✡ CXCV

Capítulo 195: El Equipo Ceifador vs Vork

Horribles insectos. Quizás cien mil o un millón. Era imposible saber el número exacto. Brotaban de la oscuridad de la noche, procedentes de todos los extremos. Los compañeros no podían huir a ningún lado porque, de un instante a otro, quedaron completamente rodeados. A Fran se le cruzó por la cabeza invocar a su pterodáctilo, el cual había vuelto a su plano de existencia hace unos pocos días atrás, pero dado el calibre del enemigo actual, él sabía que el ave prehistórica no les iba a ser de ninguna utilidad.

Raidel se cubrió las orejas con ambas manos. Solo alguien que había escuchado el siseante zumbido de cien mil insectos volando simultáneamente podía saber lo desagradable que podía resultar. 

Keila y Sendor se prepararon para la inevitable batalla, adquiriendo férreas posturas de pelea. Mientras tanto, Alisa seguía petrificada en su posición con la mirada fija en la nada. Al parecer, todavía no se recuperaba de la conmoción que se había apoderado de su cuerpo. 

—¿Qué… qué hice mal? —dijo en un murmullo apenas audible. Parecía como si se estuviera culpando a sí misma—. ¿Cuál fue mi error?

Fran colocó una mano sobre su hombro. 

—Vamos, Ali —dijo con suavidad—. Nosotros sabemos que hiciste todo lo que pudiste...

Los ojos de Alisa parecieron emitir un breve resplandor de alivio al observar la sonrisa que Fran le estaba dirigiendo. A decir verdad él no había cambiado en nada. Siempre mantenía la calma en los momentos críticos; siempre intentaba animar a sus compañeros cuando las cosas se ponían especialmente difíciles... Alisa no lo había mencionado antes, pero ella siempre había admirado eso por parte de Fran… 
 
—Él tiene razón —asintió Keila—. No importa cómo nos encontró. Nosotros iremos y le quitaremos la información a la fuerza antes de matarlo. De esa forma el White Darkness ya no nos volverá a encontrar. 

—Me gusta esa idea —sonrió Alisa, mientras rebuscaba algo en su Bolsa Interdimensional. A continuación sacó las cuatro empuñaduras mágicas y las arrojó a sus respectivos dueños. Una Espada de Rayo para Raidel; dos Espadas de Viento para Keila; y una Espada de Fuego para Sendor. Este último seguía sin llevarse muy bien con el fuego, pero de todas formas agarró la empuñadura con gusto. 

Aunque eso no fue todo. Alisa sacó tres objetos más de su pequeña bolsa: El legendario Escudo-Espejo y las dos Hachas Malditas que habían pertenecido al difunto Zoden. El escudo se lo entregó a Fran.

 Los compañeros ya estaban listos y preparados para la batalla; todos a excepción de Sendor, quien se dedicó a recitar complejos e interminables conjuros.  

Los miles de insectos fueron acercándose poco a poco hacia ellos, cerrando así la distancia que los separaba. 

Raidel pensó que esta era la oportunidad perfecta para sacar a relucir la técnica que había aprendido esta última semana, así que lo hizo: envolvió su cuerpo en una inmensa columna de fuego de cuatro metros de altura y dos de grosor. Las anaranjadas llamas crepitaban con tanta furia e ímpetu que parecía que compartían los mismos deseos de Raidel de chamuscar a todos los horribles insectos que plagaban el lugar.

Tan pronto como la columna de fuego había aparecido, Alisa soltó un irritado chasquido con la lengua y se alejó varios metros de un salto, visiblemente molesta. Luego recubrió su cuerpo con una gruesa y casi transparente capa de hielo. Nada de esto habría sido diferente sino fuera porque Alisa había formado un elegante casco de hielo sobre su cabeza, el cual estaba tan bien moldeado que parecía un casco de verdad. Incluso tenía una visera que protegía su rostro y la cual podía moverse hacia arriba o hacia abajo, según Alisa quisiera. El extremo superior del casco acababa en una imponente cresta.

—¿Desde cuándo puedes…? —empezó a decir Raidel. 

—Desde mucho antes de que tú pudieras crear esa inservible columna de fuego —fanfarroneó ella. 

Raidel iba a replicar, pero entonces se dio cuenta de que los insectos que los estaban rodeando se habían detenido de manera repentina. Dejaron de acercarse y ahora simplemente estaban volando en círculos. 

