✡ CLXIV
Capítulo 164: Wiham
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Raidel no recordaba haber tenido otras tres semanas tan largas y agotadoras como aquellas.
Los entrenamientos que el muchacho se imponía a sí mismo eran muy duros, pero nada se comparaba a esto.
Fran por poco les había hecho sudar sangre y escupir piedras. Sus entrenamientos no tuvieron ningún parecido con nada de lo que Raidel hubiera hecho hasta ahora.
Los compañeros terminaban las jornadas de entrenamiento arrastrándose por los suelos y con innumerables heridas repartidas en los cuerpos, ya que la mayor parte del día tenían que luchar contra Fran y su Rem de Lava, y él no les mostraba ninguna piedad. En más de una ocasión Sendor se había quejado diciendo que estaba siendo demasiado duro con ellos, pero Fran siempre replicaba: “No esperen que los miembros de la Tripulación del Infierno se muestren tan blandos con ustedes como yo lo estoy siendo”.
De modo que el horrible e inhumano entrenamiento se prolongó hasta el mismísimo final.
Únicamente dispusieron de tres días para descansar y recuperarse de sus heridas. Raidel utilizó ese tiempo para meditar y leer algunos libros, ya que quería tener la mente ocupada lo máximo posible para no pensar en lo que vendría en los días siguientes… Si Fran les había entrenado tan duro, eso quería decir que lo que les esperaba no era nada bueno. Había una gran posibilidad de que varios de su amigos, sino es que todos, murieran en la guerra… Además era muy probable que se encontrase con Deon en el campo de batalla.
Raidel contempló el número que llevaba en el antebrazo con una mirada perdida en el rostro. ¿Él ya sería lo suficientemente poderoso como para derrotar a Deon? Lo dudaba mucho, ya que la primera y última vez que lo vio, Deon llevaba el número: “23,782”.
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Ninguno de los miembros del equipo se mostró especialmente comunicativo los días que antecedieron a la guerra. Todos se habían encerrado en sus propias habitaciones, cada quien sumido en sus pensamientos. Sabían perfectamente que las posibilidades de que murieran allí eran muy altas. Pero afortunadamente Fran les había preparado como era debido. Ahora solo quedaba ver los resultados del entrenamiento.
Raidel no salió de su habitación hasta que hubo transcurrido los tres días. Fue solo entonces cuando se presentó en la sala en común del equipo. Al entrar vio que ya todos estaban allí reunidos a excepción de una persona: Alisa. Todos estaban ya vistiendo las armaduras negras y brillantes del White Darkness.
El lugar estaba en completo silencio. Raidel notó al instante que el ambiente estaba algo… sombrío.
—¡Llegas justo a tiempo! —dijo Fran con una pequeña sonrisa. Al parecer él era el único que todavía conservaba su entusiasmo habitual… Es más, parecía radiante de la felicidad.
Raidel lo miró fijamente, mientras pensaba que a veces quisiera ser tan despreocupado como él.
Sendor y Keila se encontraban sentados en la hierba contemplando el amanecer. Ambos estaban tan abstraídos que parecía que ni siquiera se habían dado cuenta de la llegada del muchacho… aunque él no los culpaba. Tal vez estaban pensando en que probablemente esta sería la última vez que verían el amanecer...
Fran alzó un dedo.
—Bueno, ahora solo falta… Alisa.
—¿Todavía no llega? —dijo Raidel, buscándola con la mirada.
Fran observó el sol para verificar la hora y acto seguido soltó un prolongado suspiro. ¡Faltaba apenas diez minutos para partir hacia el Valle Wiham! ¿En dónde cuernos se habría metido?
El líder volvió a fijarse en Raidel.
—Bueno, creo que tendrás que ir a buscarla —dijo—. Seguramente está en sus habitaciones... Haz que se apresure, por favor.
Sin tener otra opción Raidel salió de la sala común y se dirigió hacia la habitación de Alisa en cuya puerta estaba marcado el número “143”.
El muchacho titubeó un poco antes de tocar la puerta.
Nadie contestó.
Raidel tocó más duro, pero seguía sin haber rastro de vida. ¿Acaso le habría sucedido algo? ¿Se encontraría bien?
Fue entonces cuando el muchacho, en un acto de impaciencia, giró el pomo de la puerta y notó que ésta estaba abierta.
Raidel se detuvo, sin saber qué hacer a continuación. ¿Acaso debería entrar así sin más? Jamás en la vida pudo haberse imaginado que entraría a las habitaciones de Alisa…
El muchacho abrió lentamente la puerta con suma cautela. Lo primero que notó fue que una oleada de frío glacial emanaba desde el interior. Y en cuanto la puerta se abrió por completo, Raidel frunció el ceño ante lo que miraban sus ojos.
Alisa había transformado su “habitación” en lo que parecía ser la nevada y gélida cima de una montaña.
