✡ CXCVI

Capítulo 196: Forma Final

El muchacho se sentó en el suelo para tomar un pequeño descanso y reflexionar acerca de lo sucedido. Vork resultó un oponente mucho más poderoso de lo que los compañeros habían imaginado. Pero al fin y al cabo, solo había sido uno; un viejo chaparro y encorvado que por poco y tenía que apoyarse en su báculo mágico para poder caminar. No era posible que semejante mequetrefe pudiera derrotar a los cinco miembros del Equipo Ceifador y a su increíble trabajo en Equipo...

Pero entonces Raidel giró su cabeza hacia atrás al presentir que algo andaba mal. Sus temores resultaron ciertos al ver que Fran salía despedido unos metros por los aires y luego impactaba contra el suelo con un horrible crujido que hizo que Raidel se estremeciese.

El muchacho paseó su mirada de un lado a otro. ¿Qué diablos significaba esto? ¿Habían más enemigos? ¿Estaban escondidos? Pero no era así. La respuesta estaba justo frente a él.

—Un buen trabajo en Equipo; lo admito. Pero, para desgracia de ustedes, no soy alguien al que puedan matar —afirmó Vork con su voz serena y tranquila.

Raidel y los demás abrieron mucho los ojos al ver que el mago estaba completamente ileso. Vork se encontraba allí, de pie, como si nada hubiera ocurrido. Su pecho estaba intacto. No tenía ninguna herida visible, y la parte de la túnica que le cubría el pecho no tenía ningún rasguño.

Sin apenas parpadear, Raidel se puso de pie. ¡Por todos los dioses, era como si Fran nunca le hubiera perforado el pecho al mago! ¡Pero lo hizo; todos lo vieron!

Vork ni siquiera se molestó en explicar la situación. Pensó que de todas formas ellos morirían en un abrir y cerrar de ojos, así que no valía la pena malgastar saliva.

Entonces tuvo lugar el acontecimiento más insólito del día: El brazo de Vork se estiró de manera repentina hasta alcanzar los diez metros de longitud. Su puño se hizo tan grande y grueso como un martillo de guerra. El brazo elástico salió disparado contra Sendor, y el gigantesco puño impactó de lleno contra el rostro de éste, arrancándole un alarido de dolor y enviándole directamente al suelo.

El muchacho vio que el tabique nasal de Sendor había quedado torcido y casi aplastado tras el contundente golpazo. Además había perdido seis dientes y parecía que el pómulo izquierdo se le había roto. El mago seguía en el suelo aullando de dolor cuando el brazo elástico volvió a moverse a una velocidad inusitadamente rápida. Esta vez se dirigió hacia Alisa.

Ella intentó esquivarlo, pero el brazo se retorció en un ángulo extraño, antinatural, tal y como lo haría un latigo, por lo que el inmenso puño del tamaño de dos cabezas juntas terminó estrellándose contra su torso, y el cuerpo de Alisa rodó por el suelo tras la estrepitosa colisión.

Raidel no esperó más y se puso en movimiento al predecir quién sería el próximo objetivo de Vork.

El brazo elástico se dirigió hacia Keila, ya que ella era la que estaba más cerca de Alisa.

Keila seguía muy agotada por todos los muros de tierra que había tenido que crear hace unos minutos atrás, de modo que si recibía este ataque, el muchacho sabía que seguramente moriría.

Afortunadamente Raidel actuó primero y, tras un simple salto, fue a caer justo en medio de Keila y el oscilante brazo de Vork.

Entonces Raidel reunió una gran cantidad de Xen en sus brazos y, empuñando la Espada de Rayo en ambas manos, realizó un tajo descendente en dirección al brazo elástico de Vork. El muchacho estaba completamente seguro de que el mago no podría esquivarlo ni bloquearlo a tiempo debido a que su viejo cuerpo se encontraba demasiado lejos, a unos seis metros de distancia.

