El omega del reino
Gulf pasea por los jardines de palacio después de su última audición del día. Ha sido una semana agotadora, pero realmente gratificante. Mew ha querido que su omega conozca su pueblo, a su gente y sus costumbres. En esa primera noche que pasaron juntos, el rey le explicó la función que tiene el omega del reino. Los súbditos le pedirán consejo, aliviarán sus penas en él y resolverá sus problemas. Para ello Gulf tendrá que ganarse la confianza de su pueblo, y para que eso sea posible debe conocerlo a fondo, saber de sus miedos y fortalezas. Marsaly le ha regalado a Gulf, miles de libros de cuentos, leyendas e historia de Tarsos y él los devora con ansia.
Ha pasado un mes desde del día de su boda y Mew no ha vuelto a llamarlo a su cama. El omega se pregunta si hizo algo mal, quizá se precipitó al decirle que ansiaba el amor del rey o quizá no le gustara su encuentro. Miles de pensamientos se agolpan en su mente, y los sueños lo buscan en las noches. Sigue viendo la inevitable guerra que sucederá en estas tierras, no sabe cuándo, no sabe cómo, lo único que sabe es que sucederá.
Sus pasos lo llevan hasta la fuente del fondo del jardín, desde allí puede ver el patio de armas, donde los hombres ejercitan el arte de las espadas. Earth no ha querido marcharse a casa después de la boda y ahora es parte de la guardia real. Mew lo nombró hace pocos días y Gulf agradece tener un trozo de su antiguo hogar aquí. Respira el aire fresco de la tarde e intenta relajar sus pensamientos pesimistas, cuando Marsaly lo encuentra.
—Su majestad, hace frío para que esté aquí fuera— se preocupa por su rey consorte.
—Estoy bien Marsaly, no quiero encerrarme en mi cuarto todavía, es deprimente. El rey no... — empieza a quejarse, pero se corta a medio camino.
—El rey no ha vuelto a llamarlo a su lecho, ¿es eso verdad? — le pregunta la sirviente en voz baja.
—¿Cómo sabes que...?
—Limpio el dormitorio del rey y el suyo, puedo notar esas cosas, además no tiene la marca... perdone alteza no quería ser entrometida, pero todo el reino habla de eso — le explica ella.
—¿De verdad? Es culpa mía, quería esperar a que el rey me conociera mejor, que pudiese ver en mí, algo más que un compromiso matrimonial, pero no sé si soy ingenuo o si ha sido un error negarme a la marca.
—Es el omega quién decide cuando tener la marca, eso es algo privado, pero vos sois el rey y la gente empieza a pensar que no quiere estar aquí, que cuando se aburra volverá a Paradis, a un sitio cálido y fértil, mucho mejor que Tarsos — le explica Marsaly cogiendo las manos de Gulf entre las suyas.
—Entiendo, debo olvidarme de mis propios miedos y hacer esto por mi pueblo. Quiero que confíen en mí, ellos son mi prioridad — Reflexiona Gulf en voz alta.
—Desde que lo vi la primera vez lo supe y el rey también lo vio.
—¿El qué?
—Que usted será el omega de estas tierras, que es fuerte y decidido, especial en todos los sentidos. Es usted hijo directo de la diosa Luna, puedo verlo en sus ojos — le confiesa y Gulf se tensa de pies a cabeza.
—Yo no... no sé de qué hablas Marsaly.
—Sé que quedan pocos de su linaje, que son muy valiosos y que tenemos suerte de tenerlo entre nosotros. También sé que es imperativo que nadie sepa de su condición. Yo soy su humilde servidora, mi rey, mi lealtad y amor están con vos — le explica ella en voz baja.
Gulf sopesa a Marsaly, ¿puede confiar en ella? Los padres de Earth murieron por confiar su secreto a alguien fuera de la familia. Pero el omega se siente tan solo, tan lejos de todo lo que le es familiar, necesita ese apoyo y si no puede ser sincero seguirá estándolo.
—Marsaly, yo... —empieza a explicarse.
