32.-

Salgo de la escuela a las nueve y media de la noche, me había quedado dormido en el sillón y ni siquiera hice el trabajo.

Me quedé a hacer un poco de ejercicio y luego regresé a casa para bañarme ya que no tenía ropa en la escuela y no había llevado en la tarde.

No tenía la vida más interesante, después de Zabdiel, Christopher y Johann, casi no tenía amigos. No me sentía para nada bien, simplemente sentía una soledad.

Desde que me fui comencé a controlar mis ataques de ira y pánico, me acostumbré a estar solo. Pero al regresar a casa todo se fue a la mierda, necesitaba a mis amigos y a mi familia aunque casi todos me odiaran por mi mal carácter y poca tolerancia, ellos siempre me hicieron sentir en casa. Pero justo en ese momento me sentía solo y no tenía nada que hacer, solo dejar la televisión prendida con el volumen bajito y dormir hasta las dos de la madrugada.

[...]

La resaca se había ido con suerte para cuando desperté. Me dolía un poco el cuerpo y aún tenía esa sensación de vacío, pero lo único que podía hacer era jugar Mario Kart, tocar batería, hacer ejercicio y comer.

Hice un poco de pasta con albóndigas, comí y luego baje al sótano para hacer un poco de ejercicio. Había conseguido ponerle un resorte a una silla para la batería, y era más fácil moverme en ella. Sentía que podía moverme a mi gusto y expresar como la música me hacía sentir aunque no fuera algo claro.

Para cuándo terminé de hacer todo lo que podía apenas eran las tres de la tarde. Mi celular suena cuando cambio los canales de televisión y me estiro lo más que puedo con tal de no levantarme.

¿Qué?

Uh... ¿Mal día? —dice Zabdiel del otro lado.

Aburrido... Creí que tenían que estar en L.A. mañana.

Sí, tomamos un avión en la noche. Estamos empacando pero, Christopher y yo queríamos practicar una última vez, ¿quieres venir o tu soledad te lo impide?

Cállate, te veré en una hora —le digo y cuelgo sin esperar respuesta.

Tomo una chaqueta, me pongo loción y salgo de casa, notando que comenzaría a llover dentro de poco.

Decido caminar rápido y esperar que la lluvia pare para cuando regrese a casa, porque cuando llego con Zabdiel y Christopher la lluvia ya parece tormenta.

—¿Nerviosos? —pregunto—. Han tocado en muchos bares y locales, lo hacen genial.

—No es eso. Christopher está de mal humor y quiere tocar un poco para distraerse —me dice.

—¿Qué tiene? —pregunto a la vez que ambos bajamos por las escaleras, pero no veo a Chris en el sótano.

—Hace días que Erick no viene, además de que casi a diario se escuchan unos gritos de algún hombre en su casa. Incluso a veces los de una mujer —comenta con una mueca.

—Oh... ¿No han hecho nada ustedes? —¿por qué pregunto eso?—. Llamar a la policía o algo así.

—Lo hizo Christopher pero Erick habló con la policía, jurando que su padre era muy tranquilo... No sé... —se encoge de hombros—. Siempre inventa algo.

—¿Y qué hay de la mujer?

Ambos nos sentamos en el sillón y olvidamos los instrumentos.

—Nunca está. O al menos no la hemos visto... Ni salir ni entrar.

—¿La viste en la cena? —¿por qué me involucro tanto?.

—Sí, por unos momentos. Estaba en la cocina, le dije que fuera a comer pero solo se negó desde allá.

—¿Y por eso está triste Chris? ¿Por una familia desconocida?

—Ya sabes cómo es... —sonríe un poco—. Siempre se involucra. El altruismo y carisma es lo suyo. Solo deja que Erick venga a visitarnos y lo verás sonreír de nuevo —me asegura y comienzo a sentirme realmente mal.

—¿Cuánto tiempo lleva sin venir? ¿Tres días?

—Ah... Ni idea, pero tampoco lo vemos entrar ni salir, solo sabemos que está por los gritos. Aunque esos días pararon, ya no se escucha nada. Solo se ven las luces prendidas o apagadas y una que otra silueta.

