Un día de diversión
La campana sonó indicando que debíamos volver a clases, y Gumball caminaba con enojo.
Para nuestra suerte, nos encontramos a Tobias en el pasillo.
—Hola, mi Darwin. ¿Cómo te va? —preguntó Tobias.
—No te atrevas a mirar a Darwin —demandó mi novio.
Gumball le dio una muy fuerte bofetada a Tobias.
—Vámonos, Darwin —me tomó Gumball del brazo llevándome con él.
En el aula nos sentamos juntos en la parte de atrás. Noté el enojo de Gumball y eso me preocupaba por si se metía en problemas.
Así transcurrió el día y finalmente debíamos irnos a casa.
Gumball había salido de prisa del aula y me dejó solo. No tenía ni idea de a dónde pudo ir.
•••
Salí corriendo del aula para ir tras ese idiota y arreglarlo todo.
Lo vi frente a su casillero. Tenía tantas ganas de romperle la cara.
—Ah —blanqueó sus ojos—, ¿por qué no te largas?
—¡Cállate idiota!
Le di una patada en el estómago haciendo que se quedara sin aire. Le di algunos golpes más hasta dejarlo débil y herido.
—D-Detente —pedía entre tartamudeos.
—Tú no te detuviste cuando Darwin te lo dijo. ¡No me detendré hasta que sientas lo mismo!
Saqué una navaja de mi mochila. Lo tenía ahí por si algo.
Arrinconé a Tobias contra la pared rodeando su cuello con la navaja. Estaba asustado.
—No lo hagas, Gumball —había empezado a llorar.
—Te dejaré ir esta vez, pero si vuelves a tocarle un pelo a Darwin, las verás conmigo —retiré la navaja guardándola en su lugar.
Tobias corrió mientras lloraba.
No sabía qué me había pasado. Por poco y mato por amor, aunque Darwin vale la pena. Aun así no dejaba de sentirme mal y suponía que así Tobias había entendido.
•••
Al salir de la escuela, busqué a Darwin pero no lo encontré. Creí que se había ido a casa.
Llegué a casa y saludé a todos para subir a mi habitación. Ahí estaba Darwin. Me recosté sobre la cama y Darwin a mi lado.
—¿Dónde estabas? —preguntó Darwin.
—Arreglaba las cosas con Tobias.
—Ojalá no lo hayas matado —rio.
—No soy tan cruel —reí también, pensando en aquello.
—¿Le dejaste todo en claro?
—Creo que demasiado.
—¿Por qué?
—Si te lo digo seguro no querrás ni tenerme cerca.
—Eso no va a pasar... ¿acaso... ¡lo mataste!?
—Casi y me siento horrible.
—Al menos no fue así —suspiró—. No te preocupes. Seguro fue lo mejor para dejarle todo claro, sé que no serías capaz de matar a alguien. Lo hiciste por bien y quiero agradecértelo. Nadie había hecho algo así por mí antes.
—No es nada. Lo hago porque te amo.
Tomé a Darwin por su barbilla acercándolo a mí para darle un beso.
•••
Gumball se había quedado dormido. Así que le hice un bigote con un marcador. Resalté sus cejas y le hice un corazón en la mejilla.
—Oye, Darwin... —Anais había entrado a la habitación.
—Haz silencio —susurré.
—Qué malo eres. Pero sí que está gracioso.
—Sí.
Anais le hizo rayones en la cara a Gumball.
—Deberíamos quitarle el suéter para dibujarle algo.
—Si dice algo, fue culpa de ambos.
Anais fue quien le quitó el suéter con cuidad. Me sorprendió que Gumball no despertara.
Anais le dibujó un sostén. Reíamos en voz baja.
Yo le hice un collar de perlas alrededor del cuello y entre otras cosas. Al terminar, Anais y yo estuvimos viendo televisión.
Pensábamos en Gumball riendo por la imagen mental de él.
Luego oímos un grito venir de la habitación. Anais y yo subimos con una faceta inocente.
—¿Por qué gritaste, Gumball? —preguntó Anais.
—¿Quién hizo esto? —reclamó enojado.
No pudimos contener nuestras carcajadas.
—Yo tuve la idea —dije.
—Anais, sal de aquí. No quiero que veas violencia.
—Suerte, Darwin.
Gumball cerró la puerta con seguro una vez que Anais salió.
