✡ CXXIX
Capítulo 129: Casa Mágica
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—¡Vaya! ¡Increíble! ¡Magnífico! ¡Fenomenal! —dijo Raidel con los ojos muy abiertos del asombro, en cuanto ambos llegaron al sexto piso por medio de un elevador mágico.
El último piso de la casa flotante era más elegante que cualquier Palacio o castillo en el que Raidel y Keila hubieran estado antes.
Las paredes estaban pintadas de un dorado brillante, pero si uno aplastaba un botón, éstas simplemente se volvían transparentes, de forma que revelaban el increíble paisaje que tenía lugar bajo sus pies, mientras la casa volaba por las alturas.
El suelo estaba cubierto por una alfombra tan suave como la seda. Las bañeras eran casi tan grandes como piscinas, y hasta había una especie de osito mágico del tamaño de un muñeco de peluche que hacía de sirviente: les mostraba el funcionamiento y la ubicación de todas las partes de la estancia y les llevaba lo que sea que ambos pidieran, así sea comida, una bebida o cualquier objeto.
Aquel piso tenía innumerables salas y habitaciones. Una para el descanso, otra para la lectura, otra para el entretenimiento, y hasta había una especie de mini bar que al muchacho no le llamaba mucho la atención porque todavía era menor de edad.
Y cada una de estas salas era inmensa. Las estanterías de la biblioteca debían albergar unos cinco mil o diez mil libros en total. Todos los baños tenían sus enormes bañeras. Las habitaciones eran amplias como una casa entera. Y hasta había una piscina de verdad, la cual tenía un gigantesco tobogán de cuarenta metros de altura.
Pero lo más sorprendente de todo era la sala de entretenimiento, ya que tenía diversos juegos mágicos, como intentar esquivar pequeñas pelotas voladoras de goma que iban tras tu cabeza.
Y cuando ya hubieron explorado todo el piso, bajo la guía del oso mágico —lo que les demoró su tiempo—, ambos se sentaron en unas cómodas butacas y aplastaron el botón para que las paredes y el techo se volvieran invisibles.
Se maravillaron al observar los majestuosos paisajes que se movían lentamente bajo ellos, mientras la casa se desplazaba por los cielos. Aparecieron varios reinos, ciudades, aldeas; todas ellas se veían tan pequeñas como si fuesen hormigueros.
Y fue en cuanto estaban sobrevolando un gran barranco que Raidel arrugó la nariz, como si algo estuviera oliendo mal.
—Ahora que lo pienso, esta casa no parecía tan grande cuando la observamos por fuera —dijo con el ceño fruncido—. Pero ahora que estamos adentro veo que este simple piso es tan inmenso como un castillo entero... incluso quizás más... ¿Qué cuernos está pasando aquí?
—¿Y ahora te das cuenta de eso? —se rió Keila—. No lo sé. Supongo que de alguna forma son capaces de poner muchas habitaciones y objetos en un espacio muy reducido... —se encogió de hombros—. Magia, sin duda.
—Magia, ¿eh? —dijo el muchacho mirando la montaña rocosa bajo sus pies. Por un segundo se preguntó si alguien de afuera podría ver el interior de la casa a través de las paredes invisibles, pero algo le decía que no. Esa magia solo debía servir para que la gente viera hacia afuera y no a la inversa.
—-Que el espacio aquí adentro sea mucho más grande de lo que se ve desde afuera quizá tenga algo que ver con las Dimensiones de Bolsillo, las cuales son muy usadas para crear bolsas interdimensionales o también conocidos como bolsillos espaciales...
Raidel no sabía de lo que estaba hablando, pero no le prestó mucha atención, ya que su mente recordó algo en cuanto ella mencionó la palabra magia.
Y entonces el muchacho le contó a Keila que él había visto a un millar de monstruos en medio de su pelea con Tandor. También mencionó que ellos lo atacaron salvajemente, y que hasta había visto la cabeza de ella decapitada...
Keila aguardó silencio durante todo su relato, y luego soltó un suspiro.
—Seguramente era alguna clase de ilusión —opinó.
—¿Ilusión? —dijo Raidel, incrédulo—. ¡Te puedo asegurar que el dolor que sentí fue muy real! ¡Estuve a punto de morir! —exclamó, algo enfadado, creyendo que Keila no le estaba dando mucha importancia al asunto.
—Por eso, una ilusión —insistió ella—. Una vez leí un libro en donde se mencionaba que los magos poderosos eran capaces inducir a alguien en una ilusión; y algunas de éstas son ilusiones tan reales como la vida misma, en la cual los cinco sentidos se ven envueltos...
El muchacho se quedó con la boca abierta.
—¿Cómo es posible algo así?
—No me lo preguntes a mí —se encogió de hombros—. En estos asuntos, yo soy casi tan inexperta como tú. Pero lo que sí sé es que no debiste tocar el báculo del mago. Fue gracias a eso que él pudo meterte en esa ilusión. De otra forma le habría sido imposible... —suspiró—. Tienes que saber que los báculos son los objetos más sagrados de los magos. Sin la ayuda de éstos, los magos ya no pueden realizar la mayor parte de su magia.
