El Sol Imparable vs El Padre del cosmos.


En los silenciosos pasillos de un majestuoso palacio celestial, las paredes brillan con un resplandor dorado y el aire parece cargado de una energía divina. A través de estos corredores camina un anciano frágil y de baja estatura, sus movimientos suaves y pausados, pero con una energía que su apariencia no logra ocultar.

Su piel está arrugada, los ojos hundidos y astutos observan cada detalle con fascinación. Su aspecto es peculiar, con un pequeño mechón de cabello gris que se eleva puntiagudo en la parte superior de su cabeza. Cejas espesas enmarcan sus ojos y una perilla gris le da un aire de sabiduría, aunque su expresión revela un espíritu inquieto y vivaz.

Viste una sencilla túnica griega, con una faja blanca atada a la cintura y un trozo de tela que cubre su mitad inferior; un atuendo simple, pero imponente en su simbolismo. No es otro que Zeus, el Dios padre del cosmos.

A su lado, caminando con gracia y porte, va su hijo Hermes. En contraste con la sencillez de su padre, Hermes viste un elegante esmoquin negro, diseñado con precisión para resaltar su figura esbelta. Su cabello negro está peinado hacia atrás, y sus ojos rojos observan con astucia y calma los eventos que suceden ante ellos. Él es la encarnación de la elegancia y la velocidad, su presencia impecable a la par de su personalidad perspicaz.

Ambos observan a la distancia, sus miradas dirigidas a los enfrentamientos que tienen lugar. Zeus sonríe emocionado, los ojos chispeando con entusiasmo. Cada golpe y cada movimiento en el campo de batalla le generan una alegría infantil, una pasión que muy pocos conocen. La mano del anciano se mueve en gestos sutiles, como si él mismo estuviera participando en la pelea, sintiendo en carne propia cada choque de poder.

Zeus: —"¡Oh, qué espectáculo! ¡Qué fuerza y destreza!" exclama Zeus, su voz temblorosa, pero llena de vigor. La emoción en su tono es inconfundible, y una chispa de deseo se asoma en su expresión.

Hermes, siempre calmado y sereno, observa a su padre de reojo, esbozando una leve sonrisa.

Hermes: —"Padre, tu espíritu guerrero sigue intacto," comenta con una ligera inclinación de cabeza, una mezcla de respeto y complicidad. Sabe bien que Zeus no es solo el dios de los cielos y los rayos, sino también un guerrero innato que vive por el fragor de la batalla.

Zeus: —"No tienes idea, hijo mío. Ver estas peleas me llena de nostalgia, de una pasión que no puedo ignorar," responde Zeus, casi susurrando, como si sus palabras fueran un secreto revelado únicamente a Hermes. El anciano se lleva una mano al pecho, donde su corazón aún late con el ímpetu de los dioses jóvenes, deseando participar, de sentir el rugir de la batalla una vez más.

Hermes asiente, comprendiendo sin necesidad de más palabras. Sabe que la esencia de su padre es indomable, y en lo profundo de su ser, Zeus anhela estar en el campo de batalla, enfrentando desafíos que lo pongan a prueba. Aunque su cuerpo es frágil, su espíritu no ha envejecido ni un día.

Juntos, Zeus y Hermes continúan su camino por el palacio celestial, cada paso resonando suavemente en los pasillos dorados. Para Zeus, la emoción no termina; cada combate es un recordatorio de que la guerra y la lucha son tan eternas como él mismo.

En ese momento, ambos sintieron un enorme golpe de calor que provenía del final del pasillo. El aire se volvió denso, casi sofocante, y una presencia imponente parecía envolver todo el entorno. Zeus y Hermes detuvieron su andar, entrecerrando los ojos para ver mejor quién estaba allí. Y ahí estaba él, irradiando una energía abrasadora y descomunal.

El responsable de aquella intensa ola de calor era un hombre de piel morena y cabello corto y negro, con pequeños ojos amarillos que parecían arder con un fuego eterno. Su expresión era severa, sus rasgos firmes y alineados en una seriedad intimidante. Bastante alto y de musculatura increíblemente desarrollada, su estructura corporal era tan imponente que hacía que incluso los dioses se sintieran diminutos en comparación. Clavículas anchas y una figura amplia añadían aún más a su presencia impactante y majestuosa.

