58.-
—¿Joel?
La voz de Erick me hace abrir los ojos con pánico y mirar hacia todos lados.
—Demonios —mascullo entre dientes al darme cuenta que me he quedado dormido de verdad.
—Su celular no deja de sonar —informa y mi oído se agudiza para escuchar la típica tonada de una llamada—. Nos quedamos dormidos.
—No me digas —digo sarcástico, levantándome para caminar al escritorio y contestar la llamada entrante—. Emilia... —mi voz tiembla con nervios y miro a Colón mientras espero respuesta.
—¡No puedo creerlo! —grita—. Estuve una hora entera esperándote, Joel. ¡Una hora!.—Lo lamento, lo lamento tanto en serio —hablo dejándome caer en la silla y viendo la hora en mi celular, 06:31 p. m—. Hay unos problemas en la escuela, asuntos... legales. Tuve que quedarme e iba a mandarte un mensaje, pero no encontraba mi celular.
—¿Asuntos legales? —su tono se suaviza y me siento un poco mejor—. ¿Están bien todos?
—Eh, no puedo decir nada. Ya sabes, discreción y privacidad —me excuso—. Te veo luego, tengo que irme. El director me está buscando.
—Pero, Joel... —cuelgo y lanzo el celular al escritorio para después dejar caer mi cabeza sobre este mismo.
—Me odio —niego con la cabeza sobre la madera.
—S-solo canceló una cita, no es para tanto —Erick intenta tranquilizarme—. Tal vez...
—Ya vámonos —lo interrumpo mientras me enderezo—. Zabdiel estará por llegar, si no es que ya llegó... —tomo mi celular y veo las llamadas y mensajes perdidos—. Y sí, ya llegó.
Me levanto para tomar mis cosas y veo a Erick tomar su mochila y tallarse los ojos. Ahora no puedo evitar ver sus labios. Tiene un rastro de baba seca, lo cual me causa un poco de risa, pero no digo nada y lo encamino hasta el auto.
—Joel... —habla Colón y lo miro mientras enciendo el auto—. ¿Estás bien? —pregunta y lo miro ahora intrigado.
—Sí, seguro, ¿por qué?
—No, por nada —sacude ligeramente la cabeza y mira al frente.
Quiero insistir, pero mejor me callo y comienzo a conducir.
Son momentos en los que me siento incómodo con él, como si alguien quisiera decir algo. Pero luego me pierdo en mis pensamientos y olvido que estoy con él.
—Erick, antes de ir... —comento, girándome hacía él una vez me estaciono al inicio de la calle de Zabdiel—. Sé... sé que no soy la mejor persona con la que puedas contar —continuo—. Y sé que sonaré cómo un idiota, pero por favor, no le digas nada sobre lo que ha pasado estos días a Zabdiel ni a Christopher. Sabes a lo que me refiero y-y... lo lamento, pero creo que eso no es lo importante ahora. Y aunque lo fuera, ellos no tienen porqué saberlo.
—Entiendo, Joel —contesta casi al momento y me sonríe un poco—. Pero... creo que para Christopher será muy importante saber que usted es...
—No —interrumpo con seriedad—. No soy nada de lo que tú eres ni de lo que Christopher es, ¿bien? —no lo acepto, estaba cansado. Pensaba mal.
—Joel...
—Si les dices algo... mierda, Erick. Estos días cuidé de ti, no tendrías por qué darme la espalda.
—Joel, no les diré nada —me tranquiliza y recarga su cuerpo en el asiento—. Haga lo que quiera. De cualquier manera, fue la última vez, ¿no? —aprieto los labios—. Dudo que en algún momento esté con un chico, usted ama a esa chica, Emilia. Así que su heterosexualidad está intacta ante todos —niega con la cabeza y abre la puerta para bajar.
—No tienes derecho a hablar así de mí. Ni siquiera me conoces —le digo antes de que cierre la puerta.
—Y no quiero hacerlo —habla con molestia.
Empuja la puerta con fuerza, pero antes de que ésta de el portazo, Erick toma la manija y la cierra normalmente. Ni siquiera puede molestarse.
—Erick, ya basta —digo molesto mientras bajo y cierro el auto.
Él solo sigue caminando hacia la casa de Zabdiel y troto hacia él, tomando su muñeca para que gire y me mire. Está molesto y no sé por qué, es mi vida y no tiene derecho a decir qué debo hacer o no.
—Deja de comportarte como un niño. Solo te estoy pidiendo que no le cuentes todo lo que pasa en tu vida a todos. Nos besamos, sí, pero ellos no tienen porque saberlo.
—Ya le dije que no diré nada.
Aprieto los labios y suelto su muñeca.
—Pero estás molesto, y no tienes porque estarlo.
—Creí que esto de querer a alguien no sería tan difícil. Se siente como algo tan sencillo...
—Pero no lo es —interrumpo—. Y tú no me quieres. Solo me quieres materialmente porque te hago sentir mejor, ¿o no? —a pesar de que es una pregunta que puede prenderlo, no lo hago con intención de lastimarlo—. No puedes quererme porque si lo hicieras realmente estarías enfermo.
—¡Por qué insiste con que está mal quererlo? —grita molesto y cubro su boca, pero él quita mi mano—. ¡No estoy enfermo!
—Erick, te golpeé, te traté como basura y si con unos simples besos se arreglara todo, la vida sería más que sencilla —le digo—. Debes entender que ni siquiera yo mismo me perdono por hacerte todo lo que te hice. Aún cuando creo que en cierta parte te lo merecías —hablo honestamente.
—¡Cuál es el maldito problema con que le guste un chico? —me empuja pero apenas me muevo de mi lugar.
—¡No lo sé, Erick! —lo empujo a él y casi cae al suelo—. ¡Déjame en paz! ¡Lárgate!
—Joel... —lo veo un poco borroso ya que hay algunas lágrimas en mis ojos.
—¡Cállate, maldita sea, solo cállate! —ordeno y comienzo a empujarlo lejos de mí.
—¡Joel, detente! —la voz de Zabdiel llega y escucho pasos acelerarse—. ¿Qué mierda haces? —llega por detrás y me empuja lejos. Colocándose enfrente de Erick—. Realmente llegué a creer que cambiaste. Nunca podré confiar en tí, ¿no es así?
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—Gabbb.
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