¡Anais!

Estuve en el baño pensando en lo que Darwin y yo recién hicimos. Me gustó, sí. Pero me siento algo mal por hacer cosas como esa con mi hermano, aunque al fin y al cabo no somos biológicos. Vaya raro que soy.

•••

Darwin y yo nos quedamos solos en casa porque el resto de nuestra familia tuvo que salir y no nos llevaron, más bien teníamos deberes qué hacer.

Nuestro día estuvo lleno de distintas actividades, entre esas: jugar videojuego, ver vídeos y ver televisión.

¿De qué deberes hablaba? Querré decir; no queríamos ir de compras con ellos y para colmo, comprar cosas que no son para nosotros.

En medio de aquella película de acción, Darwin recostó su cabeza sobre mi hombro. Me sentí tan relajado por su cercanía.

Parecía algo aburrido por el filme, me observaba mucho y no prestaba tanta atención a la película.

Me tomó por sorpresa, no sé en que momento se recostó sobre mí y me tenía acostado en el sofá, yo abajo de él. Me besó, con pasión. Suspiros escapaban de nuestros labios por la placentera sensación.

Oímos la puerta de la entrada siendo abierta. Nos separamos de forma inmediata, nuestros familiares habían llegado.

Darwin y yo estábamos totalmente asustados. Pero lo peor de todo, es que Darwin aún estaba sobre mí.

—Chicos, ¿están bien? Oímos ruidos extraños —Cuánto oído a papá y a sus gigantes orejas.

—Sí, e-estamos bien —respondí, pero ah, malditos tartamudeos.

No estaría tan nervioso y asustado si mi hermana no estuviera mirándonos como una sucia pervertida.

—¿Ah, sí. Y por qué Darwin está sobre ti? —interrogó ella.

No ayudas en nada, maldita mocosa.

—E-Es que estábamos jugando —mintió Darwin.

Para que fuera más creíble, comenzó a hacerme cosquillas. Odio las cosquillas, me hacen reír mucho.

Supongo que la mentira fue creíble para todos los presentes, por lo que Darwin se separó de mí.

Una vez que todos se fueron, pudimos estar más tranquilos.

—Lo siento Gumball, casi nos meto en problemas —susurró.

—No, no hay problema.

Decidí ir a mi habitación, pero no conté con que una enana de pelos rosas me siguiera y me encerrara con ella ¡en mi propia habitación!

Me arrinconó contra una de las paredes. Recuerden que la llamé enana, pero con esa intimidante mirada parece más alta que yo.

—¿Qué estaban haciendo Darwin y tú? —preguntó. Ahora me daba miedo y soy un estúpido al admitirlo.

—Ju-Jugando.

—Ay por favor Gumball, ni tú te crees eso. Alcancé a oír sus soniditos y realmente lamento que hubiéramos arruinado su momento amoroso.

Estaba confundido. No sabía qué decirle. Salió del lugar sin nada más con que atacarme.

Ella sabía lo que hacíamos. No sé si deba o no hablar con Darwin sobre todo esto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top