El muchacho emitió una especie de gruñido. La finalidad de Vork no había sido dirigir sus alimañas contra ellos, sino simplemente encerrarlos dentro de una “jaula” hecha de insectos. 

Raidel vio que sin duda habían muchos más que un millón de insectos. Tal vez mil millones; todos ellos estaban volando en círculos para poder mantener la prisión, la cual debía medir unos tres mil metros cuadrados y cincuenta metros de altura. Los insectos estaban tan juntos los unos con los otros que Raidel no podía ver nada fuera de la prisión a excepción del cielo. 

—Esta “jaula” es demasiado grande —comentó el muchacho con los ojos entrecerrados—. Aquí dentro podrían caber cinco mil personas o más. ¿Qué diablos está planeando Vork? 

—Los insectos mágicos solo sirven para la exploración o el reconocimiento. No tienen muchas habilidades ofensivas —dijo Alisa—. Así que dudo que puedan matarnos ni aún siendo millones. Vork solo quiere encerrarnos para evitar que escapemos. Construyó una prisión tan grande porque él mismo piensa matarnos a todos aquí dentro. 

Unos cuantos aplausos resonaron desde algún lugar en la distancia. Entonces los compañeros observaron una oscura figura que surgía desde la esquina más cercana de la jaula de insectos.

La figura empezó a caminar hacia ellos, aún dando aplausos. 

—Bravo, bravo —dijo Vork en tono alegre—. Eso es exactamente lo que pretendía: atraparlos aquí para poder matarlos con mayor facilidad. Tu deducción es precisa. No me esperaba menos de alguien que incluso logró engañarme a mí, haciéndome creer que estabas de nuestro lado. Tu actuación fue sublime. Fingiste estar de nuestro lado y cuando nadie te vigilaba robaste todos los objetos del salón de magia. Además, por si fuera poco, traicionaste al White Darkness de la manera más despreciable posible, apuñalando a un miembro del Equipo Zero por la espalda. 

Alisa alzó la visera de su casco de hielo, revelando la amplia sonrisa que tenía su rostro. 

—Ah, así que la cobarde de Rosana corrió a contarte todo lo que sucedió en nuestra batalla, ¿no? —dijo, mientras paseaba su mirada de un lado a otro, como si estuviera buscando algo en particular—. Cuando la vea, le cortaré la lengua yo misma… 

—Rosana no ha venido conmigo —reveló Vork con su voz ronca y aguda—. Yo soy su único oponente. 

A continuación el líder del Batallón 42 metió su mano derecha en uno de los numerosos bolsillos que tenía su túnica. De allí sacó su estrafalario báculo mágico. Aquel era un bastón de un metro y medio de largo, cuyo extremo superior no terminaba en una media luna de color azul como los demás bacúlos mágicos, sino en una estrella de cinco puntas, la cual desprendía una luz rojiza tan intensa que resultaba casi cegadora para la vista.

Aquella luz por sí sola era suficiente para iluminar casi todo el lugar. Los compañeros pudieron ver claramente a Vork como si fuera de día.

El hombrecillo no había cambiado en nada. Aparentaba tener unos cincuenta años de edad. Debía medir un metro con cincuenta centímetros de estatura, siendo ligeramente más pequeño que Alisa. Vestía una larga y oscura túnica sobre la armadura del White Darkness. Su cabeza calva estaba oculta por un sombrero puntiagudo de mago. Aunque lo más llamativo de su apariencia era su postura encorvada y el bigote mal afeitado. Aquel era Vork.

—¿Tú eres el único que ha venido a luchar contra nosotros? —se burló Raidel—. ¿Nadie te acompaña?

—Yo solo soy suficiente para matarlos a todos —declaró Vork, inexpresivo. 

—Lo que te falta de estatura lo compensas con una exagerada dosis de confianza —dijo Alisa—. Rosana ya te lo debió haber dicho. No hay nadie en este patético continente que pueda derrotarnos. A decir verdad, yo creí que venías con diez líderes de Batallón a enfrentarnos. ¡Pero solo estás tú! Vaya ridiculez… 

—¿Diez líderes de Batallón? ¿Para qué necesitaría esa cantidad? Ya he dicho que yo solo puedo matarlos a todos ustedes. 

Alisa señaló a Raidel con uno de sus dedos recubiertos de hielo. 

—La razón por la que nadie de Colmillo Rojo puede derrotarnos es gracias a ese mocoso de allí —dijo ella con una extraña sonrisa en los labios. 