El frío que desprendía aquel lugar era tan intenso que a Raidel le temblaron involuntariamente las piernas por unos segundos.
innumerables copos y bolas de nieve caían del cielo a raudales como si se tratase de un diluvio, y el suelo parecía estar hecho enteramente de hielo y nieve. Los ojos del muchacho se fijaron por un momento en las cimas puntiagudas de las altas montañas que se alzaban, majestuosas, en el horizonte.
A Raidel le pareció que semejante infierno podría incluso congelar los huesos de un oso polar con bastante facilidad...
Y en medio de todo aquel caos glacial estaba Alisa, sentada, meditando en el centro.
—¡Por todos los dioses, qué lugar más horrible! —gruñó Raidel tiritando del frío. Prendió su cuerpo en llamas para calentarse un poco, aunque la verdad era que eso no le ayudaba mucho.
Al escuchar su voz, Alisa abrió lentamente los ojos y lo miró fijamente.
—¿Qué estás…?
—Ya llegó la hora —dijo Raidel simplemente—. Tenemos que marcharnos. Los demás nos están esperando.
Alisa se puso de pie.
—Muy bien. Estoy preparada.
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Cuando los compañeros cogieron sus armas y todo lo que necesitaban, salieron de la sala común y bajaron por las escaleras del enorme edificio hasta el patio de la base del White Darkness.
Vieron que allí afuera, sobre el suelo adoquinado, estaban estacionadas veinte casas voladoras, y prácticamente todos los equipos ya habían llegado, quienes se encontraban afuera charlando o subiendo a sus respectivas casas mágicas.
Raidel se sorprendió al ver que tantas personas participarían en la guerra. Haciendo los cálculos pertinentes, Raidel calculó que veinte equipos (es decir un batallón entero) eran cien personas! Fran había dicho una vez que diez Batallones conforman un Regimiento. Y si el White Darkness tiene cien regimientos, entonces eso quería decir que aquella organización tenía unos cien mil miembros en total… Raidel ya lo sabía pero aún así la cifra no dejaba de sorprenderle.
El muchacho vio que sus compañeros de batallón eran hombres y mujeres de todos los tamaños y complexiones. Y por encima de todos destacaba la descomunal figura de Zoden, quien tenía el rostro grave y sereno como si estuviera tallado en piedra.
Raidel frunció el ceño al verlo. No solo quería vengarse de Deon, sino también de él…
Y al recordar a Deon, el muchacho lo buscó con la mirada, pero no lo vio por ningún lado… ¿Acaso Deon no pertenecía al Batallón 42 después de todo? ¿Toda la espera había sido en vano?
—¿Qué estás esperando, Raidel? —dijo la voz de Fran.
El muchacho dio media vuelta y vio que sus compañeros estaban subiendo a la casa voladora. Raidel los siguió.
El interior era pequeño y solamente estaba compuesto de una sala, tal y como las demás casas voladoras, pero con la diferencia de que ésta tenía las paredes visiblemente más gruesas. Además, como siempre, había una mesa y cinco sillas.
—Pónganse cómodos —dijo Fran con un bostezo—. El viaje será algo largo. Despegaremos pronto.
El muchacho dio algunas vueltas por la sala, mientras todos los demás tomaban asiento.
—¿Entonces eso es todo? —inquirió Raidel, algo sorprendido.
—¿De qué hablas? —repuso el líder.
—Yo esperaba conocer al tal Vork y que él nos diera todos los detalles de la misión…
Fran se encogió de hombros.
—Él solo da órdenes a los líderes de Equipo —dijo, mientras sacaba un grueso pergamino de su bolsa interdimensional—. Todos los detalles de la misión ya los conozco.
Sendor se acercó a ellos.
—Quisiera escucharlos —dijo.
—Será un largo viaje, muchachos —suspiró Fran al tiempo que desplegaba el enorme pergamino sobre la mesa.
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El plan de ataque no resultó tan complicado después de todo. Básicamente lo único que había que hacer era entrar a la base enemiga, abrirse camino a golpes, y detener el ritual antes de que el demonio fuera invocado. Era simple.
Sin embargo, no se sabía con precisión cómo era la base enemiga ni dónde estaría ubicado el ritual, por lo que la única manera de encontrarlo sería destruyendo la base en su totalidad. Raidel suponía que la base debía ser extremadamente grande como para que todo el Batallón 42 fuera a destruirlo, ¿Acaso el Equipo Zero no era suficiente para la tarea? El muchacho intentó imaginarse a alguien más poderoso que Zoden; No lo logró.
Tras conocer los detalles, los compañeros se sentaron en las butacas y quedaron en completo silencio, cada quien sumido en sus propios pensamientos.
Cuatro casas volaban cerca de ellos, pero no había rastro de las demás. Fran dijo que, para evitar levantar sospechas, el White Darkness había separado al Batallón 42 en cuatro, y que todos se reunirían en cuanto llegaran al Valle Wiham.