El hombre llevaba un collar egipcio dorado que destacaba en su pecho desnudo, mientras que brazaletes dorados adornaban ambas muñecas y brazos. Sus piernas, robustas y poderosas, estaban cubiertas con grebas doradas que se extendían desde las rodillas hasta los tobillos, y un shendit negro con un centro dorado colgaba de su cintura. Sus manos y pies, con uñas negras, estaban descalzos, y cada paso que daba parecía resonar como un trueno. No era otro que Ra, el dios del sol.

Con su mirada fija en Zeus, sus ojos ardientes revelaban un profundo descontento. Claramente, no estaba feliz de verlo ahí, mucho menos de saber que Zeus era el líder de los dioses. La tensión en el ambiente era palpable, y Hermes intercambió una rápida mirada con su padre, consciente de que la situación podía escalar en cualquier momento.

Ra se adelantó un paso, haciendo que el calor en el ambiente se intensificara aún más. Finalmente, habló con una voz profunda y poderosa, cargada de desaprobación.

Ra:—Zeus —la voz de Ra retumbó como el sol en pleno mediodía—. Tus malas decisiones han llevado a este lugar a un estado deplorable. ¿Hasta cuándo seguirás arrastrando el nombre de los dioses por el polvo?

Zeus, con una sonrisa ladeada, respondió sin amedrentarse por la imponente presencia de Ra.

Zeus:—Oh hablando del rey de roma, Ra, siempre tan... brillante —contestó, dejando escapar una leve risa—. No todos compartimos la misma visión de liderazgo, amigo mío.

Hermes observaba, tenso pero sereno, listo para intervenir si la situación lo requería. Mientras tanto, Ra se mantenía inmóvil, sus ojos ardientes fijos en Zeus, claramente insatisfecho con su respuesta.

Ra:—Me parece que ya te has burlado lo suficiente de mi Zeus dijo serio.

Ra:—Tal vez es hora de que alguien más lleve el peso de este liderazgo —sentenció Ra, cruzando los brazos sobre su imponente pecho—. Alguien que de verdad valore la fuerza y el honor de los dioses.

Zeus, sin perder su sonrisa, clavó sus ojos en Ra, consciente de que este enfrentamiento de palabras podría fácilmente transformarse en uno de poder.

De repente, la musculatura de Zeus se expandió de manera absurda, alcanzando proporciones titánicas. Su cuerpo creció hasta convertirse en un gigante de casi tres metros de puro músculo, irradiando un poder imponente que parecía hacer vibrar el palacio celestial. La inmensidad de Zeus dejaba en ridículo el tamaño de Ra, como si quisiera recordarle que él era el líder de los dioses.

Una aura divina emanaba de su ser, destellando en tonos dorados y plateados, llenando el espacio con una energía que se sentía tan antigua como el mismo universo.

Sin embargo, Ra no se dejó intimidar. Con una mirada fiera y decidida, dejó que su propio aura se desatara. El calor comenzó a intensificarse, y una ardiente energía dorada envolvió su cuerpo, brillando como el sol al mediodía y rivalizando con la grandeza de Zeus.

Ambos titanes, envueltos en sus respectivas auras, comenzaron a acercarse el uno al otro, sus miradas fijas en una mezcla de desafío y respeto. Sus pasos retumbaban, y el suelo del palacio parecía crujir bajo la presión de sus presencias descomunales.

Hermes, observando desde un lado, no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida ante la escena. A pesar de la tensión palpable y la inminente posibilidad de un choque colosal, había algo en esa rivalidad de poder que le resultaba... entretenido.

Zeus habló, su voz amplificada por la fuerza de su poder:

Zeus:—¿Así que no retrocederás, viejo amigo? —su tono era serio, pero en sus ojos brillaba una chispa de emoción.

Ra soltó una leve sonrisa, tan desafiante como su postura.

Ra:—Los soles no retroceden, Zeus. Brillamos o morimos.

Zeus:—Ya veo parece que no lo entiendes despues de todo jugar y divertirnos siempre que queramos es el privilegio de los dioses nuestra esencia. Necesitas tener la mente mas abierta ¿Cómo esperas divertirte como un dios que eres si no lo haces?

Ra:—En ese caso porque no cierro esa ¿Mente abierta tuya? Aqui y ahora.

Ares quien habia llegado hace poco estaba realmente asustado de lo que podria llegar a pasar sudando a mares debido al aura de Ra trataba de evitar esto pero es demasiado tarde.

Los dos dioses se quedaron a centímetros de distancia, sus energías chocando en una fuerza invisible que hizo que el aire entre ellos vibrara intensamente. Ambos estaban listos para desatar todo su poder, y el palacio celestial se encontraba a punto de convertirse en un campo de batalla de proporciones épicas.

