✡ CXCVII

Capítulo 197: La Ira del Dios de la Muerte

De un segundo a otro, la atmósfera en un radio de un kilómetro a la redonda se había vuelto aplastante, abrumadora. El ambiente era tan sofocante que incluso resultaba difícil respirar. Aunque lo más inquietante no era eso, sino el terrorífico aspecto que ofrecía Raidel. Sus compañeros sabían que cuando él se enfadaba, sus ojos verdes se tornaban negros. Pero lo que estaba sucediendo ahora mismo iba un paso más allá. Con esta nueva transformación, los ojos de Raidel se habían convertido en dos abismos que parecían conducir a otra dimensión; una dimensión en donde no existía ni podía existir más que vacío y oscuridad. Además, daba la impresión de que su cabello rojo como la sangre estuviera brillando.

Alisa se encontraba de rodillas en el suelo, sin poder moverse. Aunque a decir verdad, no se habría movido ni aunque hubiera podido, ya que algo más poderoso que el aura opresiva estaba paralizando sus músculos de pies a cabeza. 

Era el miedo. Una oleada de terror había invadido su cuerpo, a pesar de que Alisa sabía perfectamente que Raidel no le ocasionaría ningún daño si ella no se movía. 

Esta era la primera vez que Alisa veía en primera persona la asombrosa transformación del muchacho, pero había leído sobre ella en la época en que formó parte del Equipo Zero. Además, fue precisamente ayer que habló con Fran al respecto. 

Una parte de ella estaba feliz de que Raidel finalmente hubiera despertado su forma definitiva, pero eso no quería decir que ella no tenía miedo. A su parecer, estar frente a él era como estar ante el mismísimo Dios Demonio en persona. Si hacía un paso en falso, podría morir antes de saber lo que sucedió. 

A varios metros a la distancia, Fran se incorporó sigilosamente del suelo, sin saber qué diablos estaba ocurriendo. Se llevó una gran sorpresa al mirar la expresión que Vork tenía en el rostro y, más aún, cuando se fijó en Raidel. 

Por unos instantes, Vork pareció encontrarse entre confundido y asombrado ante el insólito aumento de poder de su rival. Pero luego pareció recordar algo y la expresión de su rostro recobró su habitual serenidad. 

—Ah, así que se trataba de eso —murmuró con los ojos fijos en Raidel. Ni siquiera se permitía parpadear—. Por esa razón es que derrotaste a Zoden de un solo golpe… Los rumores eran ciertos después de todo… Pero ¿quién habría adivinado que tú serías “eso”?

—Piensa bien tus próximos movimientos, anciano —dijo Alisa con un ligero temblor en la voz que intentaba ocultar—. Si sigues luchando, el mocoso destrozará tu cráneo en mil pedazos. Tu única opción si quieres conservar tu patética vida es rendirte y dejar que te hagamos nuestro prisionero. 

—Prisionero —repitió Vork con una expresión pensativa, como si estuviera considerando seriamente aquella posibilidad. 

Pero luego soltó una estridente risotada, y añadió:

—Malditos novatos. No tienen vergüenza de hablarle así a un líder de Batallón —frunció el ceño—. ¡Los mataré a todos!

A continuación el mago se puso en movimiento, dispuesto a terminar con esta batalla lo antes posible. 

Fran y Alisa estaban sorprendidos de que el enemigo quisiera seguir luchando. En su opinión, solo habían dos opciones posibles: o Vork estaba loco o no sabía de lo que Raidel era capaz. Pero a decir verdad, no importaban las razones, ya que al retar al muchacho había cavado su propia tumba. Alisa le había ofrecido hacerle un prisionero, pero como éste se había negado, ni los dioses podrían salvarle de la trágica muerte que le esperaba. Era una lástima. Pero se lo tenía bien merecido. 

El cuerpo de Vork, quien estaba flotando a unos cuarenta metros por encima de Raidel, empezó a empequeñecerse poco a poco, hasta que volvió a su diminuto tamaño habitual. A continuación, metió una mano en el bolsillo de su túnica y de allí sacó su Báculo Sagrado, el cual lo había guardado antes de haberse transformado en el monstruo de niebla.

Solamente tuvo que recitar un corto hechizo para que del extremo superior del báculo brotara una especie de anillo o disco de color rojizo, el cual tenía el tamaño de una cabeza humana. 

Fue debido a que Vork se había puesto en movimiento que Raidel lo marcó como su objetivo; su presa. 

El muchacho empezó a dar lentos pero firmes pasos hacia él, lo que provocó que el Aura Oscura que desprendía su cuerpo y que inundaba todo el campo de batalla se hiciera mucho más aplastante. 

Alisa y Fran, quienes estaban de rodillas, no pudieron evitar caer al piso como dos muñecos de trapo. Sus cuerpos impactaron fuertemente contra el suelo cubierto de hierba. 

Pero Vork seguía flotando tranquilamente por los aires. La presión provocada por el aura oscura no parecía afectarle en lo absoluto. 

El mago recitó otro conjuro y el disco de energía salió disparado hacia Raidel a una velocidad vertiginosa. En medio de la trayectoria, el anillo se hizo más y más grande hasta alcanzar unos cincuenta metros de extremo a extremo. A continuación fue a caer alrededor de Raidel, de manera que él quedó dentro del gigantesco anillo. 

Llegados a este punto, Vork solo tuvo que cerrar su mano izquierda en un puño para que el anillo volviera a encogerse rápidamente hasta apretujar el cuerpo de Raidel y dejarlo atrapado allí dentro.

