✡ CXCIII

Capítulo 193: Demonio Rojo

Esto era inaudito. Inconcebible. Rosana simplemente se negaba a creer lo que sus ojos estaban mirando. ¿Aquel niño pelirrojo se había transformado repentinamente en un demonio? ¡Eso no tenía ningún sentido en lo absoluto! ¡Un acontecimiento como aquel era imposible! 

La expresión en el rostro de Zoden reflejaba tanta sorpresa que parecía que estaba contemplando su propia muerte ante sus ojos. Ninguno de los presentes había visto a Zoden de esa manera antes, ni siquiera sus compañeros de equipo. 

—¡No puede ser! —gruñó—. ¿Él es “eso”? ¡El White Darkness no nos dijo nada al respecto! 

—¿Tal vez… tal vez el White Darkness no está enterado? —sugirió Rosana con un fino y casi imperceptible hilo de voz. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo de pies a cabeza al intentar ponerse de pie. Al final lo consiguió, pero con mucha dificultad. Su cuerpo le resultaba tan pesado como si estuviera hecho de cemento. Todo esto gracias a la oscura y nauseabunda aura demoníaca que había sumergido el campo de batalla dentro de sus fauces de terror y desesperación, y la cual era tan aplastante que parecía que todos los presentes se hubieran visto transportados repentinamente a un lugar a varios kilómetros bajo agua. Incluso se había vuelto difícil respirar.

La naturaleza misma de aquella aura oscura era horripilante y resultaba detestable hasta tales extremos que ninguno de los presentes pudo evitar estremecerse, incluyendo el propio Zoden. 

Pero el líder del Equipo Zero no se dejó intimidar. A pesar de la abrumadora presión que invadía el ambiente, él caminó con total normalidad hacia Alisa y recogió las Hachas Malditas que yacían en el suelo, a unos centímetros de ella. Zoden no pasó por alto que, al igual que los demás, Alisa también estaba visiblemente asustada y confundida. ¿Acaso ella tampoco sabía lo que su compañero era en realidad? 

Zoden alzó sus armas y se puso en guardia. A pesar de que su cuerpo estaba demacrado y empapado de sangre de extremo a extremo, su fuerza y poder no habían disminuido prácticamente nada; algo que Fran, Keila y Sendor habían descubierto en primera mano y por las malas. Para desgracia de los compañeros, Zoden seguía siendo el mismo monstruo de siempre. 

Rosana cubrió su cuerpo con una densa capa de lava. 

—Si luchamos los tres juntos tal vez podríamos… 

—No hay necesidad de eso. Yo acabaré con él —dijo Zoden—. Lo mataré con un único y limpio golpe. 

Sus ojos no se despegaban de Raidel ni por un segundo. Estaba tan concentrado que apenas se permitía parpadear. Con sus Hachas Malditas en mano, Zoden se preparó para lanzarse al ataque, pero entonces la voz de Dogus resonó a lo lejos, a varios metros detrás de donde se encontraba Raidel, y la cual decía:

—No se moleste, jefe. Usted necesita recuperarse de sus heridas. Yo me haré cargo. 

Todos pudieron ver como la cabeza calva y redplandeciente de Dogus fue acercándose hacia Raidel por su espalda. 

—¡NO! —gritó Keila de repente—. ¡Lucha contra mí! ¡No lo lastimes! 

—¡Maldición! —gruñó Fran—. ¡Si te atreves a ponerle un dedo encima a nuestro compañero, yo mismo te mataré! ¿Escuchaste? 

—Vaya, son grandes palabras para unas escorias que ni siquiera pueden levantarse —se burló Dogus. 

Era cierto. Por más que lo intentaban, ni Fran ni Keila eran capaces de ponerse de pie. El brutal golpe que habían recibido por parte de Zoden, además de la aplastante presión producida por el aura oscura, los había dejado en malas condiciones. Ni siquiera podían ponerse de rodillas, mucho menos librar un combate contra alguien que estaba en excelentes condiciones, a pesar del ataque que le había acertado Keila hace unos minutos atrás. 

Juzgando por la mortífera mirada que Alisa tenía en los ojos, ella quería destripar a Dogus lo antes posible. Es más, estaba desesperada por intentar ponerse de pie... pero lamentablemente tampoco podía moverse. Según observó Fran, parecía que Alisa quería matar al calvo antes de que éste llegase hasta Raidel.  

De igual forma, ellos estaban enormemente sorprendidos de que Dogus pudiera movilizarse con tanta normalidad a través de aquel torrente oscuro y repulsivo. Al parecer, él era mucho más fuerte de lo que los compañeros habían creído hasta ahora.

Raidel, por su parte, estaba allí, de pie, tan quieto como una estatua. Ni siquiera movía un dedo. Su rostro seguía completamente inexpresivo como si estuviera tallado en piedra.

Con una amplia sonrisa perversa iluminándole el rostro, Dogus empezó a correr hacia la espalda de Raidel cada vez a mayor velocidad. En medio del trayecto desenfundó una enorme espada negra cuya formidable hoja era de Lithyum y la cual parecía tan afilada como los comillos de un dragón. Acto seguido gritó: 

—¡Maldito niño, te enseñaré el poder del tercer miembro más fuerte del Equipo Zero! 

Y en cuanto Dogus ya se encontraba a la distancia suficiente, blandió rápidamente su espada contra la cabeza de Raidel, dispuesto a partirlo por la mitad. 

Nadie a excepción de Zoden supo lo que sucedió a continuación. De un instante a otro, la cabeza de Dogus simplemente se desprendió de su cuello y cayó rodando al suelo como si fuese una pelota. Por extraño que parezca, su cuerpo quedó de pie y un profuso chorro de sangre emanó a borbotones del cuello decapitado, manchando de rojo el inmóvil cuerpo de Raidel. 

