✡ CXXXIX
Capítulo 139: ¿Pesadilla?
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Raidel soñó por tercera vez con la figura negra y encapuchada. En esta ocasión se encontraba en un oscuro y sombrío salón de piedra que desprendía un ambiente siniestro, el cual estaba siendo tenuemente iluminado por unas pocas velas cuyas llamas eran completamente rojas. Aquel individuo llevaba puesto una negra y larga túnica. La capucha cubría su rostro. Tenía un profundo corte en el brazo derecho. Y se encontraba realizando lo que sin duda era un ritual demoníaco. En el suelo yacía un inmenso pentágono diabólico dibujado con su propia sangre. La figura estaba sentado en el centro de éste en posición de meditación mientras murmuraba cosas ininteligibles en un idioma desconocido. Parecía un ritual de invocación, aunque no había forma de estar seguro.
Fuera del pentágono, al frente de cada punta, yacían cinco cabezas de cabra cortadas, pero sin embargo sus ojos parpadeaban ante el recital del abismo, como si todavía estuviesen vivas.
—Idoséi y'ermi zatusalen barku n'ostru —murmuró la criatura con una voz tan horripilante y espectral como la que solo podría tener un demonio. No era nada parecido a lo que Raidel hubiera escuchado jamás. Su voz era gruesa y fría como si un trueno hubiera emitido aquellas palabras. El muchacho supo entonces que aquel individuo, fuera lo que fuese, era un demonio. Un demonio de verdad, no solo un simple mago oscuro.
Y entonces la criatura pareció notar la presencia de alguien porque repentinamente bajó sus brazos al suelo y se puso de pie.
—¡Únete a nosotros! —exclamó la figura con su horrible voz de demonio—. ¡Únete a nosotros! ¡La Tripulación del Infierno está esperando por ti! ¡Te esperaremos con los brazos abiertos, RAIDEL!
Aún dentro del sueño, el muchacho se aterrorizó tanto al escucharlo pronunciar su nombre que se despertó en el acto, y se incorporó bruscamente en la cama. Estaba jadeante como si hubiera acabado de correr una maratón. Un sudor frío recorría su frente y espalda.
Antes de que despertara, el demonio había mencionado algo sobre algún "Dios de la Muerte", pero el Raidel no había podido escucharlo bien.
Con el reverso de la mano el muchacho se limpió la frente del sudor. Lo que más le aterrorizó fue que el sueño había parecido tan real... tan tangible... Además ya había soñado con aquella criatura en tres ocasiones ya... ¿Qué se suponía que significaba esto? Pero, fuera lo que fuese, Raidel solo estaba seguro de una cosa... Aquellos no habían sido simples sueños... habían sido reales... completamente reales...
Ese pensamiento lo espantó tanto que Raidel estuvo acostado en la cama por un buen rato, bajo la reconfortante protección de sus cobijas.
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El muchacho se obligó a tranquilizarse un poco antes de dirigirse hacia el salón del equipo Ceifador. Todavía era de madrugada, así que que cuando entró vio que allí solo se encontraba una persona entrenando...
Por supuesto, era Alisa... otra vez.
Raidel soltó un suspiro y avanzó unos pasos antes de sentarse en la hierba a unos cien metros de ella. Sabía que esta vez debía guardar su distancia de semejante persona.
Observó como los largos cabellos de Alisa danzaban mientras ella realizaba su combo de golpes y patadas. Sus ataques eran tan rápidos como siempre. El aire parecía hendirse por la fuerza y contundencia que éstos llevaban.
Las heridas de la muchacha ya estaban casi sanadas, incluso la pequeña quemadura que el pelirrojo le había hecho en la mejilla...
A continuación Raidel se fijó en su rostro. Ella era tan...
Pero en ese instante, Alisa se detuvo de repente y giró su vista hacia el pelirrojo.
—¿Qué diablos estás mirando? —gruñó ella con un tono nada amigable en la voz.
—Estoy contemplando tu fealdad —dijo Raidel con sinceridad.
—¡Endemoniado mocoso! —exclamó Alisa mientras corría hacia él a gran velocidad para molerlo a golpes.
Raidel dio un escupitajo al suelo mientras se ponía de pie y la esperaba con sus puños llameantes en lo alto.
