✡ CLXXXV

Capítulo 185: El Torneo de las Mil Escuelas

‘Los Siete Tridentes’ era una de las principales tabernas del sur del imperio. Se trataba de un enorme establecimiento de forma octagonal, el cual contaba con una gran cantidad de mesas y sillas que estaban repartidas de manera uniforme en torno a una elegante tarima metálica que se alzaba en el centro de la estancia. En aquel momento un grupo de diecisiete músicos se hallaba sobre la tarima tocando una melodía que resultaba bastante agradable para los oídos. La banda se componía de dos cantantes,  seis violines, un saxofón, tres arpas, dos clarinetes y tres flautas. Era casi como una orquesta… pero con cantantes.

Decir que la taberna era grande era quedarse corto. Aquella noche debían haber unas cuatroscientas o quinientas personas allí dentro… y aún sobraban bastantes mesas.

Luego de entrar al lugar, las cuatro figuras encapuchadas se dirigieron hacia la esquina más alejada que encontraron, y se sentaron frente a una mesa para cuatro personas.

Las paredes eran de un mármol pulido y refinado, tan blanco como la leche, las cuales estaban adornadas por una gran cantidad de cuadros y pinturas que, juzgando por su calidad, debían tener gran valor. El suelo estaba cubierto por una alfombra mágica que cambiaba lentamente de color cada dos o tres minutos. El techo, de madera tallada, con incrustaciones que parecían ser diamantes y rubíes, resplandecía ante las innumerables lámparas mágicas que flotaban y revoloteaban cerca del techo como si se tratasen de insectos. Dado que todas las lámparas cambiaban de color cada pocos segundos, la taberna parecía más bien una discoteca. Incluso había una brillante pista de baile cerca de la tarima.

Una joven camarera se acercó a los recién llegados. Vestía un elegante chaleco negro sobre una camisa de mangas largas. Su cabello estaba recogido en dos largas trenzas.

—Bienvenidos a los Siete Tridentes. ¿Les puedo ayudar con algo?

—Cuatro cervezas con miel —dijo uno de los encapuchados.

—Enseguida traigo su orden —asintió la joven, y luego se alejó entre las mesas con algo de prisa. Se dirigió hacia la barra de la taberna, la cual se hallaba al otro extremo del salón, y era tan larga que casi cubría todo ese lado de la pared. Un inmenso estante repleto de cientas de botellas de vinos, licores, cervezas y otras bebidas decoraban la pared detrás de la barra.

Uno de los encapuchados soltó un suspiro y meneó su cabeza de un lado a otro, visiblemente molesto.

—¡Hey!, ¿quién dijo que yo quería cerveza? —gruñó Raidel con expresión de asco bajo los oscuros pliegues de su capucha.

—Eso lo dices porque no has probado la cerveza con miel —dijo Fran, esbozando una sonrisita que nadie pudo ver.

—Yo quería jugo de coco... —se lamentó el muchacho.

—Vamos, ya te estás haciendo un hombre. Es hora de que empieces a probar lo bueno de la vida —comentó Sendor.

Pero Raidel tenía serias dudas de que algo como eso pudiese ser llamado “una de las buenas cosas de la vida”.

—Te gustará —dijo Keila al cabo de un rato.

—Oh, espero por su bien que así sea —les advirtió Raidel.

Los cuatro compañeros habían escapado de la base por un pasaje subterráneo que Fran conocía. Afortunadamente nadie había notado su huída gracias a los hechizos mágicos de Sendor. Él había borrado el emblema del White Darkness que llevaban en las muñecas así como también los números que tenían dentro de la organización. Luego los había inscrito en los muñecos de entrenamiento para que el White Darkness aún creyera que seguían en la base. Con la ayuda de Sendor burlaron todos los hechizos mágicos de la base y así pudieron huir sin alertar a nadie.

