✡ CXCIX

Capítulo 199: Bephasgol

Tambaleante, con el rostro inexpresivo y los ojos bien abiertos como si estuviera hipnotizado, Raidel empezó a caminar lentamente hacia ella. Una parte de su mente estaba confundida. Él había visto el cadáver de la princesa con sus propios ojos (algo que había ocurrido hace aproximadamente un año atrás). Pero ahora ella estaba allí, de pie, frente a él, con su cálida sonrisa en los labios.

Misha no parecía estar muerta en lo absoluto. Seguía tan hermosa y radiante como el muchacho la recordaba...

Raidel había decidido vengar a la princesa porque ella había sido su único rayo de luz en este mundo tan pútrido y corrompido; este mundo lleno de despreciables monstruos y terribles amenazas que acechan prácticamente en cada esquina. Cuando ella murió, Raidel quedó inmerso en una completa oscuridad, teniendo que verse en la obligación de luchar contra los monstruos que se interponían en su camino en una negrura absoluta, sin que sus ojos fueran capaces de ver nada de lo que tenía lugar a su alrededor. Pasó tanto tiempo en esa condición que su mente ya había empezado a degradarse. Él había empezado a convertirse en otro despreciable monstruo más del montón sin siquiera darse cuenta de ello. Pero el hecho de que la princesa en realidad estuviera viva era como si el rayo de luz volviera a iluminar el cielo; un rayo excepcionalmente brillante que no solo servía para devolverle la mirada y el raciocinio a Raidel, sino también para espantar a todos los monstruos que merodeaban cerca, ya que éstos estaban tan acostumbrados a vivir en la completa oscuridad que no podían soportar la existencia de ninguna clase de luz, ni mucho menos una luz tan hermosa y resplandeciente como lo era la princesa.

Verla allí, frente a él, era algo irreal, como una fantasía, como una utopía, como un sueño...

¿Este sería un sueño? ¿Estaría soñando?

A Raidel no le importaba en lo absoluto. Si este era un sueño, él no quería despertar jamás.

Y así, poco a poco, fue acercándose a ella, sin apartar la mirada, sin parpadear... cuando de pronto escuchó una voz que le pareció tan recóndita y lejana como si procediera de otro mundo.

—¡No! ¡Raidel! ¡Aléjate de ella! ¡Aléjate de ella!

Pero él ignoró aquella voz por completo. Ahora que la princesa había aparecido frente a él, Raidel no volvería a apartarse de ella jamás. ¡Jamás!

Un paso. Dos pasos. Tres pasos. Cada vez estaba más cerca de ella...

Pero Keila fue corriendo hacia él. Lo agarró de los hombros y lo lanzó al suelo con un simple movimiento de manos. La cabeza de Raidel impactó fuertemente contra la hierba, la cual apenas fue lo suficientemente densa como para amortiguar el impacto. Aún así ésta no evitó que Raidel emitiera un ligero gruñido de dolor. Acto seguido el muchacho alzó la cabeza y miró de un lado a otro con una expresión de confusión total, como si repentinamente hubiera despertado de una hipnosis.

Keila lo siguió sujetando del hombro por si acaso. Observó a Raidel con sus oscuros ojos y exclamó fuertemente para que él pudiera escucharlo bien:

—¡Esa criatura que está frente a nosotros no es la princesa que conociste! ¡Es un demonio! ¡Un demonio! ¡No te dejes engañar!

Raidel se estremeció de pies a cabeza. ¿Un demonio? ¡No, eso no podía ser verdad! Por fin se había encontrado con ella... ¿y ahora resultaba que no era ella? ¡Raidel no podía aceptar eso!

El muchacho giró la cabeza y observó que la princesa Misha estaba mirando a Keila con los ojos entrecerrados como si estuviera ofendida de que le hubieran llamado "demonio".

—¡Ella no es ningún demonio! —exclamó Raidel, mostrando los dientes como un perro rabioso—. ¡Ahora hazte a un lado para que yo pueda ir a reunirme con ella!

Keila lo agarró más fuerte.

—¿Pero qué es lo que dices? ¡No caigas en sus mentiras! Esa criatura está intentando manipularte. Está usando el cuerpo de la princesa a la que conociste... Solo escucha su voz. ¡Esa voz gruesa como un trueno es la de un demonio! ¡Incluso tú sentiste su aura demoníaca antes de que se sacara la capucha!

Raidel observó a la princesa con otros ojos; unos ojos cargados de sospecha. ¿Sería cierto lo que Keila estaba diciendo? Al instante siguiente salió de dudas.

El rostro del demonio se retorció en una mueca de furia infinita. Fue entonces cuando Raidel se derrumbó por completo. Él sabía que la princesa jamás pondría una horrible expresión como esa...

