Pasillo de los vitrales
—¡¿Ya amaneció?!
Al ver la radiante luz que entraba por los amplios ventanales que formaban las paredes laterales de este amplio pasillo, Hugo volteó a ver a Paty con ojos desorbitados, al recordar la advertencia de la chica y las extrañas palabras de nuestro carcelero en el salón del estanque.
Sin embargo, ninguno de nosotros se sentía tan seguro, de hecho, ni siquiera sabíamos realmente cuanto tiempo habíamos pasado atrapados dentro de aquella pesadilla; nuestros relojes (según dedujimos más tarde) habían dejado de funcionar desde que pusimos un pie en el puente y, de hecho, ya sólo Noemí conservaba su diminuto reloj de pulsera, detenido exactamente a las 3:15; todos los demás los habíamos perdido o nos los habían arrancado en un punto u otro de nuestra desventura.
—No, hermano mío, eso que ves a través de los vitrales no es Eos, la infatigable, es La Luz.
Sin darnos tiempo de reaccionar, una veloz ráfaga de viento pasó entre nosotros, arrojando violentamente a Patricia contra la pared donde había estado la puerta y aún antes de que la pelirroja se estrellara contra el sólido muro de piedra de cantera o de que un iracundo Hugo pudiera siquiera levantar su martillo, un nuevo vendaval se dejó sentir entre nosotros, más rápido todavía.
No obstante, sin que yo le diera ninguna orden, la Llama lanzó una violenta ráfaga justo cuando una confusa silueta luminiscente parecía enfilarse directo hacia mí, haciendo que nuestro atacante maniobrara de manera atropellada para estrellarse contra Manuel —en medio del grito aterrado de Karla—, con lo que ambos aterrizaron en el piso, unos cuatro o cinco pasos delante de nosotros.
—¡Manuel!
Karla se abalanzó con facilidad por el enorme espacio que nuestro misterioso enemigo había abierto entre nosotros, arrancándose de encima mis manos y las de Hugo, quienes intentábamos retenerla mientras empuñábamos nuestras armas a la espera de un nuevo ataque.
Sin embargo, por lo menos en mi caso, toda esperanza se desvaneció cuando, por fin, pude ver a este nuevo oponente.
A unos pasos de nosotros y prácticamente a la mitad de un pasillo de unos ocho metros de profundidad por tal vez tres de ancho, una figura humana, alta y esbelta se erguía, majestuosa, esgrimiendo una larga lanza con punta de plata, cuyo filo destellaba con la dorada luz del sol.
Aquel... ser... no parecía joven ni viejo, ni hombre ni mujer, rodeado por un aura de divinidad y, aún así, intensamente humano; su oscura cabellera era recorrida ocasionalmente por una ola de luz dorada y a través de sus ojos se filtraba la claridad de la más pura plata; iba ataviado con una túnica que parecía ser de todos los colores a la vez, y su pecho, hombros, antebrazos, muslos y espinillas se recubrían con una armadura de oro, pero que en las orillas, así como en los remaches y algunos recovecos refulgía como la más nítida luna llena.
Detrás de él (o ella) dos enormes alas se agitaban traslúcidas, provocando extraños reflejos y ocasionales arcoíris al jugar con la peculiar luminiscencia que se colaba a través de los enormes ventanales, los cuales tendrían quizá entre cinco y seis metros de alto terminados en un arco ojival típico de la arquitectura gótica (habría dicho Arturo), formados por incontables piezas de vidrio de colores, alineadas con la casi incomprensible precisión de los patrones fractales.
El ángel, sin embargo, nos observó por segunda vez, con una mirada que parecía desmenuzar nuestra alma hasta dejar el corazón desnudo; plegó sus esplendorosas alas y descendió hasta pisar el frío suelo con sus pies desnudos, con lo cual el mango de la lanza, hecho de cristal y decorado con los mismos símbolos que la Daga en un patrón espiral, chocó contra las frías baldosas produciendo un sonido tintineante.