Lamentablemente Alisa se había quedado en la base después de todo. No había querido saber nada de ellos, y además los había llamado "traídores" hasta el final. Era triste, pero los compañeros no tuvieron más opción que dejarla atrás. En cuanto lo hicieron, Fran dijo que, dado que se habían separado, el Equipo Ceifador se había desintegrado por completo. El Equipo Ceifador tal y como lo conocían había muerto, por lo que tenían que inventarse un nuevo nombre para referirse a su grupo de cuatro personas.

Los días habían transcurrido y los compañeros se habían dado cuenta de que el “perfecto” plan de huída que Fran había mencionado consistía únicamente en refugiarse dentro del Imperio Ordei. Sí, tan simple como eso.

Cuando Sendor había escuchado aquel plan, no dejó de gruñir balbuceos acerca de que jamás debió haber abandonado la organización… pero eso solamente hasta que escuchó el resto del plan.

Cuando Fran reveló el resto del plan, al mago por poco le da un ataque de corazón debido a la desesperación. Incluso Raidel tuvo ganas de volver al White Darkness.

Y es que resultaba que una de las bases más grandes del White Darkness estaba ubicada precisamente dentro del Imperio Ordei… Y no, eso no era todo. Para empeorar las cosas, el Imperio Ordei prácticamente era controlado desde las sombras por el propio White Darkness…

Cuando Fran había escupido aquella información, todos creyeron que se había vuelto loco… incluso Keila.

Pero de alguna forma él les había convencido de que su plan iba a funcionar… por lo que ahora se encontraban en ‘Los Siete Tridentes’, una de las principales tabernas del Imperio Ordei.

—Por todos los cielos, no puedo creer que tu plan en verdad esté funcionando —dijo Sendor en un susurro, pese a que ellos se encontraban en la esquina más alejada de la estancia, y no había nadie cerca.

Raidel soltó un bostezo de aburrimiento. Ya estaba hasta las narices de escuchar aquella frase. Sendor no la había dejado de repetir desde hacía varias… semanas. Aunque había que reconocer que el mago tenía razón. Ya habían pasado dos meses desde que abandonaron la organización y no había ni rastro del White Darkness…

Fran esbozó una amplia sonrisa.

—¿Qué esperaban? Ya les dije que yo siempre quise abandonar la organización, ¿no? Tuve varios años para planear mi ruta de escape y encontrar el lugar perfecto para refugiarnos.

—¿Quién pensaría que ese lugar sería el Imperio Ordei? —se rió Sendor.

—Nadie —replicó Fran sin perder la sonrisa—, y esa es precisamente la razón del por qué estamos aquí. Nadie del White Darkness consideraría jamás la posibilidad de que nosotros hayamos venido a refugiarnos en su propia guarida, por lo que nunca nos buscarán aquí… —se encogió de hombros—. Todos los que abandonan la organización intentan huir lo más lejos posible, y por eso el White Darkness siempre los atrapa. Nosotros optamos por otra estrategia.

—¡Eres un genio! —murmuró Sendor, refregándose las manos con ímpetu—. ¡Un maldito genio!

—¿Entonces ya nos podemos considerar… libres? —se atrevió a preguntar Keila, observando fijamente a Fran.

—Todavía no, pero vamos por buen camino —dijo él—. Hace un par de años atrás logré acceder a unos archivos clasificados del White Darkness en los que se mencionaba que en aquel año cuatrocientas treinta personas intentaron escapar de la organización. A algunos los atraparon el mismo día en el que huyeron. Otros lograron fugarse por una semana, etc... Pero ninguno de esos cuatrocientos pudo escapar de la organización por dos meses, que es el tiempo que nosotros estamos fuera.

El mago soltó una carcajada.

—Esos malditos sí que nos deben de estar buscando por todo el continente, ¿no?

Nadie respondió, ya que observaron que la camarera empezó a acercarse desde lo lejos con bandeja en mano.

Una vez que llegó a la mesa, colocó las cuatro cervezas frente a los compañeros.

Fran le arrojó una moneda de plata.

—Quédese con el cambio.

—Muchas gracias —sonrió la joven haciendo una pequeña inclinación con la cabeza, y luego se marchó.

