Capitulo XV

Ruby llegó hasta los piratas, y sin un segundo pensamiento, empezó a pelear con ellos con tan solo sus puños recubiertos de fuego ¿Quién dijo que las brujas no podían pelear cuerpo a cuerpo? Los piratas ardían a su paso y sus almas regresaban a Dish-a en un suspiro, con Chelsea pasando rápidamente por su sendero de destrucción y pisando cualquier hueso en su camino con fuerza para quebrarlo y retrasar su reconstrucción. No era mucho, pero era trabajo honesto. Caesar y Hemdu, que comenzaban a coleccionar rasguños, atacaron con nueva ferocidad al ver a las brujas acercarse, y Chelsea al verlos recobró más de su ferocidad habitual. La ponía nerviosa verse en un problema del que no podía salir usando sus piedras preciosas usuales. Los piratas esqueleto eran inmunes a todo menos al fuego sagrado, algo que no poseía, y nunca lo haría lamentablemente, pero no se iba a quedar atrás. Decidiendo que era un momento perfecto para usarlo, empuñó su lapislázuli, y una onda de magia interfirió con la de los piratas.
El lapislázuli era una antigua piedra muy valiosa, amada por su diseño azul ultramar con motas doradas y usada por emperadores y reyes para invocar y controlar demonios del Dish-a, con el mínimo de peligro. Esas piedras eran, y siguen siendo, un tesoro guardado con celo, pues normalmente solo resistían una invocación antes de romperse. Chelsea era consiente de este hecho, y se aseguró de mantener para sí misma un par de lapislázulis en específico: uno común para invocar a un demonio; y otro mucho más potente para controlar a una horda de seres demoniacos ya presentes. Nunca se sabía cuándo lo iba a necesitar.
La verdad era la segunda vez que la usaba, y la primera a esa escala, de ahí que no pudiera hacer mucho más que ralentizar a los piratas, pero era lo suficiente para permitir a Ruby abrirse paso con mayor facilidad y a sus compañeros defenderla sin arriesgar tanto el cuello. Con Chelsea ayudando a su manera desde una distancia relativamente segura, y sin miedo a patear con sus muy geniales botas de plataforma a cualquier esqueleto perdido, se acercaban al barco, con Ruby comenzando a disminuir la fuerza de su fuego para guardar energías para el gran golpe final. El gran pirata con bola de pinchos apareció frente a ellos, con la maza girando en el aire con la cadena en manos del esqueleto, y la lanzó hacia el grupo que esquivó rodando a los lados, por lo que la maza mandó a volar al conjunto de piratas que perseguían por detrás a los defensores de la isla. Ruby lanzó una bola de fuego rápida, pero este pirata no era tan tonto como los demás y la esquivó sin problema, sacrificando a la tropa de piratas detrás suyo. Parecía que a ese en especial no le afectaba el lapislázuli.
Caesar sacó una de las hachas que había obtenido de los ladrones en Oravit, y la arrojó con gran puntería y fuerza al pirata mientras aquel se distraía tratando de golpear a un escurridizo Hemdu. El hacha se clavó entre las costillas superiores del esqueleto, impidiéndole mover su bola de pinchos por un breve momento, que Caesar aprovechó para desenrollar el látigo mágico que mantenía en su cintura como un cinturón desde antes de salir de Eyxelwot, y de un hábil movimiento de muñeca envolvió el arma al esqueleto, atando los brazos del pirata a su cuerpo evitando su escape. Y rezando porque fuera cierto que el látigo era resistente al fuego de cualquier tipo, porque le costó muy caro.
Ruby no desaprovechó la oportunidad, y lanzó una bola de fuego especialmente grande para asegurarse de no fallar. Allí se fue lo poco que había ahorrado de fuego sagrado. Con uno de sus compañeros más fuertes eliminado, el resto de piratas se alborotó, rompiendo el encanto del lapislázuli, y se arrojó sobre los molestos individuos, sin un cuidado porque la bruja los quemara. Chelsea trató de recuperar parte del control sobre ellos además de volver con sus compañeros, pues se separaron con el nuevo auge del enemigo, pero además de que no lo lograba, un par de piratas fueron hasta ella para asegurarse de que no lo vuelva a intentar.