A continuación la Espada de Rayo atravesó el brazo de Vork y fue a impactar estridentemente contra el suelo, desprendiendo innumerables trozos de tierra y roca a partes iguales.

En condiciones normales, Raidel estaría emocionado de haber cortado el brazo de Vork, pero... sabía que algo no andaba bien aquí. A pesar de haber "cortado" su brazo, la verdad era que no sintió que hubiera cortado absolutamente nada.

Al instante siguiente pudo confirmar sus sospechas al ver que el brazo de Vork, el cual estaba completamente intacto, seguía dirigiéndose hacia Keila para golpearla.

—¡No! ¡Detente! —gritó Raidel con gran potencia, como si eso sirviera de algo—. ¡Detente!

El brazo de Vork volvió a retorcerse de manera siniestra para golpear a su oponente desde un ángulo impredecible... pero ella dio una ágil voltereta en el aire, esquivando de esta forma el ataque.

El muchacho arqueó las cejas, sorprendido. Nunca hubiera creído que ella pudiera moverse de esa forma con las pocas energías que le quedaban...

Pero Raidel no pudo pensar ni hacer nada más porque en ese momento algo lo golpeó en la espalda con una potencia abrumadora, haciendo que él saliera despedido hacia adelante. Su rostro fue a enterrarse en el suelo cubierto de hierba.

El impacto lo había dejado aturdido, mareado. Se quedó en el suelo por unos segundos, jadeando y pensando en lo tonto que había sido por distraerse. Estaba seguro de que el otro puño de Vork lo había golpeado.

—¡Raidel! —exclamó la preocupada voz de Keila a lo lejos.

Vork chasqueó la lengua.

—No puedo creer que me hayan obligado a usar mi Rem de Niebla —dijo con los ojos entrecerrados.

La estrategia de Fran había sido perfecta. Él lo planeó todo hace unos minutos atrás, cuando los miembros del Equipo habían estado atrapados dentro de la fortaleza de tierra. Fue allí cuando Fran tuvo la idea que casi había terminado matando a Vork. Primero Sendor creó un Campo de Fuerza alrededor de ellos cinco para que la fortaleza de tierra (que en aquel momento se estaba desmoronando a pedazos) no los aplastara. Luego esperaron a que Vork se acercara lo suficiente para poder distraerlo, mientras Fran daba un amplio rodeo por el campo de batalla y se acercaba a Vork silenciosamente por su espalda, ayudado por las botas mágicas que no emitían ningún ruido al caminar. ¡Había sido un plan perfecto! Pero no contaron con que el Rem de Vork fuera de...

—¿Niebla? ¿Has dicho niebla? —murmuró Raidel con los ojos abiertos como platos. Un reguero de sangre le corría por los labios, ya que se había mordido fuertemente la lengua al caer.

—Su trabajo en Equipo no es malo —dijo Vork, sereno. Incluso parecía que les estaba halagando—. Ahora entiendo por qué el Equipo Zero ha caído ante ustedes. Sin embargo, no pueden golpearme... Es imposible golpear la niebla.

Al instante siguiente, como si se tratase de la confirmación de sus palabras, Fran apareció detrás de Vork e intentó decapitarlo con su Espada Maldita. De hecho le dio numerosos tajos y estocadas en la cabeza, pero el cuerpo de Vork se había hecho incorpóreo e intangible, por lo que sus ataques simplemente le atravesaron como si fuera aire. Daba la impresión de que Vork se había convertido en un fantasma o algo parecido. Con ese cuerpo incorpóreo seguramente podría atravesar paredes, suelo, y lo que fuera.

Los brazos de Vork se encogieron de un segundo a otro. El puño izquierdo giró por detrás de su cuerpo y fue a estrellarse contra la mandíbula de Fran, enviándolo directamente al suelo por segunda ocasión en aquella batalla.

