El guardián

Título: GUGALANNA

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU

Parejas: Stony y un pellizco de Thorki, algo de OC/Loki.

Derechos: Todo es de Marvel, hasta mi alma pecaminosa. Yo solo hago ideas.

Advertencias: Violencia, sangre, horror y malos tragos. Me tomo súper licencias con aspectos mitológicos, otros tantos con personajes. Adoro los monstruos y el terror, por lo que esta historia es de lo más oscura. Más no puedo decir.

Gracias por leerme.

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Capítulo 8. El guardián.

Ayer me dijo un ave que volara

por donde no hay ardor

que lo sufrido no resucita en sueños

ni en rezos nunca murió.

Que saque el aire de mis ojos

que abrace el miedo con tus sueños

que sea un guerrero de sangre

para que nadie te haga daño.

Ayer me dijo un ave, Caifanes.

El burbujeo de la pecera se escuchó una vez más mientras Pavel Bodrov miraba su reloj, llevando su vista de expresión tranquila hacia el rostro que le miraba atentamente. Le sonrió de forma paternal, con una mano cepillando los despeinados cabellos castaños en un gesto tranquilizador. Paciente y doctor se encontraban en el consultorio de éste último, en silencio, esperando a que pasara el efecto del medicamento. Afuera de la clínica, llovía apenas si un rocío trayendo una capa de neblina baja que se dispersaba por todo el bosque alrededor de las mansiones. El psiquiatra revisó su reloj una vez más, quitando la muñequera donde había colocado el monitor a Tony, recostado de lado con una chamarra para el frío y pants con unos cómodos tenis.

-Eso es, ya pasó –le susurró Pavel haciendo círculos en su espalda- Lo has hecho bien.

-¿Tendré que volver a comenzar, cierto?

-Anthony, si las terapias de rehabilitación se basaran en cero recaídas, no existirían dichas terapias. Has resistido este embate sin intentar suicidarte. Me gustaría que te dieras más importancia al respecto.

-Me siento perdido.

-Algo que no debe extrañarte. Es la motivación que tu rebelde mente necesita para salir de su letargo.

Stark cerró sus ojos, no queriendo dejar aquel cómodo diván donde estaba hecho ovillo. El doctor Bodrov negó, posando una mano sobre su frente para que viera a los ojos.

-En un universo alterno, donde no existieran los Vengadores, ni monstruos o seres de otras dimensiones, el peligro seguiría siendo el mismo, otras caras pero igual amenaza. Alguien respondería, se levantaría para defender lo que es correcto, moriría por ello, sería un héroe que puede caer también. Aquí y ahora, Anthony, eres un Vengador, pero también eres un ser humano. Y está bien ser los dos al mismo tiempo. El mundo puede acabarse en un par de días, de todos modos desaparecerá. Se llama Vida. Se llama Muerte. No es ni bueno ni malo, correcto o incorrecto. Eso no está bajo tu control. Pero eres amo y señor de cómo te sientes al respecto, de qué piensas al respecto. Qué harás al respecto.

-No tengo ni idea.

-Lo cual es perfecto. Una mente en blanco es el mejor pizarrón de la voluntad –el doctor palmeó su hombro- Sé que deseas salvar al mundo, salvar a tu hijo. Pero hay alguien más importante a quien tienes que salvar.

-¿A quién?

-A Anthony.

Éste bufó divertido, tomando aire más sereno. –Hannibal, ¿por qué tienes una máscara de Wendigo en un consultorio para enfermos mentales?

-Me recuerda cosas.

-¿Qué clase de cosas?

-Cosas.

-¿No puedes decirme esas cosas?

Pavel le miró unos instantes, considerándolo. Asintió tomando aire, después de todo, si se negaba a contarle su historia aquel excéntrico ingeniero iba a saberlo de alguna manera como todo lo que averiguó de la clínica anteriormente. Su mano peinó aquellos cabellos castaños mientras comenzaba su narración.

-Cuando era estudiante de medicina en Rusia, vi un monstruo, me volví loco y en aquel tiempo a los dementes los enviaban a Siberia. Un infierno helado. No resistí mucho y preferí salir al descampado a encontrarme con mi monstruo antes que pasar un minuto más entre esas paredes. Lo encontré, y en ese momento, viendo a mi miedo de frente, me di cuenta que estaba malinterpretando. Mi aparición me llevó lejos de ahí, a una aldea de una tribu nativa de Siberia donde me atendieron pero también aprendí de secretos ancestrales sobre medicina natural. Volví a mi casa, terminé mis estudios y me hice psiquiatra.

-¿Esos remedios son los que usas ahora?

