✡ CLXXXIX
Capítulo 189: Traición
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—¿A-Alisa? —logró tartamudear Raidel. Un turbulento remolino de emociones diferentes y contradictorias empezó a brotar de su pecho: Incredulidad, confusión, rabia, desconcierto, exasperación, furia… La expresión que adquirió su rostro debió haber sido muy graciosa porque Rosana prorrumpió en una ruidosa carcajada al verlo.
—¿Nos has traicionado? —dijo Fran con los ojos muy abiertos, como si se negara a creer lo que estaba sucediendo ante él.
Alisa volvió a dirigirles una sonrisa de desprecio antes de decir en tono burlón:
—¿Traicionarlos? ¿Yo? Es irónico que unos traidores digan eso.
Rosana soltó otra risotada al ver que Fran no dejaba de abrir y cerrar la boca como un pez fuera del agua, sin saber cómo responder a lo que había dicho Alisa.
—¿Qué se siente saber que uno de sus antiguos compañeros de Equipo será quien los ejecute? —soltó Rosana. Su largo cabello rosa ondeaba tras ella como una capa con el batir del viento.
Fran y los demás recordaron todas las misiones y entrenamientos que habían hecho con Alisa… Ella siempre se había mostrado fría y distante, pero ninguno de los compañeros creyó ni por un segundo que ella fuera capaz de hacerles esto… ¡Era impensable!
—¿Cómo has podido…? —empezó a decir Raidel, sintiendo como la sangre se le acumulaba en el rostro. La creciente furia que sentía estaba amenazando con hacerle perder el control.
—Querrás decir cómo has podido tú y tus amiguitos traicionarnos a nosotros —lo interrumpió Alisa. El deje de menosprecio de su voz estaba más acentuado que nunca.
—¡Maldita mocosa! —escupió Raidel, sin poder contenerse más—. ¡No me jodan! ¡Esto es una estafa! ¡Es imposible que una niñita de mierda como tú haya podido unirse al Equipo Zero!
—Vaya, y pensar que hace unos meses atrás, en el Imperio Arkandor, yo había creído que ustedes dos eran novios… —dijo Rosana con una especie de sonrisita pícara—. ¿O tal vez sí lo fueron?
—¡Exijo saber la verdad! —gruñó Raidel, ignorando por completo a la mujer de cabello rosa—. No es posible que una mocosa como ella haya podido…
—¿Por qué te sorprende? —dijo Rosana—. Tú estuviste en un Equipo con ella. Si prestaras algo de atención, sabrías que Alisa es una genio. Su nivel de pelea aumenta de manera exponencial con cada entrenamiento que realiza… Cada día ella avanza varias posiciones dentro del White Darkness —sonrió—. ¿En qué otro lugar podría estar una persona como ella? El Equipo Zero es el único equipo del Batallón 42 que es exclusivamente para genios.
Raidel entrecerró los ojos. Lo que Rosana quería dar a entender con su discurso era que todos los miembros del Equipo Zero eran genios. Se preguntó si sería cierta aquella información. Seguramente sí. Eso explicaría por qué eran tan temidos… Y era precisamente por eso que a Raidel le parecía imposible que alguien como Alisa haya podido unirse a semejante Equipo.
Dogus, se rascó su cabeza calva antes de decir con expresión pensativa:
—¿Alisa? ¿Una genio? No, yo no diría eso.
—Lo sabía —murmuró Raidel, fingiendo un bostezo de aburrimiento.
—No es una genio. Es un monstruo —aclaró Dogus, impasible—. Jamás he visto a nadie hacer tantos progresos en tan poco tiempo… Los dioses saben que el talento de esa niña supera por mucho al de cualquiera de nosotros… Tal vez ni siquiera el mismo Zoden lograba hacer tantos progresos como ella cuando tenía su edad —se encogió de hombros—. A veces me inquieta pensar en la clase de monstruo que se convertirá cuando sea mayor… Me apostaría las pelotas a que en algún momento de su carrera logrará obtener un rango superior al de líder del Equipo Zero… Tal vez líder de Batallón. Sí, eso sería más acorde a sus habilidades.
Gador, el tipo flacucho como un palo, le propinó un codazo en las costillas a su compañero.
—Ya te he dicho mil veces que no pienses en voz alta, Dogus —dijo con un suspiro.