—¡Esto no es justo! ¿Cómo se supone que derrotaremos a un oponente al que ni siquiera podemos tocar? —escupió Raidel, mientras se ponía de pie y sujetaba firmemente la empuñadura de la Espada de Rayo con ambas manos.

—No lo entiendo —dijo Alisa con una especie de suspiro de confusión—. Nosotros no podemos golpearlo, pero él sí puede hacerlo...

—¿Qué clase de truco está usando? —murmuró Keila sin dejar de observar al enemigo. Ahora que se fijaba más en su apariencia, la piel de Vork estaba mucho más blanquecina que antes de que hubiera empezado a usar su Rem de Niebla...

—¡Maldición! ¡Este tipo debe tener algún punto débil, no puede ser invencible! —balbuceó Sendor, quien seguía tirado en el piso. La sangre le brotaba de la nariz rota de manera profusa, de modo que él tuvo que verse en la necesidad de cubrirse los orificios nasales con las manos, en un rudimentario y patético intento por detener la hemorragia. Los seis dientes que se le habían quebrado, además la considerable cantidad de sangre que tenía en la boca, hicieron que él apenas pudiera articular dichas palabras; palabras que por poco resultaron comprensibles a los oídos de los demás.

—No se equivoquen, yo no tengo puntos débiles —declaró el líder del Batallón 42 con una ligera sonrisa iluminándole el arrugado semblante—. Sin mi Rem podré ser poderoso, pero con él soy invencible.

—Patrañas —dijo Alisa, reforzando el casco de hielo que tenía sobre la cabeza—. Sigues siendo un viejo, enano y decrépito que no merece nuestro respeto. —Levantó ambas hachas doradas frente a su rostro—. ¿Qué tal si te hago un agujero en esa jodida garganta para que no vuelvas a balbucear sandeces nunca más?

—Vaya, qué coincidencia —dijo Vork, impasible—. ¡Yo también estaba pensando en acabar con esta inútil pelea! —Agitó ligeramente su Báculo Sagrado—. Siéntanse honrados porque a partir de ahora lucharé en serio. Haré uso de todo mi poder para aniquilarlos.

Al instante siguiente el cuerpo de Vork empezó a agrandarse poco a poco y de manera progresiva ante la estupefacta mirada de los compañeros.

Hasta hace pocos segundos atrás, Vork había sido un enano encorvado, pero ahora su cuerpo se estaba haciendo cada vez más grande, a la vez que sus brazos y piernas se volvían gruesos y voluminosos como troncos.

Cuando el cuerpo de Vork alcanzó los dos metros de altura, Keila soltó una sonora exclamación que llevaba impresa toda su consternación. Sin embargo, eso solo fue el principio. El mago siguió haciéndose más y más grande. Tres metros. Cuatro metros. Cinco metros...

Su acelerado crecimiento pareció detenerse una vez que su cuerpo alcazó el increíble tamaño de diez metros de altura. Diez metros de puras arrugas y piel flácida que le colgaba del cuerpo como si se tratase de un deshilachado muñeco de trapo.

Por fortuna, la túnica y la oscura armadura que Vork llevaba encima también se estiraron y agrandaron en proporción al tamaño de su cuerpo. Probablemente eran ropas mágicas. Si éstas se hubieran roto, Vork habría ofrecido un horrendo espectáculo para la vista.

Cualquiera pensaría que un cuerpo tan gigantesco como ese debía pesar una barbaridad, pero por lo visto no pesaba absolutamente nada, ya que Vork se elevó unos cuantos metros por los aires y se acercó flotando hacia los atónitos compañeros.

—Diez metros. Esta es la máxima altura que puede alcanzar mi cuerpo —reveló el mago, cuya voz se había hecho inconcebiblemente más gruesa que antes.

Los compañeros no podían hacer otra cosa más que mirar, completamente inmóviles, cómo el gigantesco cuerpo de Vork flotaba con tanta facilidad como si la gravedad no le afectara en lo absoluto.

Las manos de Raidel se estremecieron ante el panorama. La imagen de un vejestorio de diez metros volando como el viento resultaba aterradora.