—¿Q-qué diablos ha acabado de suceder? —inquirió Keila, visiblemente temblorosa.

—Quédate quieta —le susurró Fran al oído—. Seguramente Raidel atacará a cualquier cosa que se mueva. No hagas ningún movimiento.

—¿A-atacar? —balbuceó ella, aterrada—. ¿Entonces estás queriendo decir que Raidel decapitó a Dogus? 

—¿Quién más pudo haberlo hecho? 

Keila abrió la boca para decir algo, pero luego volvió a cerrarla. ¡Ella no había visto nada de lo que había sucedido! Dogus estaba por atacar la espalda de Raidel, pero entonces de manera repentina y de un segundo a otro su cabeza se separó del cuello y cayó al suelo… 

Keila no podía dejar de temblar. Los dioses sabían que ella estaba intentando calmarse, pero era en vano. Parecía como si un poderoso demonio hubiera poseído el cuerpo de Raidel... ¿O quizás él se había transformado en uno? Ella se estremeció al pensar en lo que aquello podría significar. ¿Acaso Raidel... era un demonio? ¿Siempre lo había sido? Hasta el día de hoy, ella había negado rotundamente esa posibilidad, pero en vista de las circunstancias actuales, incluso ella estaba empezado a dudar...

Entonces Keila sacudió su cabeza de un lado a otro, como si estuviera queriendo desprenderse de aquellos pensamientos  para nada agradables. Ella siempre había confiado en Raidel. Siempre había tenido plena confianza en que él no fuera ninguna clase de monstruo demoníaco procedente de los bajos planos. Y ahora más que nunca necesitaba aferrarse a la idea de que él fuera simplemente un humano...

Fran posó una mano sobre el brazo de Keila y le dirigió su mejor sonrisa tranquilizadora. El efecto de esto fue tan instantáneo que pareció que Fran le había dado una poción tranquilizante: De un momento a otro, Keila dejó de temblar. 

Todos los miembros del Equipo Ceifador, incluso el lobo de Fran, estaban atascados en el suelo sin poder levantarse. Los únicos que aún podían moverse libremente eran Zoden y Rosana, pero esta última estaba tan quieta como todos los demás. Lo que la paralizaba no era la presión producida por el Aura Oscura, sino el miedo. El miedo por sí solo fue suficiente para congelar sus movimientos. 

Y nadie la podría llamar cobarde, ya que, de todas formas, ¿qué clase de persona no estaría atenazada por el terror absoluto luego de ver ante sus propios ojos cómo su compañero de Equipo era decapitado de un segundo a otro y de una manera que nadie había logrado ver ni mucho menos entender? 

Rosana estaba allí, de pie, tan quieta como el propio Raidel. Pero al poco tiempo, ella se mordió el labio inferior con tanta fuerza que de allí empezó a brotar un pequeño hilillo de sangre. Todo esto lo hizo para darse algo de determinación. Y se podía decir que fue un éxito porque su expresión de confianza volvió a su rostro de manera inmediata. Dio unos cuantos pasos hacia el frente, mientras decía:

—Dogus es un idiota. ¿Qué clase de persona ataca directamente a semejante monstruo pudiendo usar ataques a distancia? 

A continuación ella llenó sus pulmones con una gran cantidad de aire. Estaba dispuesta a escupir un gigantesco torrente de lava contra Raidel, pero entonces la voz de Zoden resonó con fuerza:

—Espera un momento. 

Ella se detuvo, visiblemente molesta de que la hayan interrumpido. 

—¿Qué sucede? —dijo con brusquedad. 

—No importa si realizas ataques de corta o larga distancia, él te atacará de todas formas. 

Rosana bajó los brazos, uno a cada lado de su cuerpo. Se había puesto algo pálida. Por lo visto, había perdido nuevamente todos los deseos de luchar. 

—Aunque parezca ilógico, lo mejor es golpearlo con ataques de corta distancia. Si realizas uno de larga distancia, cualquiera que este sea, él probablemente lo esquivará y se dirigirá hacia ti para matarte con la misma velocidad con la que decapitó a Dogus, por lo que será mejor ir directamente hacia él y aniquilarlo con un rápido y contundente golpe antes de que él pueda hacer nada.

Las piernas le traicionaron a Rosana y ella retrocedió unos pasos sin quererlo. Lo que Zoden quería decir es que era mucho mejor intentar matar al enemigo mientras está quieto que mientras está en movimiento, dado que él solo se mueve si alguien lo ataca. Pero de cualquier forma ambas opciones le parecían a Rosana devastadoras. 

—¿Entonces qué hacemos ahora? —Tenía un ligero tono tembloroso en la voz—. La única manera de que él no nos ataque es simplemente no atacarlo… Creo que deberíamos… retirarnos.

Zoden escupió al suelo. 

—Así que quieres huir con el rabo entre las patas, ¿eh?

—¡Tú sabes que esto no estaba en los planes! ¿Un maldito demonio rojo? ¡El White Darkness no nos dijo nada sobre eso! No podemos derrotarlo en nuestras condiciones actuales. Dos de los nuestros han muerto, uno nos ha traicionado y tú… —Observó el ensangrentado cuerpo de Zoden por un momento—. Tú no estás en tus mejores condiciones… 

Llevado por una furia incontenible, Zoden blandió ambas Hachas Malditas contra la cabeza de Rosana. Aquel movimiento fue tan rápido que ella no lo había visto llegar. No pudo moverse ni mucho reaccionar a tiempo.

Pero afortunadamente para ella, las hachas se detuvieron a dos centímetros de su rostro. Rosana soltó una especie de exhalación y cayó de rodillas al suelo. 

