✡ CXCII
Capítulo 192: Batalla
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Alisa pudo derrotar a Zoden solo porque había memorizado con gran exactitud cual era la máxima velocidad de éste cuando se enfadaba. Después de todo, ella había sido parte del Equipo Zero por tres meses. Había tenido tiempo suficiente para observar minuciosamente a Zoden, descubrir sus debilidades y pensar en cómo derrotarlo.
No le fue muy difícil descubrir que cuando él se enfadaba de manera excesiva en alguna batalla, se dirigía hacia el enemigo a una velocidad que era mucho mayor a su velocidad normal.
En un principio Alisa había pensado que eso no era ninguna debilidad, sino más bien una fortaleza, pero luego de unas pocas semanas de observación descubrió algo más: Cuando Zoden se enfadaba, entraba en un estado embrutecido en el que su mente normalmente fría y calculadora se iba a la basura, por lo que él atacaba a los enemigos usando simplemente la fuerza bruta, sin ninguna clase de plan ni estrategia en mente. Era como si él se transformara en alguna clase de robot automáta.
Cada vez que se enfadaba, Zoden atacaba de frente, en vez de usar la cabeza para planear una buena estrategia de ataque. Era cierto que en ese estado sus ataques eran más devastadores de lo normal... pero a la vez eran demasiado obvios, puesto que sus golpes siempre llegaban de frente. Además, cada vez que atacaba dejaba una brecha bastante amplia en su defensa. Aquello era muy tonto de su parte.
Y por lo que había llegado a ver Alisa, eso sucedía siempre que él se enfadaba. Siempre.
Aunque lo más importante de todo era que la velocidad del Zoden enfadado aumentaba tanto que Alisa sabía que él no sería capaz de detenerse a último segundo si algo impredecible llegaba a suceder.
Y así fue como a ella se le había ocurrido la idea de utilizar el mítico Escudo-Espejo de Haldon para derrotarlo.
Lo primero que ella había hecho fue memorizar la velocidad de Zoden. Luego había practicado mucho su dominio sobre el Xen para sacar el Escudo-Espejo de la bolsa interdimensional en el menor tiempo posible.
Alisa sabía que Zoden era tan rápido que ella ni siquiera era capaz de verlo, mucho menos podría mover un dedo antes de que Zoden llegara hasta ella. Sin embargo eso no importaba en lo absoluto porque aunque no pudiera verlo, Alisa sabía que él lo atacaría de frente, tal y como siempre hacía cuando entraba en su estado embrutecido. Además ella había notado que cuando Zoden se enfadaba, siempre mostraba los dientes como un perro rabioso una milésima de segundo antes de lanzarse al ataque.
Sabiendo cuál era la velocidad exacta de Zoden y sabiendo cuánto tiempo se demoraba ella en sacar el Escudo-Espejo de la bolsa interdimensional, Alisa estaba segura que podría derrotar a Zoden. Solamente tendría que hacerlo enfadar. Y en el mismo instante en que él muestre sus dientes como un perro rabioso, ella debía empezar a sacar el Escudo-Espejo a la máxima velocidad que era capaz. De esa forma terminaría de sacarlo en cuanto Zoden ya estuviera frente a ella, a punto de golpearla.
Pero lo que golpearía sería al Escudo-Espejo.
Sin embargo, había que aclarar que esa estrategia solo funcionaría si Zoden se encontraba a unos diez metros de distancia de ella como mínimo... aunque eso no sería ningún problema teniendo en cuenta que la mayoría de guerreros que ella conocía (Zoden incluido) guardaban una distancia prudente entre ellos y los enemigos antes de que el combate diera inicio.
Alisa sabía que su estrategia era infalible. Esta era la mejor manera y la más sencilla de deshacere de ese bastardo de Zoden.
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Empuñando ambas espadas de viento, una en cada mano, Keila parecía invencible.
A pesar de que las hojas de aquellas armas eran tan increíblemente largas, llegando a medir siete metros de extensión, no pesaban nada; nada en lo absoluto. Esa era una de las mayores ventajas de las espadas mágicas, o también conocidas como espadas elementales.
Las hojas de viento eran casi transparentes; tan imperceptibles que apenas y se podía distinguir sus contornos. Sus filos eran extremadamente cortantes como las espadas de Lythion o tal vez incluso más.
A Raidel le pareció por un momento que Keila había nacido para empuñar aquellas armas. La destrucción y devastación que ella dejaba a su paso no tenía precedentes. Los Golems eran despedazados de cinco en cinco, y sus enormes trozos de piedra caían a su alrededor como si un huracán de proporciones descomunales se hubiera desatado en el campo de batalla. Sin embargo ¡no era huracán, sino Keila!
Hasta el día de hoy, sus armas principales siempre habían sido dagas pequeñas (pero mortíferas). Keila prefería las armas pequeñas por encima de cualquier otra cosa, ya que con ellas podía aprovechar al máximo su gran velocidad y agilidad. Sin embargo, las dagas tenían una enorme (y bastante obvia) debilidad: eran de corto alcance.
Por otro lado, las Espadas de Viento reunían lo mejor de cada estilo de pelea. Eran armas cuyo alcance era al menos tres veces más largo que cualquier arma “no-mágica” que el muchacho hubiera visto jamás. Además ¡no pesaban nada! Pero quizás el detalle más interesante era que el propio portador podía cambiar el tamaño de la hoja a su gusto y cuando quisiera.
Sin duda, eran las armas perfectas para Keila… Y ella parecía estar de acuerdo porque tenía una gran sonrisa en el rostro mientras destrozaba a los muñecos de piedra uno tras otro e intentaba abrirse camino hacia Dogus.
A Sendor, por su parte, no le sentaba nada mal la espada de fuego. Tenía bastante estilo… aunque la primera vez que blandió la espada casi se chamusca él mismo.