El anillo de energía envolvía los brazos y las piernas de Raidel de tal forma que él no podía caminar ni hacer ningún movimiento. Solamente su cabeza estaba al descubierto. Si quería volver a moverse, tenía que romper el anillo de energía. Pero pasaban los segundos y nada ocurría. Lo que hizo que Fran y Alisa se preguntaran: «¿por qué no lo ha roto ya?»

—Se acabó. He ganado —declaró la serena voz de Vork desde las alturas. 

—¿P-por qué…? —balbuceó Alisa, quien tenía que hacer grandes esfuerzos para alzar la mirada en dirección hacia ambos combatientes—. ¡Maldición! ¿¡Por qué!?

—¿Te preguntas por qué el pelirrojo no puede liberarse de mi anillo de energía a pesar de haberse transformado en ese… monstruo? 

Alisa apretó fuertemente las mandíbulas en una expresión colérica. Sus dientes chirriaron entre sí. 

El mago soltó una risita ante su reacción. 

—Tantas esperanzas puestas en ese patético niño para que al final fuera neutralizado con tanta facilidad. —Mientras hablaba, el extremo superior de su báculo mágico empezó a brillar con mayor intensidad que nunca, lo que revelaba que Vork estaba preparando un ataque a gran escala—. Resulta que mi Anillo de Energía es increíblemente fuerte y resistente; Tanto es así que un solo anillo es suficiente para apresar a cien demonios de nivel 1 y dejarlos atrapados dentro —sonrió—. De hecho, el otro día hice la prueba y, de los cien demonios apresados, ninguno pudo liberarse. La presión encogedora del anillo es tan grande que nadie puede hacerlo. Si tu amiguito no se hubiera convertido en ese monstruo, habría acabado con todos los huesos, las articulaciones y los músculos de su cuerpo completamente pulverizados a consecuencia de la presión encogedora. Pero viéndolo de cerca, no parece encontrarse tan mal. Estoy sinceramente sorprendido. 

Fran y Alisa observaron al muchacho, quien seguía de pie, con el rostro completamente inexpresivo, como si estuviera inconsciente. El anillo rojo envolvía su cuerpo desde sus pies hasta sus hombros, por lo que la cabeza era la única parte de su cuerpo que estaba descubierta. 

Fran gruñó por lo bajo. Él sabía que Vork no estaba fanfarroneando. Su afirmación de que aquel simple anillo podía apresar a cien demonios de nivel 1 era cierta. Recordó la misión que tuvieron que realizar en una de las bases de la Tripulación del Infierno hace dos meses atrás. Cuando los compañeros concluyeron la misión y salieron del tenebroso castillo enemigo sobre el pterodáctilo de Fran, pudieron observar que en el exterior al menos un centenar de demonios estaban atrapados y apretujados los unos contra los otros dentro de un gigantesco anillo de color rojizo. En aquel momento no supieron quién había creado el anillo, pero ahora ya era más que obvio. 

Sin importar lo poderoso que se hubiera hecho Raidel con su transformación, jamás podría liberarse del anillo que lo estaba inmovilizando. Ni siquiera cien demonios de nivel 1 pudieron hacerlo. Que a estas alturas el cuerpo de Raidel no estuviera estrujado y aplastado como un tallarín debido a la presión encogedora del anillo ya era todo un milagro. 

Alisa y Fran observaron aterrados que el conjuro de Vork finalmente había sido completado, por lo que del báculo sagrado surgió una larga y afilada espada de energía tan roja como la sangre que salió disparada hacia Raidel a tal velocidad que pasó silbando en el aire, casi como el estruendo de un misil. 

El muchacho no se movió de su posición, de modo que la punta de la espada de energía terminó impactando de lleno contra su frente, produciendo un horrible crujido como el de un hueso o varios huesos al romperse. 

—¡NOOOOO! —gritó Fran con los ojos hundidos por la desesperación. Él sabía que la espada de energía había sido arrojada con tanta fuerza que podría atravesar fácilmente una muralla de acero puro de un metro de espesor. Por un instante Fran pensó que la espada atravesaría la cabeza de Raidel como una flecha atraviesa una bola de mantequilla… pero lo que sus ojos observaron fue muy diferente. 

La espada de Vork simplemente rebotó en la cabeza de Raidel y cayó silenciosamente al suelo. El crujido que habían escuchado hace unos momentos atrás no había sido el de ningún hueso al romperse, sino el de la espada de energía quebrándose en varios fragmentos y doblándose por la mitad debido al poderoso impacto. 

La frente de Raidel había quedado ilesa, sin ningún rasguño, mientras que la afiladísima espada de energía que fue disparada casi a la velocidad del sonido había quedado en el suelo, doblada patéticamente por la mitad. Aquello era más sorprendente de lo que parecía porque había que recordar que cualquier objeto hecho de Energía era cien veces más duro y resistente que el acero. Incluso era varias veces más resistente que el Lythion.

Los ojos de Vork no pudieron ocultar la gran sorpresa que le supuso observar semejante escena. Él ya había escuchado de aquella transformación con anterioridad, pero nunca pensó que sería tan… impresionante. 

—Maldición, tendré que hacer uso de todo mi poder si quiero derrotarlo —murmuró el mago, visiblemente molesto. No recordaba cuándo fue la última vez que alguien lo había empujado hasta estos extremos. En este ridículo continente no habían muchos guerreros que fueran así de poderosos…

Sin embargo, lo que los presentes vieron a continuación fue, por mucho, lo más extraordinario que habían observado aquella noche. 