Sin mediar palabra, ambos titanes chocaron sus puños, y el impacto fue tan colosal que hizo temblar los cimientos del palacio celestial.

En un abrir y cerrar de ojos, sus figuras se desvanecieron del pasillo, dejando tras de sí solo una ráfaga de viento y un leve destello de sus auras enfrentadas. Ambos aparecieron instantáneamente en los jardines del Valhalla, rodeados de estatuas y fuentes majestuosas que parecían empequeñecer ante su presencia.

A una distancia de apenas unos metros, Zeus y Ra se miraban intensamente, con una determinación feroz reflejada en sus rostros. Cada uno comenzó a prepararse a su manera para el enfrentamiento que estaba a punto de comenzar.

Zeus dejó que su musculatura monumental se tensara aún más, y su aura divina creció como una tormenta dorada a su alrededor. Chispas de energía pura se desprendían de su cuerpo, iluminando el jardín en destellos deslumbrantes. Apretó sus puños, y un trueno retumbó en el cielo, como un preludio de la furia que estaba a punto de desatar.

Por otro lado, Ra adoptó una postura sólida, plantando firmemente sus pies descalzos en el suelo. Su aura ardiente comenzaba a consumir el aire a su alrededor, envolviéndolo en un brillo solar abrasador. El calor de su presencia era tan intenso que las plantas cercanas comenzaban a secarse y quemarse, y el suelo bajo sus pies parecía derretirse. Ra alzó un brazo y un resplandor solar concentrado surgió de su mano, listo para ser lanzado en cualquier momento.

El jardín del Valhalla se convertía rápidamente en un campo de energía desbordante, cada rincón impregnado de la rivalidad divina de estos dos colosos. Ambos sabían que la batalla no sería sencilla, y en el aire se sentía la anticipación de un enfrentamiento que sacudiría los cimientos mismos del mundo.

https://youtu.be/JMhhc7TaNwo

Zeus, impulsado por la emoción del combate, se coloca frente a Ra y, sin dudarlo, lanza un jab a una velocidad de 0,01 segundos, un movimiento tan rápido que el aire mismo parece romperse a su paso. Sin embargo, Ra apenas necesita mover su cabeza hacia un lado para esquivarlo con la calma de un depredador midiendo a su presa.

Sintiéndose desafiado, Zeus intensifica su ataque, lanzando una lluvia de golpes que alcanza velocidades absurdas, cada uno de ellos más rápido que el anterior, hasta reducir el tiempo entre golpes a 0,0001 segundos. Sus brazos se mueven como un borrón de energía pura, cada golpe creando ráfagas de viento y resonando como un trueno.

Pero Zeus no se detiene ahí. Decidido a demostrar su supremacía, ejecuta una de sus técnicas más devastadoras:

¡¡Jab Meteoro: Lluvia de meteoros del crepúsculo!!

Una andanada continua de golpes que aumenta exponencialmente en velocidad. Cada golpe sucesivo se hace diez veces más rápido que el anterior, llegando a la velocidad absurda de 0,00000001 segundos, donde sus puños dejan de ser solo armas físicas para convertirse en auténticos meteoritos en llamas, cubiertos por una explosiva aura dorada y dispuestos a aplastar a su oponente como si fueran los fragmentos de una estrella colapsada.

Ra:—Careces de inteligencia, clase, y también divinidad.

Sin embargo, Ra sigue esquivando cada golpe, moviéndose con una serenidad casi insultante, sus brazos cruzados y su expresión imperturbable. Zeus desata toda su furia, pero Ra ni siquiera se inmuta:

Sus movimientos son precisos y calculados, girando ligeramente su cuerpo o inclinándose solo lo necesario para evitar cada uno de los meteoritos llameantes que Zeus lanza. El jardín alrededor de ellos queda devastado por el impacto de los golpes fallidos, las estatuas se hacen añicos y el suelo se abre en grietas profundas, pero Ra sigue intacto, como si sus movimientos fueran una coreografía perfectamente ensayada.

Finalmente, cuando parece que Zeus podría continuar esta andanada sin parar, Ra decide que ya es suficiente. Con un movimiento súbito, salta en el aire como un rayo, y en una fracción de segundo se coloca sobre Zeus.

Alza una pierna, cubriéndola en un aura de luz abrasadora, y en un golpe de precisión mortal, lanza una patada directa al rostro de Zeus.

