✡ CLX

Capítulo 160: Zero

Los miembros del Equipo Ceifador habían entrenado muy duramente los últimos seis días… Y ahora el momento por fin había llegado…

«Yo obtendré el Arma Maldita —pensó Raidel con una sonrisa—. He entrenado lo suficiente para lograrlo… Nadie va a poder vencerme».

Los cinco miembros del equipo se encontraban dentro de una pequeña casa voladora de un piso, sobrevolando rápidamente las montañas, en dirección al temible Imperio Arkandor.

En aquella ocasión todos los miembros llevaban puestas unas armaduras de color azul verdoso que el propio White Darkness les habían proporcionado… Eran armaduras baratas las cuales llevaban el emblema de un cráneo con tres ojos en el lado izquierdo del pecho. Al parecer, pertenecían a una banda de ladronzuelos y matones. Estas armaduras eran para que el Imperio Arkandor no supiera que los atacantes eran miembros del White Darkness.

Fran, Keila y Sendor estaban más frescos que una lechuga, pero Raidel y Alisa tenían gruesas ojeras debajo de los ojos y se veían tan exhaustos que no parecía que hubieran dormido lo suficiente estos últimos días… Keila se preguntó cuánto tiempo habrían estado entrenando. ¿Por lo menos habrían dormido unas pocas horas siquiera?

La estancia estaba iluminada por la cálida luz escarlata de tres bombillas mágicas que flotaban cerca del techo.

La casa voladora solamente contaba con una mesa en el centro, cinco butacas, unos cuantos mapas y varias bebidas frías dentro de una caja helada, cuyo interior parecía hecho de hielo.

Fran golpeó fuertemente la mesa con la palma abierta de la mano para llamar la atención de los presentes.

—Entonces repasemos una vez más —señaló el mapa—. Nuestro objetivo es llegar al Castillo Imperial. Va a ser muy difícil llegar hasta allí, ya que dicho lugar se encuentra en la parte central de Imperio… pero afortunadamente tenemos la ayuda de Cladeus…

—Sí, ya lo mencionaste varias veces, ¿recuerdas? —dijo Sendor, mirando por una de las amplias ventanas hacia el exterior.

—Lo sé, lo sé, pero nunca está de más volver a repetirlo —dijo Fran, y luego volvió a fijarse en el mapa—. Cada equipo entrará al Imperio por un extremo opuesto, así que no nos encontraremos con nadie hasta que lleguemos al Castillo Imperial.... Nosotros ingresaremos a Arkandor desde el sureste… —se rascó la barbilla—. Por cierto, también debo mencionar que todos los Equipos entrarán al Imperio al mismo tiempo, de modo que nadie va a poder hacer trampa. Eso es un alivio porque....

Sin embargo, sus palabras se vieron interrumpidas por unos débiles pero audibles ronquidos.

Fran alzó la mirada para ver que Raidel se había quedado completamente dormido desde quién sabía cuándo.

Keila se acercó para despertarlo, pero por lo visto cambió de parecer porque se detuvo para luego volver a alejarse.

El líder soltó un prolongado suspiro.

—Por un demonio, les advertí que no se sobrepasaran con el entrenamiento… Se los advertí mil veces.... Ahora estas son las consecuencias.

Sus palabras articuladas fuertemente hicieron que Alisa, quien también ya se estaba quedando dormida, se incorporara bruscamente y mirara de un lado a otro, sin saber muy bien en dónde se encontraba ni qué estaba sucediendo.

Fran meneó la cabeza de un lado a otro antes de volver a arremeter:

—Todo lo que uno logra con el sobreentrenamiento es que su condición física se vaya a la mierda... ¡Para eso es preferible no entrenar nada en lo absoluto!

Alisa pareció sonreír antes de decir:

—Hey, viejo, guarda silencio, ¿quieres? —Se acomodó nuevamente en su butaca—. Estás perturbando mi sueño…

Una arruga de indignación apareció en el entrecejo de Fran.

—¿Pero quién demonios te crees que eres para…

—Creo que será mejor dejarlos dormir —sugirió Keila—. Todavía faltan unos treinta minutos para llegar al Imperio Arkandor...

—¡Pero ellos ni siquiera han escuchado la estrategia! —gruñó Fran—. Cuando lleguen al campo de batalla harán lo que les dé la maldita gana… como siempre.

Sendor se encogió de hombros.

—Bueno, no es que se pueda esperar algo más de esos dos…

Y en cuanto Fran se volvió a fijar en Alisa vio que ya se había quedado dormida.

