El Berserker del Trueno vs El Señor de las moscas


En una parte tranquila del reino celestial, una mañana normal transcurría con una calma serena, hasta que un estruendo rompió la paz.

 En el interior de un laboratorio oscuro, una grotesca criatura, envuelta en una túnica blanca, salió agresivamente de un contenedor de cristal, su cuerpo deforme goteando fluidos y su respiración pesada resonando en el silencio.

La criatura, llena de furia primigenia, lanzó un rugido desgarrador antes de abalanzarse sobre un hombre que se encontraba en el centro de la habitación.

El hombre era alto y delgado, su cabello desordenado cayendo sobre su rostro mientras sus ojos negros profundos miraban con una mezcla de indiferencia y vacío. Vestía una camisa negra ajustada, acompañada de una tela morada que colgaba como una faja desde sus hombros hasta sus muslos. Una cuerda negra atada firmemente a su cintura mantenía su atuendo en su lugar, y llevaba calcetas negras holgadas y botas con cordones que le llegaban a media pantorrilla. Su semblante era frío y su presencia, inquietante.

La criatura atacó con un grito salvaje, lanzando su brazo descomunal hacia el hombre, pero antes de que pudiera siquiera acercarse, su movimiento se detuvo de forma abrupta. Un destello rápido y certero atravesó el aire, y el brazo de la criatura fue cortado limpiamente. La grotesca figura se tambaleó hacia atrás, gimiendo de dolor mientras la sangre negra goteaba al suelo.

El hombre levantó la mirada, y en su rostro solo había una expresión vacía, como si la vida misma hubiese abandonado sus ojos. Su voz resonó fría y sin emoción.

???:—Otra abominación imperfecta. Qué desperdicio. Se reveló entonces como Beelzebub, el Señor de las Moscas, uno de los seres más temidos y oscuros del reino celestial.

Con una mirada desprovista de piedad o interés, este puso su mano apuntando a la criatura. Su presencia llenó el laboratorio de una atmósfera sofocante, y el sonido de moscas zumbando comenzó a llenar el aire, anunciando que la muerte estaba cerca para cualquiera que se cruzara en su camino.

La criatura, presa del pánico, echó a correr sin rumbo, destrozando la pared de la estancia y escapando con un salto hacia el exterior.

Beelzebub suspiró con frustración, sus ojos vacíos observando la dirección por donde la grotesca criatura se había dado a la fuga. Sin perder tiempo, comenzó a caminar lentamente, sus pasos resonando en el oscuro laboratorio.

Sin embargo, antes de poder avanzar demasiado, una explosión cercana sacudió el lugar, atrayendo su atención inmediata. El sonido retumbante hizo que el Señor de las Moscas se detuviera, y tras un momento de reflexión, decidió seguir el rastro hasta su origen.

Al entrar en una habitación cercana, lo que encontró fue el cadáver de la criatura, ahora reducido a una mancha irreconocible en el suelo, rodeada por un cráter de considerable tamaño.

Beelzebub se quedó observando en silencio por un instante, su mirada analítica registrando los restos. El responsable estaba allí, de pie en medio de la destrucción.

Era un hombre extremadamente alto, su figura imponente llena de músculos delgados y definidos. Su largo cabello rojo caía hasta su cintura, moviéndose ligeramente con cada movimiento, y sus ojos amarillos con esclerótica negra miraban con una mezcla de aburrimiento y desinterés. Numerosos patrones dorados emanaban de sus manos y ojos, un aura de poder divino que parecía vibrar con cada respiración. Un patrón dorado más prominente recorría su frente, apenas visible bajo el flequillo rojo que caía sobre su rostro.

Vestía con una faja blanca alrededor de su torso, cinturones marrones alrededor de su cintura, uno de ellos colocado en diagonal, y dos calzas que le pasaban por las rodillas. Pero lo más impresionante de su presencia eran las dos Armas Divinas que portaba:

Un gigantesco martillo, del cual emanaba un leve zumbido de energía estática, como si contuviera la furia de tormentas interminables. Y Dos guantes negros con líneas amarillas que brillaban como circuitos eléctricos, potenciando cada movimiento del dios del trueno.

Thor, el dios del trueno, estaba allí, de pie, limpiando los restos de su martillo con un movimiento casual, como si el acto de destruir a la criatura hubiera sido un mero trámite.

Su expresión, sin embargo, estaba marcada por una profunda mirada de aburrimiento, como si nada en el reino celestial pudiera ofrecerle un desafío digno.