Raidel corrió a ayudarlos.
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Rosana se había quedado tan perpleja por este repentino giro de acontecimientos que ni siquiera se dio cuenta de que había aflojado el abrazo mortal que le estaba aplicando al cuerpo de Fran.
El líder aprovechó esta oportunidad para recubrir su puño con Xen y propinarle a su rival un rápido y potente golpe de revés.
Ella apenas vio llegar el ataque, pero, para su desgracia, no logró esquivarlo a tiempo, por lo que el contundente golpazo acabó impactando en la parte derecha de su rostro, rompiéndole el pómulo en el acto y arrojando su cuerpo varios metros hacia atrás.
Soltando un quejumbroso gemido de dolor, Rosana se tambaleó unos pasos y cayó de bruces al suelo, haciendo que su herido rostro se golpeara otra vez.
Con una radiante sonrisa en el rostro, Fran recogió su Arma Maldita del suelo y la empuñó con fuerza.
—Este es tu fin, Rosana —dijo mientras se relamía los labios. Iba a disfrutar esto como nunca antes.
Sin embargo, en menos tiempo de lo que a él le hubiera tomado parpadear, Rosana se puso de pie.
Fran no pudo evitar retroceder un paso de manera instintiva ante el horror que mostraron sus ojos. Él había visto a Rosana enfadada en numerosas ocasiones, pero nada se comparaba a esto. El rostro de aquella mujer estaba ahora tan rojo como un hierro candente, y las facciones de su cara retorcidas en una mueca de cólera infinita. Sus frenéticos y desquiciados ojos fueron a clavarse sobre Fran como estacas.
—¿Cómo te has atrevido a…? —exhaló ella en un murmullo mortífero y venenoso; un murmullo apenas audible. Luego guardó silencio y apretó fuertemente las mandíbulas. Era como si la desbordante rabia que se había apoderado de su cuerpo no le hubiera permitido acabar aquella frase.
A varios metros a la distancia, Alisa presintió lo que sucedería a continuación, así que concentró una gran cantidad de Xen en sus talones y, de un gran salto, se lanzó rápidamente hacia ambos combatientes. Esto sucedió apenas un segundo antes de que Rosana decidiera que Fran ya no le era de utilidad, por lo que arremetió contra él, dispuesta a arrancarle la cabeza con un único y contundente golpe.
Alisa cayó entre ambos justo a tiempo para recibir el salvaje puñetazo enemigo.
Una vez más, Rosana había estado tan cegada por la furia que no había visto al enemigo sino hasta el último segundo.
Soltando una estrepitosa maldición, Rosana intentó detener su ataque, pero éste llevaba tanta potencia y estaba tan cerca de Alisa que simplemente no pudo hacerlo a tiempo, por lo que su puño impactó de lleno contra el escudo en forma de caparazón.
Al instante siguiente Rosana recibió una especie de impacto invisible tan poderoso que ella salió despedida por los aires, a unos treinta metros hacia atrás. A continuación cayó al suelo con un chirriante crujido y se quedó allí tendida como un muñeco de trapo, sin hacer movimiento alguno.
Fran observó a Alisa por un rato. ¿Desde cuando ella estaba de su lado? ¿Tal vez desde el principio? ¿Quizás todo esto había sido parte de su plan?
El líder entrecerró los ojos al fijarse que Alisa estaba llevando las Hachas Malditas del difunto Zoden en su espalda… Vaya que ella iba en serio. Parecía como si tuviera más deseos de aniquilar a todos los miembros del Equipo Zero que ningún otro.
Al parecer, Zoden había soltado las hachas tras el brutal golpe que acabó con su vida, por lo que Alisa aprovechó la oportunidad para ir a recogerlas.
La muchacha dio media vuelta y le entregó el escudo a Fran.
—Algo me dice que tú le darás más utilidad a este escudo que yo —dijo con una pequeña sonrisa.
Fran observó su rostro con cierta tristeza. Después de dos meses, Alisa todavía tenía el moretón de color púrpura en su ojo derecho, producto del golpe que él había tenido que darle para derrotarla. La herida ya casi estaba curada, pero seguía siendo visible… Un profundo sentimiento de culpa le recorrió la espalda a Fran en forma de estremecimiento. No recordaba haberse sentido así de culpable desde hacía… ¿cuánto tiempo? ¿Años?
Sin embargo, el moretón en el ojo no era nada en comparación con las otras heridas que ella llevaba encima, cientas de ellas. No era como si esos bastardos del Equipo Zero la hubieran estado entrenando, sino más bien torturando: una tortura de a muerte.
Fran cogió el escudo que ella le estaba entregando. Era enorme, alargado, rectangular y tenía la extraña forma de un caparazón de tortuga. Debía medir un metro y medio de largo.
El líder se sorprendió cuando lo levantó, ya que este era extremadamente liviano, teniendo en cuenta su gran tamaño.
Aunque lo más asombroso no era su ligereza, sino las extraordinarias cualidades mágicas que poseía. Fran sabía que aquel escudo “repelía” todos los ataques que le llegaban; cualquier clase de ataque. Los rechazaba por completo, pero no solo los rechazaba, sino que los “reflejaba” hacia el atacante. Por ejemplo, Zoden debió haber golpeado el escudo con una fuerza de “100 GN”. De modo que el escudo “reflejó” dicho ataque y golpeó a Zoden con la misma fuerza de “100 GN”.
Efectivamente, aquel escudo era extraordinario hasta para ser el objeto mágico de clase alta que era.
—¿Cómo fuiste capaz de robarlo? —dijo Fran con los ojos brillantes del asombro.