—No importa cuánto daño reciba mi cuerpo, yo jamás caeré —dijo Zoden con la mirada fija en el enemigo—. Has dicho que no estoy en mis mejores condiciones. ¿Ahora piensas lo mismo?

—N-no, líder, claro que no… —balbuceó ella, aterrada. 

Rosana había estado en el mismo equipo de Zoden por más de cinco años, pero él todavía la seguía sorprendiendo. A pesar de la gran cantidad de heridas que llevaba encima, y a pesar de toda la sangre que había perdido, Zoden seguía teniendo la misma velocidad y el mismo poder de siempre. Parecía que su resistencia no conocía límites. A veces daba la impresión de que no era humano… 

—¿La Ira del Dios de la Muerte? Pfff —se burló Zoden—. Yo mataré personalmente a ese maldito mocoso. ¡Caso contrario no podría llamarme a mí mismo como el mejor guerrero del Batallón 42! —Se giró hacia Rosana para añadir—: ¡Te enseñaré la manera correcta de matar a un monstruo! 

Rosana abrió la boca para decir algo, pero fue demasiado tarde. 

Zoden salió disparado hacia el enemigo con las resplandecientes Hachas Malditas en lo alto. Se desplazó hacia el muchacho a tal velocidad que Rosana y los demás solo pudieron ver un oscuro destello en movimiento. 

A continuación el poderoso Zoden dio un gran salto de cinco metros de altura y cayó sobre Raidel con tanta potencia e ímpetu como si se tratase de la cólera proverbial de los dioses. 

Zoden hizo uso de toda su fuerza y velocidad para descargar sobre la cabeza de Raidel el que sin duda era su ataque más salvaje de todos. Empleando sus dos hachas malditas, una junto a la otra, Zoden ejecutó un ataque descendente sobre la cabeza de su enemigo. Su plan era cortarlo por la mitad, de arriba hacia abajo. 

Al mirar aquella escena, Rosana abrió los ojos como platos. Ella sabía lo rápido que era Zoden, pero ¡esto estaba a un nivel completamente diferente! ¡Él había sobrepasado sus límites por completo! ¡Ahora la máxima velocidad de Zoden era el doble que antes! Rosana se preguntó de dónde habría sacado semejante velocidad que jamás, hasta el día de hoy, la había mostrado...

Sin embargo, no importaba la velocidad que Zoden tuviera ahora, ya que Raidel fue diez veces más rápido. 

Antes de que las hachas pudieran impactar contra su cabeza, el muchacho alzó un brazo y simplemente le dio una palmadita en las costillas de su oponente.

Eso fue suficiente para provocar un estallido tan estruendoso que todos tuvieron que cubrirse las orejas para que sus tímpanos no explotaran dentro de sus oídos.   

A consecuencia de aquel impacto tan devastador, el cuerpo inerte de Zoden fue expulsado hacia arriba, puesto que la "palmadita” de Raidel había sido ascendente.

Zoden salió despedido unos trescientos metros por los aires, casi hasta tocar los cielos. Y una vez que alcanzó dicha altura, la fuerza de gravedad lo hizo detenerse poco a poco hasta que finalmente empezó a caer. 

Zoden habría gritado si hubiera podido. No pudo hacerlo porque ya estaba muerto. 

La “palmadita” que Raidel le propinó en las costillas había sido suficiente para pulverizar siete órganos internos de su torso. Incluso casi logra partir su cuerpo por la mitad. 

Al cabo de unos segundos el demacrado cadáver de Zoden cayó al suelo como un meteorito ante la aterrorizada mirada de todos los presentes. 

—¡E-e-ese poder…! —balbuceó Rosana con la cara casi púrpura. Estaba de rodillas pero la sorpresa y el terror la hicieron caer de espaldas al suelo. A continuación retrocedió varios metros, arrastrándose como un patético gusano—. ¿Q-qué clase de demonio eres? 

A continuación ella vio que Fran estaba intentando ponerse de pie. 

—¡Rosana! —gruñó él con una marcada furia en la voz—. ¡Este es tu fin! ¡Hoy desaparecerás! 

Ella soltó un gemido de terror y retrocedió más metros… Sabía perfectamente que este era el fin. Su equipo había sido completamente liquidado… Solo quedaba ella… Pero eso no significaba que moriría aquí. 

Rosana se sacó uno de los anillos que llevaba en las manos. Lo arrojó al aire y gritó:

—¡Yo te invoco, Hofther!

A continuación el anillo se convirtió en un enorme portal y por allí salió una gigantesca águila.

—¡MALDICIÓN! —rugió Fran por todo lo alto—. ¡No la dejen escapar! ¡Que alguien la detenga! 

Pero, gracias al aura oscura, ninguno de los compañeros podía moverse. 

Sin nadie que se interpusiera en su camino, Rosana subió a la gigantesca águila que había invocado, la cual parecía estar teniendo enormes problemas para despegar. Pero al final, con mucho esfuerzo, lo logró y se alejó a ritmo tambaleante del campo de batalla. Mientras esto sucedía, Rosana prorrumpió en estruendosas carcajadas triunfales.

—¡Malditos idiotas! —soltó ella con sorna—. ¿Creen que pueden escapar del White Darkness con vida? ¡En menos de una semana todos ustedes estarán muertos! ¡Muertos! ¡Nadie es capaz de burlarse del White Darkness y salir indemne! ¡Lo pagarán muy caro! 

Su sermón no quedó allí, sino que ella siguió gritando cosas, pero los compañeros ya no pudieron escucharla debido a que su enorme águila empezó a alejarse a gran velocidad. Al parecer ambos enemigos habían salido de la porción de terreno que cubría el aura oscura, por lo que la presión aplastante ya no tenía efecto en ellos, de modo que ahora podían movilizarse libremente. 

