La Lanza de Esparta vs El Escudo de Oda.
En toda la historia de la humanidad, ¿Dónde se encuentra la "nación más fuerte"?
Si hicieran esa pregunta, todo el mundo respondería:...¡ESPARTA!
Su gente dedica su vida a un entrenamiento sin fin.
¡¡Nacidos para pelear y dispuestos a morir en batalla!!
¿Cuál es el propósito?
¿Vitorias? ¿Gloria?
¡NO!
¡¡NO!!
¡¡¡NO!!!
En Termópilas, 480 a.C. cuenta la historia de una batalla legendaria contra un millón de tropas persas con tan sólo 300 soldados.
SE CUENTA...
¡¡Que ellos son inquebrantables!!
¡¡Eso es Esparta!!
Este hombre nunca se ha arrodillado, ni ha agachado la cabeza ante ningún dios...
La persona más poderosa que haya existido en Esparta...
¡¡El rey más fuerte!!
¡¡REY LEÓNIDAS I!!
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Leónidas, reclinado bajo un árbol en el corazón del Reino Celestial, había encontrado finalmente un momento de paz. El viento fresco soplaba entre las hojas, y su cuerpo cansado disfrutaba del descanso que se había ganado después de incontables batallas. Pero la paz fue efímera.
Un sonido irritante y distante lo sacó de su tranquilidad: música festiva, risas y cánticos, retumbando a lo lejos. Los nudillos del espartano crujieron mientras abría los ojos con una expresión de molestia absoluta.
Leonidas:—¿Qué clase de idiotez es esta? —gruñó, incorporándose lentamente. Su paciencia, tan corta como una flecha lanzada en combate, se estaba agotando rápidamente.
Sin dudarlo, Leónidas se levantó, tomó su lanza y comenzó a caminar con decisión hacia la fuente del alboroto. El guerrero espartano no toleraba la falta de disciplina. Y alguien tendría que aprenderlo por las malas.
Al llegar al origen de la música, encontró una escena muy diferente a lo que esperaba: una celebración alegre en medio de la plaza celestial, adornada con antorchas y mantos coloridos. En el centro de todo estaba Oda Nobukatsu, el hijo del legendario Oda Nobunaga. El joven guerrero danzaba y reía, rodeado de una pequeña multitud que lo acompañaba en su festejo. Bebidas corrían por todas partes, y los tambores y flautas llenaban el aire con ritmos vibrantes.
Leónidas, completamente fuera de su elemento, frunció el ceño con una mezcla de ira y desconcierto. El espartano avanzó directamente hacia Nobukatsu, decidido a poner fin al alboroto.
Leonidas:—¡Esto no es un campo de batalla! —rugió Leónidas, acercándose—. ¡Es hora de que este circo se detenga!
Pero antes de que pudiera dar un paso más cerca, algo bloqueó su avance.
Un escudo apareció repentinamente frente a él, deteniendo su avance con un impacto seco. El sonido del metal resonó en el aire, y Leónidas miró hacia arriba, con una expresión de furia contenida. Un hombre imponente se interponía entre él y Nobukatsu.
¡¡Este hombre llego a Japón desde un país extranjero como un esclavo de escolta. Su corazón es de un guerrero entre guerreros
Era un guerrero legendario de África que sirvió a Oda Nobunaga en la historia mortal. Su piel oscura brillaba bajo la luz de las antorchas, y su cuerpo musculoso, tallado por la batalla, emanaba una calma intimidante. Iba sin camisa, dejando a la vista su figura poderosa, y un kikoy de temática afro colgaba de su cintura, añadiendo un toque cultural a sus prendas.
¡¡Su cuerpo negro comparable a un tigre sacara a relucir las Tecnicas de escudo que trajo consigo. Ni mil lanzas. Ni diez mil flechas pueden atravesar a este hombre!!