Beelzebub, aún inexpresivo, observó al dios nórdico con detenimiento. El zumbido de las moscas que siempre lo acompañaban llenó el aire, contrastando con la vibración eléctrica que emanaba de Mjölnir. Entre estos dos poderosos seres, el silencio que siguió a la explosión se volvió denso y cargado, como si incluso el espacio a su alrededor contuviera la expectativa de algo más grande.

Beelzebub esbozó una sonrisa oscura y vacía, una expresión que parecía más un reflejo de su desesperación que de entusiasmo genuino. En su interior, albergaba una única esperanza:

Que este dios del trueno, con su abrumador poder, pudiera ser el que finalmente pusiera fin a su existencia y lo liberara de su interminable sufrimiento. Con pasos lentos y deliberados, comenzó a acercarse, cada uno de ellos resonando en el silencio cargado de tensión de la habitación.

Thor levantó la mirada con interés, observando a Beelzebub, su expresión inicialmente aburrida ahora mostraba un leve destello de curiosidad.

Pero antes de que pudiera hablar o reaccionar, Beelzebub levantó su mano derecha, y la hizo vibrar a una velocidad aterradora, las ondas generadas por las vibraciones convertían el aire a su alrededor en un arma mortal.

Su mano derecha se volvió como una hoja afilada, capaz de cortar incluso el acero más resistente con facilidad.

Sin pronunciar una palabra, Beelzebub se lanzó directamente hacia Thor, trazando un amplio arco con su "espada vibrante". El ataque fue tan rápido y preciso que Thor apenas tuvo tiempo de retroceder.

¡¡¡Palmyra: El aleteo del diablo!!!

Aunque Thor logró moverse hacia atrás, un instante después, una herida se abrió en su pecho, dejando salir un hilo de sangre que goteó por su torso.

Thor miró la herida con sorpresa, sus dedos tocando la piel rota mientras su sangre manchaba sus manos. Por un momento, permaneció inmóvil, pero luego, una expresión diferente se apoderó de su rostro.

Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida y sus ojos, ahora brillando con una energía intensa, reflejaban una mezcla de emoción retorcida y placer. Era una mirada que gritaba que, finalmente, había encontrado algo que podía sacarlo de su letargo.

Thor:—Interesante, insecto. Esto podría ser... divertido. —dijo Thor, con un tono bajo y amenazante, mientras tomaba el gigantesco Mjölnir con ambas manos. La electricidad comenzó a recorrer su cuerpo, y el aire a su alrededor zumbaba con la energía de la tormenta que comenzaba a desatarse.

Beelzebub, sin dejar de sonreír, no dijo nada, pero sus ojos reflejaban el mismo vacío de siempre. Esta batalla podría ser su final, y no lo temía; lo esperaba.

Thor se lanzó hacia adelante, el suelo temblando bajo sus pies mientras balanceaba el enorme Mjölnir con una fuerza que parecía capaz de destruir montañas.

El martillo zumbaba con energía eléctrica, cada movimiento suyo dejando rastros de luz en el aire. Beelzebub, inmutable, observó el ataque acercarse, y en un movimiento fluido, sacó de su abrigo su arma personal: el Bastón de Apomyius.

https://youtu.be/LnS55w6OJHs

El bastón, con su calavera plateada como mango, un eje rojo vibrante y una punta plateada redondeada, parecía resonar en sintonía con las propias vibraciones de Beelzebub, amplificando su poder. Con una precisión calculada, Beelzebub giró el bastón en su mano izquierda y lo cargó con su energía característica, liberando ondas de vibración que se intensificaron al interactuar con el arma.

Cuando Mjölnir cayó con fuerza devastadora, Beelzebub extendió su bastón hacia adelante y generó un escudo hecho de puras vibraciones, una barrera invisible pero palpable que absorbió la fuerza del impacto. El martillo de Thor chocó contra el escudo, y el sonido del impacto resonó como un trueno, una onda de choque que barrió la habitación y desintegró cualquier cosa frágil a su alrededor.

Thor retrocedió un paso, sorprendido por la fuerza de la barrera que lo había detenido, mientras un destello de emoción cruzaba su rostro.

Thor:—Nada mal, insecto. Eres más resistente de lo que pareces. —dijo Thor, apretando los dientes mientras el martillo zumbaba en su mano, listo para el próximo movimiento.

Beelzebub permaneció frío y en silencio, ajustando su agarre en el Bastón de Apomyius. Las vibraciones que rodeaban su cuerpo se intensificaron, y la calavera en el mango de su bastón pareció emitir un leve brillo metálico, como si el arma misma estuviera preparándose para la próxima ronda. El aire a su alrededor ondulaba, distorsionado por la energía que emanaba de su ser, y un ligero zumbido llenaba el ambiente, como el preludio de una tormenta.

Ambos dioses estaban ahora completamente enfocados, sabiendo que este choque sería monumental.