Sucedía que Raidel no había roto el gigantesco anillo de energía solamente porque no había querido. Pero ahora que Vork le había lanzado una cuchilla de energía, el muchacho ya había localizado al enemigo… por lo que no tenía sentido seguir permaneciendo inmóvil como una estatua. 

No había duda que Raidel se encontraba inconsciente, pero alguna oscura fuerza o poder empezó a guiar sus movimientos. 

El muchacho levantó su mano izquierda hacia adelante de tal manera que el anillo de energía se estiró un poco; lo suficiente como para formar una pequeña abertura entre su cuerpo y el anillo. En dicha abertura el muchacho pudo mover su brazo derecho libremente, por lo que cogió algo de impulso y le propinó al anillo una simple palmada con su mano abierta. 

Esa “simple” palmada fue suficiente para provocar un estruendo ensordecedor que resonó por todo el campo de batalla, como si dos asteroides hubieran colisionado entre sí. 

A continuación el enorme anillo de energía que había mantenido al muchacho aprisionado empezó a agrietarse y resquebrajarse poco a poco hasta que finalmente se rompió en mil pedazos… Mil pedazos que cayeron al suelo sin emitir ruido alguno. Parecían trozos de vidrio. 

Esta vez Vork no solo abrió los ojos como platos, sino que también se le escapó una sonora exclamación que ponía en manifiesto toda su consternación. 

Raidel no le dio tiempo para recuperarse de su asombro. Emprendió su ataque antes de que nadie tuviera tiempo para parpadear. 

Fran sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal al ver que el muchacho simplemente había… desaparecido. Fran no había apartado la mirada de él ni había parpadeado, pero ¡Raidel no estaba por ningún lado! ¡Había desaparecido de un segundo a otro! El líder giró su mirada de izquierda a derecha, intentando buscarlo, hasta que finalmente lo encontró. 

Una mancha; un borrón; un destello rojo estaba volando hacia Vork a una velocidad inusitada. Pese a que el mago se encontraba a una distancia bastante prudente, Raidel llegó hasta él en menos de un segundo. Dio un salto de quince metros de altura hasta quedar frente al enemigo. 

Ni Fran ni Alisa pudieron ver lo que sucedió a continuación. Fue simplemente demasiado rápido para sus ojos. Pero escucharon un terrible estrépito que resonó con tal potencia que ellos tuvieron que taparse las orejas. 

Por un momento creyeron que Raidel había logrado golpear al mago, pero lo que sucedió en realidad fue que Vork lo había golpeado a él. Agrandando su puño hasta que éste hubiese alcanzado el increíble tamaño de cinco metros de longitud, el mago le propinó a Raidel el puñetazo más fuerte y contundente que él había recibido jamás. Fue precisamente aquel impacto el que provocó el estruendo ensordecedor que se hizo escuchar por todo el campo de batalla y mucho más allá. Incluso resonó con más fuerza que un trueno.

Tras la monstruosa colisión, el cuerpo de Raidel cayó al suelo como un meteorito, produciendo otro fuerte estallido y llenando el suelo de grietas y resquicios que se extendieron varios metros a la redonda. Su cuerpo incluso había ocasionado un enorme agujero en el suelo del tamaño de un mastodonte.

Alisa y Fran sabían perfectamente que ellos habrían muerto de manera inmediata si Vork los hubiese golpeado con una décima parte de la fuerza con la que había atacado a Raidel. Efectivamente, un 1/10 del poder de Vork era más que suficiente para matar a Fran y Alisa. 

El mago frunció el ceño. Había golpeado a Raidel haciendo uso de casi todo su poder. Pero... ¿eso había sido suficiente para acabar con él?

La transformación del muchacho era increíble, pero pese a eso, los compañeros no tenían muchas esperanzas de que él hubiera sobrevivido a semejante colisión.

Nadie llegó a imaginarse lo que sucedió a continuación. 

Raidel no solamente sobrevivió al puñetazo de Vork, sino que se puso de pie de manera instantánea, en medio de la enorme nube de polvo que fue producida por su caída.

Cuando la columna de polvo se dispersó lo suficiente, los presentes pudieron observar que la túnica mágica que Raidel llevaba puesta, cuyo material era más duro y resistente que el acero, estaba desgarrada y deshilachada en varios lugares. Sin embargo, el cuerpo del muchacho apenas tenía unos pocos rasguños. Aquel era el poder del diabólico monstruo en el que se había transformado. 

Con el rostro aún inexpresivo y los ojos completamente negros como dos pozos de oscuridad, Raidel volvió a lanzarse al ataque. 

No era evidente ni manifiesto, pero por alguna razón parecía que él estaba más furioso que antes. 

Lo único que Vork había logrado con su ataque había sido enfurecerlo más.

Aún tumbado el suelo, Fran soltó una especie de chasquido con la lengua. 

—Maldición, así que él finalmente ha roto la barrera —dijo él sin saber cómo sentirse al respecto. 

La presión producida por el aura oscura seguía siendo tan terrible que él apenas podía mover su labios para hablar. En condiciones normales, él se habría sentido patético al saber que una simple aura lo estaba inmovilizando de aquella forma, pero entonces recordó cómo aquella “simple” aura por sí sola había dejado inconscientes a quinientos soldados de la élite del Imperio Ordei hace unos días atrás. Además, llegados a estas alturas, Fran estaba muy herido. Era todo un milagro que todavía estuviera consciente… 

—¿Dices que ha roto la barrera? —dijo la temblorosa voz de Alisa. Al parecer, a ella también le costaba mucho trabajo hablar—. ¿De qué estás hablando?