Marcas cónicas adornaban su rostro, corriendo debajo de sus ojos, y su mirada era firme, sin rastro de miedo o duda. En su espalda llevaba varios bastones de combate, sujetos por correas.
¡¡El samurái que vino de allá de donde se pone el Sol Oda Nobunaga impresionado por su fisico lo convirtió en su escudo!!
Leónidas apretó los dientes, su furia aumentando ante el obstáculo inesperado.
Leonidas:—¿Quién eres tú para interponerte? —gruñó, apretando su lanza con fuerza.
El Hombre no se inmutó. Su mirada se mantenía firme, y su escudo no se movía un centímetro.
¡¡La muralla impenetrable!!
¡¡Yasuke!!
Yasuke:—Me llamo Yasuke. —respondió con voz profunda y serena—. Soy el escudo de Nobukatsu, y aquí no pasarás.
Leónidas dio un paso hacia adelante, su mirada llena de determinación. No estaba acostumbrado a ser detenido.
Leonidas:—¿Un escudo? —murmuró, con un tono que mezclaba desafío y burla—. He atravesado muchos escudos en mi vida.
Yasuke no retrocedió. Su expresión no cambió, y sus ojos se encontraron con los del espartano, ambos guerreros midiendo la voluntad del otro.
Yasuke:—Entonces tendrás que atravesarme a mí, Leónidas. —respondió con calma, pero con la amenaza implícita de alguien acostumbrado al combate.
El aire entre ambos guerreros se volvió tenso. La multitud que celebraba comenzó a retroceder lentamente, sintiendo el peligro latente entre dos titanes que no estaban acostumbrados a ceder. La lanza de Leónidas y los bastones de combate de Yasuke prometían un choque inminente.
Leonidas:—¿De verdad quieres hacer esto? —gruñó Leónidas, flexionando ligeramente las rodillas, listo para atacar.
Yasuke sonrió apenas, su cuerpo relajado pero preparado.
Yasuke:—No sería la primera vez que alguien lo intenta.
Ambos guerreros se prepararon, sabiendo que la calma no duraría mucho más. El Reino Celestial estaba a punto de presenciar un enfrentamiento inesperado: el rey espartano contra el guerrero africano que una vez sirvió a uno de los más grandes señores feudales de la historia. Dos voluntades inquebrantables, dos maestros del combate.
El silencio reinó por un breve momento. El primer movimiento podía desencadenar una tormenta.
Leonidas saca un cigarro de unos de sus cinturones encendiéndolo y fumando un poco. Leónidas exhaló lentamente el humo de su cigarrillo, sus ojos fijos en Yasuke, sin parpadear. La brasa al rojo vivo brillaba tenuemente en la penumbra de la arena, un contraste con la inminente tormenta de golpes que estaba a punto de desatarse.
Leonidas:—Bien, hombre de Nobunaga... —murmuró, dejando caer el cigarrillo al suelo y aplastándolo con su sandalia—. Espero que estés listo.
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En un parpadeo, Leónidas flexionó las rodillas y dio un salto bestial, como si hubiera sido impulsado por los dioses mismos. El suelo crujió bajo la presión, y su cuerpo se elevó hacia los cielos, pasando por encima de Yasuke como un águila cazadora.
La lanza espartana trazó un arco letal en el aire, descendiendo en un golpe descendente con una precisión mortal. El impacto prometía perforar el corazón del guerrero africano, pero Yasuke levantó su escudo y bloqueó el golpe a tiempo. El sonido metálico del impacto resonó como un gong, y la fuerza del ataque hizo temblar el suelo bajo ambos guerreros.
Leónidas aterrizó suavemente sobre sus pies, como un felino acechando. Sin dar un segundo de tregua, lanzó una lluvia de estocadas rápidas y precisas, cada una destinada a romper la defensa de su enemigo y abrir una brecha fatal. La punta de la lanza cortaba el aire, buscando el cuello, los hombros y las piernas de Yasuke en un torbellino de acero.