—¿Y bien? ¿Cuántos de ustedes me habían llamado "enano" o "chaparro"? —dijo Vork con la primera sonrisa que le habían visto componer desde que le conocieron.

—Por todos los cuernos del inframundo, ¿cómo mierda derrotaremos a este jodido fantasma de un kilómetro de altura al que ni siquiera podemos tocar? —dijo Alisa con la voz ligeramente distorsionada por el grueso casco de hielo que le cubría la cabeza. A continuación se dirigió hacia Raidel mientras exclamaba—: ¡Rápido, mocoso! ¡Transfórmate antes de que esta bolsa de arrugas nos mate a todos!

—No piensen que podrán salir vivos de aquí —resonó la atronadora voz de Vork desde las alturas—. Ahora que estoy en mi forma final, todos ustedes morirán en menos de tres minutos.

A continuación los aterrados compañeros pudieron observar que el gigantesco tamaño que había adquirido el cuerpo de Vork no era solo para alardear, ya que, repentinamente y sin previo aviso, él empezó a prorrumpir en una lluvia puñetazos y patadas que se dirigieron hacia Raidel y Alisa como si fueran torpedos.

Lo más sorprendente no era la velocidad ni la potencia de sus ataques, sino el hecho de que sus brazos y piernas se estiraron unos treinta metros. Sí, treinta largos metros.

Las extremidades del monstruo volador hendieron el aire a la velocidad de una flecha y fueron a impactar estruendosamente contra ambos compañeros, quienes no pudieron evitar salir arrojados por los aires como dos insignificantes insectos a los que uno acaba de dar un manotazo.

Raidel y Alisa sintieron como si un meteorito de proporciones descomunales hubiera caído del cielo para golpearlos. Ninguno de ellos había recibido un ataque como aquel con anterioridad; un ataque que los había golpeado desde la punta de los pies hasta el extremo superior de la cabeza.

Tras la colisión, ambos dieron varias vueltas por los aires antes de caer aparatosamente contra el suelo.

Sin mencionar el terrible dolor que azotaba todos y cada uno de sus huesos y articulaciones, Raidel sentía que la cabeza le seguía dando vueltas de manera incesante, como si su cuerpo aún estuviera girando en el aire de un lado para otro. Además los oídos le estaban zumbando con una intensidad insoportable.

El muchacho no hizo el intento de moverse, ni mucho menos levantarse. Cada célula de su cuerpo parecía suplicarle a Raidel que se quedara allí, tumbado en el suelo, descansando, en vez de hacer el enorme y hasta casi absurdo esfuerzo de ponerse de pie para seguir librando una lucha que a todas luces parecía imposible de ganar.

En esos instantes su aturdida mente no pensaba con claridad, por lo que él prefirió cerrar los ojos y dejarse llevar. Se quedó dormido al instante.

Alisa, por su parte, había tenido un poco más de suerte que Raidel, ya que su grueso casco de hielo había amortiguado gran parte del impacto que había recibido en la cabeza. Pero a cambio de eso, el casco había quedado destrozado en mil pedazos.

Alisa se puso de pie casi al instante. Tenía todo el cuerpo adolorido a pesar de la extraordinaria túnica mágica que llevaba encima, la cual hacía las veces de armadura.

Lo primero que ella hizo al incorporarse fue mirar en qué estado se encontraba Raidel. Se sorprendió al ver su condición. El rostro y el cabello del muchacho estaban empapados con una sangre oscura y espesa. Probablemente su cabeza estaba... rota.

Claro que Raidel también llevaba puesta su túnica mágica. Pero sin ella o con ella, nada había estado protegiendo su cabeza...