Beelzebub cambió de táctica rápidamente, lanzando el Bastón de Apomyius a su mano izquierda, donde lo utilizó para crear un escudo vibratorio que protegía su cuerpo de los ataques de Thor. Al mismo tiempo, en su mano derecha, formó su cuchilla vibratoria, un arma mortal que parecía cantar con cada movimiento, capaz de cortar incluso las sustancias más resistentes.

Sin perder tiempo, Beelzebub cargó hacia adelante, su figura moviéndose con agilidad mientras trazaba arcos rápidos con su cuchilla vibratoria. Thor lo recibió de frente, balanceando el gigantesco Mjölnir con toda su fuerza, el aire zumbando con la energía estática del martillo.

Los dos dioses chocaron repetidamente, sus movimientos creando destellos de luz y explosiones de energía que sacudían el ambiente. Beelzebub lograba alcanzar la piel de Thor, dejando pequeños cortes que mostraban su precisión quirúrgica, pero la resistencia y la ferocidad del dios nórdico lo obligaban a retroceder constantemente.

Cada golpe de Thor era brutal y devastador, sus movimientos cargados de una fuerza arrolladora que hacía temblar el suelo bajo ellos. Beelzebub utilizaba su bastón para desviar los ataques, pero la potencia de cada impacto le arrancaba gemidos sordos de esfuerzo, mientras sus pies deslizaban hacia atrás por la presión.

Aunque Beelzebub lograba mantener una distancia razonable con sus defensas y cortes precisos, la fuerza abrumadora de Thor lo hacía retroceder poco a poco, el cansancio comenzando a asomarse en su rostro mientras el dios del trueno seguía avanzando, implacable como una tormenta en pleno apogeo. 

Ambos combatientes seguían atacándose con una intensidad descomunal, cada choque siendo una explosión de poder que devastaba el laboratorio oscuro, convirtiéndolo en un campo de batalla lleno de escombros y energía desatada.

Thor, decidido a probar el verdadero nivel de su oponente, dio un gran salto hacia atrás, poniendo una considerable distancia entre él y Beelzebub.

Sus ojos brillaban intensamente, y su rostro mostraba una mezcla de concentración y emoción. Levantó Mjölnir con ambas manos mientras electricidad comenzaba a rodear sus brazos, chisporroteando y zumbando a medida que canalizaba su energía divina.

Thor arqueó su espalda hacia atrás, en un ángulo extremo que parecía desafiar la gravedad, mientras cargaba el martillo con una energía colosal. El poder eléctrico crepitaba alrededor de Mjölnir, aumentando su intensidad a medida que un rayo divino descendía de los cielos, imbuyendo el martillo con una potencia devastadora. Con un rugido ensordecedor, Thor desató su técnica característica: un golpe con una fuerza capaz de aniquilar a cualquier oponente.

¡¡¡Thor's Hammer: El martillo electrificado del dios del trueno!!!

Un inmenso trueno cayó desde los cielos. La explosión resultante fue monumental, iluminando todo el área y levantando un torbellino de destrucción.

 Polvo y escombros se elevaron en el aire, creando una cortina que ocultaba el campo de batalla. El impacto resonó como un cataclismo, dejando un cráter masivo en el suelo donde se había liberado el golpe.

Cuando el polvo comenzó a disiparse, Thor miró hacia el centro del cráter, seguro de que su ataque habría reducido a Beelzebub a cenizas. Sin embargo, lo que encontró lo dejó momentáneamente impactado.

Allí estaba Beelzebub, de pie, su figura rodeada de un leve brillo vibratorio. Había utilizado el Bastón de Apomyius, aplicando sus vibraciones únicas para generar una barrera vibratoria lo suficientemente poderosa como para desviar gran parte del impacto del ataque de Thor.

¡¡¡Sorath Samekh: Las puertas del infierno!!!

Beelzebub bajó lentamente su escudo vibratorio, su rostro mostrando la misma inexpresividad fría de siempre, pero en sus ojos brillaba una chispa de desafío.

Beelzebub:—¿Es todo lo que tienes, dios del trueno? —dijo en un tono bajo, su voz cortando a través del silencio como un cuchillo.

Thor, al escuchar esto, sonrió de manera feroz, sus músculos tensándose mientras Mjölnir aún crepitaba con la energía residual del ataque. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que el combate estaba lejos de ser aburrido.

Beelzebub retrocedió unos pasos, observando a Thor con su característica mirada vacía y calculadora. Con un movimiento preciso, tomó el Bastón de Apomyius con su mano derecha y lo alzó por encima de su cabeza. Sus dedos se aferraron al mango decorado con la calavera, y un leve zumbido comenzó a emanar del bastón, cada vez más intenso.