—¿Qué más da? Esta gente no logrará vivir lo suficiente como para ver el amanecer de mañana.
La mujer de cabello rosa se volvió hacia sus enemigos.
—Aunque estos dos parezcan idiotas, no les hace falta razón —dijo Rosana—. Esta niña tiene un talento inigualable. Por eso la hemos estado exprimiendo al máximo, ¿saben? —sonrió—. Sus sesiones de entrenamiento son tan intensas y prolongadas que apenas la dejamos dormir un par de horas al día.
Raidel se fijó en Alisa. Ahora que la miraba con mayor detenimiento, ella estaba… casi deshecha.
La herida que Fran le había ocasionado en el ojo derecho el día que abandonaron el White Darkness ya estaba casi curada. Sin embargo, aquel moretón había sido reemplazado por al menos un centenar de heridas más graves y profundas. En sus brazos y cuello se podían divisar un gran número de cortes, arañazos, costras, contusiones de distintos grados y tamaños. Aunque lo peor de todo eran las marcas de quemaduras; las cuales iban desde las leves hasta algunas que parecían bastante graves. Incluso varios de sus dedos se encontraban quemados. La piel en éstos estaba rojiza, hinchada y con algunas ampollas.
Raidel frunció el ceño. ¿Qué habían estado haciendo esos bastardos con ella?
—¿Qué es esto? —soltó Alisa de repente al notar la mirada de preocupación que le dirigieron sus antiguos compañeros—. ¿Qué pretenden exactamente con todo este teatro de mierda? ¿En verdad creen que les perdonaremos sus patéticas vidas si ustedes fingen preocuparse por el estado de salud de uno de sus enemigos?
—¡Tú…! —gruñó Raidel con las facciones tensas por la furia. Por un momento tuvo que contener el impulso de ir hacia ella y aplastarle ese cerebro congelado que no le servía para nada.
—No se preocupen por ella. No la mataremos. Es demasiado importante para nosotros, aunque por ahora sea la más débil del Equipo —dijo Rosana.
Claro que era la más débil del Equipo, pensó Raidel. Según sabía, ella solo tenía 14 años, a diferencia de los demás vejestorios que conformaban esa unidad. Rosana parecía tener unos veinticinco años. Zoden y Gador unos treinta, y Dogus seguramente pasaba los cuarenta.
—¿Y bien? Quisiera escuchar sus últimas palabras antes de morir —recitó Zoden con monotonía. En su rostro seguía dibujada esa molesta expresión de aburrimiento. Efectivamente, esto no parecía más que una misión de rutina para él.
—Oh, no, no moriremos —declaró Fran, lo suficientemente confiado como para componer una amplia sonrisa—. Nuestro Equipo es mucho mejor que el suyo.
Rosana estaba intentando mantenerse seria, pero no pudo evitar estallar en una estridente risotada ante el comentario de Fran.
—Oh, Fran —dijo ella entre tantas risas que tuvo que agarrarse el estómago para intentar calmarse—. Veo que no has cambiado nada en todo este tiempo. ¡Sigues siendo el mismo idiota de siempre!
—Y tú la misma mujer ruidosa e insoportable. No sé cómo tus compañeros pueden soportar esos chillones gorgoteos gangosos que emites cuando te “ríes”. Me compadezco de ellos. Nunca te lo dije, pero tus “risas” siempre me parecieron sospechosamente parecidos a los chillidos de las ratas. ¿Coincidencia? No lo creo.
Raidel miró a Fran con una expresión de incredulidad total. Era la primera vez que lo veía "insultar" a alguien. Esa mujer de cabello rosa, quien quiera que fuera, debía de caerle muy mal a Fran… Eso estaba más claro que el agua.
Zoden miró a sus soldados con sus ojos dispares, uno verde y el otro castaño.
—Acaben con ellos. Estos fanfarrones no deberían de suponerles ningún problema.
—¿Qué? —dijo Dogus—. ¿No lucharás?
A modo de respuesta, Zoden empezó a flotar por los aires y se alejó volando hasta posarse sobre la rama más alta de un árbol lejano. Allí se recostó y cerró los ojos. Intentó dormir.
Rosana soltó un suspiro.
—Recuerda que él nunca participa cuando considera que los oponentes son de baja categoría. Según él, es “perder el tiempo”.
