Epílogo
Siete meses antes. Marsaly.
Siempre que mi corazón está destrozado, encuentro consuelo en la cocina de mi abuela. Ella sabe que decirme para que pueda, respirar nuevamente con normalidad. Recuerdo la primera vez que se me asignó atender al heredero en su celo. Lloré toda la semana y después del encuentro seguí llorando. Mi abuela me sentó en su cocina y me contó de dónde vengo, la historia de todas las mujeres de mi familia. Somos protectoras, la diosa Luna nos encargó el cometido de guardar a sus hijos, y a los descendientes de éstos. Ella me contó que mi destino estaba escrito, pronto vendría el omega hijo de la Luna que salvaría el reino de la destrucción y que yo tendría que ayudarlo. Desde entonces, la cocina de mi abuela ha sido mi refugio, mi sitio seguro en el mundo. Por eso estoy aquí, llorando de nuevo, pero esta vez por el destino de mi príncipe y su amor por el rey.
—Mi niña, es hora de que sepas tu verdadero cometido en este mundo — me dice con su mano acariciando mi pelo.
—¿Mi cometido no era velar por el omega del reino? — le pregunto.
—Así es. Pero para poder hacer eso tienes que saber lo que estás destinada a ser.
—No te entiendo, abuela.
—Tienes en tu interior el poder para salvar a tu príncipe y que el rey no enloquezca con su pérdida, pero todo tiene un precio. Tu futuro está lejos de Tarsos, con un alfa que te colmará de hijos y que tú convertirás en reyes. Debes ir más allá de Paradis y encontrar a tu otra mitad, en el pueblo maldito por la diosa Luna.
—¿A las islas del pueblo Ull? ¿Mi alfa vive ahí?
—Es el heredero de ese reino y el que podrá revertir el pecado de sus antepasados. Ve a buscarlo, entrégate a él y dale ese hijo que sea el comienzo de la redención de su pueblo. Solo así tendrás en tus manos la llave para salvar a tu príncipe.
Después de eso viajé con los comerciantes en la primera oportunidad que tuve, y todo fue como mi abuela predijo. Mi alfa me reconoció, y mi corazón a él. En los meses sucesivos fuimos amantes furtivos, robando momentos a mis noches o a las suyas.
Y de esta manera, llegué hasta el hombre que me trató como si fuese su reina, con el que crearé la base de un reino fuerte, bajo la protección de la diosa Luna.
****
El rey cabalga con paso rápido, quiere llegar lo antes posible a casa, su cachorro espera el regreso de sus padres. Apenas ha cruzado dos palabras con su omega, solo tenerlo cerca es suficiente para acabar con el dolor lacerante que ha sufrido estos últimos días, pero está furioso. Mew hierve de rabia por dentro, su omega, su amor, el padre de su hijo, lo abandonó. Sin mediar palabra, sin darle la oportunidad de hacer algo. Y si eso fuese poco, encima lo drogó e hizo que Sahara lo cubriera todo. Por eso el rey está pensando en el mejor castigo que puede imponer a su esposo. Necesita un recordatorio de que ellos son un equipo, son una pareja y como tal deben confiar el uno en el otro.
—Mi rey... podríamos hablar — le pide su omega.
—Preferiría que habláramos en casa. Ahora mismo podría decir algo de lo que después me arrepintiera — le responde Mew.
—¿Podría saber cómo está mi cachorro?
—¿Ahora te preocupa el niño? — le espeta el rey. Sabe que no es justo, que Gulf no lo abandonó por capricho, sino por amor. Pero necesita que su omega comprenda que lo que hizo, no estuvo bien.
—Jamás dejé de hacerlo, ni tampoco de vos. Cada noche los sueños llegaban a mí. Vi a nuestro hijo crecer y convertirse en un alfa extraordinario. Sé su nombre... ¿queréis saberlo?
—Omega — le dice parando el caballo y mirando de frente a su esposo, que espera con ojos llorosos la penitencia que su rey quiera darle. —Sé que mi pueblo te debe mucho, sacrificaste todo lo que tenías por ellos, por nosotros, pero me dejaste fuera de tus planes, me drogaste y desapareciste. ¿Sabes que casi enloquezco de dolor? ¿Sabes que tu hijo ha llorado sin parar desde que no estás? Necesito tiempo para perdonarte, para volver a confiar en ti, por favor dame eso al menos.
