Capitulo XXI

Tuvieron que pasar la noche en el distrito central, para horror de Caesar, porque era demasiado grande para cruzar antes de que oscureciera, así que buscaron una posada en la zona suroeste y salieron a pasear alrededor.
–¿Y cómo se supone que vamos a capturar al cambiaformas? –preguntaba Caesar, caminando con los brazos cruzados tras la cabeza y mirando la pagoda a lo lejos, confiando en que Hemdu y Chelsea no lo dejaran chocar contra algo. Grave error–. Porque ya sabes, pueden cambiar de forma en un santiamén las veces que les de la gana, y que yo sea consciente, no hay una manera oficial de sabe-
Topó de frente con un poste, haciendo resonar la campana de viento que colgaba de la linterna de papel en la punta.
Hemdu se rió en voz baja, escondiendo el rostro en el pelaje de Lucy, ganándose un maullido confundido mientras Chelsea reía a todo pulmón, asustando a unos pocos pájaros posados en los edificios cercanos. Toda una dama.
–Ja, ja –gruñó Caesar, contando en su mente para no golpear a su mejor amiga–. ¿Podemos volver a lo importante?
–Seguro –dio un par de risitas más y respiró profundo para calmarse–. La verdad tampoco sé que hacer todavía…
–Maravilloso –chasqueó la lengua.
–…pero algo se nos ocurrirá. Podemos intentar hacerle un poco de daño, no mucho, solo un sobresalto.
–Explícate –se cruzó de brazos y se apoyó en el poste, ahora buscando con la mirada a su otro compañero, solo para encontrar que se había sentado en el borde del camino y acariciaba a un nekomata errante.
–¿Recuerdas como aquel tanuki camuflado volvió a su forma normal cuando tropezó y se golpeó? –continuó la bruja.
–¿Y eso cuándo pasó?
Chelsea suspiró con frustración y agarró a Lucy en busca de paciencia, quien se dejó abrazar sin mucha queja.
–El punto es, que si se hace daño a lo mejor se transforma, tal vez no a su forma original, pero sí a una que le de mayor defensa.
–¿Los cambiaformas tienen forma original? –cuestionó Hemdu desde el suelo, despidiéndose del yokai felino y buscando con la mirada a su propio gato.
–No tengo ni la más remota idea, pero sabremos lo que es solo con cambiar repentinamente a otro ser.
–Muy bien todo, pero ¿cómo le haremos daño sin saber a quién apuntar? –Caesar no creía que fuera una buena idea atacar a todo el que se le cruce desde que pisen el siguiente distrito.
–Podemos poner una trampa en un camino que todos frecuenten, o sea obligatorio para llegar a algún lado importante –aportó el asesino en un golpe de inspiración.
–Muy bien, ¿y la trampa? –continuó el mercenario.
–Topacio –Chelsea dijo la palabra con orgullo, saboreándola, sonriendo como el leviatán que tropieza con un barco, y Caesar se quejó.
–Tampoco podemos electrocutar a todo el mundo.
–Shhh. El topacio es una piedra eléctrica –le explicó a Hemdu–. Puedo lanzar pequeños rayos o generar una descarga a alguien que entre en contacto conmigo de alguna forma, por ejemplo, que toquemos el mismo objeto con una mano y sea un conductor eléctrico. Es electricidad mágica, pero sigue teniendo que responder a algunas leyes físicas.
–Tengo un alambre especial que uso para trampas –rebuscó en su bolsa y sacó un carrete del fino metal, casi invisible visto de refilón, mostrándoselo a Chelsea y Caesar que se acercaron para examinarlo–. Lo podemos atar por ejemplo al pomo de una puerta común, y nos escondemos contigo sosteniendo el otro extremo, lista para enviar una descarga si alguien lo toca.
Chelsea asintió con la cabeza contenta con el plan, y levantó a Lucy hasta que estuviera a la altura de su rostro.
–Vamos a cazar a un cambiaformas, Lucy.
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Llegaron sin problema al distrito administrativo, el segundo de los quince, y el hogar de los Hitotsume-kozo. Los yokai, habían visto uno antes en el gremio, tenían el tamaño de un niño de unos diez años, con solo un gran ojo, como un ciclope, colmillos sobresaliendo de sus labios como un jabalí, y una lengua que pondría envidiosas a las serpientes. Pero la confusión empezó a la hora de entrar.
–Uh… Esto es un edificio ¿muro? Bastante largo ¿grande? No sé, no entiendo –balbuceó Caesar.