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Fran tuvo la prudencia de despertarse más temprano esta vez. Se vistió con su negra y formidable armadura, y se dirigió apresuradamente hacia el salón de entrenamiento. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta observó que, para su desgracia, había sido demasiado lento otra vez...
Allí se encontraban.
Raidel y Alisa estaban revolcándose en el suelo como dos amantes apasionados. Solamente que en vez de besos se daban golpes.
—Ay, dios, otra vez —murmuró Fran mientras ponía los ojos en blanco. Luego se dirigió hacia ambos a paso pesado. Con una voz alta y clara, dijo—: Bueno, ya es suficiente. Vamos, sepárense, por favor, niños.
Alisa le propinó un último golpe en la nariz a Raidel, y luego se puso de pie para hacer frente a Fran.
—¿"Niños"? —dijo ella con una mueca de incredulidad, mientras señalaba a su rival que seguía en el suelo agarrándose la nariz—. No me compares con este mocoso, por favor.
Luego ella se dirigió nuevamente hacia la salida sin mirar atrás.
—Eh, Alisa —dijo Fran con calma—. No toleraré que esto suceda otra vez. Espero que lo entiendas...
Sin detenerse ni aminorar su paso, ella hizo un gesto indescifrable con la mano y luego salió por la puerta.
—¡Maldita sea! ¡Qué carácter! —emitió Raidel en una especie de gorjeo gangoso en cuanto ella se hubo marchado.
Fran bajó su mirada para observarlo. El muchacho estaba agarrándose la nariz con ambas manos. La sangre le chorreaba por entre los dedos. Tal vez se había roto el tabique nasal...
El líder soltó un prolongado suspiro, sin saber qué hacer con ese par.
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Afortunadamente la nariz del muchacho no se había roto.
Las horas pasaron rápidamente, y la tarde se había hecho presente. En aquel momento Raidel se encontraba en el Salón de entrenamiento con Keila y el líder.
Desde hacía dos horas que Fran empezó con su discurso sobre las reglas e instrucciones que debían de cumplir dentro del White Darkness. Hizo especial énfasis en que no se debía luchar seriamente contra otro miembro del propio equipo, ni siquiera contra otros guerreros del White Darkness si no era por una buena razón.
Y fue en aquel momento que dos hombres desconocidos entraron al salón.
Los tres compañeros dieron media vuelta y observaron que los individuos estaban cargando una gran caja cada uno.
—Aquí están las armaduras, túnicas y botas para los nuevos miembros —dijo el sujeto con el cabello rapado. Luego dejaron las cajas en el suelo y se marcharon del lugar sin decir ni una palabra más.
Todos los objetos habían sido hechos a la medida. Raidel se sorprendió cuando se colocó la gran armadura negra, ya que ésta no pesaba prácticamente nada. Además era muy cómoda y hasta algo flexible...
El muchacho dio unos cuantos saltos. Efectivamente la armadura no pesaba casi nada, pese a su gran tamaño y consistencia. Solo debía pesar unos cuantos gramos, a lo mucho.
Pero lo que le sorprendía más eran las botas. Las botas no emitían ninguna clase de sonido al moverse ni al caminar. Raidel saltó y corrió por todo el jardín, pero las botas simplemente no producían ningún ruido en lo absoluto... El muchacho se movía en completo silencio aunque saltara varios metros y cayera al suelo con gran potencia.
—Botas mágicas —dijo Fran con una sonrisa—. Todos los miembros del White Darkness tienen estas botas...
El muchacho recordó la ocasión en la que Sylfer (el enano que había muerto en las cavernas subterráneas a manos del Rey de los Zirgos) le había dicho que él estaba ahorrando para comprar botas mágicas que no emitían ningún sonido en lo absoluto... Tal vez se estaba refiriendo a esto...
Keila también estaba sorprendida. Ella agarró su armadura con un dedo y la alzó por encima de su cabeza. No debía pesar más que una pluma... Keila ya había escuchado acerca de armaduras increíblemente ligeras, pero esto sobrepasaba a todo lo que ella pudo haberse imaginado...