Ya estaba preparando un fragmento de ámbar para cristalizar a sus agresores, porque dudaba que el hielo fuera suficiente, cuando unas ramas salieron disparadas de la arena para atraparlos. Giró esperando lo peor, y se topó con un grupo de ninfas que se dirigían a la zona de batalla con muy mal humor. Una de ellas se le acercó con un hada, por si necesitaba curación, pero Chelsea no perdió tiempo explicando la situación e indicando quienes verdaderamente necesitarían ayuda.
Del otro lado, Caesar había decidido mantener la otra hacha en su mano libre, pues la primera no había sobrevivido al fuego, por si su sable se perdía a algún pirata, y juntaba su espalda con Hemdu, tratando de alejar a los piratas alterados. Ruby se había separado de ellos y giraba buscando a la otra bruja, hasta que aparecieron ramas súbitamente que atraparon a los piratas a su alrededor. Alejó rápidamente sus manos infundidas en fuego de la madera, y miró con una mezcla de sorpresa y horror a las ninfas de la isla que hacían crecer más ramas para inmovilizar a los piratas.
–No deberían estar aquí. Son débiles contra estos monstruos –habló con firmeza, pero sin el poder de ordenarles escucharla.
Las bellas damas, espíritus de la naturaleza que conocían perfectamente los riesgos y no le temían a volver a la tierra de donde nacieron, la miraron con calma.
–Lo sabemos, Lady Ruby. Pero no podemos dejarla encargarse de todo, también nos interesa proteger nuestro hogar.
La adrenalina de Caesar finalmente empezó a remitir, un empujón de un esqueleto particularmente grande y un feo tajo en la pierna de parte de una cimitarra enemiga lo mandó al suelo. Hemdu, que fue veloz a cubrir a su compañero, vio a las ninfas acercarse a ayudar, pero seguían lejos, por lo que decidió descubrir si su sangre era capaz de derretir piratas. Gracias a los antiguos que sí. Se abrió un largo tajo en el brazo, cuidando que ninguna gota cayera sin querer sobre el mercenario caído, y lo sacudió a su alrededor. Los piratas tocados terminaron arrastrándose en la arena debido a sus extremidades perdidas.
–¡Hemdu! –le llamó Caesar recuperando la fuerza y avistando a las ninfas que venían en su rescate con algunas hadas–. Ni se te ocurra desangrarte sobre mí, ¡¿oíste?!
–Ujum. De todas formas, ya el ardor se estaba volviendo molesto y tendría que “desangrarme” pronto. Mejor hacerlo ahora cuando es útil.
Chelsea fue guiada hasta Ruby, pasando rápidamente entre los piratas envueltos en madera. Las ninfas podían hacer más cosas que solo hacer crecer ramas, pero eso parecía ser lo único útil en esta situación. Lo bueno es que ellas sabían cómo asegurarse de evitar que los piratas escapen, pasando las ramas por entre sus huesos y enredando sus esqueletos. A lo lejos veía a sus compañeros, el cabello blanco y ese tono de rubio no eran muy discretos que digamos, pero de nada servía luchar con ellos si los piratas seguían llegando. Debía destruir la fuente. Alcanzó a Ruby, que lidiaba con unos piratas más pequeños que la mayoría, pero mil veces más rápidos, y estaban frustrando a la bruja que no los podía agarrar mientras ellos hacían pedazos su vestido y dejaban su piel como un tigre de tantos cortes. La vista de Chelsea cayó hasta los cuerpos de un par de ninfas, deshaciéndose en volutas de magia verde, que no se habían protegido lo suficientemente rápido, y con rabia, decidió darles una probada de su propia medicina a los odiosos piratas. Sacó la pirita rebosante de magia de su bolsillo especial luego de ponerse guantes encantados, también salidos de uno de sus bolsillos, y con sumo cuidado la sostuvo en alto, llamando la atención de todos los piratas a su alrededor, incluyendo a los pequeños.
La pirita no por nada se llamaba “oro de tontos”, su brillo metalizado dorado era ciertamente un espectáculo, y los piratas nunca niegan un tesoro. También era muy curioso como algunas piedras preciosas de normal inofensivas, se volvían letales al llenarse de magia.