—¿Que yo qué? —dijo Raidel boquiabierto del asombro. ¿Acaso ella lo estaba elogiando? El muchacho sacudió su cabeza de un lado a otro. No, eso era imposible. 

—De una simple palmadita en las costillas, ese mocoso partió a Zoden por la mitad y lo envió a volar por los cielos —siguió diciendo Alisa—. Además, tenemos todos los objetos mágicos del Batallón 42 en nuestras manos. ¿Cómo piensas derrotarnos tú solo? 

—Después de la batalla contra ustedes, Rosana me repitió muchas veces que el niño del cabello rojo era un poderoso demonio y que debía ser exterminado cuanto antes —dijo Vork, mirando a Raidel de arriba a abajo—. Pero yo no veo que sea ningún demonio. No hay nada inusual en él. Rosana se ha equivocado. 

Raidel apretó los puños llameantes. Le parecía que ese payaso se estaba pasando de arrogante. ¿Cómo podía mostrarse tan confiado en una situación como esta? Todo estaba en su contra. ¿Qué podía hacer un tipo bajito y encorvado contra ellos cinco? 

—¿Cómo nos has encontrado? —dijo Fran de repente, empleando un tono de voz más seco de lo habitual. 

—¿Encontrarlos? Ah, eso fue fácil —sonrió Vork—. Mis insectos siguieron su rastro; siguieron su olor. Eso fue todo. 

—¡Imposible! —exclamó Alisa, aún antes de que cualquiera de los presentes pudiera parpadear—. ¡La poción mágica que robé elimina el olor corporal del cuerpo! ¡Es imposible que…! 

Vork soltó una prolongada risotada, revelando sus torcidos y amarillentos dientes. 

—¿En verdad creen que ustedes son los primeros en depositar su confianza en esa inútil poción? ¿Creyeron que eso los ayudaría a escapar de las garras del White Darkness?

—¿Qué? —dijo Alisa con el rostro pálido de la confusión. Un escalofrío le recorrió la espalda. 

—Ya ha sucedido varias veces en lo que va de esta década —suspiró Vork—. Un idiota que cree que puede huir del White Darkness con la ayuda de esa poción mágica. Pero lo que ninguno de ellos sabe es que la “poción” es completamente inútil. Solo sirve para quitar el olor superficial, pero no puede engañar al extraordinario olfato de mis insectos. 

Alisa tragó saliva. Su mirada reflejaba toda una gama de emociones: desconcierto, miedo, frustración… Intentó ocultar el creciente temor que amenazaba con apoderarse de su cuerpo y dijo:

—¿La poción estaba en el salón de magia a propósito? ¿Era un señuelo? 

—Un señuelo al que tú mordiste —afirmó Vork.

Raidel ya estaba harto de toda esta inútil conversación, así que se puso en movimiento. Con la mano que tenía libre arrojó una bola de fuego contra el enemigo, dando inicio al combate. 

El mago apenas tuvo que mover la cabeza unos cuantos centímetros para esquivar el proyectil, el cual pasó de largo.

—Debo parecerles extremadamente débil como para que crean que pueden derrotarme con ataques como ese —dijo Vork, inexpresivo—. Déjenme demostrarles la diferencia de poder entre ustedes y yo. 

A continuación el líder del Batallón 42 abrió la boca y recitó un hechizo a una velocidad inhumana. Fue como si cien personas con la misma voz hubieran hablado al mismo tiempo. Ni siquiera Sendor logró entender una palabra de lo que el enemigo había dicho. 

El efecto de su hechizo fue instantáneo.

Una especie de portal interdimensional apareció por encima de la cabeza de Vork y por allí salió un inconmensurable torrente de cuchillas de energía, las cuales se dirigieron directamente hacia los desertores a gran velocidad.

Eran tantos proyectiles de energía que, cuando surcaron los aires, Vork quedó completamente oculto detrás de ellos. 

El subconsciente de Raidel calculó que debían ser mil cuchillas. Cada una tan afilada como una hoja de Lithyum, y las cuales medían de treinta a cuarenta centímetros de largo. Además eran completamente rojas. 

Los mil proyectiles volaron hacia los objetivos a la velocidad de una flecha. 

—¡Maldición! ¡Cúbranse detrás de mí! —exclamó Fran, sujetando firmemente el Escudo-Espejo con ambas manos y agachándose un poco para quedar resguardado bajo la protección del indestructible escudo. 

