✡ CXCIV
Capítulo 194: Los Niveles del Xen
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Otra vez el mismo sueño. El mismo maldito sueño.
Su mente se había visto trasladada a Fazblack, el maravilloso reino en el cual había nacido y pasado los primeros años de su infancia.
Ubicado al sureste del continente Colmillo Rojo y siendo uno de los reinos más pequeños de la región, Fazblack contaba con un significativo grado de pobreza, por lo que no se podía decir que aquel fuera precisamente el lugar más agradable en el que uno pudiera vivir. Sin embargo, él fue feliz en ese lugar; una felicidad que luego le sería arrancada súbitamente por las blasfemas criaturas del Mal, lo que lo sumiría en un estado de profunda melancolía la cual se prolongaría por casi veinte años.
En su sueño, él se encontraba de camino al mercado central del distrito en compañía de su madre, tal y como había sucedido hacia tantos años atrás...
Las estrechas y empolvadas calles estaban desiertas, a excepción de algún que otro mendigo que dormitaba en suelo, junto a las paredes.
Él arrugó la nariz al notar el desagradable hedor que desprendía el cuerpo en descomposición. Intentó no observar aquella figura, ya que sabía por experiencia propia que cada día que pasaba la visión del cadáver era más repugnante. Se trataba del cuerpo de un animal, probablemente un perro, el cual se hallaba tirado en la esquina más lejana del mugroso callejón por el que ellos estaban caminando en aquel momento.
Todo un enjambre de moscas y otros insectos que le eran desconocidos se apiñaban en torno al nauseabundo cuerpo del animal, revoloteando alrededor, en círculos que se sobreponían los unos a los otros.
A pesar de que prácticamente todos los días pasaba por allí, él todavía no lograba acostumbrarse al horrible hedor que desprendía el animal.
Todo esto hacía que resultara muy incómodo tener que caminar por aquel callejón, pero esa era la ruta más corta y segura para llegar a la Plaza de las Pulgas, en donde tenia lugar el mercado que llevaba el mismo nombre.
Las rutas alternativas eran más largas. Algunas de éstas apestaban a orina o cosas menos apatecibles; otras solían ser frecuentadas con bastante regularidad por traficantes de drogas o extraños grupos de dudosa reputación que tenían toda la pinta de ser miembros de alguna de las numerosas bandas criminales que merodeaban por el sector.
Evidentemente aquella no era una de esas zonas en que la gente se peleara por vivir. Montañas enteras de basura y residuos de toda clase se acumulaban prácticamente en cada esquina.
Los borrachos y drogadictos se contaban por cientos. Innumerables almas sumidas en la pobreza pasaban la vida sentadas en alguna esquina, inmersas en la droga más barata que encontraran aquel día.
Las fuerzas del orden ni siquiera se molestaban en entrar en este sector, por lo que era inevitable que las bandas criminales lucharan entre ellas por el control de toda la zona.
Este era un lugar olvidado por Dios. Pero el chico era muy pequeño para darse cuenta de eso. Esto era lo normal para él. Al fin y al cabo, en su corta vida, no había alcanzado a ver nada más allá de este basurero al que habian nombrado "Distrito de las Pulgas".
Pese a la gran cantidad de malandros, eran pocas las ocasiones en las que alguien se atrevía a molestar al chico y a su madre. Aunque él era muy pequeño, sabía que eso se debía a que su padre era un hombre muy respetado por aquellos lares.
Su padre, de hecho, era uno de los únicos tres médicos independientes del Distrito de las Pulgas que en verdad eran médicos. Cada día, varias decenas de personas, con heridas o enfermedades, se dirigían hacia su consultorio con la esperanza de que él pudiera curar, o al menos aliviar, sus malestares; Muchos de éstos eran pandilleros con múltiples heridas producidas por miembros de bandas rivales.
A lo largo de los años, él se había ganado el respeto de todos. Aunque la verdadera razón por la que nadie se pasaba de listo con el Médico (ni con su familia) era porque corrían rumores extraños en torno a su persona. El rumor más reciente contaba que hace unas pocas semanas atrás seis ladronzuelos enmascarados que iban armados hasta los dientes invadieron su casa para robar sus pertenencias más valiosas... Y eso fue lo último que se supo sobre aquellos hombres.
No era la primera vez que esa clase de cosas ocurrían, por lo que se estaba empezando a insinuar que el doctor estaba ocultando una fuerza descomunal, capaz de derrotar a varios hombres fuertemente armados al mismo tiempo.
Sin embargo, lo que esos rumores no sabían era que el doctor no los habia derrotado. Quien lo había hecho habia sido su hijo, el cual ni siquiera había cumplido los diez años de edad.
La madre del chico sabia que él era perfectamente capaz de protegerse y protrgerla ante quién sea si lo peor llegaba a ocurrir. No obstante también sabía que si él desataba toda su fuerza llamaría mucho la atención de algún posible espectador o superviviente, por lo que no tardarían en generarse nuevos rumores, esta vez más impactantes que los anteriores. Asi que lo mejor sería simplemente evitar el contacto con cualquier persona potencialmente sospechosa... y eso incluía a casi todos los habitantes de este sector. Por tal motivo era que ella prefería recorrer las rutas menos transitadas.
Ambos cruzaron varios callejones mugrientos y giraron en dos esquinas. Ya estaban por llegar a la Plaza de las Pulgas cuando tuvo lugar el acontecimiento más insólito que el chico había presenciado hasta aquel momento; el mismo que protagonizaría sus pesadillas durante los próximos... veinte años.