Yasuke, sin mostrar signos de pánico, respondió con frialdad y técnica impecable. Cada estocada de Leónidas fue bloqueada o desviada con precisión por el escudo y los bastones de combate. El sonido de los impactos llenó el aire, como el golpeteo rítmico de un tambor de guerra.
Entonces, Yasuke encontró su oportunidad.
Con un giro fluido, sacó su bastón de guerra Nguni de su espalda en un movimiento relámpago. El bastón, pesado y mortífero, silbó al cortar el aire en dirección al cráneo de Leónidas, en un golpe brutal diseñado para aplastar.
Leónidas reaccionó por instinto, moviendo la cabeza hacia un lado con la precisión de un guerrero que ha esquivado la muerte miles de veces. El bastón pasó peligrosamente cerca, rozando su mejilla y dejando una línea roja que comenzó a sangrar ligeramente. Pero el golpe no encontró su objetivo.
Leónidas sonrió, mostrando sus dientes, una mezcla de furia y respeto en sus ojos.
Leonidas:—Casi, bastardo.
Ambos guerreros se separaron por un breve instante, respirando pesadamente, midiendo nuevamente la distancia entre ellos. El viento sopló suavemente, moviendo las hojas de los árboles cercanos, mientras los tambores de la celebración a lo lejos se detenían. Cada espectador sabía que estaban presenciando un duelo entre titanes.
Yasuke giró su bastón en su mano, su mirada tranquila pero letal.
Yasuke:—Primera lección, Leónidas... —dijo con voz baja—. Nunca subestimes a un hombre que sabe luchar sin armadura.
Leónidas soltó una carcajada, levantando su lanza nuevamente, su sonrisa feroz e inquebrantable.
Leonidas:—Y tú, africano... —respondió—. Nunca subestimes a un hombre que ya está muerto.
Ambos guerreros se lanzaron al combate nuevamente, el suelo temblando bajo sus pies mientras cada golpe resonaba como una promesa de muerte.
Leónidas avanzó sin dudarlo, su lanza espartana trazando una línea mortal hacia el centro del escudo de Yasuke. El acero resonó cuando la punta de la lanza chocó contra el grueso escudo del guerrero africano. Ambos titanes empujaban con toda su fuerza, la arena debajo de sus pies rompiéndose bajo la presión de su duelo.
Con un grito de guerra, Leónidas aplicó toda la potencia de su cuerpo, sintiendo cómo la punta de su lanza finalmente atravesaba el escudo de Yasuke, perforando el acero como si rompiera una costra endurecida. Un sonido metálico desgarrador se escuchó cuando la lanza penetró a través del centro del escudo, logrando abrir una brecha en la defensa aparentemente impenetrable.
Pero Yasuke no se dejó vencer.
Con una sonrisa feroz, tiró hacia atrás su brazo, permitiendo que la lanza atravesara completamente el escudo, bloqueándola con su propio cuerpo. En lugar de retroceder, avanzó, acortando la distancia con Leónidas para evitar que el espartano pudiera maniobrar su lanza.
Yasuke:—Eso no será suficiente. —gruñó Yasuke, mientras lanzaba un directo con su bastón Nguni hacia el costado de Leónidas.
El impacto fue brutal. Leónidas sintió un dolor agudo en sus costillas, como si le hubieran golpeado con un martillo. Retrocedió un paso, luego otro, mientras Yasuke aprovechaba la apertura para desatar una serie de golpes rápidos y precisos con su bastón, cada impacto empujando al rey espartano más hacia atrás.
La lanza de Leónidas vibraba en sus manos, atrapada en el escudo roto de Yasuke. Intentó liberarla con un tirón desesperado, pero fue demasiado tarde. Un golpe ascendente del bastón de Yasuke chocó contra la madera de la lanza, y el sonido seco del mango partiéndose en dos resonó en toda la arena.
La lanza de Leónidas se rompió.