Gulf escucha a su esposo sin casi respirar. Entiende el enfado y el dolor de su alfa y si tiene que volver a conquistar su corazón y su confianza, lo hará, aunque tarde una vida entera.
—Por supuesto, mi rey— le responde agachando la cabeza y después siguen su camino sin volver a cruzar palabra.
****
Gulf baja del caballo y enseguida su hermano lo estrecha entre sus brazos. Quiere llorar por el gesto de cariño, después del desprecio silencioso de su alfa. Pero sabe que no es merecedor de ese consuelo. Ha tenido tiempo para pensar y ponerse en la piel de su esposo, y entiende por qué no puede perdonar su traición.
—Hermano... estás en casa — le dice Earth llorando como un niño.
—Sí, gracias a Mew y a Marsaly he podido volver con mi familia. Quiero ver a mi cachorro. ¿Puedo? ¿Dónde está? ¿Está bien? — balbucea sin control. Ahora que de nuevo puede respirar, le mata la pena y la culpabilidad por abandonar a su pequeño recién nacido.
—Está bien, es un guerrero. Ahora lo están amamantando — le explica cogiendo su mano y llevándolo dentro de palacio.
—¿Quién lo ha estado cuidando? — se atreve a preguntar.
—Todos los omegas que están criando se han turnado para alimentar al pequeño. Todos aquí te deben la vida y lo saben. Se han portado como un pueblo ejemplar, estoy orgulloso de llamarlos mis compatriotas.
—Pero el rey me odia, y no le culpo — le dice con el corazón encogido.
—El rey no te odia. Solo se siente herido, sufrió mucho y tienes que darle algo de tiempo para que todo se asiente. ¿Sabes que le partió un brazo a Kao? — le cuenta divertido.
—¿Qué? ¡OH, dios, lo siento mucho! ¡No es divertido Earth! — le responde el omega escandalizado.
—No lo sería, si mi alfa no se curara ridículamente rápido — le dice con un suspiro.
—Espera, repite eso.
—Que se cura ridiculam...
—No, eso no. Lo de "mi alfa" — le dice con diversión.
—Bueno... pues... puede que Kao sea.. ¡aggg! No te rías de mí, yo lo quiero y él a mí, ¿qué tiene de malo?
—No tiene nada de malo, Earth, es maravilloso, me alegro por ti— le dice Gulf. — ¿Entonces se cura muy rápido? — le pregunta cambiando de tema.
—Te lo cuento, pero no se lo digas a nadie, porque Kao no quiere que se sepa — le advierte. — Kao es un alfa puro.
—Pero, no quedan alfas puros en estas tierras.
—Claro, tampoco hijos de la Luna — le replica Earth.
—Que yo sepa solo quedan alfas puros en Pangea y son muy pocos.
—Kao es de Pannotia. El padre de Mew lo trajo consigo cuando era un niño, se había quedado huérfano y el antiguo rey se prendó de él. Después lo crio para que protegiera al heredero y hasta hoy.
—Es una sorpresa, pero Kao es un gran guerrero, así que quizá no sea tan raro. ¿Se transforma en lobo? ¿Cómo es? — le pregunta Gulf curioso.
—Es un enorme lobo negro. Tan hermoso como una noche estrellada, tendrías que verlo hermano... tan... — le cuenta con tanto cariño que al rey consorte se le escapa una risa malvada.
—Está bien, dejemos de hablar de mi alfa y vayamos a ver a tu hijo — le espeta entrando en el comedor principal. Allí Martha, la esposa del herrero está haciéndole carantoñas a su cachorro.
—¡Mi rey, habéis vuelto! —grita ella corriendo al lado de Gulf.
—Martha, gracias por cuidar de mi hijo, yo...
—Ha sido un placer, cogedlo, os ha echado de menos — le dice tendiéndole al bebé.
Enseguida que lo tiene en sus brazos, Gulf siente un nudo apretarle la garganta. Las lágrimas acuden a sus ojos y no le dejan ver bien la suave piel de su hijo. Es tan perfecto, con sus mofletes regordetes y sus dedos intentando enredarse en el pelo del omega.
