✡ CLXV

Capítulo 165: Vork

El Valle Wiham se extendía casi hasta donde llegaba la vista. Se trataba de un terreno llano y uniforme que se encontraba en medio de las montañas rocosas y cuya longitud alcanzaba tales proporciones que allí dentro podría caber cómodamente un imperio entero.

Efectivamente era un lugar muy grande, pero no había nada más que arena, plantas espinosas, arbustos, y uno que otro camello que deambulaba por el lugar.

Raidel abrió la boca para volver a hablar, pero entonces sus ojos se fijaron en que varias casas voladoras se estaban aproximando desde todos los extremos del valle: todo el Batallón 42 finalmente se estaba reuniendo.

El muchacho pensó entonces que éste debía ser el lugar correcto. Pero entonces ¿en dónde estaban los miembros de la Tripulación del Infierno?

—Su base debe estar oculta —dijo Keila, quien tuvo que verse en la necesidad de mencionar lo obvio.

Raidel asintió con la cabeza. Esto debía ser algo similar a la base del White Darkness en la que ellos residían, la cual estaba de alguna forma oculta de las personas comunes…

—¿Cómo entraremos a una base que ni siquiera vemos? —inquirió el muchacho, sin siquiera poder imaginarse la respuesta.

Fran se encogió de hombros.

—No lo sé. Vork seguramente debe tener alguna idea…

—¿”Seguramente”? —replicó el muchacho, incrédulo—. ¿Y qué tal si no es así?

—Eso lo dices porque no lo conoces —sonrió el líder—. Si lo conocieras, no te preocuparías en lo absoluto.

Raidel no estaba muy seguro al principio, pero luego pensó en lo ocurrido en el Imperio Arkandor... El tal Vork, el cual lidera el Batallón 42, debía ser aún más fuerte que un monstruo como Zoden quien, de un simple golpe, había mandado a volar a Raidel al menos cien metros por los aires.

Al muchacho se le revolvían las tripas cada vez que pensaba en guerreros tan poderosos como aquellos. Era gente cuyo poder y nivel de pelea era inconcebiblemente grande; un poder por encima de toda imaginación. Raidel se preguntó si algún día, ya sea en diez o veinte años, lograría alcanzar un nivel similar al de ellos…

Todas las casas voladoras empezaron a reunirse en el centro del valle. A continuación descendieron y aterrizaron suavemente sobre el arenoso suelo.

Todos los equipos salieron de sus respectivas casas mágicas para luego reunirse formando una especie de línea recta.

Cuando Raidel puso un pie afuera, la cegadora luz del sol le golpeó los ojos, por lo que se vio en la necesidad de colocar una mano sobre su frente para ver mejor.

El muchacho observó que, al frente, estaban ya casi todos los equipos reunidos. Era prácticamente una multitud. Raidel no se sorprendió demasiado ya que, después de todo, se trataba de un Batallón entero.

Todos ellos vestían las armaduras negras y brillantes del White Darkness. Raidel notó que al menos uno de cada cinco personas eran magos, ya que llevaban sombreros puntiagudos y resplandecientes báculos en las manos. Los demás guerreros traían consigo diversas armas en los cinturones o colgando de sus espaldas, cada cual tenía un aspecto más formidable que la anterior. Otros, en cambio, ni siquiera tenían armas.

Raidel se fijó en los rostros de todos y cada uno de los guerreros de aquel lugar, intentando buscar a una persona en particular. Pero no lo encontró… Deon no se hallaba por ningún lado…

Raidel soltó una maldición. Deon no era parte del Batallón 42 después de todo… Hoy tampoco sería el día en que perpetraría su venganza…

—Lo lamento —intentó consolarlo Keila al darse cuenta de la situación. Si bien ella nunca había visto a Deon, la expresión de Raidel lo decía todo.

—Será en otra ocasión —murmuró el muchacho, resignado.

Y en aquel momento un chasquido de irritación sonó detrás de ambos, quienes se dieron media vuelta para ver que Alisa estaba intentando protegerse del sol abrasador como mejor podía.

—¡Maldita sea, odio el calor! —exclamó ella, recubriendo su cuerpo con una delgada capa de hielo. Sin embargo era inútil, ya que ésta empezó a derretirse casi al instante—. ¡Demonios!

—Vaya lengua tiene esta mocosa… —suspiró Sendor.

—Hey, ¿qué hay de malo con el calor? —dijo Raidel como si la ofensa fuera dirigida a él—. El calor es vida, el calor es amor, el calor es…

—¡Es un infierno! —terminó Alisa por él—. ¡Es insoportable! ¡Los dioses saben que tengo razón!

