Desengaños

Los nervios por la cita aumentaban a cada minuto que pasaba y me esforcé por limpiar las mesas de la cafetería y distraer mi mente todo lo posible. La quinta cita estaba por llegar, era la decisiva e importante para terminar de conocer a Dylan y poder decidir si era correcto para mí. No estaba dispuesta a volver a sufrir. Las decepciones por parte de los hombres eran algo recurrente en mi vida, y lo dice alguien que vive rodeada de ellos.

No obstante, no podía dejar de pensar en él. Subí el volumen del altavoz y, agarrando la escoba, bailé a gritos Dance Monkey. Aquella era una de las muchas canciones que conseguían relajarme. Emma se había encargado de que fuera la primera en nuestra playlist del piso, al menos en la de limpieza. Aunque teníamos otra muchas: para llorar, para cenar pizza, para hacer noche de juegos... Aquellos eran los himnos de nuestro pequeño país, temazos que cantábamos los tres en los conciertos especiales molestando a los vecinos.

—Mírala, feliz por su cita— la voz de Nathan sonó grave.

Me sobresalté al oírlo y él empezó a reírse. Todos los sábados tenía la tradición de recogerme y todos ellos yo me asustaba como si no lo esperase.

—¡Baila!— grité, apuntándolo con la escoba.

Nathan la tomó con un gesto decidido y se subió a una silla para bailar y cantar. Era un espectáculo digno de ver. La única cosa que el "perfecto" Nathan no sabía hacer. Cuando bajó de un salto, agarró mi mano y me atrajo hacia él, quedando a escasos centímetros, y me movió al ritmo de la música. Yo me dejé llevar, disfrutando del momento y de la sensación. Bailar con él era divertido, pero verlo creyéndose un bailarín profesional era otro nivel y ambos los sabíamos.

—¡Eso es, mueve las caderas!— vociferó, haciendo un moviendo parecido al de Grease.

Su mano rodeó mi cintura y me guió por toda la cafetería con movimientos elegantes, demostrando que aquello sí lo dominaba. Aún recordaba el día que me contó que su padre lo había apuntado a baile de salón como "método infalible para ganarse el corazón de una mujer". Aquello, explicaba mucho sobre su padre, y sobre todas las veces que había engañado a su mujer antes de empezar una nueva vida con su secretaría. Nathan había tenido el valor de contármelo antes de graduarnos, haciendo que nuestra relación y confianza fueran mucho más fuertes, hasta el punto de no guardarnos secretos entre nosotros. Echando la vista atrás, era increíble ver lo mucho que habíamos cambiado, sobre todo él, que se había convertido en mi mejor amigo.

—Admite que esa canción era por mí— dijo, jadeando—. Querías ver mis movimientos seductores.

—Lo necesitaba— exageré, poniendo la mano en mi corazón.

Ambos estábamos agotados, como si hubiéramos corrido una maratón, y me dejé caer en una de las sillas. La mirada de Nathan se posó en mí y no pude evitar sonreír, supe que iba a decirme e intenté ocultar mis sentimientos y nervios.

—¿Cuarta cita?— preguntó, aunque sabía la respuesta.

Asentí y dejé que hiciera todas las preguntas, que sabía que necesitaba formular.

—¿Te gusta?— volví a asentir—. Por lo que me has contado parece un buen tío, pero sabes que no quiero que te haga daño. Debes estar segura de que es para ti antes de hacer nada de lo que puedas arrepentirte.

—No es mi primera vez, lo sabes.

—Por favor, Charlie. No voy a hablar de sexo contigo— dijo, tapándose los oídos.

—Hablaba de citas, imbécil— le lancé un trapo a la cara—. Tú y tu mente obscena.

Se encogió de hombros sonriendo, casi pareciendo un buen chico. Podía engañar a cualquiera menos a Emma y a mí. Lo habíamos visto en acción y en su mente perversa siempre había algún comentario obsceno o algo que malinterpretaba.

—Enserio, Charlie. Hugo, el último, fue un verdadero capullo que si hubiera tenido enfrente lo hubiera callado de un puñetazo.

—Escúchame— me acerqué a él y coloqué mis manos sobre su pecho—. No tienes que ser sobreprotector conmigo, ya lo hablamos, y mucho menos pegar a nadie, por favor.

—Lo sé y lo siento. Pero ellos pasan por tu vida y luego soy yo el que te tiene que ver llorando y triste, y es injusto. Tu mereces mucho más.

—Y por eso te quiero— le guiñé un ojo y sus manos rodearon mi cintura, abrazándome con cariño—. Prometo que si resulta que es otro cerdo más, no estaré llorando ni triste. Saldremos por ahí a beber y divertirnos.

—Es un buen plan— besó mi frente y sonrió—. Te he traído la ropa que me pediste. Cámbiate y yo termino de limpiar esto.

[...]

Nathan frenó unos metros antes del restaurante e inclinó la cabeza para volver a mirarme. Notaba que no parecía estar convencido, sin embargo, no estaba dispuesta a dejar que se entrometiera. Si tenía que pasar algo, estaba dispuesta a asumir las consecuencias, fueran buenas o malas.

—Disfruta— dijo sonriendo.

Lo abracé antes de salir y me armé de valor. La conversación había hecho que estuviera más nerviosa, y lo peor, que tuviera dudas sobre las intenciones de Dylan. Quería evitar sacarle defectos.