Dogus conocía bastante bien a Zoden y sabía a la perfección que esa era su manera de pensar. Él jamás los ayudaba en esta clase de misiones. Para Zoden era una completa pérdida de tiempo. Sin embargo, Dogus no entendía su manera de pensar. No tenía ningún sentido. Si Zoden los ayudara más seguido, entonces acabarian con las misiones más rápido, por lo que él podría irse a dormir a su casa en vez de tomar esas incómodas siestas en los troncos de los árboles… A decir verdad, a estas alturas ya resultaba obvio que Zoden les estaba mintiendo. Tal vez la verdadera razón del por qué él no participaba en esta clase de misiones era porque quería que los demás miembros del equipo lucharan solos. Así ganarían más experiencia en batalla y tendrían la oportunidad de probar y refinar sus habilidades. En cambio, si Zoden hacía todo el trabajo, eso no sería para nada divertido.
Ya que él no participaría, su equipo se veía reducido a cuatro personas. Esta sería una batalla de cuatro contra cuatro.
Gador estudió a sus enemigos con la mirada, como si se estuviera preguntando quién de todos esos enclenques sería el más fuerte para así luchar contra él.
—Yo escojo a Fran —dijo Rosana con tranquilidad.
—¿Tú me… escoges? —dijo él con cara de asco—. ¿Qué derecho tienes tú de “escogerme”? ¿Te crees que esto es un juego? ¿Piensas que estás “eligiendo” a una pareja de baile o algo por el estilo?
Rosana le dirigió una sonrisa amistosa.
—Sí, Fran, te estoy eligiendo como mi pareja de baile —respondió ella, mientras desenfundaba una espada larga y elegante, cuya hoja era completamente roja. Un destello del color de la sangre apareció en sus ojos—. Ven y baila conmigo en esta danza de la muerte.
Fran entrecerró los ojos. Por lo visto, ella tampoco había cambiado nada en lo absoluto. Seguía siendo la misma loca sádica de siempre.
Gador se aclaró la garganta. Dio otra mirada a sus enemigos antes de decir:
—Bueno, en ese caso yo elegiré al mago del equipo —dijo él, rascándose los bigotes—. No se ve tan mal.
—E-esperen un segundo —dijo Sendor, quien se había puesto bastante pálido—. Si tratamos este asunto de manera pacífica, es más que seguro que llegaremos a alguna clase de acuerdo, ¿no les parece?
—¿Un acuerdo? —Gador soltó una estrepitosa carcajada—. El único acuerdo al que podemos llegar con unos renegados como ustedes es cortar sus patéticas cabezas y llevarlas en una bolsa ante Vork.
—Eeeeeh, seguro que hay otra forma —dijo Sendor. Una capa de sudor empezó a recubrirle la frente.
Gador suspiró antes de decir:
—Veo que cometí un grave error. —Se giró hacia sus compañeros—. ¿Puedo escoger a otro oponente?
—No, ya elegiste al tuyo —respondió Dogus, mientras observaba fijamente a los dos enemigos que quedaban. La mujer de las dagas se veía fuerte, pero había algo en ese pelirrojo que le llamaba la atención—. Yo escojo al muchacho de cabello rojo —decidió al final.
—Olvidalo, Dogus —gruñó Alisa, hablando por primera vez en mucho tiempo—. Él es mi presa... siempre lo ha sido. Yo acabaré con su vida.
Dogus abrió la boca para protestar, pero se detuvo en seco en cuanto miró los ojos de su compañera.
Alisa estaba observando al pelirrojo con una mirada tan fría, tan mortífera… Parecía que quería arrancarle la cabeza de un mordisco.
—Está bien. Te lo dejo en tus manos —tuvo que acceder Dogus, soltando otro suspiro—. Eso me deja emparejado con la mujer de las dagas...
Sendor alzó las manos al cielo, como si se estuviera rindiendo.
—Te-tenemos varias bolsas de gemas rojas y muchas armas —dijo de repente—. Si nos dejan vivir, todo eso será suyo…
A modo de respuesta, Gador formó una especie de esfera verdosa en su mano izquierda y la arrojó contra el mago con gran fuerza.
El proyectil salió disparado a tal velocidad que Sendor apenas pudo retroceder para esquivarlo. Al hacerlo, tropezó con una piedra, lo que por poco lo hace caer al suelo. Si no hubiera sido por su báculo mágico, el cual había hecho las veces de bastón, seguramente habría caído al piso.