—Oh, ya habrá tiempo para hablar sobre ello. Lo importante ahora es matar a todos estos cabrones. —Cuando ella se fijó en Rosana, la sonrisa de su rostro se hizo más amplia—. Dulce, dulce venganza…
Fran observó por un momento las quemaduras que llevaba Alisa… Se preguntó si Rosana habría tenido algo que ver con eso…
—Hora de terminar con este juego —murmuró Alisa, mientras descolgaba ambas Hachas Malditas y agarraba las empuñaduras con gran fuerza, una en cada mano.
A continuación y por unos instantes, ella sintió una especie de corriente eléctrica recorrer su cuerpo de pies a cabeza. Era como si las Hachas Malditas estuvieran examinando el poder y la habilidad de la nueva portadora.
Después las armas empezaron a ronronear y a estremecerse en las manos de Alisa: Estaban sedientas de sangre.
—No se preocupen, ustedes quedarán más que satisfechas luego de despedazar a todas estas apestosas masas de carne que solo sirven para gastar oxígeno —dijo Alisa. Se preparó para lanzarse contra el enemigo, pero Rosana actuó primero.
La mujer de cabello rosa soltó un agudo y retumbante grito de rabia. Un segundo más tarde, se puso en pie de un simple movimiento. Llenó los pulmones de aire y luego escupió un manto de lava hacia los cielos; un manto de lava tan increíblemente denso y extenso que cubrió el cielo en un diámetro de veinte metros a la redonda, haciendo que Fran y Alisa, quienes se encontraban abajo, quedaran con las bocas abiertas del asombro. ¡Era como si un maldito volcán hubiera erupcionado de repente!
A continuación el manto de lava empezó a caer al suelo, sobre las cabezas de ambos compañeros.
—¡Mierda! —gruñó Alisa, mirando de un lado a otro. Nunca debieron haber subestimado a Rosana. Su manto de lava era tan increíblemente extenso que ellos no podrían huir a tiempo. No podrían escapar ni aún haciendo uso de todo su Xen para desplazarse más rápido.
Pero Fran sabía perfectamente lo que tenía que hacer. A dos segundos antes del impacto, él colocó su Escudo-Espejo sobre la cabeza de Alisa.
—¡NOOO! —gritó ella al ver que Fran se había quedado afuera del escudo, completamente desprotegido. Pero al instante recordó con gran alivio que él también controlaba la lava, por lo que ésta no podía ocasionarle ningún daño.
Rosana compuso una gran sonrisa al ver que su lluvia de lava había caído de lleno sobre sus enemigos. Pero la sonrisa se le desvaneció de manera inmediata cuando notó que un destello dorado empezó a dirigirse hacia ella a toda velocidad.
Era Alisa.
Cuando la capa de lava había terminado de caer sobre ambos compañeros, Alisa se lanzó inmediatamente contra el enemigo con una ferocidad mucho más marcada de lo que era habitual en ella. Prefirió actuar rápido ya que sabía que la sorpresa era su mayor ventaja.
Alisa salió disparada contra Rosana a tal velocidad que, en apenas un segundo, ya estaba frente a ella. A continuación blandió las Hachas Malditas contra su rosada cabeza, intentando que su ataque fuera tan rápido como un rayo… y de hecho lo fue.
Pero para Rosana la velocidad de un rayo era bastante… lenta.
Antes de que las hachas pudieran impactar contra su cabeza, Rosana alzó una pierna y le propinó a su enemigo una demoledora patada frontal que acabó impactando contra su pecho.
Aquel sí que había sido un ataque veloz. Es más, fue tan veloz que Alisa ni siquiera supo qué fue lo que lo golpeó. Simplemente sintió un impacto tan devastador chocar contra su frágil cuerpo que por poco pierde la consciencia. Fue a causa de semejante colisión que ella salió arrojada quince metros hacia atrás.
Su cuerpo no pudo evitar dar innumerables vueltas y tumbos en los aires mientras empezaba a caer estrepitosamente hacia el suelo cubierto de lava, como una mosca a la que acaban de propinar una bofetada.
—¡Alisa! —exclamó Fran, dando un gran salto hacia su dirección.
Afortunadamente él llegó justo a tiempo para tomarla en sus brazos y así evitar que Alisa tuviera una horrible muerte al caer al suelo cubierto de lava.
Pero lejos de estar feliz por eso, él parecía más bien enfadado.
—¿Se puede saber qué diablos intentabas hacer? —dijo con un tono protector, casi paternal.
Alisa se fijó en que, a la altura del pecho, una buena parte de su armadura del White Darkness se encontraba agrietada y resquebrajada a causa del ataque que había recibido por parte de Rosana… Si ella no hubiera llevado su armadura en ese momento, la patada sin duda la habría matado en el acto.
—Lo lamento —murmuró ella, desviando la mirada hacia otro lado. Parecía que se sentía algo culpable—. Era la mejor oportunidad para atacar… tuve que aprovecharla...
—Niña tonta —suspiró Fran—. Ya debes saber que a ella no se le puede derrotar tan fácilmente… No vuelvas a actuar por tu propia cuenta.
—Rosana habría muerto si tan solo yo hubiera podido rasgarle la piel con estas hachas… Así de poderosas son —dijo mientras bajaba la mirada para observar las doradas armas que aún tenía en las manos. Las estaba sujetando con tanta fuerza que sus dedos estaban temblando ligeramente. A Fran le sorprendió que no las hubiera soltado tras el ataque de Rosana. Sin duda tenía más deseos que nadie de aniquilar al enemigo.
Alisa soltó una especie de resoplido antes de añadir:
—Por cierto, ¡no me trates como a una niña! No eres mi padre, ¿sabes?
Fran esbozó una pequeña sonrisa.
—Ya te lo he dicho, Ali. No importa cuántas veces rechaces mi ayuda o intentes hacerme a un lado, yo siempre estaré allí para protegerte. Que no te quepa ninguna duda.