Raidel reflexionó el asunto por unos segundos. Ahora recordaba que fue justo después de que él sujetara el báculo que se vio envuelto en esa horrible ilusión. Aunque el mago también había recitado un hechizo...
Keila se puso de pie.
—Bueno, no sé qué estamos haciendo aquí... Tenemos todo un castillo para nosotros solos...
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Ambos recorrieron todas las salas y habitaciones. Fueron a la piscina, a la biblioteca, pero la mayor parte del día pasaron en la sala de entretenimiento.
Raidel recordó que, antes de empezar con su viaje, un empleado les había dicho que ambos eran muy afortunados por subir gratis, ya que aquella casa voladora era de último modelo, de la clase más alta, y que en todo el Continente no iban a encontrar una mejor que aquella. Además mencionó que los boletos para entrar a semejante transporte eran tan costosos que hasta los nobles más ricos de Xulei solamente se podían permitir viajar allí una o dos veces al año. Y por último dijo que la magia de dicha casa era muy superior de la que normalmente se veía en este continente. Raidel y Keila habían hecho una mueca al escuchar semejantes palabras, creyendo que era una exageración en toda regla, pero ahora que habían visto la majestuosidad de aquel transporte, creían que las palabras dichas por el empleado se quedaban cortas.
Varios días habían pasado. Y ahora ambos se encontraban en la sala de descanso, acostados boca abajo sobre dos de los innumerables divanes que habían repartidos en la estancia. Ambos estaban recibiendo un masaje en la espalda del oso mágico.
Y en aquellos días de ocio y tranquilidad, la mente del muchacho se había podido permitir divagar en los asuntos de nula importancia:
—Me pregunto por qué las rocas son sólidas y el agua es líquida —dijo—. Pero más importante aún, me pregunto por qué nadie intenta robar estas magníficas casas voladoras... No tienen nada de protección ni cuando están volando ni tampoco cuando están estáticas en el suelo —señaló el muchacho con los ojos cerrados, sintiendo el fantástico masaje del oso mágico.
Keila no respondió, así que Raidel se giró hacia el animal.
—Hey, ¿tú sabes algo?
—Nadie se atreve a robarlas —explicó el oso con voz monótona como la de un robot—. Todas las casas voladoras que hay en el Colmillo Rojo son importadas desde el tercer continente, y tienen incrustadas un sistema de rastreo de alto nivel que ningún mago de nuestro continente puede eliminar. Además las casas están protegidas contra diversos hechizos que algún mago pudiera lanzar, así como también contra los ataques físicos y/o directos.
—Si es verdad eso de que ni siquiera los magos más ricos de Xulei pueden viajar en esta casa muy seguido, entonces eso me hace preguntar quién es el dueño de esta empresa de transportes... Debe tener mucho dinero...
—No es ninguna empresa. Es el sistema de transportes de Xulei. Y no tienen tanto dinero como crees. Todas las casas voladoras de nuestro continente son alquiladas. Los verdaderos dueños y creadores son una corporación de magos del tercer continente. Ellos se quedan con el 96% de las ganancias que se recaudan en cada viaje, mientras que el sistema de transportes de Xulei simplemente con el 4%.
—¡Vaya! —dijo Keila, quien se veía más sorprendida que el propio Raidel. La gente del tercer continente debía ser mucho más poderosa de lo que era en éste.
Ella se preguntó si el salto a nivel de poder y magia del segundo al tercer continente era tan drástico como en el primero al segundo... Quizá fuera más drástico todavía... ¿Cómo sería el tercer continente? ¿Cómo sería el noveno continente?
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El viaje duró ocho o nueve días. En ese tiempo ambos habían descansado y se habían relajado como nunca antes. Fue una experiencia irrepetible que les vino de maravilla después de tantas batallas y combates que habían tenido que librar en las últimas semanas.
A ambos no les hubiera importado si el viaje duraba otra semana o otro mes más... Pero todo lo bueno tenía que terminar.
La inmensa casa estaba sobrevolando lo que parecía un reino o ciudad cuando el oso mágico les informó que ya estaban llegando a su destino.
Raidel y Keila, quienes estaban nadando en la piscina, salieron y se vistieron con su habitual ropa. Observaron que a lo lejos se empezaba a ver un terreno árido y desértico, a las afueras del reino que estaban sobrevolando. ¡Ese sin duda era el Desierto de la Luna Amarilla!
A Raidel le brillaron los ojos con una extraña luz al ver aquel panorama.
—Bueno, aquí estamos...
—Aterrizaremos en el borde del desierto —informó el oso.
Ambos se fijaron en que la casa empezaba lentamente a descender.
Y tras unos segundos de silencio, Raidel miró a su amiga.
Ella pudo ver que el rostro del muchacho estaba repentinamente entristecido.
—Adiós, Keila —dijo el pelirrojo en un débil murmullo, mientras iba hacia ella y le daba un inesperado abrazo—. Tu compañía ha sido invaluable... Te extrañaré mucho... Algún día volveremos a vernos y te devolveré todos los favores...
Y antes de que la casa pudiera aterrizar sobre el suelo, Raidel abrió una de las ventanas y saltó al vacío ante la atónita mirada de Keila.
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