Frente a ellos se alzaba el arco tradicional de cambio de distrito, este con la apariencia de un largo pergamino, pero en lugar de un camino o una calle, había una gran puerta custodiada por dos de los yokai, con los muros de la estructura siguiendo todo el camino de la frontera de distritos. Aún sin entrar, el silencio abundaba en aquella zona, no había ni la más mínima brisa, y las campanas de viento habían desaparecido repentinamente en un radio de unos diez metros de la entrada.
Se acercaron con cautela a los vigilantes, antes de llegar a su línea de visión Hemdu había escondido a Lucy a simple vista, camuflándola con su truco favorito de capucha con pelaje, indicándole que no se moviera hasta nuevo aviso, y Chelsea extendió en silencio el permiso del gremio para entrar al distrito, recordando, porque esta vez revisaron el folleto antes de partir, que a los Hitotsume-kozo les gustaba el silencio. Los yokai revisaron el permiso y se lo devolvieron a la bruja, dejándolos pasar, pero no antes de sacar la lengua y asustarlos al tratar de lamerlos.
–No me agradan –susurró Caesar con asco.
–A mi tampoco –devolvió el susurro Chelsea.
Resulta que aquella estructura era solo un muro, y al pasar se toparon con un gran jardín serpenteante con pequeñas casas esparcidas alrededor, todo formando un paisaje bastante laberintico. El distrito no se llamaba “administrativo” por nada, pues allí guardaban información sobre cada humano, criatura, o yokai, que estuviera actualmente en Saniese. Podrían encontrar más fácil al cambiaformas si revisaran los archivos, pero para unos extranjeros sería imposible obtener el permiso, sin mencionar que no sabrían por dónde empezar a buscar. Los Hitotsume-kozo en realidad no se la pasaban únicamente en su distrito, pues frecuentaban cada pequeño trozo de la nación para reunir la información que guardaban tras sus paredes, pero seguía siendo su santuario, por lo que el silencio reinaba tras los muros exteriores, sin ni una pequeña brisa para interrumpir la paz.
Tras varias miradas, señas y susurros entre ellos, decidieron montar la trampa en la casa restaurante, pues incluso los cambiaformas necesitan comer. De hecho, existía la teoría de que comían con mayor frecuencia que los humanos y algunas otras criaturas para reponer la energía que gastaban cambiando constantemente. Pero había un problema: en lugar de una puerta con manilla, había una puerta corrediza, llamada shoji y tradicional de Saniese, que no tenía un lugar específico para agarrar para abrir.
–¿Y ahora qué hacemos? –murmuró Caesar directo a la oreja de Chelsea, ganándose un ceño fruncido de ella–. Esas puertas están hechas de papel y madera, ninguno un material conductor. Todo lo contrario.
–Tengo una idea –susurró Hemdu, con la vista fija en los paneles que formaban la puerta–. Caesar.
–Mande.
–Eres bueno haciendo nudos, ¿no?
–El mejor.
–Bien. Vamos a hacer una red con el alambre que cubra toda la puerta, lo fijamos con ayuda de los marcos de madera, y enganchamos otro trozo para que Chelsea sostenga.
–Interesante idea –sonrió el mercenario–. ¿Tienes suficiente alambre? Será una red grande y elaborada, para que las manos no tengan forma de evitarlo.
El asesino asintió, y se pusieron manos a la obra.
A Caesar le hizo falta unas buenas dos horas para hacer la red, y otros treinta minutos para instalarla, pero en realidad les vino bien, porque se acercaba la hora del almuerzo. Se escondieron en unos grandes arbustos que bordeaban el edificio, y Chelsea estaba con toda su atención en la puerta, una mano sosteniendo el topacio y la otra el alambre, mientras sus compañeros le cubrían la espalda.
Una campana lejana sonó, y varios yokai comenzaron a llegar, para suerte del trío, de forma ligeramente distante entre ellos, esperando a reunirse en el interior.
Chelsea envió las descargas con cuidado, pues tampoco quería que los yokai se dieran cuenta de que pasaba algo extraño con la puerta. La mayoría solo se rió, encontrando el chispazo divertido, y así pasó casi una hora, hasta que uno reaccionó diferente a los demás, aunque antes incluso de que llegara a la trampa, Lucy, que había sacado la cabeza para vigilar con los chicos, maulló suavemente, avisando de manera implícita que ese yokai era diferente. Ese “Hitotsume-kozo” se sobresaltó, y tras mirar a los lados frenéticamente, salió corriendo mientras sostenía su mano, al tiempo que notaron como su apariencia parpadeaba de forma extraña.