En aquel continente se utilizaban generalmente las gemas para la compra y venta de cosas, pero también estaban monedas mágicas de oro, plata y bronce que servían para los objetos baratos, principalmente comida o ropa.

De todas formas, Fran y los demás no tenían que preocuparse por el dinero, ya que ellos prácticamente tenían de sobra, especialmente Fran. Por cada misión cumplida con éxito, el White Darkness les había recompensado generosamente. Normalmente había sido con una bolsa repleta de gemas, pero a veces era más.

Mientras la muchacha se alejaba por entre las mesas, Raidel se sorprendió a sí mismo tarareando la canción que en aquel momento estaba tocando la banda de músicos sobre la tarima.

El pelirrojo vio como Fran bebía su cerveza hasta el fondo y luego de unos segundos golpeó la jarra vacía contra la mesa.

—Aaah, ¡qué buena estuvo! —sonrió.

Raidel frunció el ceño ante el maloliente brebaje que tenía frente a él. 

—¿Están seguros que esto es comestible? —murmuró.

—Solo deja de gruñir y prueba —dijo Sendor, antes de alzarse la jarra.

Sin tener más alternativa, Raidel dio un pequeño trago. Al principio le pareció algo amargo, pero luego un sabor dulzón le recorrió la garganta... No estaba tan mal.

—¿Yo qué dije? —fanfarroneó el mago.

Keila fue la segunda en acabarse su jarra de cerveza.

El muchacho la quedó mirando con los ojos bastante abiertos del asombro. No sabía que ella fuera buena bebedora.

—¿Qué haremos a partir de ahora? —preguntó ella—. ¿Nos quedaremos a vivir en este Imperio por el resto de nuestras vidas?

Nadie respondió. Raidel dio otro trago a su bebida y reflexionó en lo que supondría para él tener que vivir para siempre en el Imperio Ordei. Aquel era un lugar grande, extremadamente grande, pero su sentido de aventura, su espíritu guerrero, su orgullo, su deseo de ser el más fuerte, no le iba a permitir quedarse en este miserable lugar durante toda una vida...

Aprovechando que su presa estaba enfrascada en sus pensamientos, Fran agarró disimuladamente la jarra de cerveza de Raidel y vació el contenido en su boca. Luego volvió a colocar la jarra vacía frente al muchacho sin hacer ningún ruido.

Con la mirada aún perdida, Raidel alzó una mano para dar un trago, pero se encontró con que su jarra estaba completamente vacía.

—¡Hey! ¿Qué diablos sucedió aquí? —gruñó.

—No te preocupes, yo te ayudé con eso —sonrió Fran—. Tú dijiste que no te gustaba la cerveza, ¿recuerdas?

El muchacho se quedó boquiabierto por un segundo, pero luego lo comprendió todo.

—Ah, así que por eso pediste cuatro cervezas: ¡porque tú querías la mía! —gruñó—. ¡Eres un estafador! ¡Impostor! ¡Tramposo!

Fran y Sendor soltaron estrepitosas carcajadas ante sus palabras. Incluso Keila se rió entre dientes.

—¡Estoy hablando en serio! —se quejó el muchacho, pero eso no hizo más que provocar otra ola de risas.

Al cabo de un rato y sin poder evitarlo, hasta el propio Raidel se rió un poco.

Fran miró a Keila.

—Antes preguntaste si tendríamos que vivir aquí por el resto de nuestras vidas, ¿no? 

Ella asintió con la cabeza.

Todos le prestaron mucha atención.

—No —respondió Fran de inmediato—. Nos quedaremos en este Imperio solo unos meses más, hasta cuando el White Darkness deje de buscarnos tan extenuantemente. Luego abandonaremos este Continente —sonrió—. Iremos a Loto Plateado, muchachos, el tercero de los nueve continentes.

Tras esas palabras, Sendor por poco escupe el trago de cerveza que estaba tomando.

—¿L-Loto Plateado? —balbuceó, atónito—. ¿Acaso has perdido la cabeza?

—Ellos no esperarán que vayamos hacia allá —se limitó a decir Fran con tranquilidad.