Beelzebub aplicó sus poderosas vibraciones al cráneo del bastón, potenciando su energía hasta niveles aterradores. Detrás de Beelzebub, una oscura figura comenzó a manifestarse, tomando la forma de un híbrido grotesco:

Un ser que combinaba características de mosca, murciélago y serpiente, con alas membranosas que se extendían amenazadoramente. La criatura parecía emanar la misma aura maligna que su creador, un eco de la corrupción y el caos.

¡¡¡Sorath Vau: El angel caído de la gula!!!

Thor, sin dejarse intimidar, rodeó su Mjölnir con intensos rayos azules, la energía eléctrica chisporroteando con violencia a su alrededor. Con un movimiento decidido, balanceó el martillo hacia Beelzebub, lanzándose hacia él con una fuerza imparable.

Beelzebub reaccionó rápidamente, bajando el Bastón de Apomyius con una fuerza abrumadora, liberando una onda vibratoria masiva que chocó directamente contra el martillo de Thor. El choque fue descomunal, y el impacto resultante envió ondas de energía eléctrica y vibratoria en todas direcciones.

Por un momento, ambos ataques parecían estar en un equilibrio perfecto, un enfrentamiento igualado entre la electricidad divina de Thor y las vibraciones amplificadas de Beelzebub.

Sin embargo, Thor comenzó a notar algo extraño: las vibraciones del bastón no solo resistían su ataque, sino que se hacían más fuertes con cada segundo. El Bastón de Apomyius, diseñado para amplificar las vibraciones de Beelzebub, aumentó la magnitud del ataque hasta volverse más devastador de lo que Thor había anticipado.

Finalmente, el martillo de Thor fue superado, y el impacto del ataque de Beelzebub lo lanzó por los aires con una fuerza inconmensurable. Thor atravesó varios muros, cada uno de ellos desintegrándose ante la fuerza de su cuerpo, antes de detenerse en una pila de escombros.

Beelzebub bajó lentamente el bastón, su expresión permaneciendo inmutable mientras el grotesco híbrido detrás de él emitía un chillido ensordecedor. El zumbido de las vibraciones aún resonaba en el aire, una señal de que la batalla apenas comenzaba a mostrar la verdadera magnitud de su intensidad. Thor, entre los escombros, comenzó a moverse lentamente, su sonrisa torcida reapareciendo mientras se preparaba para contraatacar, claramente emocionado por el desafío.

Beelzebub, sin perder tiempo, se lanzó hacia adelante, su brazo derecho envuelto en las vibraciones letales que formaban su característica cuchilla. La hoja oscilante parecía cantar con cada movimiento, y Beelzebub trazó un arco mortal directo hacia Thor.

¡¡¡Palmyra: El aleteo del diablo!!!

Thor levantó su brazo derecho para bloquear el ataque, confiando en la resistencia de Jarngreipr, su guante divino, para detener la cuchilla de su oponente.

Sin embargo, al instante, las vibraciones de Beelzebub comenzaron a desgarrar el guante, las ondas destructivas rompiendo su estructura divina. Thor observó cómo Járngreipr comenzaba a agrietarse y chisporrotear con descargas eléctricas, incapaz de resistir la potencia amplificada del ataque de Beelzebub.

En un momento crítico, el guante explotó en una ráfaga de electricidad, sus restos cayendo inertes al suelo. El impacto dejó a Thor vulnerable, y la cuchilla de Beelzebub atravesó su defensa, cortando profundamente su pecho. Un géiser de sangre brotó del cuerpo del dios del trueno, manchando el suelo y salpicando los restos de los escombros a su alrededor.

Sin embargo, lejos de mostrar dolor o preocupación, Thor comenzó a reír, una carcajada grave y llena de emoción. Sus ojos brillaron intensamente mientras su sonrisa torcida se hacía aún más pronunciada.

Thor:—¡Bastardo! Ese poder... —dijo Thor, mientras pasaba su mano sobre la herida, dejando que la sangre tiñera sus dedos— ...es un desperdicio en alguien como tú.

Beelzebub permaneció en silencio, su rostro sin emoción mientras observaba la reacción de su oponente. El zumbido de sus vibraciones aún resonaba en el aire, una advertencia de que no tenía intención de detenerse. A pesar de la sangre que fluía de su pecho, Thor adoptó una postura de combate, la emoción en su rostro dejando claro que estaba lejos de haber terminado.

La batalla entre los dos dioses estaba ahora en su punto más alto, una mezcla de sangre, poder divino y voluntades indomables que amenazaban con destruir todo a su alrededor.

