✡ CXLVI
Capítulo 146: Fuego
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Haciendo uso de toda su velocidad, Keila corrió hacia el lobo, más que dispuesta a aniquilarlo con sus dagas. Y justo cuando estuvo a punto de llegar a su objetivo, alguien o algo la derribó.
Keila cayó al suelo con un gruñido. Dos pútridos cadáveres que yacían en el piso amortiguaron su caída. A continuación ella se puso de pie tan rápido como pudo para hacer frente al enemigo, pero observó que, extrañamente, allí solo se encontraba Raidel, quien estaba de pie frente a ella. Keila entrecerró los ojos. El muchacho había sido quien la derribó...
—¿Por qué...? —empezó a decir ella con un extraño tono en la voz, la cual sonó por encima del barullo de la batalla. Una gran cantidad de rugidos, gritos y sonido de pasos retumbaban a sus alrededores.
—¿Qué estabas a punto de hacer? —dijo Raidel, mirándola fijamente—. ¡Ese lobo lo invocó Fran! Es nuestro aliado...
—¿Nuestro aliado? —dijo ella sin poder creérselo. Keila observó al animal una vez más. En aquel momento se estaba enfrentando contra docenas de guerreros enemigos él solo... El lobo ya tenía varias heridas y cortes en el cuerpo, pero seguía atacando con gran ferocidad. Parecía dispuesto a luchar hasta el final.
—¡Debemos ayudarlo! —dijo Raidel mientras alzaba su oscura guadaña y arremetía contra los soldados enemigos con un rugido de guerra.
Keila se quedó en su posición por unos segundos más, mientras miraba al muchacho con una expresión de asombro y confusión en el rostro. Todavía no terminaba de digerir que aquel horrible monstruo fuera su aliado... Aquello era inaudito...
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Los gemelos Domus y Kentus se dirigieron hacia Fran con suma tranquilidad. Recorrieron el campo de batalla mientras pisaban sin ningún cuidado los cadáveres de sus propios compañeros. Ni siquiera se molestaban en caminar por otro lado. Ellos no guardaban ninguna clase de afecto por los mercenarios muertos. Después de todo, habían sido sumamente débiles, y por eso terminaron en donde estaban... No había nada que lamentar...
Y mientras los gemelos se dirigían hacia su objetivo, una gran parte de los mercenarios que quedaban con vida se detuvieron para mirarlos. Sus expresiones eran de perplejidad e inclusive de entusiasmo. No podían creer que ellos en verdad fuesen a entrar a la batalla. Los guerreros que estaban cerca de ellos se apartaron respetuosamente de su camino.
—Ah, bueno —dijo Kentus, mientras agitaba su descomunal espada curva de un lado a otro. Observó que, a varios metros de distancia, Fran estaba tan concentrado en su propia batalla que ni siquiera parecía haberse dado cuenta de la presencia de los gemelos—. Hora de entrar a la acción.
Domus empezó a recitar un hechizo.
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Fran parecía invencible.
El líder del equipo Ceifador estaba despedazando a sus oponentes como una bestia salvaje que elimina a sus presas sin ninguna clase de piedad ni perdón.
Llegados a ese punto, la lava recubría la totalidad de su cuerpo a excepción de su rostro. Nada podía herirlo... Nadie era capaz de sobrevivir a un combate cuerpo a cuerpo contra él...
Fran pensó que la batalla ya estaba ganada... hasta que observó que una gigantesca ola de agua de varios metros de altura empezó a formarse repentinamente cerca de su posición y luego se dirigió hacia él a gran velocidad como si tuviera vida propia.
Fran intentó retroceder, pero medio centenar de mercenarios le cerraban el paso a sus espaldas. Tampoco podría esquivarla dado el inmenso tamaño que tenía... Así que no le quedó más alternativa que recibirla de lleno.
La ola de agua impactó contra Fran, pero antes de que ésta tocara el suelo se convirtió repentinamente en una gigantesca esfera de agua, dejando a Fran atrapado dentro de ésta. La lava de su cuerpo empezó a diluirse.
El líder del equipo Ceifador nadó rápidamente dentro de la esfera de varios metros de diámetro para intentar salir de ésta, pero antes de que pudiera hacer nada, Domus terminó de recitar un largo hechizo, lo que hizo que la parte exterior de la esfera de agua se volviera completamente sólida. El mago había formado un Campo de Fuerza invisible que recubría la esfera de agua por completo, dejando al oponente atrapado dentro de ésta.