El impacto es brutal. La fuerza de la patada envía a Zeus volando hacia atrás, su cuerpo masivo atravesando el aire como un cometa desbocado. El estruendo del impacto resuena en el Valhalla, y el suelo bajo sus pies se quiebra al recibir el golpe de la deidad caída.

Zeus se estrella contra el suelo, levantando una nube de polvo y fragmentos de piedra que cubren todo el campo de batalla. Ra desciende lentamente, su mirada aún imperturbable mientras observa el lugar donde Zeus ha caído, su aura incandescente proyectando sombras largas en el paisaje destruido.

Desde el suelo, la figura de Zeus comienza a moverse, emergiendo de entre los escombros con una mezcla de furia y fascinación en los ojos.

Zeus se levanta con determinación, limpiándose el polvo y sacudiendo su cabeza para despejarse tras el impactante golpe de Ra.

Zeus:—Tú... ¡No lo haces nada mal! dijo con una cara de éxtasis puro. —Realmente vales la pena. Pero me pregunto...

Sin perder un segundo, decide aumentar su velocidad, su cuerpo brillando con un aura eléctrica mientras cada paso que da hace crujir el suelo.

Con un movimiento calculado, Zeus empieza a rodear a Ra, sus pies moviéndose con una precisión casi hipnótica, creando un juego de pies tan veloz que imágenes residuales comienzan a formarse alrededor de su oponente. Las ilusiones de Zeus se multiplican, girando en círculos para confundir a Ra desde todos los ángulos.

Zeus:—¡¿Qué te parece esto?! De repente, Zeus aparece directamente detrás de Ra, con su pierna derecha alzada y lista para lanzar una patada. —Porque aún hay más.

La velocidad es tan brutal que su pierna parece transformarse en un hacha de energía pura, lista para caer como un martillo de guerra sobre su oponente.

¡¡Kami no Ono: Hacha Divina!!!

Pero Ra no se deja engañar. Justo cuando Zeus desata la patada final, el tono de la piel de Ra cambia a un rojo vivo, como el hierro al rojo en el punto más alto de su temperatura.

Una ola de aura abrasadora comienza a emanar de su cuerpo, tan intensa que el aire se distorsiona y el suelo se quema al instante bajo sus pies como si el mismo Ra se hubiera vuelto un gigante de llamas.

La energía de Ra es tan caliente que el ambiente se vuelve irrespirable, cada exhalación ardiente como si proviniera de las entrañas mismas del Sol o del Infierno.

¡¡Barrera estelar Ardiente!!!

Zeus, sin tiempo para reaccionar, siente el calor desgarrador envolviendo su cuerpo. La intensidad de las ondas de aura de Ra atraviesan su piel, quemando la superficie de su cuerpo y provocándole un dolor inmenso. Su piel comienza a resquebrajarse, y el brillo dorado que antes lo rodeaba ahora parece desvanecerse bajo la presión de la incandescencia de Ra.

Con un gruñido de dolor, Zeus retrocede, quemado y lastimado, su piel cubierta de ampollas y marcas de quemaduras. La intensidad del aura de Ra había desatado un castigo infernal sobre él. La diferencia de poder y resistencia era evidente; cada vez que se acercaba a Ra, su propia energía parecía desvanecerse en comparación con el calor ardiente de su oponente.

Ra:—Qué mediocre. Como era de esperar, una pérdida de tiempo...

Ra observó a Zeus con frialdad, manteniendo su aura en un estado abrasador, preparado para continuar el combate sin piedad.

Ra:—¿Es esto todo, Zeus? —murmuró Ra, su voz como el retumbar de un volcán en erupción—. Pensé que el líder de los dioses sería más resistente al fuego.

Zeus, respirando con dificultad, apretó los dientes, pero en sus ojos aún brillaba la determinación.

A pesar de las quemaduras y el dolor que desgarraba su cuerpo, Zeus se echó a reír, su risa resonando como un trueno en el aire caliente y denso que Ra había creado a su alrededor. Con los ojos chispeando de emoción y una sonrisa salvaje, declaró:

Zeus:—¡Esto es genial! Hacía unos cuantos milenios que no me lo pasaba tan bien.

Zeus comenzó a cambiar. Su musculatura aumentó una vez más, y su piel adoptó un tono rosado, señal del flujo sanguíneo increíblemente rápido que recorría su cuerpo, bombeando poder en cada célula. Su pecho se expandió, sus venas palpitaban bajo su piel, y la intensidad en sus ojos mostraba que estaba dispuesto a liberar todo lo que tenía.