Raidel sabía que en Loto Plateado, el tercer continente, las personas eran mucho más fuertes que aquí. Además, la influencia del White Darkness allá era mucho mayor.

—En Loto Plateado viven una infinidad de monstruos con poderes inimaginables que sobrepasan cualquier medida —dijo el mago—. Lo siento, pero yo no quiero ir a un lugar tan espantoso como ese.

—Es eso o vivir en este Imperio por el resto de nuestras vidas —dijo el líder.

—Pues yo no tengo ningún problema con vivir aquí. Eso es mejor a que algún monstruo inconcebiblemente poderoso nos haga explotar en mil pedazos simplemente con el pensamiento o con un chasquido de dedos.

Raidel se permitió esbozar una sonrisa. A diferencia de Sendor, el muchacho estaba muy entusiasmado con la idea de ir al tercer continente. Ya era hora de seguir avanzando.

—Vamos, ese lugar no debe ser tan malo —dijo Keila.

—Si no mal recuerdo tú vienes de Roca Blanca, el continente más débil de todos, ¿no? —dijo Sendor—. Para que lo sepas, la diferencia de poder entre el tercer continente y el segundo es tan grande como la que hay entre el segundo y el primero.

El muchacho recordó la gran impresión que le produjo cuando atravesó la barrera que separaba el primer continente del segundo. Fue allí cuando un universo nuevo se abrió ante sus ojos. Y no era para exagerar. En el continente Roca Blanca (el lugar de donde venía Raidel) no había magia, y las personas que eran capaces controlar el Rem allí eran muy, muy pocas: aproximadamente un guerrero de cada reino. Sin embargo, cuando Raidel entró a Colmillo Rojo, las cosas cambiaron abruptamente. Fue como haber ingresado a otro universo completamente diferente. Una infinidad de objetos mágicos yacían por doquier, y las personas capaces de controlar el Rem o la magia se contaban por millones… Y ahora, para sorpresa del muchacho, Sendor había dicho que en el tercer continente los niveles de poder volvían a dar un gran salto con respecto al segundo continente… Eso era inconcebible…

—En Loto Plateado, lo imposible es posible —prosiguió Sendor con seriedad—. Como dije, los monstruos que habitan ese lugar tienen poderes y habilidades que sobrepasan toda la imaginación. Nada que ver con los inútiles enclenques que hay en este continente… —observó fijamente a Fran—. Lo siento, pero yo no quiero ir a Loto Plateado. Un solo guerrero del White Darkness de aquel continente podría despedazarnos a todos nosotros en cuestión de segundos.

—Probablemente tengas razón —dijo Fran tras una corta pausa—. Pero allá nunca nos buscarán. Seremos verdaderamente libres.

El mago seguía sin parecer muy convencido, así que Fran añadió:

—¿Qué tal si decidimos este asunto por votación? Veamos, ¿quién quiere ir a Loto Plateado?

Raidel y Keila alzaron la mano inmediatamente.

—Creo que ya está decidido —sonrió el líder. Luego se volteó hacia Sendor para decir—: Tú solo confía en mí. Tampoco querías venir al Imperio Ordei, ¿recuerdas? Pero mira, no nos han atrapado.

—Oh, diablos, Fran —dijo el mago—. No sé qué endemoniada técnica usas para siempre convencerme de hacer esta clase de locuras… —soltó una risita.

Fran también se rió. A continuación se tomó un momento para fijarse en sus alrededores. La taberna estaba un poco más llena de gente que cuando entraron, pero no había nadie cerca de ellos. El grupo de músicos había acabado de tocar su canción, y los espectadores estaban clamando ruidosamente por otra.

El líder se giró bruscamente hacia sus compañeros.

—Ah, es verdad, se me olvidaba lo más importante de todo… ¡El Torneo de las Mil Escuelas!

Esta vez Sendor no pudo con la impresión y escupió sobre la mesa el trago de cerveza que había acabado de tomar.

—Por todos los mocos de dios, ¿es en serio? —gruñó el mago—. ¡Ahora sí que has perdido el juicio! ¡Te has vuelto loco!