Fran intentó salir de la esfera de agua, pero le fue imposible, ya que los bordes se habían vuelto sólidos. Él los golpeó fuertemente con los puños, pero sin ningún resultado. Pronto comprendió que un campo de fuerza invisible había sido formado alrededor de la esfera de agua para mantenerlo allí atrapado...
Varias burbujas empezaron a escaparse de su boca, mientras él se iba quedando sin aire. Nuevamente golpeó el Campo de Fuerza en un desesperado intento por destruirlo, pero aquella barrera era de alto nivel... ¿Qué clase de mago fue capaz de crear semejante barrera en tan poco tiempo?
Y entonces una voz rugió con gran fuerza:
—Vamos, ¿qué están esperando? —gruñó Domus—. ¡Este Campo de Fuerza está hecho para que nadie pueda salir, pero sí entrar, asì que cualquiera puede atacarlo! Vamos, ¡ABRAN FUEGO!
—¡NOOOOO! —gritó Sendor en alguna parte del campo de batalla. Sin embargo ya era demasiado tarde:
Cientos de rayos salieron disparados hacia la bola de agua e impactaron de lleno contra ésta, lo que hizo que el agua se electrificara a tal punto que el cuerpo de Fran se sacudió y convulsionó ante la mortífera descarga eléctrica conjunta de cientos de rayos simultáneos.
Y una vez su cuerpo dejó de convulsionar, los ojos de Fran se pusieron completamente blancos y las burbujas dejaron de salir de su boca. Como resultado, él quedó flotando dentro de la esfera de agua como un cadáver. No volvió a moverse.
—¡NOO! —volvió a gritar Sendor, lanzando rayos a diestra y siniestra, mientras intentaba abrirse paso hacia la gigantesca bola de agua que estaba estática sobre el suelo... pero no iba a poder llegar a tiempo...
Sin embargo, sin que nadie haya notado su llegada, Alisa le propinó una fuerte patada a Kentus en la espalda, de manera que éste salió despedido hacia la bola de agua debido a la fuerza del impacto.
No obstante, Kentus pudo detenerse a tan solo unos centímetros de la inmensa esfera. A continuación el mercenario se giró hacia Alisa y la miró con una furia incontenible en el rostro.
—¡Niña estúpida! —gritó—. ¿En serio tuviste las agallas para atacarme por la espalda? ¿Atacarme a mí?
A modo de respuesta y con una mirada gélida en los ojos, Alisa le lanzó los carámbanos de hielo que tenía en la mano, pero Kentus los eludió fácilmente. Las armas entraron a la esfera de agua que se encontraba detrás del mercenario y allí se detuvieron. Los carámbanos se empezaron a derretir poco a poco.
Kentus agarró fuertemente la empuñadura de la espada curva que tenía en la mano.
—Es gracioso que alguien crea que puede usar la esfera de agua que yo creé para hacerme daño —dijo, mientras soltaba una fuerte carcajada. A continuación él formó una gigantesca ola con su mano derecha, e hizo que ésta se dirigiera hacia Alisa.
—¡ESQUIVALO! —gritó Sendor a lo lejos.
Pero la advertencia no fue necesaria. Alisa retrocedió de un salto, y se escabulló entre los guerreros enemigos, mientras la ola impactaba contra algunos de ellos, a quienes no provocó ningún daño en lo absoluto. Después de todo solo era agua.
Kentus y Domus estaban tan ocupados intentando localizar a Alisa que no se dieron cuenta del ataque de Keila.
Sin dejar de dar vueltas, la espada voladora pasó al lado de la esfera de agua y luego impactó contra la espalda de Kentus, a quien arrancó un fuerte gruñido de dolor.
El mercenario se tambaleó hacia adelante y estuvo a punto de caer al suelo. La espada corrosiva seguía moviéndose aún después de impactar contra su objetivo, por lo que la sangre empezó a salir a chorros de la herida. Pero entonces Domus lanzó un rayo con su báculo mágico, el cual chocó contra el arma de Keila, rompiéndola de esta forma por la mitad. Ahora solamente la hoja había quedado clavada en la espalda de Kentus, la cual estaba recubierta con un líquido verdoso además de la sangre de la víctima.