—Él ha cruzado la barrera —dijo Fran—. La barrera que separa los humanos de los monstruos… Él dejó de ser humano. Se ha convertido en un monstruo… Ahora que está al otro lado de la barrera, ha empezado a luchar en una liga completamente diferente de la nuestra. Nosotros, como las débiles criaturas que somos, ya no podemos ayudarlo en sus combates. Solamente rezar para que el salga victorioso… 

Alisa frunció el ceño. ¿El mocoso estaba luchando en una liga diferente? Por un momento, su orgullo no quiso aceptar eso, pero no pudo evitar recordar que la simple Aura Oscura era suficiente para paralizarla a ella y a Fran. Además, no había olvidado lo que Raidel le había hecho a Zoden. La forma en la que lo asesinó era cuanto menos escalofriante. Desde que se unió al White Darkness, Alisa había creído que Zoden era una maldita bestia que luchaba en la liga de los monstruos, pero evidentemente se había equivocado. Él solamente era un simple humano más. Los únicos monstruos que ella había visto en este Continente eran Raidel y Vork. Aquellos dos superaban todo poder imaginable. Ellos sí que eran auténticos monstruos. Máquinas asesinas de matar que podrían aniquilar a ejércitos enteros de cien mil personas en unos cuantos segundos. Eso es lo que eran Raidel y Vork. 

Alisa lo tenía claro. Aquí ya no se estaba hablando de genios. Ni siquiera de super-genios, sino de monstruos. Los monstruos iban un paso más allá en la escala de poder. 

Ella jamás habría imaginado que existirían monstruos en este continente tan débil. Para ponerlo en perspectiva, de los nueve continentes existentes, Colmillo Rojo era el segundo continente más débil en cuanto al poder de batalla de sus habitantes se refiere. De modo que cuando ella "descendió" a Colmillo Rojo, nunca pensó que encontraría guerreros tan poderosos, mucho menos monstruos. Pero allí estaban. Raidel y Vork. Muy pocas veces en su vida había visto una batalla entre dos monstruos. ¿Quién pensaría que sus ojos presenciarían una de esas batallas allí, en medio de la nada, en un continente tan pequeño e insignificante como este? 

Los pensamientos de Alisa se interrumpieron en cuanto ella notó que el mocoso se había puesto en movimiento. 

Raidel se lanzó al ataque justo al tiempo en que una lluvia torrencial compuesta por miles de rayos salía despedida del extremo superior del báculo mágico en dirección hacia él. 

El muchacho ni siquiera intentó esquivarlos, sino que simplemente continuó su camino en línea recta, como si no supiera que estaba siendo atacado.

En menos de un segundo, un centenar de rayos rojos impactaron contra su cuerpo, produciendo toda una gama de estallidos electrizantes y chispas fulgurantes que retumbaron por todo el lugar en una interminable sucesión de chirridos estridentes.

—¡RAIDEEEEEL! —gritó Fran con todas sus fuerzas. Pero el sonido de sus palabras quedó ahogado por el estrépito que inundaba el campo de batalla. Él sabía que cada uno de aquellos rayos debía poseer una carga eléctrica de cien mil voltios como mínimo. ¡Cien mil! Pero Raidel no había sido golpeado por un único rayo, sino por varios centenares. Ni siquiera un monstruo como él podría sobrevivir a eso… 

Pero, una vez más, Raidel lo hizo. Sobrevivió sin apenas un rasguño en su cuerpo. Por lo visto, los ataques de Vork no le hacían ningún efecto en lo absoluto. Era como si un bebé lo estuviera golpeando. 

A Raidel le tomó un par de segundos llegar hasta donde se encontraba el mago. Y una vez que lo hizo, ejecutó el ataque más devastador que había realizado en toda su vida. 

Raidel había efectuado ataques muy poderosos hasta entonces, como la ocasión en que "golpeó" a Deon simplemente con su dedo índice. Aquello había sido suficiente para enviarlo a volar por los aires y hacerlo estrellar contra la pared más próxima con una potencia tan salvaje que aquella pared quedó con un agujero de treinta metros de longitud y cinco de profundidad. ¿Y cómo olvidar la vez en que Raidel le propinó a Zoden una "palmadita" en las costillas? Eso había sido suficiente para que él saliera despedido hacia arriba, sesenta metros por los cielos. Su cuerpo casi había sido partido por la mitad. Pero ninguno de esos ataques resultó tan poderoso como el que realizó a continuación.

Raidel no atacó a Vork con un solo dedo, ni tampoco le propinó una palmada en las costillas. Lo que hizo fue ejecutar un puñetazo con su puño cerrado; el puñetazo más brutal que cualquiera de los presentes hubiera visto jamás. 

El golpe de Raidel fue dirigido hacia la cabeza del enemigo, pero, gracias al Rem de Niebla de éste, el puñetazo del muchacho no logró impactar contra otra cosa más que contra la nada.

Sin embargo, el golpe había sido lanzado con tanta potencia que hendió el aire a su alrededor en un diámetro de diez metros a la redonda, ocasionando una violenta ráfaga de viento que sopló salvajemente por los alrededores. Por un breve instante incluso dio la impresión de que el espacio y la materia se habían distorsionado en torno a ambos luchadores. Sin mencionar el estridente rugido del viento que resonó con gran potencia por las inmediaciones y llegó hasta los oídos de Fran y Alisa... Todo aquello había sido producido por un simple puñetazo...

