TRUCO ARGENTINO
Desafío: #1 (basado en canciones)
Puesto: #1
Tema elegido: ¡Hola, Susana!
Título del cuento: Truco argentino
Autor: sebymelano44
Era domingo al mediodía y cuatro amigos lujanenses estaban reunidos en una casa para disfrutar de dos clásicos Argentinos: El clásico partido Boca-River y el clásico asadito. Porque si algo tenemos los argentos es que, aunque sea tercer domingo de mes y ya andemos cortos de guita, para el asado siempre hay plata, aunque se tenga que hacer una vaquita y se coman chori o falda parrillera.
—Che Luis, bajale a la radio que ya va a empezar el súperclásico —dijo Miguel, que estaba terminando de preparar una picadita con mortadela y queso.
—Sí, loco, ya me tenés los huevos al plato con Gardel —señaló Carlos, el dueño de casa, que intentaba acomodar la antena de la tele, la cual había fabricado con una percha y una papa, que había colocado sobre el aparato, para darle mayor definición a la imagen.
—Pasa que se quiere hacer el nuevo "Zorzal Criollo" —añadió Miguel, sonriendo. Ya había terminado la picada y la estaba llevando a la mesa ratona, para después tomar asiento en el sillón.
—Para Gardel le falta labia —comentó Carlos.
—¿Ah, están chistosos? —dijo Luis, apagando la radio, algo serio, mas no enojado, porque a esas alturas ya estaba acostumbrado a las gastadas que le hacían los otros dos y porque además sabía bien cómo responderles—. Mejor no me hagan hablar, que ustedes son peores —señaló a Miguel con un gesto—. Vos caminas con los codos. ¡Mirá el vino que trajiste! —Agarró la caja de Termidor que estaba sobre la mesa.
—Sí, pero bien que con soda lo pasás cuando no hay otra cosa —rebatió Miguel.
—Más vale —corrobó Luis y apretó el sifón, echándole soda al vino que ya se había servido.
—¿Y de mí qué tenés qué decir? —preguntó Carlos, envalentonado, porque ya había conseguido quitarle la mayoría de las rayas a la imagen.
—De vos mejor no digo nada. A ver si todavía te calentás y no me dejás ver el partido. —Luis se sentó junto a los otros dos en el sillón—. Además, ¿qué puedo decir de un hijo nuestro? —presumió, con orgullo, su flamante camiseta de Boca.
—¡Qué tienen el pecho frío! —aportó Miguel, con malicia, pues aunque Luis no era su amigo favorito, también era hincha del mismo equipo.
Carlos los miró con cara de culo a los dos, pero decidió ignorarlos. Era muy temprano para empezar a discutir. Ni siquiera había empezado el partido, y además él tenía toda la fe puesta en "Los Millonarios", pero, por las dudas, se persignó y empezó a rezarle a la virgen de Luján, para atraer buena racha.
—Virgencita te juro que si ayudás a los Millo en esta, me voy caminando a la basílica —dijo.
—¡Hasta para rezar dan pena ustedes! —siguió Miguel— ¡Prometé algo mejor, atorrante! Vivís a cuatro cuadras de la basílica.
—¡Lo hago de rodillas si querés! —rectificó Carlos, pero no podría afirmar si se lo decía a la Virgen o a Miguel.
—Che, salames, ¿no tendríamos que esperarlo a Raulito para empezar la picada? —preguntó Luis.
—Pero está haciendo el asado. ¡Va a tardar un montón! Además, digo yo, ¡tanto lío para prender el fuego! —protestó Carlos.
—¿Querés hacer la falda vos? —preguntó, Miguel.
—¡Encima falda! —soltó Luis.
—¡¿Y loco, qué carajo querés?! Estamos a fin de mes. Si tenés unos mangos guardados, pelalos de una vez y comprá algo mejor, antes de quejarte tanto —soltó Miguel, harto.
—Guita no tengo, pero sé dónde podemos conseguirla. —Ante esa revelación, los otros dos amigos miraron a Luis con interés.
—Dale boludo, largalo de una vez —apremió Carlos, ante el silencio de Luis.
—En un campeonato de truco. Lo organiza la amiga de mi hermana.
—¿"La rubia"? —preguntó Miguel, interesado.
—Sí, esa. Es media lela, pero hace los mejores campeonatos de la zona.
—¿Media lela? ¿Vos le viste las gomas? —preguntó Miguel.
—¡Qué se las va a ver, si es un bostero amargo! Todavía no sé cómo vos te diste cuenta —exclamó Carlos, que había encontrado su oportunidad para vengarse.
—Ustedes porque solo se fijan en eso. Yo también veo el intelecto de la mina. Y una vez estaba en casa y para buscarle charla, le pregunté si había visto la noticia esa, la de la nueva especie de dinosaurio que los arqueólogos habían encontrado en la Patagonia y me preguntó si estaba vivo, ¡mirá si va a estar vivo un dinosaurio! —dijo Luis, girando sus ojos—. Pero bueno, volviendo al asunto. Si se prenden, vamos a tener que conseguir uno más. Las partidas son de cuatro. Jugaríamos dos en una mesa, dos en otra.
—Está Raulito —indicó Carlos.
—No sé, loco. Al Raul no le veo pasta —dudó Miguel.
—Es medio pelotudo para el asado, pero para el truco anda joya —insistió Carlos—. Si no me creen, armamos una partida entre nosotros y lo prueban. Total, falta como media hora pa' el "fulbol".
Era cierto, aunque las previas también se viven en argentina como si fueran parte del partido, por eso ya estaban todos reunidos, a la espera.
Dicho aquello, los amigos decidieron saltearse la previa, llamar a Raulito, que ya había logrado prender el fuego —el secreto era ponerle más carbón— y organizar una partida corriente.
Tiempo después, estaban jugando la revancha y un Raulito ensanchado como la 9 de Julio, dijo:
—¡Truco!
—¡Quiero retruco!
—¡Quiero vale cuatro! —y los cagó de nuevo.
—Me convenciste che— comentó Miguel a Carlos cuando terminaron—. ¿Luis, la llamás vos?
Él asintió y marcó el número de la rubia, que ya se sabía de memoria (02323 aa—ee—ii—oo—uu)
—¡Hola Susana!
—¡¿Hola Luisito, sos vos corazón?!
—Sí Susana, te llamaba para decirte que, si todavía hay lugar para el campeonato, nos anotes. Los chicos y yo queremos jugar.
FIN
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