Unas extrañas luces aparecieron en el cielo despejado. Cuando ambos alzaron la mirada, observaron ante sus ojos algo que los dejó petrificados del asombro.
Resultaba que... las estrellas estaban cayendo del cielo.
Un gran número de estrellas (¿o tal vez fueran bolas de fuego?) estaban brillando en el cielo, cada vez con mayor intensidad. Empezaron siendo unos pequeños puntitos luminosos, pero poco a poco fueron haciéndose más grandes hasta que se convirtieron en colosales resplandores de un fuego oscuro y espeluznante.
Algo horrible y de naturaleza perversamente diabólica estaba cayendo directanente hacia su mundo...
Entonces Fran despertó, incorporándose bruscamente del colchón plegable sobre el que estaba durmiendo. Sus ojos se movieron de un lado a otro, pero él solo veía oscuridad. ¿Qué hora era? ¿Las dos de la mañana? ¿Las tres? No lo sabía. Estaba agitado y sudoroso debido a la gran conmoción que le había supuesto a su mente haber sido víctima de ese horrible sueño una vez más...
Sentía como su corazón estaba martillando dentro de su pecho con gran frenesí. Tomó una honda bocanada de aire e intentó tranquilizarse.
Esta vez el sueño habia terminado rápido, pero no siempre era así. En la mayoría de las ocasiones la pesadilla llegaba hasta el mismísimo y trágico desenlace.
Siempre le habia parecido curioso que aquel sueño, que siempre le asaltaba en las noches, fuera tan exacto con el inenarrable horror que había tenido lugar hacía tantos años atrás...
Fue hace algo más de quince años...
Él no trataba de pensar mucho en eso, pero de alguna forma u otra, era inevitable que lo recordara; Cada tanto tiempo esos pensamientos asaltaban su mente de manera involuntaria, pese a que él quería olvidarlos con toda su alma.
Todos los detalles sobre como Fazblack, su querido reino, había sido brutalmente conquistado aún estaban bien marcados en su memoria, como si aquel terrible acontecimiento hubiera ocurrido el día de ayer, por lo que recordaba perfectamente bien lo que habia sucedido después de que su madre y él hubieran visto las "estrellas" de fuego.
Conforme éstas se acercaban, Fran había pidido ver que no eran estrellas, sino esferas. Cientas de gigantescas esferas tan negras como el alquitrán estaban cayendo hacia Fazblack.
Él todavía recordaba la macabra melodía conformada por los interminables gritos de terror que emitieron decenas de gargantas de manera simultánea.
Vio correr desenfrenadamente a esa pobre gente, pese a que debían saber a la perfección que no había escapatoria posible.
Las esferas, cuyo tamaño era el de una habitación pequeña, cayeron como meteoritos, derrumbando edificios, formando pequeños cráteres en el suelo, aplastando seres vivos y destruyendo todo lo que tuviera la desgracia de encontrarse en medio de su trayectoria.
El suelo empezó a temblar frenéticamente. El estrépito causado por los edificios derrumbándose sobre el suelo se entremezcló con los alaridos de horror de miles de personas en una sinfonía diabólica y enloquecedora.
Sin embargo, lo que más le aterrorizó a Fran fue en cuanto observó que una de las esferas que habían caído al suelo se abría lentamente por la mitad, dejando una enorme abertura a la vista, por la cual varias personas surgieron del interior.
En su corta vida, Fran no habia visto nada como aquello antes, por lo que lo atribuyó a los dioses. ¿Quién más aparte de los mismos dioses podría caer del cielo de semejante forma?
Sin embargo, al poco tiempo Fran se había dado cuenta que las personas que surgieron de las innumerables esferas que cayeron del cielo no eran dioses, sino todo lo contrario.
Aquel mismo día habia empezado la conquista a Fazblack.
Fran no lo sabia en aquel momento, pero el ejército invasor pertenecía al oscuro y herético Imperio Lazathor.
El destino de los habitantes de Fazblack fue triste. Los invasores mataron a todo aquel que se resistió, como también a quienes no les eran de ninguna utilidad. Luego vendieron a los niños menores de diez años al White Darkness.
Tuvieron que transcurrir unos años para que Fran se enterara que Lazathor era el Imperio más poderoso y temido de todo el Continente.
En Colmillo Rojo, ningún reino ni Imperio se atrevía a desafiar a Lazathor abiertamente; Sabían muy bien que aquello significaría su destrucción inmediata, tal y como ya había sucedido con Fazblack y muchos otros reinos más.
El oscuro Imperio Lazathor no perdonaba ninguna ofensa. No se inclinaba ante nadie.
De vuelta al presente, Fran soltó un suspiro y volvió a recostarse en el colchón. Intentó dormir pero sabía por experiencia propia que no iba a poder hacerlo.
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Raidel se encontraba dentro de su tienda de campaña plegable, mirando distraídamente hacia la nada. Estaba demasiado oscuro como para distinguir algo.
Desde aquel funesto día hacía varias semanas atrás, el muchacho tenía problemas para conciliar el sueño.
Él no estaría mintiendo si dijera que tenía miedo de dormir.
Tenía miedo de dormir y volver a encontrarse con el espantoso demonio que aparecía en sus sueños.