Ella no era la princesa.

—Estuve cerca —dijo el demonio con su voz espantosamente gruesa—. Si no te hubieras entrometido, ese idiota habría caído en mi trampa. Pero en fin, supongo que ahora tendré que llevarmelo a la fuerza.

Se hizo un corto silencio. Keila observó que el rostro de Raidel ya no estaba pálido, sino de una tonalidad extrañamente verdosa. Él dejó de hacer esfuerzos por levantarse y simplemente se quedó acostado, contemplando el cielo con la mirada perdida.

—Llevaré a este idiota conmigo. Para eso estoy aquí —reveló el demonio—. No quiero ensuciarme las manos con unos insignificantes gusanos como ustedes, así que fuera de mi vista. Si se interponen en mi camino los mataré.

Alisa sacó ambas Hachas Malditas de su bolsa mágica y empezó a caminar hacia el demonio sin dudar ni titubear.

—Ese rostro es demasiado bonito como para que un demonio como tú lo tenga —dijo Alisa con la mirada tan gélida como el hielo—. Es más, nadie en este mundo debería tenerlo. Me entran náuseas de solo mirarte... —alzó ambas hachas frente a su pecho—. Dame un segundo y "arreglaré" ese rostro. No te preocupes, yo solo lo haré más "equilibrado".

—Tanta palabrería solo para decir que te doy envidia —dijo el demonio con sus ojos clavados en su nueva presa.

Alisa soltó un chasquido de repugnancia con la lengua. A continuación concentró gran parte del Xen en sus pies y dio un gran salto en dirección a su rival. Se había impulsado del suelo con tal potencia que llegó hasta el demonio en menos de un segundo, con las hachas sedientas de sangre por encima de su cabeza. Éstas estaban listas para descargar un tajo descendente que cortaría el cuerpo del demonio por la mitad, de arriba hacia abajo... pero el golpe nunca llegó, ya que, a medio camino, Alisa detuvo sus movimientos por completo... Se había quedado paralizada con las hachas a pocos centímetros del rostro de su rival.

Ella intentó desesperadamente mover sus brazos y piernas, pero éstos simplemente no le respondieron.

—¿Qué... qué me has hecho? —exigió saber Alisa con el ceño fruncido.

En respuesta a eso, el demonio le propinó un puñetazo en la cara, el cual no llevaba gran velocidad, pero sin embargo su potencia fue demoledora.

Si Alisa no hubiera formado una capa protectora de Xen en su rostro y cuello, aquel golpe seguramente le habría terminado arrancando la cabeza.

El impacto fue ensordecedor, y Alisa salió rodando unos cincuenta metros por los suelos hasta chocar de lleno contra el tronco de un árbol, el cual se torció y astilló tras la colisión.

Por un momento Raidel creyó que fue la imprudencia e impulsividad de Alisa la que le había hecho actuar de esa manera, pero entonces vio una rápida y silenciosa silueta moverse detrás del demonio: Era Fran.

Raidel comprendió rápidamente la situación. Alisa había hecho de carnada, llamando la atención del demonio, para que así Fran pudiera dar un rodeo a la colina y atacar al enemigo desde atrás.

Fran estaba seguro de su victoria. Las botas mágicas que llevaba puestas no producían ningún ruido en lo absoluto. Además estaba empuñando sus armas favoritas.

Cuando estuvo a la distancia suficiente, blandió su Espada Maldita contra la espalda del demonio en una estocada precisa, veloz y mortal.

El ataque dio en el blanco, impactando contra el enemigo como un potente proyectil... Sin embargo al instante siguiente Fran se dio cuenta de que algo no andaba bien. El haber golpeado el cuerpo del demonio había sido como golpear una muralla de acero puro con una ramita. La Espada Maldita no había perforado su cuerpo. Ni siquiera le había ocasionado un rasguño...

—Idiotas —dijo el demonio con un tono de voz que sugería que esta situación le estaba divirtiendo bastante—. Por lo visto tendré que matarlos después de todo. Esto es lo que obtienen por no seguir mi advertencia.

Al instante siguiente el demonio dio media vuelta a una velocidad vertiginosa y lanzó un golpe hacia Fran. Todo esto había ocurrido en apenas una milésima de segundo. Ninguno de los compañeros pudo ver sus movimientos.

Lo que sucedió a continuación tal vez fue suerte o coincidencia del destino, pero el devastador golpe del demonio fue a impactar directamente contra el extremo superior del Escudo-Espejo que estaba empuñando Fran en su mano izquierda.

El resultado de esto fue instantáneo: La criatura de las tinieblas salió disparada quinientos metros hacia atrás, golpeado por la fuerza de su propio puñetazo.