—No tiene que darme explicaciones, yo lo cuidaré y vigilaré por su bienestar. Siga haciéndolo todo como hasta ahora, la gente empezará a verlo como el fantástico rey que es y todo saldrá bien. Pero tiene que dejar que lo marque, eso tranquilizará muchas malas lenguas — le dice mirándolo con cariño.
—Cuando iba a marcarme me dijo que debía hacerlo, no que quisiera y eso me aterró. Quizá sea algo infantil, pero desearía que fuese por amor, soy tan idiota — se lamenta Gulf.
—No es idiota, vos lo amáis y es normal querer ese amor de vuelta. Pero créame cuando le digo que jamás he visto al rey preocuparse por alguien de la manera en que se preocupa por vos. Instiga a los cocineros para que preparen comida reconfortante e incluso ha pedido que aprendan algunos platos típicos de Paradis — le cuenta con una sonrisa cómplice en los labios.
—¿De verdad? Pensé que era cosa de Earth, siempre anda quejándose de la comida de Tarsos, pero a mí me encanta — le dice el omega permitiéndose tener algo de esperanza en su corazón.
****
El salón del trono está lleno de personas esperando la audiencia con el omega del reino. Por la mañana Mew ha atendido los asuntos de estado con sus generales y ahora es el turno para que su omega atienda las necesidades de su pueblo. No se ha sentido bien en todo el día, pero no quiere dejar solo a Gulf en su cometido, aún es pronto para que pueda manejar sus asuntos por sí mismo. Eso es lo que se dice él, pero es a su majestad al que le cuesta mantenerse alejado de su precioso esposo. Siempre sonriente, siempre dulce y comprensivo con todos, tan adorable que le cuesta un mundo no pedirle una noche a solas. Pero hay algo que frena sus deseos y eso es, la petición sincera de su omega de conquistar su amor. El rey no sabe con seguridad si podrá refrenarse y no clavar sus colmillos en el suave cuello de su omega y marcarlo como suyo, para siempre.
Ahora está sentado junto a Gulf y solo puede sentir su olor particular, a cielo, a agua de azahar, a noche de verano. Mew siente su cuerpo extrañamente caliente, y sensible. Ni siquiera está cerca su celo, pero siente sus terminaciones nerviosas tensas y alerta como en ese período. Gulf parece ajeno a todo el barullo que reina en la sala, con sus pensamientos concentrados en hacer bien su trabajo.
Una mujer menuda se acerca a los monarcas con un crío en brazos. Parece cansada, incluso enferma. Se arrodilla delante de Gulf con mucha dificultad, y él se levanta de su asiento y la ayuda a ponerse de pie. Le pide una silla a Kao, que en ese momento está a su lado y deja que la mujer tome asiento. Después se arrodilla a su lado y le pregunta por su problema.
—Majestad, yo estoy enferma, no me queda mucho y mi marido murió el año pasado. Mi hijo se quedará solo cuando yo me vaya, necesito que alguien se encargue de él, pero no tengo a nadie. Por favor, ayúdeme.
Gulf asiente, y se levanta mientras recorre con su mirada el salón. De repente todos los ojos se posan en el omega, esperando la respuesta que tiene que dar.
—Kao, por favor ve a buscar a Fergus Parrish y a su mujer, deben estar en la panadería — le pide el omega.
—Por supuesto, majestad — le dice el capitán e inmediatamente se dirige a hacer lo que le han pedido.
Mew sigue todo el proceso sin intervenir, pero la sala se llena de murmullos cuando Gulf abraza el niño entre sus brazos con una sonrisa preciosa en los labios. Nadie espera que el omega sea tan amable o cercano con los habitantes humildes del pueblo, es algo raro que no saben cómo interpretar. Pero no así Mew, él conoce el fondo del alma de su omega, es justo y sincero en sus actos y eso lo hace perfecto a sus ojos.
