16.-

Mi celular se llena de mensajes de Johann, en todos pidiéndome disculpas y preguntándome dónde estoy.

Dudo en contestarlos, incluso cuando me dice que ya los vi y que no lo ignore. No fue su culpa, pero solo pensar en ella me dolía. Traía muchos recuerdos, especialmente buenos.

—Tomen un balón —le digo al grupo sin ningún ánimo—. Chicas vayan a la cesta de la izquierda y chicos a la derecha. Entre ustedes pasen el balón y el primero en llegar a la cesta, anota. Si anotan consiguen su auto compasión por hacer algo bien por primera vez en su vida.

Me miran sorprendidos y yo solo pongo los ojos en blanco mientras dejo el carrito con balones a un lado.

Noto que Becky le susurra unas palabras a Erick en el oído antes de irse, haciéndolo reír levemente y quiero intervenir, pero ya están separados y sería una completa idiotez.

Concéntrate, Joel.

—Profesor —habla Sebastián con la mano levantada.

—¿Qué?

Rebota el balón mientras camina hacia Erick que está sentado solo en la banca.

—Hoy no vino Richard, ¿puedo practicar con Erick?

Asiento con desinterés. Es eso o dejar a ambos sin jugar.

Ambos sonríen y Erick camina con una sonrisa tímida hasta él, quien lo recibe sacudiendo un poco su cabello, haciendo que sus mejillas tomen un ligero color rosa.

Me parece asquerosa su reacción, volteo hacia otro lado para contener mis ganas de golpearlo o gritarle.

Comienzan a jugar y algunos chicos encestan, sonriendo orgullosamente y mirando a las chicas, asegurándose de que los vean. Ellas solo sonríen y encestan igual, haciendo a los chicos querer mostrar más. Pero Sebastián encesta cada vez que pasa, sin fallar alguna. Aunque este solo mira a Erick sonriendo y rodeando sus hombros con su brazo, a veces susurrándole en el oído al ojiverde, provocando que se sonroje.

—¡Manuel! —le grito al chico, uno de los abusivos.

Todos nos miran cuando él camina hacia mí, pero regresan a sus cosas al ver que también los observo.

—Juegas bien —le digo una vez que nadie nos pone atención—. Al menos, mejor que tus compañeros.

El chico sonríe orgulloso y mueve su cabello.

—Te dejaré en el equipo si me haces un favor.

Él no duda ni un momento cuando pregunta qué favor es.

—¿Realmente quieres estar en el equipo? —pregunto algo impresionado por su reacción.

El chico asiente con la cabeza y rebota el balón en el piso.

—Soy terrible en la escuela, pero la maestra dijo que si logro entrar aquí, las materias serían más fáciles para mí.

Frunzo el ceño confundido y luego pongo mis manos en sus hombros bajándome a su nivel, ignorando lo que dijo.

—Golpea a Colón.

—¿Al marica?

Asiento mientras sonrío. El chico sonríe y luego acepta.

—¿No preguntarás por qué quiero eso?

—No me importa. Ese chico se lo merece, es un idiota —mira atrás—. Da pena.

Pongo los ojos en blanco, pues no es necesario que diga lo obvio. Luego dejo que se vaya con su grupo de amigos abusivos, observando a todos.

—¡Erick! —grita Sebastián.

Levanto la mirada, encontrándome a Colón en el piso, con sangre saliendo de su nariz y Sebastián a su lado.

—Perdón, nenita —se burla Manuel.

Evito sonreír y camino hasta ellos como si fuera algo serio.

—¿Qué sucedió?

—Ese idiota golpeó a Erick —responde Sebastián mientras ayuda a levantar al ojiverde.

—Se me resbaló la pelota, fue un accidente —finge inocencia y se encoge de hombros cuando su grupo ríe al unísono.

—N-No importa —habla Colón evitando mirarme—. ¿Puedo ir al baño profesor?

—Sí, como sea. No tarde. —respondo.

Sebastián, acompaña a Erick al baño, lo cual no quiero permitir, pero la clase acaba en tres minutos y no tengo ganas de seguir viéndolos.

—Ya lárguense —les digo y voy hacia mi oficina, simplemente sintiendo como si algunas cosas estuvieran en orden.

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Gabbb.

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