Beelzebub, calculador y frío, estaba a punto de lanzarse nuevamente, su cuchilla vibratoria lista para dar el golpe definitivo, cuando un sonido rítmico y profundo, como el latido de un corazón, lo detuvo en seco.

Sus ojos vacíos se desviaron hacia el origen del sonido, encontrando que provenía de Mjölnir, el martillo de Thor. El arma titánica comenzaba a emitir un aura rojiza intensa, mientras el calor que emanaba de ella parecía literalmente deformar el espacio a su alrededor, como si la misma realidad estuviera cediendo ante su poder.

Beelzebub observó con atención, su mirada fija mientras el Orichalcum que recubría el martillo comenzó a agrietarse. Pequeños fragmentos de su superficie metálica se desprendieron, revelando algo oculto en su interior:

venas grotescas que pulsaban al ritmo del latido. Cada pulsación era audible, una resonancia profunda que hacía vibrar el aire. Mjölnir estaba vivo, y su despertar desató una presencia abrumadora que llenó la habitación con una fuerza casi tangible a la par que duplicaba su tamaño.

Thor sonrió ampliamente, una mezcla de satisfacción y desafío iluminando su rostro.

Thor:—Finalmente... estás despierto, dormilón. —dijo, su tono lleno de emoción mientras extendía su mano y tomaba el martillo. El latido del arma se intensificó, y el poder que emanaba de Mjölnir se amplificó al contacto con su portador.

Con un rugido, Thor alzó el martillo sobre su cabeza, y al instante, cientos de relámpagos salieron despedidos en todas direcciones, cruzando el espacio con una intensidad casi cegadora. Cada rayo que impactaba generaba explosiones eléctricas, destruyendo lo poco que quedaba del laboratorio y transformando el campo de batalla en un caos absoluto.

El aura rojiza de Mjölnir se fusionó con la electricidad, como si las llamas y los relámpagos fueran una extensión de la voluntad del arma.

Thor miró directamente a Beelzebub, con una sonrisa salvaje y sus ojos brillando intensamente.

Thor:—No te mueras ahora, insecto. Esto apenas comienza. Beelzebub, inmóvil, observó el fenómeno ante él, su rostro sin expresión pero con su mano derecha apretando con fuerza la cuchilla vibratoria, mientras la amenaza de Mjölnir ahora completamente despierto parecía llenar el aire con un poder indescriptible. Ambos sabían que lo siguiente decidiría todo.

Thor, con un movimiento rápido y decisivo, tomó a Mjölnir, ahora vibrante y latente con poder, y lo lanzó con una fuerza abrumadora. El martillo, envuelto en un aura rojiza y rayos azules, se desplazó a una velocidad que cortó el aire como un rayo tangible, dirigiéndose directamente hacia Beelzebub.

El Señor de las Moscas, tomado por sorpresa, apenas tuvo tiempo de reaccionar. Con rapidez, pasó su Bastón de Apomyius a su mano izquierda, generando nuevamente su gran barrera de vibraciones, la cual había demostrado ser capaz de resistir incluso los ataques más devastadores.

¡¡¡Sorath Samekh: Las puertas del infierno!!!

Pero esta vez, Mjölnir no era el mismo. El martillo, ahora completamente despierto y cargado con la voluntad de Thor, chocó contra la barrera con una fuerza que la superó por completo. Cuando la barrera cedió, una explosión eléctrica masiva se desató, iluminando todo el campo con un destello cegador.

Beelzebub fue lanzado hacia atrás con una fuerza descomunal, su cuerpo atravesando cientos de muros de piedra, cada uno de ellos desmoronándose al impacto, mientras su figura caía como un meteoro descontrolado.

Finalmente, Beelzebub aterrizó con fuerza en uno de los jardines del Valhalla, creando un cráter al impactar. Los habitantes que se encontraban allí, acostumbrados a la paz celestial, observaron con horror cómo el Señor de las Moscas emergía de entre los escombros, cubierto de sangre y polvo.

El miedo se apoderó de ellos, y sin esperar a ver qué ocurriría a continuación, comenzaron a correr despavoridos, sus gritos de pánico resonando mientras se alejaban del lugar.

Thor, desde la distancia, observó el caos que había provocado, su mirada fija en el cráter y su sonrisa torcida creciendo. Extendió su brazo, y en respuesta, Mjölnir comenzó a regresar a su mano, cruzando el aire con un zumbido eléctrico, mientras Thor se preparaba para continuar con la batalla.

Beelzebub, aún en el suelo, respiraba con dificultad, pero sus ojos vacíos mostraban una chispa de desafío, mientras las moscas a su alrededor comenzaban a reunirse nuevamente, como si su poder aún no estuviera agotado. Ambos combatientes sabían que la lucha estaba lejos de terminar.