Más alto que cualquiera de nosotros, aquel ser de amor y furia se sentó sobre las baldosas y con un gesto nos invitó a hacer lo mismo.
De algún modo, la presencia del ángel calmó por completo todos nuestros temores y preocupaciones y sin saber exactamente por qué, hicimos lo que nos pidió y mientras Hugo corría frenético a ayudar a Paty, quien apenas comenzaba a recuperarse del violento golpe, yo ayudé a César a acomodar a Sara a mi lado y de inmediato, el musculoso joven corrió a ayudar a Karla a acercar a Manuel, para después sentarnos juntos en un semicírculo frente al ángel.
—Mi nombre es Sariel y lamento haberos atacado, pero en los mil 500 largos años que llevo atrapado aquí, es la primera vez que veo tan inusual y esperanzadora combinación de jugadores.
Tan aliviados como exhaustos dejamos a un lado nuestras armas, en tanto el ángel nos recorría una vez más con la vista, aunque ahora sus ojos reflejaban una ternura infinita y aún más poderosa que la ferocidad con que nos había recibido en un principio; la cual, no obstante, cambió cuando posó su mirada, apenas por un segundo, en la Llama y luego en mis ojos, para luego llegar al fondo de mi alma, donde, sin que me diera cuenta, depositó algo... una semilla, una pequeña semilla de conocimiento.
—De los pocos cientos de partidas que han llegado hasta este punto, ustedes son los primeros que parecen tener una verdadera posibilidad de salir de este infernal sitio y no habría justicia en mí si me atreviera a impedir su paso.
Lo miramos con gratitud, pues la única manera de detenernos habría sido matándonos y todos sabíamos, de alguna manera, que aquel ser amable y temible podría haberlo hecho sin esfuerzo alguno.
—Pero tampoco puedo dejaros ir así nada más.
Por instinto y temiendo lo peor Manuel, Hugo, César y yo llevamos las manos a nuestras armas, sin embargo, el ángel se limitó a mirarnos y...
—Hace poco más de dos mil años, apenas unos años antes del nacimiento del Salvador, en la lejana Bretaña vivió un hombre de quien incluso nosotros poco sabemos, salvo que en épocas difíciles se las arregló para engendrar y criar a 10 hijos. De estos 10, el único del cual vale la pena hablar es del séptimo y eso sólo porque, a su vez, tuvo a bien tener ocho niños.
»De todos es sabido que, por su diseño mismo, el Universo le concede al séptimo hijo de un séptimo hijo habilidades y sensibilidades más allá de las comunes para el resto de los mortales; sin embargo, debido al lugar donde nació y a la pobreza de su linaje, este hombre en particular no pasó de ser una tilde perdida en alguna nota de pie de página del Gran Libro de la Historia y lo mejor que pudo hacer fue trabajar como mago itinerante y curalotodo en las plazas de las aún pequeñas ciudades cercanas a la recién fundada Londinium, para la diversión de los nobles y soldados de El Imperio.
»Al igual que con su padre, el máximo logro de este pobre hombre fue criar a una familia de exactamente siete hijos y mientras el séptimo hijo de un séptimo hijo recibe algunos dones por encima de los mortales comunes, el séptimo hijo de un Mago obtiene verdadero poder.
»La historia no guarda ningún recuento de los primeros años de este Hechicero, ni siquiera su nombre, sin embargo, con el tiempo comenzó a acompañar a su padre de villa en villa para divertir a la gente con sus trucos y venderles ungüentos y elíxires maravillosos de "panacea".
»Y fue por aquel entonces, por virtud de la Providencia, cuando un mago de cierta alcurnia, aunque poco más que un charlatán de poca monta, puso sus ojos en aquel desnutrido muchacho. Con muchas palabras y pocas monedas, el embaucador persuadió al padre del chico de dejarlo con él para "brindarle la educación que merecía"; aunque detrás de la sonrisa zalamera y de las palabras rimbombantes, lo único que el charlatán veía en el niño era su boleto de salida rumbo a las grandes capitales de El Imperio.