Gador soltó una risita ante la ridícula escena que habían mostrado sus ojos.
—Esto es patético. Ya veo por qué Zoden no quiso participar…
Sendor bajó su mirada al suelo. Un estremecimiento le recorrió la espina dorsal al ver que la esfera verde se había diseminado en el piso y ahora estaba corroyendo y disolviendo todos los objetos que se encontraba a su paso. Piedras, plantas, insectos… Todo estaba siendo diluido y desintegrado por aquel líquido verdoso e increíblemente corrosivo.
El mago tuvo que reprimir una mueca de horror al recordar que aquel hombre controlaba el ácido… Esta no era una situación para nada favorable…
—Matenlos —dijo Rosana con tranquilidad. Y como si se tratase de una señal, todos los miembros de su Equipo se pusieron rápidamente en movimiento, yendo a atacar a sus respectivos adversarios.
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Fran se sacó rápidamente el anillo que llevaba en el dedo índice de su mano izquierda, lo lanzó al aire y gritó:
—¡Yo te invoco, Harth!
A continuación el anillo se expandió hasta convertirse en un enorme portal. Y por allí salió el lobo dorado, cuyas garras eran tan grandes y afiladas como dagas.
El animal fue a posarse al lado de su amo, mientras le mostraba los colmillos a Rosana en un gruñido asesino que estremecería a cualquiera.
Estuvo a punto de abalanzarse sobre ella para despedazarla a mordiscos, pero Fran dijo:
—Detente, Harth. —Alzó una mano para añadir énfasis a sus palabras—. Yo me encargaré de ella. Tú ve y ayuda a los demás.
El lobo soltó una especie de refunfuño para mostrar su disconformidad.
—Es una orden —dijo Fran con el ceño fruncido.
Sin tener otra opción, el lobo dio media vuelta y se alejó de ambos combatientes a paso ligero.
Rosana no pudo reprimir otra de sus sonrisitas.
—Eres demasiado ingenuo si crees que puedes derrotarme tú solo, Fran —dijo ella—. Aunque bueno, esa desagradable bestia tampoco habría hecho gran diferencia, ¿sabes?
—Tu crueldad no conoce límites —soltó Fran—. Llamar “desagradable bestia” a un animal mágico que fue originalmente tuyo…
—¿Ya viste la forma en que me miró? ¡Me quería despedazar en mil pedazos! Llamarle desagradable bestia es lo menos que se merece... ¿Quién se cree que es? Yo fui quien lo cuidó por tantos años…
—Él sabe la manera tan cruel en que me traicionaste, así que ya no guarda ningún aprecio por una basura como tú.
A Rosana se le borró la sonrisa del rostro de manera tan repentina como había aparecido.
—Nunca debí haberte regalado a Harth —dijo—. Pero no te preocupes. Una vez que te arranque la cabeza de los hombros, haré a Harth mi mascota otra vez…
—¿En verdad crees que te será leal? —dijo Fran con una risita.
—Si lo creo, si lo creo. Lo obligaré a serlo. Y en caso de que se niegue… no importaría. Le arrancaré la cabeza al igual que a ti.
Sus palabras habían sido emitidas con tanta tranquilidad que dejó a Fran helado. Efectivamente, ella no había cambiado en lo absoluto. La misma psicópata de siempre. Fran se preguntó en qué diablos estaría pensando el día en que le pidió salir en una cita…
—Esto se acaba aquí —dijo Fran con gravedad, mientras recubría su cuerpo con una gruesa capa de lava ardiente y burbujeante—. Te eliminaré aquí y ahora. Así ya no volverás a lastimar a nadie más.
Ella soltó una risotada ante lo ridículas que le resultaron las palabras de Fran.
—Si no mal recuerdo, la última vez que vi el número del White Darkness en tu brazo, tu posición rondaba los 27,000 —dijo ella—. ¿En verdad crees que puedes derrotarme siendo tan débil?
Rosana alzó su brazo y le mostró el número que tenía inscrito en el antebrazo. Era el 19,842.
Ella estaba dentro de los veinte mil guerreros más poderosos del White Darkness.
Fran no pudo ocultar la sorpresa de su rostro al ver aquello. Rosana seguía escalando posiciones dentro del White Darkness a una velocidad extraordinaria.