La última vez que Raidel se encontró con esa aberración de la naturaleza sucedió algo sin precedentes. Con su voz inhumanamente gruesa y perversa, el demonio le había dicho algo tan extraño que hasta el día de hoy Raidel no habia podido olvidar. De hecho, recordaba sus palabras con total exactitud:
"Te lo agradezco, Raidel. Tú has estado luchando por mí durante todo este tiempo...".
¿Qué diablos significaba eso?
Por más que lo pensara, no lograba encontrar sentido a aquellas palabras.
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Habían pasado seis días desde la batalla contra el Equipo Zero y desde que Alisa envió a Raidel al abismo de una patada.
Los cuatro primeros días se habían dedicado a huir, siguiendo al pie de la letra el plan de Alisa. Afortunadamente, Sendor sí pudo crear un animal mágico lo suficientemente grande para que todos los compañeros pudieran subir en él y emprender la huída.
La criatura era bastante extraña. Parecía una combinación entre un murciélago y un cuervo. Y dejando de lado el hecho de que este “híbrido” no era precisamente estético a la vista, se desplazaba con mucha más lentitud que el pterodáctilo de Fran. Sin embargo, los compañeros estuvieron de acuerdo con que aquella velocidad era suficiente para poder escapar.
Alisa les había dado nuevas ropas a todos los compañeros. Eran túnicas mágicas que, según ella, eran “extraordinarias”. Raidel tuvo sus dudas al principio, pero luego de saber sus cualidades no pudo evitar que su rostro revelara un asombro desproporcionado. Resultaba que las túnicas estaban hechas de Gorsen, un material tan suave, flexible y liviano como la seda, pero al mismo tiempo era cinco veces más sólido y resistente que el propio acero. Era la armadura perfecta. Liviana y flexible, pero al mismo tiempo increíblemente sólida y resistente. Ningún guerrero podía soñar con una armadura mejor. Mientras tanto, el ave prehistórica de Fran estaba volando por otro trayecto, llevando las antiguas ropas y armaduras de los compañeros en su espalda. De esa forma esperaban engañar al superdesarrollado sentido del olfato de los insectos voladores de Vork.
Según había dicho Alisa, el efecto de la poción mágica que había traído duraba una semana entera, pero los compañeros no querían correr riesgos así que todos los días se lo rociaban encima como si se tratase de un perfume.
En cuatro días de huida habían recorrido cientos de kilómetros. Y dado que Sendor había creado a su cuervo-murciélago con su propia energía vital, él ya se encontraba al borde del desfallecimiento luego de tantas horas de incesante trayecto. De modo que decidieron detenerse a descansar por unos días. Nadie se mostró en desacuerdo, dado que de todas maneras ya habían recorrido al menos 1300 kilómetros. Esa era una distancia más que suficiente.
Sendor había hecho aterrizar su criatura voladora en un enorme y boscoso valle en forma de medialuna. El lugar estaba rodeado de altas montañas que a todas luces parecían deshabitadas.
Y tan pronto como aterrizaron, Raidel empezó a estirar y calentar sus músculos, dispuesto a dar inicio una larga jornada de entrenamiento.
Tan pronto como Alisa vio eso, ella también empezó a hacer lo mismo. No pensaba quedarse atrás ante semejante mequetrefe.
Ambos no se habían hablado desde que Alisa lo envió al abismo de una patada. Afortunadamente, Raidel salió casi ileso debido a que el pterodáctilo ya estaba descendiendo al suelo cuando él cayó. Pero de todas formas, Raidel había quedado tan molesto que hasta el día de hoy no le dirigía la palabra a su compañera.
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El Valle en el que habían aterrizado estaba repleto de inmensos árboles verdes y frondosos, los cuales estaban tan juntos entre sí que parecía que sus ramas y hojas pertenecían a un mismo árbol. Debido a esto, eran pocos los rayos de luz que lograban filtrarse entre la maraña de ramas para llegar al suelo.
Y allí, cerca de un árbol especialmente grande, fue donde los compañeros montaron su campamento. Alisa no solo había traído consigo los objetos mágicos que había robado, sino también cinco tiendas de campaña para dormir. Al parecer ella había pensado en todo.
Mientras Fran y Keila armaban las tiendas, Sendor estaba durmiendo con la espalda apoyada sobre un grueso tronco, y Raidel y Alisa se encontraban sentados, en posición de meditación, practicando el flujo de Xen.
Cuando Fran terminó su trabajo, se dirigió hacia ambos compañeros.
—Vi lo que ustedes hicieron la semana pasada, cuando luchamos contra el Equipo Zero. Fue increíble.
—¿Te pareció increíble que le haya pateado el trasero a este mocoso? —dijo Alisa con una sonrisita.
Raidel estuvo por formar una bola de fuego en su mano izquierda, pero Fran se apresuró a decir:
—¡Es una gran sorpresa que ustedes dos ya sepan controlar el flujo Xen!
Raidel sabía que el “Xen” y la “Energía Vital” eran exactamente lo mismo.
—No es gran cosa —dijo Alisa, visiblemente aburrida.
—No me gusta tener que decir esto, pero coincido con la repelente —tuvo que admitir Raidel.
Fran soltó un suspiro.
—Lo que han logrado es más increíble de lo que creen —dijo él, intentando animarlos—. ¿Recuerdan cuando les dije que yo he entrenado intensa y fatigosamente durante toda mi vida? Pues hace pocos años atrás recién aprendí a controlar el Flujo de Xen, luego de casi una década de duro entrenamiento. En cambio ustedes dos lo aprendieron a controlar en apenas unos cuantos meses...