El águila se hizo más y más pequeña hasta convertirse en un simple punto negro. Fran observó aquel punto por un buen rato y luego dio un fuerte golpe contra el suelo. 

—¡Demonios! —gruñó—. ¡Ella les contará al White Darkness todo lo que ha sucedido aquí! ¿Cómo hemos podido dejarla escapar? Ahora que hemos derrotado al Equipo Zero, probablemente ellos enviarán a cientos de soldados del White Darkness tras nuestras cabezas…

Keila y Alisa lo observaron fijamente. Él quería ocultarlo, pero era en vano. Llegados a estas alturas ya era más que obvio que él tenía motivos más profundos para querer eliminarla. 

Fran abrió la boca para añadir algo más, pero justo en ese momento Raidel dio un paso al frente, lo que hizo que la presión en el ambiente se hiciera más abrumadora.

Las cabezas de Fran, Keila y Alisa chocaron contra el suelo, ocasionando que ellos soltaran débiles gruñidos. Procuraron no gritar. Eso podría llamar la atención de lo que sea que fuera aquello en lo que se había convertido Raidel. 

 A continuación y de manera repentina, el muchacho cayó al suelo como una marioneta a la que cortan los hilos.

El aura oscura se desvaneció al instante. 

Raidel se despertó bruscamente al sentir una fría bofetada golpearle la mejilla. 

Lo primero que vio al abrir los ojos fueron unos rubios cabellos que ondeaban al viento, cerca de su rostro. 

—¿A-Alisa? —balbuceó. 

—Oh, por fin despiertas, mocoso —dijo ella con calma—. Por un momento creí que estabas muerto…

Raidel vio que Alisa estaba sentada muy cerca de él, por lo que el muchacho no pudo evitar retroceder un par de metros de manera instintiva, como si creyera que ella iba a golpearlo. 

A continuación Raidel se sentó en el suelo y entrecerró los ojos al observar el rostro de Alisa. Ella parecía estar… ¿aliviada? 

—¿Estás feliz de que me hayan dado una paliza?

—¿De qué estás hablando? 

Entonces a Raidel se le dibujó una mueca de horror al recordar que estaban en medio de la batalla. Su cuerpo se puso repentinamente tenso y sus ojos giraron de un lado a otro, intentando buscar al enemigo, pero a sus alrededores todo estaba tranquilo y en silencio. Fran se encontraba a unos cincuenta metros de distancia. Parecía que le estaba dando instrucciones a su ave prehistórica. Mientras tanto, Keila estaba intentando despertar a Sendor, quien yacía inconsciente en el suelo.

—¿Q-qué ha sucedido? —quiso saber Raidel, algo tembloroso—. ¿Dónde están los enemigos? 

Con un dedo puntiagudo, Alisa señaló un punto lejano que yacía sobre el suelo, cerca de un barranco.

—¿Ves esa despedazada masa de carne de allí? —sonrió—. Ese es Zoden. Bueno, lo era antes de que tú lo enviaras a pasear por el espacio exterior. 

Aquellas palabras resultaron tan inesperadas que golpearon al muchacho como un martillo de guerra. 

Raidel sintió que la cabeza le empezaba a dar vueltas. El estómago se le había encogido. 

—¿Yo? ¿Fui yo quien lo dejó como una masa triturada de carne?

—Y de un solo golpe —sonrió ella.

Raidel volvió a retroceder un par de metros. Recordó que Fran le había dicho que él solo había dejado fuera de combate a cientos de guerreros del Imperio Ordei en tan solo un instante. ¡Y ahora había aniquilado al mismísimo Zoden con un golpe! Alisa dijo que lo había envíado a volar por el espacio exterior… ¿Qué significaba exactamente eso? 

Pero lo que más preocupaba a Raidel, por encima de cualquier otra cosa, era que Alisa parecía… emocionada. Hace dos meses atrás, ella se había mostrado muy rabiosa, ya que creía que Raidel era un demonio. Todo esto debido a que en la base de la Tripulación del Infierno los demonios lo habían estado persiguiendo. Más tarde Alisa incluso había golpeado a Raidel por la espalda al creer que estaba ocultando información, puesto que un demonio poderoso que iba sobre un Dragón Dorado lo estaba persiguiendo, pero ahora, en estos precisos momentos, ella parecía entusiasmada como ningún otro. ¿Qué le había ocurrido? 

—Ehhhh, ¿acaso eres bipolar? —quiso saber Raidel, intentando ser lo más amable posible, pero esa no era precisamente su especialidad.

—¿Qué? 

—¡Oh, Raidel! —exclamó una voz a la distancia—. ¡Estás vivo! 

Ambos vieron que Keila se estaba acercando a ellos. 

—Claro que lo estoy. Yo no moriría tan fácilmente.

Keila avanzó hacia él.

—¿Cómo estás? ¿Te duele algo? 

—No te preocupes. Estoy perfectamente bien; tan bien que podría luchar y aniquilar a Zoden otra vez —fanfarroneó él. Sin embargo, no pudo evitar soltar un fuerte chillido de dolor en cuanto Keila le puso una mano sobre su hombro. 

—Debes estar muy herido. No te muevas tanto. —Mientras decía aquellas palabras, sus ojos fueron a fijarse en la bolsa interdimensional de Fran—. Espera aquí un momento, yo iré por las medicinas… 

—Eh, no creo que eso sea necesario. Yo tengo algo mucho mejor —dijo Alisa, mientras rebuscaba algo en su propia bolsa interdimensional. Al final sacó varios frascos transparentes, los cuales contenían una especie de crema verdosa en su interior. Le entregó uno a Keila y otro a Raidel—. Estos son ungüentos mágicos —dijo—. Curan las heridas con mucha más rapidez que los ungüentos normales. Son regenerativos.