—Hola cachorro, ya estoy aquí y no me marcharé más, perdóname — le pide y entonces el niño aprieta sus puñitos y empieza a llorar desconsolado. Gulf lo mece con cuidado y le susurra canciones de su tierra hasta que su cachorro se duerme en sus brazos.
—Martha, necesitaré que alguien lo alimente, yo no tengo manera, creo que no he estado con él el tiempo suficiente y la leche no me ha subido. Soy un padre y un omega terrible.
—No os preocupéis majestad, tengo una infusión que os ayudará a que la leche sea abundante y de calidad. Le diré a la doncella que se la lleve a su dormitorio— le dice la omega y luego sale hacia la cocina a preparar la infusión para su rey.
Un rato después Gulf pasea por el jardín con su hermoso bebé en brazos. No cree posible que lo suelte en mucho tiempo. Pero, cuando cae la tarde sabe que debe ir a su dormitorio y está indeciso. No sabe si será bien recibido en el dormitorio del rey o debería quedarse en el suyo propio. Finalmente decide darle a Mew algo de espacio, como le prometió y se dirige a su dormitorio. Al lado de su cama encuentra una pequeña cuna, donde deja a su hijo y luego decide bañarse para intentar descansar un rato. Sobre la mesa de noche le han dejado una infusión y algo de fruta, Gulf se apunta mentalmente darles las gracias a las doncellas mañana.
Sumergido, un rato después, en el agua perfumada, se toma unos minutos para pensar en la mejor manera de ganarse el perdón de su esposo. Gracias a él y a Marsaly puede disfrutar de tener a su hijo de nuevo a su lado. No tarda mucho en salir y comprobar que su bebé todavía duerme tranquilamente, la diosa lo ha bendecido con el cachorro más bueno del planeta. El omega se toma la infusión, se mete en la cama con la mano sobre la espalda de su cachorro y se queda dormido de puro cansancio.
****
El ruido de un llanto desesperado despierta a Gulf de su sueño. Abre los ojos con pesadez y encuentra a Mew con el cachorro en brazos susurrándole palabras de amor y consuelo, pero lo que el bebé necesita no se lo puede dar el alfa.
—Alfa, el cachorro tiene hambre — le dice sin atreverse a mirarlo.
—Llamaré a Martha o alguna omega para que lo alimente — le dice secamente el rey.
—Creo que no hace falta, yo puedo... traedlo aquí por favor — le pide el omega.
Mew le entrega al cachorro que cesa de llorar y olfatea el pecho de Gulf. El rey consorte se levanta la camisa y espera. El bebé inclina la cabeza y abre sus rosados labios en un puchero. Gulf lo guía hasta el pezón y deja que chupe con fuerza. El dolor es inmediato, una punzada aguda y después, sin más, el líquido blanco se escurre por la boca del bebé que come con ansia.
Gulf no puede controlar las lágrimas que se escapan de sus traicioneros ojos. Se avergüenza de que su alfa lo vea tan vulnerable, pero no puede hacer nada para controlar sus emociones. Su madre siempre le decía que el peine sirve para los nudos del cabello y las lágrimas para los del corazón. Así que suspira y disfruta de los suaves sonidos de succión de su pequeño cachorro y cuando ya no sale nada de ese pecho, se lo cambia de lado y deja que siga saciando su hambre.
En un momento dado, Mew se sienta en el borde de la cama y se dedica a mirar a su cachorro alimentarse. Sigue sin decir nada, sigue sin querer mirar a su omega y eso abre una brecha enorme en el pecho de Gulf, que se resigna a que quizá su alfa, jamás lo perdone.
En cuanto el bebé está saciado y limpio Mew abandona la habitación sin mediar palabra y otra vez Gulf siente el frío recorrer sus venas, como cuando dejó Tarsos en un viaje sin retorno.
—Papá no está enfadado contigo, mi amor. Es solo conmigo, pero tiene razones para estarlo. Sabes cachorro, tu nombre es Adrian. Me lo dijo la diosa Luna y es un nombre bendecido por ella. Eres un alfa fuerte y te convertirás en el rey de estas tierras — le cuenta a su hijo con un hilo de voz.
Después de ese día vinieron muchos más. Gulf intentaba que su alfa lo dejara entrar en su corazón de nuevo, pero él se negaba a cualquier acercamiento.