En medio del trayecto, el demonio impactó contra numerosos árboles, uno tras otro, hasta que finalmente su cuerpo se detuvo en la oscuridad de la lejanía... a medio kilómetro de distancia.

Por un breve instante, todo quedó en absoluto silencio.

Hasta hace unos pocos meses atrás, Raidel hubiera creído que ninguna persona podría ser capaz de sobrevivir a un impacto como ese; un impacto capaz de enviar a volar a una persona quinientos metros por los aires... pero ahora no pensaba lo mismo. De todas formas aquella entidad ni siquiera era humana...

Fran estaba tan sorprendido como los demás. ¿Acaso el demonio lanzó el golpe tan apresuradamente que ni siquiera vio el escudo que Fran tenía en las manos? ¿O acaso no sabía que aquel era el legendario Escudo-Espejo? Sea como fuere, era un milagro que hubiera golpeado el escudo... un milagro que sin duda no volvería a repetirse.

Fran se giró apresuradamente hacia sus compañeros.

—¡Vamos, muevan el culo! El demonio debe seguir vivo. ¡Prepárense para el contraataque!

Keila ayudó a Raidel a ponerse de pie. Observaron que Alisa seguía en el suelo, junto al árbol que había destrozado luego de haber impactado contra éste. Por un momento creyeron que estaba gravemente herida, pero entonces la escucharon prorrumpir en maldiciones, tal y como lo haría Sendor... Raidel sintió una punzada de dolor recorrerle la cabeza al pensar en su muerte y, sobre todo, en que no habían podido hacer nada para ayudarlo... ¡No podía dejar que nadie más muriera!

—¡Diablos! Eso estuvo cerca —gruñó Alisa, poniéndose lentamente de pie. Todos pudieron ver que su cara estaba cubierta por una densa capa de sangre. Era increíble que hubiera quedado con semejante daño pese a haber usado Xen protector en todo el rostro...

Ella resopló con algo de irritación al ver que todos la estaban mirando, y luego sacó tres empuñaduras de su bolsa mágica. La primera la arrojó hacia Raidel y las otras dos a Keila.

Ambos compañeros agarraron las empuñaduras al vuelo. Raidel estaba por darse la vuelta y prepararse para la batalla, pero vio que Alisa había arrojado otra arma hacia él. Era un objeto negro, rectangular y del tamaño de una espada. ¡Era su guadaña portátil! Hacía tanto tiempo que no la había usado en combate...

Raidel se la colgó al hombro. Por el momento sólo utilizaría la Espada de Rayo. Tenía más posibilidades de vencer con aquella arma.

Entonces agarró fuertemente la empuñadura con ambas manos y otorgó una pequeña parte de su energía vital al arma, lo que hizo que del extremo superior de ésta brotara una centelleante hoja de rayo de cinco metros de extensión.

Keila hizo lo mismo con sus empuñaduras mágicas, creando dos hojas de viento increíblemente largas, cada una de siete metros de longitud.

Alisa se limpió la sangre del rostro con el reverso de la mano y caminó hacia ellos, sin dejar de observar el interminable rastro de árboles caídos y troncos destrozados que el demonio había dejado a su paso tras haber impactado contra éstos. Una nube de polvo se había levantado por el lugar, dificultando la visión. Era debido a eso y a que el anochecer ya estaba cayendo sobre el lugar que ninguno de los compañeros pudo ver en dónde había terminado el demonio. Tampoco escuchaban ninguna clase de ruido a lo lejos. ¿En realidad estaría muerto? ¿Aquel terrible morador de las tinieblas de verdad habría muerto?

—No está muerto —dijo Fran con las mandíbulas apretadas. Su tono de voz reflejaba una absoluta certeza.

Todos le regresaron a ver.

A modo de explicación, el líder señaló al gigantesco dragón con un dedo.

La bestia estaba acostada, acurrucada en un rincón debajo de la colina. Sus ojos grises estaban observando tranquilamente los alrededores. El dragón se encontraba tan sereno que daba miedo. ¿Acaso no estaba preocupado por su "dueño"? Tal vez el dragón no tenía ningún aprecio por el demonio o tal vez...

—Estoy curiosa —dijo repentinamente la voz del demonio a dos metros detrás de los compañeros.

Todos dieron media vuelta de manera inmediata. Fran ahogó una exclamación de horror al ver al demonio justo enfrente de ellos. Alisa soltó un respingo del susto. Keila retrocedió unos pasos y Raidel simplemente se quedó pasmado, observando fijamente a la criatura con la boca abierta. Parecía que todavía estaba medio embobado por la inigualable belleza del rostro que una vez perteneció a la princesa...