Ella no pudo ocultar la sonrisa de alivio y felicidad que mostró su rostro. Sin duda, las palabras de Fran la habían reconfortado de gran manera, por más que ella intentara negarlo. La verdad era que en estos dos últimos meses Alisa había extrañado a su verdadero equipo como a ninguna otra cosa en el mundo. Ahora que por fin estaba nuevamente con ellos era como haber vuelto a casa…
—Es bueno estar en casa, ¿no? —dijo el líder con otra de sus cariñosas sonrisas. Parecía que le había leído la mente a su compañera.
—No balbucees sandeces, Fran —replicó ella, devolviéndole la sonrisa—. ¿Volver a casa? No sé de qué diablos estás hablando.
Fran soltó una risotada. Él también la había extrañado mucho. Alisa tenía una personalidad única… Y si bien Fran no sabía por qué ella se había quedado en el White Darkness, nunca, ni por un segundo, consideró la posibilidad de que ella fuera a traicionarlos realmente…
—Emm… ¿entonces ya me bajarás? —dijo ella.
Fran vio que Alisa estaba algo incómoda en sus brazos.
—Oh, claro, por supuesto.
Con tres grandes saltos, el líder se desplazó unos cincuenta metros y luego se detuvo en una parte del suelo donde ya no había lava.
Alisa se bajó.
Un bufido colérico se hizo escuchar en la lejanía.
—Después de todas las semanas que invertí en entrenarte, ¿tú me pagas con esto? —exclamó la rabiosa voz de Rosana.
Alisa bajó la mirada por unos instantes para fijarse en las quemaduras que tenía en sus brazos. Luego dijo:
—Sí, te pagaré por haberme “entrenado” —sonrió—. Te pagaré con la muerte. Eso es lo menos que se merece una basura como tú. —A continuación se giró hacia Fran para decir—: ¿Ahora cuál es el plan?
El líder, quien hace un minuto atrás había guardado sus armas en la Bolsa Interdimensional para rescatar a Alisa, volvió a sacarlas. Agarró el Escudo-Espejo en su mano izquierda y su Espada Maldita en la derecha.
—Yo lucharé con ella —declaró él, bastante serio—. Tú puedes ir y ayudar a los demás. Con tu apoyo podrán derrotar a Dogus rápidamente. Probablemente no les llevará más de tres minutos. Luego podrán venir a ayudarme.
Alisa conocía a la perfección el enorme poder de Fran (o si no preguntenle a su ojo derecho). ¡Además él tenía el Escudo-Espejo y la Espada Maldita de su lado! Pero aún con todo, Alisa tenía sus dudas de si él podría resistir tres minutos en un combate uno vs uno contra la bestia infernal de Rosana. Si ella decidía luchar en serio desde el principio, entonces probablemente Fran no duraría ni un minuto antes de que Rosana le destripara las entrañas…
—Me quedaré —dijo Alisa con obstinación—. No puedes impedir que te ayude.
Fran sabía lo testaruda que era. No podría hacerla cambiar de opinión ni aún en un millón de años. Así que no le quedó más opción que aceptar.
—Solo ataques de larga distancia —le recordó Fran.
—Pateemos el culo a esa malnacida —sonrió Alisa, alzando las Hachas Malditas en una postura de pelea tanto defensiva como ofensiva.
Rosana dio un paso al frente.
—Fran —dijo ella con una marcada tristeza en la voz; una tristeza fingida. Alzó una mano para tocarse el pecho—. ¡Me has roto el corazón! ¡Yo te amaba, pero tú intentaste matarme en más de una ocasión! No sabes lo angustiada que estoy... ¿Qué crees que deba hacer? —Hizo una breve pausa para observar a Fran, como si esperara una respuesta. Pero como él no dijo nada, Rosana esbozó una macabra sonrisa y añadió—: No sé qué pienses al respecto, pero yo tengo la solución. En vista de que tú me has roto el corazón, entonces yo haré lo mismo contigo. —Los dedos de su mano derecha se retorcieron siniestramente como si una araña estuviese sufriendo convulsiones—. Te romperé el corazón; Te lo arrancaré del pecho con mis propias manos…
Llegados a este punto, su monstruosa sonrisa se había ensanchado en su rostro hasta alcanzar proporciones demenciales. Ahora su rostro se asemejaba al de un horrible muñeco de terror sacado de la pesadilla de un niño.
Fran pareció estremecerse. La última vez que él había visto a Rosana componer esa espantosa expresión no había sucedido nada bueno…
Alisa tenía la boca seca. Esta vez no había ninguna duda de que Rosana lucharía en serio...
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La Espada de Rayo era extraordinaria. Tal y como las demás armas elementales que había traído Alisa, no pesaba nada en lo absoluto. Era una espada tan increíble que incluso el propio Raidel, quien la estaba empuñando, estaba algo atemorizado por el simple hecho de usarla. Su hoja de rayo, en su potencia máxima, era suficiente para pulverizar cualquier tipo de roca que estuviera en contacto con ella. Él no se quería ni imaginar qué podría hacerle un arma como esa al cuerpo humano. Si por algún error la hoja tocaba la piel del muchacho, él moriría en un instante, por lo que, en vez de lanzarse de lleno contra toda la horda de criaturas enemigas, él prefirió solo por esta vez mostrarse más cauteloso. De modo que, en vez de abalanzarse contra cincuenta, solamente lo hizo contra diez.
Teniendo en cuenta que la espada de rayo pulverizaba por completo a los Golems de piedra con solo tocarlos, la hoja debía de estar funcionando a un millón de voltios como mínimo.