Las conversaciones vuelan por la sala, Lhong hace un comentario jocoso sobre como existe un protocolo, que el omega del reino no debería permanecer de pie cuando un súbdito está sentado. Muchos en la sala se ríen, otros simplemente niegan con la cabeza ante la situación, pero el rey sigue sin pronunciar palabra. Gulf pretende que no escucha lo que Lhong dice, desde que llegó, el consejero de su marido no ha hecho más que subestimarlo. Marsaly le contó que había sido uno de los omegas que sirvió al rey en su lecho antes de su llegada, y entonces se hicieron claras las intenciones y comentarios del consejero.
Sin embargo, no llegan a comentar nada más porque Kao llega con la pareja que el omega ha mandado llamar.
—Fergus, Marina, por favor adelántense — les pide Gulf con amabilidad.
—Majestad — Los dos se inclinan ante el omega.
—El otro día me llegó la noticia de que Marina había perdido al bebé que estaba esperando y que los médicos le dijeron que no podría tener más hijos— les resume.
—Gracias por la carta de pésame y por el sabroso guiso que nos envió, su majestad, es mucho más de lo que merecemos — le contesta Fergus.
—Es lo menos que podemos hacer, tanto el rey como yo, les damos el pésame. Por otro lado, les he hecho llamar por otra cuestión. Supongo que conocerán a su vecina Florence, ella tiene un bebé pequeño y pronto no podrá cuidar de él. He pensado que quizá puedan ayudarla con ese problema — les pide.
—¿Majestad?
—Les pido que tengan piedad por este bebé que se quedará sin familia y lo acojan en su casa, donde hay mucho amor y ningún cachorro que pueda disfrutar de ella — les aclara.
Las dos mujeres se miran con asombro, pero Florence se levanta y le tiende el bebé a su vecina.
—Es muy bueno, casi no llora y sonríe todo el tiempo — le explica.
—Es muy guapo, ¿verdad Fergus? — le pregunta Marina a su marido que mira embelesado al cachorro.
—Sí, lo es — le responde.
La sala está, de repente, muy silenciosa. Todos miran la pareja de panaderos que llegaron con los ojos rojos de llorar y se van con una sonrisa en el rostro y un bebé en los brazos. También ven el alivio, y la gratitud de la madre que esta mañana estaba desesperada y ahora puede respirar con normalidad.
Gulf se vuelve hacia su marido y él le devuelve una mirada que no entiende. Lhong sigue tratándolo con una especie de condescendencia estúpida y a el omega le hierve la sangre por primera vez.
—Hoy no atenderé más peticiones, por favor vuelvan mañana— les anuncia Gulf. —¿Majestad, sería tan amable de hablar conmigo a solas? — le pide a su esposo con la voz tensa.
—Por supuesto— le responde. —Kao, despeja la sala, por favor— solicita el rey.
—Hablemos en mi dormitorio — le exige el omega al rey y acto seguido sale rápidamente por el pasillo hasta sus aposentos.
Los pasos del rey resuenan en el suelo de madera pulida. Gulf siente el olor fuerte de su alfa, y su respiración agitada, pero no se acobarda. Abre la puerta y deja que el rey entre antes de cerrarla.
—¿Quién soy yo en este reino? — le pregunta el omega sin apartar su mirada del rey.
—No entiendo. Eres el omega del reino, mi omega — le responde intentando calmar su rabia.
—¿Y por qué dejas que tu consejero me ridiculice delante de nuestro pueblo?
—Yo no he...
—Te sientas en el trono y dejas que ese omega ponga en tela de juicio mis decisiones ¿y pretendes que la gente de Tarsos me respete? ¿Cómo van a respetarme si mi propio marido no lo hace?
—¡Yo siempre he respetado tus decisiones!
—¡No me importa que Lhong te aconseje, no me importa que esté siempre buscando la excusa para estar cerca de vos, que incluso caliente tu cama, pero no voy a tolerar que se meta en mis decisiones o que las cuestione delante de mi pueblo! — le grita al rey sin proponérselo. Siente en su cuerpo la rabia y el dolor que jamás pensó que sentiría cerca de su alfa.
—¡Lhong no calienta mi cama! ¿Cómo te atreves? — le grita de vuelta Mew.
—Yo... — balbucea Gulf, de repente el miedo hace acto de presencia. No sabe cómo ha podido dejar que sus celos estúpidos hablen por él.