A pesar de que no había recibido ningún daño, Vork retrocedió rápidamente por los aires con las facciones desencajadas por la perplejidad. El golpe que había acabado de realizar el pelirrojo no había tenido nada de ordinario. Si este lo hubiera logrado golpear, el mago ya no solo estaría muerto, sino que su cuerpo habría quedado despedazado en mil trocitos diminutos. ¿Esa era la fuerza de aquel mocoso endemoniado? ¿Eso era lo que la Ira del Dios de la Muerte podía lograr? Aunque a decir verdad, Vork ya debió esperar este resultado, puesto que hace unos minutos atrás quedó bastante en claro que la fuerza de Raidel era muy superior a la de cien demonios de nivel 1. Por ello fue que pudo romper el anillo de energía con tanta facilidad.

Vork soltó un gruñido de exasperación. A pesar de ser tan poderoso, él no era alguien que disfrutara mucho librando batallas, especialmente cuando su vida estaba en riesgo. Por tal motivo, el rango de Líder de Batallón se adecuaba perfectamente a sus preferencias. Para él, estar frente a un escritorio rellenando papeles era mucho más agradable y pacífico que estar ensuciándose las manos en el ruidoso campo de batalla. Sin embargo, dado que los desertores habían derrotado y aniquilado al mejor equipo de su Batallón, a Vork no le había quedado más opción que presentarse personalmente. Además el mismísimo Alexander Kreiser le había dado órdenes directas de que acabara con ellos lo antes posible. Vork no podía negarse. 

Volando por los aires, el mago retrocedió rápidamente unos treinta o cuarenta metros. Observó que Raidel empezó a perseguirlo con su habitual velocidad sobrehumana, por lo que Vork alzó el vuelo y se elevó unos doscientos metros por los cielos hasta que sus enemigos quedaron reducidos a simples puntos negros, casi imperceptibles. Incluso la enorme barrera conformada por los millones y millones insectos que rodeaba el campo de batalla en un círculo casi perfecto, parecía pequeña ahora. 

Llegados a este punto del combate, Vork ya había gastado gran parte de sus energías. Crear miles de rayos, cientas de cuchillas de energía, convertir su cuerpo en niebla y hacer que éste se hiciera diez veces más grande, usar Xen en sus nudillos al momento de golpear… Todo ello había consumido sus energías de tal manera que sus depósitos se habían reducido hasta la mitad. 

«La mitad es más que suficiente para matarlo —pensó Vork, impasible—. En mi próximo ataque gastaré lo que me queda de energía. Esta vez no fallaré».

Con su rubia cabeza pegada en el suelo, Alisa vio cómo Vork ascendía por los aires en línea recta hasta perderse de vista. 

Raidel pareció a punto de dar un gran salto para alcanzar al enemigo, pero en cuanto Vork desapareció en las alturas, detrás de una oscura nube, el muchacho se quedó completamente quieto en su posición, tal y como una estatua. 

Los compañeros sabían que él no atacaba a nada ni nadie que no estuviera en movimiento, pero aún así ellos seguían sin acostumbrarse a ello. Su manera de actuar era bastante… rara. 

Alisa giró la cabeza para observar a Fran, quien se encontraba a varios metros de ella. 

—Hey, parece que el enano ha huído con el rabo entre las patas. Esta es nuestra oportunidad para largarnos de aquí.

—No creo que él haya escapado —replicó Fran con gesto sombrío—. Cuando empezó a ascender por lo aires, le vi mover los labios. Seguramente está preparando un hechizo; uno de alto nivel. 

—¡Con más razón debemos intentar escapar! 

—¿Cómo sugieres escapar? ¿Puedes moverte por ti misma, al menos?  

Ella abrió la boca, pero luego la volvió a cerrar. 

Fran prosiguió:

—Además, mira a nuestro alrededor. Estamos encerrados en una “jaula” de insectos. Keila y Sendor se encuentran inconscientes. Raidel está en plena transformación. Si nosotros nos movemos, él nos marcará como su objetivo e intentará matarnos. Y aunque de alguna forma logremos engañarlo, la única manera de salir de aquí es por aire y dudo mucho que mi pterodáctilo pueda resistir la presión que el aura oscura está ejerciendo en todo el campo de batalla. Tampoco podemos abandonar a Raidel aquí.

Ante semejante bombardeo de argumentos, el rostro de Alisa se puso algo pálido. Luego de reflexionar la cuestión detenidamente por un rato, ella dijo:

—¿Crees que debería usar “eso”? 

—Ya es demasiado tarde —suspiró Fran—. Con Raidel en esas condiciones es muy riesgoso. Uno de nosotros podría salir muerto…

—¡Debe haber algo que podamos hacer! —farfulló Alisa. Parecía desesperada—. ¿Crees que me quedaré aquí como una maldita estatua a esperar a que Vork nos mate a todos?

—No te hagas la ruda, maldición. Yo sé que ni siquiera puedes moverte. —Fran inspiró algo de aire antes de añadir—: No, lamentablemente no hay nada que podamos hacer en esta situación. Solo esperar a que Raidel pueda derrotar a ese maldito monstruo. Debemos confiar en él… 

Ella entrecerró los ojos como si aquella idea no le agradara en lo absoluto. ¿Debía depositar su confianza en un mocoso como él? ¿Debía de poner su vida en sus manos? Eso era impensable. 