-Sí.

Stark frunció su ceño, meditando unos segundos. -¿Viste a un Wendigo?

-Era un Wendigo.

-¿No es broma, verdad?

-No, Anthony. Sabes que no miento.

-¿Lo sigues viendo?

-Ya no, pero sé que anda cerca.

El castaño se sentó al darse cuenta de algo. –Por eso elegiste este lugar. Tienes un jodido monstruo rondando estas mansiones allá en el bosque. Ya decía yo que debías tener una razón para que no fueses tan exigente con la seguridad. ¿Quién rayos se acercaría con un Wendigo merodeando?

-Veo que el efecto ya pasó. Es hora de volver.

-¿Cómo es?

-Recuerda, mente en blanco. Espíritu tranquilo.

-Claro, Yoda.

Con auxilio de Pavel, el millonario se levantó, saliendo del consultorio al pasillo donde esperaba un preocupado Albert quien relevó al psiquiatra, pasando un brazo de Tony por encima de sus hombros, sujetándole por el torso. No era que no pudiera andar pero aun necesitaba tiempo para que el efecto de aquella dosis pasara, al término de éste siempre los pacientes estaba mucho mejor. Secretos de las terapias Bodrov que le habían llevado hasta esa clínica privada.

-Tengo todo cubierto, doc. Le cuidaremos bien.

-Gracias, Albert.

Salieron por la parte trasera, llegando al camino que llevaba a la mansión Rosemary con paso tranquilo. El castaño miró a su amigo quien silbaba una canción de marcha militar que también le había escuchado una vez a Steve. Extrañaba al capitán pero había tenido que regresar a Vermont porque estaba volviéndose loco con lo sucedido con Blystár.

-¿Cómo lo haces, Albert?

-¿Hacer qué, Tony?

-Esto...

-Tengo un truco –sonrió el veterano mirándole de reojo- De niño iba con mi padre a pescar en un río, tengo bien presente esa memoria. El agua golpeando mis pies desnudos, lo duro del hilo, la voz de mi padre. Entonces me pregunto, ¿qué puedo sentir ahora? Luego me doy cuenta que no estoy en la jungla, porque no huele a jungla, ni hay gritos o llantos, ni tampoco silbidos de metralletas. Poco a poco descubro que estoy a salvo y entre mis amigos.

-Es un buen truco.

-Un paso a la vez, supremo líder.

Tony rió, llegando al fin a la mansión, siendo recibidos por el resto del Escuadrón de la Muerte quienes jugaban en el comedor a las cartas. Albert le dejó en el piso superior donde estaba Camille cuidando de Rain, quien jugaba con sus pies, mordiéndolos por encima de la tela de su mameluco, llamándole en cuanto le vio.

-Okay, genio y filósofo, hemos llegado al punto Bravo. Nos veremos a las mil quinientas horas en punto para la comida.

-¿Eso es en la tarde, verdad?

Camille como Albert rieron. La pelirroja le dio un beso en su frente cuando se sentó en la cama, con Rain gateando hacia él.

-Descansa un poco. He atendido a Rain. Estaremos abajo por si nos necesitas.

-Cambio y fuera.

Dejaron la puerta abierta de la habitación que el castaño miró unos segundos antes de tumbarse sobre la cama con Rain riendo a su lado, sentado cerca de su rostro, tomando una de sus juguetes de tela que mordió, hablando en aquellos gorgoteos que solamente él comprendía. Tony acarició sus cabellos negros.

... porque este maldito universo odia a Loki Laufeyson...

No quería que Rain muriera, no quería que nadie muriera. Ignoraba si Pepper le había avisado a Fury de su retorno a la clínica o estaba demasiado vengativa para comentarles. ¿Qué podría decir Thor al respecto si se enterara de la verdad sobre su hermano? ¿Lo salvaría o Blystár tendría razón al afirmar que primero le verían morir del dolor antes que salvar a su hijo? Rain ya no era Loki. Tenía cierta lástima por el cazarecompensas, estaba protegiendo sin recompensa, reconocimiento o beneficio a su hijo únicamente por el recuerdo de una promesa. El Embustero había terminado solo luego de tantas fechorías, ya nadie le tendió la mano luego de burlarse por última vez del Dios del Trueno. Solo, acorralado, sin hogar, encontró en Blystár El Blanco lo que había perdido o jamás tuvo. Era difícil decirlo.