El mercenario cayó de rodillas, mientras que la hoja resbalaba de la herida y caía al suelo con un ruido metálico... Su vista empezó a nublarse y sus piernas estaban temblando. El dolor que producía aquella espada corrosiva era terrible.
Domus se dirigió hacia él para ayudarlo, pero entonces tres rápidos rayos impactaron contra su pecho y lo hicieron estremecerse debido a la descarga eléctrica. Cuando se giró para mirar quién lo había atacado observó que un mago estaba corriendo hacia él a gran velocidad.
—¡Estás muerto! —gritó Sendor mientras su báculo se convertía en un enorme tigre con prominentes garras que empezó a correr hacia Domus dispuesto a despellejarlo con sus puntiagudos colmillos.
Sin embargo, el mercenario convirtió su báculo en un horrible monstruo con veinte brazos podridos y varias cabezas babeantes repletas de colmillos envenenados y ojos parpadeantes. Cada pulgada de su cuerpo tenía grandes púas y afiladas espinas que parecían dagas. Aquella abominable criatura era tan gigantesca que debía medir unos diez metros de extremo a extremo. Su cuerpo era alargado y se movía en el suelo arrastrándose como un gusano, pero aún así su velocidad era impresionante... Era casi tan rápido como el tigre que había invocado Sendor...
Por su parte, Sendor soltó una maldición al mirar aquel horripilante monstruo, ya que era muy superior a su tigre. Evidentemente el mago enemigo debía ser extremadamente poderoso como para poder crear una bestia de semejante nivel... No cualquiera podía hacerlo.
Y mientras tanto, Alisa corrió hacia la esfera de agua, aprovechando la distracción de Domus.
Ella recubrió todo su cuerpo con una gruesa capa de hielo para protegerse de la descarga eléctrica que vendría a continuación, y luego tocó la esfera de agua con ambas manos.
Pese a la pequeña protección que le ofrecía el hielo, su cuerpo se vio azotado con una descarga eléctrica increíblemente poderosa debido al agua electrizada. Pero tras unos segundos ella empezó a congelar poco a poco la esfera de agua hasta que ésta se convirtió en una gigantesca bola de hielo tan sólida como la piedra y la cual desprendía un frío glacial.
Por su parte, el cuerpo de Fran quedó allí dentro, completamente inmóvil... Alisa creyó por un momento que él había muerto, pero entonces vio que el cuerpo del líder empezó a recubrirse de una sustancia tan roja como la sangre... La esfera de hielo comenzó a derretirse desde adentro y finalmente ésta estalló en mil pedazos ante la sorprendida mirada de todos los presentes, quienes habían detenido sus combates para mirar la escena.
Fran se puso lentamente de pie mientras soltaba un rugido atronador que resonó estruendosamente por todo el campo de batalla. La lava que recubría su cuerpo era más densa e incandescente que nunca.
El líder del equipo Ceifador caminó unos pasos a través de los pedazos de hielo que habían quedado desparramados por el suelo antes de decir con una furia asesina que heló la sangre de sus enemigos:
—¿Quién demonios se atrevió a atacarme?
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Domus, el mago, soltó una maldición al mirar a Fran.
Él sabía lo que había acabado de suceder. Resultaba que existían dos clases de Campos de Fuerza: Los que se demoraban días en construir y los que se demoraban segundos en construir. El Campo de Fuerza que había recubierto la esfera de agua pertenecía a ésta última clase... Pero cabe mencionar que cada uno tiene diferentes utilidades.
Los Campos de Fuerza que se demoraban días en construir podían estar en funcionamiento por varios años sin recibir mantenimiento. En cambio, los que se demoraban segundos en construir eran bastante limitados porque necesitaban de la constante concentración del mago para funcionar. Si el mago se distraía, el Campo de Fuerza desaparecía por completo... Y eso fue justamente lo que había acabado de ocurrir. A Domus le había distraído Sendor, de modo que el Campo de Fuerza que había recubierto la esfera de agua dejó de funcionar hace unos minutos atrás.
—¿Y bien? —dijo Fran, haciéndose sonar los nudillos. Su voz estaba cargada de amenaza—. ¿Quién se atrevió a atacarme?
