✡ CXLV

Capítulo 145: Lobo

Tras ver el increíble poder de Fran, una ola de energías renovadas inundó el cuerpo de los compañeros. El observar como Fran aniquilaba a sus enemigos con tanta facilidad les dio nuevas esperanzas, por lo que ellos empezaron a atacar con todo lo que tenían.

Raidel comenzó a dar vueltas en círculos, sobre su propio eje, mientras tenía su guadaña extendida, cortando de esta forma a sus enemigos más cercanos. Parecía un tornado viviente. Mientras tanto, Sendor gastó todas sus energías en crear una gran cantidad de rayos que posteriormente impactaron contra sus enemigos. Keila, quien estaba mayormente a la defensiva, decidió lanzarse contra los rivales de una vez por todas, sin importarle los daños que pudiera adquirir. Pero Alisa ni siquiera pareció haberse fijado en el líder. Ella simplemente continuó atacando, con sus carámbanos de hielo en las manos, como si nada más existiera en aquel momento. Su concentración era absoluta.

Fran golpeó a un último guerrero en el pecho, el cual se dobló por la mitad mientras salía despedido por los aires e impactaba contra varios de sus camaradas que se encontraban a unos metros a su derecha. Pese a la armadura que aquel hombre llevaba encima, el golpe de Fran había sido suficiente para hacerle un agujero en la armadura y perforar su piel y huesos. Gran parte del pecho de aquel individuo se había derretido en una masa gelatinosa y protuberante de tripas y sesos debido al contacto con la lava del puño de Fran.

A continuación el líder miró cómo los guerreros enemigos empezaban a retroceder, completamente espantados de aquella gran muestra de poder. Si bien los mercenarios seguían luchando contra otros miembros del White Darkness, nadie quería hacer frente a Fran.

El líder del equipo aprovechó el terror que había desatado en sus adversarios para tomar un respiro. El sudor recorría su frente de manera profusa y Fran tenía que hacer grandes esfuerzos para ocultar lo agotado que había quedado. La verdad era que había gastado una considerable parte de sus energías en aniquilar a medio centenar de enemigos en pocos segundos. No hubiera podido mantener aquel brutal ritmo por mucho más tiempo... aunque al menos había cumplido con su principal objetivo, el cual simplemente fue espantar a los mercenarios...

Fran apagó su Rem de Lava por un momento y se sacó uno de los anillos que llevaba en los dedos. Por un momento se le ocurrió invocar a Cladeus para poder marcharse del lugar al vuelo con todos los compañeros a bordo. Sin embargo, había un gran problema con ello: Cladeus no era precisamente un animal de combate. Además, todos los cientos de magos lo atacarían con sus rayos en cuanto lo vieran aparecer, justo lo que había sucedido con la rana de Sendor... Fran no podía arriesgarse a que su mascota saliera herida. Después de todo, si Cladeus moría, no habría forma de revivirlo. Los animales que vienen de otro Plano de Existencia son tan frágiles y mortales como cualquier criatura de Eruland. Además, los animales que eran invocados también se llenaban de heridas y morían si recibían mucho daño...

De modo que a Fran no le quedó más alternativa que sacarse otro anillo del dedo. Éste era dorado.

—¡Yo te invoco, Harth! —exclamó el líder.

El anillo se convirtió en un portal y por allí salió un lobo de color dorado con algunas rayas negras, el cual era extremadamente grande y de aspecto feroz. La mandíbula de esta criatura era gruesa y prominente. Sus puntiagudos colmillos parecían dagas. Era tan enorme que el tamaño de su cuerpo era tres o cuatro veces más grande que cualquier lobo común.

Tras ser invocado, el animal se puso a corretear alrededor de Fran, mientras jadeaba con su lengua hacia afuera. A continuación olisqueó el ambiente y la tierra bajo sus pies. Eso le fue suficiente para darse cuenta de que estaban en medio de una batalla de grandes proporciones.

Aquella era una raza guerrera de lobos, así que Fran suponía que serìa de gran ayuda en la batalla.

—¡Ve y ayuda a mis amigos! —dijo el líder, mientras se señalaba con el pulgar la armadura negra y brillante del White Darkness que llevaba puesta.

El animal soltó un breve aullido y se puso en marcha. Sus movimientos eran rápidos pero silenciosos como los de una serpiente. A quien vio primero con la armadura del White Darkness fue a Keila, así que se dirigió hacia ella a gran velocidad.

Llegados a este punto de la pelea, el cuerpo de Raidel se encontraba completamente rojo, cubierto de fuego y manchado de la sangre de sus enemigos, aunque también de la suya propia en menor medida.

El muchacho había creído ilusamente que, si seguían presionando, los mercenarios retrocederían gradualmente hasta la retirada... pero en contra de todos los pronósticos estaba ocurriendo todo lo contrario. Pese a que los cadáveres de los mercenarios iban acumulándose lentamente sobre el suelo, los enemigos que quedaban luchaban ferozmente, sin mostrar ninguna clase de temor ni miedo por sus vidas. Además todavía quedaban demasiados mercenarios en pie... más de la mitad.

El jefe de los mercenarios, quien seguía estático en la entrada del edificio, chasqueó la lengua, molesto. Le parecía increíble que cinco individuos estuvieran derrotando a mil... Pero lo más sorprendente era aquel hombre con el Rem de Lava... Seguramente él debía ser el líder. Su poder y fuerza no se comparaba con ningún otro de sus compañeros, pese a que los demás también eran bastante buenos. No obstante, no podía seguir permitiendo que su grupo sufriera más bajas, por lo que el jefe de los mercenarios se giró hacia el pasillo y exclamó con una voz cargada de autoridad:

—¡Hey, salgan de ahí! ¡Es su turno para luchar!