Zeus:—Entonces, Pajarito ¿puedes seguirle el ritmo a esto? Descubrámoslo.

Un aura dorada empezó a rodear su puño, irradiando una luz cada vez más intensa, iluminando el espacio con una fuerza abrumadora. La energía pura de Zeus no solo emanaba de su cuerpo, sino que parecía extenderse y afectar el mismo flujo del tiempo.

La presión que Zeus ejercía era tan intensa que todo a su alrededor comenzó a quedar en silencio y oscuridad, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse en respuesta a su poder. En ese instante, el mundo entero quedó en penumbra, una oscuridad densa que cubría el Valhalla. Zeus había detenido el tiempo, un acto reservado solo para aquellos que podían desafiar la existencia misma.

En esa fracción de segundo suspendido, Zeus se movió a una velocidad tan increíble que desafiaba toda lógica: superó el 0,000000000000000000001 de segundo, moviéndose con tal rapidez que su figura era un borrón dorado entre la quietud absoluta.

¡¡¡Toki o Koeru Ken: El puño que superó el tiempo!!

El impacto llegó con una fuerza apocalíptica.

El puño de Zeus golpeó directamente en el pecho de Ra, liberando toda la energía acumulada en un solo punto. La explosión fue tal que el sonido mismo quedó devorado por el impacto, y una onda expansiva surgió en todas direcciones, arrasando con el terreno y dejando un cráter gigante bajo sus pies.

Ra salió despedido hacia atrás como si fuera un meteoro lanzado por una fuerza imparable, su cuerpo volando a través de los jardines a una velocidad incalculable.

Mientras Ra atravesaba el aire, escupía sangre a montones, su expresión aún marcada por el asombro y el dolor que le había infligido el ataque de Zeus. Su cuerpo surcó el cielo como un proyectil, atravesando columnas y árboles que explotaban a su paso, hasta finalmente estrellarse en la distancia, donde una montaña de escombros se levantó al recibir su caída.

Zeus permaneció en pie, su pecho subiendo y bajando, observando con satisfacción el rastro que su oponente había dejado.

Ra se pone de pie lentamente, sus ojos fijos en Zeus, la furia reflejada en su mirada mientras escupe sangre, pero la expresión en su rostro no muestra ni rastro de rendición. 

Ra:—Ya me has hecho enfadar y ahora vas a presenciar. Mi forma definitiva

Al contrario, una oscura determinación emana de su ser. Lo que hace después deja a Zeus perplejo: uno de los ojos de Ra mira hacia el cielo, mientras el otro permanece clavado en él, como si estuviera llamando a algo mucho más allá de la vista de los dioses.

Ra:—Un arma divina por fin lo he entendido de esta lucha sera a base de fuerza bruta.

Las nubes en el cielo se abren, como si respondieran al llamado silencioso de Ra. Un destello dorado atraviesa el aire, y del resplandor emerge el arma divina de Ra, un objeto sagrado que toma la forma de un pájaro mecánico dorado.

Sus plumas metálicas brillan intensamente mientras desciende hacia el campo de batalla, cada movimiento emitiendo un sonido profundo y resonante. El pájaro mecánico se posa justo frente a Ra, quien lo recibe con los brazos abiertos, su expresión ahora calmada y cargada de una confianza renovada.

Sin decir una palabra, el pájaro comienza a transformarse. Sus alas se pliegan y se ensamblan sobre los brazos de Ra, mientras el torso y las patas del pájaro se ajustan y expanden hasta cubrir el cuerpo de Ra, como si fueran piezas que hubieran esperado toda la eternidad para encajar perfectamente en su figura.

En cuestión de segundos, el pájaro se convierte en una enorme armadura mecánica dorada, con detalles finamente trabajados que emanan una luz cálida y abrasadora, como si fuera el mismo sol cubriendo el cuerpo del dios.

https://youtu.be/fkGJdXzm8AI

La armadura cubre todo el cuerpo de Ra, excepto su cabeza, permitiendo que su expresión de furia y desafío sea visible. Cada parte de la armadura parece vibrar con una energía pura y abrasadora, amplificando su fuerza y defensa a niveles incomparables.

La armadura, un artefacto divino, no solo le otorga una defensa impenetrable, sino que también le brinda una maniobrabilidad absoluta y la capacidad de volar con una velocidad que desafía la lógica misma.