—Insisto, no es gran cosa —reiteró Alisa.
—No cualquier persona es capaz de hacerlo —dijo Fran—. Innumerables guerreros alrededor del mundo dedican sus vidas enteras al entrenamiento, pero jamás logran dominar el flujo de Xen, pese a todos sus esfuerzos. Solamente los genios consiguen…
—Ya vas otra vez con esa basura —lo interrumpió Raidel, mientras se hurgaba la nariz con un dedo—. No me importa lo rápido que creas que avance en mi entrenamiento, si yo no soy capaz de sobrepasar a esa simple mocosa del cerebro congelado, no soy ningún genio. No me merezco ningún elogio.
Fran soltó otro suspiro y puso los ojos en blanco. Ambos habían estado de muy mal humor estos últimos días. Él había creído que todo era gracias a su pelea amorosa, pero se había equivocado. Al parecer, a ninguno de los dos le agradaba en lo absoluto la idea de que el otro lo superase en algo o que incluso estuviese al mismo nivel. Fran estaba confundido. Él había creído que esos dos se amaban en secreto, pero tal vez se equivocaba. ¿O quizás fuera que el odio que se sentían mutuamente era más grande que el amor?
—El mocoso tiene razón por una vez en la vida —dijo Alisa, interrumpiendo los pensamientos de Fran—. Él no es ningún genio, solo un ridículo farsante. —Se señaló a sí misma con un dedo—. Yo soy la única genio aquí.
Raidel se puso de pie, mientras se hacía sonar los nudillos.
—Tú solo espera allí —le dijo a su rival—. Este “ridículo farsante” te pateará ese gordo y deforme trasero.
Ella se puso en pie de un salto. Con el rostro congestionado de la furia se lanzó hacia Raidel, dispuesta a apuñalar esa horrible cabeza roja para dejarla más roja todavía.
Fran abrió la boca para balbucear otro de sus sermones de que ambos eran buenos guerreros por igual así que no deberían pelearse, pero pensó acertadamente que esas palabras no servirían para absolutamente nada, de modo que decidió cambiar de estrategia.
—Olviden lo que dije antes —sonrió Fran—. La verdad es que ustedes dos son unos inútiles que no sirven para nada.
—¿¡Qué!? —gruñeron ambos al unísono.
Raidel y Alisa se detuvieron en seco y redirigieron toda su furia hacia Fran.
—Lo que escucharon —dijo él con tranquilidad—. Siempre están peleándose entre ustedes para decidir quién es el “mejor del equipo”. Pero lo que no saben es que ninguno de ustedes lo es. Ni siquiera están cerca. De hecho, son los más débiles. Deberían pelearse para decidir quién es el “peor”.
—¿El peor? —repitió Alisa con el ceño fruncido.
—Yo te demostraré quién es el peor —le dijo Raidel a Fran, mientras prendía su cuerpo en llamas y adoptaba la clásica posición de pelea.
—No podrán hacerme un rasguño ni aunque unan sus fuerzas. Recuerden que ustedes son unos simples niños —dijo Fran, pronunciando esa última palabra con un deje burlón, ya que sabía perfectamente que esos dos odiaban que alguien los llamara “niños”.
—Solo espera un par de meses, Fran —dijo Alisa en tono provocativo—. Eso será suficiente para patearte el culo, tal y como lo hice con este mocoso…
—¿Un par de meses? —se burló Fran—. Abran bien sus ojos y miren lo que haré a continuación porque ni en mil años de entrenamiento ustedes podrán hacer esto.
Fran alzó su mano izquierda y en la palma de ésta apareció de la nada un pequeño cuchillo amarillo y brillante, cuya hoja era corta pero parecía increíblemente afilada.
—¡Por todos los dioses! ¿Qué diablos es eso? —exclamó Raidel con la boca repentinamente seca.
—¿Una cuchilla de Energía? —balbuceó Alisa, sin poder ocultar el asombro de su rostro.
—Lo es —dijo Fran mientras agitaba su cuchilla amarilla y brillante en el aire, de un lado a otro—. Esto puede cortar el acero, el titanio e incluso el Lithyon como si fuera mantequilla —declaró.
—¡Maldición! ¿Desde cuándo puedes crear cuchillas de Energía? —exigió saber Alisa en tono furioso, como si Fran hubiera estado ocultando algo de vida o muerte.
—Desde antes de que ustedes dos se unieran al Equipo —respondió él con una sonrisita.
—¡Esperen un segundo! —exclamó Raidel, quien aún no lograba salir de su asombro. Estaba más perdido que un pingüino en medio del desierto—. ¿Qué diablos es esa cosa amarilla que tienes en tu mano?
—Una cuchilla de Xen —dijo Fran—. Tal vez ustedes hayan logrado controlar el Flujo de Xen dentro de sus propios cuerpos, pero lo que yo he hecho está un paso más allá.
Raidel entrecerró los ojos y se rascó la barbilla, pensativo.
—¿Estás diciendo que has logrado manifestar parte de tu Energía Vital fuera de tu cuerpo?
—Así es —dijo Fran—. Pero no solo eso, sino que también he moldeado mi Xen cuidadosamente hasta que este tuviera la forma que deseo. Así fue como pude crear esta poderosa y afilada cuchilla.