El rey espartano retrocedió, respirando pesadamente. Todo lo que quedaba en su mano era el fragmento roto de su lanza. Frente a él, Yasuke permanecía erguido, sosteniendo su escudo dañado pero todavía en pie, su bastón aún listo para atacar. Ambos guerreros jadeaban, sus cuerpos cubiertos de sudor y polvo, pero ninguno estaba dispuesto a ceder.
Leónidas bajó la mirada hacia su mano vacía. Su lanza, el arma que lo había acompañado en incontables batallas, ya no existía. Todo lo que le quedaba ahora era su escudo Aspis, el símbolo del honor espartano.
El espartano levantó su Aspis con una sonrisa torcida.
Leonidas:—Entonces así será, Yasuke. —gruñó, ajustando el escudo en su brazo. —Una batalla como debe ser. Escudo contra escudo. Hombre contra hombre.
Yasuke asintió lentamente, sus ojos ardiendo con la emoción del combate.
Yasuke:—Así lo prefiero.
Ambos guerreros se plantaron firmemente en el suelo, listos para el siguiente asalto. El Aspis de Leónidas brillaba bajo la luz de la arena, mientras que el bastón y el escudo dañado de Yasuke parecían extensiones de su cuerpo.
La multitud contenía el aliento, sabiendo que el próximo intercambio sería decisivo.
Yasuke observó con desconfianza mientras Leónidas golpeaba el aire frenéticamente con su escudo, como si se tratara de algún ritual extraño o una maniobra sin sentido. El guerrero africano frunció el ceño, intentando descifrar lo que estaba haciendo su oponente. Los golpes eran potentes, resonando como martillazos, y cada impacto parecía cargar el Aspis con energía latente.
Entonces, ocurrió lo impensado.
La parte central del escudo giró con un chasquido mecánico, revelando una serie de cuchillas encorvadas y afiladas como colmillos de lobo, convirtiendo el Aspis en un gigantesco shuriken mortal. La transformación del escudo cambió completamente la dinámica del combate. Leónidas sonrió con satisfacción, sus ojos brillando con la intensidad de alguien que acaba de desatar su as bajo la manga.
Leonidas:—Esto no es solo defensa, africano... —murmuró Leónidas—. Es destrucción.
Leónidas se lanzó hacia adelante, sujetando el escudo transformado con ambas manos. Un aura de poder dorado envolvió el Aspis, amplificando el filo de sus cuchillas y haciendo que el aire a su alrededor vibrara. Yasuke intentó bloquear con su bastón y su escudo roto, pero la embestida fue feroz.
¡¡Phalanx Enchos: La Lanza imparable!!
El impacto del Aspis envuelto en energía hizo que Yasuke retrocediera varios metros, sus pies arañando el suelo mientras luchaba por mantener su equilibrio. El aire cortante generado por el escudo dejó pequeños cortes en su piel, haciéndolo sangrar ligeramente por los brazos y el torso.
Pero Leónidas no había terminado.
Con un rugido de guerra, agitó la cadena conectada a su escudo, tirando de ella con fuerza y recuperando el Aspis hacia su mano como si fuera un yo-yo letal. El shuriken gigante giró en el aire, volviendo a su dueño con una precisión mortal.
Leonidas:—¡Ahora empieza el verdadero combate! —rugió Leónidas.
Usando la cadena con maestría, Leónidas comenzó a lanzar y recuperar el Aspis en un ataque implacable. Cada lanzamiento era más fuerte que el anterior, y el escudo giratorio atravesaba el aire como una tormenta de cuchillas. El Aspis rebotaba y regresaba a su mano en fracciones de segundo, permitiéndole atacar continuamente sin dejar espacio para respirar.
¡¡Phalanx Asanatos: La estocada de 300 espartanos!!