Armadura divina de Ra:

¡¡Horus Horakhty!!

Ra alza los brazos y luego cierra los puños, probando la fuerza de su nueva forma, y un aura de calor insoportable emana de su cuerpo, haciendo que el aire alrededor se distorsione bajo la presión. Con un brillo dorado en sus ojos, fija su mirada en Zeus, su voz cargada de una confianza absoluta:

Ra:—¿Creíste que podrías vencerme solo con fuerza bruta? Esta armadura es el legado del sol mismo. ¡Ahora sentirás el verdadero poder del dios del Sol!

Zeus observa a Ra, confundido pero emocionado, sintiendo que el combate estaba a punto de alcanzar un nuevo nivel.

Zeus se lanza hacia Ra a una velocidad deslumbrante, sus movimientos tan rápidos que el aire cruje a su paso. Pero Ra lo esquiva con facilidad, moviéndose con una precisión letal gracias a su armadura divina.

Ra:—Déjame enseñarte lo que es un verdadero ataque divino...

En un instante, Ra aparece a su lado y, sin perder tiempo, lanza un gancho ascendente directo al torso de Zeus. El impacto es devastador: Zeus es lanzado hacia los cielos con una fuerza monumental, su cuerpo volando como un cometa desenfrenado.

Ra sonríe fríamente mientras su armadura libera aún más energía. De sus hombros surgen unas enormes alas de energía dorada, y en un destello cegador, Ra se eleva rápidamente, alcanzando a Zeus en pleno vuelo.

¡¡Flare Shift: Alas de Luz!!

Ra:—Con elegancia...

Sin piedad, le propina una brutal patada en la espalda, enviándolo a una velocidad devastadora hacia el suelo. La fuerza del golpe hace que el cuerpo de Zeus se curve en el aire, pero antes de que pueda reaccionar, Ra aparece detrás de él, listo para continuar su ataque despiadado.

Ra:—Con poder...

Con un movimiento fulminante, Ra lo golpea una vez más, esta vez lanzándolo de nuevo hacia el cielo. La fuerza del golpe resuena como un trueno, y los escombros del suelo donde Zeus iba a caer salen disparados en todas direcciones.

Ra aprovecha su velocidad y maniobrabilidad superior, moviéndose en ráfagas de luz dorada, apareciendo en frente, detrás, y a los lados de Zeus con precisión perfecta.

Ra:—De alta pureza y además eficaz.

Ra sigue este proceso de ataques de manera implacable: cada vez que Zeus cae, lo vuelve a enviar al aire con una secuencia devastadora de golpes y patadas, sin darle tiempo de reaccionar o defenderse. El sonido de los impactos y el estallido de las ondas de choque llenan el aire, cada golpe de Ra en el cuerpo de Zeus dejando una marca más profunda. Zeus queda atrapado en un ciclo incesante de ataques, como si estuviera atrapado en una tormenta de la que no puede escapar.

¡¡Flare Shift: Mid Night Sun!!

¡¡El Sol que Nunca se pone!!

Finalmente, cuando Ra decide que ha llegado el momento de rematar, se posiciona directamente sobre Zeus en el aire. Con su mano derecha levantada, Ra desciende con un brutal golpe de martillo, acumulando toda su energía y liberándola en un solo movimiento descendente. El impacto envía a Zeus como un meteoro hacia el suelo, abriendo un enorme cráter al recibir la embestida final.

Mientras el polvo y los escombros se asientan, Ra desciende lentamente con sus alas extendidas, su figura imponente observando el lugar donde Zeus yace, esperando ver si el dios del trueno y líder de los dioses aún tiene fuerzas para levantarse después de tal castigo.

Zeus yace en el suelo, inmóvil, su cuerpo cubierto de sangre y polvo, cada respiración un esfuerzo monumental. Ra lo observa por un momento, convencido de que la victoria es suya, y se dispone a retirarse, seguro de haber derrotado al líder de los dioses.

Sin embargo, cuando Ra está a punto de darse la vuelta, Zeus comienza a moverse lentamente. Con un gemido de esfuerzo, se pone de pie, tambaleante, y escupe un hilo de sangre por la comisura de sus labios. Ra lo observa con incredulidad, pero lo que sucede después lo deja aún más sorprendido.

Zeus:—Aún no hemos acabado...

Ra:—¿Lo has entendido ahora, Zeus? No puedes ganarme cuando uso mi arma divina nadie me gana!