Ahora tenía que decidir si la Humanidad valía la vida de su hijo cuya pasada identidad iba a revelarse en cuanto Gugalanna apareciera. Sin finales felices. Deseó por un momento que la clínica fuese un espacio adimensional donde pudieran desaparecer sin saber más de monstruos traídos de los peores rincones del universo para cobrar venganza o de asesinos fastidiados de la vida. Rain rió mostrándole su juguete, canturreando mientras movía su regordete cuerpo como si bailara, dejándose caer a un lado rodando para quedar boca arriba y de nuevo seguir el juego de atrapar sus inquietos pies para llevárselos a la boca. Él estaba cayéndose a pedazos por dentro.

Ya estaba quedándose dormido con Rain hablando con sus manecitas cuando escuchó que tocaban a la puerta. La lluvia ya era más densa, así que se dijo que probablemente eran los relámpagos que caían en las montañas a lo lejos, pensando divertido en un Wendigo electrocutado. Hubo murmullos, risas, luego los pasos apresurados de Camille por las escaleras, llegando a su lado para sacudirle por un hombro.

-Tony, despierta. Alguien quiere verte.

-¿Alguien? ¿Pavel?

-No, anda guapo. Ven Rain.

-Mamá.

Frunciendo su ceño, Stark se levantó, caminando tras la pelirroja quien llevaba a su hijo en brazos con una extraña emoción en sus maneras. Al alcanzar el descanso que dividía la mitad de las escaleras se quedó de una pieza, buscando el pasamano. El Capitán América recibía una toalla de manos de Holter para sus cabellos empapados, traía un abrigo protector pero sin gorro o capucha como si lo hubiera tomado aprisa sin fijarse. En cuanto Camille bajó con el bebé en brazos, levantó su mirada, dejando ver unos aliviados ojos azules.

-¿Steve? –preguntó más para sí que para el súper soldado.

Éste le sonrió, tomando aire. –Estás a salvo.

-Un placer servirle, capitán –saludó Mathew de forma marcial con los demás imitándole.

-¡ABA! –Rain se llevó una mano a su cabeza.

-Suba, señor –invitó Camille- Nosotros estaremos aquí sin hacer ruido ni molestar.

-Gracias, señorita.

-Capitán.

El millonario le dedicó una mirada a la pelirroja por su expresión cínica, desapareciendo de su vista con Rain a quien llevaron al comedor para seguir su partida de cartas. Rogers rió, terminando de secarse el cuello mientras subía de dos en dos los escalones para quedar frente a él, abrazándole con fuerza.

-Creí que Blystár te había asesinado.

-¿Cómo llegaste?

-Rhodey me trajo, tu doctor me dejó entrar. Permiso especial -Steve tomó su rostro entre sus manos, inspeccionándole- Dime qué sucedió.

-¿Podemos subir a la habitación? Todavía necesito recostarme un poco... ¡Steve, no tienes que hacerlo cada vez que te digo que no me siento bien! –gruñó el castaño al ser levantado en brazos antes de que pudiera reaccionar.

-Sabes que me gusta asegurarme de que todo esté en orden.

Hablaron tranquilamente, casi en susurros con la lluvia golpeando las ventanas de la recámara mientras Tony escuchaba asombrado cómo el Jotun había arrancado el brazo metálico del sargento quien estaba en coma, en muy malas condiciones por el desgarre. Las agujas de hielo habían desaparecido pero el mensaje de Hydra ya había comenzado su cuenta regresiva. El resto de los Vengadores se recuperaba aun decidiendo que iban a hacer, agradeciendo que los eventos paranormales hubieran cesado para no aumentar la histeria. Con Wanda aún sin despertar y Bucky entre la vida y la muerte, necesitaban de toda ayuda posible.

-¿Les abandoné cuando más les necesitaban, cierto?

-No, Tony –Steve se puso en cuclillas frente a él, acariciando sus rodillas- Blystár hubiera hecho lo mismo contigo presente. Yo agradezco que estés aquí, a salvo con Rain.

Eso hizo bajar su mirada al millonario, juntando sus cejas. Una mano cariñosa tomó su mentón. –Steve...

-¿Qué sucede?

-Quiero decirte algo.

-¿Estás seguro? No me importa si no quieres hacerlo en estos momentos, Anthony, recuerda que eso no está condicionándome.

-Pero sí lo hará.

-Hey –el rubio se acercó más- Siempre estaré contigo.

Stark cerró sus ojos, buscando las manos del capitán para apretarlas antes de comenzar a decirle la verdad a cerca de Rain, sin omitir detalle alguno, terminando con el tiempo de vida de su hijo adoptivo como las condiciones del cazarecompensas. Apretó sus puños, bajando por completo su cabeza cuando terminó, dejando el silencio entre ellos con el rumor de la lluvia a sus espaldas.