Yasuke se movía rápidamente, esquivando y desviando los impactos con su bastón y escudo roto, pero cada vez retrocedía más. El suelo bajo sus pies crujía mientras era empujado hacia atrás, incapaz de encontrar una apertura para contraatacar. El viento generado por el shuriken cortante levantaba polvo y piedras, creando una nube que dificultaba la visibilidad.
Leónidas avanzó como una tormenta imparable, girando su escudo y lanzándolo una y otra vez con precisión devastadora. Yasuke intentó esquivar, pero la velocidad de los ataques era demasiado abrumadora. Cada vez que el Aspis pasaba cerca, dejaba un rastro de cortes superficiales, debilitando poco a poco al guerrero africano.
El ritmo del combate se volvió frenético.
Leónidas tiraba de la cadena y lanzaba su escudo con tal velocidad que parecía que el Aspis jamás dejaba de girar. El sonido del metal cortando el aire se mezclaba con los gruñidos de esfuerzo de ambos guerreros, y la tierra temblaba bajo sus pies.
Leonidas:—¿Cansado ya, Yasuke? —preguntó Leónidas, con una sonrisa torcida, sin detener sus ataques.
Yasuke, jadeando, sabía que no podía retroceder más. Cada centímetro perdido era una victoria para el espartano, y no podía permitirse ser derrotado sin pelear hasta el final. La furia ardía en sus ojos, y su mente comenzaba a buscar un plan desesperado.
Yasuke:—¿De verdad pensaba?
El aura de Yasuke explotó en un destello, envolviendo su cuerpo como una tormenta viva. Sus músculos se tensaron, y sus ojos brillaron con la furia de alguien decidido a terminar esta batalla. Cada paso suyo dejaba un eco en la tierra, y su velocidad aumentó drásticamente.
Yasuke:—¿Qué algo como esto seria suficiente como para romper mi escudo Leo?
Leónidas, en medio de su bombardeo de ataques con su escudo shuriken, apenas pudo seguir los movimientos de Yasuke. El guerrero africano se deslizó entre los ataques giratorios como una sombra, esquivando cada corte con precisión milimétrica. El viento generado por el Aspis rozaba su piel, pero no lograba alcanzarlo.
En un instante, Yasuke llegó frente a Leónidas.
Con un rugido, lanzó un poderoso golpe directo al rostro del espartano. El impacto fue brutal, sacudiendo a Leónidas con la fuerza de un martillo divino. La sangre brotó de su boca, y su cuerpo retrocedió tambaleándose, dejando una huella en la tierra bajo sus pies.
Leónidas, aún aturdido por el golpe, se levantó lentamente, escupiendo sangre y sonriendo con furia.
Leonidas:—Buen golpe... —gruñó, secándose la sangre del labio con el dorso de la mano—. Pero esto aún no ha terminado.
Entonces, el Aspis comenzó a cambiar.
El escudo retrocedió sobre sí mismo, las cuchillas retraídas hacia el centro, como un animal mecánico regresando a su forma primaria. El metal se dividió en seis patas de araña, que se desenrollaron y se entrelazaron en una esfera perfecta que giraba lentamente en el aire, emanando un brillo frío y metálico.
Del centro de la esfera, un pequeño mango emergió, como una invitación silenciosa. Leónidas extendió su mano y lo tomó.
El escudo se había transformado en un martillo compacto, su cabeza pesada pero perfectamente equilibrada. El espartano lo levantó con facilidad, probando su peso con un par de movimientos rápidos.
Leonidas:—Ahora sí. Vamos a ver de qué estás hecho. Una sonrisa salvaje cruzó su rostro. —Te destrozare.
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Leónidas avanzó sin piedad, el peso del martillo metálico alzado sobre su cabeza. Sus músculos se tensaron, y su expresión era la de un depredador en plena caza. Con un rugido de guerra, desató el golpe hacia abajo, como si estuviera derribando los muros de una ciudad.