Al poco tiempo, Raidel empezó a sentirse excesivamente agotado sin ningún motivo aparente. Pero luego recordó que uno tenía que transferir una gran cantidad de energía a aquellas armas para que pudieran funcionar. Y como cabría esperar, la Espada de Rayo consumía muchísima más energía que la Espada de Viento, por lo que Raidel solo podía hacer que su hoja tuviera un tamaño máximo de un metro de largo. Sin embargo, aquella arma era tan mortífera que eso era más que suficiente para despedazar a los monstruos de piedra como si éstos no fueran más que simples hormigas.
Raidel y Keila destruían a los Golems de cinco en cinco. Sendor, en cambio, era más lento, pero mientras más se acostumbraba a usar la espada de fuego, sus progresos eran mayores.
—¡Idiotas! —rugió Dogus con los puños bien cerrados de la exasperación—. ¿Acaso creen que unas escorias como ustedes pueden derrotarme? ¡Los mataré con mis propias manos!
Con su espada de rayo, Raidel le propinó una estocada en el torso al Golem que tenía más cerca. Ese único golpe había sido suficiente para que la potentísima electricidad desmenuzara todo su cuerpo hasta convertirlo en polvo. Acto seguido el muchacho observó a Dogus y no pudo evitar que sus labios esbozaran una amplia sonrisa.
Las acciones de Dogus no coincidían con sus palabras.
—Sí, sí —dijo Raidel en tono burlón—. Desde el principio no has parado de balbucear tonterías acerca de que vas a matarnos tú mismo, pero ¿qué has hecho al respecto? Solo esconderte detrás de tus horribles muñecos de piedra. ¿Qué clase de cobarde se supone que hace eso?
Bien atrás en la distancia, Dogus soltó una sonora maldición. Estaba rojo de la furia.
—¡Maldito niño, machacaré esa cara burlona y arrancaré todas las extremidades de tu cuerpo!
Keila había aprovechado la repentina distracción de su enemigo para alzar un enorme muro de tierra sólida detrás de él y golpearlo fuertemente con éste.
Dogus emitió un débil gemido de dolor y cayó de bruces al piso, golpeándose fuertemente el rostro contra el empolvado suelo. El impacto fue tan estrepitoso que él se torció el tabique nasal en el acto.
—Vaya, quién terminó con la cara machacada parece que fue otro después de todo —se burló Raidel. Mientras él decía estas palabras, Dogus seguía en el suelo, aullando del dolor y agarrándose la nariz con ambas manos. Un reguero de sangre color escarlata se le escurría entre los dedos.
Keila dejó caer el enorme muro de tierra sobre él. Y en cuanto lo hizo, los aullidos de Dogus cesaron por completo y el ambiente quedó en un silencio sepulcral. Los muñecos de piedra dejaron de moverse por completo.
—¡Ganamos! —exclamó Sendor, alzando los brazos al cielo en señal de victoria—. ¡Benditos sean los dioses, hemos ganado!
En respuesta a eso y de manera repentina, el muro de tierra se rompió en mil pedazos, esparciendo los pedazos por los alrededores.
Dogus se puso inmediatamente de pie. Todos pudieron observar que se encontraba sudoroso y agitado. Un pequeño chorro de sangre seguía emanando de su nariz rota, manchando de rojo su boca, mandíbula y cuello. La expresión en su rostro no podía reflejar una rabia más elevada.
—¡MALDITOS! —rugió ensordecedoramente—. ¡LOS MATARÉ A TODOS AHORA MISMO!
Al instante siguiente, alzó una mano y creó más monstruos de piedra.
Raidel y los demás vieron con gran sorpresa que él había superado sus límites.
Anteriormente, Dogus solo había podido crear hasta cincuenta Golems al mismo tiempo.
Pero ahora habían cien.
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Tal y como Alisa había pensado, Fran no era rival para Rosana, ni siquiera teniendo la Espada Maldita y el Escudo-Espejo de su lado. Si no fuera por la ayuda que le proporcionaba Alisa, la mujer de cabello rosa ya lo hubiera matado hace rato.
Fran intentaba bloquear todos los ataques que le llegaban con el escudo, mientras usaba su Espada Maldita para lanzar veloces tajos y estocadas cuando ella se acercaba.
Pero Rosana era tan endemoniadamente rápida que lograba esquivar tanto la espada como el escudo para así golpear a Fran en el rostro.
Rosana estaba usando Xen en sus puños, por lo que sus golpes eran tan contundentes que la fuerza del impacto por sí sola era suficiente para empujar a Fran varios metros hacia atrás.
Afortunadamente, él protegió su rostro con una gran capa de Xen protector. Si no lo hubiera hecho, Rosana sin duda le habría perforado la cabeza con el primer golpe.
En estos pocos minutos que había durado la batalla, él había recibido unos veinte golpes como mínimo. Parecía mucho, pero teniendo en cuenta el furioso vendaval de puñetazos que Rosana lanzaba a cada segundo, veinte era una cantidad mínima. Fran había esquivado o desviado todos los demás cientos de golpes, y hasta ahora solamente había logrado bloquear dos con el Escudo-Espejo. Como era de esperarse el impacto de aquellos dos golpes había rebotado hacia Rosana, empujándola unos metros hacia atrás y dejándola aturdida por unos breves instantes.
Fran aprovechó esos breves instantes para lanzarse al ataque, procurando ser lo más rápido posible.
Haciendo uso de una velocidad sin precedentes, él alzó su brazo derecho y lanzó una estocada mortal contra la cabeza de su oponente.
Fran estaba tan concentrado en intentar que su ataque fuera lo más rápido posible que había descuidado su defensa. Sin importar qué tan veloz fuera él, Rosana siempre estaba un paso por delante.
Alisa no logró ver qué clase de ataque había realizado esa mujer. Lo único que pudo distinguir fue una especie de destello chocar atronadoramente contra el pobre rostro de Fran.