A continuación Alisa se puso de pie y fue hacia Sendor, quien ya estaba despierto y le entregó otro frasco. Luego se dio una vuelta por el campo de batalla. En medio del trayecto recogió el Escudo-Espejo, las Hachas Malditas y todas las demás armas, y las guardó en su Bolsa. 

—Ah, mi colección está creciendo —dijo ella con otra sonrisa. 

Fran subió al lomo de su ave prehistórica y gritó:

—¿Qué diablos están esperando? ¡Es hora de irnos!

Ya llevaban veinte minutos de vuelo. Se dirigían a toda velocidad hacia el norte. De momento no tenían ningún destino en concreto. Solo querían huir lo más lejos posible del lugar en el que se había desatado la batalla contra el Equipo Zero. 

Dado que Rosana había sobrevivido, ella les revelaría al White Darkness todo lo que había ocurrido, por lo que sería mejor huir lejos y de manera rápida. 

Mientras el pterodáctilo volaba, Alisa estaba atrás, untándose las heridas con el ungüento mágico que había traído. Dio mayor prioridad a las quemaduras que habían sido producidas por Rosana. 

Ella ya estaba acabando de refregarse las heridas cuando alzó la mirada al notar que todos la estaban observando fijamente. 

—¿Por qué esas miradas? —dijo Alisa con los ojos entrecerrados—. ¿Acaso me parezco a un espécimen exótico de laboratorio o algo? 

Raidel estaba a punto de responder con un “sí”, pero Fran dijo primero:

 —Creo que nos debes unas cuantas explicaciones, ¿no te parece? 

Ella desvió la mirada, aburrida. 

—No sé a qué diablos te refieres, Fran. 

—¡Nos engañaste a todos! —exclamó el mago—. Nosotros creímos que nos habías traicionado. Estabas luchando contra Raidel pero entonces de manera repentina te fuiste y atacaste al Equipo Zero…

—Ah, eso —dijo ella, rascándose la mejilla con un dedo—. Bueno, eso es algo… complicado. 

—¿Complicado? —dijo Raidel con una especie de risita—. Para nada. Yo lo veo muy simple. Lo que sucedió fue que, mientras nosotros abandonamos el White Darkness, tú decidiste quedarte en la organización por temor a tu propia vida. Estabas tan rabiosa que nosotros tuvimos que encadenarte de pies y manos. Incluso nos llamaste traidores en varias ocasiones, ¿recuerdas? —sonrió—. Pero al venir aquí, por alguna razón, no pudiste matar a tus antiguos compañeros, por lo que decidiste traicionar al Equipo Zero. Eso fue todo lo que sucedió. Fin de la historia. 

Se hizo el silencio por unos cuantos segundos. Un silencio sepulcral. 
Raidel ya estaba felicitándose a sí mismo por su excelente capacidad de deducción, cuando Alisa dijo en tono burlón:

—Ha hablado el idiota del cerebro chamuscado. 

—¿Qué has dicho? —gruñó Raidel, mostrando los dientes como un perro rabioso. 

—Yo jamás los he traicionado —dijo ella con calma. 

—¿Qué? —inquirió Sendor, perplejo. 

Fran y Keila se miraron entre ellos por un segundo. 

Alisa soltó un suspiro. 

—Miren, no sé cómo empezar a explicarlo. Ya les dije que esto era muy complicado…

—Comienza desde el principio —sugirió Fran con los ojos brillantes de la expectación. 

Ella ordenó sus ideas por unos segundos antes de decir:

—Fue cuando ustedes estaban en el salón común del equipo decidiendo si abandonar o no el White Darkness, ¿recuerdan? Yo escuché toda esa conversación. Fue ahí cuando se me ocurrió todo.

—¿Se te ocurrió traicionarnos? —dijo Raidel, ceñudo.

—Yo nunca los traicioné realmente, mocoso. Solo dejé que ustedes creyeran eso. 

—¿Ah, sí? —dijo él, escéptico—. ¿Por qué harías algo como eso? Parece una excusa barata inventada a último momento. 

Alisa decidió ignorar al odioso mocoso para poder seguir contando su historia con normalidad. 

—Sabía que el White Darkness iba a sospechar de mí, ya que yo fui la única persona del Equipo Ceifador que decidió quedarse en la organización. Así que por tal motivo luché contra Fran: para que él me golpeara y encadenara. Creí que de ese modo la organización no sospecharía de mí. Y estuve en lo correcto. Ellos ni siquiera me hicieron muchas preguntas. Yo les dije que no sabía a dónde habían ido ustedes, y ellos me creyeron sin mucha dificultad. El ojo morado que me había dejado Fran y las gruesas cadenas de Lythion que ustedes me pusieron antes de irse corroboraban mis palabras de que yo había intentado huir de sus garras para avisar a Vork sobre la traición… pero claro, no pude hacerlo porque Fran fue demasiado poderoso para mí —esbozó una pequeña sonrisa—. Aunque bueno, al principio Vork si sospechó de mí, ya que creyó que Fran debió haberme matado en vez de dejarme encadenada si en realidad yo no tuviera nada que ver con ustedes, pero luego Vork pareció recordar la enorme bondad que Fran tenía hasta con sus enemigos y dejó de sospechar de mí.

Se hizo un corto silencio. 

—Entonces tu plan desde el principio fue quedarte en el White Darkness —dedujo Fran—. Pero hay algo que no entiendo. ¿Por qué decidiste hacerlo? 

—Eso fue para poder unirme al Equipo Zero —dijo ella. 

—Mocosa tonta, ¿acaso querías un autógrafo de Zoden o algo por el estilo? —gruñó Raidel. 