Por unos breves instantes Alisa notó un nudo en la garganta, como si se sintiera culpable por lo que le había sucedido a Raidel. Incluso se le cruzó por la mente que debió haberle ofrecido un casco de hielo para que él se pusiera sobre la cabeza. Pero luego sacudió su cabeza fuertemente de un lado a otro, sorprendida de que estuviera pensando en esas tonterías. Para empezar, un casco de hielo no le serviría de nada a Raidel, ya que se derritiría al instante. Alisa tenía que reforzar sus armamentos de hielo cada pocos segundos para que estos no se derritieran. Aunque eso no era lo que más le había molestado. El simple hecho de haber pensado que aquel mocoso era alguien al que ella "tenía" que proteger era algo... raro. Se preguntó por qué razón habría pensado semejante disparate...

Alisa seguía ensimismada en sus pensamientos, con el rostro rojo de la vergüenza, cuando la voz de Fran gritó ensordecedoramente desde la lejanía:

—¡CUIDADO! ¡CUIDADO!

Alisa alzó la mirada justo a tiempo para ver cómo los gigantescos brazos del mago se "estiraban" hacia su siguiente víctima, mientras que Vork seguía flotando tranquilamente por los aires como un maldito fantasma.

Con las últimas fuerzas que le quedaban, Keila intentó alzar un muro de tierra frente a ella, pero antes de que pudiera hacerlo sus fuerzas le abandonaron y ella se desplomó sobre el suelo como un títere al que acaban de cortar los hilos.

Keila habría muerto si hubiera recibido el golpe enemigo, pero afortunadamente Fran apareció frente a ella justo a tiempo.

El líder del Equipo Ceifador tenía una amplia sonrisa en el rostro.

Sendor y Alisa, quienes estaban observando la escena a lo lejos, se preguntaron por qué diablos él estaría sonriendo en una situación tan grave como esta, pero entonces los ojos de ambos se iluminaron al observar el magnífico Escudo-Espejo que Fran llevaba en la mano izquierda.

Alisa no pudo ocultar la sonrisa de su rostro. ¡Un maldito vejestorio como Vork no podría soportar el abrumador impacto de su propio puño! Seguramente moriría. Ese era un hecho.

Pero nadie pudo predecir lo que sucedió a continuación. El gigantesco puño de Vork no chocó contra el Escudo-Espejo, sino que simplemente lo atravesó, como un fantasma que atraviesa una pared.

A continuación los nudillos de Vork golpearon el desprotegido cuerpo de su oponente con una contundencia desproporcionada, lo que le arrancó a Fran un sonoro aullido de dolor. Su ensangrentado cuerpo cayó hacia atrás, chocando involuntariamente contra Keila, quien extrañamente recobró la consciencia tras el golpe recibido. Debido a la gran fuerza de impacto, ambos rodaron por el suelo unos cuantos metros.

—¡No! —exclamó Alisa, retrocediendo varios pasos de manera instintiva. Su rostro reflejaba gran horror. ¿Es que acaso era imposible derrotar a ese Vork?

—¡Mierda! ¡Maldición! ¡Comete esto, bastardo! —balbuceó Sendor, mientras lanzaba numerosos rayos con su báculo sagrado en dirección al descomunal enemigo.

Alisa se unió a él y creó dos afiladas dagas de hielo, a las que arrojó con la mayor potencia que fue capaz.

Sin embargo, los rayos de energía y las dagas de hielo atravesaron el intangible cuerpo de Vork sin causarle ningún daño y siguieron de largo hasta que finalmente chocaron contra unos cuantos árboles que yacían en el fondo.

Fue recién entonces que los compañeros comprendieron que Vork era sencillamente invencible. Era imposible derrotarlo. En su inocente ignorancia, los compañeros habían creído que Vork era "solo" un poco más fuerte que Zoden, pero nada más lejos de la verdad. Siguiendo las analogías de la anterior batalla, si Alisa era una hormiga en buena condición física, Zoden era un elefante... Pero Vork era un dragón; un dragón incorpóreo e intangible al que nadie puede golpear, pero el cual es capaz de escupir un torrente de fuego tan condenadamente mortífero que su simple calor puede aniquilar a ejércitos enteros. Eso era Vork.