Algo le decía que este juego iba a resultar un completo fracaso…

No transcurrió media hora, sino solamente veinte minutos cuando los compañeros vieron que la inmensa muralla del Imperio Arkandor empezaba a asomar por el horizonte, debajo de un anaranjado sol en pleno ocaso.

Fran despertó a Raidel y a Alisa, quienes parecía que querían seguir durmiendo, pero, en cuanto escucharon que ya estaban por llegar a su destino, se levantaron rápidamente y empezaron a prepararse.

La muralla se hacía cada vez más y más grande conforme ellos se acercaban.

Resultaba curioso, pero no había ni un solo guardia en toda la muralla… Aunque todos sabían que no habían guardias porque ni siquiera era necesario.

Fran se colgó a la espalda su pequeña Bolsa Interdimensional y se giró hacia sus compañeros.

—Estén preparados para el impacto —dijo simplemente.

Los compañeros asintieron con la cabeza.

Todos ya estaban al tanto de que había una especie de cúpula invisible e intangible que rodeaba al Imperio de arriba a abajo. Y una vez que ellos atravesaran aquella cúpula, el imperio iba a saber que algún intruso entró a su territorio.

Todos guardaron silencio y se pusieron alertas; atentos a cualquier movimiento que pudiera provenir desde afuera.

La casa continuó con su trayectoria. Y de un momento a otro atravesaron la cúpula invisible y siguieron su recorrido hacia el Castillo Imperial.

Raidel observó que las construcciones de aquel lugar eran simplemente extraordinarias: Cada vivienda parecía un palacio en miniatura. Estaban hechas de elegante granito blanco y todas poseían un inmenso jardín en el que se podían vislumbrar plantas exóticas de todos tamaños y colores que salpicaban el suelo, embelleciendo el ya de por sí espléndido paisaje.

La casa mágica sobrevoló unas diez calles cuando Raidel se permitió soltar un suspiro de alivio, creyendo inocentemente que, por algún milagro, el Imperio no se había percatado de su presencia, por lo que iban a ser capaces de llegar a su destino sanos y salvos… pero en aquel momento se escucharon varios estallidos retumbantes como truenos, y entonces media docena de rayos golpearon los exteriores de la casa mágica con tal fuerza ensordecedora que las paredes colapsaron, completamente pulverizadas y el piso se agrietó peligrosamente bajo sus pies.

Sin tener donde agarrarse, los compañeros se aferraron entre ellos mientras la destrozada casa se precipitaba en picado al suelo.

La casa cayó en una amplia calle adoquinada, la cual estaba prácticamente vacía, produciendo un fuerte estrépito como el de una explosión.

La desvencijada casa terminó desparramada en el suelo completamente destruida, mientras que los cinco compañeros quedaron enterrados debajo de los escombros.

Llegados a este punto, los soldados del Imperio supusieron que los invasores habían muerto, pero, inconcebiblemente, los cinco atacantes salieron de entre los escombros y se pusieron de pie prácticamente sin ningún rasguño. ¿Pero qué cuernos había sucedido aquí?

—¡Rápido! ¡Rápido! —vociferó la voz de uno de los soldados del Imperio Arkandor—. ¡Atrapenlos! ¡Matenlos!

Raidel chasqueó la lengua al ver que los enemigos se contaban por docenas. Se estaban dirigiendo hacia ellos con sus armas preparadas y listas para la batalla. Llevaban armaduras pesadas de cuello alto y en su costado se podía ver el emblema del imperio.

Fran se sacó rápidamente uno de los anillos que tenía en el dedo y lo lanzó al aire.

—¡Yo te invoco, Cladeus! —gritó.

Tras sus palabras, el anillo se convirtió en un descomunal portal dimensional de color rojizo, y por allí salió una gigantesca ave prehistórica de alas amplias como abanicos, un enorme pico puntiagudo y cuyo cuello era casi tan largo como el de una jirafa. El animal emitió una especie de estridente graznido y fue a aterrizar al lado de Fran.

—¡Suban, suban, suban! —apremió el líder, quien no daba la impresión de estar demasiado preocupado.

Todos los miembros subieron sobre el lomo de la gigantesca bestia, y acto seguido ésta salió disparada hacia el cielo como un misil, emprendiendo el vuelo hacia su objetivo.

Los miembros del equipo tuvieron que agarrarse fuertemente de donde mejor pudieron ya que la velocidad de vuelo de aquel animal era extraordinaria y superaba por mucho a la casa voladora.

—¡Por su maldita vida, agáchense y agarrense bien! —gritó Fran—. ¡Créanme que no querrán caerse!