Los compañeros se apresuraron a apiñarse detrás de Fran. Afortunadamente fueron lo suficientemente rápidos como para lograrlo, pero si se hubieran demorado un segundo más, las cuchillas los habrían despedazado en mil pedazos. Raidel tuvo que apagar su Rem de Fuego para no quemar a sus compañeros.

Sendor reaccionó una milésima de segundo más tarde que los demás, por lo que una decena de cuchillas le pasaron rozando el cuerpo de pies a cabeza, produciéndole leves cortes y arañazos en las mejillas y las orejas. Incluso varios de sus cabellos entrecanos fueron cortados. Habría recibido las mismas heridas en los brazos y piernas si no fuera porque la túnica mágica que llevaba encima, la cual era más dura que el acero y más liviana que la seda, hizo bien su trabajo y lo protegió exitosamente. 

Una vez que los compañeros se apiñaron tras el escudo, cientas de cuchillas pasaron volando junto a ellos como un interminable enjambre de insectos y fueron a clavarse en el suelo, a varios metros detrás de ellos.

Las cuchillas que impactaron contra el escudo rebotaron de manera inmediata y se dirigieron hacia Vork para despedazarlo. A Raidel le pareció increíble que el Escudo-Espejo funcionara incluso con ataques de larga distancia. 

Vork sonrió al ver que sus propias cuchillas se estaban dirigiendo contra él. Luego chasqueó los dedos y las cuchillas simplemente se desvanecieron en el aire. Se evaporaron lentamente hasta no quedar nada. 

Y fue recién entonces que Raidel, Keila y Alisa comprendieron que Vork era alguien de temer. Esas mil cuchillas que lanzó al mismo tiempo habrían sido suficientes para aniquilar a un ejército entero. Si no hubiera sido por la invaluable ayuda del Escudo-Espejo, los compañeros seguramente ya estarían muertos. 

Todos se quedaron tras el escudo. Ninguno de ellos se atrevió a moverse.

—¡Esto es aún más impresionante de lo que había escuchado! —soltó Sendor con las piernas ligeramente temblorosas—. El báculo que Vork está sosteniendo en las manos es uno de alto rango. Aumenta las energías que absorbe del portador al menos veinte veces más que un báculo normal. Pero ¿crear mil cuchillas de Xen al mismo tiempo y dirigirlas simultáneamente contra algún objetivo? ¡Ni siquiera ese báculo mágico debería ser capaz de semejante hazaña! El hecho de que Vork pueda hacer algo como eso quiere decir que su Energía Vital es extraordinariamente alta… No creí que ese hombre fuera alguien tan poderoso… 

Los ojos de Vork se fijaron en los enemigos antes de decir:

—¡Vaya! Es increíble que hayan sobrevivido a mi primer ataque. No cualquiera lo logra, ¿saben? —Sus ojos emitieron un breve brillo rojizo—. Aunque bueno, esto es lo mínimo que se esperaría de quienes derrotaron al Equipo Zero. 

Raidel se hurgó la nariz con un dedo, aparentemente despreocupado. Luego dijo:

—¿Acaso importa que este tipo sepa más hechizos que Sendor? ¿Acaso importa que su Energia Vital sea elevada? —señaló a Vork con un dedo—. ¡Solo mirenlo! ¡Miren a ese mequetrefe! ¡Es bajito, viejo y encorvado! ¡Sus habilidades físicas deben ser nulas! Una vez que le ponga las manos encima...

Alisa esbozó una sonrisa. 

—Que yo recuerde, esta es la primera vez que estoy de acuerdo contigo —confesó ella—. Solo tenemos que acercarnos a Vork. El primero que lo logre podrá matarlo con gran facilidad y de un solo golpe. 

—Escuchen esto. Tengo un plan —dijo Fran y a continuación les susurró algo al oído. 

Los compañeros estaban por ponerse en movimiento, pero Vork actuó primero. El mago logró articular otras cien palabras en un segundo, lo que provocó algo que los compañeros jamás habrían creído posible. 

El báculo mágico “escupió” una cascada de agua increíblemente profusa hacia arriba, en dirección al cielo. La cascada salió expulsada con tanta fuerza que por un segundo se formó una especie de columna de cuarenta metros de altura y cuatro de grosor. 

Raidel entrecerró los ojos al darse cuenta de que en realidad no era una cascada de agua. Eran rayos. 