Algo interrumpió sus pensamientos. 

Fran y Alisa alzaron la mirada al percibir un resplandor rojizo que brillaba en el cielo con gran intensidad, detrás de la nube por la que había desaparecido el mago.

Vork había completado su hechizo. 

El punto de luz rojizo era tan brillante que por un momento Fran y Alisa tuvieron que apartar la mirada. Pero al instante volvieron a fijarse en él, ya que este había empezado a desplazarse a gran velocidad. 

Vork descendió rápidamente por los aires, sujetando el báculo mágico con su mano izquierda. El extremo superior de éste, el cual terminaba en una especie de esfera era el que estaba brillando intensamente con aquel tono rojizo. Habitualmente eso sucedía cuando Vork había completado un poderoso hechizo… y los compañeros lo sabían. 

—¡Maldición! —gruñó Fran con los ojos desorbitados por el enorme esfuerzo que le suponía a su cuerpo intentar ponerse de pie. Tras una ardua batalla, apenas logró ponerse de rodillas, pero en cuanto lo hizo volvió a caer al suelo, ya que la presión que ejercía el aura oscura en el ambiente empezó a hacerse aún más opresiva y aplastante. 

La cabeza de Fran chocó fuertemente contra el suelo. Empezó a sentirse algo mareado. Notó que un hilillo de sangre cálida y espesa le estaba brotando por uno de los orificios de la nariz. Aquello no había sido a causa del golpe que se había dado en la cabeza, sino a la presión del aura oscura. La presión era ahora tan intensa que incluso él sentía que podría desmayarse en cualquier momento. Sus fuerzas parecieron abandonarle. En aquel estado el simple acto de pensar le estaba resultando increíblemente difícil. Apenas podía alzar la mirada para observar la batalla que tenía lugar a unos cincuenta metros frente a él. Pero en aquel momento algo extraño sucedió. De un segundo a otro, Fran lo olvidó todo. No sabía quién era. No sabía que estaba haciendo en aquel lugar. No sabía lo que estaba sucediendo. Y mucho menos sabía quién era el viejo que estaba por los aires descendiendo a gran velocidad. Su mente había quedado en blanco.

Por su parte, Alisa simplemente había perdido la consciencia en el mismo instante en que el aura oscura se hizo más opresiva. 

Lo que ninguno de los presentes sabía era que Raidel se estaba haciendo cada vez más poderoso. Y eso ocasionaba que el aura oscura se volviera más aplastante. 

Vork descendió en picada como un halcón que estuviese cazando a su presa. En un momento dado del trayecto se detuvo repentinamente, a unos treinta metros por encima de Raidel. El mago sabía que si no terminaba con esto ahora mismo, las cosas podrían complicarse mucho. Basta de juegos. Basta de contener su poder por más tiempo. Esta vez les enseñaría a esos malditos desertores su mejor carta. Les enseñaría el por qué se había ganado la posición de líder de Batallón.

Con el ceño fruncido y el semblante tenso en una expresión que reflejaba toda su concentración, Vork abrió la boca y articuló las palabras finales de su hechizo. El efecto de esto fue instantáneo. 

Seis pilares de color rojo intenso (que seguramente debían estar hechos de energía) brotaron de la tierra con tanta rapidez y naturalidad como si hubiesen estado allí abajo todo este tiempo. Los pilares eran alargados, medían alrededor de diez metros cada uno, y se encontraban posicionados de tal forma que estaban rodeando a Raidel, a unos veinte metros de distancia de él. 

El muchacho intentó destruir los pilares… pero no pudo moverse, ya que cada uno de éstos empezó a emanar una especie de vibración, algo semejante a una onda, los cuales llegaron hasta Raidel (quien estaba en el centro), y paralizaron sus movimientos por un instante. 

Vork sabía que aquellas ondas eran tan potentes que podían paralizar a toda una manada de Ogros o, incluso, a un dragón con una facilidad tremenda. De hecho, una mínima dosis era suficiente para paralizar a un dragón adulto por varias horas… 

Pero aquellas ondas solo lograron paralizar a Raidel por dos segundos. 

Dos segundos fueron suficientes para que Vork completara su siguiente hechizo. 

Veinte anillos de energía salieron disparados del báculo mágico como flechas y fueron a enrollarse, uno tras otro, en las piernas, brazos y torso de Raidel, aprisionándolo aún más de lo que ya estaba. Al cabo de un instante, su cuerpo quedó oculto tras las gruesas y enormes capas rojizas de los anillos que se superponían unos encima de otros. Todo el cuerpo del muchacho quedó oculto a excepción de su cabeza. 

Vork frunció el ceño. Le parecía curioso que el cabello rojizo de Raidel se hubiera puesto repentinamente tan brillante como los anillos de energía que se habían cerrado en torno a él. Sin duda, aquella “transformación” era extraña. Pero lo más extraño de todo era que ¡él seguía vivo! La presión encogedora de veinte anillos debía ser suficiente como para pulverizar por completo un bloque de Lythion de cincuenta metros cuadrados. ¡Pero aquel monstruo seguía vivo y no parecía que su cuerpo estuviera sufriendo ningún daño! 

Pero aunque Vork no había previsto este resultado, todavía le quedaba un as bajo la manga. Era algo que no podría fallar... algo que jamás había fallado. 

—Aunque sigas vivo, no puedes moverte —sonrió el mago, mientras guardaba el báculo sagrado en el bolsillo interdimensional de su túnica. A continuación empezó con el espectáculo. Agrandó sus brazos hasta que éstos alcanzaron el increíble tamaño de veinte metros de longitud. Sus puños se hicieron tan grandes que cada uno podría aplastar a diez personas de un solo golpe. 