-Yo no te guardaré rencor si decides irte ahora mismo. Entiendo... es lo que hago, meterme en problemas que luego cuestan demasiado. No puedo entregar a Rain. No puedo. Por primera vez ha sido lo más... dio la vuelta de tuerca a mi vida... -se talló lágrimas traicioneras- Blystár solamente está mintiendo, quiere reunirlos con las fuerzas de Hydra para cuando Gugalanna aparezca. Si están con él es probable que sobrevivan. Voy a pelear por mi hijo y comprendo que es una batalla debo hacer solo. Nadie tiene necesidad o compromiso. De hecho es una locura hacerlo. Puedes irte, Steve, en serio.

-Tony...

-Fallé al proteger a Pepper, fallé al protegerles a ustedes. Al mundo. Quisiera por una sola vez ya no equivocarme, y esto es. Si no me asesina ese monstruo, lo harán los elfos. O Thor incluso. Pero no puedo entregar a Rain. Tal vez ambos terminemos devorados por Gugalanna, al menos mi hijo tendrá alguien experto en horrores de la oscuridad acompañándole.

-Tony –Rogers le sacudió apenas, tomando su rostro con fuerza, haciendo que abriera sus ojos- Yo no me iré a ninguna parte. ¿Recuerdas? Podemos vencer juntos...

-O perder juntos.

-Tú eres importante para mí, Rain es importante para mí. Hagamos esto por partes, primero –le sonrió acariciando sus pómulos- No saldré corriendo de aquí. Yo te amo. Dalo por hecho. Segundo, quieres abarcar demasiado, primero Gugalanna, cuando terminemos con ese asunto, veremos los siguientes. Juntos, Tony.

-Eres demasiado bueno, Steve.

Éste negó besando su cabeza, abrazándole con fuerza. –Solo soy un chico de Brooklyn. Estás exhausto, debes descansar.

-¿Puedes quedarte mientras duermo?

-No estaba entre mis planes inmediatos dejarte solo.

-¿No es gracioso? Es la segunda vez que compartimos una cama y no hemos tenido sexo.

Una risa escapó de forma involuntaria del Capitán América, alzando sus cejas después.

-Todavía no hemos tenido las suficientes citas para llegar a ese escalón.

-Eso se acostumbraba cuando la televisión era en blanco y negro.

-A dormir.

Steve le cuidó el par de horas que su pareja tomó para reponer las energías que su recaída le había robado, aprovechando ese tiempo para meditar en un plan de acción. Estaba preocupado por su amigo Bucky más no precisamente por la razón de su estado, con lo que Blystár le había dicho al millonario, le surgió la duda sobre a qué se refería con neutralizar unos días a Gugalanna e ir a atacar de inmediato al cuartel para arrancarle el brazo al sargento. El mismo sargento que había recibido el ataque de Wanda. Ese tipo de coincidencias no existían en su vida de soldado. Sabía que aquel brazo metálico había sido hecho bajo tecnología del Teseracto, es decir, conocimientos Asgardianos. Uno más uno era igual a dos. Gugalanna se había refugiado –o poseído- en el Soldado de Invierno, atraído por los remanentes del poder que el cubo le proveyó para terminar de manifestarse en la Tierra, como un parásito que no sale de su huésped sino hasta que ha conseguido su forma final.

Al quitárselo y ser hecho pedazos por el destructivo poder del Dios del Trueno, encerraba de nuevo a Gugalanna en ese espacio donde solamente era una entidad fantasmal, pero ya se había alimentado suficiente en la Tierra y pronto volvería, evolucionado o en su forma completa. Thanos realmente quería vengarse de Loki con semejante criatura. Enfrentarían una batalla de lo más horrenda protegiendo a Rain como al planeta, y les esperaba otro escenario menos prometedor. Steve no quería desesperar por Tony. La muerte de su hijo iba a ser demasiado a menos que encontraran la manera de convencer a más de un reino lejano que Rain Stark merecía la oportunidad de vivir como uno más de ellos. Eso sin contar que Blystár podría arrebatárselos.

-¿Capitán? –saludó Ralph en la puerta.

-Lo siento, estaba...

-No hay problema, aquí todos estamos perdidos en nuestros pensamientos –bromeó entrando con una bandeja llena de platos con comida- Tony debe comer, le traje también a usted, señor. Nosotros cuidaremos a Rain.

-Gracias, soldado.

-Capitán, señor. Gracias a usted por venir.