Lo particularmente extraño de todo esto era que el demonio no tenía ningún rasguño a pesar de haber recibido el brutal impacto de su propio golpe. Además, ¡había aparecido procedente del otro lado del campo de batalla sin hacer ningún ruido! El demonio había salido volando quinientos metros hacia el sur tras golpear el Escudo-Espejo. Sin embargo, ¡ahora había aparecido desde el extremo norte, detrás de Raidel y sus amigos! ¿Cómo era eso posible? ¿Había sido capaz de dar un rodeo a toda la colina en tan poco tiempo?

—¿Cómo consiguieron ese Escudo? —siguió diciendo el demonio con total tranquilidad—. Es un objeto mágico de alto nivel. Me sorprende que haya llegado a las manos de unos... patéticos prófugos muertos de hambre.

Fran entrecerró los ojos. ¿La criatura sabía que habían abandonado el White Darkness? Pero había algo más importante todavía...

—¿Cómo nos has encontrado?

—Oh, eso fue fácil. —Observó a Raidel con sus hermosos ojos, azules y deslumbrantes como dos zafiros, lo que hizo que él se sonrojara a pesar de que sabía perfectamente que la monstruosa criatura que tenía frente a él no era la princesa—. Ya te lo dije antes, ¿recuerdas? Estamos conectados... Yo siempre sé dónde estás...

Raidel no supo qué decir, así que simplemente se quedó con la boca abierta, completamente pasmado, como si estuviera imitándole a una piedra.

Fran tomó la palabra.

—¿Qué quieres de nosotros?

—Ya lo he dicho. He venido simplemente para llevarme a ese chico conmigo. No hay duda de que será un gran guerrero y sirviente de la Tripulación del Infierno. Necesitamos sus habilidades y lo reclutaremos a la fuerza.

—¿Por qué...? ¿Por qué nos persigues precisamente ahora? —logró decir Keila, visiblemente horrorizada por la influencia oscura y abominable que el demonio estaba ejerciendo sobre el ambiente.

—Lo hubiera hecho antes, pero ustedes estaban muy lejos de mi posición, y debido a mi rango no puedo ausentarme mucho tiempo de la base, ¿saben? Además, nunca creí posible que los inútiles del White Darkness lograran derrotar a Raidel, dado que él tiene su Aura Oscura... Sin embargo, luego me sorprendí al sentir que él se teletransportó varios centenares de kilómetros hacia el norte. ¿Eso quiere decir que ustedes tuvieron que salir huyendo con el rabo entre las patas ante el poder del enemigo? ¿Cuántos soldados del White Darkness eran? ¿Mil? ¿Diez mil? De todas formas, esto es patético.

Por un breve instante, Fran no pudo evitar bajar la mirada al suelo, avergonzado. ¿Qué pensaría el demonio si supiera que fue un simple líder de Batallón el que derrotó a Raidel y a su preciadísima Aura Oscura a la que estimaba tanto? A estas alturas ya era obvio que el demonio solamente quería reclutar a Raidel por el Aura Oscura que éste tenía.

Alisa envolvió su cuerpo con una densa y gélida armadura de hielo. Sobre su cabeza formó un elegante casco, el cual tenía una visera delantera que le cubría el rostro y dos enormes astas en los extremos superiores que se asemejaban a los cuernos de un toro. Era como si con eso ella quisiera intimidar al demonio.

—Puede que seas un monstruo del inframundo o lo que sea, pero con esa cara no das miedo, sino pena —dijo Alisa con una sonrisa que nadie pudo ver debido a la visera del casco—. Vamos, ¿por qué no atacas? ¿Tienes miedo a que mutile esa horrible cabeza que llevas encima?

—Hey, ¿qué diablos estás haciendo? ¡Con eso solo lograrás provocarlo! —susurró Fran. Pero luego se dio cuenta de que esa debía ser precisamente la finalidad de Alisa; enfadar al enemigo y hacer que este perdiera el control.

Pero al parecer sus planes no surtieron el efecto deseado porque el demonio simplemente le quedó mirando con el rostro inexpresivo. Luego, lentamente y de manera paulatina, se le fue formando una sonrisa burlona en los labios.

La provocadora resultó provocada. Alisa se lanzó hacia ella con sus Hachas Malditas en las manos, más que dispuesta a aniquilar al enemigo o a morir en el intento.

—¡Por un cuerno, no actúes por tu propia cuenta! —gruñó Fran, mientras se apresuraba a seguirla, usando una gran cantidad de Xen en sus pies para que el impulso de su salto fuera mayor.

—Insectos en el camino —dijo el demonio. A decir verdad le parecía curioso que unas cucarachas de baja clase tuvieran tantas agallas como para querer enfrentarse a ella de frente. Que recordara, nunca le había ocurrido algo así antes. Resultaba bastante divertido de ver. Pero de todas formas no podía quedarse mucho tiempo en este lugar, por lo que decidió terminar esta pelea cuanto antes.