Kentus, quien estaba detrás de él formó otra gigantesca ola de agua y la arrojó hacia Fran con un rugido seco.
El líder del equipo Ceifador ni siquiera tuvo que voltearse.
—¿Crees que el mismo truco funcionará dos veces? —dijo con una sonrisa, mientras sacaba una piedra del tamaño de su puño de la pequeña bolsa que llevaba en la espalda. A continuación la partió por la mitad y lanzó los dos pedazos contra el enemigo.
Kentus ya sabía que eran piedras explosivas, así que retrocedió rápidamente y se tiró al piso con un gruñido de frustración.
El estallido que se desató fue potente y resonó por todo el campo de batalla. Al menos diez mercenarios que estaban cerca del lugar murieron en la explosión. Sus pieles quedaron calcinadas y sus extremidades destrozadas.
Sin embargo, Kentus había salido prácticamente ileso, ya que al último momento se protegió tras una pila de cadáveres que yacían amontonados en el suelo.
Una densa capa de humo producto del estallido nubló los alrededores, dificultando la visión, pero poco a poco fue dispersándose.
Kentus se puso de pie emitiendo toses y observando a su alrededor... El humo no le permitía ver mucho, pero lo que sí pudo distinguir fue una figura completamente roja que se estaba acercando rápidamente hacia él por el flanco izquierdo. Aquel individuo irradiaba un calor abrasador...
Fran rugió mientras corría hacia Kentus para terminar con su vida, pero entonces el abominable monstruo de Domus apareció frente a Fran y se abalanzó contra él con las inmensas fauces abiertas de todas sus innumerables cabezas.
El líder retrocedió un paso para esquivar el ataque y acto seguido estuvo a punto de golpearlo con su puño recubierto de lava, pero en aquel momento el tigre de Sendor se tiró encima del descomunal monstruo y empezó a devorar la putrefacta y viscosa piel de su cuerpo.
—¡Yo soy tu oponente! —gritó Sendor en algún lugar detrás de Fran.
El líder sonrió. Él sabía que debía de aniquilar a Kentus lo más rápido posible antes de que ambos gemelos uniesen sus fuerzas, por lo que empezó a correr nuevamente hacia él, dejando atrás a la horrible criatura y al tigre de Sendor que estaban enzarzados en un combate mortal.
Fran se dirigió hacia su objetivo con gran rapidez, sin embargo cuando el humo se hubo disipado lo suficiente, el líder se detuvo en seco al observar que una figura realmente increíble se alzaba frente a sus ojos.
Se trataba de un gigantesco monstruo enteramente hecho de agua y el cual tenía forma humana. Debía medir unos diez metros de altura y sus brazos y piernas eran tan grandes y gruesos como troncos enteros.
La criatura estaba compuesta única y completamente de agua. Pero lo que más le sorprendió a Fran fue que Kentus se encontraba dentro del abdomen de aquel monstruo.
Al ver a Fran, la bestia de agua se dirigió hacia él con pasos largos y rápidos. Sus pisadas no emitían ningún sonido al caminar.
—Por los dioses —murmuró Fran, sin dejar de observarlo con perplejidad—. ¿Cómo cuernos se supone que voy a derrotar a una criatura de agua?
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Después de librar innumerables combates y eliminar a una gran cantidad de enemigos, Raidel por fin había llegado al centro de la batalla, cerca de donde el monstruo de agua había aparecido.
El muchacho estaba jadeante y sudoroso. Su cabello se encontraba pegajoso lleno de sangre salpicada. Raidel estaba manchado de rojo de pies a cabeza, pero no toda la sangre era de sus enemigos, ya que él tenía varios cortes en su cuerpo, y en algunos de éstos la sangre todavía salía de las heridas.
Dejando un rastro de sangre tras de sí y con una respiración fuerte y entrecortada, Raidel se dirigió hacia el monstruo de agua a paso tambaleante, pero entonces una voz resonó detrás de él:
—Vaya, me preguntaba en dónde te habías metido, mocosito. Creí que estabas bien escondido... o muerto.
El muchacho se giró para mirar qué se trataba de Alisa, quien desprendía un terrible frío glacial y además estaba con una sonrisa mordaz en los labios.
A diferencia de Raidel, ella casi no tenìa heridas en el cuerpo.