Alisa volvió a ignorarlo.

—Me quedé en el White Darkness principalmente por dos motivos —dijo ella—. Primero, para poder robar todos los objetos del Salón de Magia del Batallón 42. Y segundo, porque me pareció que, gracias al efecto sorpresa y al inesperado giro de acontecimientos, me sería muy fácil matar a varios miembros del Equipo Zero cuando llegara el momento adecuado.

—¿Entonces desde el principio tenías planeado robar todos los objetos del salón de magia? —dijo Fran, rascándose la barbilla—. Tú sabes que solo el mejor Equipo del Batallón 42 tiene acceso a dicho Salón. En otras palabras, el Equipo Zero. 

—Sí, yo sabía desde el principio que me uniría al Equipo Zero. Por eso me quedé en el White Darkness.

—Espera, espera, espera —dijo Sendor con una mueca de confusión—. El White Darkness es quien decide qué persona se une a qué equipo —se aclaró la garganta—. ¿Cómo supiste que te unirías al Equipo Zero?

—Ah, ¿no lo sabían? —replicó ella—. El White Darkness conocía mis asombrosas habilidades en batalla desde el mismo momento en que me uní a la organización. No es por presumir, pero pese a mi corta edad, yo he logrado realizar hazañas que algunos de los guerreros veteranos no se atreverían ni a soñar. Muchos de mis antiguos líderes de Equipo me llamaron “prodigio” o “super genio”. Uno de mis mayores logros fue haber sobrevivido por tanto tiempo. Me uní a la organización hace dos años, cuando apenas tenía doce. En todo ese tiempo pasé por una gran cantidad de Equipos. En ninguno de ellos permanecí más de tres meses, ya que mis compañeros no tardaban en morir, uno tras otro, hasta que el Equipo finalmente se desvanecía. Yo siempre era la única que sobrevivía al final… —Una sombra de gran melancolía se formó en sus ojos—. Y fue luego de dos años de haber entrado a la organización que me uní al Equipo Retsus. Allí tampoco permanecí mucho tiempo, ya que todos mis compañeros murieron en una difícil misión. Una vez más, yo fui la única superviviente. 

Raidel entrecerró los ojos al recordar que cuando él y Keila se habían unido al Equipo Ceifador, Fran les había dicho que Alisa también era una nueva integrante que hace poco se había unido a ellos. Según dijo Fran, Alisa había llegado del Equipo Retsus, ya que todos sus compañeros habían muerto en una complicada misión…

Keila miró a Alisa con unos ojos llenos de compasión. Ella debió haber visto morir a tantos compañeros frente a sus propios ojos… ¡Por dos largos años todos los compañeros que ella había tenido habían muerto en las misiones! Tal vez era por esa razón que Alisa siempre se mostraba tan fría y distante con todos… Tal vez ella no quería encariñarse con nadie por temor a que ellos pudieran morir… 

Alisa prosiguió con lo que estaba diciendo:

—Después de que mis compañeros del Equipo Retsus fueran asesinados, el White Darkness quiso que me uniera al famoso Equipo Zero. —Ella se encogió de hombros—. No sé. Tal vez vieron que yo tenía potencial. Pensaron que yo podría llegar muy lejos cuando creciera, así que por ello quisieron hacerme un miembro del Equipo Zero… Pero yo rechacé la oferta. 

—¿Rechazaste… la oferta? —dijo Sendor, incrédulo—. ¿Desde cuándo alguien puede “rechazar” el Equipo al que el White Darkness quiere que te unas? 

—Yo lo hice —dijo Alisa con calma—. Simplemente les dije que todavía no estaba preparada para unirme a un Equipo tan fuerte como aquel. Sabía que las misiones allí eran mucho más difíciles de lo habitual, así que... no quise arriesgarme demasiado —volvió a encogerse de hombros—. Al principio no parecieron muy de acuerdo, pero entonces ellos parecieron recordar que yo solo tenía 14 años, así que aceptaron mis palabras y me unieron al Equipo Ceifador… Me dijeron que si volvía a quedarme sin compañeros me unirían al Equipo Zero… 

—¿Entonces tu plan desde el principio fue quedarte en el White Darkness y unirte al Equipo Zero para así tener acceso al Salón de Magia del Batallón 42? —dijo Sendor con una expresión pensativa. 

—Sí —dijo ella sin molestarse en ocultar la pequeña sonrisa de su rostro—. Además yo sabía que si alguien iba a ir tras ustedes, ese sería el Equipo Zero. 

—Oh, es cierto —dijo Fran—. Normalmente la tradición es que el mejor Equipo de cada Batallón se encargue de buscar y matar a los “traidores” que decidan a abandonar la organización. De esa forma el White Darkness se asegura de que los cazadores aniquilen a los traidores y no al revés… 

Se hizo un corto silencio hasta que Sendor soltó un suspiro y se rascó la barba de dos semanas. 

—Fue un plan ingenioso. Tú sabías que nos volveríamos a encontrar —dijo el mago—. Entonces aprovechaste el momento adecuado para atacar a uno de los miembros del Equipo Zero por la espalda. Acabaste rápido con él. El efecto sorpresa estaba de tu lado. 

—¡Plan ingenioso mi trasero! —gruñó Raidel, iracundo—. ¿Por qué no se te ocurrió traicionar al Equipo Zero en cuanto ellos empezaron a atacarnos? ¡En vez de eso luchaste contra mí y casi me matas! 

—Esa era la idea —dijo Alisa con calma. 

—¿Qué? —exclamó Raidel con las facciones tensas de la furia. 