El viento golpeaba sus rostros con tal fuerza que mantenerse rígidos en su posición resultaba sumamente difícil, dado que éste los empujaba hacia atrás con una potencia abrumadora y hasta casi infernal.

Y pese a que los compañeros estaban surcando los cielos a una velocidad de vértigo, pronto notaron que varios soldados del imperio los estaban siguiendo de cerca. Algunos iban sobre sus propias bestias mágicas, pero la mayoría los perseguían sobre escobas voladoras.

Y entonces una gran cantidad de flechas, rayos, cuchillos y otros artefactos empezaron a ser lanzados contra los invasores; pero afortunadamente la altura, la distancia y la fuerza del viento jugaron en su contra, haciendo que fuera mucho más difícil que sus proyectiles lograsen impactar contra un blanco que se movía tan rápidamente… Sin embargo, ellos no se rindieron y siguieron disparando incesantemente. ¡Alguno de sus proyectiles debía dar en el blanco aunque solo fuera una vez!

Los compañeros contuvieron la respiración al ver que varios rayos e innumerables flechas pasaban peligrosamente cerca de ellos. Una estrella ninja incluso le rozó la cabeza a Raidel, quien al notar esto se agachó aún más.

Sendor giró la mirada y soltó una maldición cuando observó la gran horda de enemigos que iban tras ellos, pero Fran dijo con bastante calma:

—¡No se preocupen! ¡Todo esto está dentro de lo planeado! —sonrió—. ¡A esta velocidad seremos el primer Equipo en llegar al Castillo Imperial! ¡Y si eso sucede, la posibilidad de que el Arma Maldita sea nuestra es muy elevada!

Sendor tenía sus dudas al respecto, pero no podía negar que todo esto ya había sido planeado por Fran. Fue Fran quien predijo que la casa voladora iba a ser derribada, por lo que Sendor creó un campo de fuerza alrededor de todos los compañeros antes del impacto… Y gracias a ello nadie resultó herido.

Raidel se preparó mentalmente para la gran batalla que estaba a punto de librarse. Según los informes, el Arma Maldita se encontraba en uno de los salones centrales del Castillo Imperial. El pelirrojo ya tenía su propio plan: Entraría rápidamente como un rayo al Castillo, abriéndose camino a golpes y eliminando a quien sea que haya que eliminar. Luego exploraría todos los salones centrales del Castillo hasta dar con el Arma Maldita. Y una vez hecho esto, emprendaría apresuradamente la retirada, aniquilando a todos los enemigos con la ayuda del extraordinario poder que le ofrecerá el Arma Maldita.

Su estrategia simplemente era la velocidad. Debía entrar y salir tan rápido como sea posible y antes de que nadie se de cuenta de nada.

El muchacho creía que podía lograrlo. En estos últimos días se había concentrado en mejorar su velocidad, agilidad y poder. ¡Él podía lograrlo!

Y lo mejor de todo era que, una vez que el muchacho obtuviera el Arma Maldita, la odiosa de Alisa nunca más podría mirarlo de frente. ¡Raidel se convertiría en un ser superior!

Pero lo que él no sabía era que Alisa también tenía sus propios planes y la última semana había estado entrenando incesantemente para este día…

Dado que los soldados del Imperio no eran de la clase de personas que se rindieran tan fácilmente, siguieron disparando cuchillos y flechas, mientras que los intrusos se acercaban más y más al Castillo Imperial.

Dos rayos impactaron de lleno contra la parte trasera de la bestia prehistórica, arrancándole un gruñido de dolor. El animal se tambaleó ligeramente en el aire, pero fue capaz continuar su recorrido, sin detener ni aminorar la marcha.

—Diablos, no pueden derribarnos cuando estamos tan cerca… —escupió Fran—. ¡Vamos, acelera el paso, Cladeus!

El animal captó la orden y empezó a volar aún más rápido que antes. Raidel observó que todas las viviendas y construcciones se desplazaban debajo de ellos a una velocidad vertiginosa. El repentino aumento de velocidad hizo que Sendor, quien iba detrás, se resbalara y casi cayera al vacío, pero al último momento logró aferrarse a una de las patas traseras del animal, lo que lo dejó allí colgado, mientras gruñía y escupía una salva de maldiciones.

Raidel le tendió una mano, y Sendor volvió a incorporarse con su ayuda a la posición original.

Mientras tanto, en el frente, Fran, quien no pareció haberse percatado de este incidente exclamaba una y otra vez:

—¡A esta velocidad seremos el primer equipo en llegar al Castillo Imperial! ¡El Arma Maldita es nuestra!