En esta ocasión, la fuerza del impacto había sido tan tremenda que el líder salió disparado hacia atrás como un muñeco de trapo, cayendo al suelo y rodando veinte metros por los suelos hasta que finalmente se detuvo tras chocar contra un tronco caído.
Rosana se abalanzó contra él con los dedos de las manos engarfiados como si fuesen garras. Por lo visto, cuando dijo que quería arrancarle el corazón del pecho, hablaba muy en serio después de todo.
Alisa actuó de manera inmediata: Agarró las Hachas Malditas con fuerza y las blandió repetidamente en el aire, en dirección hacia Rosana.
Sus movimientos provocaron ráfagas de viento cortantes en forma de boomerang que se desprendieron de las hachas y se dirigieron a gran velocidad hacia Rosana. Por cada vez que Alisa blandía sus hachas en el aire, creaba una nueva ráfaga de viento cortante.
Al cabo de unos instantes habían tantas ráfagas de viento cruzando los aires en dirección hacia el objetivo que Rosana no tuvo más opción que retroceder, más rabiosa que nunca.
Una de las cualidades más increíbles de aquellas hachas era que podían crear ráfagas de viento cortantes. Las ráfagas de viento eran casi transparentes. Apenas se las podía ver. Tenían forma de disco o boomerang. Y su tamaño variaba dependiendo de la energía que el portador transfiera a las hachas. Aunque en este caso, el tamaño promedio de cada ráfaga de viento era de unos cinco metros de largo.
De un solo salto, Rosana retrocedió treinta metros para así poder esquivar el medio centenar de ráfagas que habían sido arrojadas hacia su dirección. Ella sabía que si una de aquellas ráfagas la alcanzaba, podría perder una extremidad o algo mucho peor, así que prefirió no arriesgarse.
Por su parte, Alisa usó el reverso de la mano para limpiarse la gran capa de sudor que le surcaba la frente. Ella intentaba ocultarlo, pero se encontraba tan exhausta que estaba al borde del desmayo. No sabía cuánto tiempo más podría seguir luchando. La visión se le estaba poniendo borrosa y el corazón le martilleaba en el pecho con tanta fuerza e intensidad que ella sentía los latidos en la garganta. Aquellas Armas Malditas consumían su energía a una velocidad increíblemente rápida. A este paso no iba a poder mantener la consciencia ni cinco minutos más.
Pero pese a todo, Alisa se permitió esbozar una pequeña sonrisa. Estaba feliz de haber podido salvar a Fran… otra vez.
Resultaba que ella ya le había salvado la vida cuatro veces en lo que iba del combate. Cada vez que Fran estaba en problemas, Alisa blandía las hachas para crear ráfagas de viento y así ahuyentar a la condenada de Rosana.
Fran no permaneció mucho tiempo en el suelo. Con movimientos lentos que reflejaban gran agotamiento, él se puso de pie. Alzó el escudo con una mano y Tharot con la otra.
—¿Qué esperas, mujer? —jadeó, bastante agitado. Estaba algo tambaleante. Parecía que apenas podía mantenerse en pie—. ¡Esto todavía no se termina! ¡Seguiré luchando hasta la muerte!
A Alisa casi se le escapa una lágrima al escuchar sus palabras. Ella sabía que escapar vivos de ésta iba a ser casi imposible. Sus oponentes eran simplemente demasiado poderosos… Pero Fran no se rendía. Nunca lo hacía. Aunque las posibilidades de vencer fueran de cien a uno, él jamás tiraba la toalla. Su conducta era digna de admirar.
Rosana iba a emprender nuevamente el ataque, pero entonces un extraño acontecimiento tuvo lugar; algo que llamó su atención de inmediato.
Al menos un centenar de bolas de ácido de color verdoso estaban cruzando los cielos en dirección hacia… Alisa.
—¡CUIDADO! —rugió Fran por todo lo alto.
Si no hubiese sido por su advertencia, ella no se habría percatado del ataque enemigo, ya que los proyectiles habían sido arrojados hacia su espalda.
Alisa dio media vuelta y soltó una maldición al ver la inmensa cantidad de bolas de ácido que estaban tras ella. Recubrió su cuerpo con una gruesa capa de hielo y, con un ágil movimiento, ella se agachó y rodó por el suelo para esquivarlas. Los proyectiles caían a su alrededor como si fueran las gotas de agua de un diluvio, formando pequeños agujeros en el suelo, allí donde caían.
Ella no dejó de moverse ni de dar volteretas en ningún momento; siempre fijándose en los proyectiles para así poder esquivarlos.
Fran estaba impresionado de su habilidad. ¿Desde cuando ella era tan ágil? Sin embargo, y de un segundo a otro, su expresión de sorpresa dio paso a una mueca de horror.
La mano izquierda de Alisa había sido alcanzada por una bola de ácido, lo que hizo que ella soltara un fuerte alarido de dolor y casi cayera al suelo.
Una vez que todos los proyectiles impactaron contra el suelo, ella cayó al piso y se agarró fuertemente la herida que tenía en la mano, sin dejar de emitir fuertes gruñidos.
Si ella no hubiera protegido su piel con una capa de hielo, su mano habría quedado completamente… derretida. Pero en lugar de eso, su piel solo estaba algo ennegrecida, nada más.
Los proyectiles de ácido habían acaparado toda la atención de Fran que fue recién ahora que él se dio cuenta de que Gador, el hombre de ácido, estaba corriendo hacia Alisa tan rápido como sus débiles piernas se lo permitían. Dado que Alisa lo había apuñalado con una espada de hielo hace unos minutos atrás, Gador estaba perdiendo sangre a un ritmo acelerado. Sus ropas estaban empapadas de sangre y dejaba un rastro de sangre en el suelo, allá a donde fuera. Pero él seguía consciente y moviéndose. Parecía que la venganza era lo único que lo mantenía en pie.