—El Equipo Zero me estaba vigilando. En especial ese despreciable Gador —reveló ella—. Él fue el más inteligente de toda esa basura de equipo. Desde el primer momento en que me uní a ellos, Gador empezó a sospechar de mí, a pesar de mi excelente actuación. De alguna forma él supo que yo estaba ocultando algo, así que siempre me estuvo vigilando. Gracias a él, me fue muy difícil robar los objetos del Salón de Magia antes de venir a esta “misión”, pero afortunadamente nadie se dio cuenta de nada. 

—¡Ah! —dijo Sendor como si estuviera recordando algo—. ¡Así que fue por eso que mientras Gador estaba luchando conmigo él no dejó de observar tu pelea con Raidel! 

—El muy cabrón me tenía bien vigilado —sonrió Alisa—. Fue por eso que luché “de verdad” contra Raidel. Si no lo hubiera hecho, él se habria dado cuenta del engaño al instante… Así que cuando logré derribar al mocoso le dije que se quedara quieto. Luego cubrí mi puño con algo de sangre que había traído en un frasco, y fui hacia Gador y le dije que había perforado la cabeza del mocoso con mi propio puño… Él pareció creerme porque por un breve instante bajó la guardia y me dio la espalda. Entonces yo aproveché la ocasión para crear una espada de hielo y apuñalarlo… 

Se hizo otro corto silencio. Fran, Keila y Sendor se miraron entre ellos por un momento y sonrieron. ¡Ella nunca los había traicionado!

—Vaya basura —se burló Raidel—. ¿Entonces quieres decir que hiciste toda esta mierda solo para robar cuatro empuñaduras inútiles y un escudo feo? Pfff.

—No, mocoso. Robé al menos cincuenta objetos mágicos de alto nivel. ¡Cincuenta! 

Raidel iba a responder diciendo que daba lo mismo si eran cinco o cincuenta, pero su rostro le traicionó al quedarse con la boca abierta. Incluso él se había sorprendido al escuchar semejante cantidad. 

El mago pensó que la Bolsa Interdimensional de Alisa debía ser, efectivamente, de muy alto nivel como para poder albergar cincuenta objetos en su interior. 

El líder se aclaró la garganta y observó a Alisa. 

—De todas formas, haber hecho todo lo que hiciste por tu propia cuenta fue… increíble —dijo Fran—. Te arriesgaste mucho… No sabías si las cosas iban a resultar como tú querías. 

—El riesgo valió la pena —dijo ella—. Desde un principio pensé que nosotros solos no tendríamos ninguna oportunidad de derrotar al Equipo Zero, así que por eso hice lo que hice. Además, aunque el entrenamiento que tuve que soportar estos dos últimos meses pareció más bien una tortura, rindió sus frutos. 

—¿Y todo esto lo pensaste tú sola mientras nosotros estábamos discutiendo si abandonar o no el White Darkness? —dijo Sendor con una amplia sonrisa—. Tienes una mente… veloz. 

Raidel no pudo contenerse más y exclamó fuertemente:

—¡Vaya! ¡Increíble! ¡Eres una genio! 

Todos le regresaron a ver. 

—¿U-una genio? —murmuró Alisa con las mejillas tan rojas como un tomate.

—Una genio para tener las neuronas congeladas —aclaró Raidel. 

—¡Condenado mocoso! —exclamó ella con las mejillas aún rojas, pero esta vez de la furia. En su mano derecha formó una afilada daga de hielo—. ¡Ven aquí! ¡Te cortaré esa inservible lengua que solo sirve para balbucear estupideces! 

—¿Ah, sí? —dijo Raidel, formando resplandecientes bolas de fuego en sus manos—. ¿Sabes?, te haré un gran favor: ¡Te chamuscaré ese horrible cráneo para así descongelar tu inútil cerebro, ya que congelado no te sirve para nada!

Alisa emitió una especie de gruñido iracundo antes de alzar su daga de hielo y exclamar con un tono mortífero en la voz:

—¡Te mataré!

—¿Por qué quieres matarme, mocosa desquiciada? ¡Yo solo quiero hacerte un favor!

Ambos se lanzaron al ataque al mismo tiempo, pero se detuvieron repentinamente en cuanto Fran apareció en medio de la trayectoria. 

El líder soltó un sonoro suspiro. A continuación los observó a ambos, uno después de otro. 

—En vista de que ustedes siguen peleándose como perros y gatos, yo supongo que todavía no se han declarado el amor que se sienten mutuamente, ¿no es así? 

—¿El qué?

—¿Amor con quién? 

Sendor y Keila soltaron una risita al ver que ambos se habían quedado completamente petrificados. Petrificados y rojos. 

—Vamos, ¿qué están esperando? Sería genial si se declararan su amor ahora mismo. De esa forma terminarían por fin con sus absurdas peleas.

—Es cierto, ustedes dos ya nos aburren con sus enfrentamientos, ¿saben? —dijo Keila. 

Alisa y Raidel observaron a Fran con unas miradas fulminantes. Ninguno de ellos dos tenía muchas ganas de pasar por alto semejante insulto. 

Fran se limitó a sonreír. 

—Ah, si quieren que les enseñe unas lecciones de lucha, tendrán que esperar unos días. Ya habrá tiempo para eso después —dijo, mientras volvía a su lugar, enfrente de todos los compañeros—. Ahora concéntrese en recuperarse de sus heridas. 

Raidel decidió seguir el consejo de Fran y apagó sus llamas. 

—De todas formas, ¿cómo nos ha encontrado el White Darkness? —dijo Fran al cabo de unos minutos de silencio. 

—Vork —se limitó a responder Alisa. 

—¿Vork lo hizo? 

—Sus insectos para ser más precisos —dijo ella. 

Fran recordó que Vork era llamado “El Rey de las Moscas”. 

