Erick. Y no te diré que me encanta verte en esa ropa, pero... está bien —sonrío un poco—. Si tú puedes aceptar tanta mierda en mí, creo que yo puedo soportar algo tan... tierno... en ti —digo, acariciando levemente su hombro.
Suspiro aún viendo su ropa y me sorprendo ligeramente al ver que Erick está sonriendo como tonto sin dejar de verme.
—¿Qué?
—¿Qué tienes, Joel? Creí... ni siquiera podía creer que está mañana me dirigieras la palabra —explica aún con una pequeña sonrisa pero parece confundido.
Aprieto lo dientes, me contengo por no poner los ojos en blanco y me limito a separarme un poco de él.
Todo el mundo me pide siempre cambiar, y cuando lo hago o al menos lo intento, solo dudan de mí.
—Solo lo estoy intentando —digo para ambos—. A-ayer... —lo miro a los ojos—. Ayer admití que me gusta un chico, Erick. Sé que esperarías que ahora actuara confundido y alterado, p-pero... —sonrío con molestia y me encojo de hombros—. Ya pasé por eso días y noches antes, créeme.
—Joel —habla firme.
—Y sí. En este momento creí que era porque te tenía lástima, y tal vez lo era. No lo sé, pero... —cuando la desesperación me atrapa, finalmente pongo los ojos en blanco y miro al techo, tallándome la cara—. Mi punto es... No lamento que intente cambiar. Lamento que nadie pueda aceptarlo tan fácil, como si realmente hubiera sido un monstruo. Era homofóbico, no un asesino serial.
—Joel, basta —insiste y toma mis muñecas—. Me sorprendí porque las veces anteriores parecías molestarte porque te besara. O al menos... parecía que no querías estar cerca mío.
—Pero te dije que me gustas —le recuerdo y me siento un poco mal cuando ríe levemente.
—A mí me gustas desde hace mucho, y incluso cuando me trataste mal... Te quería cerca, porque después me hacías sentir mejor. Y lo hacías sin ni siquiera tener la intención de hacerlo —abro la boca, pero no me deja hablar—. Cuando me dijiste que era bueno en básquetbol. Cuando me compraste dulces con el dinero de Johann y luego hiciste que se golpeara contra el asiento. Cuando me dijiste que Christopher se molestaría conmigo por no comer... Joel, alguna vez te esforzaste por hacerme sentir mal. Pero también estoy seguro de que me hiciste sentir bien sin que siquiera lo hayas intentado. Y ahora... lo estás intentando... ¿Cómo crees que me siento? —pregunta con una sonrisa en el rostro.
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—Gabbb.
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