El muchacho se detuvo por un segundo. No recordaba que el maldito de Deon hubiera llevado estas botas cuando apareció en Ludonia y asesinó a todos los soldados y a la princesa Misha... Aunque bueno, tal vez Raidel estaba demasiado ocupado en intentar matarlo como para fijarse en si sus pasos emitían sonidos o no...
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El líder había llamado a todo el equipo para que se reuniera en el salón principal. Y en cuanto Sendor y Alisa hubieron llegado, él empezó con su discurso.
—¡Y bien! —exclamó Fran estridentemente para llamar la atención de todos los presentes—. Ahora que nuestros compañeros aquí presentes son oficialmente nuevos miembros de nuestro equipo, hay que dejar algunas cosas en claro...
Alisa miró la negra y brillante armadura que Raidel llevaba puesta como si no pudiera creer que en verdad tuviera que hacer equipo con semejante mequetrefe...
—Como dije antes, no toleraré más peleas entre nosotros... —dijo con seriedad—. Deben estar orgullosos de pertenecer a un equipo de la élite...
—¿Equipo de la élite? —dijo Raidel, confuso.
—Oh, sí, ¿acaso ya no lo sabías? —dijo el líder con una sonrisa de orgullo en el rostro—. El equipo Ceifador pertenece a la élite de este continente. Es decir que en el Colmillo Rojo no hay muchos equipos mejores que el nuestro...
—Vaya, ¿en verdad? —dijo el muchacho sin poder dar crédito a lo que sus oídos escuchaban. Después de todo, tres de los cinco miembros habían acabado de formar parte de este equipo. Y además todavía no habían realizado ninguna misión...
—De hecho, todos los equipos de esta base pertenecen a la élite del White Darkness del Colmillo Rojo —dijo Fran, mientras los observaba uno por uno—. Ustedes, muchachos, tienen bastante suerte de haber sido enviados a esta base porque aquí se encuentran los guerreros más poderosos del White Darkness de este continente...
Raidel y Keila se mostraron sorprendidos. No habían tenido ni la menor idea. El sujeto que los envió aquí debió de haber quedado bastante sorprendido de que ellos derrotaran a Vlador y a su gigantesco monstruo de piedra, además de que siete de los nueve reclutas sobrevivieron al final... Era una cantidad que sorprendía a cualquiera teniendo en cuenta la dificultad de la misión.
Fran se aclaró la garganta.
—Resulta que la mayoría de los miembros del White Darkness de este continente son tan débiles que los números en sus brazos suelen ser de ochenta mil a cien mil, y casi nadie supera eso... —sonrió—. Pero en nuestro equipo, todos nosotros estamos entre los cincuenta mil más fuertes del White Darkness.
El pelirrojo sabía que eso era verdad. Keila tenía el número cuarenta y seis mil. Raidel el cuarenta y un mil. Alisa el treinta y nueve mil... Fran el veintisiete mil... pero él todavía no conocía el número de Sendor...
—En el Colmillo Rojo pocas bases del White Darkness son tan increíbles y rebosantes de magia como ésta —dijo Fran—. Esto se debe a que, como dije antes, esta base pertenece a la élite del White Darkness, así que deben sentirse orgullosos... Por lo tanto, debemos esperar que a nosotros nos otorguen las misiones más difíciles... Así que si tienen tantas energías como para pelearse entre ustedes, sugiero que mejor las utilicen para prepararse porque lo que está por venir no será nada fácil, ¿saben?
Todos asintieron con la cabeza, comprensivos. Después de todo, el equipo Ceifador había perdido a tres miembros en la última misión...
—Bueno, me alegra que lo hayan comprendido... —sonrió el líder—. Así que pasemos a lo siguiente... —Fran chasqueó los dedos, y en respuesta a ello, una docena de muñecos del tamaño de una persona salieron de unas cajas que estaban junto a un árbol y se dirigieron hacia ellos a ritmo ligero.
—Vaya, muñecos de entrenamiento —dijo Sendor, observándolos fijamente. No era muy común verlos...
Raidel y los demás los observaron con los ojos muy abiertos. Eran muñecos completamente negros, los cuales parecían estar hechos de alguna especie de metal... aunque no había manera de estar seguros.
