El rincón de la bruja perdida
Anotaciones de Diana Martínez, septiembre de 1987
Hoy le tocó el turno a las runas nórdicas. Creo ser la primera de la familia que consiguió tenerlas entre su arsenal, y es completamente comprensible teniendo en cuenta que tuve que rebuscar por todas partes para conseguirlas. Y no estoy muy segura de por qué puse tanto esfuerzo y empeño para ello, porque es probable que no cumplan al cien por ciento con la función para las que las compré. Lo bueno es que, en mis aventuras para encontrarlas, me crucé con un sucucho interesantísimo que está lleno de chucherías relacionadas con la brujería y el ocultismo... O lo que algunos consideran como tal. Así que, además de haber conseguido las runas, me traje algunos tomos que jamás había visto en mi vida y que seguramente no me los vuelva a cruzar en ninguna librería.
El grimorio escondido es un localcito encastrado entre dos edificios antiguos en el barrio de San Telmo. Desde afuera se ve como una de esos locales de libros usados que acumulan ejemplares de los sesenta y setenta, polvorientos, y de temáticas que ni a su propio autor debía interesarle ya. A falta de algo más que hacer mientras esperaba a que llegara mi amiga, entré a curiosear por sus anaqueles y fue tremenda la sorpresa que me llevé.
Tenían un montón de hierbas y flores secas a la venta (sigo prefiriendo cosechar de nuestro jardín y controlar yo misma el proceso de secado, y creo que esa es una tradición que debería mantenerse más allá de todo uso mágico), cristales y otras piedras, amuletos de todo tipo, cartas del tarot en unas cuantas variedades y con diseños que no pensé que podría hallar en este país, velas de cada color imaginable, diarios de tapas de cueroy hojas delicadas... Había un montón de productos apiñados en cada estantería, desde la entrada hasta el fondo del comercio. Por las dudas, me anoté en mi agenda telefónica su número y lo voy a tener como local de referencia. Quien lo atiende es la dueña y, aunque no tiene ni un gramo de magia corriendo por sus venas, no es la típica estafadora que se inventa una película completa sobre lo que hace y vende.
Al punto: las runas. Unas rocas muy simpáticas, talladas con poca delicadeza. Vinieron en una bolsa bordó imitación terciopelo de la que no voy a quejarme porque, a pesar de que es un tanto kitsch, me va a servir para no perder ninguna y mantenerlas alejadas del polvo. Tengo también una guía acompañante (no dejo de preguntarme de dónde sacó todo esto esa mujer... ¿Viajes? ¿Herencias? En Casa Tía esto no lo venden) para ayudarme con la interpretación. Estuve leyendo un poco y... Bueno, necesito que alguien me explique por qué la mayor parte del trabajo de una bruja es dejarse llevar por la intuición y no tener certezas. Es como si obligatoriamente una tuviera que echarse a las garras de la suerte.
En fin. Me queda anotar algunos consejos y ya veremos cómo resulta este sistema con algo de práctica:
1. Dejarse guiar por la intuición.
2. Si no se tiene experiencia previa, empezar eligiendo una sola runa y analizando su significado.
3. Como con las tiradas del tarot, hay diferentes tipos de tirada de runas. Pueden elegirse tres aleatoriamente, sacadas desde su bolsa, en donde se representan el paneo general con la primera, el desafío por venir con la segunda y el curso de acción con la tercera. Hay también tiradas de cinco y nueve runas, pero se leen en extremo complicadas para una principiante.
Dagaz fue la que saqué, la runa de la paz en tiemposde guerra, de la prosperidad. Los tiempos turbulentos ya tocaron a estaspuertas... Me estaría faltando la parte de la paz.
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