✡ CXLVII
Capítulo 147: Sendor
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Todo el cuerpo de Klein estaba cubierto por unas danzantes y crepitantes llamas que le daban un aspecto fantasmagórico y hasta casi demoníaco.
El jefe soltó una carcajada al mirar las expresiones de sorpresa de sus rivales.
—¿Qué sucede? ¿Acaso el gato les comió la lengua?
Ambos observaron que las llamas en el cuerpo de Klein eran un poco más anaranjadas que las de Raidel, pero aún así eran mayormente amarillas.
El muchacho también envolvió su cuerpo en fuego y soltó una especie de rugido desafiante.
Klein, quien ya había visto el Rem del pelirrojo anteriormente, no se mostró sorprendido.
—Fuego y Hielo contra Fuego —dijo Klein con una sonrisita molesta en el rostro—. Pero ya los he visto pelear y, lamentablemente para ustedes, no podrán vencerme.
Raidel dio un paso al frente.
—No sé que te haga decir eso, pero dado que ambos controlamos el mismo elemento, solamente me puedes hacer daño con ataques físicos... Sin embargo, no veo que lleves arma alguna... así que será fácil para mí eliminarte.
—Vaya, ¿eso crees? —dijo Klein con una risotada burlona—. Te haré ver tu error, muchacho insolente...
Pero antes de que pudiera hacer nada, Alisa intervino.
—Yo lucharé contra él. Yo sola. —Miró a Raidel con una expresión que no dejaba lugar a discusión—. Te sugiero que vayas y te eches una siesta o algo... En ese estado tan patético no le sirves a nadie, mocosito...
Raidel escupió al suelo.
—Si crees que puedes matarlo antes que yo, entonces inténtalo. ¡Te aseguro que no podrás lograrlo!
—¿Me estás retando? —gruñó Alisa con una expresión nada amigable en el rostro—. ¡Después de acabar con él, tú serás el siguiente! —proclamó mientras corría hacia el rival con sus carámbanos de hielo bien sujetos en las manos.
Mientras tanto, Raidel aprovechó la distracción de Klein para bordearlo silenciosamente, y una vez que lo hubo hecho, se lanzó al ataque por su espalda. Después de todo, las botas que llevaba puestas no emitían ningún sonido al moverse, por lo que él aprovechó eso.
Y cuando Raidel y Alisa estaban por llegar a él, Klein dio un gran salto de varios metros de altura, lo que hizo que ambos compañeros casi se golpearan entre ellos. Pero lograron detener sus ataques a centímetros de distancia. Los carámbanos estuvieron a punto de perforar el pecho llameante de Raidel, y la guadaña de fuego casi partió a Alisa por la mitad.
—¡Por atención a quién atacas, idiota! —exclamaron Raidel y Alisa al unísono, y luego giraron sus miradas rápidamente de un lado a otro en un intento por encontrar a Klein. Pronto lo hallaron.
El jefe de los mercenarios se encontraba a varios metros detrás de ellos. Estaba estático en su posición y los miraba a ambos con una sonrisa burlona en el rostro. Sus ojos parecieron centellear por un segundo.
—Veo que ustedes no son precisamente los mejores amigos, ¿no es verdad? —dijo, mientras soltaba una risita—. Cero trabajo en equipo. Cero amistad... Es más, parece que se odian a muerte...
—Basta de balbucear estupideces —escupió Alisa, mientras sujetaba un carámbano de hielo en lo alto, de manera amenazante—. ¡En cuanto te atrape, eres hombre muerto!
—¡Olvídalo, yo soy quien lo aniquilaré! —rugió Raidel, lanzándose al ataque. Su velocidad era sorprendente pese a las heridas que traía encima.
—¿A dónde crees que vas? ¡Dije que yo lo mataría! —gruñó Alisa mientras lo seguía a toda velocidad.
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Con su ardiente puño izquierdo, Fran golpeó la pierna de la criatura de agua haciendo uso de la totalidad de sus fuerzas, pero en cuanto lo hizo, esta simplemente se hundió como si hubiera golpeado algún objeto gelatinoso. Y al instante siguiente la pierna volvió a la normalidad.
—¡Maldita sea! —gruñó Fran al tiempo que retrocedía para esquivar uno de los pisotones del monstruo. No podía creer lo que había acabado de suceder—. ¿Qué diablos significa esto? Yo creí que el monstruo estaba hecho enteramente de agua...
Kentus, quien seguía sentado dentro del abdomen de la descomunal bestia, pareció oírlo porque soltó una carcajada que no se escuchó en lo absoluto debido al lugar en el que se encontraba.
Fran miró que un montón de burbujas salieron de la boca de Kentus mientras él seguía riéndose. Efectivamente, el interior del monstruo era de agua, pero la parte exterior parecía hecha de una extraña sustancia gelatinosa...
El líder del equipo Ceifador lanzó varios ataques distintos, todos los cuales llevaban gran potencia y contundencia... pero no dieron resultados. Luego de una gran cantidad de golpes, patadas, bolas de lava, el monstruo había salido completamente ileso. Era como golpear una gelatina. En una ocasión, Fran incluso escupió una oleada increíblemente exuberante de lava líquida. La roja e incandescente sustancia fue tan profusa al salir de la boca de Fran que impregnó de lava al monstruo casi por completo... No obstante, todo parecía indicar que aquello no le provocó ningún daño en lo absoluto porque la criatura seguía allí, de pie, como si nada hubiera sucedido. Además Kentus se estaba riendo nuevamente desde adentro.