—iPor la escamosa cabeza de Agaroth!, ¿algo así es posible? —dijo Raidel, estupefacto—. ¿Se puede saber por qué no has usado este magnífico poder hasta ahora?
—Eso es porque en batalla es completamente inútil.
—¿Qué?
Fran alzó la mano y le mostró el amarillo y resplandeciente cuchillo de cerca.
—Mira esta cosa, solo mide ocho centímetros de largo. ¡Ocho! —meneó su cabeza de un lado a otro—. Es demasiado pequeño, por lo que solo puedo usarlo a corta distancia. Y siendo así, yo prefiero usar mis puños en vez de esta cuchilla que gasta tanta energía...
—¿Entonces no puedes crear otros objetos más… grandes?
—Los ocho centímetros de esta cuchilla parecen muy pequeños y, en efecto, lo son —dijo Fran—. ¡Pero son ocho centímetros de energía pura! ¡Crear cualquier objeto de apenas un centímetro de diametro es extremadamente difícil! Y ahora imagina crear una afilada cuchilla de ocho centímetros.
—Puede ser uno, ocho o diez. Es la misma mierda al final —dijo Raidel, visiblemente aburrido—. Si yo me pusiera a entrenar seriamente, para el próximo mes ya podría estar creando una Espada de Energía de un metro de largo como mínimo —fanfarroneó.
—Si el mocoso puede crear una espada de un metro, entonces yo puedo de dos —declaró Alisa.
—Bueno, ¿entonces qué esperan? —dijo Fran—. No lograrán ningún progreso si siguen allí de pie sin hacer nada.
—¡Sí, señor! —dijo Raidel con su mejor tono solemne en la voz—. ¡Iré a entrenar duro, señor!
El muchacho se alejó unos cuantos pasos, pero luego se detuvo en seco. Se giró hacia Fran y dijo:
—Un momento. ¿Qué clase de entrenamiento debo hacer para empezar?
—Eres un caso perdido, mocoso —suspiró Alisa.
Fran se rascó la mejilla con un dedo, preguntándose cuál podría ser la mejor forma de comenzar a explicar lo que tenía en mente. Al final creyó que sería conveniente hacerlo desde el principio.
—Como ya saben, todos los seres vivos poseen Energía Vital, la cual fluye en el interior de sus cuerpos de un extremo a otro. Esto es lo que les permite moverse y realizar todo tipo de acciones, desde las más simples y básicas hasta las más arduas y complejas. Mientras más alta sea la Energía Vital dentro del cuerpo de una persona, más fuerza y poder tendrá dicha persona —dijo—. En segundo lugar, aprender a manipular la Energía Vital de tu cuerpo para que ésta fluya tal y como a ti te apetezca es sumamente difícil. Pero si lo logras, podrías realizar milagros —sonrió—. Por ejemplo, si concentras una gran cantidad de Xen en tus puños, éstos se harán tan duros y resistentes que tú podrías perforar fácilmente la cabeza de una persona con un solo golpe o incluso serías capaz de despedazar un enorme bloque de acero a puñetazos y sin sufrir ningún daño en los puños. Todo esto, por supuesto, si la capa de Xen que uno forma en los puños es lo suficientemente grande y gruesa…
Fran detuvo su monólogo y vio que Raidel y Alisa estaban visiblemente aburridos. Incluso parecían adormecidos.
—Ya explicaste toda esa basura una vez en el pasado, ¿para qué lo repites? —dijo Raidel con suavidad, mientras soltaba un bostezo—. Yo solo quería saber…
—Todavía no he terminado —lo interrumpió Fran—. El Xen no solo se usa para la ofensiva, sino también para la defensiva. Uno puede recubrir su cabeza, rostro o cualquier parte de su cuerpo con Xen para así amortiguar un ataque enemigo. En la práctica es como si te cubrieras con una gruesa armadura hecha de Lythion. Así de dura y resistente es la energía pura.
—Yo ya puedo controlar el Flujo de Xen —suspiró Raidel—. Claro que sé toda esta información. No tiene caso que la menciones.
—Está bien, está bien, vayamos al grano —dijo Fran, encogiéndose de hombros—. Para manifestar el Xen fuera de tu cuerpo primeramente debes tener un mayor control sobre este y, sobre todo, una mayor Energía Vital.
—¿Mayor Energía Vital?
—Ya lo he dicho antes. Mientras más Energía Vital recorra tu cuerpo, tendrás más fuerza y poder. Con tu Xen actual, tú no serías capaz de crear ni una cuchilla de un centímetro de diámetro, mucho menos una “espada”.
—Bien, ¿entonces qué tengo que hacer para aumentar mi Energía Vital?
—Aprender a controlarla mejor —respondió Fran—. Si no me equivoco, solo eres capaz de concentrar tu Xen en un solo punto al mismo tiempo, como tu puño por ejemplo. El primer paso será aprender a concentrar el Xen en al menos cuatro lugares diferentes.
Raidel soltó un suspiro de resignación. A decir verdad él era capaz de concentrar su Energía Vital en dos lugares diferentes al mismo tiempo, pero ahora tendría que duplicar esa cifra para poder avanzar al segundo paso. Se preguntó cuántos meses de duro entrenamiento le llevaría aquello. Aunque lo que más le molestaba no era la cantidad de tiempo, sino el entrenamiento en sí mismo. Para mejorar el Flujo de Xen tendría que sentarse en el suelo en posición de meditación por horas y horas, sin hacer otra cosa más que concentrarse en la violenta cascada de energía que fluía en el interior de su cuerpo para así intentar controlarla y moldearla a su gusto. Eso era todo lo que había estado haciendo en estos dos últimos meses, y la verdad era que ya estaba harto de este “entrenamiento”, si se le podía llamar así.
