✡ CXXXIV

Capítulo 134: Muerte

Los tres invasores que aún seguían en pie arrojaron sus armas al piso y alzaron las manos, en señal de rendición.

—Bueno, ahora que ya sabemos que el White Darkness los envió no nos sirven de nada —dijo Niel, observando el patético acto de sus enemigos—. ¡Al ataque!

Selia dejó escapar un grito de terror al ver que la gigantesca criatura de piedra se ponía en movimiento, dispuesto a pisotearlos sin piedad alguna. Ella intentó correr, pero Xandor y Rodol se quedaron estáticos en sus posiciones. Ellos sabían que huir no iba a servir de nada, ya que el White Darkness los aniquilaría si fallaban en la misión. Este era el fin...

Sin embargo, una nueva persona empezó a caminar por el campo de batalla, en medio de los invasores y los dos miembros de la familia Zestror.

Niel vio que se trataba de un simple y diminuto anciano de un metro y medio de altura, quien tenía una larga barba mugrienta y su aspecto era tan desaliñado como el de cualquier mendigo sin techo. Vestía unos harapos andrajosos que estaban tan sucios como él mismo. Aquella persona estaba leyendo un libro, mientras caminaba tranquilamente en medio de los dos grupos rivales.

—Por todos los santos, ¿quién demonios eres tú? —ladró Niel, quien por alguna razón estaba bastante furioso. Él, como los demás miembros de la familia Zestror, odiaba a muerte a los vagabundos. ¡No podía permitir que su casa se viera invadida de semejante escoria!

Y, sin esperar a que el viejo respondiera a su pregunta, Niel salió volando rápidamente hacia él con su cuchilla en lo alto.

El anciano ni siquiera levantó la mirada. Parecía estar bastante concentrado leyendo su libro.

Rodol no pudo hacer más que gritar:

—¡Eh, idiota! ¡Al frente tuyo!

Pero lo único que hizo el viejo fue cambiar de página y seguir leyendo.

—¡Muere! —gritó Niel, mientras se acercaba a él con su cuchilla afilada.

Y en cuanto llegó al objetivo, Niel lanzó una rápida estocada en dirección al cráneo de su rival, pero el viejo esquivó el golpe sin siquiera levantar la mirada.

A continuación el anciano le propinó un puñetazo a Niel, el cual fue tan veloz que los presentes apenas pudieron ver un destello moviéndose.

Los nudillos del vagabundo chocaron directamente contra su pómulo izquierdo en un golpe sin igual.

Y, como si hubiera sido golpeado por un gigantesco monstruo, Niel salió disparado varios metros hacia el Castillo. El ataque que recibió fue tan potente que su pobre cuerpo rompió el Campo de Fuerza, derribó varias paredes y se detuvo en algún lugar dentro del Castillo. El estrépito que provocó aquello fue comparable al de una explosión de gran escala.

Por su parte, el mendigo volvió a cambiar de página. No había despegado la mirada de su libro ni por un segundo.

—¡Maldito viejo de las empanadas! —gruñó Rodol, sin saber si sentirse feliz, aterrorizado o enfurecido, ya que las cosas habrían sido muy diferentes si él se hubiese presentado en la batalla desde un principio—. ¿Qué fue lo que hiciste?

El anciano no respondió, quien parecía estar demasiado concentrado en lo que sea que estuviera leyendo.

—¿Acaso se trata de un libro mágico de hechizos avanzados? —dijo Selia, mientras iba hacia el viejo y se agachaba para ver el nombre del libro.

Selia entrecerró los ojos al ver que el libro se titulaba: "Cómo llevar a todas las doncellas a tu cama".

Ella se alejó del viejo y no articuló ni una palabra. Pero la expresión de su rostro les dijo a Rodol y a Xandor que no se trataba de ningún libro mágico.

El colosal monstruo de piedra soltó un fuerte rugido. Vlador debía estar muy enfurecido luego de ver a su hijo recibir semejante ataque tan brutal.

La gran criatura empezó a dirigirse hacia el anciano, moviéndose tan rápidamente como su descomunal cuerpo se lo permitía. Pero el mendigo ni siquiera pareció notar que estaba en peligro, ya que no reaccionó de ninguna manera.