Thor descendió con un poderoso salto, su figura imponente creando un estruendo al aterrizar cerca de Beelzebub. El Señor de las Moscas, aún de pie a pesar del impacto anterior, no perdió tiempo y atacó inmediatamente.

https://youtu.be/3exdWgUK_Hk

Empuñando el Bastón de Apomyius en su mano derecha, comenzó a liberar una serie de vibraciones devastadoras, cada una amplificada por su arma, creando un torrente de ondas destructivas que parecían una plaga de moscas infernales lanzándose hacia Thor.

¡¡¡Sorath Tau: La oración de la oscuridad!!!

El dios del trueno, inquebrantable, apoyó a Mjölnir sobre su hombro, dejando que el martillo liberara rayos en todas direcciones, iluminando el campo de batalla. Con una sonrisa salvaje, Thor balanceó el martillo y lo lanzó al aire, su arma girando vertiginosamente mientras acumulaba electricidad.

Mjölnir, ahora completamente cargado, se disparó hacia las alturas, trazando un arco de pura energía. Beelzebub, sin inmutarse, continuó su ataque frontal, avanzando entre las ondas eléctricas y el aire vibrante, su mirada fija en Thor.

Sin embargo, un destello en el cielo llamó su atención: Mjölnir había cambiado de dirección, descendiendo con furia hacia su portador. Thor, con el brazo extendido, atrapó el martillo mientras éste volvía con una fuerza tremenda, dejándose llevar por la fuerza centrífuga de su arma.

El dios del trueno giró en un movimiento devastador, canalizando toda la energía acumulada en un golpe mortal. Beelzebub, sorprendido pero decidido, concentró sus vibraciones en un ataque final, su Bastón de Apomyius brillando intensamente mientras descargaba todo su poder en un golpe frontal.

¡¡¡Geirrod: El martillo despierto del berserker del trueno!!!

Ambos dioses lanzaron un grito de guerra, el aire vibrando con la intensidad de sus voces mientras sus técnicas colisionaban.

El impacto fue apocalíptico, una explosión de vibraciones y electricidad que iluminó todo el Valhalla. El suelo tembló, el aire se distorsionó, y una onda expansiva devastadora se extendió en todas direcciones, desintegrando todo a su paso.

Cuando el polvo y los escombros comenzaron a asentarse, ambas figuras seguían de pie, sus cuerpos marcados por las heridas y su determinación inquebrantable. El choque entre Thor y Beelzebub no era solo una batalla de poder, sino un enfrentamiento de voluntades titánicas, cada uno empujando los límites de su fuerza para superar al otro.

Beelzebub, demostrando una capacidad estratégica impecable, hizo un cambio rápido en medio del impacto.

Pasó el Bastón de Apomyius a su brazo izquierdo, canalizando sus vibraciones para crear un escudo defensivo que lo protegió parcialmente del brutal ataque de Thor. Con su brazo derecho libre, formó rápidamente su cuchilla vibratoria, y con un movimiento preciso, la hundió en el torso derecho del dios del trueno, atravesándolo con un golpe devastador.

Thor, herido pero sin retroceder, no dejó de sonreír, la sangre fluyendo de la herida en su torso mientras su mirada se mantenía fija en Beelzebub. Sin embargo, el Señor de las Moscas no salió ileso de este intercambio.

Cientos de heridas se abrieron repentinamente en su torso, resultado de la explosión de poder de Mjölnir, destruyendo completamente las ropas que cubrían su cuerpo superior. Ahora su torso desnudo y marcado por profundas laceraciones quedó al descubierto, con su piel desgarrada y cubierta de sangre.

El dolor comenzó a hacerse insoportable cuando un crujido siniestro resonó desde sus piernas.

 La presión y la fuerza del impacto habían sido demasiado: los huesos de sus piernas se rompieron, atravesando la carne y dejando salir sangre en gruesos hilos. Beelzebub, tambaleándose, estuvo a punto de caer al suelo, su cuerpo al borde del colapso.

Sin embargo, en un acto de pura voluntad, logró apoyarse en el Bastón de Apomyius, utilizándolo como soporte mientras su respiración se volvía irregular. Su mirada, aún fija en Thor, reflejaba una mezcla de determinación y desesperación, como si su existencia misma dependiera de este combate.

Thor, viendo el estado deplorable de su oponente, no mostró compasión, pero en su sonrisa torcida había una nota de respeto. Este enfrentamiento era más que un duelo; era un choque entre fuerzas que se negaban a rendirse. Ambos sabían que el próximo movimiento definiría quién se mantendría en pie.