Raidel abrió la boca para decir que mejor iba a hacer algo de ejercicio físico, pero Fran se anticipó a sus palabras, por lo que dijo en tono burlón:
—Les dije. Este entrenamiento es demasiado intenso para ustedes. Es por esta razón que solo los verdaderos genios como yo son capaces de crear cuchillas de energía. Ustedes jamás…
—Haz silencio de una buena vez, diablos. Estás demasiado arrogante el día de hoy —se quejó Alisa—. Dame un par de meses de entrenamiento y juro por lo que quieras que podré crear Espadas de Energía.
A continuación, ella dio media vuelta y se alejó para empezar su duro y prolongado entrenamiento con el Xen.
—Si la mocosa puede crear espadas de energía en dos meses, entonces yo lo haré en uno. ¡Entrenaré mi Xen veinte horas al día si es necesario! —declaró Raidel, quien también empezó a alejarse a grandes zancadas.
En menos de treinta segundos Raidel y Alisa habían desaparecido en la espesura del bosque, cada uno por su lado.
Keila, quien había estado escuchando toda la conversación, se acercó hacia Fran.
—Es impresionante la facilidad con la que has logrado manipularlos para que continúen entrenando duro —sonrió.
Fran soltó una risita.
—Esos dos son muy fáciles de manipular —coincidió él—. Solo tuve que actuar como uno de ellos.
—Lo bueno es que entrenarán mucho a partir de ahora.
—Eso espero.
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Y vaya que estaban entrenando duro. Aparte de dormir y comer, esos dos no hacían mucho más que estar sentados, practicando su control sobre el Xen o realizando uno que otro ejercicio físico de vez en cuando. Estaban entrenando mucho porque, como siempre, no querían que el otro los superase. Fran sabía que, tratándose de ellos, ese era el mejor incentivo que podían tener para entrenar todos los días de manera extenuante y por encima de sus límites. Su orgullo no les permitía perder ante nadie.
Y así fue como Raidel y Alisa entrenaron incansablemente por cuatro días y cuatro noches.
Fue a la mañana del quinto día, cuando Raidel se estaba preparando para empezar su rutina de ejercicios, que notó que su control sobre el Flujo de Xen estaba mejorando de manera notable. Eso lo hizo esbozar una amplia sonrisa en el rostro.
—¿Por qué te ríes solo, mocoso? ¿Acaso has perdido el juicio? —dijo la voz de Alisa cerca de él.
Raidel alzó la mirada y allí la vio. Ella estaba vistiendo una de las túnicas mágicas que había robado. Sus rubios cabellos ondeaban al viento.
El muchacho había estado tan ensimismado en sus pensamientos que ni siquiera la había escuchado llegar.
—¿Qué haces aquí? ¡Sabes perfectamente que este es mi lugar de entrenamiento!
—¿Tu lugar? —se burló Alisa—. ¿Desde cuándo es tuyo? ¿Acaso has comprado esta parte del terreno o algo parecido?
Raidel no estaba para tonterías aquella mañana, así que formó una bola de fuego en su mano izquierda.
—Hey, hey, tranquilo —dijo ella, levantando las manos al cielo en señal de paz.
—Si no has venido a pelear, ¿entonces para qué…?
—Últimamente te he visto muy confiado en tus habilidades de pelea —dijo Alisa con un extraño brillo en los ojos—. Yo solo he venido para recordarte quién es la mejor.
—¿Que tú qué? —gruñó Raidel con los puños bien apretados.
—Solo calla y observa esto.
Alisa concentró una gran cantidad de Xen en sus pies. A continuación se agachó e, impulsandose sobre el suelo, efectuó un gran salto hacia arriba, en dirección hacia el cielo.
Su salto fue tan increíble que ella alcanzó los veinte metros de altura; algo más que suficiente para sobrepasar a algunos de los árboles de aquel bosque. Luego de eso, ella empezó a descender hasta que finalmente cayó al suelo, sobre sus dos pies, como si nada hubiera ocurrido. Le dirigió una gran sonrisa a Raidel.
—¿Qué tal?
Raidel se rascó la barbilla. Desde que aprendió a controlar el Xen, nunca había intentado algo como eso. Sin embargo, hoy era el día de ponerse a prueba.
Concentrando gran parte del Xen en sus pies, el muchacho se agachó y dio un gran salto. Sintió como si de repente se hubiera convertido en una bola de cañón que había sido disparada hacia arriba. Las ramas y hojas de los árboles pasaron al lado suyo a una velocidad vertiginosa. Cuando Raidel bajó la vista al suelo y miró a Alisa, ella parecía tan pequeña como una cucaracha. Por un momento a él le dio la impresión de que estaba volando por los cielos. El cálido viento veraniego golpeaba su rostro y sacudía sus rojos cabellos. Era una sensación increíble. Pero luego soltó un chasquido con la lengua al notar que estaba a punto de chocar contra una gruesa rama de un árbol. Se preparó para el impacto, pero justo entonces empezó a descender.