La lluvia comenzó a parar, quedando en un fino rocío que fue desapareciendo, solamente dejando la niebla suave como espuma entre las raíces de los árboles, el pasto y bases de esculturas. Steve se asomó por la ventana admirando aquel pacífico ambiente, notando el invernadero no muy lejos de la mansión con las puertas abiertas y escombros afuera, indicación de que estaban limpiándolo. Sus ojos se percataron de un hueco entre las herrerías que fungían de pared, carente de vidrio protector. Sintió el corazón en los oídos al ver ahí parado algo, una criatura semi humana con cabeza de animal y ojos brillantes que le devolvió la mirada. Estaba a punto de llamar a los veteranos cuando aquel ser se retrajo, perdiéndose entre las penumbras del interior. Rogers bajó como rayo para ir a inspeccionar aquel sitio, entrando corriendo al recinto completamente vacío. Imposible, no había otra entrada o salida más que aquella puerta. Regresó a la mansión, confundido. No se había equivocado en lo que había visto pero no había encontrado huella tampoco de aquel ser. Al entrar, el Escuadrón de la Muerte le observó con sonrisas divertidas.

-¿Sucede algo, capitán? –preguntó Albert.

-Creí ver...

Los veteranos rieron cómplices. Camille dejó una carta en la mesa con Rain en su regazo.

-¿Así que ya conoció a Fido, capitán?

-¿F-Fido?

-Es como le llamaron los pacientes con más tiempo en la clínica –aclaró Holter- Le gusta pasearse cerca de aquí cuando llueve o cuando hay mucha neblina. Nosotros decimos que es la comida –rieron una vez más- No se preocupe, capitán, es completamente inofensivo.

-Tímido –Albert arqueó una ceja.

-¿Todos ustedes lo han visto?

El Escuadrón asintió al mismo tiempo. Steve se quedó boquiabierto. Ya Fury le había comentado que ese sitio no era del todo normal pero jamás imagino que guardara tales secretos.

-Excepto nuestro amado líder. Creemos que Fido se siente intimidado ante su personalidad.

-¿Se siente bien, capitán? –Camille le miró.

-Iré con Tony, gracias por la comida.

No le comentó nada al millonario cuando despertó, terminando sus platillos entre charlas superficiales. Ambos bajaron, reuniéndose con los veteranos que discutían la mejor forma de hacer una sencilla gelatina de leche para Rain. Ya caía la tarde cuando el celular de Steve sonó, el estado del sargento empeoraba pese a los esfuerzos de Cho y Banner. Stark leyó el mensaje, mirando a su hijo, a su Escuadrón de la Muerte y luego al capitán.

-Necesita otro brazo. Está descompensándose.

-¿Tony?

-Es obvio, Steve, tengo que ir al cuartel.

-Pero tu doctor...

-Pavel lo dejará ir, capitán –convino Mathew- Este mocoso malcriado tiene más privilegios que el presidente de este país.

-Escuché esa queja, soldado.

-Yo estaba pensando en que permanecieras aquí, con Rain y tu equipo –opinó el líder de los Vengadores.

Tony negó, chasqueando su lengua. -Sabes tan bien como yo que pronto no habrá lugar seguro para nosotros. Da igual si estamos en el cuartel o con los monjes en el Himalaya.

-De acuerdo –suspiró Rogers- ¿Rain?

-Vendrá con nosotros, ni por error puedo perderle de vista ahora.

-Esto será interesante.

-Esto será una locura, pero hey, estamos en un manicomio –bromeó el castaño mirando a sus veteranos cuyas sonrisas le animaron- Una vez más, Escuadrón de la Muerte, su líder ha de probar suerte contra las pésimas probabilidades.

-Puedes enfrentar al dragón, quizá pierdas, quizá ganes. Pero si no lo enfrentas, seguro que te destruirá –recitó Camille.

-Ah, suficiente con las letanías de autoayuda. Vengan acá, necesito de sus abrazos.

Steve observó admirado cómo todos aquellos veteranos de guerra abrazaron con fuerza a su pareja, dándole ánimos entre las bromas personales que solamente ellos entendían. Camille le tendió a Rain no sin antes también obsequiarle un abrazo cariñoso.

-Hay luces que solamente se encienden con una chispa, capitán, y me alegra que hayas traído esa luz a los ojos de nuestro Tony.

-Aba –Rain le abrazó pegando su frente a su mejilla.

-Gracias, Camille.

-Okay, Escuadrón de la Muerte, es hora de partir. No hagan nada que yo no haría.

-¡HAIL STARK!

La mano de Anthony buscó la del rubio para darle un fuerte apretón, intercambiando una mirada que luego cayó en el pequeño Rain. La verdadera batalla estaba por comenzar.


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