–¡Es él! –Caesar gritó-susurró, y los tres fueron rápidamente tras su víctima, tras soltar la red de alambre de un rápido jalón, y que Chelsea los ocultara con un ópalo, atenuando sus presencias.
Siguieron al cambiaformas a la carrera hasta un jardín más alejado, cerca del cuarto distrito, y saltaron a la acción apenas se detuvo brevemente para quejarse en voz alta del corrientazo.
Caesar lanzó el látigo mágico, atrapando desprevenido al cambiaformas y atando sus brazos a su torso, y Chelsea activó un trozo de ámbar, que arrojó a sus pies y se solidificó en la resina amarillenta. Mientras su objetivo chillaba por la sorpresa, Hemdu se posicionó a su lado, con una daga en mano por si se ponía violento. Sin embargo, más que enojado, el cambiaformas lucía… estresado.
–Ay, no puede ser –murmuraba para sí–. Mira en los problemas que me estas metiendo, Aurimar. Cuando te encuentre te daré el mayor jalón de orejas de tu vida, y te haré cocinar para mí por un año, y-
–¿Hola? –llamó Chelsea, con una ceja alzada.
–Ah, hola. Son de la misión para capturar a mi hermana, ¿no? Soy consciente de todo el desastre que está haciendo, pero necesito el archivo para encontrarla, es demasiado escurridiza para su propio bien. Ni siquiera como sabueso espectral logré encontrar su rastro.
Chelsea, Caesar y Hemdu se miraron entre ellos, sin saber muy bien cómo reaccionar.
–Espera, si entendí bien… ¿Hay otro cambiaformas? –exclamó Caesar con incredulidad.
–Esto no lo esperaba –murmuró Chelsea.
–Oh sí, y ella es un terror. ¿Me ayudan a encontrarla? Antes que alguien menos amable nos ponga sus manos encima.
–Eh… –Chelsea sintió las miradas de los chicos, sabiendo que estaban esperando su decisión para actuar–. Primero que nada, ¿cómo te llamas?
–Soy Aurora, mucho gusto –les sonrió, pero al seguir en la apariencia de un Hitotsume-kozo, fue algo escalofriante.
–Mira, aunque no estoy en contra de ayudarte… –Caesar y Hemdu notaron claramente como Chelsea llevó su mano a su pulsera, que para alguien externo podría parecer solo un movimiento normal e inquieto, pero ellos sabían mejor–. Primero quiero la historia completa de lo que sucedió, o está sucediendo. No te puedo soltar sin la certeza de que no vas a escapar o nos vas a atacar.
Aurora suspiró, pero les explicó con resignación.
Aparentemente ella y su hermana menor, Aurimar, estaban viajando, y decidieron parar en Saniese porque escucharon cosas interesantes de allí, pero venían en un barco ilegal, y cuando desembarcó en el cuarto distrito, también llamado distrito centenario, hubo un disturbio y se separaron, y desde entonces Aurora estaba tratando de reunirse con su hermana.
–Aunque ella suena muy feliz por lo que dicen los rumores –refunfuñó con un puchero–. Yo aquí preocupándome por que le pase algo, y ella haciendo desastres.
–Bien, te creo –Chelsea soltó su pulsera, y les mostró a los chicos la cuenta de ágata, explicando sin palabras su seguridad–. Pero la situación es esta: también venimos por la misión, y-
–Oh, ¿necesitas el dinero? –habló de repente Aurora–. No hay problema, te puedo conseguir algo. Pero primero necesito que me desates, por favor, este látigo está muy apretado, y no siento mis pies.
Chelsea liberó el ámbar, y Caesar recogió su látigo de vuelta, confiando en que Hemdu sería lo suficientemente rápido si por alguna razón la cambiaformas arremetía.
–Muy bien, un segundo –y ante la mirada estupefacta del trío, se transformó en un pequeño dragón de oro, uno de los tipos de dragón más raro de todos, y se arrancó un puñado de escamas doradas, dejándolas caer a los pies de Chelsea, que, de manera automática, las recogió y examinó para confirmar su valor, alejando la mano cuando Lucy se acercó a olfatear, temiendo que se comiera una.
–Con esto… –habló con voz temblorosa–. Podemos financiar un viaje completo por gran parte del mapa…
Aurora cambió de forma, saludó a la gata, y esta vez adoptó la apariencia de una mujer adulta joven, de cara redonda y amable, y cabello liso con mechas negras y rubias.
–Esta es mi forma humana favorita –canturreó–. Ahora podemos ir a buscar a Auri.

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