—Pues los soldados del Imperio Arkandor, por alguna razón, me llamaron “Dios de la Muerte” —fanfarroneó Raidel—. Y como el dios que soy, yo sé que estás completamente equivocada… El verdadero infierno es el frío… ¿Alguna vez has pasado tanto frío hasta el punto de llegar a sentir como tus huesos se congelan? Yo sí. Y eso sí que es el verdadero infierno. Lo dice el mismísimo Dios de la Muerte.

—¡Dios de la Muerte mi trasero! —escupió Alisa—. Seguramente tú no eres más que…

Sin embargo ella interrumpió sus palabras al notar que el ambiente había quedado repentinamente en completo silencio.

Todos los compañeros observaron que una persona empezó a caminar frente a la fila que estaban formando todos los equipos.

—¡Por todos los santos, es el mismísimo Vork! —exclamó Fran más fuerte de lo que hubiera querido, así que al instante siguiente se tapó la boca con ambas manos.

Y allí estaba, frente a todos ellos.

Vork, el famosísimo, el invencible, el inmortal… Vork, cuyo nombre despierta el más absoluto terror entre todos los guerreros del Batallón 42… Vork, el terrible y despiadado monstruo de las catacumbas… Vork, cuyo poder supera incluso al de Zoden… Vork, la pesadilla... El mismísimo Vork en persona…

Raidel vio que Vork no era más que un hombre bajito y encorvado, el cual tenía la mirada perdida y estaba algo pasado de peso. Aquel hombre se suponía que era Vork.

—¡Por los nueve infiernos, me siguen haciendo bromas! —gritó Raidel, cuya voz se escuchó a varios metros a la redonda—. ¡En nombre del Dios de la Muerte, exijo saber quién es el verdadero Vork!

Tras sus escandalosas palabras, todos los guerreros miraron a Raidel con expresiones de curiosidad o de burla. Se escucharon algunas risas.

Fran le propinó un disimulado coscorrón en la cabeza al muchacho.

—¿Pero qué demonios crees que haces? —susurró con evidente cólera en el rostro.

—¿Has preguntado quien es Vork? —dijo el tipo pequeño y encorvado quien tenía los ojos acuosos y una barba mal afeitada—. Yo soy Vork.

Aquel hombre debía medir un metro con cincuenta centímetros, siendo ligeramente más pequeño que Raidel. Vestía una larga y negra túnica sobre la armadura del White Darkness. Su calva cabeza estaba oculta por un sombrero puntiagudo de mago. Lo único destacable de aquel hombre era el objeto que estaba sujetando con la mano derecha: Un báculo mágico de un color y una forma de lo más extraño que, sin embargo, desprendía una magnificencia como ningún otro báculo que el muchacho hubiera visto hasta ahora.

Tal objeto era como un bastón, pero la parte superior de éste no terminaba con una media luna de color azul como todos los demás báculos mágicos, sino que acababa en una especie de estrella de cinco puntas, la cual, en vez de emanar luz azul, desprendía una luz roja cuya intensidad superaba por mucho a los otros báculos.

Fran mantuvo vigilado de cerca al muchacho, por si se le escapaba alguna otra insensatez, pero él no volvió a abrir la boca. Tal vez ya se había convencido de que él era el verdadero Vork.

Al cabo de un rato, Alisa meneó la cabeza de un lado a otro mientras murmuraba:

—Yo me imaginaba a Vork como una maldita bestia de cinco metros, devorador de mundos y destructor de galaxias —fingió un bostezo—. En cambio esto es… patético.

—¿Tú también? —gruñó Fran—. Ya cállense de una vez. ¡Él puede escucharlos!

Pero Vork estaba demasiado ocupado, paseando la mirada por todos los miembros del Batallón. Luego de unos segundos dijo simplemente:

—Falta un equipo.

—¿Disculpe? —dijo una voz desconocida entre la multitud de guerreros.

—Aquí falta un Equipo —repitió Vork, caminando lentamente alrededor de la fila de soldados—. Están diecinueve.

Raidel abrió mucho los ojos. Tal vez el último equipo que faltaba fuera…

—¡Miren, por allí viene una casa! —exclamó otra voz desconocida.

Era cierto. Procedente del horizonte se aproximaba una casa voladora a gran velocidad. la cual, cuando estuvo lo suficientemente cerca, empezó a descender para finalmente aterrizar junto a las demás casas que yacían en el lugar.