—Recuerda tener una buena excusa para que me salte la noche de juegos, sobre todo con Emma, ella siempre sabe todo— hice un gesto con los dedos, semejante al de una adivina con su bola de cristal.

—Soy todo un experto.

Cerré la puerta a mi espalda y observé como Nathan se alejaba en el coche.

A la entrada, vestido con la elegancia propia, Dylan me esperaba sonriente. Aquella sonrisa alivió mis nervios y él me recibió con un beso, cálido y suave. La noche parecía empezar fuerte, pero tampoco imaginé lo que ocurrirá a continuación.

Sus manos estuvieron jugando con las mías durante toda la cena, apenas había podido dejar de reírme, hasta que casi se me saltaron las lágrimas. Parecía que Dylan había guardado sus mejores anécdotas para aquel momento. Apenas era capaz de apartar la vista, su sonrisa me hacía sentir una electricidad recorriendo mi cuerpo, como un imán intentando atraerme. Poco a poco, la distancia entre nosotros fue reduciéndose, hasta que fue nula. En ese momento, a unos centímetros de sus labios, sentí que el corazón iba a salirse de mi pecho y me dejé llevar, sin miedo a lo que pudiera ocurrir.

Sus labios capturaron los míos, en un beso apasionado e intenso, como si hubiéramos estado esperando demasiado tiempo. Acto seguido mis manos se enredaron en su pelo y aquella fue la señal para irnos, puesto que todos nos empezaban a mirar.

Subimos a su piso veloces, continuando el juego de besos que habíamos empezado. Sus labios se amoldaban perfectamente a los míos y me sorprendí del dominio que teníamos ambos. El chico vergonzoso había desaparecido y aquella nueva faceta de Dylan era mucho más intensa e interesante. Tomé el control de la situación, notando que él sonreía entre mis labios por la iniciativa que había tenido, y lo guié en la oscuridad hacia el cuarto. Hacía demasiado tiempo que había dejado de tener vergüenza y que me gustaba tener el control, sorprendiendo a la mayoría de chicos con los que había estado.
No tuve dudas, aunque debería haberlo hecho, y continué besándolo, a sabiendas de lo que iba a ocurrir. Ignoré el hecho de que Dylan parecía otro y me dejé llevar por la intensidad del momento, tendría tiempo al día siguiente para arrepentirme de lo sucedido.

[...]

Me desperté sola al día siguiente, más pronto que de costumbre e iluminada por el sol. A la luz del día pude observar su piso, que era mucho más grande y elegante de lo que había imaginado. Parecía estar decorado como en una revista, con un gusto exquisito y minimalista.

Tuve la esperanza de que Dylan estuviera esperando a que me despertara, pero no fue así. En cambio, encontré una nota en la mesilla, algo simple y una confirmación de que no tenía intención de seguir. Una vez más, había elegido mal.

"Ha sido genial. Ya te llamaré".

Aunque me doliera admitirlo, Nathan volvía a tener razón. Dylan había cumplido con sus cinco citas, había conseguido su objetivo y había desaparecido como un mago con una bomba de humo. Sin embargo, esta vez fastidiaba más que las anteriores. Dylan había usado mis intereses en el periodismo para acercarse a mí y por ello me sentía más engañada y usada.

Me fui lo más rápido que pude, dejándole una nota en el reverso de la suya:

"Ni te molestes, he visto rocas con más iniciativa que tú."

El taxi me dejó en la puerta de casa, donde todos parecían seguir dormidos. Debían haber estado hasta muy tarde y era de imaginar que Aiden y Ben se hubieran quedado en casa durmiendo. Entré en silencio. La casa estaba sin recoger y los restos del monopoly tirados por el suelo.

Ben estaba durmiendo en mi cama, sin dejar ni un solo hueco para mí. Me asomé al cuarto de Emma, con algo de miedo por lo que podía encontrar, y confirmé que estaba durmiendo abrazada por Aiden. No tenía muchos otros sitios dónde dormir, el sillón estaba lleno de cosas y no tenía el ánimo para recoger, y opté por ir con Nathan. Habíamos dormido otras veces los tres juntos y sabía que no le molestaría. Me quité únicamente los zapatos y me tumbé a su lado, en el acto, Nathan notó mi presencia y se giró hacia mí.

—¿Cómo ha ido?— preguntó sin abrir los ojos.

—Prefiero no hablar ahora de eso.

—Está bien. Ven aquí— me rodeó con el brazo y me abrazó.

Nos quedamos así durmiendo, o al menos él dormía y yo intentaba dejar de pensar. No me sentía mal por el hecho de que solo fuera algo de una noche, estaba de acuerdo con tener una relación sin compromiso, pero si me dolía volver a sentirme engañada. La regla de las cinco citas no era más que una estupidez, sólo servía para ilusionarse y decepcionarse después. Pero lo que quedaba claro es que yo no estaba hecha para el amor y mucho menos para tener una relación como la de Emma y Aiden, mi destino era tener el corazón roto. O al menos eso pensaba.

N/A

¡Hola! Pues aquí tenéis un nuevo capítulo de Guerra de intereses. Sé que he tardado bastante en actualizar y lo siento, no puedo decir que intentaré hacerlo pronto, porque suelo tardar bastante siempre. Así que, aunque lo vaya a intentar no prometo nada jajaja.

¿Os ha gustado el capítulo?

¿Qué esperáis en próximos capítulos?

¿Charlie encontrará el amor?

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