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Capítulo 140: Estrategia
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—Así que estás diciendo que has soñado con esta figura en varias ocasiones, ¿no?
—Así es —dijo Raidel, quien por alguna razón estaba algo inquieto e incluso asustado—. Pero lo más extraño de todo es que parece que este maléfico ser me está... buscando.
Pero Fran no parecía muy preocupado.
—Bueno, uno puede tener los mismos sueños repetidas veces —dijo—. Eso no significa que...
—¡Pero parecía real! —lo interrumpió el muchacho con una expresión de seriedad en el rostro—. ¡Muy real!
El líder entrecerró los ojos.
—¿Qué es lo que estás sugiriendo exactamente? —dijo—. ¿Acaso insinúas que la persona con poderes malignos de tus sueños existe en realidad y te está buscando?
Raidel asintió lentamente con la cabeza. Aunque sonara descabellado, todo parecía indicar que así era.
—Bueno —dijo Fran—. Que yo sepa, nadie es capaz de interrumpir y aparecerse en los sueños de otra persona —dijo—. Ni siquiera los magos más poderosos del mundo. Pero aunque hubiera alguien, ¿por qué se interesaría en ti? ¿Qué tienes tú de especial? ¿Te has preguntado eso?
Raidel bajó la mirada al piso. Lo que decía el líder tenía su punto. Raidel no era nadie... ¿Por qué alguien con poderes inimaginables lo estaría buscando?
Fran carraspeó para llamar su atención.
—Bueno, ya que parece que aclaramos este asunto, entonces yo me retiro...
Raidel asintió con la cabeza. Tal vez él tuviera razón y solo fueran simples sueños...
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El entrenamiento ya había empezado.
En un principio el muchacho no fue con todo lo que tenía porque pensó que los muñecos controlados por Sendor serían fáciles de vencer... Sin embargo, eso le había costado que casi lo derribaran en dos ocasiones.
Cada uno de los tres compañeros estaba combatiendo contra un muñeco diferente.
Raidel descubrió que eran sumamente resistentes. Además él casi se había roto el puño al golpear la cabeza de su oponente. Efectivamente, el metal con el que estaba hecho era extremadamente duro.
A continuación el muchacho intentó tumbarlo a base de patadas, pero el muñeco ni siquiera parecía notar los impactos. Además, sus movimientos eran precisos y sus ataques poderosos. En definitiva, era un rival sumamente difícil.
En un momento dado y tras varios intentos infructuosos, el muchacho lo prendió en llamas, pensando que eso tal vez podría ayudar en algo, pero se equivocaba nuevamente, ya que sin llamas o con ellas los ataques del monstruo eran despiadados y terribles.
Sin mostrar ninguna clase de piedad, los muñecos no dejaban de lanzar puñetazos y patadas en ángulos extraños, puesto que no tenían huesos.
En una ocasión el muñeco le atinó un increíble golpe a Raidel en el torso, lo que provocó que el muchacho saliera disparado varios metros hacia atrás y luego cayera al suelo, doblado por la mitad y emitiendo gruñidos de dolor.
Sendor estuvo por preguntarle si se encontraba bien, pero Raidel se puso lentamente de pie mientras escupía al suelo. Luego observó con el ceño fruncido al muñeco que repentinamente se había detenido. El ataque había sido tan contundente que tuvo que bajar su mano hacia sus costillas para comprobar que no se hubieran roto.
—¿Qué estás esperando, títere asqueroso? —gruñó Raidel con un hilillo de sangre en la boca—. ¡Todavía puedo seguir!
Sendor sonrió mientras reanudaba los movimientos del muñeco.
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El combate se extendió por varias horas, pero sin resultados favorables. Si aquellos muñecos tenían puntos débiles Raidel no los había descubierto.
En varias ocasiones el muchacho giró su mirada por unos segundos hacia Keila y Alisa para ver cómo estaban manejando la situación, pero ellas no parecían tener muchos más avances. Solo se limitaban a esquivar y a golpear en cuanto tenían la oportunidad, pero nada surtía efecto contra aquellas masas metálicas. Alisa incluso intentó varias veces congelar los pies de su rival en el suelo para así inmovilizarlo, pero el muñeco se liberaba con bastante facilidad.
Mientras tanto, Sendor estuvo todo el rato sentado en el suelo, controlando los movimientos de los títeres.