Entonces el demonio señaló a Alisa con el dedo índice. Acto seguido alzó el brazo al cielo, haciendo que la muchacha del Rem de Hielo saliera disparada ochenta metros hacia arriba a la velocidad de una flecha.

Por un momento Raidel creyó que ella había emprendido el vuelo como si se tratase de un pájaro, pero luego vio que el demonio bajó su brazo rápidamente, lo que provocó que el cuerpo de Alisa empezara a caer al suelo veinte veces más deprisa de lo que lo haría en una simple caída libre. Al cabo de un segundo se estrelló inevitablemente contra éste con una fuerza abrumadora que hizo temblar la tierra por unos instantes como si se tratase de un terremoto. El estrépito que le siguió al impacto resultó ensordecedor. El suelo quedó con cientas de grietas grandes y profundas que se asemejaban a una telaraña que rodeaba el lugar del impacto.

Una larga y densa columna de polvo se alzó alrededor, por lo que los compañeros no fueron capaces de ver el estado en el que había quedado Alisa ni mucho menos.

—¡Maldición! —gritó Fran con la voz ronca por la cólera, pero sin detenerse ni titubear. En cuanto ya se encontraba cerca del demonio se preparó para lanzar un tajo contra su cabeza, pero éste señaló a Fran y bajó nuevamente su brazo.

El líder del Equipo Ceifador sintió repentinamente que el Escudo-Espejo que llevaba en las manos se hacía cientos de veces más pesado. No pudo sujetarlo más, por lo que este cayó al suelo, formando un profundo agujero del tamaño del escudo.

En aquel momento Raidel, Keila y Fran tuvieron el mismo pensamiento. Se preguntaron si aquella rara habilidad podría ser...

...Sí, seguramente era telequinesis.

El demonio dio un paso al frente, dispuesto a propinarle el golpe final, pero al parecer cambió de opinión a último momento porque se quedó estático y murmuró:

—No. Matarte de esta forma sería demasiado fácil.

—¿Eh? ¿Qué? —balbuceó Fran con la frente perlada en un sudor frío. ¿Acaso el demonio se estaba compadeciendo de él? No, eso era imposible. Tal vez lo que estuviera buscando con esto fuera... ¿divertirse?

—Vamos, no te quedes allí parado como un idiota. Recoge ese escudo —dijo el demonio con un tono de voz autoritario, como si fuera su madre pidiéndole que recogiera la basura que había dejado caer—. Ahora veremos cuánto puede resistir tu juguetito.

Fran no sabía qué era lo que tramaba, pero no desaprovechó la oportunidad. Agarró rápidamente el escudo y lo colocó frente a su cuerpo en una posición defensiva.

—No lo muevas. Sujetalo bien. No lo vayas a soltar —sonrió el demonio. La entonación con la que había pronunciado aquellas palabras evidenciaba toda su diversión. A continuación alzó un brazo por encima de su cabeza, y sobre la palma de la mano empezó a formar un objeto retorcido; un objeto más negro que la misma oscuridad. Tras unos segundos, los compañeros pudieron ver con una mezcla de horror y sorpresa que lo que se había creado era una guadaña gigantesca, la cual desprendía un aura corrompida y espeluznante. El material con el que estaba hecho resultaba repulsivo para la vista. Indudablemente no podía ser de este mundo...

Se trataba de una guadaña cuya hoja curva dibujaba una media luna casi perfecta. Era un arma tan enorme que la empuñadura debía medir dos metros de largo y la hoja uno y medio. La oscuridad que esta arma desprendía era absoluta. La luz de la luna no era capaz de reflejarse en su superficie. Es más, ni siquiera la luz del sol podría hacerlo.

Por un momento, Raidel no supo cómo diantres hizo el demonio para que una guadaña apareciera repentinamente en sus manos, pero luego recordó que las personas lo suficientemente poderosas eran capaces de crear armas y otros objetos hechos exclusivamente de Xen. ¿Acaso sería eso? Pero aquella arma era tan oscura y terrible que el muchacho dudaba que se tratara de algo tan simple...

Fran estaba pasmado ante la aberración que mostraban sus ojos. Con la voz distorsionada por la conmoción, gritó de manera atronadora:

—¡Maldición! ¡Es la Energía del Caos!

Él sabía que solo los demonios eran capaces de emplear la Energía del Caos, la cual era muchas veces más dura y resistente que la energía normal.