Un mes después, el omega había perdido cualquier ilusión de recuperar la relación con su alfa. Pero esa misma noche el rey lo llamó a su dormitorio y le pidió que se desnudara. Gulf obedeció en todo momento, quería a su rey, deseaba que lo tocara y lo hiciera suyo de nuevo, pero esta vez fue todo tan distinto. Fue brusco, instintivo, sin... amor. Una vez el nudo bajó, Gulf se vistió de nuevo y salió del dormitorio del rey, con el corazón en un puño y su alma rota.
No dejó de llorar en toda la noche, le pidió a Earth que cuidara de Adrian, no quería que su hijo percibiera su malestar.
Entonces un día, unas semanas después de su encuentro, Gulf vio al rey en el jardín paseando con una omega joven y bonita. Parecía feliz y relajado, hacía mucho que no lo veía así, y enseguida comprendió que su vida iba a ser esta. Su alfa no lo amaba, no le perdonaría jamás y tendría que contentarse con las migajas de su afecto.
En realidad, sabía que merecía el trato de su rey, pero tendría que decírselo a la cara. Decirle que, a partir de ahora, solo sería el rey consorte de cara a la galería y que tendría que conformarse con eso.
Así que, tomó el camino hasta donde se encontraban sentados y le pidió al rey que hablara con él. La omega le hizo una reverencia a Gulf y se alejó rumbo a palacio.
—¿Y bien? — le pregunta Gulf con un tono un poco más alto de lo que pretendía.
—¿Y bien qué, omega?
—¿Vais a encontrar otra omega que me sustituya sin decírmelo antes?
—¿Qué?
—Sé que me merezco vuestro desprecio, sé que obré mal al no deciros nada de lo que pasaba, pero creedme que en ese momento pensaba que no había otra salida.
—¿De verdad?
—Sí. La vida de mi cachorro y de mi alfa, son lo más importante para mí y sé que no tenía otra opción. Siento muchísimo haberos herido y también haber abandonado a Adrian, es lo último que deseaba. Ahora bien, ya no puedo borrar el pasado y aceptaré mi castigo, pero creo que merezco al menos saber si vais a tomar otra omega — le suelta casi sin respirar.
—Gulf, yo jamás tomaré otro compañero. Tú eres mi omega, pero todavía no puedo confiar en ti. Siento que nos hemos alejado tanto, y sé que parte es por mi culpa, pero tengo miedo — le confiesa.
—¿Miedo?
—A quererte de nuevo, a tocarte con cariño, a unir mi alma a la tuya y que después desaparezcas. Casi muero de dolor, Gulf, no podría soportarlo de nuevo.
—Entiendo... pero de alguna manera tendréis que acercaros a mí. Yo solo puedo prometer que jamás volveré hacer algo así, he aprendido la lección y a partir de ahora caminaremos juntos — le promete el omega.
—Gulf, yo...
El omega se tira en el regazo de su alfa. Estrecha los brazos a su alrededor como si soltarlo fuese peor que la muerte y deja que su olor bañe a Mew por completo.
—Por favor, mi rey, por favor, perdonadme... yo — le suplica sollozando sin control.
—El otro día en mi dormitorio...
—No importa, está bien.
—No está bien. Fue horroroso, me sentí tan mal después. No quise tomarte así, dejé que mi alfa te castigara por habernos abandonado, pero al final nos hice daño a los dos. Perdóname, omega.
—Mi rey tendremos que aprender a estar juntos de nuevo, pero lo conseguiremos, si de verdad lo deseáis sé que estaremos bien.
—Estoy muy cansado de estar enfadado, quiero que todo vuelva a la normalidad. Te quiero, Gulf — le dice besando la frente de su esposo.
—Y yo os amo a vos, tanto que me duele — le confiesa.
—Entonces, vayamos a buscar a Adrian y comamos algo rico. ¿Te apetece comer algo dulce?
Gulf lo mira con estupefacción y sorpresa. No puede creer que su alfa le esté dando otra oportunidad.
—¿Y vuestra visita?
—¿Visita? Espera, te refieres a Laoghaire. Ella es mi prima, mi padre la mandó para que nos ayudara con Adrian. ¿Qué estabas pensando?