Alisa avanzó hacia él para mirarlo de cerca. El olor que desprendía el muchacho debía ser terrible porque Alisa arrugó la nariz.
—Mírate cómo estás. ¿Unos simples mercenarios de pacotilla te dejaron así? —soltó una risita burlona—. ¡Ni siquiera te has enfrentado contra uno de los jefes! Eres caso perdido, mocoso.
Pero en vez de responder, Raidel simplemente señaló el punto por el que había venido.
Alisa miró lo que estaba señalando y casi se le escapó una exclamación de sorpresa... Eran pilas enteras de muertos y más muertos, los cuales estaban amontonados en todo el lugar... Debían ser cientos de cadáveres...
—¿Tú hiciste eso? ¿Tú solo? —dijo Alisa, intentando ocultar el asombro de su voz... pero era inútil.
—El día en que alguien como tú logre aniquilar a una cantidad de guerreros similar será el día en que los cerdos vuelen —declaró Raidel y luego emprendió nuevamente su marcha. Tenía que ayudar al líder lo antes posible...
En aquel momento Fran estaba esquivando los golpes y pisotones del monstruo de agua, pese a que éstos parecían bastante blandos. Fran estaba arrojando bolas de lava hacia el abdomen de la criatura, en donde se encontraba Kentus. Pero aunque los lanzamientos eran muy potentes, éstos por alguna razón no lograban penetrar el agua, sino que simplemente rebotaban en la parte exterior del cuerpo de la criatura y luego caían al suelo. Parecía que aquel monstruo era completamente sólido. ¿En verdad estaba hecho de agua?
Raidel solo pudo avanzar dos pasos cuando una nueva voz lo detuvo.
—Bola de incompetentes —gruñó Klein, el jefe de los mercenarios, mientras avanzaba hacia Fran y hacia el monstruo de agua—. Les he dado bastante tiempo, pero no han podido aniquilarlos... así que supongo que yo mismo tendré que hacer el trabajo... ¡Ya no puedo seguir mirando como mis hombres mueren!
Raidel esbozó una sonrisa.
—Si quieres interferir en la batalla de Fran, vas a tener que aniquilarme a mí primero —dijo Raidel, mientras le cerraba el paso. Sus manos sujetaban fuertemente su guadaña, cuya hoja estaba rebosante de la sangre de los mercenarios a los que había eliminado. La sangre todavía estaba fresca. Las rojas gotas caían al suelo silenciosamente.
Klein frunció el ceño al mirar la guadaña. ¿Cuántas vidas de los mercenarios habría arrebatado aquel cacharro? Aunque en realidad no importaba porque la vida de su portador terminaría aquí mismo.
Klein adquirió una postura de combate.
—Reza tus últimas oraciones, muchacho, porque este es tu fin...
Raidel apretó su guadaña con fuerza. Tragó saliva al recordar que aquel hombre era el jefe. De seguro era más poderoso que los gemelos... Tal vez tendría que prepararse para morir... Sin embargo alguien se colocó al lado suyo. Raidel giró la mirada y se sorprendió al ver que no era nada más ni nada menos que Alisa.
—¿T-tú? —balbuceó Raidel, sin poder dar crédito a lo que sus ojos miraban. No podía creer que Alisa se hubiera prestado a luchar junto con él...
Ella soltó un fuerte suspiro.
—No malinterpretes, mocoso —dijo mientras formaba carámbanos de hielo en sus manos—. No te estoy ayudando. Lo que sucede es que no puedo permitir que este viejo se dirija hacia nuestro líder una vez que acabe contigo.
Raidel compuso una expresión sombría en el rostro. Ella ya daba por supuesto que Klein lo mataría... Pero lo más extraño de todo era que no parecía importarle en lo absoluto.
El jefe de los mercenarios soltó una carcajada.
—¿Un niño más se une a la pelea? ¿Qué más da? Los mataré a todos los que vengan.
—Procura no meterte en mi camino —le dijo Alisa a Raidel antes de cubrir su cuerpo con una gruesa capa de hielo. Estuvo a punto de lanzarse al ataque, pero entonces vio algo que la detuvo en seco.
Raidel también abrió mucho los ojos ante la visión.
Resultaba que Klein había prendido todo su cuerpo en llamas.
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