Raidel cayó al suelo sobre sus dos pies. Tuvo mucho cuidado de usar Xen para amortiguar la caída. Caso contrario se habría roto las piernas.
—¿Y bien? —dijo él, devolviéndole la sonrisa.
Alisa lo observó fijamente con el rostro inexpresivo.
—Alcanzaste los treinta metros —declaró ella—. No creí que fueras tan bueno en esto…
—¿Quién es el mejor ahora? —rió Raidel.
En respuesta a eso, Alisa cogió impulso y salió disparada una vez más hacia el cielo.
Raidel vio con la boca abierta que ella había sobrepasado la altura de todos los árboles de aquella zona. Incluso había llegado más alto que los grandes robles.
Y cuando Alisa cayó al suelo, pareció que se trataba de un misil.
—¿Cuánto? —dijo ella, algo agitada.
Raidel se fijó en la sonrisa de su rostro antes de decir con voz seca:
—Cincuenta metros.
Alisa se rascó la mejilla con un dedo, pensativa.
—Ah, ¿y cuánto hiciste tú para decir que eras el mejor?
Raidel estiró los músculos de sus piernas.
—No te confundas —dijo—. Esto no ha terminado. De hecho, recién acaba de empezar.
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Sendor despertó al escuchar los primeros cantos de los pájaros de la mañana. Le pareció una melodía bastante agradable para los oídos. Pero al cabo de un rato a ese sonido se le sobrepuso otro mucho menos agradable. Era el ruido de unas voces lejanas. Él no se molestó tanto porque al fin y al cabo ya se estaba acostumbrando. Eran las típicas peleas de Raidel y Alisa. Todas las mañanas era lo mismo.
El mago se incorporó de la cama y desperezó sus entumecidos brazos. Luego salió de su tienda de acampar mientras soltaba un profundo bostezo.
Vio que afuera estaba tranquilo. Fran y Keila se encontraban preparando el desayuno en torno a una gran hoguera. Estaban charlando acerca de algo relacionado con Loto Plateado. Sendor no le dio demasiada importancia porque vio que aquella mañana iban a desayunar ¿oso asado?
Sendor se fijó en la enorme bestia peluda que yacía boca abajo, sin vida, enfrente de la ardiente hoguera. Era una criatura gigantesca; Gigantesca incluso para tratarse de un oso. Debía medir cuatro metros de extremo a extremo y pesar novecientos kilos como mínimo. Parecía que era el rey de los osos o algo parecido.
—Por los seis cuernos del infierno, ¿quién…?
—Fue Alisa —dijo Fran sin levantar la mirada de la oscura daga que tenía en las manos. En aquellos momentos, él estaba afilando la cuchilla de Lythion con una roca de amolar. Sendor supuso que se estaba preparando para destripar al animal.
—¿Alisa? —dijo Sendor, fijándose nuevamente en el gigantesco tamaño que tenía el animal—. ¿Ella sola?
—Y de un solo golpe —dijo Keila con tranquilidad—. O bueno, eso dijo ella.
Sendor se acercó al animal. No vio ninguna herida en la parte trasera, así que se agachó e intentó darle la vuelta, pero el animal era tan condenadamente pesado que no pudo hacerlo.
Fran soltó una risita. Él sabía perfectamente que el mago no tenía muchas cualidades físicas, así que se puso de pie y fue a ayudarlo.
Sendor entrecerró los ojos al ver que Fran solo tuvo que emplear su mano derecha para darle la vuelta hasta que el animal quedara boca arriba. Pero lo que le sorprendió más fue el profundo agujero en el pecho que tenía la bestia, muy cerca del corazón. Efectivamente, ella parecía haberlo matado de un solo golpe…
—Alisa dijo que se despertó a las cuatro de la mañana y que estaba muy aburrida, así que se fue a cazar…
«Ella tampoco puede dormir bien —pensó Keila lúgubremente».
—Me pregunto cómo trajo esta masa de una tonelada hasta este lugar —dijo Sendor, sin dejar de observar al animal.
Fran y Keila se encogieron de hombros.
—De todas formas, ¿ya te sientes mejor? —dijo Keila con una mirada algo preocupada.
—Oh, sí, mucho mejor —dijo el mago, sentándose en el tronco, junto a Fran—. Ya he descansado lo suficiente. Podemos continuar nuestro recorrido hoy mismo si gustan.
—Esas son buenas noticias, pero quedémonos un día más —dijo Fran—. Este lugar es bastante acogedor, ¿no lo creen?
Desde hace unos días, algo le estaba dando vueltas a la cabeza de Sendor. No tenía un buen presentimiento de todo esto. Al final decidió aclarar las dudas que tanto le atormentaban:
—¿Hacia dónde iremos?
—A Loto Plateado —dijo Fran de inmediato y sin siquiera pensarlo—. El tercer continente.
Sendor abrió la boca para decir que esa era una maldita locura, pero entonces vio de reojo que algo se estaba moviendo a lo lejos. Cuando se fijó mejor en el lugar vio que dos figuras estaban dando increíbles saltos de más de cuarenta metros de altura.
El mago se quedó con la boca abierta.
—¿Ahora qué diablos están haciendo esos dos?
—No lo sé, pero parece que se están divirtiendo —dijo Keila con una sonrisa.
—Sin duda se están divirtiendo —coincidió Fran—. Cuando tenía su misma edad, yo también tenía un rival al que siempre quise superar —dijo con nostalgia—. Pese a que los dos siempre estábamos discutiendo y peleando, yo me divertía mucho… A veces pienso en lo agradable que sería tener esa edad otra vez.