Y luego de ver que nadie aparecía, añadió:

—¿Qué esperan? ¡Domus, Kentus!

A continuación y respondiendo al llamado, dos hombres con rostros idénticos aparecieron por el pasillo del edificio y se dirigieron hacia donde se encontraba el jefe. Eran gemelos. Sus rostros y estaturas eran iguales, y ambos tenían la cabeza rapada, pero sus atuendos eran diferentes. El primero llevaba una túnica y un báculo en su mano derecha, y el otro estaba armado con una imponente espada curva, cuyo filo era serroso, además de una armadura roja que le cubría todo el cuerpo.

Con un dedo, el jefe señaló a Fran, quien nuevamente estaba luchando en la lejanía, aniquilando con una increíble facilidad a todos los mercenarios que tenían la desgracia de cruzarse en su camino.

—¡Él es su objetivo! —gruñó el jefe, mientras que con una mano se rascaba la barba—. ¡Mátenlo antes de que acabe con todos mis hombres!

Domus y Kentus miraron fijamente al enemigo... Ambos compusieron una gran sonrisa en cuanto se fijaron en el Rem de su rival.

—Pueden derrotarlo —aseguró el jefe con rotundidad. Él conocía mejor que nadie el poder de los gemelos... Aquellos dos eran los más temidos dentro del grupo de los mercenarios. Nadie que estuviera en su sano juicio los retaba abiertamente. Hasta el propio jefe les tenía cierto temor... Cuando ellos luchaban juntos, su poder no tenía par. Nadie podía vencerlos.

—Rem de Lava, uno de los más raros de todos —dijo Domus, el mago, sin dejar de observarlo con sus oscuros ojos—. Por cierto, el hombre es muy fuerte —señaló—. Será un magnífico oponente, ¿verdad, hermano?

Kentus asintió con la cabeza.

—Hemos estado buscando un adversario que controlara el Rem de Lava por tanto tiempo... ¡Ahora por fin podremos poner a prueba nuestras habilidades!

Y sin decir nada más, Domus y Kentus se dirigieron hacia su objetivo paso lento pero decidido. Ambos tenían un extraño brillo en los ojos... Por fin habían encontrado a un rival apropiado con el que poner a prueba sus habilidades.

Llegados a este punto, Keila ya había perdido una gran cantidad de sangre. Todos y cada uno de los mercenarios tenía un gran manejo con las armas que estaban llevando. Evidentemente no eran novatos. Estos hombres eran expertos en el arte de la batalla. Keila tenía muchas dificultades para esquivar sus ataques, no se diga para atacar... Su cabello se llenó de la sangre de sus enemigos. Unas gotas bajaron por su frente hasta sus párpados, dificultándole la visión.

Y en un momento dado, para esquivar una lanza que fue arrojada hacia su dirección, ella retrocedió de un salto, pero se tropezó con un cadáver enemigo que yacía en el suelo, lo que hizo que ella cayera al piso entre jadeos. Los mercenarios rugieron estruendosamente y se lanzaron hacia ella con las armas en lo alto. No podían desperdiciar semejante oportunidad.

Keila solo tuvo tiempo para alzar los brazos en una posición defensiva, pese a que sabía que bloquear todos los ataques sería imposible... Este era el fin...

Sin embargo un gigantesco lobo dorado cayó junto a ella tras dar un gran salto, e inmediatamente empezó a arremeter contra los mercenarios en una maraña de rápidos y potentes zarpazos con sus monumentales garras y arrancando sus gargantas de un mordisco.

Los mercenarios retrocedieron, espantados. Algunos incluso huyeron del lugar. Nadie sabía de dónde había aparecido aquella monstruosa bestia asesina que no dejaba de gruñir y lanzar zarpazos a diestra y siniestra. Los movimientos de la criatura eran sumamente rápidos y sus reflejos sobrehumanos. Incluso esquivó varios rayos mágicos sin mucha dificultad.

Una decena de valientes mercenarios intentó atacarlo con sus largas lanzas puntiagudas, pero lo único que ganaron con ello fue una muerte rápida pero aún así dolorosa. La carne de las víctimas quedó desgarrada y las gargantas arrancadas.

Los mercenarios gritaron y huyeron, alertando a los demás de la presencia del infernal monstruo que había aparecido de repente. Pero extrañamente quien estaba más aterrada del lobo era la misma Keila. Sus ojos se abrieron como platos ante la visión que tenía lugar frente a ella. Keila intentó moverse, pero sus músculos no le respondían. Estaba completamente paralizada por el miedo y la furia.

No era la primera vez que veía un lobo dorado... De hecho, jamás podría olvidar una criatura tan horrible y espantosa como aquella...

Y ni bien ella pudo moverse, se puso rápidamente de pie y corrió hacia el lobo con sus dagas en lo alto, más que dispuesta a asesinar a la bestia. No importaba que el lobo estuviese matando a los enemigos... Keila debía aniquilarlo...

Todavía no olvidaba que una manada de lobos dorados habían sido los que asesinaron a su familia y a toda su tribu cuando ella era niña... Lo menos que ella podía hacer era eliminar a esa horrible bestia.

Keila tenía que hacer justicia por todas las víctimas inocentes que habían muerto aquel fatídico día...

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