—¡Los heridos! —exclamó Selia, como si de repente se hubiera acordado de ellos y luego se alejó para ayudarlos.

Ni Rodol ni Xandor pensaban que pudieran serle de ayuda al viejo contra semejante monstruo infernal, así que corrieron tras Selia.

La exorbitante criatura avanzó hacia el enemigo y luego le propinó un fuerte pisotón, el cual llevaba consigo todo el peso de su gigantesco cuerpo.

El viejo dio un salto para esquivar el ataque y luego lanzó otro de sus rápidos y mortales puñetazos.

El golpe resonó por todo el castillo. Selia y los otros se giraron para ver que aquel único ataque había sido suficiente para romperle una pierna al gigantesco monstruo. La extremidad cayó al suelo con un fuerte estrépito. Sin embargo la criatura pudo mantenerse en pie. Y al instante siguiente una nueva pierna le creció en el lugar, y la bestia volvió a dar pisotones a diestra y siniestra, intentando aplastar a la molesta cucaracha que se negaba a quedarse quieta.

Y al cabo de unos segundos, el anciano terminó de leer la última página de su libro, y por primera vez levantó la mirada hacia el monstruo que se alzaba frente a él, quien no dejaba de lanzar pisotones por todo el lugar.

—Bueno, ahora que por fin he terminado lo más importante puedo entrar a la acción —dijo el anciano con una sonrisa. Luego guardó el libro en un bolsillo de su andrajosa capa llena de huecos y se colocó en posición de batalla.

—¡Ven a mi, escoria de piedra!

El monstruo soltó otro fuerte rugido y levantó exageradamente su pierna para dar el pisotón más fuerte de todos. Acto seguido la pierna empezó a descender.

Esta vez el anciano no esquivó el ataque, sino que lo recibió con un fuerte puñetazo ascendente.

Los nudillos del viejo chocaron directamente contra el pie del monstruo en un estruendo ensordecedor que resonó en todo el Castillo y sus alrededores. La colisión fue tan tremenda que provocó una onda expansiva que se replegó por al menos un kilómetro a la redonda.

Ambos ataques habían sido lanzados con una potencia descomunalmente grande, pero el golpe del viejo resultó mucho más poderoso, por lo que el gigantesco monstruo de piedra se alzó varios metros en el cielo debido al impacto, y luego cayó al piso en un crujido atronador. Al chocar contra el suelo, el monstruo se destrozó en varios pedazos sumamente grandes.

Selia y los demás se quedaron con la boca abierta al observar semejante hazaña.

—¿Q-quién demonios es él? —balbuceó Selia, sin dejar de observar a aquel harapiento y diminuto viejo—. ¡Es demasiado poderoso como para estar en este continente!

Rodol y Xandor se encogieron de hombros. 

En aquel momento los tres compañeros se encontraban junto al cuerpo de Keila que yacía en el suelo, sobre un pequeño charco de sangre. La maga estaba intentando cerrar la profusa hemorragia de la herida que tenía Keila en el abdomen. Por suerte, Selia había venido preparada: En su bolsa había traído aceite de cocodrilo, ungüento de Dhiarnes, varias pócimas, y demás ingredientes mágicos que servían para todo tipo de heridas.

El viejo de las empanadas observó tranquilamente los pedazos de piedra que habían quedado desparramados a su alrededor. Acto seguido dio un paso al frente.

—¡Es hora de terminar con tu vida! —exclamó. Pero en cuanto se disponía a dar el primer golpe, un hueso de la médula espinal le crujió fuertemente, y él se agarró la espalda mientras soltaba un gruñido de dolor.

—¡Oh, mi espalda! —chilló mientras se tiraba al suelo y se retorcía como un vulgar gusano—. ¡Maldita sea! ¡Por un momento olvidé que soy demasiado viejo! ¡No debí excederme demasiado!

A Rodol y a los otros se les dibujó una expresión de terror en los rostros en cuanto observaron que el monstruo de piedra estaba lentamente regenerandose. Los pedazos de piedra estaban volviendo a su lugar, de manera que la criatura volvía a reconstruirse poco a poco.