El martillo descendió con la furia de una bola de demolición, partiendo el aire con una fuerza capaz de aplastar huesos y romper cualquier defensa. El suelo se resquebrajó por la presión del golpe, enviando fragmentos de piedra y polvo al aire. La maza avanzaba imparable... o al menos, eso parecía.
¡¡Phalanx Némesis: Martillo de Hierro destructor de Dioses!!
Pero Yasuke no se detuvo.
Con un grito feroz, se lanzó de frente como un cañonazo, usando la velocidad y fuerza de todo su cuerpo para interceptar el golpe. Su escudo se alzó en el último instante, recibiendo el impacto monumental de la maza.
El choque fue devastador.
El escudo de Yasuke crujió bajo la presión, y la fuerza del martillo destruyó gran parte de la protección, dejando solo la parte central del escudo en su brazo. El guerrero africano se tambaleó ligeramente hacia atrás, sus dientes apretados por el esfuerzo, pero no cedió terreno.
Yasuke:—Me sorprende que no hayas retrocedido un solo paso pese a lo que acaba de pasar.
En ese mismo instante, Leónidas sintió un dolor punzante e inesperado.
Leonidas:—¡Guhh! —jadeó, sus ojos abriéndose en sorpresa y rabia.
Yasuke:—¡Pero ya no podrás usar mas ese pulmón!
El garrote de Yasuke había perforado su costado derecho, rompiendo entre sus costillas y atravesando su pulmón derecho. La sangre llenó su boca, y el espartano dejó escapar una tos violenta, escupiendo gotas carmesí sobre la tierra.
Ambos guerreros permanecieron inmóviles por un momento, jadeando pesadamente. Leónidas, con el martillo aún en su mano, sintió cómo su respiración se volvía más pesada y dificultosa. El dolor agudo se extendía por su pecho, pero sus ojos, llenos de furia, no mostraban ni rastro de miedo.
Yasuke, por su parte, observaba a su oponente con respeto pero sin bajar la guardia. Sabía que un hombre como Leónidas no se detendría por algo tan pequeño como una herida mortal.
Yasuke:—He peleado con reyes antes... —gruñó Yasuke, sin mostrar piedad en su mirada—. Tú no serás diferente.
Leónidas soltó una carcajada, a pesar del dolor que recorría su cuerpo con cada respiración.
Leonidas:—Reyes, demonios, dioses... Me da igual. —dijo con una sonrisa sangrienta—. Aún estoy aquí.
El suelo bajo sus pies se resquebrajó mientras ambos guerreros apretaban los dientes, sabiendo que el siguiente movimiento podría decidir el destino de la batalla. Leónidas, con su pulmón perforado, no mostraba signos de rendición, su mirada ardiendo como una antorcha. Yasuke, a pesar de sus heridas y su escudo destrozado, estaba listo para continuar.
Una intensa luz rodeo el escudo de Leonidas llegando a cada conexión del mismo. Leónidas miró hacia su escudo transformado, su superficie metálica cayéndose en pedazos y dejando al descubierto un escudo simple y desgastado, pero cargado con el peso de innumerables batallas. En su centro, se revelaba el símbolo del Lambda espartano, un emblema de honor y sacrificio.
¡¡ALETHEIA SPÁRTI!!
¡¡¡ESCUDO DE LA VERDAD!!!
El sinónimo de "Esparta" es...
Un aura de fuego carmesí oscuro envolvió al espartano, ardiendo como una llama furiosa que prometía consumir todo a su paso.
"Hoplita"
Leónidas respiró profundamente, sintiendo el dolor punzante en su pecho por la herida mortal en su pulmón, pero no mostró miedo ni duda. Con el escudo de frente, su mirada ardía con furia indomable.
Su esencia no es sólo la defensa...
Leonidas:—Solo un guerrero quedará en pie. —murmuró con una sonrisa llena de desafío.
SINO SUS AVANCES IMPARABLES.
