Pasados los años




—¡Charlie, vas a llegar tarde!— gritó Nathan desde la cocina.

Me revolví entre las sábanas y me maldije por haber estado toda la noche viendo películas con Emma, que estaba tumbada a mi lado bajo al menos tres mantas. Sabía que ella no iba hacer ni el intento de despertarse un sábado por la mañana y yo tampoco quería. Aunque no parezca posible, tenía resaca de películas.

—Señorita...—Nathan asomó su cabeza por la puerta de mi cuarto.

—Acaba conmigo—le supliqué—. He dormido solo dos horas, no puedo trabajar así.

—No será que os avisé— se acercó hacia mí riéndose y supe lo que se disponía a hacer.

Me levantó de la cama a la fuerza y me arrastró hacia el baño para que me duchara. Le odio desde el día que decidió volverse tan responsable, y mucho más cuando pensé que sería buena idea compartir piso con él y con Emma. Creí que iba a tener libertad y podría dormir hasta tarde, menuda ilusa. Con Nathan al mando de la casa, nadie llegaba nunca tarde, incluso los fines de semana madrugamos para salir a correr por el parque. Ni siquiera me reconozco.

—Prepárate a cambio de un desayuno... Café, tortitas y si llegas pronto igual de queda algo de chocolate.

No lo dudé. Me encerré en el baño y me duché a la velocidad de la luz. Sabía que lo del chocolate era una amenaza real. Podría comerse todos nuestros suministros si le dejábamos libertad y lo peor de todo es que no iba a engordar ni un kilo. Cuando volví a mi cuarto para vestirme, Emma había conquistado toda mi cama y dormía como un perezoso. Me puse el horrible uniforme de la cafetería, que no había conseguido que cambiaran de color, e hice mi clásica entrada al salón. Verme así vestida cada fin de semana se había convertido en una tradición del piso. Nathan siempre me hacía una foto en la que salía con cara de enfado y Emma, cuando no estaba muerta en una cama, comenzaba una especie de concurso para ver quién hacía el comentario más ingenioso.

—¿Plan para hoy? —ocupé mi silla, frente a una torre de tortitas cubiertas de chocolate.

—Correr, resucitar a Emma y tenemos que ir a comprar la lámpara que rompió Aiden el otro día.

—Fue una gran partida de twistter.

—¿Vendrán esta noche?

—Sí, James va a traer a su novia. Parece ser que la ha conocido en clase y creo que está vez van en serio. Aunque con su historial... igual la semana que viene ya han cortado.

—Apuesto a que sí— miró su reloj y de nuevo a mí—. Se te acaba el tiempo.

—¿Cinco minutos más?— inclinó la cabeza—. Me podrías acercar en coche, así llegaría a tiempo. Porfa, porfa, porfa...

—¿A cambio de?

—¿Limpiar la casa dos días?

—Tres y tenemos un trato— estreché su mano.

Lo que debía hacer por poder disfrutar de un desayuno en condiciones. Conociéndolo,  me había hecho el desayuno porque esperaba ese momento, me conocía lo suficiente para saber que haría un trato.


Mis nervios aumentaron cuando vi a Dylan entrar en la cafetería y colocarse en la cola de pedidos. Habíamos quedado un par de veces y aún así no podía evitar ponerme nerviosa cada vez que venía, que era absolutamente siempre. La revista en la que trabajaba, estaba justo frente a la cafetería y tenía la suerte de que viniera a desayunar todos los días. Christina se rió a carcajadas a mi lado, mientras preparaba un batido y no pude evitar sonreír con sarcasmo por burlarse de que pareciera una quinceañera con las hormonas revolucionadas.

—¿Sabes ya qué vas a decirle?

—Que mi amiga es imbécil— repliqué, y eso solo le hizo reírse más.

—¿Podrías invitarle a la noche de juegos? ¿O aún no puedes presentárselo a nadie?

—Empiezo a tenerte mucho odio.

Dí un respingo al escuchar como me saludaba. Volví a sonreír como una estúpida y Chris me dio un codazo para que reaccionase.

—¿Café con leche y un donut?

—Por favor— sonrió—. ¿Cómo estás?