Fran sabía que el nivel de poder de los 25,000 mejores guerreros del White Darkness era tan increíblemente elevado que, una vez que uno lograba estar dentro de esos 25,000 seguir escalando posiciones resultaba ya casi imposible. ¡Sin embargo, Rosana continuaba subiendo a gran velocidad! Eso lo sorprendió en sobremanera. Además, teniendo un número como ese, ¡ella seguramente estaba dentro del Top 5 de los guerreros más poderosos del Batallón 42!
De modo que el líder del Equipo Ceifador no vio otra opción más que luchar con todo lo que tenía desde el principio. Metió la mano en la bolsa que llevaba colgada en la espalda, y de allí sacó una espada del color de la sangre. Su hoja era tan larga que debía medir unos dos metros, y a la vez era tan delgada y fina que parecía una aguja.
Aquella era Tharot, el Arma Maldita de Fran.
En cuanto Fran la empuñó con sus ágiles dedos, Tharot se revolvió, inquieta. La espada estaba ansiosa por derramar sangre. Incluso pareció ronronear por la emoción que le producía entrar en batalla.
—Así que me atacarás con Tharot... —dijo Rosana con una especie de bostezo—. ¿No te da vergüenza poner en mi contra los objetos mágicos que te regalé? —soltó un suspiro—. Aunque bueno, eso es mi culpa por obsequiarte mis mejores ítems…
Fran no dejó que sus palabras lo conmovieran. Él sabía perfectamente bien que Rosana le había regalado sus objetos solamente para que él continuara manteniéndose a su lado. De esa forma fue que Rosana pudo seguir torturándolo por más tiempo.
—Es una lástima que las cosas hayan terminado así, Fran —dijo ella, alzando su espada hasta colocarla frente a su rostro—. Te quería vivo por más tiempo.
Él escupió al suelo.
—Preferiría morir que volver a tu lado —dijo con sinceridad.
—Tus deseos serán concedidos. —Rosana también recubrió su cuerpo con una capa de lava roja e incandescente—. La segunda persona más fuerte del Equipo Zero te enseñará tu lugar. Te mataré de una forma tan horrible y dolorosa que te arrepentirás con toda tu alma por haberme abandonado.
—¡Eso jamás! —rugió Fran, mientras sujetaba fuertemente la empuñadura de su espada y se lanzaba al ataque, más enfurecido de lo que nunca recordaba haberlo estado.
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—Si tuvieras la más mínima idea de cuánto tiempo he invertido en esos malditos entrenamientos infernales y los progresos que he logrado, saldrías corriendo con el rabo entre las patas, como el cobarde mocoso que siempre has sido.
—¿Entonces dices que crees que puedes derrotarme? —dijo Raidel con una risita burlona—. Tal y como lo pensaba, ya no te queda cerebro en esa cabezota. Probablemente nunca has tenido uno —se encogió de hombros—. ¿Derrotarme? Solo mírate, pareces un maldito zombie salido de un circo de mierda.
Alisa avanzó hacia él sin dejar de observarlo con esos gélidos ojos. La mirada asesina que tenía su rostro habría aterrorizado a cualquiera.
Pero Raidel no se dejó intimidar. Si él mostraba signos de debilidad, estaría perdido. Tenía que mantenerse firme.
—¿Crees que me conformaré con derrotarte? —dijo Alisa con una voz llena de odio y rabia—. Haré que nunca más vuelvas a abrir esa maldita boca de nuevo —sonrió—. No tienes idea de cuánto disfrutaré matándote.
A continuación, y ante la estupefacta mirada de Raidel, Alisa formó una espada de hielo en su mano derecha, cuya hoja estaba tan afilada que parecía que podría cortar cabezas como si estuvieran hechas de mantequilla.
El muchacho entrecerró los ojos. ¿Desde cuándo ella podía crear espadas de hielo?
Y fue en medio de sus cavilaciones que Alisa se puso en movimiento.
Impulsandose del suelo con una potencia tan tremenda que la tierra bajo sus pies se estremeció visiblemente, Alisa salió disparada como un misil hacia su oponente, con su espada de hielo en lo alto.
Y en menos de un segundo ya había llegado hasta él.
Raidel se quedó con la boca abierta. ¡Ahora Alisa era mucho más rápida que antes! ¿Qué diablos le había ocurrido? ¡Incluso parecía otra persona completamente diferente!
El ataque que ella realizó a continuación fue más rápido todavía.
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