»Algunos años pasaron y entre malos tratos, golpes y castigos, el mago comenzó a pasarle al niño sus escasos y muy desordenados conocimientos; de hecho, tanta era la ineptitud del maestro y tanto el talento del aprendiz, que en unos pocos años y aún siendo un chiquillo, éste logró superar a su mentor, quien no pudo esperar más y decidió emprender un largo viaje rumbo a la ciudad de las Siete Colinas en busca de la fortuna de la que se creía merecedor.
»Sin embargo, una noche, durante una de las habituales borracheras de su tutor, el chico vio la oportunidad de liberarse de la cruel servidumbre a la que había sido obligado y decidió escapar.
»Sin rumbo vagó el jovencito durante varios días, semanas incluso, a través de la agreste campiña de la isla hasta que, una noche, de nueva cuenta la mano de la Providencia lo llevó hasta un denso bosque, en cuya espesura brillaba una fría luz azulada, que parecía llamarlo irresistible.
»Cuando por fin encontró el origen de aquella hermosa luminiscencia, el joven se encontró con un aquelarre, una reunión de brujas y brujos, quienes, en cuanto lo vieron, pudieron sentir la enorme fuerza que emanaba de aquella criatura y creyeron que sus dioses paganos lo habían llevado hasta ellos para incrementar el poder de su cohorte.
»De este modo, una nueva etapa se inició en la educación del muchacho, quien durante años absorbió, cual esponja, todos los conocimientos que pudo impartirle aquella gente, quienes, además, lo trataban como a un pequeño príncipe y nunca le negaban uno solo de sus caprichos.
»De esclavo a príncipe... eso fue lo que moldeó el carácter de aquel hombre y lo que dictó el futuro mismo de la humanidad.
»Nunca supimos por qué, sin embargo, un día, la cohorte entera fue asesinada y el joven hechicero casi desapareció de la historia... casi. Ya por aquel entonces habíamos sido instruidos para vigilarlo de cerca, pero poco pudimos saber de cierto. Los rumores y las historias aseguraban que él personalmente había asesinado a sus hermanos y hermanas y fue así como se le dio un nombre: "Warlock", El Traidor.
»Durante mucho tiempo, algunos indicios y pistas salían a la luz aquí y allá, cada vez que algún mago, brujo o hechicero aparecía muerto en extrañas circunstancias, la palabra "Warlock" era susurrada con temor entre los diferentes Pactos y Aquelarres de Bretaña. Se decía que su insaciable sed de conocimiento lo había llevado a las fronteras mismas de Avalon, donde imploró aprender de la sabiduría de Elfos y Fae, éstos, sin embargo, pudieron ver la simiente del mal dentro de su alma y le cerraron las puertas.
»Finalmente, los rumores cesaron. Lo último que supimos fue que aquella desesperada necesidad de aprender lo llevó por senderos sin luz hasta lugares prohibidos y creemos que, en algún momento, pudo encontrar a los Elfos Oscuros, criaturas impías quienes, a diferencia de sus hermanos, eligieron estudiar y venerar a las fuerzas sacrílegas y destructivas del Universo.
»Quizá fue entre aquellas criaturas abominables donde la sed de conocimiento del Séptimo Hijo del Mago se convirtió en hambre de poder, pero nunca en realidad lo sabremos.
»Durante largos años El Traidor fue capaz de ocultarse a nuestra vista; luego, todo un siglo pasó y creímos que ya no sería un problema, supusimos que al final, como todos los hombres, también había tenido que responder al llamado de la Muerte.
»No obstante, otra vez los rumores y algunas vagas evidencias indicaban que la Revuelta de Carausius y algunas otras calamidades que se abatieron sobre aquellos territorios fueron orquestadas por fuerzas oscuras y malignas, pero no pudimos averiguar la verdad, hasta que fue demasiado tarde.