—¿Qué sucede? Mi idea no es mala —dijo Fran.

—¿No es mala? ¡Es la peor! —soltó Sendor, meneando su cabeza de un lado a otro.

—Esperen, esperen, esperen —dijo el muchacho, muy interesado—. ¿De qué se trata todo esto?

—Es mejor que no lo sepas… —empezó a decir el mago, pero Fran lo interrumpió:

—El Torneo de las Mil Escuelas es la mayor competición que existe en Loto Plateado. Se realiza una vez cada diez años… Prácticamente todos los guerreros, artistas marciales y soldados de aquel continente quieren participar allí.

Un brillo de emoción apareció en los ojos de Raidel.

—¿T-todos quieren participar allí? —balbuceó, sin molestarse en ocultar su creciente entusiasmo.

—Así es. Los premios son increíblemente buenos, sin mencionar la fama que uno gana si termina en una buena posición.

—¿Se puede saber en qué consiste esa… competición? —dijo Keila, quien también parecía interesada.

—Bueno, para entrar en contexto primeramente tienen que saber que en Loto Plateado hay un número extremadamente grande de academias y escuelas de artes marciales, magia, hechicería, sobre el uso del Rem y el Xen, etc. Hay miles de escuelas, cada una más famosa y prestigiosa que otra. Prácticamente controlan el continente. Pero solo mil escuelas pueden participar en esta competición —dijo Fran, alzando un dedo para añadir énfasis a sus palabras—. Cada escuela o academia puede escoger hasta un máximo de diez participantes para que los representen —sonrió—. Haciendo los cálculos pertinentes, el número total de participantes sería de diez mil... Y teniendo en cuenta el calibre de dicha competición, esos diez mil participantes con toda seguridad son los más fuertes de todo el continente Loto Plateado.

Keila entrecerró los ojos.

—¿No estarás insinuando...?

—Sí —lo interrumpió Fran con una sonrisa—. Quiero participar en esa competición. Ustedes tres también pueden hacerlo, claro.

—¡Has perdido la cabeza, hombre! —volvió a decir Sendor, meneando su grasosa cabeza de un lado a otro—. ¿Participar para qué? ¿Para que esos monstruos nos destrocen en la primera ronda con una facilidad tremenda? Yo no quiero terminar con mi cabeza partida en tres. Gracias.

—Entonces que participe el que quiera —dijo Fran.

—¿A qué escuela se supone que vas a representar? —quiso saber Keila.

Fran se encogió de hombros.

—Ya se me ocurrirá algún nombre —dijo.

—Podemos representar a la Academia Legacy, la escuela de artes marciales en la que me gradué —dijo Raidel con el rostro iluminado de la emoción.

—Hecho —accedió Fran con su sonrisita.

—Ya somos tres —dijo Keila, alzando una mano.

Sendor se dio una palmada en toda la cara, sin poder creer que sus compañeros estuvieran tan locos. Y pensar que ellos habían sido quienes le convencieron de abandonar el White Darkness…

—La competición tendrá lugar en cuatro o cinco meses, si no me equivoco —dijo Fran—. Tenemos algo de tiempo para entrenar… —lanzó una mirada a sus compañeros—. Será mejor que se pongan serios con los entrenamientos, muchachos, ya que solo un participante puede ganar al final.

Raidel cerró su mano derecha en un fuerte puño. Todo este asunto le emocionaba de sobremanera. Mil Escuelas participarán. Diez mil guerreros en total. Y no serán novatos, sino los diez mil guerreros más poderosos de Loto Plateado… ¡Era un Torneo que se realizaba una vez cada diez años! El prestigio que debía tener dicha competición debía ser extraordinario...

—Se puede decir que quien gane el torneo se coronará como la persona más fuerte de todo el continente —sonrió Fran.

—¡No se diga más! —gruñó Raidel, dando un fuerte golpe en la mesa. La llama de la ambición brillaba en sus ojos—. ¡Les patearé el culo a todos y seré el campeón!

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