Thor:—¡Te encontré! dijo mientras unos hilos de sangre se salian de la comisura de sus labios pero su sonrisa se amplio. —¡¡La persona digna de ser mi oponente!!

Beelzebub solo se rio divertido y con algo de molestia declaro:

Beelzebub:—Pero qué problemático...Beelzebub, gravemente herido pero implacable, retrajo el asta del Bastón de Apomyius, devolviéndolo a su forma original con el cráneo como mango. Sosteniéndolo con ambas manos, su expresión vacía se llenó de determinación oscura.

Concentró tanto las vibraciones ofensivas como defensivas en el cráneo del bastón, que comenzó a brillar con un intenso tono rojo carmesí, mientras un zumbido ominoso llenaba el aire. La oscuridad se adueñó del campo de batalla, envolviendo a Beelzebub en un vórtice de tinieblas pulsantes.

El Señor de las Moscas liberó toda su energía acumulada, condensándola en una esfera negra, una masa de pura vibración que envolvió a ambos dioses. La esfera crepitaba con energía destructiva, deformando el espacio a su alrededor mientras un chillido ensordecedor emergía de su interior.

Thor, por su parte, no retrocedió. Con un rugido, lanzó su martillo, Mjölnir, hacia los cielos. Mientras ascendía, un rayo gigantesco cayó sobre el martillo, cargándolo con una energía divina descomunal. 

El martillo, ahora imbuidos con un poder inimaginable, giró y descendió a toda velocidad hacia su portador, dejando un rastro de relámpagos celestes mientras Thor esperaba con los brazos extendidos.

Beelzebub desapareció en medio de un pilar de vibraciones, que se asemejaban a llamas negras, consumiéndolo por completo. En el epicentro del caos, un único punto de oscuridad absoluta brillaba intensamente, como un agujero negro a punto de colapsar sobre sí mismo.

¡¡¡Pecado original del inframundo: N-0 Cero Caos!!!

 Mjölnir llegó finalmente a los brazos de Thor, quien lo atrapó con una sonrisa feroz, listo para liberar el poder acumulado en un golpe final.

Entonces, el campo de batalla fue consumido por un orbe de oscuridad pura, un abismo que desintegró todo a su paso. Rayos negros cayeron del éter, destrozando los restos del entorno, mientras los escombros volaban como si el mismo Valhalla estuviera siendo arrancado de sus cimientos. 

La tierra tembló con furia, y los dioses que observaban desde la distancia quedaron atónitos ante la magnitud de la destrucción.

En el centro del caos, dos fuerzas divinas colisionaron, cada una luchando por superar a la otra en un combate que transcendía la vida misma. El Valhalla, hogar de los inmortales, se estremeció como si el dolor del choque fuera demasiado incluso para este reino eterno.

La inmensa esfera de oscuridad comenzó a agrietarse, las líneas de fractura surcando su superficie negra como venas brillantes, mientras relámpagos celestiales emergían de las fisuras. Cada rayo que salía parecía desgarrar la estructura de la esfera, iluminando el campo de batalla con destellos cegadores de poder divino.

¡¡¡Geirrod Thor's Hammer: El Electrificado martillo despierto del berserker del trueno!!!

El rugido de los relámpagos creció en intensidad, como un coro celestial que anunciaba la llegada de una fuerza imparable.

De pronto, la esfera estalló, desintegrándose en un cataclismo de energía pura. Un inmenso rayo, colosal y cegador, surgió del centro de la explosión, iluminando el Valhalla entero y haciendo temblar sus cimientos.

La onda de choque resultante devastó el campo de batalla, desintegrando los escombros y arrancando fragmentos de los muros que aún permanecían en pie.

En el epicentro de la destrucción se encontraba Thor, el dios del trueno, con su cuerpo cubierto de sangre y heridas abiertas que cruzaban su torso. Su piel estaba desgarrada en varios puntos, y la sangre goteaba al suelo en hilos gruesos. 

A pesar de las heridas, Thor no mostraba signos de sufrimiento, sino todo lo contrario. Una carcajada desquiciada resonó desde lo profundo de su pecho, su risa llena de una mezcla de euforia, satisfacción y desafío.

Thor:—¡ESTO ES VIDA! —gritó Thor, sus ojos brillando con una intensidad feroz mientras levantaba nuevamente Mjölnir, ahora humeante por la energía que acababa de liberar. El martillo parecía latir con fuerza, como si estuviera sincronizado con el mismo corazón del dios.

El terreno a su alrededor era un caos absoluto, con relámpagos residuales corriendo por el suelo y el aire cargado de energía estática. 

Los dioses que observaban desde lejos miraban con asombro y terror, conscientes de que habían sido testigos de una manifestación del verdadero poder de un dios del trueno en su máxima expresión.