Lanzó la piedra a donde se reunían los problemáticos piratas, advirtiéndole a Ruby que no la tocara. Los piratas no siguieron su consejo y la agarraron, y medio minuto después se habían convertido en estatuas doradas. Era como una cadena. A pesar de ver lo que sucedía, algo intrínseco en sus almas no les permitía ignorar lo que creían un tesoro, menos al ser oro, y los piratas seguían tratando de obtener la pirita, terminando convertidos en el oro que tanto ansiaban.
Tiempo después, Ruby vendería en su tienda de regalos las estatuas doradas de los piratas esqueleto a un gran precio. Dulce venganza.
Chelsea realmente no quería dejar esa cosa tan peligrosa allí, pero decidió confiar en que sus aliados no serían tan estúpidos como para tocarla, y siguió a Ruby para por fin llegar el barco. Sostuvo la hematita con fuerza, la piedra comenzó a absorber el campo protector que no se podía resistir a su encanto atrayente y se curvaba en el aire como un líquido, hasta que la piedra se calentó entre sus manos y escuchó el primer crujido. Chelsea lanzó la piedra con la mayor velocidad y altitud posible al campo debilitado, al tiempo que saltaba sobre Ruby para empujarla al piso.
Antes incluso de que la bruja mayor amenazara con quemarla por tal osadía, la hematita explotó, liberando una onda expansiva de magia oscura sobresaturada que arrojó a los piratas al suelo y los mantuvo aturdidos por el exceso de energía.
–Terminemos con esto de una vez.
Ruby apoyó sus manos en el costado del barco, y liberó una gran ráfaga de fuego que avanzó con rapidez consumiendo la madera podrida y a los piratas que seguían llegando por el portal y aún no desembarcaban. El invocador, una gran sombra dentro de una túnica negra igual de oscura, saltó por el otro extremo de la nave ardiente, lejos de las brujas. Se preparó para adentrarse al bosque cercano y reanudar su labor, cuando Hemdu con su agilidad asesina lo apuñalaba por la espalda, obligándolo a desvanecerse y volver a su guarida en Dish-a.
Los piratas desamparados, perdiendo su fuente de poder y notablemente derrotados, fueron quemados con rapidez, dejando una gran zona de arena mezclada con cenizas.
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–Casi lo hiciste parecer fácil –le dijo Chelsea a Ruby una hora después, distrayendo a un Caesar que miraba entre asombrado y resignado, como al entrar en la habitación, los esperaba Lucy, meneando la cola justo frente a la puerta.
Se había hecho de noche, y arrastraron sus cuerpos cansados a la posada más cercana, donde fueron a la suite reservada para Ruby con un grupo de hadas colgando a su alrededor, curando cualquier herida persistente. Las ninfas se habían quedado limpiando la playa.
–Hay una razón por la que ocupo esta isla. No –se dirigió a Caesar, que ahora la miraba con confusión–, no agarré la primera isla que vi. Con mis hermanas tenemos un sistema: Yo me quedé la isla cercana a Dish-a para encargarme de cualquier problema con mi fuego sagrado, que sucede con bastante frecuencia de hecho; Esmeralda, como la hermana mayor y más sabia, escogió la cercana a Saniese para encargarse de cualquier situación política; y Amatista, como la menor, está protegida entre nosotras y puede usar sus habilidades para que nos comuniquemos sin problemas.
–¿Habilidades? –preguntó Hemdu con curiosidad, luego de agradecer a las hadas que habían guiado a su gata.
–Lo descubrirán cuando vayan. Salúdenla de mi parte.
Aunque sonara como un despido, permanecieron otros dos días en la isla recorriendo el lugar, ya que todavía estaban “de vacaciones”. No volvieron a ver a Ruby, pero la bruja les había avisado a todos los trabajadores de la isla que ellos tres podían ir a donde quisieran y no necesitaban pagar. Un alivio para la bolsa muy liviana de Caesar.
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Los días pasaron rápido, y pronto estaban pisando Isla Amatista. Luego de toda la temática roja de Isla Ruby, no les sorprendió encontrar todo morado allí. Lo que sí no esperaban era ver a tantas aves volar y posarse en todas partes. Las especies iban desde los pájaros más comunes hasta las especies mágicas, aunque no vieron a ningún fénix para decepción general. Y frente al muelle los esperaba la propia bruja Amatista. Era un poco más baja que su hermana mayor, pero seguía siendo una mujer alta, y su pelo purpura estaba recogido en dos moños en su cabeza, también llevaba vestido y cuando se acercaron a ella, que hablaba con uno de los pájaros posados en su mano, notaron unos curiosos tatuajes correr por sus brazos.