El día se convirtió en tarde y la tarde en noche. Y fue solo entonces cuando los muñecos se detuvieron de repente.
El mago soltó un prolongado suspiro y se recostó en el suelo de hierba, mientras soltaba su báculo sagrado por primera vez en ¿cuantas horas? ¿Diez? ¿Trece? ¿Quince? Sea como fuere, esto había sido realmente agotador...
Raidel y Keila intercambiaron miradas por un momento. Ambos estaban bastante agitados y exhaustos tras semejante entrenamiento. Ninguno de los muñecos había quedado con ningún rasguño.
Ambos compañeros se sentaron en el suelo para descansar un poco, pero Alisa se dirigió hacia el mago.
—Hey, anciano, estaría bueno que desde ahora te presentaras en este lugar a partir de las cuatro y media de la mañana para los entrenamientos...
Sendor soltó un fuerte suspiro que sonó más como un gruñido. Sabía desde el principio que esto pasaría...
—¿A las cuatro y media de la mañana? —dijo, incrédulo—. Mocosa, ¿acaso crees que soy un robot que no necesita descanso?
—Bueno, está bien, haz lo que quieras —se encogió de hombros—. Por un momento olvidé que no eras más que un simple anciano... Pero de todas maneras esperaba algo más de ti...
Sendor entrecerró los ojos, pero luego soltó una risotada.
—Vaya, niña, en serio que sabes cómo tocar las pelotas a la gente...
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Los días transcurrieron y Fran seguía sin aparecerse, por lo que los compañeros pasaron sus días entrenando con los muñecos metálicos.
Sendor ganaba cada vez más experiencia controlando sus movimientos, así que los muñecos se volvieron progresivamente más rápidos y fuertes. Los tres compañeros se llenaron de heridas, pero no se rindieron y siguieron luchando con la misma tenacidad que al principio.
Cada golpe que recibían de los muñecos era como un contundente martillazo que impactaba con una potencia estremecedora contra su piel y huesos. Incluso algunos de sus órganos internos se vieron afectados.
Alisa recubrió su cuerpo de hielo y le arrojó al rival varios carámbanos afilados, pero al chocar contra el duro metal éstos se partieron en varios pedazos como si estuviesen hechos de vidrio.
Y aunque pasaron los días ninguno de ellos logró hacer ningún daño de considerable importancia. Los muñecos seguían completamente intactos... y hasta estaban relucientes.
Y cuando terminó la sesión de entrenamiento de aquel día, Raidel fue a recostarse en la hierba. Sus puños sangraban y tenía varios moretones por todo el cuerpo.
—¿Crees que haya alguna forma de derrotarlos? —dijo Keila de repente, quien se había sentado a su lado.
—Ya lo intenté todo —dijo Raidel con un suspiro—. No parecen tener ninguna debilidad... Todas y cada una de las pulgadas de su cuerpo son igualmente resistentes...
—Bueno, yo descubrí una forma —dijo Keila—. Y quizás no sea la mejor manera, pero es todo lo que se me ocurrió...
Alisa, quien estaba contemplando el cielo artificial con expresión pensativa en el rostro, pareció interesarse en sus palabras porque regresó a verla.
Sendor se puso lentamente de pie. Sus piernas estaban entumecidas luego de haber permanecido tanto tiempo sentado. La prominente fatiga se notaba claramente en su rostro. Solo él sabía que la concentración y las energías que uno debía poner para mover a tres muñecos simultáneamente eran insanas.
—Bueno, por fin termina la jornada de hoy... —suspiró el mago, mientras le echaba un vistazo a la puerta, como si quisiera que Fran apareciese por ahí y pusiera fin de una vez por todas a esta tortura...
Luego Sendor miró a su alrededor y se detuvo al observar algo interesante.
—¡Vaya! ¿Pero qué tenemos aquí? —dijo él, mientras avanzaba hacia el muñeco que había sido el rival de Keila y lo miraba de cerca—. No me había fijado en esto antes...
Raidel y Alisa también miraron al muñeco y se sorprendieron al ver que éste tenía una pequeña grieta en el rostro, a la altura de la nariz.
—¿Qué...? —dijo el muchacho, bastante impresionado. Luego observó a su compañera—. ¿Cómo pudiste...?