—Yo no pensaba nada... solo os vi paseando con ella y parecíais muy feliz.
—Es una joven muy divertida y me contaba anécdotas del campo de donde viene. ¿Estabas celoso, omega?
—Por supuesto que no — le replica intentando zafarse de los brazos fuertes de su esposo.
—Eres tan tonto, omega. Aunque estaba enfadado, nunca he dejado de amarte y mi lealtad siempre estará con mi esposo, deberíais saberlo.
—Ahora lo sé — le responde y acto seguido estampa sus labios con los de su marido en un beso voraz.
****
La lluvia cae con fuerza en el exterior, y el estruendo se escucha a través de la ventana. Hacía mucho tiempo que Mew no sentía un celo tan brutal. Sus dedos no atinan a quitarle la ropa lo suficientemente rápido a su esposo, por lo que opta por el salvajismo y se la arranca de cuajo. La risa cantarina de Gulf hace a su corazón latir desenfrenado. El olor del celo, que el suyo propio ha desatado en el omega, lo hace babear de deseo.
—Abre las piernas, Gulf. Déjame verlo, déjame olerlo — le pide y su esposo ni siquiera se lo hace rogar. Se tumba bocarriba y extiende sus piernas a los lados de la cama. Su lubricante natural resbala por los muslos carnosos de Gulf y llena la estancia del olor dulzón más excitante del mundo. Azahar y melocotón, día de verano y sol.
—Quiero comerte con una cuchara, y después lamerte hasta dejarte limpio — le susurra.
—Deja de hablar, alfa y ponte a ello, estoy caliente, me quemo por dentro y tú solo hablas — le dice con un mohín.
La risa profunda del alfa le pica en el pecho al pequeño omega, que suspira esperando que la lengua de su esposo lo rodee por completo.
Un rugido salvaje después, Mew tiene la cara enterrada entre las piernas de su omega, dándose el mayor festín que se haya visto. Los dedos de Gulf tiran del pelo del alfa rogándole por más, necesita mucho más.
—Vamos, mi rey, anúdame — le pide.
—Te has vuelto un descarado con el tiempo. ¿Dónde está mi omega que se avergonzaba de estar desnudo frente a su alfa?
—No lo sé, pero no volverá, así que supéralo y dame lo que te he pedido, alfa — le exige poniéndose de rodillas y levantando el trasero en ofrecimiento a su esposo.
El alfa no se hace esperar, agarra las caderas suaves de su omega y empuja su polla todo el camino hasta el fondo. Un suspiro de satisfacción deja a Gulf y Mew le da sin reparos lo que ha pedido. Un brazo alrededor de su pecho y la otra mano agarrada fuertemente a la cadera de Gulf, lo estabiliza para tomarlo con todo lo que tiene.
—Mi rey, quiero... la marca— le suplica.
—Siempre mi omega, lo que desees lo tendrás.
Dos movimientos certeros después Gulf alcanza su orgasmo y los colmillos del alfa se entierran en la marca de su cuello, reabriendo la herida que en su día los unió. La sangre del omega baña la lengua de Mew y su sabor lo lleva hasta el borde de su liberación. El nudo se forma y chorros de cremoso semen se derraman dentro de Gulf.
—¡Ah! Mew, es mucho.
—Lo sé, es el celo. Aguanta mi amor, un poco más. ¡Dioses, es tan bueno! Omega, mío, mío— balbucea Mew mientras lame la herida para que deje de sangrar.
—Mew, mi amor, mi rey, te amo.
—Quiero otro.
—¿Otro?
—Otro cachorro, quiero ver crecer tu vientre, que des a luz y que lo crieemos juntos.
—Es pronto aún, Adrian...
—Adrian va a cumplir dos años, ya puede ser un hermano mayor.
—Está bien, entonces deberíamos aprovechar este celo para ponernos a ello. No me tomaré las hierbas de Sahara después y esperemos que mi alfa sea tan certero como la primera vez — le dice besando la comisura de sus labios.
Una vez el nudo ha bajado, Mew se recuesta con Gulf sobre su pecho, sintiéndose completo otra vez, por fin en mucho tiempo está en sincronía con su omega y a partir de hoy empezarán una vida llena de amor y cachorros revoltosos.
FIN
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