»El mal que nosotros supusimos muerto sólo estaba oculto, esperando su oportunidad de atacar y esa oportunidad llegó cuando El Imperio se resquebrajó bajo su propio peso y abandonó aquellas tierras a su suerte.
»El abandono de las Legiones y la llegada de los Hombres del Norte devolvieron aquella tierra al estado barbárico de tiempos prehistóricos y durante largos años la ley del más fuerte fue la única norma que rigió aquellas regiones, a tal grado que ni siquiera Elfos y Fae, sus antiguos regentes, se atrevían a dejar las fronteras de su reino más que en casos de extrema necesidad.
»Sin embargo, con el tiempo, y con ayuda de la Gracia Divina, los fragmentos de El Imperio se convirtieron en simientes que dieron origen a una gran cantidad de nuevos reinos; aunque la mayoría de ellos duró mucho menos que la vida de sus fundadores, hubo uno que creció, dirigido con poder y sabiduría, hasta formar una corte que rivalizaba con la misma Avalon y que fue capaz de imponer la paz y la justicia en aquella tierra que parecía estar tan lejos de la misericordia de Dios.
»Por algunos años creímos que todo marchaba bien y dirigimos nuestra atención a otros lugares para atender asuntos que en aquel momento nos parecieron más importantes ¡Craso error! De repente, otro de aquellos fragmentos inició un crecimiento devastador, arrasó aldeas, conquistó muchos de aquellos incipientes señoríos y en un parpadeo se volvió tan grande que sus dominios abarcaban la extensión completa entre las fronteras de Caamaloth y Avalon.
»El señor de aquel dominio sembró el terror entre los habitantes de Bretaña, sus ejércitos de horrores surgidos de los Mundos Inferiores y de las Mansiones de los Muertos asolaron por meses las campiñas más alejadas y fue por ese entonces cuando las gentes a las que había conquistado le dieron un nuevo nombre y lo llamaron simplemente: El Mago.
»Su guerra de conquista siguió por muchos años sin que nadie le saliera al paso, sin embargo, llegó un momento en que, para seguir creciendo, se vio en la necesidad de violar sus fronteras y desafiar el poder del Gran Concejo.
»No obstante, su oscura astucia todavía era mayor que su desmedida avaricia y mientras con una mano blandía la espada contra Uther Pendragon, con la otra firmaba un pacto de paz con las Señoras de Avalon —como si su palabra tuviera algún valor— pues sabía que enfrentarlos al mismo tiempo habría significado su ruina.
»La guerra entre ambas potencias fue larga y cruenta, pues aunque los poderes del Mago eran grandes, también lo eran el valor y la fuerza del Gran Concejo. Sin embargo, la frialdad y la crueldad del enemigo, así como la ferocidad y la inmisericorde eficiencia de su ejército comenzaron a inclinar la balanza a su favor.
»No obstante, la propia naturaleza del Séptimo Hijo del Mago lo traicionó y al ver vacilar a Caamaloth, creyendo que no tardaría en vencerla, volcó gran parte de su poder sobre las fronteras de Avalon y esto lo perdió.
»En un par de años, los esfuerzos combinados de fae, elfos y humanos hicieron retroceder al Traidor, quien finalmente tuvo que refugiarse en el castillo que había construido siglos atrás sin que nosotros lo advirtiéramos y al abrigo de la impresionante fortaleza, cuyos muros habían sido endurecidos por capas incontables de piedras y hechizos, El Mago fue capaz de resistir el asedio que le impusieron Uther y las Señoras de Avalon.
»El sitio fue largo y penoso para los enemigos del Mago, pues mientras sus bajas se multiplicaban y sus soldados perdían la esperanza, oscuros poderes le permitían al Traidor recuperar los huesos de los caídos e infundirles una impía imitación de vida para usarlos en contra de los sitiadores.