Miles y miles de rayos fueron disparados hacia arriba y luego empezaron a caer por todo el campo de batalla como si se tratase de un diluvio. 

Raidel y los demás sabían que el Escudo-Espejo no era tan grande como para protegerlos a todos. ¿Acaso este era el fin?

Keila se apresuró a colocar las palmas de las manos sobre el suelo, creando cuatro gruesos muros de tierra sólida alrededor de ellos. A continuación formó una especie de techo sobre sus cabezas.

Keila sabía que eso no sería suficiente para protegerse de los innumerables rayos que estaban cayendo sobre ellos, así que gastó todas sus energías en crear más muros alrededor de ellos. Dos, tres, cinco, diez... En unos pocos segundos quedaron debajo de una fortaleza que parecía indestructible. Luego los rayos empezaron a caer sobre el campo de batalla, produciendo innumerables truenos que no dejaban de resonar incesantemente por doquier como estallidos de bombas.

Los compañeros sintieron cómo los muros de tierra empezaron a estremecerse violentamente ante el gran número de rayos que impactaban contra éstos, perforándolos y pulverizándolos en el acto. 

Mientras tanto, Keila no dejaba de crear muros de tierra, uno tras otro, para reemplazar a los que habían sido destruidos. Raidel y los demás notaron con algo de intranquilidad que ella estaba gastando todas sus energías en esto, incluso las de reserva. Estaba superando sus límites… 

Debido al gran esfuerzo, las manos de Keila estaban temblando con frenesí y parecía que ella apenas podía mantener la consciencia, pero no se rendía. Seguía creando muros de manera incesante hasta cuando ya no pudo más y se desplomó sobre el suelo con un crujido que quedó amortiguado por el estrépito ensordecedor de cientos de truenos retumbar al mismo tiempo. 

En medio de todo aquel escándalo desenfrenado, Fran se agachó para ver cómo se encontraba Keila. Vio que afortunadamente ella estaba consciente, aunque tan exhausta que no parecía capaz de mover su cuerpo.

Raidel escuchó que Sendor exclamaba una vociferante maldición al ver que la fortaleza se estaba cayendo a pedazos.

Con Keila fuera de combate, solo era cuestión de tiempo para que las sesenta toneladas de tierra sólida que se encontraban sobre sus cabezas colapsaran sobre ellos y los enterraran vivos. 

Los compañeros estaban atrapados allí dentro. No había nada que hacer aparte de esperar a que todo el peso de la fortaleza los aplastara tal y como un rinoceronte aplasta a un mosquito de un pisotón. 

Vork no pudo contener una pequeña sonrisa cuando observó que la fortaleza de tierra se derrumbó sin piedad sobre los cinco desertores que estaban dentro. Los muros eran tan grandes y compactos que era muy probable que todos hubieran muerto bajo su colosal peso… o por lo menos debieron haber quedado severamente heridos. Él sabía que ninguno de ellos era lo suficientemente fuerte como para poder recubrir su cuerpo entero con Xen, por lo que era muy improbable que hubieran sobrevivido. A Vork todo este asunto le parecía irónico. La misma fortaleza que les había protegido de los rayos se había vuelto en su contra y los había terminado matando. 

Los rayos siguieron cayendo por todo el campo de batalla, impactando contra los destrozados muros de tierra y pulverizándolos más de lo que ya estaban. Caían por todas partes sin dejar aberturas ni puntos ciegos. 

Si Vork hubiera estado enfrentándose contra un ejército de cinco mil personas, todos habrían sido eliminados en cuestión de segundos simplemente con los rayos que estaban cayendo del cielo. Aquel era el poder del líder del Batallón 42. 

Esta situación duró unos veinte segundos más hasta que finalmente los últimos rayos terminaron de caer del cielo y el lugar se quedó en completo silencio. 

La fortaleza de tierra había quedado reducida a un montón de humeantes escombros y pedazos destrozados que estaban amontonados los unos sobre los otros, formando una especie de montaña diminuta. 

—Sobrevivieron a mi primer ataque, pero cayeron patéticamente ante el segundo —dijo Vork con las facciones del rostro inexpresivas—. A decir verdad, no esperaba nada por parte de ustedes, pero debo admitir que su trabajo en equipo no fue tan malo.