—Conque fue tu idea —me dijo.
—No pude evitarlo —reí.
—Te daré un castigo.
Me recostó sobre la cama y él se posicionó sobre mí dándome salvajes besos. Aguanté las ganas de reír ya que él continuaba con los rayones del marcador. Cuando menos me di cuenta nuestras lenguas ya estaban jugando.
Nos separamos por la falta de aire.
—¿Es un buen castigo? —preguntó.
—Creo que debo hacer más cosas malas para que me des castigos como este o peores —respondí pícaramente.
—¿Acaso quieres más?
—Si es lo que quieres también.
—Entonces así será.
Volvimos a los besos salvajes y él resultó repartiéndolos en mi cuello, siendo más que solo besos. Me excitó. Quitó mi camisa besando mis pezones hasta llegar a mi abdomen. Se detuvo y miraba hacia la puerta aterrado.
—¿Qué pasa?
—Presentí que alguien nos observaba... —susurró—. Espera.
Se separó de mí y se dirigió hacia la puerta con sigilo. La abrió y había alguien tras ella.
—¿Nos estabas espiando? —cuestionó Gumball.
—No... —respondió dudosa Anais. Sí, se trataba de ella.
Anais tenía su celular en mano. Ya habíamos sacado nuestras conclusiones. La sangre seca estaba presente cerca a su nariz.
—¿Y ese celular? ¿nos grababas?
—No, ¿cómo lo haría con la puerta cerrada?
—Hay un agujero en la parte de abajo —dijo Gumball.
—Bien, sí los grababa. ¡Son muy excitantes y lo necesitaba! Pero no quise hacer nada malo, continúen si quieren.
—Lo haríamos sin tu espionaje —dije.
—Necesitamos privacidad. Así que déjanos solos —exigió Gumball.
—Bien —forzó una expresión tierna.
No pudimos resistirnos.
—Está bien, pero no nos grabes ni dejes que mamá y papá nos descubran.
—De acuerdo —sonrió Anais—. ¿No podría entrar y verlos? Así sería más fácil.
—¡Eso sería muy raro! —exclamé.
—Darwin tiene razón y no estamos preparados para ser vistos así.
—Lo entiendo... Ah, Gumball, y antes de hacerlo: limpia las manchas del marcador —rio.
—Tomaré un baño para limpiar lo que ustedes hicieron.
—Puedo bañarme contigo si quieres —mencioné divertido.
—Y yo los miro desde afuera de la ducha.
—¡No! —dijimos al unísono.
—Te vas a tu habitación —le ordené a Anais.
—Bien.
Ella se fue con tristeza. Ya no caeríamos.
Gumball asaba mi brazo para hacerme entrar al baño.
Empecé a quitarme la ropa, aunque Gumball quiso ayudarme con mi pantalón y ropa interior. Cuando vio mi miembro lo introdujo en su boca... me excité de nuevo.
Hacía rápidos movimientos hasta que me corrí y él tragó mi semen.
—Ahora tú a mí —dijo.
Le quité la ropa de igual forma y su miembro ya estaba erecto. Lo tomé para meterlo en mi boca, no tardó mucho en venirse.
—Ahora sí a bañarnos —rio.
Entramos a la ducha, abrí la llave y el agua caía en nuestros cuerpos. Gumball se veía tan provocativo...
Él me ayudó a aplicar champú en mi cabello y jabón en mi cuerpo, y yo le ayudé quitándose los rastros de marcador.
Jugamos un poco en el agua y también nos besamos. Fue un hermoso momento.
Pues, leí los comentarios en el aviso que dejé y he decidido que seguiré con esto. Además de que ya sé cómo hacer fácil el editar capítulos tan largos.
Por ejemplo, este originalmente tenía 2.500 palabras y el resultado final quedó en 1.100. Solo debo acortar algunas cosas que no veía necesarias y nada más. Aunque en sí, este capítulo tiene muchas cosas y eso, pero no creo que esté mal.
No quiero que piensen que consideré lo de dejar la historia para llamar la atención para obtener votos y todo eso, creo que ya no importa. Me estoy sintiendo agradecida ahora por los lectores que tiene esta historia y voy a seguirla por ustedes.
Estaré procurando actualizar más seguido y no tardar otros cinco meses.
Hasta el próximo capítulo ❤
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