A pesar de tener el legendario Escudo-Espejo en sus manos, Fran no pudo evitar retroceder varias decenas de metros como un gatito asustado. Pero de alguna forma se las arregló para conservar la mente fría, por lo que mantuvo el escudo en lo alto, protegiendo de esta forma su cuerpo. Tampoco le dio la espalda al demonio en ningún momento.

Pero haber retrocedido medio centenar de metros no le sirvió de absolutamente nada porque el demonio fue en su persecución y lo alcanzó en dos segundos y de tres simples saltos.

Tras emitir una especie de oscura risotada que más bien parecieron los agónicos chillidos de alguna bestia moribunda, el demonio blandió aquella abominación de arma contra el escudo de Fran. Todo esto lo había hecho a tal velocidad que solamente se logró ver un borrón negro; una oscura mancha en movimiento.

¡Pero lo más sorprendente de todo fue que aquella entidad del abismo volvió a golpear el Escudo-Espejo!

Hasta aquel momento Raidel había creído que los buenos guerreros jamás tropezaban con la misma piedra dos veces... Pero ahora, visto lo visto, solo le quedaba suponer que los demonios tenían el cerebro podrido y por ello no pensaban con claridad... No veía otra alternativa posible.

La guadaña oscura colisionó ensordecedoramente contra el enorme escudo, produciendo una onda expansiva que derribó varios de los árboles más cercanos y casi envía a volar a Raidel y Keila. Después de aquel horror, ambos notaron que un insufrible zumbido se había hecho presente en sus oídos.

Aquel había sido sin duda el golpe más mortífero que ninguno de ellos había presenciado jamás.

Por un momento creyeron que el cuerpo del demonio sería despedazado en mil pedazos debido al tremendo poder de su propio golpe... pero fueron demasiado inocentes.

Lo que sucedió en realidad fue que, tras el impacto, el Escudo-Espejo emitió un fuerte crujido y se rompió por la mitad.

El filo de la guadaña siguió su trayectoria y golpeó ligeramente el pecho de Fran, haciendo que su túnica mágica que era más resistente que el acero se rasgara y rompiera con una facilidad tremenda, como si estuviera hecha de papel.

Pero la guadaña no se detuvo allí. También hizo un enorme corte en la piel de Fran, rasgando su torso de izquierda a derecha, de manera diagonal. La sangre no tardó en brotar a chorros de la enorme herida, empapando de rojo la mitad inferior de su cuerpo.

El líder del Equipo Ceifador abrió los ojos como platos, sin poder creer que se estaba muriendo.

Sí, un simple golpe "ligero", el cual fue previamente amortiguado por la protección del Escudo-Espejo y la túnica mágica, había provocado todo ese daño en Fran.

—Patético —dijo el engendro del abismo con su escalofriante voz. Acto seguido le propinó a Fran una patada frontal, lo que hizo que él saliera rodando medio centenar de metros por los suelos, dejando un abundante rastro de sangre tras de sí.

—¡FRAN! —gritó Keila, horrorizada, mientras corría hacia él para ver en qué condiciones se encontraba.

—Lo sabía. Ese escudo es de baja categoría. No pudo soportar el impacto de mi guadaña —continuó diciendo el enemigo.

Raidel fue el único que quedó para hacerle frente.

—¡Maldito monstruo! —gruñó el muchacho con las mandíbulas bien apretadas y los ojos ligeramente más oscuros de lo habitual—. Primero posees el cuerpo de la princesa Misha. ¡Y ahora te atreves a herir a mis amigos! ¿Quién diablos eres tú?

—¿Quién soy yo? —El engendro parecía divertido—. Mi nombre es Bephasgol. Soy un demonio femenino de nivel 3, perteneciente a la Legión 186 de la Tripulación del Infierno, la cual está ubicada en Loto Plateado. La frontera a dicho continente ya está muy cerca de aquí —lo miró fijamente—. Es mejor que recuerdes todos estos detalles porque a partir de mañana serás un recluta de la Legión 186.

Raidel escupió al suelo, asqueado.

—¿Cómo te atreviste a poseer el cuerpo de la princesa? ¿Por qué tuvo que ser precisamente ella? —En sus ojos habían aparecido pequeñas lágrimas por la rabia que aquello le producía.

—No tengo porqué darte explicaciones, niño —replicó el demonio, sereno—. Pero ya que vamos a trabajar juntos, tendré que pedirte que desde ahora me llames princesa... o Misha. Cualquiera de esos dos está bien.

—¿Qué has dicho? —rugió Raidel con la mirada cada vez más oscura. Su expresión reflejaba tal grado de furia que la piel de su rostro se había vuelto pálida.

—Como dije antes, mi nombre real es Bephasgol, pero a decir verdad nunca me gustó ese horrible nombre. Así que desde que tengo este cuerpo, les he dicho a todos que me llamaran princesa Misha. —Observó fijamente a su adversario—. Tú también tendrás que llamarme de esa forma si no quieres terminar con un agujero en la cabeza.