–¡Hola! Soy Amatista –los saludó con una sonrisa luego de mover al ave a su hombro y despedir a los otros–. Ruby me habló de ustedes: Chelsea, Caesar y Hemdu, ¿no?
–Correcto, un gusto en conocerla, lady Amatista –respondió Chelsea por todos, empujada por sus compañeros que temían un carácter similar a la otra gran bruja.
–Oh, a mi no me interesa el “lady”, a diferencia de mi hermana, llámenme como quieran. Lamento que hayan tenido que lidiar con su mal carácter, pero es dulce por dentro. Muy dentro. Vengan, les daré un recorrido por la isla.
Con el paseo aprendieron más del lugar y de las propias trillizas.
–Nacimos en esta isla, nuestra madre había llegado aquí huyendo de su esposo maltratador, y con las islas vacías era libre de hacer lo que quisiera. Desde pequeñas amamos viajar entre las tres, y decidimos quedárnoslas, de cierta forma. Las reformamos y construimos, y al llevar las riendas de las islas, las podíamos mantener en perfecto estado, aunque la gente viniera aquí, además de proteger a las ninfas y cualquier otro habitante. El poder y fama que ganamos con el tiempo es solo un plus.
–¿Cuántos años tienen ahora?
–Ah, esas cosas no se le preguntan a una dama –evadió la pregunta con una risita.
Pero Caesar no había terminado su interrogatorio.
–¿Tus tatuajes, muy bonitos, por cierto, tienen algún significado? –preguntó Caesar.
–Un par, de hecho. Están hechos con tinta mágica y muestran mi contrato con las aves. Ruby también tiene uno, por las hadas, pero como son solo una especie como tal pues es solo un tatuaje y lo tiene en el estómago, por lo que su ropa lo cubre la mitad del tiempo…
–¿Entonces cada una de las partes de tus tatuajes simbolizan a una especie de ave? –concluyó Chelsea.
–Correcto. Hacerse un tatuaje para mostrar un contrato con alguna especie mágica es una señal de respeto, aunque no sea estrictamente necesario en el contrato como tal –explicó, basándose en sus experiencias–. Algunas especies, por ejemplo, se reducen al intercambio de sangre y votos, y prefieren mantener la alianza en secreto; mientras otras especies orgullosas les gusta anunciarlo físicamente. Yo lo hago por gusto.
–¿Y el otro significado? –preguntó Hemdu desde la parte trasera del grupo, abrazando a Lucy para evitar que fuera tras un pájaro.
–Me gustan los tatuajes, como ya mencioné, y una de mis novias me ayudó a hacerlos, así que también son una especie de regalo.
Amatista era una notable amante de las aves, además de una mujer sociable, y su don de bruja residía en ser una especie de susurradora para todas las criaturas emplumadas.
–Mi hermana tiene su fuego, y yo tengo mis aves.
–¿Y la otra?
–Ya lo descubrirán cuando pasen por allí.
Continuando con la isla, había un gran aviario en el centro, con forma de jaula, pero no había paredes de vidrio ni nada, permitiendo a las aves circular libremente. Descubrieron que era una pequeña tradición que todos los turistas tuvieran una compañía emplumada durante su estancia, obligando a Lucy a compartir su humano con un lindo colibrí que revoloteaba a su alrededor y hacía reír a Hemdu con sus plumas y pico rozando su cara. Caesar miró con satisfacción al águila que aterrizó en su brazo, aunque se negaba a decir algo sobre las garras apretando con demasiada fuerza su brazo. Era un gran mercenario, no necesitaba un guante de cuero, muchas gracias. Chelsea al principio se preocupó cuando un cuervo se le acercó, con miedo de que robara su pulsera con gemas, pero Amatista le aseguró que los pájaros no tomarían nada que no se les diera directamente, así que le mostró sus tesoros a su nuevo amigo emplumado, y le dejó una pequeña perla. Con el collar en su cuello, pasaría un largo tiempo hasta que se acabara su suministro de perlas.

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