»Pronto nos dimos cuenta que ni la sabiduría de los elfos, ni la magia de las fae, ni el valor de los humanos podían vencer por sí solos la ferocidad, rapidez y fuerza de los engendros mestizos de dragón y humano que formaban el ejército principal del Mago, quien pensó que sólo era cuestión de tiempo para que el agotamiento rindiera a sus enemigos.
»En una guerra que se extendió por años, las batallas duraban semanas y hasta las más simples escaramuzas podían abarcar varios días, tanto Uther como las Señoras de Avalon comprendieron que debían poner un alto definitivo al conflicto, antes de que el plan del Warlock diera resultado.
»En un movimiento valiente, pero guiado por la desesperación, la alianza envió todas sus fuerzas en un solo y brutal asalto contra el Castillo y aunque al principio lograron sorprender al Traidor, al final sólo consiguieron estrellarse contra un muro de garras, colmillos y escamas, mucho más sólido que la muralla de esta fortaleza maldita.
»La batalla final se extendió por cerca de un mes, día y noche el clamor de las armas chocando entre sí se confundía con los rugidos de las bestias del Mago y con los alaridos de los heridos y los moribundos, inundando el aire con la cacofonía de las Regiones Infernales.
»Sin embargo, cuando la última batalla estaba por cumplir un mes exacto, Myrdin decidió arriesgarse a emplear un conjuro que, si resultaba bien, les daría la victoria, pero si algo salía mal, podía destruir no sólo al Traidor, sino al mundo entero.
»Mediante aquel conjuro, que utilizó la mayor parte de la magia de las hadas y el poder de los elfos, el maestro de hechiceros logró abrir las puertas del Cielo y el Infierno y convocó ante sí una Legión de Ángeles y una Horda de Demonios, seres tan poderosos que habrían sido casi imposibles de controlar para cualquier mortal.
»Sin embargo, Myrdin usó el poder de Caliburnus para enfocar la fuerza de voluntad de Uther Pendragon, quien con esta ayuda pudo enviarnos por encima del campo de batalla para enfrentarnos cara a cara con los Grandes Dragones controlados por el Mago y para atacar directamente las murallas; mientras por tierra, el Gran Concejo luchaba con los engendros mestizos y lanzaba un ataque frontal contra la gran puerta del Castillo.
»El conjuro funcionó y juntos orillamos al Séptimo Hijo del Mago al abismo de la derrota, sin embargo, aquél decidió jugarse una última carta y utilizando hasta el último gramo de su poder, lanzó un poderoso hechizo que abrió una brecha a través del tiempo y el espacio para transportar su fortaleza lejos de la batalla y arrancarnos, así, la victoria de las manos.
»Así fue como yo fui capturado, estaba tan cerca de las murallas que no tuve tiempo de alejarme cuando el Castillo desaparecía en el aire para apartar a su infame morador de las manos de la justicia, que ávidas se extendían hacia su cuello.
»Pero semejante violación a las Leyes Divinas tiene también un alto costo y debido a que el Traidor utilizó casi la totalidad de su poder para lanzar su hechizo, fue incapaz de evitar el contra-hechizo de Myrdin.
»En cuanto el Maestro de Hechiceros se dio cuenta de lo que el Warlock había hecho, invocó la ayuda de la Rosada Aurora, la única entre quienes habían presenciado el hecho capaz de seguir al Castillo a donde quiera que fuera.
»Desde entonces, El Mago se ha visto obligado a lanzar el mismo hechizo día tras día durante los últimos mil 500 años y ni él ni su fortaleza han vuelto a ver el amanecer dos veces en el mismo lugar, pues sabe que si la infatigable Eos lo encuentra, dará aviso al que desde entonces fue llamado el "Ejército de Myrdin".