—Maldición. ¡Maldición! ¡MALDICIÓN! —vociferó Raidel, emitiendo las palabras con un tono de voz cada vez más elevado. La última palabra la había pronunciado con una voz gruesa y horripilante, muy parecida a la voz de Bephasgol.

Keila, quien estaba de rodillas, untando el ungüento regenerador en la profunda herida de Fran, se detuvo y giró la cabeza por unos momentos. Un simple vistazo le bastó para comprender que Raidel había despertado la primera fase del Aura Oscura. Ojos negros, voz inhumanamente gruesa, mayor agresividad... No había duda.

—¿CÓMO TE ATREVES A PROFANAR DE ESA MANERA A LA PRINCESA? ¡TE MATARÉ!

—¿Alguna vez te han dicho que eres apuesto cuando te enfadas? —dijo el demonio con diversión—. Quiero ver más de eso.

—¡A CALLAR! —aulló Raidel, lanzándose al ataque. En la empuñadura que estaba sosteniendo volvió a aparecer una enorme hoja brillante; una hoja cuyos rayos azules danzaban y centelleaban de un lado a otro.

Pero lo curioso era que en esta ocasión la hoja de rayo era extremadamente larga, llegando a medir unos seis metros de extremo a extremo. Eso era casi el doble del anterior récord de Raidel... El Aura Oscura proporcionaba una dosis extra de Energía Vital a su cuerpo.

De un simple salto, Raidel se lanzó hacia el enemigo a la velocidad de una flecha. Y cuando ya se encontraba frente a éste, blandió la espada mágica contra su cabeza en un mortífero tajo con el que pretendía decapitarlo.

El demonio se agachó para poder evadirlo. Por una milésima de segundo, Raidel pudo ver que la expresión de su rostro reflejaba tranquilidad absoluta, e incluso un ápice de aburrimiento, como si esquivar ese extraordinario golpe le hubiera resultado tan sencillo como esquivar los ataques de un niño de cinco años.

Debido a que su contundente golpe no logró impactar contra nada, el impulso de éste hizo que Raidel no pudiera mantener el equilibrio, por lo que se tambaleó tres pasos como un borracho y casi cae al suelo.

—Ridículo —dijo Bephasgol, mientras señalaba a su oponente con un dedo y luego bajaba bruscamente su mano. A consecuencia, Raidel cayó estrepitosamente al suelo, como si de repente su cuerpo se hubiera hecho tan pesado como el plomo.

El muchacho impactó contra el piso con tanta potencia como si hubiese caído del octavo piso de un edificio. Las ya de por sí numerosas heridas que tenía su cuerpo aumentaron en gran medida.

—Quédate ahí, querido —añadió el demonio, burlón—. Hay algo que quiero que veas.

A continuación una especie de conjuro oscuro e incomprensible surgió de su boca a borbotones, lo que creó un diminuto tornado que parecía estar hecho de sangre, el cual se desplazó rápidamente de un lado a otro, formando de esta forma un pentagrama en el suelo; un horrible y retorcido pentagrama invertido que era tan enorme que más de un centenar de personas podría caber en él.

El remolino fue desapareciendo poco a poco, pero el demonio, de pie en el centro del pentagrama, continuó recitando oscuros conjuros, uno tras otro.

—¡Son hechizos infernales, Raidel! ¡Muévete de ahí! —exclamó la voz de Keila desde la lejanía.

El muchacho no necesitaba que mencionaran lo obvio. Él ya sabía que debía correr tan lejos como pudiera si no quería que algo partícularmente horrible le sucediera... pero debido al contundente impacto que recibió su cuerpo al caer, Raidel había quedado aletargado, incapaz de de moverse ni mucho menos ponerse de pie.

Bephasgol continuó recitando su hechizo, impasible. En un momento dado, Keila se aproximó silenciosamente por su espalda, pero el demonio la mandó a volar por los aires con su telequinesis.

Al ver aquello, el muchacho gruñó y se revolcó en el suelo como un patético gusano. Y en cuanto el hechizo fue completado, Raidel cerró fuertemente los ojos, creyendo que algo espantoso le sucedería. Tal vez su cabeza exploraría en mil pedazos. Tal vez le crecerían extremidades extra... o tal vez se convertiría en uno de esos abominables y amorfos demonios de nivel 1.

Pero lo que sucedió en verdad fue algo que, a su juicio, era mucho peor que todo lo anterior.

Una mano podrida y medio descompuesta surgió desde las profundidades de la tierra... justo en el lugar en el que habían enterrado a Sendor.