—¡Maldita! —aulló con las facciones deformadas por una furia absoluta—. ¡Sabía que tú no eras de confiar! ¡Desde el principio supe que tramabas algo! ¡Ahora te llevaré conmigo al infierno!
—¡ALISA! —gritó Fran, presa del terror, pero justo en ese momento un segundo combatiente había aparecido en escena.
El inmenso lobo de Fran, a quien Gador había dejado inconsciente de un solo golpe hace veinte minutos atrás, apareció de repente y se abalanzó rápidamente hacia la espalda del enemigo. Antes de llegar a su presa, el animal abrió el hocico, mostrando sus enormes colmillos y extendiendo sus garras. A continuación cayó sobre Gador con un rugido estremecedor y empezó a despedazar la parte trasera de su cuello a mordiscos y zarpazos, derramando una lluvia de sangre y sesos por doquier.
Gador no tuvo la fuerza suficiente para luchar, ni siquiera para gritar por su vida. En menos de cinco segundos de que el lobo hubiera comenzado su ataque, Gador ya había muerto.
—Miserable bestia… —empezó a gruñir Rosana con una mirada asesina en los ojos. El tono de su voz era tan mortífero que Fran sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal—. ¡Te cortaré la cabeza!
Teniendo en cuenta esas palabras, nadie podría haber dicho que aquel lobo había pertenecido originalmente a Rosana…
Fran estaba preparado para ir y proteger a su mascota hasta la muerte si era necesario, pero en ese momento algo mucho peor que la furia de Rosana se hizo escuchar desde lo lejos:
—¡MALDITOS SEAN TODOS USTEDES; EN ESPECIAL ESA ESTÚPIDA NIÑA QUE NOS HA ENGAÑADO A TODOS! ¿CÓMO SE HA ATREVIDO A TRAICIONAR AL EQUIPO ZERO? ¿CÓMO SE HA ATREVIDO A GOLPEARME?
Todos alzaron la mirada para observar una oscura figura que estaba flotando por los aires. Su cuerpo se encontraba tan demacrado y ensangrentado que apenas pudieron reconocer de quién se trataba.
—¡ADEMÁS ESA MALDITA NIÑA ROBÓ MIS HACHAS MALDITAS! ¡ESTO ES IMPERDONABLE! ¡CORTARÉ TU PIEL EN RODAJAS CON UN TENEDOR Y TE SACARÉ LOS OJOS!
Raidel y los demás pudieron ver con gran horror que, efectivamente, Zoden seguía vivo.
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Con una furia desbordante, salvaje, la ensangrentada figura de Zoden se dirigió hacia Alisa para perpetrar su venganza, pero Sendor, Raidel y Keila dejaron de luchar contra Dogus para interponerse en su camino.
—Si piensas atacarla, tendrás que pasar sobre nuestros cadáveres —sonrió Raidel, alzando su Espada de Rayo.
—Que así sea —dijo Zoden, lanzándose al ataque.
Sus movimientos fueron tan rápidos que nadie pudo verlo. Primero descargó un gancho de izquierda descendente sobre la cabeza de Sendor, lo que hizo que este se desplomara inmediatamente en el suelo, inconsciente o muerto. Luego le propinó a Keila una patada en las costillas, rompiéndole seis de éstas a pesar de la gruesa armadura que ella llevaba puesta, debajo de una raída y deshilachada túnica.
Usando Xen en sus piernas para impulsarse sobre el suelo, Raidel dio rápido salto hacia Zoden con su Espada de Rayo en lo alto. Pero el muchacho no logró hacer nada más dado que, en apenas una milésima de segundo, un oscuro destello llegó hasta él y le golpeó en la sien, enviándolo a volar varios metros por los aires.
Y así fue como, de un instante a otro, los tres habían sido derrotados por un malherido Zoden.
El líder del Equipo Zero había sido tan rápido que a Fran le pareció que Raidel, Keila y Sendor habían caído al suelo al mismo tiempo.
Malherido o no, nadie fue rival para Zoden.
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Como si se tratase de una endemoniada ráfaga de viento que era movida únicamente por la cólera y el deseo de venganza, Zoden se lanzó contra Fran para asesinarlo a golpes, pero se detuvo en seco en cuanto observó el Escudo-Espejo que él estaba sujetando en las manos.
Fran sonrió, pensando que él se había acobardado, pero no había nada más lejos de la verdad.
Soltando un chasquido con la lengua, Zoden hizo un movimiento de manos y creó un enorme tornado de veinte metros de altura que se dirigió hacia Fran. Él intentó escapar, pero fue inútil. El tornado era mucho más rápido, por lo que acabó engulléndolo en cuestión de segundos.
Y por último Zoden se dirigió hacia Alisa, quien se puso de pie para enfrentarlo. Su mano izquierda, la cual se encontraba ennegrecida por el contacto con el ácido, estaba visiblemente temblorosa. Al parecer, Alisa no podía moverla porque solamente formó una espada de hielo en su mano derecha.
De un segundo a otro, Zoden apareció repentinamente frente a ella.
—No sé por qué has decidido traicionarnos, pero lo pagarás con la muerte.
Alisa soltó un gruñido y se lanzó al ataque, blandiendo su espada contra el enemigo.
Con tal facilidad como si estuviera luchando contra una hormiga, Zoden desvió el ataque. Luego le robó la espada de las manos como quien le roba un dulce a un niño pequeño, y con ella golpeó a Alisa en el torso, lo que hizo que ella emitiera un fuerte alarido de dolor y cayera al suelo.
Con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro, Zoden pisoteó el pecho de su rival. Luego colocó el filo de la espada de hielo sobre la garganta de Alisa.
