Prólogo.
Shiori caminaba por su nueva escuela superior, y notaba como su cuerpo temblaba de emoción.
Aquella chica de largo cabello negro y ojos celestes, no podía parar de imaginar mil historias que podría contar a sus nietos que ocurrirían en estos años en la escuela superior. Así era ella. Tenía un pequeño cuerpo envolviendo un alma enorme. Un alma incapaz de contenerse. Un alma extraña y complicada, también.
Tal vez era por esa energía interna que solía captar la atención de la gente de una forma distinta.
A penas llevaba un mes allí, pero su cuerpo parecía seguir tan exaltado como el primer día. Podría asegurar que llevaba años con la sensación de que estaba esperando algo, aunque no sabía el qué. Por alguna razón siempre pensó que ese algo se encontraría en la preparatoria.
Caminando por el largo pasillo, sonriendo y jugando con las mangas de su jersey escolar, evadiendo cualquier realidad fuera de su cabeza, chocó contra alguien. Cayendo de culo al suelo.
Gruñó por lo bajo y levantó la vista.
Un chico bajito, aunque seguramente más alto que ella, estaba en frente, extendiendo su mano para ayudarle a levantarse.
Ella tenía su ceño fruncido, y estaba dispuesta a quejarse, pero la energía que aquel chico desprendía la tranquilizó.
Agarró su mano. Era cálida.
—Gracias Senpai.—Dijo Shiori de forma firme, y sonriendo al fin. El chico formó una O con la boca, y sus ojos brillaron, parecía entusiasmado con algo.
—Dilo otra vez.—La voz grave de él le sorprendió.—¡Por favor!—El chico soltó su mano, para poner las suyas en alto, con un breve salto. Desde luego, si, estaba entusiasmado.
—No.—La voz de la chica de ojos celestes no fue cortante ni borde, pero si contundente.
Observó como aquel muchacho baja los brazos con lentitud y la observaba. Ella hizo lo mismo.
Tenía los ojos castaños, al igual que el pelo aunque este era de unos tonos más oscuros, extenuado un mechón rubio justo en el centro de la frente. Su pelo estaba hacia arriba, lo que le hacía ganar centímetros. Sin embargo, su complexión era muy atlética, incluso con la ropa escolar se podía observar aquello.
—¿Porqué eres así?—Dijo el castaño haciendo un puchero.
Shiori rio.
—No me gusta hacer las cosas cuando me las mandan.—Su voz era serena diciendo aquello, y lo acompañó junto a una sonrisa mientras ladeaba su cabeza. Su largo pelo negro se movió con este movimiento, y su olor se esparció. Olía a melocotón.
Él abrió los ojos. Era una chica realmente bonita. Su cara era alegre y pálida, aunque sobre su nariz decoraban unas pecas y un leve sonrojo natural. Sus mofletes eran respingones. Su pelo era largo y negro y parecía sedoso, se movía con mucha naturalidad junto al cuerpo de la pequeña chica. Algunos mechones caían sobre su cara, pero no parecían molestarle. Fijo su mirada en los piercings de las orejas que Shiroi llevaba. Parecía adorable y rebelde al mismo tiempo. Miró sus ojos: eran azules, pero lo que le sorprendió fue ver aquella mirada tan excitada, como cuando sabes que tu madre hará tu comida favorita y estás deseando llegar a casa. Parecía que sus ojos echaban chispas.
Entonces Nishinoya cayó en la cuenta: hacía rato que la escaneaba, y ambos estaban allí en silencio, en medio del pasillo de la preparatoria, la situación era extraña, aunque no se respiraba tensión ni incomodidad.
En cuanto viera a Tanaka comentaría con el la existencia de la chica azabache.
—Soy Nishinoya Yuu.—Dijo poniéndose firme y haciendo una reverencia educada.
Ella volvió a sonreír.
—Yo soy Sato Shiori.—Se inclinó también.—Es hora de irme.—Dijo comenzando a caminar. Dejando a Nishinoya a sus espaldas. Él no se movió.—Espero verte otro rato, Sen-pai.—Esta última palabra la pronunció con cada sílaba muy marcada. Giró su cabeza, encontrado al chico mirándole, y le saco la lengua antes de seguir caminando.
Nishinoya se quedó allí unos instantes, antes de salir corriendo y gritando hacia su clase. Si seguía así, le volverían a expulsar.
¡Hola chicas! Me apetecía muchísimo empezar una nueva novela, así que espero que os guste. 🖤
Espero vuestros comentarios.
En multimedia: Shiori.
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