Alisa no creía estar exagerando con esa analogía, ya que aquel monstruo era prácticamente eso. Vork se había convertido en un jodido fantasma de diez metros de altura, el cual podía atravesar cualquier objeto sólido a su antojo. Su gigantesco puño incluso había atravesado el Escudo-Espejo sin ninguna dificultad. Además, por si fuera poco, ningún tipo de ataque parecía funcionar contra él, ya que éstos simplemente atravesaban su cuerpo como si el mago estuviera hecho de... niebla. Aunque bueno, todo parecía indicar que eso era exactamente de lo que estaba hecho. Pero la gran pregunta era: ¿por qué Vork si podía golpearlos a ellos?

Nadie sabía la respuesta. Lo único de lo que podían estar seguros era que Vork era un oponente inalcanzable para ellos. Parecía invencible. Seguramente era invencible. ¿Ese era el poder de un líder de Batallón? ¿Todos los líderes de Batallón eran así de fuertes?

Alisa se fijó en sus alrededores. Fran, Keila y Raidel estaban tendidos en el suelo, fuera de combate. Éste último seguía inconsciente. Por otro lado, Sendor estaba exhausto y tenía tantas heridas en el cuerpo que en esas condiciones no podria derrotar ni a un plebeyo. Alisa era la única que seguía de pie, en buenas condiciones y con el tanque de energía casi lleno.

¿Pero qué es lo que una hormiga en buena condición física como ella puede hacerle a un dragón al que ni siquiera puede tocar?

—Todos ustedes son tan molestos —murmuró Vork con la vista fija en Sendor y Alisa—. ¡Desaparezcan de una vez por todas!

Los enormes brazos volvieron a estirarse en dirección hacia ambos compañeros para proporcionarles el golpe final.

Alisa sabía que el cuerpo de Sendor quedaría hecho puré si recibía otro de esos brutales ataques enemigos, así que ella se mordió el labio inferior y, de un simple salto, se colocó delante de Sendor. Su intención era usar su propio cuerpo como escudo para salvar a su compañero... pero Sendor no se quedó quieto. Él no podía permitir semejante acto suicida. ¡Una muchacha tan joven y llena de vida estaba sacrificándose para salvar a un maldito viejo pedorro, el cual estaba tan herido que en esas miserables condiciones no le servía a nadie. Sendor no podía permitir eso, así que se puso en movimiento.

Antes de que el puño de Vork llegara a su objetivo, Sendor agarró el hombro de Alisa y, haciendo uso de las últimas fuerzas que le quedaban, arrojó a la muchacha hacia un lado. Acto seguido, Sendor tenía planeado arrojarse al suelo, pero no tuvo tiempo para hacerlo porque los gigantescos nudillos de Vork chocaron contra su cuerpo con tal grado de salvajismo como si una gigantesca roca de cinco metros de diámetro hubiera caído encima suyo.

Tras un fuerte estrépito como el de una explosión que fue seguido de varios crujidos espantosos, el destrozado cuerpo de Sendor rodó por los suelos dejando un abundante rastro de sangre tras de sí. Una vez que se detuvo, su desfigurado rostro pareció exhalar un último suspiro antes de quedar inmóvil y no volver a moverse más. Un gran número de los huesos de su cuerpo se habían fracturado o roto, por lo que tres de sus cuatro extremidades habían quedado torcidas sobre el suelo en un ángulo extraño, antinatural.

Cuando Alisa se incorporó, no pudo contener las lágrimas que brotaron de sus ojos.

—¡Sendor! —exclamó ella entre débiles sollozos. Su orgullo... La fría muralla de orgullo que siempre la protegía y la mantenía impasible de todos los horrores del mundo exterior ahora parecía haberse roto en mil pedazos—. ¿Por qué? —emitió fuertemente con la voz quebrada del desconsuelo—. ¿Por qué hiciste esto por mí?