—¡Levántate anciano! ¡El monstruo está volviendo a la vida! —gritó Selia, pero sus advertencias fueron en vano, ya que el mendigo seguía revolcándose en el piso, demasiado adolorido como para escucharla.

De manera que nada impidió que la criatura terminara de regenerarse, y en cuanto lo hizo soltó otro de sus fuertes rugidos de furia.

El anciano, cuyo dolor en la espalda le impedía moverse, estuvo a punto de ser aplastado por el gigantesco pie del monstruo, pero entonces una inmensa rana de color verde apareció al lado de él.

—¡Sube! —exclamó Selia desde la lejanía.

En medio de resoplidos y gruñidos de dolor, el anciano apenas pudo ponerse de pie para subirse encima de la rana. Y en cuanto lo hizo, el animal se alejó dando largos saltos, con el mendigo soltando alaridos de profundo dolor debido a los bruscos movimientos.

Vlador sabía que esta era su mejor oportunidad para eliminar a ese condenado vejestorio, así que lo persiguió incansablemente por los alrededores del Castillo. La rana huía con sus saltos, mientras el monstruo de piedra lo seguía de cerca.

La persecución se extendió por varios minutos hasta que la rana empezó a disminuir la marcha: Selia se estaba cansando.

Cuando un mago transformaba su báculo en un animal, tenía que transferir sus energías a éste para que se moviera. En realidad aquellos animales no existían, sino que los magos los creaban con un hechizo y luego los controlaban mentalmente. Para hacer que la rana se moviera, Selia tenía que gastar una gran cantidad de energía.

—¡Diablos, tenemos que hacer algo! —dijo ella, quien estaba tan agitada que apenas había podido articular aquellas pocas palabras—. ¡No voy a poder durar mucho tiempo de esta manera!

Xandor y Rodol se miraron entre ellos. Ya habían intentado muchas cosas antes, pero nada había dado resultado. Sin embargo, no podían dejar que alguien tan fuerte y útil como el viejo de las empanadas muriera. Sin él no iban a poder derrotar a Vlador. ¿Pero qué podían hacer para distraer su atención de la rana?

El descomunal monstruo de piedra continuaba persiguiéndolo. La rana daba vueltas al Castillo, y saltaba por el patio de un lado a otro, pero Vlador no se rendía en su persecución.

Selia apenas había podido detener la hemorragia de la herida de Keila con sus componentes mágicos, pero no podía hacer más por ella porque ahora su concentración estaba puesta en la rana que había creado... Esperaba ella sobreviviera... Pero lo que más le preocupaba era el muchacho pelirrojo, a quien ni siquiera había tenido tiempo de curar sus heridas. Selia giró por un segundo su vista y fue a posarla sobre la estatua de bronce destrozada, en el lugar en el que había chocado Raidel... pero no lo encontró por ningún lado. El muchacho había desaparecido.

—Oigan —empezó a decir ella—. ¿En dónde...?

—¿Me estabas buscando? —dijo una débil voz detrás de los tres. Ellos se dieron la vuelta, listos para luchar, pero vieron que solo se trataba de Raidel, quien estaba ensangrentado de pies a cabeza, y apenas parecía que se podía mantener en pie. El muchacho estaba jadeante, y su mirada no se despegó de Keila por un buen rato, quien yacía en el suelo como un cadáver.

—¿E-ella está bien? —tartamudeó con un hilo de voz.

—No te preocupes —lo tranquilizó Selia—. Por suerte el cuchillo de Niel no apuñaló ningún órgano importante... Ella debería estar bien pronto...

Raidel observó la gigantesca criatura que se alzaba ante sus narices. Era descomunalmente grande. Un monstruo de piedra de veinte o treinta metros de altura. Y aquella cosa le había golpeado antes... Pensó que tal vez había sido muy afortunado de salir con vida y en una sola pieza. 

La bestia perseguía a la rana, mientras Selia se desgastaba más y más. Ya casi no le quedaban energías.