Este acontecimiento le parecía especialmente increíble a Raidel porque Keila se especializaba en la velocidad. Sus ataques eran rápidos, pero poco contundentes.... En cambio los ataques del muchacho eran muy poderosos... ¿Cómo pudo ella hacerle una grieta al rostro de aquel muñeco?
Keila sonrió.
—Bueno, lo que hice fue bastante simple —dijo—. Básicamente realicé ataques sucesivos en un mismo punto. El daño acumulado de varias horas terminó por hacerle esa pequeña grieta...
—¿El daño acumulado de varias horas? —dijo Raidel, confuso. ¿Acaso ella había golpeado un mismo punto por varias horas consecutivas?
Sendor soltó una carcajada.
—Bien pensado, chica, bien pensado —dijo con el rostro iluminado—. La verdad es que ni a mi se me hubiese ocurrido, ¿sabes? Aunque bueno, solo fue una pequeña grieta. Vas a tener que trabajar más duro...
—Bueno, pongamos a prueba tu estrategia —dijo Alisa, colocándose en posición de batalla.
—¿Lo dices en serio? —gruñó Sendor, mientras señalaba la lejanía. En aquel momento la puesta de sol ya estaba teniendo lugar en el cielo artificial—. ¡El entrenamiento de hoy ya se terminó! Pero no tengo que decírtelo, tú ya lo sabías...
Alisa lo miró por un momento. Parecía que iba discutir, pero al final solo soltó un suspiro.
—Bueno, será mañana... —dijo, resignada.
Los compañeros pudieron ver que ella estaba tan agotada como todos los demás... ¿Entonces por qué razón quería seguir entrenando?
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Y fue justamente al día siguiente que Fran hizo su aparición, quien llegó al salón del equipo a las seis de la mañana, justo en el momento en el que los compañeros estaban preparándose para dar inicio al entrenamiento de aquel día.
El líder llegó con las manos vacías, tal y como se había ido. Al entrar observó que todo el equipo ya estaba allí presente estirando los músculos para dar inicio al entrenamiento. Los cuatro guerreros se giraron para verlo.
—Por todos los santos, al fin llegas —gruñó el mago—. Por cierto, ¿a dónde fuiste? Espero que no digas que simplemente a pasear...
—No te preocupes, Sendor, traigo noticias acerca de nuestra primera misión...
Todos se sorprendieron al escuchar eso. Alisa abrió la boca para preguntar de qué se trataba, pero Fran miró los muñecos intactos que yacían ante ellos.
—¿Todavía no los destruyen? —dijo con un ligero tinte de sorpresa en la voz.
—¿Destruirlos? —dijo Raidel, incrédulo—. Lo dices como si fuera tan fácil... ¡Ni siquiera les hemos hecho ningún rasguño!
Fran parecía confuso.
—Ha pasado una semana... ¿y me estás diciendo que no han podido hacerle ni un rasguño?
—Solo Keila —dijo el muchacho—. Una grieta pequeña...
El líder soltó un suspiro.
—Lucha contra uno —dijo Alisa simplemente.
—Eh, ¿qué dijiste? —preguntó Fran.
—Si crees que es tan fácil vencerlos, entonces te reto a que luches contra uno —dijo la muchacha con una sonrisa taimada en los labios, como si quisiera verle al líder sufrir ante la fuerza y resistencia de aquellos endemoniados muñecos...
Nadie creyó que Fran aceptaría, pero entonces éste miró a su alrededor y dijo:
—Bueno, está bien —sonrió—. Supongo que les debo una pequeña demostración... Después de todo, merecen saber el poder de su líder de equipo...
Y tras sus palabras, Fran se sacó la capa de viaje que llevaba puesta y avanzó lentamente hasta los muñecos. Su rostro reflejaba gran tranquilidad y sus músculos estaban relajados... Evidentemente parecía que el pobre del líder no conocía el verdadero poder de estos monstruosos muñecos...
Keila estuvo por advertirle que tuviera cuidado, pero un extraño brillo en la mirada de Fran la detuvo.
—Retrocedan un poco, por favor —pidió el líder—. Esto se pondrá feo...
Ellos se alejaron varios metros, sin dejar de mirarlo. Incluso Alisa estaba intrigada, sin querer perderse ni el más mínimo detalle.
—Bueno, esta es la primera vez que verán luchar a Fran —dijo Sendor con una risita—. Espero que no se orinen encima, muchachos.
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