Thor, aún riendo, giró su mirada hacia la figura de Beelzebub, esperando ansiosamente para ver si el Señor de las Moscas seguía en pie, y si la batalla aún no había llegado a su fin. El combate estaba lejos de ser concluido, pero ahora ambos dioses estaban al límite de sus capacidades, y el próximo movimiento podría decidirlo todo.

Beelzebub, con una sonrisa que parecía extrañamente sincera y alejada de su habitual indiferencia, levantó su bastón Apomyius con su mano derecha. A su alrededor, las vibraciones se intensificaron hasta convertirse en un rugido ensordecedor, mientras el grotesco híbrido de mosca, murciélago y serpiente emergía una vez más detrás de él, envolviéndolo en una aura oscura y pulsante. La figura monstruosa parecía reflejar la totalidad de su desesperación y poder.

Thor, imperturbable y ansioso, arqueó su espalda hacia atrás una última vez, el peso del Mjölnir siendo compensado por la furia divina que lo impulsaba. Electricidad pura rodeó el martillo, y rayos descontrolados salían disparados en todas direcciones, destruyendo lo que quedaba del campo de batalla. Ambos dioses cargaron sus técnicas finales, cada uno representando una fuerza imparable.

Con un rugido de guerra, ambos se lanzaron al mismo tiempo, las armas divinas trazando arcos devastadores en el aire. El bastón de Beelzebub chocó contra el Mjölnir, el impacto generando una explosión tan inmensa que el mismo espacio pareció temblar.

La luz y la oscuridad colisionaron, una combinación de vibraciones y electricidad que desató una onda expansiva que se extendió por todo el Valhalla, dejando solo destrucción a su paso.

¡¡¡Thor's Hammer: El martillo electrificado del dios del trueno!!!

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¡¡¡Sorath Vau: El angel caído de la gula!!!

En medio de la explosión, un sonido desgarrador se escuchó: el Bastón de Apomyius comenzó a agrietarse, incapaz de resistir la fuerza colosal del choque. En un instante, el bastón se hizo pedazos, su núcleo vibratorio desintegrándose en miles de fragmentos que se dispersaron en el aire como cenizas negras.

Thor, con el Mjölnir aún en su mano, fue empujado hacia atrás por la fuerza del impacto, pero logró mantenerse de pie, su cuerpo cubierto de heridas y su respiración pesada. Beelzebub, por su parte, cayó de rodillas, con sus manos temblorosas sosteniendo solo los restos del cráneo que alguna vez fue su arma más poderosa. A pesar de la derrota de su bastón, su sonrisa sincera no desapareció, mientras levantaba la cabeza para mirar a Thor con una mezcla de respeto y resignación.

Ambos dioses sabían que este era el final. El Valhalla quedó en silencio, sus espectadores sin palabras ante el espectáculo de poder absoluto que acababan de presenciar.

Beelzebub, arrodillado y gravemente herido, levantó la mirada hacia Thor, su sonrisa sincera aún presente a pesar de su estado deplorable. Con una voz débil pero clara, habló por primera vez con gratitud genuina:

Beelzebub:—Gracias, Thor... Por haberme liberado.

Thor, aún sosteniendo el Mjölnir, frunció el ceño, claramente confundido por las palabras del Señor de las Moscas. Su mirada cargada de emociones osciló entre la confusión y la curiosidad. Sin embargo, no hizo preguntas; algo en el tono de Beelzebub le hizo entender que no era necesario.

Sin pronunciar palabra, Thor levantó su martillo una vez más. Su expresión pasó de la sorpresa a la determinación, y finalmente a una profunda tristeza. Con un movimiento rápido y certero, balanceó el Mjölnir, y el martillo descendió con una fuerza colosal, destrozando la mitad superior del cuerpo de Beelzebub.

La parte inferior del cuerpo del Señor de las Moscas cayó al suelo inerte, mientras su torso y cabeza desaparecían en una nube de polvo oscuro. 

Thor bajó su martillo lentamente, su postura poderosa ahora encorvada, reflejando el peso de lo que acababa de hacer.

La tristeza se apoderó de su rostro, y por un momento, el siempre impetuoso dios del trueno pareció vulnerable. Con voz baja, casi inaudible, murmuró:

Thor:—Gracias a ti, Beelzebub. El campo de batalla quedó en silencio, las ruinas alrededor de ellos resonando solo con el eco de la destrucción.

Thor permaneció allí, inmóvil, mirando los restos de su adversario con una mezcla de respeto y pesar, mientras los vientos del Valhalla llevaban consigo las últimas cenizas del Señor de las Moscas.


Fin que les parecio?

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