»Y seguro estoy que tal día finalmente llegará, en que mis hermanos recibirán el aviso de aquella de rosados dedos, y cuando ello suceda derribaremos este impío lugar piedra por piedra y llevaremos al Traidor ante el Juez último para que reciba justa sentencia por sus crímenes..
Un ligero temblor sacudió la estructura misma del castillo, al tiempo que una chispa de ira brotaba de los ojos del ángel al pronunciar estas últimas palabras y un estremecimiento de temor recorrió mi columna de sólo imaginarme tener que enfrentar a la persona capaz de mantener prisionero a semejante poder.
Justo cuando Sariel terminaba su relato, un ligero quejido escapó de la garganta de Sara, quien comenzaba a resbalar de mi hombro, sus últimas fuerzas casi agotadas por la intensa fiebre provocada por el veneno de la araña.
Con un movimiento suave, pero más rápido que la vista, el ángel se acercó a ella y alcanzó a sostenerla justo antes de que la joven tocara el piso y un gesto de inmensa compasión se reflejó en su rostro mientras examinaba a la dulce morena.
—Eres muy fuerte mi niña. —Y volviéndose a nosotros dijo —aunque el agua helada le ayudó un poco, ni siquiera tú, Dragón, habrías resistido tanto tiempo como ella la ponzoña de la diabólica mascota del Mago.
—¿Puedes ayudarla?
El tono de súplica en mi voz hizo sonreír al ángel, quien con una simple mirada me hizo comprender que mis ruegos no eran necesarios.
—Por supuesto que sí, sin embargo, es tuyo, Dragón, el primer paso.
Sin entender, me quedé ahí parado, simplemente viéndolos a ambos.
—Tú tienes algo que es de ella —con paciencia infinita el mensajero de luz me tendió a la chica —y ahora lo necesita.
Con toda la delicadeza que había aún en mi alma, tomé a Sara en mis brazos y, sin más explicaciones, deposité un muy suave beso en sus labios, que contenía no sólo el amor y la pasión que ella me había entregado antes, sino gran parte de lo que yo había escondido todos aquellos años.
Al mismo tiempo que la besaba, el aire se llenó con el más dulce sonido que jamás habíamos escuchado y aunque parecía provenir de todos lados, de alguna forma supimos que era la voz de aquel ser de amor y luz, recitando una oración que reconfortó nuestra alma y disipó el cansancio de cuerpo y mente.
Aunque un poco más tardado, el efecto en Sara parecía ser el mismo: poco a poco el hermoso rostro recuperó su color normal, su respiración se hizo más lenta y rítmica, el sudor helado que la cubría de pies a cabeza pareció desaparecer en unos instantes. Incluso la gran mancha roja, que prácticamente había invadido todo su pecho, retrocedió hasta desvanecerse y cuando, finalmente, Sara abrió los ojos, su mirada había recuperado el brillo de siempre y con sólo verme, le devolvió a mi mundo el color que había perdido.
Y no sólo fue Sara, también la volcánica ira que Arturo aún se esforzaba por reprimir pareció temperarse con la oración del ángel, cuya voz verdadera se desvaneció poco a poco y tras la última nota se volvió a vernos sólo para decir:
—Es hora de irse.
—¡Espera! ¿Entonces es por eso que debemos salir antes del amanecer?
Karla miró angustiada al ángel, quien se limitó a asentir ligeramente.
—¿Y no puedes sacarnos de aquí?
Sariel la miró con una mezcla de comprensión y compasión, al tiempo que simplemente negaba con la cabeza.
—Lo siento, no es ésa mi misión.
—¿Pero sabes si vamos a salir o puedes decirnos cómo?
—Donde la fuerza de uno no basta, el poder de todos arrasa.
Una enigmática sonrisa iluminó el hermoso rostro y sin una palabra más, el ser de luz franqueó el paso y nosotros alcanzamos la puerta, cuyo candado se abrió por sí mismo aún antes que César pudiera levantar su arma y cruzamos el umbral con la esperanza y el ánimo renovados.
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