Niña

Se pone en pie una vez más, mira sus rodillas llena de arañazos y corre hacia una mujer algo mayor. Le toma la mano pero no le informa de sus heridas. Camina a su lado mientras guarda silencio. No se queja ni una sola vez cuando la piel herida se estiraba causando una ardentía difícil de soportar por los demás niños de su edad.

Y es que era precisamente eso, ella no era como los demás niños de su edad. Guardaba silencio y retenía todo en el pecho. Su madre al cabo de un rato mira a hija pequeña y deja salir una exclamación cuando ve las ensangrentadas rodillas de su niña. Se acerca a ella con preocupación pero con todo esto la pequeña no desmaya.

  —¿No te duele? —pregunta la mujer en un tono de dulzura.

  —Si mamá —responde con firmeza aquella chiquilla de cabellos castaños.

  —¿Por qué no me lo dijiste? —acuna su mejilla contra su palma.

  —Porque yo puedo mamá.

Los ojos de la mujer se transforman en lágrimas y orgullo. Besa la frente de su pequeña hija y mira una vez más esos ojos café altivos que siempre tiene.

  —Eres una guerrera —le susurra mientras le sonríe.

Aquella niña de cinco años no sabía qué significaba aquello, ni a que se refería su madre. Puede que aún no lo sepa, pero lo cierto es que lo es. Ya no es la chica pequeña que recibe arañazos en sus rodillas hoy es una mujer, una gran mujer solo que todavía ella no lo sabe.

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