Una capa de sudor perló la frente de Vork. Había gastado gran parte de las energías que le quedaban en los últimos diez segundos. Aquello era insano. Debía acabar con esto lo antes posible o las cosas verdaderamente podrían complicarse. 

Llegados a estas alturas, las ondas oscilantes desaparecieron y los pilares de energía simplemente se evaporaron en el aire. El mago los había creado solo para que duraran unos segundos. Después de eso, era inútil que siguieran funcionando, ya que de todas formas veinte anillos lo estaban inmovilizando. Si uno solo era capaz de aprisionar a cien demonios de nivel 1, ¿qué podrían hacer veinte? ¿Aprisionar a dos mil demonios?

La fuerza que podría inmovilizar a dos mil demonios de nivel 1 estaba concentrada en torno a Raidel, paralizando cualquier movimiento que éste pudiera realizar. 

A continuación, Vork descendió unos cuantos metros y emprendió un ataque tan salvaje que hizo retumbar los suelos por todo el campo de batalla y más allá, extendiéndose por varios kilómetros a la redonda.

Dado que el cuerpo de Vork era de niebla, a él no le pesaba nada en lo absoluto, por lo que sus ataques eran extremadamente rápidos, a pesar de que sus puños fueran tan gigantescos. 

El mago se había acercado a Raidel lo suficiente para luego prorrumpir en una lluvia de interminables golpes y puñetazos que colisionaron contra él sin piedad, resonando de manera ensordecedora en una cadena de explosiones sucesivas y fulminantes. 

Sus golpes eran tan rápidos como rayos y tan contundentes como los ataques de un monstruo interplanetario. 

El cuerpo de Raidel estaba siendo clavado como una estaca contra el suelo bajo la torrencial avalancha de golpes, las cuales producían enormes y profundas grietas que se extendían casi hasta donde llegaba la vista. 

Cien, doscientos, trescientos, quinientos. Los puñetazos de Vork no paraban de llegar, machacando el pobre cuerpo de Raidel como si se tratase de un simple insecto. 

En cuanto Vork completó la cantidad aproximada de diez mil golpes, se detuvo para tomar un respiro. Observó que en el suelo bajo sus pies había quedado un enorme agujero, parecido a un cráter, que medía unos cincuenta metros cuadrados y veinte de profundidad. Para cualquier persona que hubiera visto aquello le habría parecido que un meteorito había caído en aquel lugar… y no se hubiera equivocado demasiado. 

Era una especie de cráter lleno de grietas y resquicios que cubrían su superficie por completo. En el centro de éste yacía el cuerpo tendido e inmovil de Raidel, quien seguía envuelto por los veinte anillos de energía. Su cabeza se encontraba cubierta por una gran cantidad de sangre y sus ojos negros aún estaban abiertos de par en par, los cuales eran acompañados por aquel rostro totalmente inexpresivo como el que tendría un cadáver. 

Vork sabía que los anillos de energía no habían protegido a Raidel de los golpes que él le había dado, ya que debido a la estructura con la que habían sido creados, dichos anillos solo servían para inmovilizarlo. 

Sin embargo, por un momento el mago creyó que sus ataques no habían surtido ningún efecto contra su enemigo, pero luego notó con gran satisfacción que el aura oscura que inundaba el ambiente se estaba debilitando de manera gradual y progresiva. 

¡Esa era la señal inconfundible de que él estaba recibiendo un daño mucho mayor del que podía soportar! 

De modo que Vork decidió aumentar el nivel de sus ataques para matarlo de una vez por todas. Hizo que sus gigantescos brazos se encogieran poco a poco hasta que finalmente volvieron a su tamaño normal. Pero mientras sucedía eso, sus piernas se agrandaron hasta adquirir el increíble tamaño de veinte metros de largo. Acto seguido empezó a propinar una descarga de interminables pisotones, uno tras otro, que chocaron ensordecedoramente contra el yaciente e indefenso cuerpo de Raidel. 

Debido a la insana brutalidad de sus ataques, el suelo alrededor de Raidel se hundió varios metros más de lo que ya estaba, lo que a su vez provocó que las grietas y resquicios se hicieran más gruesas y profundas. El cráter se estaba expandiendo...

Los pisotones eran tan contundentes que incluso se rompieron varios de los anillos de energía que envolvían el cuerpo del muchacho. 

Aparte de ser un espectáculo insólito, también era algo desagradable para la vista, ya que los pies de Vork eran mucho más largos y gruesos de lo que cabría esperar en proporción al tamaño de sus piernas. Sus piernas medían veinte metros de largo, pero sus pies ocho. Era casi la mitad. 

Tras una salvaje lluvia de retumbantes y sucesivos pisotones que se prolongaron por al menos dos minutos enteros, Vork detuvo sus ataques al notar que el aura oscura había desaparecido; había desaparecido por completo. 

Entonces el mago encogió sus piernas hasta su tamaño normal y observó fijamente el inerte cuerpo de Raidel. Sus ojos estaban cerrados por primera vez desde que comenzó esta pelea, lo que revelaba que probablemente él ya estaba muerto. Vork soltó un prolongado suspiro. Finalmente todo había terminado. Aquel mocoso había parecido invencible con su monstruosa transformación, pero él lo había derrotado. Aunque tuvo que gastar prácticamente todas sus energías para poder vencerlo. 

