8. Master and slave

Verdes eran los ojos del esclavo cuando el vendedor levantó su cabeza y lo obligó a mirar al visir de turbante tan azul como sus propios ojos. Tan desnudo y cubierto de heridas estaba el hombre en cadenas como el político en ropas oscuras protegiendo cada centímetro de su piel. Dos extremos del mundo en el que habitaban.

En el mismo instante en que sus miradas se encontraron, el visir rebuscó entre sus ropas y arrojó un saco de oro a los pies del esclavista. Con una señal discreta, uno de los sirvientes tomó las cadenas del hombre y lo guió fuera del mercado.

—Un gusto hacer negocios con usted.

N.A: Estoy cansada, así que aquí tienen no más

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