Sin embargo, más temprano que tarde, los compañeros pudieron distinguir en la lejanía lo que sin duda era una gran cortina de humo que se alzaba al cielo… Y era allí a donde se dirigían…

Esta visión hizo que Fran se quedara con la boca abierta.

—¡Es el Castillo Imperial! —gritó en un gruñido de frustración—. ¡El condenado Castillo Imperial se está incendiando!

Keila ahogó una exclamación.

—¿E-eso significa que alguien más…?

Y tras unos pocos segundos pudieron comprobar sus peores temores.

Observaron que el Castillo Imperial era una fortificación absolutamente gigantesca. Ninguna otra edificación en Arkandor tenía un tamaño similar. Estaba compuesta por una veintena de de largas y puntiagudas torrecillas que circundaban la construcción principal, la cual se parecía a una especie de edificio que, juzgando por su altura y por el número de ventanas, debía tener veinticinco o treinta pisos. Una gruesa muralla grisácea que parecía hecha enteramente de hierro rodeaba el castillo por completo.

Aunque lo sorprendente era que varias torrecillas se encontraban en llamas. Una considerable parte del castillo estaba ardiendo. Y la luz del fuego iluminaba la cruenta batalla que estaba teniendo lugar en aquel lugar.

—¡Es imposible! —gritó Fran, mientras detenía repentinamente a su ave prehistórica, la cual se quedó suspendida en el aire sin apenas moverse—. ¡La batalla ya empezó! ¡Un Equipo llegó antes que nosotros!

Al ver el Castillo Imperial en llamas, los soldados que estaban persiguiendo al Equipo Ceifador parecieron perder el interés en ellos, ya que continuaron su marcha hacia el castillo, pasando al lado del ave prehistórica. El hombre que iba al frente no dejaba de gritar órdenes a sus soldados. Nadie sabía qué estaba sucediendo.

—¿P-pero qué demonios? —gruñó Raidel de mal humor, puesto que casi salió disparado hacia adelante—. ¿Se puede saber por qué te detienes tan bruscamente?

Fran no respondió. Estaba intentando ver cuál era el Equipo que había llegado antes que ellos.

Todos pudieron observar que el castillo era ya una carnicería. Cientos de de cadáveres decoraban espantosamente el suelo. Las vísceras y los intestinos estaban desparramados por los suelos y las paredes.

Pero lo más desconcertante era lo que estaba sucediendo alrededor. Treinta gigantescos tornados giraban y se desplazaban rápidamente por el lugar, succionando y destrozando todo lo que encontraban a su paso.

También había un sinnúmero de criaturas rocosas de todas las formas y tamaños, quienes estaban haciendo frente a los soldados imperiales, mientras que un río de lava que parecía estar a la altura de los tobillos se esparcía por doquier… Era un espectáculo estremecedor.

Se veían a cientos de soldados Imperiales moviéndose por allí, pero ¿quién cuernos era el enemigo?

—Diablos, Fran, no importa que hayan llegado antes que nosotros. ¡Tenemos que luchar! —gruñó Sendor—. Es más, ellos pueden distraerlos mientras que nosotros tomamos el Arma Maldita!

—¿Pero quiénes…? ¿Quiénes diablos son? —gritó Fran en un tono de voz que recordaba al de un niño berrinchudo.

Sin embargo, tras unos segundos Fran recobró la compostura y se dispuso a seguir el consejo de Sendor, pero entonces se quedó petrificado en cuanto sus ojos observaron una figura que estaba luchando encarnizadamente en medio de aquel mar de lava que inundaba los suelos. Se trataba de una mujer de unos veinticinco años que vestía la misma armadura de color verde azulada que tenía el Equipo Ceifador, por lo que revelaba que era algún miembro del White Darkness. Lo más curioso de la apariencia de esta mujer era su cabello. Su cabello suelto era tan largo que por poco le llegaba hasta los talones. ¡Además era rosa! ¡Su cabello era completamente rosa!

Al parecer Fran la conocía porque sus ojos se abrieron como platos al verla.

—¿Rosana? —balbuceó Fran, estupefacto.

Raidel entrecerró los ojos.             

—¿Quién cuernos…? —empezó a decir el muchacho, pero Fran lo interrumpió.

—¿Por qué demonios ella está aquí? —gruñó, y luego un escalofrío le recorrió el cuerpo al darse cuenta de la respuesta—. ¿Acaso el infame Equipo Zero está… participando?

Sendor tuvo que contener una exclamación de horror al escuchar aquel nombre.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top