—Bueno —dijo el muchacho de repente, alzando su vista hacia los demás—. Hay algo que no me queda muy claro…
Fran lo miró con expresión inquisitiva, así que Raidel prosiguió:
—Nosotros, el White Darkness, atacaremos abiertamente a una de las bases de la Tripulación del Infierno —dijo con una seriedad inusual en el rostro—. ¿Cómo creen que reaccionarán ellos cuando lo sepan? Seguramente se les pasará por la mente eliminar a toda nuestra organización. Este puede ser el inicio de una verdadera guerra entre las dos organizaciones…
Keila y Alisa bajaron la mirada. Lo que decía el muchacho tenía su punto. ¡Una guerra cruenta y sanguinolenta de proporciones descomunales se podría librar entre todos los miembros de las dos organizaciones! El mundo tal y como lo conocían quizás llegase a su fin…
Pero Fran no estaba tan seguro de la teoría de Raidel.
—No es que sea la primera vez que algo así sucede —dijo el líder—. De hecho, casi todos los meses ellos atacan a algunos de nuestros soldados o nosotros los atacamos a ellos… Y eso sucede también con las demás organizaciones. A quién suele atacar más el White Darkness es a Immortal Blood, puesto que es nuestro principal enemigo.
Fran hizo una pausa para tragar saliva y luego prosiguió:
—Como dije una vez, las Cinco Grandes Organizaciones se odian entre sí, pero ninguna se atreve a eliminar por completo a otra… Eso, por paradójico que suene, se debe a que todas buscan conquistar el mundo —alzó un dedo—. Verán, aunque una organización logre eliminar a otra, es seguro que perderán a muchos guerreros en la batalla, lo que les hace vulnerables al ataque de una tercera organización… Por otra parte, también hay que mencionar que no hacen alianzas entre ellos, ni siquiera alianzas temporales, ya que cada cual tiene objetivos extremadamente diferentes de las demás… Por ejemplo los miembros de la Tripulación del Infierno, quienes parece que odian toda forma de vida, incluso la suya propia, buscan despertar al Dios Demonio para que destruya no solamente nuestro mundo, sino todo el universo por completo...
Raidel arrugó la nariz. Era evidente que todos ellos estaban en busca de la Espada de las Sombras, el objeto más poderoso del mundo. La leyenda cuenta que quien la obtenga, sea quien fuera, se convertirá automáticamente en la persona más poderosa de este mundo…
Pero ese pensamiento desanimaba al muchacho, ya que si ninguna de las Cinco Grandes Organizaciones la ha encontrado aún, ¿qué posibilidades tenía un mocoso como Raidel?
Luego del aburrido discurso del líder, la estancia volvió a sumirse en un profundo silencio. Alisa, quien no había abierto la boca desde que subió, no dejaba de mirar a sus compañeros, como si quisiera decirles algo. Y mientras más se aproximaba la casa voladora al Valle Wiham, ella parecía más inquieta. Al final los miró a todos y dijo:
—Yo… —pero al instante se detuvo como si no supiera cómo continuar.
—Sí, sí, nosotros también esperamos que sobrevivas —lo ayudó Fran—. También lloraremos tu muerte si te llegase a suceder algo y también pensamos sinceramente que ha sido un gusto hacer equipo contigo.
Alisa entrecerró los ojos.
—¿De qué estás hablando? ¡Eso no iba a decir! —pero su tono de voz nada convincente la delataba. Sus mejillas incluso se habían puesto rojas.
Raidel la miró.
—No tienes porqué decir nada.
—¿Qué?
—Todos sobreviviremos, lo sé —sonrió el muchacho—. No hay necesidad de despedirse ni nada de esas tonterías… Yo me encargaré de protegerlos a todos…
Alisa lo observó fijamente por un momento, como si estuviera conmovida por sus palabras, pero luego soltó un suspiro. Él tenía una boca muy grande para ser solo un simple mocoso…
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Debían ser cerca de las diez de la mañana cuando Fran, quien estaba sentado en su butaca con expresión pensativa, se puso repentinamente de pie.
—Estamos cerca, prepárense —anunció.
El momento más temido había llegado.
Raidel y Keila también se pusieron de pie. Al asomarse por una de las ventanas observaron que en aquel momento estaban sobrevolando un reino o imperio desconocido, el cual tenía grandes construcciones y edificios que parecían hechos de cristal.
Los compañeros ajustaron sus armaduras y prepararon sus armas. Pese a que habían realizado un entrenamiento infernal los últimos días, todos ellos se encontraban nerviosos, incluso Raidel, quien había dicho que “los protegería a todos”.
Lentamente el paisaje bajo sus pies fue cambiando, transformándose en un denso bosque de abundante vegetación para finalmente llegar a un terreno desértico en donde no había más que arena, montañas rocosas y uno que otro cactus.
Y al cabo de unos minutos llegaron a un terreno plano increíblemente espacioso, el cual se encontraba en medio de todas las montañas rocosas, y debía medir unos cincuenta o cien kilómetros cuadrados.
—Bienvenidos al Valle Wiham —dijo Fran con una sonrisa—. La guerra está por empezar.
Raidel miró de un lado a otro. En aquel lugar no había absolutamente nada… a excepción de arena.
—¿Acaso es una broma?
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