Raidel vio que el anciano de las empanadas estaba echado sobre el animal. El muchacho no entendía muy bien qué era lo que había ocurrido en el tiempo en el que estuvo inconsciente, pero se hizo una idea: El mendigo había querido huir en la casa voladora, pero la rana lo había traído al campo de batalla para que ayudara en algo. ¿Pero de qué podría servir semejante viejo decrépito?

Y tras unos segundos todos pudieron observar con infinito horror cómo la inmensa rana desaparecía repentinamente, transformándose nuevamente en el báculo mágico de Selia. A consecuencia de ello el anciano cayó de bruces al suelo de piedra. Su rostro se estrelló fuertemente contra éste.

—¡No! —gritó la maga, pero ya era demasiado tarde.

Tras ver al viejo completamente desprotegido, la descomunal criatura de piedra corrió hacia él con una elevada velocidad que no había mostrado hasta ahora.

Xandor y Rodol se miraron entre ellos y asintieron con la cabeza. A continuación corrieron rápidamente en dirección al gigantesco enemigo, sin saber muy bien qué hacer cuando llegaran a él... ¡Pero aún así no podían dejar que el viejo muriera!

Raidel soltó un fuerte gruñido como si se estuviera convenciendo a él mismo de algo, y luego siguió a los dos compañeros, ignorando por completo los gritos de Selia que decían que se detuviese, ya que sus heridas no habían sido curadas.

Pero antes de que ellos pudieran llegar hasta el enorme enemigo, se detuvieron en seco al observar que Dem, el hombre de goma, estaba acostado en el suelo frente al monstruo de piedra. Su cuerpo estaba tan estirado que ahora debía medir unos ocho o nueve metros de extremo a extremo. Parecía un fideo viviente. Sus elásticos brazos estaban enrollados en torno a la estatua de un león dorado, mientras que sus piernas se encontraban enroscadas alrededor de una fuente de agua a nueve metros más allá. El cuerpo de Dem estaba a unos cuantos centímetros sobre el suelo.

El gigantesco monstruo siguió avanzando, sin advertir la presencia de Dem, quien bloqueaba su camino. Vlador estaba tan concentrado en el anciano que simplemente no se había percatado de su presencia. Sin embargo, ese error le costó muy caro. 

La enorme criatura tropezó con el cuerpo de Dem y acto seguido cayó fuertemente al suelo a unos escasos metros del viejo de las empanadas. Sus brazos y piernas de piedra se rompieron nuevamente tras el impacto.

—¡AHORA! —rugió el anciano a todo pulmón, quien seguía en el piso, sabiendo que esta era la mejor oportunidad para acabar con el enemigo.

Raidel, Xandor y Rodol no perdieron más tiempo y se lanzaron contra él con sus armas en lo alto. Mientras tanto, Selia utilizó sus poderes mentales para desplazar su báculo mágico y arrastrarlo hacia ella.

—¡La cabeza! —vociferó el mendigo—. ¡Ese es su punto débil! ¡La cabeza!

Rodol colocó cinco flechas explosivas en su arco, y acto seguido disparó los proyectiles hacia la gigantesca roca redonda que hacía de cabeza, la cual ahora que la veía de cerca tenía varios símbolos inscritos en ésta que debían ser runas mágicas.

Los proyectiles dieron en el blanco y explotaron con gran fuerza. A continuación Raidel y Xandor corrieron hacia él y golpearon repetidamente la roca con sus pesadas armas. Vieron que, tras todos los ataques combinados, la cabeza del monstruo quedó agrietada, pero no destruida. Observaron con gran horror que las extremidades del monstruo empezaban a regenerarse nuevamente. Los pedazos volvían a su lugar.

Sin embargo, Selia sacudió su báculo mágico en el aire.

—¡A UN LADO! —gritó mientras una docena de rayos salían disparados de su báculo.

Raidel y Xandor solo pudieron tirarse al piso mientras los rayos chocaban contra la agrietada piedra del monstruo, la cual esta vez no se pudo mantener intacta: La cabeza de piedra estalló en mil pedazos.

Raidel y Xandor se cubrieron las cabezas mientras los diminutos fragmentos de piedra salían volando, desparramandose por todo el lugar.