—¡He tratado de mantener las distancias por tu petición! ¡La gente murmura porque mi omega no quiere la marca! ¡He aguantado todo eso por ti! — ruge el rey asustando a su omega que se encoge de miedo.
De repente el dormitorio se hace demasiado pequeño. Las feromonas del alfa lo llenan todo, los espesos olores del celo atontan a el omega y la rabia del alfa no ayuda a apaciguar su calor.
—Majestad... Mew... estás en rut — le susurra Gulf con la garganta cerrada a causa del miedo.
—Déjame solo, vete... no puedo... — el rey gruñe sin control.
Gulf se atreve a mirar a su marido, sus ojos son rojos, su cuerpo está tenso y su olor es denso y le llena los pulmones con cada respiración. ¿Vas a dejar a tu alfa solo en su celo? Se pregunta el omega, que empieza a sudar y a notar que el lubricante natural de su cuerpo empapa su ropa interior. El celo de su marido ha desatado el suyo propio, por eso, antes de perder el control, se acerca a la puerta y cierra con llave. No quiere interrupciones, es hora de poner las cosas en su sitio. La diosa Luna los unió, por lo tanto, Gulf cerrará ese trato con una marca en su cuello, con amor o sin él.
****
La rabia que siente en su pecho coge desprevenido al rey. El simple pensamiento de que su omega pueda desconfiar de su fidelidad le encoge el corazón. ¿Cómo ha llegado a pensar una cosa así? Desde que llegó solo ha sido sincero, no ha dejado de preocuparse por él y ha tratado de contener las ganas de poseerlo cada día. Él es el rey, no pide permiso para poseer lo que le pertenece por derecho, nunca ha tenido esa necesidad, pero con Gulf es todo tan diferente. No quiere que el omega le tema, quiere que lo respete, que lo adore, quiere que lo ame solo a él. Y esa revelación, tan escondida en el fondo de su alma, lo deja sin respiración. Mew no aparta la vista de Gulf, está en celo y sabe lo salvaje que es en ese tiempo, teme hacerle daño, pero a la vez cree que morirá si su omega lo deja solo en este momento. Observa, con su respiración entrecortada, como Gulf se aproxima a la puerta, por un instante cree que huirá. No puede culparlo, tiene miedo y Mew lo sabe, puede olerlo, sentirlo. Pero nada de eso pasa, su esposo cierra con llave y lo mira a los ojos con seriedad.
Entonces pasa algo que ni siquiera el rey esperaba. Gulf se desnuda, quitándose cada prenda lentamente. Va dejando a la vista su piel dorada y suave, hasta que nada queda sobre él. El rey huele la excitación de su omega, siente el calor emanar de su cuerpo, aunque esté a casi un metro de distancia. Gulf ha entrado en celo y su alfa gruñe en consecuencia. El lubricante natural de su omega gotea por sus piernas y llena el aire de su olor particular, a naranja y miel.
—Alfa... tómame, márcame, hazme tuyo y deja claro que yo soy el omega de este reino, el que irá de vuestra mano por toda la eternidad.
—Omega... todavía puedo parar, pero si seguimos, yo no sé... — le responde el rey.
—No quiero parar, eres mi alfa y mi rey, te debo lealtad y respeto. Lo siento tanto, por favor perdonadme — le pide bajando los ojos a sus pies desnudos.
—Gulf... — susurra el alfa mientras traga la saliva que se le acumula en la boca. El olor de su omega está enloqueciéndolo. Sus encías pican, sus manos sudan y su erección duele en sus pantalones.
—Dejadme complaceros, quiero ser el único que resida en vuestros pensamientos, perdonadme por ser tan egoísta y mezquino — le dice el omega mientras retira la camisa y pantalones que cubren al rey.