Raidel y Keila estaban visiblemente confusos, así que Fran explicó la situación: 

—Vork es capaz de invocar cientos de miles de insectos voladores al mismo tiempo —dijo—. Aquellos insectos son sus ojos y oídos. 

—Eh, algo así, pero no exactamente —dijo Alisa—. Cuando estuve en el Equipo Zero descubrí que los insectos son, en realidad, la “nariz” de Vork. Los insectos los encontraron a ustedes simplemente usando su sentido del olfato. Así fue cómo Vork supo que estaban escondidos en el Imperio Ordei. Es más, él sabía su ubicación a tiempo real. 

Raidel se puso pálido al recordar que desde hace varios días atrás que él había notado más insectos voladores de lo habitual. Incluso le pareció que algunos les estaban persiguiendo… 

—¿Los insectos nos localizaron solo con el sentido del olfato? —dijo Sendor, asombrado, casi incrédulo. 

—Al parecer su olfato es muy desarrollado —explicó Alisa—. Tal vez ya lo sepan, pero cada persona emana un olor en particular. Los insectos de Vork conocen el “olor” de cada persona del Batallón 42. Cuando ustedes huyeron del White Darkness, Vork envió a una gran cantidad de sus insectos a buscarlos… 

—¿Siguieron nuestro rastro? —preguntó Fran. 

—Solo parcialmente —dijo ella—. A pesar de que los insectos mágicos de Vork tienen un excelente sentido del olfato, el White Darkness se percató de su huída solo hasta el tercer día. Ese tiempo fue suficiente para que la lluvia y el viento eliminaran su rastro en la mayor parte de lugares por el que pasaron, pero no todos… Fue por esta razón que los insectos se tardaron dos largos meses en encontrarlos. Aunque bueno, parte de eso se debió a que ustedes fueron a esconderse a un lugar al que nadie esperaría… 

—Demonios —escupió Sendor—. Si no hubiese sido por esos malditos insectos de Vork, ¡jamás nos hubieran encontrado! 

Raidel recordó haber leído alguna vez que las abejas suelen buscar alimento guiándose por su sentido del olfato. 

—Si así son las cosas, entonces los insectos de Vork nos encontrarán a donde sea que vayamos —dijo el muchacho con un tono afligido en la voz—. ¡No hay escapatoria!

—Normalmente no la habría —concedió Alisa—. Pero no se preocupen. Yo tengo la solución. 

A continuación ella rebuscó algo en su Bolsa Interdimensional y luego sacó una botella de tamaño medio, la cual contenía un líquido extrañamente amarillento. 

—¿Qué diablos es eso? ¿Tu orina? —dijo Raidel.

Ella tuvo que contener el impulso de darle una patada y arrojarle al abismo. 

—Unas pocas gotas de esto es suficiente para eliminar por completo el olor corporal característico de cada persona por varios días —explicó Alisa, alzando la botella en lo alto para que todos pudieran verla—. ¡Si usamos esto los insectos de Vork no podrán encontrarnos!

—¡Diablos! ¿Y ahora lo mencionas? —dijo Sendor, sin saber si sentirse feliz o furioso—. ¿Por qué no lo dijiste en un principio? Si hubiéramos eliminado nuestro olor antes de salir del campo de batalla...

—Ah, tengo una mejor idea —dijo ella con una sonrisa. A continuación se giró hacia Fran y dijo—: Creo que esta distancia ya es suficiente. Haz que el pterodáctilo aterrice. 

—¿Qué? 

—Les explicaré mi plan —dijo ella—. Ahora mismo, los insectos de Vork deben estar siguiendo nuestro rastro. Pero a esta distancia en la que nos encontramos ahora, ninguno de esos bichos debería llegar en unas cuantas horas. Así que tenemos tiempo de sobra para aterrizar y cambiarnos de ropa. En mi bolsa tengo suficientes túnicas mágicas. Luego de eso pondremos nuestras viejas ropas sobre el pterodáctilo y le diremos que continúe su trayecto hasta donde pueda. De esa forma los insectos de Vork pensarán que nosotros seguimos con el pterodáctilo. Y una vez llegados a este punto, nosotros haremos uso de esta poción mágica para quitar el olor corporal y continuaremos nuestro recorrido por otro trayecto. 

—No avanzaremos mucho si caminamos —dijo Fran luego de una corta pausa. 

—Oh, no caminaremos —dijo ella—. Le pediremos ayuda a Sendor. 

—¿Que yo qué? 

—De seguro podrás crear un animal volador con el cual podamos escapar todos nosotros, ¿no?

—Ehh, puedo intentarlo —replicó él, algo nervioso. 

—Recuerda que, si por algún error tuyo, tu animal desaparece repentinamente en medio vuelo, todos nosotros caeremos al suelo desde una distancia que probablemente sea de más de cincuenta metros de altura… 

Sendor tragó saliva. Una capa de sudor frío se  le formó en la frente. 

Fran sonrió. 

—Hagámoslo —dijo, mientras le decía al pterodáctilo por señas que aterrizase sobre el suelo. 

El animal recibió la señal y empezó a descender. 

Por su parte, Raidel seguía mirando la botella que Alisa tenía en las manos con una expresión de asco en la cara.

—¿Estás segura que esa no es tu orina? 

Esta vez Alisa no se pudo contener y le propinó una fuerte patada en la cara. 

Raidel no pudo mantener el equilibrio y cayó del pterodáctilo al suelo mientras gritaba estrepitosamente:

—¡Mierdaaaaaaaaaaaaaaa! 

—¡Oh, Raidel! —exclamó Keila, cubriéndose la boca con ambas manos. 

—No te preocupes —dijo Alisa con una sonrisa de gran satisfacción en el rostro—. Él sobrevivirá… o eso creo. 

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