Los muñecos se movían sobre sus dos piernas. Sus pasos eran precisos y se veían tan naturales como cualquier humano de verdad. Y en cuanto se acercaron, todos pudieron observar que tenían innumerables runas mágicas repartidas por todo el cuerpo.
—Los muñecos son hechos de Lythion, uno de los metales más duros y resistentes del mundo —explicó Fran—. Son inmunes al fuego, al hielo, y a muchas otras variedades del Rem... —miró a los tres nuevos miembros del equipo—. Serán unos excelentes oponentes de entrenamiento, ¿no creen?
Ellos asintieron con la cabeza.
—¿Dónde los conseguiste? —quiso saber Alisa, mientras iba hacia los muñecos que se habían detenido repentinamente frente a ellos.
—Se los pedí a un alto mando del White Darkness con la excusa de que necesitábamos entrenar —dijo Fran, encogiéndose de hombros—. Por cierto, no se preocupen. Pueden destrozarlos si quieren, ya que son desechables... aunque bueno, para eso van a tener que derrotarlos primero... Buena suerte con eso.
—Bueno, ¿entonces qué esperamos? —dijo Alisa. Su rostro se había iluminado de la emoción.
—Para hacer que estas cosas entren en acción, un mago debe estar controlando sus movimientos —dijo Fran, mientras observaba a Sendor.
El mago soltó un suspiro. Los muñecos no eran capaces de luchar ni hacer nada aparte de caminar a menos que un mago esté controlando constantemente sus movimientos. Y lo peor de todo era que Alisa querría estar entrenando con los muñecos por días y días seguidos sin apenas comer ni dormir, por lo que Sendor tendría que estar allí, anclado en el suelo, controlando los movimientos del muñeco de cerca, hasta que la muchacha se aburra, ya que no había ninguna otra forma de hacer que los muñecos se muevan... Todo esto le parecía de lo más lamentable...
—Será mejor que te pongas cómodo, Sendor —sugirió el líder—. Ya que probablemente estarás aquí estático por varios días —esbozó una amplia sonrisa—. Buena suerte.
—¿Lo dices en serio? —dijo el mago, incrédulo—. Por cierto, ¿qué hay de ti? ¿Qué harás tú?
—¿Quién, yo? Ah, bueno, yo tengo algunos asuntos que resolver, así que me ausentaré por un tiempo...
—Qué conveniente de tu parte, ¿no crees?
Fran se encogió de hombros.
—Vamos, ellos no son los únicos que entrenarán. Tú podrás poner a prueba tus habilidades y conocer los límites de tu magia, ya que deberás usarla por horas y horas consecutivas... Incluso podrás mejorar tu nivel actual...
El mago soltó otro suspiro y se sentó en el suelo de hierba, resignado. A continuación murmuró un hechizo. El extremo superior de su báculo sagrado empezó a brillar con una mayor intensidad.
Tres muñecos empezaron a moverse, dando cortos pasos y alzando los brazos.
—Bueno, controlar tres muñecos al mismo tiempo es mi límite —reveló Sendor, mientras les lanzaba una mirada a Keila, a Raidel y a Alisa—. Y afortunadamente ustedes solo son tres... así que en marcha. Quiero ver sus habilidades, muchachos.
—Suerte a todos —dijo Fran mientras se dirigía hacia la salida.
Los tres nuevos miembros estaban inmóviles.
Sendor chasqueó la lengua.
—¿Y bien? ¿Quieren entrenar o me voy a dormir?
—Me encantaría señor, pero antes de eso tengo que hacer algo —dijo Raidel apresuradamente.
—Demonios, odio cuando me llaman "señor" —dijo el mago, y luego bajó la mirada hacia sus manos, como si se estuviera preguntando si en realidad se veía tan viejo—. Llamame Sendor.
Pero Raidel no lo escuchó, ya que se había puesto a correr tras Fran. Y en cuanto lo alcanzó, el muchacho dijo:
—Hey, líder, espere un segundo, por favor.
Fran se dio media vuelta, algo sorprendido. ¿De qué podía tratarse todo esto?
—Necesito saber su opinión acerca de algo... —dijo el muchacho.
—¿Ah, sí? Bueno, ¿de qué se trata? —lo instó Fran amablemente.
—Es acerca de algunos extraños sueños que he tenido últimamente...
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