Zeus:—No hace falta que me lo digas dos veces...Ahora veo que las palabras que dicen de ti y las rendiciones y monumentos que hacen los humanos de ti no fueron sólo para aparentar.

Ra:—Entonces, ¿te vas a rendir?

Con una expresión de determinación absoluta, Zeus lleva ambas manos a sus hombros. 

Zeus:—Fui un estúpido al creer que podria ganarte a si. Habría preferido no tener que usar esto... ya que ejerce una gran presión en mis huesos... pero esta es la única forma.

Y Con ello Zeus comenzo a comprimir sus propios músculos alrededor de su torso y extremidades. Un grito de agonía escapa de su garganta mientras la carne de su cuerpo se retuerce grotescamente, y el sonido de músculos y huesos acomodándose emite un ruido espeluznante.

Cada fibra de su ser parece cambiar y compactarse en una forma nueva y siniestra, liberando un sudor profuso que cae como gotas de lluvia al suelo. Zeus grita con un dolor visceral, un sonido que resuena en todo el Valhalla.

Su carne y músculos se compactan más y más, en un proceso que parece al borde de desgarrar su propio cuerpo en eso.

Una enorme cortina de humo se alza a su alrededor, ocultando su figura por completo mientras continúa la transformación, su silueta distorsionándose en medio de la niebla.

De la cortina de humo emerge finalmente Zeus, con una nueva forma. Ahora su cuerpo es más delgado y definido, pero intimidante, y sus músculos están tan comprimidos que su aspecto se torna casi grotesco, con un aura de dureza indestructible.

Su piel adquiere una textura pétrea, como si estuviera hecho de diamante puro. A pesar de su delgadez, emana una intensidad abrumadora, cada parte de su ser grita de dolor y poder, un sonido bajo y constante como el rechinar de metal.

Su mirada es sanguinaria, una expresión de ira y resolución inquebrantable que Ra jamás había visto antes. Con esta transformación, Zeus ha desatado su forma Diamante, una manifestación de su fuerza en su estado más puro y letal, capaz de resistir y destruir con una brutalidad sin igual.

Ra, aún incrédulo, observa la transformación con asombro, consciente de que ahora enfrenta a un Zeus que está más allá de los límites conocidos de poder y resistencia.

Ra:—¿Esto es... tu verdadero poder, Zeus? —pregunta Ra, su voz mostrando una mezcla de sorpresa y respeto.

Zeus sonríe, su expresión salvaje mientras el sonido de sus músculos vibrantes aún resuena.

Zeus:—Esto es el verdadero poder de un dios. Y no me detendré hasta aplastarte, Ra. Ambos dioses se preparan para el choque final, sus auras intensificándose, mientras el Valhalla retumba bajo el peso de las dos presencias titánicas listas para desatarse en el enfrentamiento definitivo.

Con su forma de Diamante completamente desatada, Zeus avanza con una ferocidad inhumana. Su cuerpo compacto y endurecido parece al borde de la fractura, pero su determinación lo impulsa a liberar la totalidad de su poder. Con un grito desgarrador, lanza un puñetazo directo que alberga toda su fuerza divina, concentrada en un solo golpe capaz de partir montañas.

¡¡Shin Kami no Migi: La verdadera derecha de Dios!!

Ra, aún con la movilidad aumentada por su armadura, logra esquivar el primer golpe con un movimiento ágil, inclinando su cuerpo hacia un lado para evitar el impacto. Sin embargo, Zeus no se detiene: gira su torso con una velocidad cegadora y lanza otro puñetazo con la izquierda.

Esta vez, el golpe da en el blanco, impactando de lleno en el costado de Ra. El sonido del impacto es brutal, y la armadura dorada de Ra se agrieta visiblemente, como si fuera vidrio bajo una presión inmensa.

Zeus, con una expresión implacable, sigue su ataque. Sus brazos se mueven como látigos, lanzando golpe tras golpe a una velocidad vertiginosa. Cada puño se mueve con precisión meteórica, una lluvia de ataques que deja poco espacio para la evasión. El aluvión de golpes impacta en Ra como si fueran meteoros cayendo en rápida sucesión, cada uno de ellos desgastando y fracturando aún más su armadura.

¡¡Jab Meteoro: Lluvia de meteoros del crepúsculo!!

Las piezas de la armadura dorada se desprenden y caen al suelo, su resplandor desapareciendo mientras los golpes de Zeus continúan, implacables y devastadores. Ra intenta resistir, pero cada golpe abre una nueva grieta, y la fuerza acumulada de los ataques finalmente comienza a destruir su armadura divina.