—¿Qué prefieres que haga primero: que te saque los ojos o que te arranque la piel a rodajas?
Ella intentó luchar, intentó golpearlo, pero su cuerpo no le respondía. Ya no le quedaban fuerzas… Todo a su alrededor se estaba haciendo tan borroso y distante…
—Bueno, entonces te arrancaré la piel primero —dijo Zoden con una risita.
Alisa sintió como la espada de hielo que ella misma había creado le hacía un corte en el antebrazo izquierdo y luego bajaba hacia su mano.
Ella cerró los ojos y se resignó a morir. Pero entonces volvió a abrirlos en cuanto escuchó una voz gruesa y terrible resonar en la lejanía como un trueno y la cual decía:
—¡DETENTE AHÍ, MALDITO! ¡NO LA LASTIMES!
Zoden pareció estremecerse al escuchar aquella voz. Se dio media vuelta y paseó desesperadamente su mirada de un lado a otro.
—¿U-un demonio? —dijo con la voz ligeramente temblorosa. Parecía encontrarse algo tenso, casi asustado.
—¡TE MATARÉ, MALDITO! ¡LO HARÉ! —volvió a resonar la horrible y ensordecedora voz que se asemejaba tanto a un trueno.
Zoden retrocedió varios pasos de manera instintiva y volvió a buscar a la criatura que estaba diciendo aquellas palabras, pero no lo encontró. Luego se giró hacia Rosana y exclamó:
—¡Un demonio ha venido a este lugar! ¡Un demonio!
Rosana también parecía algo alarmada. Ella sabía que esa clase de voz tan gruesa y espantosa solo podía pertenecer a una criatura del abismo, una entidad completamente ajena a este mundo: un demonio. Todo el mundo sabía que los demonios eran los únicos que tenían aquellas voces tan gruesas y terribles.
Zoden retrocedió otros tres pasos y se colocó en posición de batalla a pesar de que aún no había visto a la entidad demoníaca.
Rosana no pasó por alto que Zoden estaba más tenso de lo normal. Ella sabía que él había sido derrotado con gran facilidad por un demonio de nivel 3 hace unos meses atrás, en el enorme Castillo de la Tripulación del Infierno. Los detalles no estaban muy claros, pero Zoden había sido noqueado de un simple golpe y en menos de un parpadeo por una poderosa criatura del abismo: un demonio de nivel 3. Desde entonces, él no había vuelto a ser el mismo.
—¿Dónde está? ¿Dónde está? —exclamaba una y otra vez como un loco, un loco que teme por su vida.
Entonces alguien apareció a la vista a unos cincuenta metros frente a ellos. No se trataba de ningún demonio, sino simplemente de ese muchacho pelirrojo.
Por un momento, Zoden y Rosana creyeron que aquel niño no tenía nada que ver con todo esto, pero entonces vieron como él abría la boca y decía con esa horripilante voz demoníaca:
—¡TRITURARÉ TODOS LOS HUESOS DE TU CUERPO, UNO POR UNO! ¡TE CORTARÉ LOS BRAZOS Y PIERNAS! ¡Y LUEGO TE ENTERRARÉ VIVO CIEN METROS BAJO TIERRA!
Rosana había estado a punto de atacarlo, pero tras escuchar que él era quien emitía esa espantosa voz del infierno, detuvo sus movimientos de manera repentina. Sus piernas empezaron a temblar involuntariamente y se sorprendió a sí misma al darse cuenta de que había retrocedido varios pasos. ¿Acaso ese muchacho era un demonio? ¡Eso no tenía ningún sentido! ¡Era absurdo! Pero en contra de toda lógica, eso era lo que estaban mostrando sus ojos…
Zoden apretó fuertemente las mandíbulas. Observó a Raidel por unos segundos, sopesando las posibilidades que tenía. Al final farfulló:
—La situación puede empeorar si te dejo vivo por más tiempo, así que te mataré de una vez por todas —A continuación se dirigió hacia Alisa, quien seguía en el piso, y dijo—: Tienes suerte, niña. Pensé en hacerte sufrir hasta la muerte, pero tendré que ir a luchar contra ese monstruo, así que te daré una muerte rápida.
Acto seguido él alzó la espada de hielo, dispuesto a perforarle la cabeza a su rival, pero entonces un espeluznante rugido resonó a lo lejos con tanta fuerza que Zoden no pudo evitar retroceder nuevamente, algo tambaleante. Rosana se cubrió las orejas y agachó la cabeza.
A continuación Zoden fulminó a Raidel con la mirada, pero su desbordante furia dio paso a una expresión de absoluta perplejidad al observar el increíble acontecimiento que tenía ante sus ojos.
Raidel había sufrido una transformación.
Su cabello se había puesto mucho más rojo que antes; tan rojo que incluso parecía que brillaba. Además, aquellos ojos verdes se habían convertido repentinamente en dos abismos de oscuridad que parecían absorber a cualquier persona que los mirara hacia un vacío absoluto. Aunque lo que más inquietó a Zoden fue ese rostro completamente inexpresivo, como si el muchacho estuviera inconsciente.
—Demonio Rojo —murmuró Zoden con las facciones tensas.
Raidel dio un paso al frente, lo que ocasionó que el aura oscura que desprendía su cuerpo y que inundaba el ambiente en todo el campo de batalla se hiciera mil veces más opresiva y aplastante.
Las piernas de Rosana flaquearon y ella cayó de rodillas al suelo. Se sorprendió al darse cuenta de que apenas era capaz de mover su cuerpo. Era como si la gravedad hubiera aumentado varias veces más.
El líder del Equipo Zero fue el único que pudo mantenerse en pie.
—No puedo creerlo —dijo Zoden con los ojos bien abiertos del asombro—. Estamos ante la Ira del Dios de la Muerte.
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