Yasuke:—La presión es enorme Tu alma es digna de elogio tu no me ganaras ya que yo cargo mucho deseos y sueños bajo mi espalda es por eso que yo! Yasuke no retrocedió ni por un segundo. Sus ojos brillaban con una intensidad salvaje, llenos de la misma resolución que había mostrado en las guerras pasadas. —Que nosotros ganaremos!
Con su garrote entre las manos, lo levantó como si fuera un pilar de energía pura, sintiendo cómo la fuerza recorría su cuerpo una vez más. La energía crujía alrededor del arma, vibrando como el eco de un trueno contenido.
Yasuke:—destruiré tu alma usando la mía! En nombre del futuro!
¡¡Con la próxima colisión le pondrán fin a esta gran paradoja!!
Ambos sabían que este era el momento decisivo.
Yasuke:—protegeré hasta el final ¡¡La voluntad de Nobukatsu-Sama
Leónidas cargó hacia delante, su cuerpo envuelto en fuego carmesí, avanzando como un meteoro imparable. El suelo bajo sus pies se rompía con cada paso, enviando grietas hacia todas direcciones mientras dejaba una estela ardiente detrás de él. El escudo Lambda brillaba intensamente, prometiendo una destrucción total con el impacto final.
Leonidas:—¡Joder, me encanta! rió, sacándose el puro y aplastándolo con su puño. —Tengo unas malditas intenciones asesinas. Voy a matarte con todas mis fuerzas.
Avanzar como una lanza y penetrar las líneas enemigas con el objetivo de aplastarlos.
Yasuke no dudó. Con un rugido profundo, se lanzó hacia adelante como una bala de cañón, su garrote envuelto en energía destructiva. Su cuerpo era un torbellino de fuerza pura, dispuesto a acabar con su oponente de una vez por todas.
¡¡Phalanx Lambda: Carga de la victoria Espartana
vs
¡¡Kuroi Nami !!''Tsunami de ébano''
El choque fue apocalíptico.
El escudo de Leónidas y el garrote de Yasuke se encontraron en el aire, desatando una onda de choque tan poderosa que el suelo explotó en fragmentos, y las nubes del Reino Celestial se partieron como si el cielo mismo hubiera sido rasgado por el impacto.
El garrote de Yasuke crujió y se rompió en pedazos, incapaz de soportar la furia del ataque de Leónidas. Fragmentos del arma volaron en todas direcciones, esparciéndose como esquirlas por la arena.
Antes de que Yasuke pudiera reaccionar, Leónidas giró sobre sí mismo con una precisión mortal, golpeando de frente con el escudo Lambda. El impacto fue brutal y definitivo.
El torso de Yasuke explotó parcialmente, la energía del impacto carbonizando su piel y haciendo que fragmentos de su cuerpo salieran volando en todas direcciones. El guerrero africano fue lanzado hacia atrás, su cuerpo girando sin control por el aire, como una hoja arrastrada por el viento de un huracán.
Yasuke se estrelló a varios metros de distancia, su cuerpo envuelto en humo y cenizas. El suelo bajo él se rompió por el impacto, y su figura quedó inmóvil, con el torso destrozado y carbonizado. El combate había terminado.
Leónidas permaneció en pie, jadeando pesadamente. El dolor en su pecho era insoportable, pero una sonrisa triunfante se dibujó en su rostro. Había ganado. El escudo Lambda ardía en su mano, su aura de fuego comenzando a disiparse lentamente, como el final de una tormenta furiosa.
Leonidas:—Un combate digno... —murmuró para sí mismo, apoyando el escudo en el suelo mientras respiraba con dificultad.
El viento soplaba suavemente, llevándose el polvo y los fragmentos rotos del combate. La arena celestial estaba en silencio, testigo de un enfrentamiento que sería recordado por la eternidad. Leónidas, aún herido gravemente, no mostró signos de rendición. Había peleado hasta el final, como un verdadero rey espartano.
Fin que les parecio?
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