Pese a que Vork estaba seguro que Raidel estaba muerto y que eso significaba su victoria, él no era la clase de persona que tomaba riesgos, así que volvió a sacar el báculo sagrado y recitó su último hechizo, en el cual una cuchilla de energía en forma de guillotina saldría disparada del extremo superior del bastón en dirección a la cabeza de Raidel para así decapitarlo. 

Sin embargo, a la mitad de su hechizo, se detuvo al notar que una daga voladora se estaba dirigiendo hacia él a toda velocidad. 

Debido a su elevada concentración, Vork no la había visto sino hasta último momento… de modo que no pudo esquivarla. 

La daga voladora hendió los aires como una flecha y fue a clavarse en el báculo sagrado, rompiéndolo limpiamente por la mitad. 

Un báculo roto era completamente inservible, por lo que los anillos de energía que estaban envolviendo al muchacho se disiparon; simplemente se evaporaron en el aire hasta que no quedó nada de ellos.

Raidel había sido liberado. 

—¿Pero quién diablos…? —gruñó Vork, mirando a sus alrededores. Observó que Sendor, quien hasta hace un momento atrás todos habían creído muerto, estaba sentado en el suelo, a unos cien metros de distancia de Vork, respirando dificultosamente. Él había sido quien dirigió la daga voladora. 

Pero más sorprendente aún era que Fran, Keila y Alisa estaban a su lado. Todos despiertos y moviéndose. 

¡Vork habría podido jurar que ellos habían estado inconscientes hace apenas unos minutos atrás! ¿Por qué ahora estaban despiertos? ¿Tal vez fuera que la desaparición del aura oscura los había despertado? ¡Gracias a eso ahora ellos podían moverse libremente! En condiciones normales a Vork no le habría importado mucho si estaban vivos, ya que de todas formas lo único que tenía que hacer era matarlos, y tal tarea no podía resultar tan difícil. Sin embargo, la expresión de su rostro se torció en una mueca de furia y sorpresa al ver la goma elástica que Alisa llevaba en las manos, y el talismán rúnico que Fran estaba a punto de romper por la mitad. 

—¡NOO! —gritó Vork al comprender cuáles eran sus verdaderas intenciones. 

Llegados a estas alturas, los compañeros sabían perfectamente que no podían derrotar a Vork, por lo que tuvieron que recurrir al plan B. 

Alisa le dio órdenes a la goma mágica y ésta la obedeció de inmediato: en menos de dos segundos la goma se estiró cien metros y enrolló una de las piernas de Raidel. Acto seguido empezó a encogerse a una velocidad igual de rápida, arrastrando el cuerpo de Raidel hacia ellos.  

Alisa estaba sujetando un extremo de la goma, mientras que el otro estaba enrollando en el tobillo izquierdo del muchacho. 

—¡SUJÉTENSE TODOS DE MÍ! —gritó Fran de manera atronadora. 

Sendor, Alisa y Keila le pusieron una mano en el hombro. A continuación el líder simplemente rompió por la mitad el talismán rúnico que llevaba en las manos, haciendo que los dos pedazos emitieran un brillo azul que se hizo cada vez más intenso. 

Mientras tanto, Vork formó una enorme daga de energía en su mano izquierda. Su rostro estaba encrespado por la furia. 

—¡No les dejaré escapar! —gritó el mago, mientras arrojaba la daga con todas sus fuerzas en dirección a la goma elástica. Si el tiro hubiera dado en el blanco, la habría roto sin duda, dejando a Raidel tirado en el suelo a medio camino entre el mago y los miembros del Equipo Ceifador. Sin embargo, Sendor se puso en movimiento con las últimas energías que le quedaban. 

Sendor sabía que el muchacho no habría podido escapar si Vork cortaba la goma, por lo que tuvo que sacrificarse. Se interpuso medio de la trayectoria y utilizó su propio cuerpo como escudo. La daga chocó contra su túnica mágica con tal potencia que ésta se perforó como si estuviera hecha de tela. Luego fue a clavarse a sus costillas, a las cuales también perforó con suma facilidad. 

El cuerpo de Sendor se tambaleó por un segundo antes de derrumbarse sobre el suelo. Tal vez fuera coincidencia, pero su mano izquierda quedó haciendo contacto directo con la goma elástica. 

—¡Sendooor! —gritó la desesperada voz de Fran.

El estrépito de sus gritos parecieron despertar a Raidel. El dolor que azotaba su cuerpo era tan tremendo que él apenas fue capaz de abrir los ojos.

Llegados a estas alturas, la luz azulada que brotaba de los dos pedazos del talismán que Fran seguía teniendo en las manos se había hecho tan intensa que había envuelto a los compañeros con su deslumbrante resplandor. 

—¡NOOOOOO! —vociferó Vork, mientras volaba a toda velocidad hacia ellos… Pero fue demasiado tarde. 

En cuanto la luz azulada alcanzó su máximo resplandor, sonó una especie de estampido. Y luego… Todos los miembros del Equipo Ceifador desaparecieron junto con la luz azul, dejando a Vork completamente solo en el campo de batalla. 

Un silencio absoluto se instauró en el lugar, el cual solamente fue roto por los jadeos y maldiciones de Vork. ¿Cómo diablos había permitido que ellos se teletransportaran tan fácilmente? ¡Eso era inaceptable!

El mago descendió hasta los suelos y se permitió tomar un largo respiro.

¿Cómo le explicaría este patético fracaso a Alexander Kreiser? 

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