Sendor se preguntó si se estaba refiriendo a Rosana, pero por obvias razones prefirió no decir nada. Así que se acomodó en su asiento y cambió de tema.
—Es increíble que esos dos ya sepan controlar el Xen, ¿no creen?
—Lo es. En mi caso, yo todavía no puedo hacerlo —dijo Keila, contemplando las dos figuras que seguían saltando en la lejanía—. Es algo difícil. No he logrado ningún progreso desde hace meses...
—Y que me lo digas a mí —suspiró Sendor—. En mis cuarenta años de vida, yo jamás he podido manipular el Flujo de Xen. Ni siquiera un poco.
—Pero al menos sí puedes hacerlo con la ayuda de tu báculo mágico —dijo ella—. Eso me convierte en la única persona aquí que no puede controlar el Xen.
—No es lo mismo —dijo Sendor—. Es infinitamente más fácil controlar el Xen a través de un báculo sagrado que hacerlo sin él.
—Puede que tengas razón —tuvo que conceder Keila. En los años anteriores ella había estudiado un poco sobre el sistema de magia y sabía cómo funcionaba todo este asunto. Los báculos mágicos servían para aumentar la Energía Vital del portador. Por ejemplo, cuando un mago quería lanzar rayos hacia un objetivo en concreto, debía seguir los siguientes pasos: Primero había que recitar los respectivos conjuros para que el báculo mágico “absorba” una parte de la Energía Vital del portador. Una vez hecho esto, el báculo aumentaba por cinco veces (o más) la Energía Vital que había absorbido del portador. A continuación el mago tenía que recitar otro conjuro para decidir qué hacer con toda la energía que había obtenido el báculo sagrado. El mago podía lanzar rayos, convertir el báculo en algún animal, etc. Obviamente los rayos que uno lanzaba a través del báculo eran de energía. Por otro lado, había que tener en cuenta que si uno decidía transformar su báculo en un animal, había que estar controlando sus movimientos constantemente. Además, mientras el animal creado estaba más tiempo en movimiento, más gastaba la energía del portador.
Todo esto se podía aprender en alguna Escuela de Magos. Y dependiendo de la institución que se trataba, ésta podía durar de 6 a 12 años. Los magos expertos como Sendor eran capaces de, entre otras cosas, lanzar rayos sin haber recitado previamente ningún conjuro.
Aunque obviamente ninguna clase de magia ayudaba a que un mago pudiera manipular el Flujo de Xen de su propio cuerpo ni tampoco para formar Espadas de Energía ni nada de eso, ya que el báculo mágico simplemente absorbía las energías del portador y, a partir de allí, se podía hacer ciertas cosas como lanzar rayos o transformar el báculo en un animal. Esos eran los principios más básicos de la magia y hechicería.
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El día transcurrió con normalidad. Raidel y Alisa estuvieron entrenando hasta el anochecer, tal y como era habitual en ellos. Y cuando finalmente terminaron, fueron a reunirse con los demás compañeros, quienes estaban preparando la cena en torno a una crepitante hoguera.
La noche era tranquila. El cielo estaba despejado, revelando un gran número de estrellas que brillaban en el cielo. Los grillos empezaron su rutinario canto nocturno. Una ligera y cálida brisa soplaba por el lugar.
El oso que había cazado Alisa era tan enorme que ese simple hecho significaba que tendrían comida asegurada por varias semanas. Solo debían asegurarse de conservar la carne fresca y en óptimas condiciones, algo que sería bastante fácil con la ayuda de uno de los instrumentos robados del Salón de Magia.
Una vez que todos los compañeros ya estaban reunidos, comieron en silencio. Nadie pasó por alto que Raidel y Alisa estaban más callados de lo habitual. Normalmente aquella hora la empleaban para alardear sobre los progresos de sus respectivos entrenamientos, pero ahora ninguno de los dos dijo nada. Tal vez se encontraban especialmente cansados o tal vez ninguno de ellos estaba muy conforme con sus resultados de aquel día. Sea como fuere, Fran, Sendor y Keila aprovecharon el silencio para hablar sobre distintos temas.
La cena estaba resultando bastante agradable para todos… pero fue interrumpida bruscamente y sin previo aviso.
Una vez más, fue Fran el primero en notar que algo no andaba bien. El líder dejó su comida a un lado y se puso repentinamente de pie, lo que puso a los demás en sobreaviso.
Entonces, de un instante a otro, miles de insectos voladores de todas las formas y colores empezaron a surgir de la oscuridad de los árboles. Procedían desde todos los extremos, y eran tantos que pronto los rodearon por completo.
—No... Esto no puede estar sucediendo… —murmuró Alisa con los ojos muy abiertos y una mueca de horror en el rostro.
Sus peores temores se hicieron realidad cuando una voz amplificada se hizo escuchar desde algún lugar en la lejanía:
—Todavía no puedo creer que unos novatos como ustedes hayan derrotado al Equipo Zero. ¡Incluso casi logran engañarme! Pero hasta aquí han llegado. Todo lo que les espera ahora es una muerte lenta y dolorosa. Fin del juego.
Era una voz aguda y algo ronca. Todos los compañeros la reconocieron de inmediato.
Aquella voz pertenecía a Vork, el líder del Batallón 42.
Él los había encontrado.
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