—Bien, un poco liada hoy, pero ya sabes como se llena los sábados. ¿Tú? ¿Vas a trabajar?

—No exactamente. Tengo el día libre...— sonreí automáticamente—. ¿Podría tener un rato libre para tomar café conmigo?

Ambos miramos a Christina, mi jefa y amiga, y casi salté de felicidad cuando dijo que no había ningún problema. Por suerte ella era nuestra mayor admiradora. Incluso fue la que nos presentó  cuando yo empecé a trabajar aquí.

Tomamos una mesa del final, Christina nos trajo una bandeja con lo que habíamos pedido, y nos dejó a solas, no sin antes hacer un gesto algo obsceno que por suerte él no vio. No podía negar que habíamos estado hablando mucho el último mes y que había estado ocultándole lo que me pasa a todo el mundo, incluso a Emma. Nathan era el único que sabía al respecto de él, y solo porque había visto unos mensajes en mi portátil por dejar mi sesión abierta. Era raro mentir a mis amigos, pero quería que fuera algo mío durante un tiempo. Siempre tenía la regla de las cinco citas, a partir de la quinta daba el paso y decidía si era conveniente presentárselo a alguien porque la relación merecía la pena. Era una estupidez que vi en una película y me resultó gracioso, aunque luego se convirtió en mi ritual.

—¿Leíste el artículo que te envié?— preguntó emocionado.

—Una pasada. ¿Lo publicarán?

—Eso me han dicho. La verdad que me alegro de que te gustara, los cambios que me dijiste eran muy buenos. ¿Y pensaste en la propuesta?

No había dejado de pensar en ella. Había estado escribiendo artículos toda la semana para poder entregarle alguno en condiciones que pudiera enseñar a su jefa. Deseaba trabajar en una revista, porque aunque le tenía mucho cariño a mi blog de noticias online, ser una periodista era mi sueño. Y trabajar con él... Aquello era una fantasía.

—Bueno, tengo algunas ideas que podría enviarte —respondí, quitando importancia.

—¿Sólo eso?— inquirió—. Pensaba que estarías más emocionada, pero si no te apetece podemos dejarlo...

—¡No!— alcé la voz—. Es decir, que ya que estamos pues podríamos probar.

Ambos nos miramos un segundo y no aguantamos las ganas de reírnos. Me conocía mejor de lo que pensaba. Era demasiado mono. Por primera vez sentía que de verdad se estaba molestando por conocerme y hacerme sentir mejor que en toda mi vida.  Era todo lo que había estado buscando durante los últimos cuatros años desde que dejamos el instituto atrás. Un chico cariñoso, divertido y que me apoyara en mis decisiones.

—Te he conseguido una entrevista para el lunes.

Salté de mi sillón hasta él, cayendo justo encima de sus piernas, y lo abrecé entre carcajadas. No hacía falta explicar lo que empezaba a sentir por él. Había tenido tan malas experiencias que me parecía un sueño. Todo era tan diferente, él era tan... nunca pensé que iba a tener tanta suerte. Entonces me tomó del cuello y me besó con cierta delicadeza, pude sentir como sonreía entre mis labios y eso le animó a seguir. Me separé un momento para buscar su mirada, sus ojos brillaban más de lo habitual.

—Gracias— me limité a decir y fui consciente de que todos, incluso Christina, nos estaban mirando.

Nos separamos y regresé a mi sillón. Dylan estaba rojo como un tomate e intentó ocultarse tras una mano mientras se calmaba. Era mucho más vergonzoso que yo.

—¿Tienes algo que hacer esta noche?— masculló, con el aliento entrecortado.

—No— respondí muy rápido, olvidando que ya tenía planes. No me importaba la noche de juegos—. Podríamos ir a cenar.

—¿El italiano que está al lado de mi casa?— iba a lo seguro, aquel sitio me encantaba.

Asentí y él sonrió de nuevo, maldita sonrisa.


**N/A

Espero que os haya gustado mucho este nuevo comienzo para Charlie!!

En primer lugar muchas gracias por los 50K de Guerra de Fraternidades y por todo el apoyo que le estáis dando a la novela.

Esta novela la iré actualizando los SÁBADOS, algunos igual no llego a tiempo, así que lo iré avisando en mi perfil.

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