Sin cabeza, el monstruo ya no podía seguir existiendo, por lo que su cuerpo también se destruyó, convirtiéndose instantáneamente en un sinfín de pedazos y polvo. Aquella gigantesca criatura había sido creada por el Rem de Piedra de Vlador, pero los magos habían inscrito en ésta poderosas runas mágicas para que Vlador la pudiera controlar mejor, las cuales prácticamente le daban vida al monstruo, pero alguien debía controlar sus movimientos. Sin las runas, Vlador hubiera sido incapaz de controlar y mover a un monstruo tan grande como aquel. Y resultaba que el anciano de las empanadas se había dado cuenta que las runas mágicas habían sido inscritas en la cabeza del monstruo, por lo que si destruían la cabeza, Vlador ya no podría seguir controlando a la criatura y ésta se deshacería al instante... y eso fue justo lo que había acabado de ocurrir.

A continuación el silencio reinó en el lugar por varios segundos. Ellos observaron los pedazos del monstruo sin poder creer que esto por fin se hubiese terminado...

Pero entonces un rugido ensordecedor resonó con gran potencia como el grito de un dragón.

—¡NOOOOOOOOOOO!

Acto seguido algo surcó el cielo y fue a aterrizar en donde se encontraba Selia.

Todos pudieron observar que se trataba de Niel.

Aquel hombre debió haber visto que el ataque de Selia fue el que destrozó finalmente al monstruo, por lo que evidentemente quería eliminarla a ella primero.

Selia se preparó para lanzar un hechizo, pero Niel fue más rápido. Su cuchilla rompió el báculo de Selia por la mitad. Ella cayó al suelo, mientras Niel lanzaba un segundo golpe, esta vez en dirección a su pecho.

Pero una flecha chocó contra la espalda de Niel, y luego se desató la explosión.

El hijo mayor de la familia Zestror se tambaleó y soltó toses en medio de la nube negra que había quedado tras el estallido.

Xandor, el asesino, aprovechó su distracción y se dirigió hacia el enemigo, haciendo uso de su gran velocidad característica de él.

Niel lo vio acercarse e intentó volar hacia él, pero entonces cayó de bruces al suelo. Algo le estaba sujetando la pierna. ¡Era una mano elástica!

Las piernas de Dem seguían enrolladas en torno a la estatua, mientras que su mano izquierda se aferraba al tobillo del enemigo, inmovilizándolo por completo.

De modo que Xandor pudo llegar hasta él sin ningún problema. Una de sus inmensas espadas de dos metros hendió el aire y cortó a Niel por la mitad en un ataque sumamente rápido.

El hijo mayor de la familia Zestror murió en el acto. Las tripas salieron a montones de su cuerpo mutilado, desparramandose por el suelo y acompañado de un gran charco de sangre oscura y densa.

Y apenas él cayó muerto cuando se escuchó una voz detrás de todos.

—¡IMBÉCILES! —exclamó la voz de Vlador.

Todos se giraron y vieron que el líder de la familia Zestror se ponía de pie en medio de los escombros y los pedazos destrozados del monstruo de piedra. Él estaba casi intacto.

Vlador sacó una especie de pergamino de sus bolsillos y lo desenrolló. Acto seguido el papel se convirtió en una alfombra voladora, y Vlador subió a ella.

—¡NO DEJEN QUE ESCAPE! —rugió el anciano.

Rodol metió una mano en su bolsa de flechas, pero descubrió con gran horror que ya no tenía flechas...

La alfombra voladora se elevó rápidamente por los cielos y se alejó del lugar a gran velocidad.

Selia estuvo a punto de lanzarle uno de sus rayos, pero luego recordó que su báculo estaba roto...

De modo que a todos los presentes no les quedó más opción que mirar con gestos de gran desdicha cómo Vlador se alejaba cada vez más y más, mientras no dejaba de soltar carcajadas. ¿Cómo pudieron permitir que escapara? ¡Lo habían tenido en la palma de la mano!

Sin embargo, Keila se puso de pie en la lejanía. Miró por un segundo cómo Vlador cruzaba los aires, y a continuación le arrojó una de sus dagas.