El brazo corrompido empezó a retorcerse de manera siniestra, intentando abrir un agujero por el cual poder salir.

Al cabo de unos instantes apareció otro brazo, una cabeza, y finalmente el torso y las piernas.

El resultado final era una visión estremecedora; una masa de carne descompuesta en movimiento; un pútrido cadáver que yacía de pie, con la bamboleante cabeza caída hacia adelante, la cual colgaba grotescamente del cuello como una extremidad muerta que cuelga del cuerpo. 

El pútrido cadáver de Sendor se dirigió hacia Raidel con pasos lentos y torpes. Mientras lo hacía, la cabeza colgante, la cual se hallaba completamente al revés, tocando su pecho, se iba balanceando de un lado a otro de una manera tan desagradable que provocaba algo más que náuseas.

—¿QUÉ DEMONIOS HAS HECHO? —gritó Raidel, rojo de la cólera, mientras descolgaba su guadaña portátil y agarraba la empuñadura con un frenesí salvaje—. ¡SIGUES USANDO A MIS AMIGOS! ¿CÓMO TE ATREVES?

Su voz había resonado en la colina como el estallido de una explosión. Esa terrible voz que tanto se asemejaba a la de un demonio...

Bephasgol soltó una carcajada.

—Así es, Raidel. Despierta tu monstruo interior —lo alentó el demonio—. Muéstrame de lo que eres capaz. ¡Demuestra que eres apto para pertenecer a la Tripulación del Infierno!

El muchacho no pudo contenerse más. Una oscura aura surgió desde lo más profundo de su alma y se extendió por todo su cuerpo y más allá, invadiendo toda la atmósfera a su alrededor.

Cabello rojo brillante, ojos completamente negros, un aura asesina que inundó todo el campo de batalla, el rostro inexpresivo... Raidel finalmente había despertado su Aura Oscura de segunda fase.

A unos treinta metros de distancia de ambos contrincantes, Alisa esbozó una pequeña sonrisa. Ella apenas había logrado sobrevivir luego de que el demonio utilizara su telequinesis para arrojarla al suelo a gran velocidad desde una altura de cincuenta metros. El impacto fue casi tan contundente como si hubiera caído desde el espacio exterior. La tierra incluso tembló descontroladamente por unos cuantos segundos.

Si ella no hubiera contado con la protección de sus tres armaduras distintas, su cuerpo ahora estaría destrozado en una irreconocible masa de carne y sesos que yacerían desparramados por todo el suelo.

Una armadura de hielo sobre su túnica mágica. Y encima de su cabeza llevaba un casco de hielo y una capa de Xen protector. Aquello le había salvado la vida.

Pero pese a todo, su cuerpo había sufrido graves daños. Múltiples huesos rotos. Además, apenas podía mantener la consciencia y el simple hecho de respirar le costaba demasiado. Ella pensó que probablemente una de sus costillas rotas había perforado algún pulmón, y por ello le estaba resultando sumamente difícil respirar.

Pero en aquel momento no le importó demasiado. Aunque Alisa sabía que este debía ser su fin, llevaba una gran sonrisa en los labios... ya que tenía la seguridad de que el demonio pagaría todo esto con creces. ¡Aquella maldita criatura le había provocado a Raidel para que despertara su monstruo interior! ¿Acaso había perdido la cabeza? Aunque en realidad no importaba las razones que tuviera, ya que si había algo seguro era que Bephasgol no llegaría a ver la luz del siguiente día.

Ese pensamiento animó a Alisa de gran manera. Entonces sus ojos se fueron cerrando lentamente...

No volvió a abrirlos más.

Atmósfera opresiva y aplastante en todo el lugar... algo que siempre sucedía cada vez que el muchacho despertaba su Aura Oscura de fase 2.

Raidel, inconsciente como estaba, agarró la guadaña con su mano izquierda y la desplegó en todo su esplendor. Mientras tanto, alzó su otra mano a la altura de su rostro, y sobre la palma formó una pequeña pero resplandeciente llama de fuego que iluminó los alrededores con su incandescente luz rojiza.

Sin duda Raidel estaba inconsciente. El Aura Oscura de segunda fase había tomado el control total de su cuerpo... pero algo no andaba bien en todo esto.

Anteriormente, cuando Raidel se convertía en aquel monstruo, nunca se movía a menos que alguien lo atacara... Sin embargo, ahora había desplegado su guadaña portátil tras haberse transformado. Incluso había creado una llama completamente roja sobre la palma de su mano derecha.

Esta transformación era la misma de las veces anteriores, pero no lo parecía. Había algo diferente...

—La Ira del Dios de la Muerte —dijo Bephasgol, sonriente—. Hace mucho tiempo que no la veo con mis propios ojos.

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