—Zab, ¡dónde está el cacao? —grita Vélez desde arriba, pero su voz se escucha vacía y triste.

—¡Arriba del refrigerador! —responde.

No se escucha respuesta, solo como mueve cosas y después de unos segundos el sonido de una licuadora encendida.

—Al menos no ha dejado eso de los smoothies, ¿no? —le sonrío.

Zabdiel sonríe pequeño y se encoge de hombros.

—Como sea, solo espero que Erick venga cuando regresemos de L.A. No me importa dar conciertos ni para el presidente si mi amigo está triste —me dice a la vez que se para a acomodar su batería.

—¿Quieres tocar para Trump? —pregunto, frunciendo el ceño.

Zabdiel ríe y niega con disgusto.

—Mejor tocar en los bares y festivales locales —toma su micrófono y baquetas—. Oye... Dijiste que Erick dejó de ir a las prácticas pero, ¿no has sabido nada de él? —pregunta algo preocupado y mi pequeña sonrisa se borra.

—Sí, sobre eso... Ya está dentro del equipo.

—¿Quién está dentro del equipo? —pregunta Christopher que viene bajando con una vaso lleno de smoothie morado.

—Erick —sonríe Zabdiel para animar a Chris.

—¿En serio? Podrías...

—¿Pueden tocar ya? —pregunto mal humorado—. Me prometieron un último concierto —comento intentando cambiar de tema.

Ambos me miran confundidos, pero saben que hay algo mal así que se limitan a acomodar los instrumentos y tocar todas las canciones.

Para "Pretend" le quito a Zabdiel las baquetas y toco por él mientras este sube al sillón y brinca con la música. Aprovecho y miro a mi derecha, sintiéndome feliz de ver a Christopher sonreír por la música.

Entendía que fuera un chico sensible y que se encariñara rápidamente, pero no entendía porque extrañaba tanto a Erick. El chico ni siquiera es tan agradable.

—¡Salió increí...!

—¿Erick era tu novio? —pregunto sin pensarlo y al mismo tiempo interrumpiendo a Zabdiel.

No quité mi mirada de Chris durante la pregunta ni durante los siguientes segundos.

Siento el cambio de tensión en la habitación al instante y las miradas de ambos sobre mí. Ambos viéndome con sorpresa y una sonrisa recién borrada.

—Que asco, Joel —dice Christopher—. Es un niño.

—Tiene dieciocho según su expediente.

—¿Por qué viste su expediente? —pregunta Zabdiel y se baja del sillón.

—Está en el equipo, necesito ver sus expedientes. Ya sabes... Si tienen alergias, su historial académico y así... Christopher —le hablo.

—No, Joel. No es ni era mi novio. Simplemente... Tú olvídalo, ¿sí? No es como que él te preocupara —me dice de mala gana.

—Pero a ti sí —le afirmo acercándome a él.

—Será mejor si te vas —me dice tomando desprevenido.

—¿Qué?

—Que te vayas, Joel. Por favor.

—Pero...

—Joel... —interviene Zabdiel poniendo su mano en mi hombro y llevándome a las escaleras—. Será mejor que le des tiempo —me dice una vez estamos arriba.

—No entiendo porqué...

—Erick es muy abierto sobre su vida una vez toma confianza. Quiero decir, es mi amigo, pero creo que tomó más seriedad con Christopher —se encoge de hombros y mira su reloj—. Ya es tarde. Tenemos que tomar el avión en tres horas y ya sabes que tenemos que estar una hora antes del vuelo.

Pongo los ojos en blanco.

—Estúpidos aeropuertos —digo y camino a la puerta—. Sólo cuida a Chris por mí, ¿sí?

Él asiente y yo abro la puerta para salir pero antes de cerrar la puerta detrás mío el remordimiento me golpea y me hace meter un pie a la casa, viendo a Zabdiel empezando a bajar las escaleras.

—Zabdiel... —se detiene y voltea a verme confundido—. Te prometo que cuando vuelvan Erick los estará esperando.

Y salgo sin esperar respuesta, agradecido porque la lluvia bajó y apenas siento pequeñas gotitas chocar contra mi piel.

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Gabbb.

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