El arma ascendió por los aires y fue a impactar en medio de los omóplatos de Vlador, hundiéndose en su espalda y atravesando su pecho. La punta del arma asomó en un extremo de su pecho.

El cadáver de Vlador se deslizó de la alfombra voladora e impactó contra el suelo tras una caída de varios metros de altura.

Keila se dio media vuelta y observó que los compañeros alzaban los brazos al cielo en señal de victoria.

Vlador al fin había muerto.

Tras el estrépito de una batalla increíblemente difícil, el Castillo había quedado en completo silencio. No había ningún rastro de vida aparte de los reclutas. El lugar empezó a llenarse de moscas que revoloteaban sobre los pútridos cadáveres, y varios cuervos y buitres comenzaron a sobrevolar el cielo en torno al Castillo y sus alrededores.

Los innumerables cadáveres empezaron a despedir un olor todavía más horrible debido a la descomposición.

Luego de un descanso de diez o quince minutos, en el que Selia les atendió las heridas más urgentes, los compañeros envolvieron en una bolsa el cadáver de Vlador, ya que debían llevarlo a la base para entregarlo al White Darkness como una muestra de que habían cumplido con la misión.

Y entonces la casa voladora en la que habían venido empezó a asomar por el horizonte, y tras dos minutos descendió y se detuvo frente a ellos.

El anciano fue el primero en entrar a la casa. Él ya podía caminar debido a que Selia le había recolocado el hueso de la espalda que se había dislocado.

A continuación entraron Xandor y Rodol quienes estaban cargando el cadáver de Vlador, y finalmente lo hicieron Selia, Dem Raidel y Keila.

Y luego de que cerraran la puerta, la casa empezó a elevarse por los aires. Observaron la blanca línea del horizonte: Ya estaba empezando a amanecer.

Y cuando pasaron por encima de la muralla del Castillo vieron que una gran cantidad de soldados estaban al otro lado, frente a la puerta de la muralla. Ellos supusieron que eran los soldados de Dorsian, el reino en el que se encontraban. Eran hombres con armaduras plateadas y relucientes que estaban sobre grandes y robustos caballos. Y no quedó ninguna duda de su identidad en cuanto vieron sus escudos, en los cuales estaban inscritos el emblema de Dorsian.

Los habitantes debieron haber escuchado el estrépito de la batalla, por lo que avisaron al ejército del reino. Y en consecuencia el rey debió haber enviado a aquellos soldados a revisar qué estaba ocurriendo.

—Somos bastante afortunados —observó Dem, cuyo cuerpo había vuelto a la normalidad después de haberse estirado medio centenar de veces y luego de haber sido pisoteado por el gigantesco monstruo de piedra de Vlador—. Nosotros completamos nuestra misión justo en el momento en el que Dorsian envió a sus soldados a este lugar... Si nos hubiéramos demorado unos minutos más, tal vez nos habríamos visto envueltos en otra batalla...

Raidel frunció la nariz mientras contemplaba a través de la ventana los estragos que habían dejado atrás.

—¿Dónde quedaron los demás miembros de la familia Zestror? —preguntó de repente—. ¿Vlador solo tiene un hijo?

—Según la información, su familia es grande, pero los demás hijos de Vlador solo son chiquillos. Me imagino que se quedaron dentro del Castillo, muertos del miedo... —Dem soltó una carcajada.

Raidel sabía que era demasiado tarde, pero se preguntó si había hecho bien al aceptar esta misión. Según sabía, Vlador era un criminal encubierto, además de ser el líder secreto del Mercado Negro de Dorsian. Pero tal vez haberlo matado había sido excesivo...

Sin embargo, no le dio más vueltas al asunto y fue a sentarse en uno de los sillones que habían en la sala. Después de semejante batalla, un corto descanso era lo menos que se merecía...

Pero antes de cerrar los ojos, el muchacho observó que, al lado suyo, Keila estaba sujetando la espada voladora que había sido de Tana antes de que ella muriera... Aunque para ser más precisos, Tana la había robado.

Keila estaba contemplando fijamente la espada. Al final ella alzó la vista hacia el muchacho.

—¿Qué te parece mi nueva arma? —sonrió—. Aunque bueno, tengo que descubrir cómo funciona...

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