Raidel se despertó al escuchar unos desesperados gritos que parecían resonar por todo el campo de batalla. Cuando abrió los ojos sintió una repentina oleada de dolor inundar su cuerpo. Pero eso era lo que menos le importaba ahora mismo, ya que los ruidosos chillidos de desesperación estaban siendo emitidos por una voz que él conocía perfectamente bien. De modo que Raidel se vio obligado a incorporarse, a pesar de que todos sus músculos y articulaciones estaban protestando para que él se quedara tendido en el suelo.

A continuación él pudo ver que, efectivamente, era Alisa la que estaba llorando desconsoladamente. Ella se encontraba de rodillas en el suelo, con el rostro hundido en sus frías manos. Mientras sollozaba, no dejaba de balbucear cosas ininteligibles.

—Por los dioses —murmuró el muchacho con los ojos bien abiertos del asombro—. ¿Qué diablos está sucediendo aquí?

Él jamás había visto a Alisa de semejante forma. Ahora mismo ella parecía un vaso de cristal que se hubiera quebrado en mil pedazos tras recibir un potente impacto. Nunca habría creído posible que Alisa terminaría de esa manera. Hasta hace pocos momentos atrás, Raidel había pensado que ella no tenía sentimientos...

El muchacho miró a sus alrededores y al instante sus ojos se fijaron en la causa de su desesperación.

El destrozado cuerpo de Sendor yacía inerte sobre un espeso charco de su propia sangre, a unos cuantos metros de ella. La cantidad de sangre que había perdido era tan grande que a estas alturas ya debía estar muerto... indudablemente.

A continuación Raidel se fijó en dos borrosas figuras que estaban tendidas en el suelo, una junto a la otra, a unos cuarenta metros. Debido a la lejana distancia en la que se encontraban y debido a la oscura noche sin estrellas, Fran y Keila se habían visto reducidos a dos siluetas negras y borrosas. Raidel no alcanzaba a ver si estaban vivos o muertos. Ni siquiera conocía la gravedad de sus heridas. Pero juzgando los desconsolados llantos de Alisa, dio por cierto que estaban muertos.

Finalmente los ojos de Raidel fueron a clavarse en el enemigo. Una salvaje oleada de furia invadió su cuerpo, haciendo que la sangre le hirviera dentro de la piel.

Con unos ojos tan negros que parecían dos abismos sin fondo, Raidel avanzó hacia Vork a paso lento pero decidido. Sin embargo, a medio camino se detuvo por completo. Su rostro se había vuelto completamente inexpresivo.

Alisa ya había visto aquello con anterioridad, así que sabía lo que estaba sucediendo. Ella se puso lentamente de pie y retrocedió varios pasos.

Resultaba que Raidel estaba sufriendo su horrible transformación.

De manera repentina, el color rojizo de su cabello se intensificó a tal grado que ahora parecía que emitía luz propia. Y, con sus ojos completamente negros, dio un paso al frente, haciendo que el Aura Oscura que desprendía su cuerpo, el cual inundaba todo el ambiente en el campo de batalla, se volviera espantosamente opresivo. El Aura Oscura se había expandido en todas las direcciones. Era una horrenda pero apenas perceptible sustancia que flotaba en el aire e impregnaba todo a su paso, lo que producía una especie de distorsión en el espacio. Esa era el Aura Oscura. La misma responsable de que la gravedad hubiera aumentado de manera desproporcionada en el campo de batalla.

Alisa no pudo mantenerse en pie y cayó de rodillas al suelo. Sus manos estaban temblando. Pero pese a todo, ella logró alzar la mirada hacia Vork y murmurar:

—Maldito mago. Podrás ser un dragón o lo que sea, pero este mocoso es un monstruo de tamaño cósmico cuyo pasatiempo favorito es destruir mundos y devorar continentes enteros... Ahora ponte de rodillas y ruega por tu patética vida, anciano.

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