A continuación el mago se dirigió hacia la montaña de escombros para cortar las cabezas de los cinco cadáveres y llevarlas al White Darkness; Una tarea muy importante, ya que en esta ocasión había sido el mismísimo Alexander Kreiser quien lo habia solicitado. Sin embargo, cuando ya se encontraba a medio trayecto, lo impensable sucedió. 

En menos de un segundo, los pedazos de tierra destrozados se unieron entre sí y formaron un gigantesco brazo de quince metros de largo y cuatro de ancho, cuyo enorme puño salió disparado contra Vork a la velocidad de un rayo. 

Keila estaba segura de que aquel ataque lo enviaría al otro mundo. Era imposible que el mago fuera capaz de esquivarlo, ya que el efecto sorpresa estaba de lado de los compañeros, sin mencionar que Vork era tan pequeño y viejo que sin duda no podría moverse a tiempo. 

Keila estuvo en lo correcto. El mago no lo esquivó…. aunque eso fue porque ni siquiera intentó hacerlo. En vez de esquivarlo, hizo que una especie de portal interdimensional apareciera frente a él. 

Del portal salió una barrera de color rojizo oscuro que impactó de lleno contra el puño de tierra, ocasionando un fuerte estruendo. La colisión hizo que el brazo de tierra se deshiciera por completo y cayera al suelo hecho polvo. 

—¿Siguen vivos? —dijo Vork en un murmullo apagado. Su habitual rostro imperturbable había dado paso a una expresión confusa, casi ceñuda. 

Keila no había sido la única en ponerse en movimiento. De hecho, su ataque había sido simplemente un señuelo, una carnada para distraer al enemigo. 

Sendor fue el siguiente en captar la atención de Vork, ya que salió ruidosamente de los escombros, mientras vociferaba maldiciones y lanzaba centelleantes rayos contra el enemigo. 

Vork se sorprendió al ver que dos de los desertores seguían vivos... pero eso solo fue el principio. 

Usando Xen en sus talones para aumentar la velocidad del impulso, Raidel y Alisa salieron disparados contra Vork, el primero por su izquierda y la segunda por su derecha. 

El muchacho empuñaba la increíble Espada de Rayo en su mano derecha, mientras que su compañera llevaba las dos Hachas Malditas. Ambos se acercaron a Vork de un instante a otro y con un simple salto. 

El hecho de que ellos estuvieran vivos e ilesos había sorprendido más a Vork que su patético “ataque sorpresa”. 

El mago solo tuvo que dar un salto hacia arriba, de unos pocos metros de altura, para esquivar ambos ataques. Y dado que Raidel venía por su izquierda y Alisa por su derecha, la repentina evasión de Vork había hecho que ambos compañeros casi se golpearan entre sí. Pero afortunadamente detuvieron sus ataques a último segundo. 

Aunque por extraño que parezca, ni Raidel ni Alisa se mostraron muy sorprendidos de que el mago hubiera esquivado el ataque con tanta facilidad. Eso debió haber advertido a Vork de que algo andaba mal. 

Fran fue el último en aparecer en escena. El líder del Equipo Ceifador había tenido todo esto planeado desde un principio. Era evidente que Vork retrocedería o saltaría para provocar que Raidel y Alisa se golpearan entre ellos.

Los ataques de los compañeros habían hecho bien su trabajo y habían distraído al mago lo suficiente como para que Fran pudiera dar un amplio rodeo al campo de batalla y acercarse a Vork por su espalda sin ser detectado. El líder del Equipo Ceifador empuñaba el Escudo-Espejo en su mano izquierda y la Espada Maldita en la derecha.

Cuando Vork saltó para esquivar los ataques de Raidel y Alisa, Fran hizo lo mismo. Dio un salto de varios metros de altura hasta quedar justo detrás del mago. 

Vork no lo escuchó debido a las botas mágicas y silenciosas que llevaba Fran, pero notó su presencia; lo percibió de algún modo. No obstante, no pudo esquivar el rápido ataque de Fran debido a que ambos estaban en el aire. 

A Raidel y Alisa se les iluminó el rostro al ver que que la Arma Maldita de Fran fue a enterrarse en la espalda del mago, atravesando el lado izquierdo de su pecho con tanta facilidad como si fuera mantequilla… o simplemente aire.  

Con el corazón perforado, ni siquiera un monstruo como Vork podría sobrevivir. 

Alisa esbozó una pequeña sonrisa y Raidel soltó un profundo suspiro de alivio. 

Vork finalmente había sido derrotado.

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