Mew se queda quieto, no se fía de sí mismo, si hace algún movimiento tirará a Gulf sobre la cama y lo hará suyo. Lo anudará una y otra vez hasta que su cuerpo se derrumbe de cansancio. Pero, a pesar de que el rey quiere mantener su compostura, su omega tiene otros planes, unos que lleva tiempo perfeccionando con ayuda de Marsaly. Una vez que el alfa está desnudo, su esposo se arrodilla a sus pies y lame la virilidad de su rey como si fuese un regalo de los dioses. Las piernas de Mew amenazan con dejarlo caer y tiene que apoyar la espalda en la puerta para evitarlo. Ni un millón de años hubiese esperado este escenario, Gulf, su omega, lindo y tan inocente, arrodillado usando su boca para darle un placer infinito. Se atraganta, pero no ceja en su empeño. También usa sus delicados dedos para acariciarlo de arriba abajo, es una tortura celestial.
—¡Omega! ¡Ah! — gruñe de placer el rey.
Cuando el alfa cree que no puede aguantar más sin perderse por completo, levanta a su precioso esposo y lo lleva a la cama. Después se cierne sobre él y lo besa con pasión. Los brazos delgados de su esposo lo rodean como si de alguna forma temiese que lo dejara. Y el rey sabe que no hay fuerza en este mundo que haga que salga de esta habitación en un largo tiempo.
—¡Eres el omega más hermoso y eres todo mío! Voy a devorarte Gulf, te anudaré y después llevarás mi marca, seremos uno hasta el fin de nuestros días, ¿estás listo omega? — le logra preguntar entre la neblina de su placer.
—Sí, majestad... yo... ¡Ah! — balbucea Gulf, porque la boca de su alfa no deja de lamer su cuerpo sin pudor.
—Hoy no quiero ser tu rey, no quiero ser tu obligación. Solo somos un alfa y un omega que desean estar juntos siempre. Dime Gulf, ¿es eso lo que quieres?
—Con todas las fibras de mi ser, alfa — le contesta y ahí termina toda conversación.
El rey se sumerge en su omega. La lengua suave y caliente del alfa se enreda en los muslos suaves y turgentes de Gulf. Huele tan bien que a veces cree que perderá la cordura. Todo su cuerpo duele, está tenso y en guardia, reclamando que tome lo que es suyo, lo que la diosa Luna hizo posible desde el principio de los tiempos. Y así entre gemidos entrecortados se entierra en la cálida humedad de la entrada de su omega.
Un grito ahogado sale apenas de los labios que ha empezado a amar sobre todas las cosas, de esa boca deliciosa que su esposo posee. Gulf se aferra a sus brazos para mantenerse en este mundo, deja que la fuerza arrolladora de su alfa lo lleve hasta el cielo. Todo es sensual y delicado a la vez, también salvaje y ardiente. Casi no pueden respirar, y Gulf deja escapar una lágrima de satisfacción que su alfa bebe con fruición. Sus cuerpos resbalan juntos a un ritmo brutal, están tan hechos uno para el otro que es difícil distinguir que parte pertenece a quién. Las piernas del omega se enredan en las caderas del alfa para acercarlo un poco más, todo es tan intenso y en cambio, tan frustrante no poder estar lo suficientemente cerca ni profundo, que es donde Gulf quiere residir, en el centro mismo del alma de su esposo.
—¡Alfa! —grita sin control el omega.
Y entonces pasa, el orgasmo lo atraviesa, dejándolo sin aire con el que respirar. El tiempo de pronto parece ralentizarse. Gulf puede ver con claridad, el momento en el que su alfa saca sus colmillos y los hunde en su cuello con fiereza. Piel y músculo son atravesados y la sangre brota hasta la lengua del alfa que saborea el momento, mientras su orgasmo lo arrasa como un ciclón. Después el nudo se forma, dejando sin aliento al rey. Despega su boca del cuello de Gulf y lame la herida hasta que deja de sangrar. El vínculo se está creando, puede sentir el loco bombeo del corazón de su omega dentro de su propio pecho.
—Gulf, omega, mío, mío — le susurra al oído.
El instinto natural de protección y posesión lo está matando. Destrozará a cualquiera que intente separarlo de su otra mitad, su precioso esposo, su destino.
—Alfa... mío, siempre — le responde Gulf antes de desmayarse por completo sobre el lecho de su cuarto.
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