Con el último golpe, Zeus concentra toda su energía en su puño, y el impacto final manda a Ra hacia atrás, tambaleándose mientras más fragmentos de su armadura se desprenden, dejando al dios del Sol visiblemente herido y vulnerable.

Zeus respira agitadamente, su cuerpo comienza a mostrar los efectos secundarios de mantener su forma de Diamante. Sus músculos, compactados al límite, ahora intentan expandirse fuera de su estado actual, la presión en su propio cuerpo provocando un dolor intenso y casi insoportable.

Varias heridas abiertas comienzan a aparecer por todo su torso y brazos, dejando escapar chorros de sangre que salpican el suelo y tiñen su piel de rojo.

A pesar del dolor, Zeus se mantiene firme, mirando a Ra con una expresión desafiante. Ambos dioses están exhaustos y gravemente heridos, pero en sus miradas aún arde el fuego de la batalla, listos para darlo todo en el próximo y definitivo intercambio.

Ra se levanta con esfuerzo, su cuerpo gravemente herido y su respiración entrecortada, pero en sus ojos aún brilla la determinación. Coloca ambas manos sobre su pecho, concentrando el poder ardiente de su barrera en un único punto, una esfera de energía dorada que irradia un calor tan intenso que el aire alrededor comienza a distorsionarse y el suelo se quema bajo sus pies. Con el peso de la batalla sobre sus hombros, sabe que este será su golpe definitivo.

Por su parte, Zeus concentra todo su poder en su puño, dispuesto a liberar su ataque más poderoso: el puño que controla el tiempo. Su brazo vibra mientras acumula la energía en su interior, y la presión en su forma de Diamante lo lleva al límite, sus músculos rígidos y tensos al borde de la ruptura. Ambos se miran por última vez, conscientes de que el próximo movimiento decidirá el combate.

Ra es el primero en actuar. Con un grito final, desata la energía acumulada en su pecho, lanzando un inmenso rayo dorado que atraviesa el espacio entre ellos, iluminando el Valhalla con una luz cegadora.

¡¡¡Barrera estelar Ardiente: máxima potencia!!!

El rayo envuelve a Zeus de lleno, cubriéndolo en una ola de calor y resplandor tan intensa que parece borrar su figura, envolviéndolo en la luz abrasadora de la explosión. El impacto genera una onda expansiva que arrasa todo a su alrededor, pulverizando el suelo y dejando tras de sí una estela ardiente.

Ra:—Finalmente...una sonrisa siniestra aparece en sus labios al ver que Zeus fue asesinado. Ra jadea, exhausto, observando la destrucción frente a él. Por un momento, cree haber ganado, su respiración pesada como el retumbar de un tambor.

Pero antes de que pueda relajarse, la silueta de Zeus aparece entre el resplandor, avanzando lentamente, cubierto de heridas y con su cuerpo ardiendo. Pero en sus ojos, la furia y la determinación aún no han sido apagadas.

Sin decir una palabra, Zeus cierra la distancia entre ellos, cargando con lo que queda de su fuerza. Con su puño envuelto en una intensa energía temporal, impacta directo en la mandíbula de Ra, desatando el golpe final que controla el tiempo.

¡¡¡Toki o Koeru Ken: El puño que superó el tiempo!!

La fuerza del ataque es tan abrumadora que Ra sale despedido hacia atrás, su armadura dorada rompiéndose en pedazos que vuelan por el aire, destrozada por el poder inconmensurable de Zeus.

Ra cae pesadamente al suelo, su cuerpo inerte y sin armadura, derrotado por el golpe definitivo de Zeus. Por un momento, el campo de batalla queda en silencio, roto solo por el sonido de los escombros cayendo y el eco del último impacto.

Zeus cae de rodillas, su cuerpo finalmente sucumbiendo ante el peso de la batalla y los efectos secundarios de su forma Diamante. 

La presión de mantener su musculatura compactada llega a su fin, y su cuerpo vuelve lentamente a su forma de anciano, debilitado y cubierto de sudor y sangre. En medio de un charco de su propio sudor y sangre, Zeus respira con dificultad, pero en su rostro hay una mezcla de satisfacción y agotamiento absoluto.

Zeus el padre del cosmos habia superado una vez mas a su oponente ganado la lucha contra el imparable dios del sol.



Fin que les parecio la pela?

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