Todos se fijaron en la casa con expresiones de curiosidad. ¿Qué equipo era el que faltaba? Y más importante aún, ¿por qué había llegado tarde?

La puerta de la casa se abrió y alguien dio un paso afuera.

Los ojos de Raidel ardieron repentinamente con un odio terrible.

—¡Deon! —gruñó el muchacho, prendiendo sus manos en llamas—. ¡Te mataré!

Sin embargo quién salió de la casa no era Deon, sino Rodol el arquero.

Detrás de él salieron Selia, la maga; Dem, el hombre del Rem de goma; Xandor, el ex asesino a sueldo; y por último el viejo de las empanadas cuyo nombre Raidel no sabía.

Keila y Raidel se miraron entre ellos por un segundo y luego volvieron a fijarse en el Equipo que había acabado de llegar.

El muchacho los conocía. Había realizado una misión con ellos para unirse al White Darkness… Observó que ninguno de ellos había cambiado mucho…

—Así que se trataba del Equipo Wandor —dijo Vork con el rostro inexpresivo.

—Lamento la demora —se apresuró a decir Dem, quien al parecer era el líder del equipo. Su cabello entrecano estaba un poco más largo que la última vez que Raidel lo vio—. Tuvimos algunos inconvenientes… —señaló al viejo de las empanadas—. Este anciano se quedó dormido…

—¡No me eches la culpa! —exclamó el viejo, empleando el típico tono de un niño malcriado.

—¡Tú sabes que es cierto! —repuso Selia de mal humor, quien parecía que quería golpearle la cabeza con su báculo mágico.

Vork les había repetido nuevamente los detalles de la misión. El objetivo era simplemente interrumpir el ritual de invocación y, si era posible, destruir la base enemiga. No dejó claro si debían trabajar juntos o separados, así que Raidel supuso que eso estaba a elección de cada equipo. En realidad no importaba la manera como lucharan, solamente había que cumplir la misión. Nada más.

Por unos momentos Raidel pensó que, si la suerte estaba de su lado, él y su equipo serían quienes interrumpirían el ritual… Pero luego recordó al Equipo Zero... Necesitarían algo más que suerte si planeaban ganarles a ellos… Zoden ya era increíblemente poderoso sin las Hachas Malditas… ¿Cómo sería con ellas? Además también estaba Vork…

Los miembros del Equipo Zero se encontraban al frente de la larga fila, completamente imperturbables. No parecía que compartieran la expectación ni la emoción de los demás soldados.

Y en cuanto Vork terminó de dar su discurso, pidió a todos que se prepararan, diciendo que la batalla daría inicio en pocos segundos.

A Raidel le resultó difícil tomar en serio sus palabras. ¿La batalla empezaría en pocos segundos? ¡Pero si estaban en medio de la nada!

Entonces varios guerreros pudieron ver que una pequeña sonrisa se formaba en el rostro de Vork.

—El hechizo que la Tripulación del Infierno colocó para ocultar su base no es precisamente de bajo nivel —anunció Vork—. ¡Pero por esto fue que el White Darkness escogió a nuestro Batallón para realizar esta misión!

Y tras sus palabras, Vork simplemente chasqueó los dedos.

El lugar en el que se encontraban empezó a desvanecerse de manera abrupta. La arena bajo sus pies se transformó repentinamente en un suelo de piedra, y una gigantesca pared o muralla apareció justo enfrente de ellos, a pocos metros de distancia… Por otro lado, el ambiente se hizo palpablemente más denso y pesado, el cual estaba cargado de un nauseabundo olor que era muy similar al de la putrefacción, pero tenía sus diferencias. Parecía como si este hedor proviniera directamente desde el mismísimo infierno…

Incluso la gigantesca muralla que se alzaba frente a ellos tenía algo que la hacía profundamente espantosa y aberrante, pero Raidel no estaba seguro de qué era exactamente… Era como si estuviera construida con un material prohibido; un material corrompido y demoníaco.

Lo único que no había cambiado era la luz que caía sobre sus cabezas. El sol todavía brillaba por encima de ellos, en la misma posición que antes. Todos sabían que se estaba acercando el mediodía… Se estaba acercando el eclipse…

Raidel se quedó con la boca abierta, no por el cambio repentino que presenciaban sus ojos, sino porque Vork simplemente había tenido que chasquear los dedos para dejar al descubierto este inquietante lugar... Ni siquiera tuvo que recitar un hechizo ni nada parecido… Solamente chasquear los dedos… Eso le había sido suficiente…

—Sean bienvenidos a una de las bases de la Tripulación del Infierno —sonrió Vork.

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