Fran soltó una maldición. Ya se le habían acabado las ideas para derrotarlo... Y por si no fuera lo suficientemente malo, ni siquiera podía acercarse demasiado a él porque las manos de la criatura empezaron a inspirar y succionar todo lo que estaban cerca de éstas. Parecía una aspiradora viviente...
Si Fran se acercaba mucho, podría ser absorbido hacia el interior de la criatura y no sabría que podría suceder... Tal vez allí dentro podría aniquilar a Kentus, pero también corría el riesgo de morir ahogado... No tenía forma de saber lo que ocurriría... De manera que no le quedó más opción que seguir intentando con ataques convencionales.
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Al final, el asqueroso monstruo de Domus terminó derrotando al tigre de Sendor, por lo que éste último se convirtió nuevamente en un báculo mágico, el cual salió rodando por tierra. La criatura estuvo a punto de destruirlo, pero entonces Keila, quien estaba cerca del lugar, lo sujetó rápidamente y luego lo arrojó hacia Sendor.
A continuación Keila distrajo al abominable animal, dándole rápidas estocadas con sus dagas en dirección a la cabeza más cercana, la cual pronto se llenó de agujeros y estalló en mil pedazos. Innumerables trozos de carne salpicaron al suelo, acompañados de un nauseabundo líquido verdoso. Pero la repulsiva criatura seguía arrastrándose en dirección hacia Keila, con sus colmillos y garras en lo alto.
Mientras tanto, Sendor aprovechó que Domus estaba indefenso, ya que no tenía su báculo sagrado, y le arrojó una decena de rápidos y centelleantes rayos.
Domus logró evadir algunos, pero la mayoría impactó contra su infausto cuerpo, arrancándole un desgarrador grito de dolor.
A consecuencia de ello el mercenario cayó al suelo, pero antes de que Sendor pudiera realizar una nueva ráfaga de ataques, Domus murmuró unas cuantas palabras y el horrible monstruo se transformó en el báculo mágico. Acto seguido éste salió volando hacia las manos de Domus como si tuviera vida propia.
El mercenario estaba agitado y dolorido por el último ataque que había recibido, pero todavía tuvo las fuerzas suficientes para ponerse de pie al tiempo que recitaba un largo e ininteligible hechizo. Sus palabras estaban siendo emitidas con una incontenible furia en la voz, lo que revelaba que, sea lo que fuere que estuviera diciendo, no era nada bueno para los compañeros. De manera que Sendor y Keila se apresuraron a atacarlo.
El mago le lanzó más de sus rayos y Keila se dirigió silenciosamente hacia él por su espalda. Sin embargo, Domus dejó de mover los labios: El hechizo había terminado de conjurarse.
Keila soltó un gruñido de dolor al chocar de frente contra una especie de muro invisible tan sólido como el acero. Ella retrocedió mientras se llevaba las manos al rostro. Un hilillo rojo y abundante estaba saliendo de su nariz. Apenas alcanzó a alzar la mirada para observar que los rayos de Sendor también chocaban contra aquel muro invisible y luego se deshacían.
Al otro lado del Campo de Fuerza, Domus soltó una sonora carcajada.
—¡Esto debí haber hecho desde un principio! —bramó Domus, con los brazos extendidos hacia el cielo, como si ya estuviera celebrando la victoria por adelantado.
Sendor estalló en insultos, mientras Keila se limitaba a retroceder hasta un lugar seguro. Ahora que se fijaba, la barrera no era completamente invisible, sino que tenía unas pequeñas y casi indetectables rayas que lo cubrían. El Campo de Fuerza era como una pequeña cúpula o un domo que aislaba a Domus por completo del exterior. Allí dentro nada ni nadie podía hacerle daño al menos que alguien pudiera romper el Campo de Fuerza...
Domus miró como Keila retrocedía.
—No, chica. Huir no servirá de nada —dijo con una sonrisa triunfante, y luego recitó otro conjuro, esta vez más largo que el anterior. A continuación el extremo superior de su báculo se iluminó con tal intensidad que por un momento se equiparó a la luz emitida por el sol.
—¡Este Campo de Fuerza está hecho para que nada pueda entrar pero sí salir! —proclamó Domus con un rugido estridente. A continuación un millar de largos y centelleantes de rayos salieron del báculo sagrado y empezaron a llover en una extensión de treinta metros cuadrados alrededor del campo de batalla.
—¡CUIDADO! —gritó Sendor, pese a que sabía perfectamente que esquivar todos los rayos sería imposible... Simplemente eran demasiados...
Por un segundo, Sendor miró cómo varios cientos de rayos salían disparados del báculo de su enemigo y bombardeaban los alrededores en un estallido de estrepitosos y ensordecedores truenos. Domus resultó ser un mago muchísimo más poderoso de lo que Sendor pudo haberse imaginado jamás. Después de todo, lograr semejante dominio con la magia era extremadamente difícil, casi imposible...
Sendor intentó esquivar la veintena de rayos que se dirigían hacia él, pero le fue imposible, ya que en todo el lugar estaban lloviendo rayos... Y en cuanto éstos impactaron contra él, una descarga eléctrica de miles de voltios frió y sacudió violentamente su cuerpo, chamuscando su piel hasta quedar en carne viva.
Y tras exhalar un último suspiro, Sendor cayó al suelo como un tronco, inconsciente o más probablemente muerto.
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