✡ CLIII

Capítulo 153: Dan 10

Raidel y Alisa se quedaron pasmados ante lo que miraban sus ojos.

La monstruosa figura de Sir Collow se alzaba ante ellos como un colosal tanque de guerra.

Los innumerables pliegues de piel se agitaban de un lado a otro conforme el grasoso cuerpo de Sir Collow avanzaba a paso firme. Sus movimientos eran rápidos y no parecía que caminar le supusiera un gran esfuerzo. Quizás hasta podría correr y saltar con tanta facilidad como cualquier otra persona...

Medía cerca de dos metros de altura y la complexión de su cuerpo le hacía ocupar casi media calle.

Era impensable que semejante criatura tan obesa pudiera mantenerse en pie. Sin embargo allí estaba, enfrente de las sorprendidas miradas de ambos compañeros.

—Vaya, pero qué sorpresa —dijo Alisa con aparente tranquilidad en la voz. Es más, incluso estaba sonriendo.

Si no la conociera bien, Raidel habría pensado que ella no tenía miedo. Sin embargo, el muchacho sabía que aunque ella lo tuviera, siempre lo ocultaba.

Raidel no se permitió quedarse atrás y volvió a formar bolas de fuego en sus manos.

Sir Collow avanzó a paso pesado por la empolvada y vacía calle. Dado que estaba sin camisa, los pliegues y bultos de piel saltaban a plena vista.

—Nadie me ha obligado a luchar desde hace... años —dijo el gordo, deteniéndose a unos metros de distancia de ambos compañeros—. ¿Saben algo? Detesto cuando, por la razón que sea, tengo que ponerme de pie... Es tan molesto... Este cuerpo me pesa demasiado, no se imaginan cuánto... —soltó un fuerte suspiro que más bien sonó como un quejido—. Pero ahora no solo debo ponerme de pie, sino también tendré que luchar —frunció el ceño—. Veo por sus armaduras que son miembros del infame White Darkness, pero ¿qué más da? ¿Acaso creen que pueden vencer a uno de los capitanes de la Familia Corsario? —soltó una carcajada.

Raidel escupió al suelo en señal de burla. Él había escuchado que la Familia Corsario era uno de los grupos criminales más temibles e influyentes del mundo. Sin embargo, no creía que se pudiera comparar ni por asomo al White Darkness. Después de todo, el White Darkness era una de las cinco grandes organizaciones de Eruland.

—Esto no tiene perdón —prosiguió el gordo. Su tono de voz estaba cada vez más cargado de odio y aversión—. ¡Los enviaré al infierno por atreverse a hacerme luchar!

Alisa soltó una risita.

—Vaya, así que estamos ante un hombre con obesidad mórbida, el cual detesta cada vez que tiene que mover un dedo. Y por si fuera poco, toda la grasa de su cuerpo por sí sola debe pesar más que un caballo adulto... pero sin embargo esta persona asegura que nos enviará al infierno —una sonrisa mordaz asomó en su rostro—. Es irónico; irónico y triste.

Pero lejos de parecer intimidado u ofendido, Sir Collow se limitó a devolverle la sonrisa.

—¿Qué importa que no esté en mi mejor condición física? Yo solo soy capaz de eliminar a todos los niñatos de mami que haya enviado el White Darkness. Es más, ¡mientras más grasa gane mi cuerpo, soy más poderoso!

—A mi me parece que es todo lo contrario —señaló Raidel con sinceridad, pero sin perder el tono afrentoso que tanto le caracterizaba—. Mientras más pesado seas, eres más lento y ocupas más espacio; y por lo tanto, eres un objetivo más fácil de golpear —dijo mientras arrojaba rápidamente las bolas de fuego que tenía en las manos.

Al ver el ataque de Raidel, Alisa se apresuró a lanzar las dagas de hielo que estaba sujetando. Ninguno de los dos compañeros había olvidado la rivalidad que tenía con el otro. ¡Quién matara a Sir Collow podría presumir ante el otro durante meses! ¡Era una oportunidad única!

No obstante, Sir Collow no esquivó los ataques de los compañeros; ni siquiera intentó hacerlo, sino que simplemente alzó una mano y los recibió de lleno.

Las dagas y bolas de fuego se deshicieron al chocar contra la palma abierta del gordo, quien, por su parte, salió ileso y sin ningún rasguño en lo absoluto.

Alisa no pudo ocultar la sorpresa al ver como sus preciadas dagas de hielo se rompieron en mil pedazos tras el impacto. Pero lo más sorprendente era que no habían logrado herir de ninguna forma al gordo, pese al impacto directo.

Sir Collow seguía con el rostro inexpresivo. Aunque sus ojos no pudieron ocultar la decepción.

—Y bien, ¿eso es todo lo que tienen?

—¿Qué diablos ha hecho? —murmuró Raidel con lentitud, mirando fijamente las manos intactas del enemigo—. ¿Acaso usó... Xen?

—Obviamente usó Xen —dijo Alisa, mientras formaba otras dos dagas de hielo—. Concentró su energía vital en las palmas de sus manos para así protegerse... Esa es la única forma en la que pudo detener mis dagas, sin que éstas le provocaran daño alguno... —entrecerró los ojos—. Pero la cantidad de Xen que debió de usar para eso debe ser increíblemente alta... Al parecer nos estamos enfrentando a un oponente muy poderoso después de todo...

El gordo sonrió.

—Si se sorprenden con tan poca cosa, entonces eso solo habla de lo débiles que son ustedes... ¿Lo máximo que pueden hacer es controlar el Rem? ¿Acaso todavía son Novatos que no han alcanzado el Dan 10? ¡Pues este es su fin porque se están enfrentando a un Cazador, ya que yo soy Dan 10!

Raidel frunció el ceño. ¿Esa información sería cierta? Solo los mejores guerreros alcanzaban el Dan 10... Ni siquiera Fran lo había alcanzado... Si Sir Collow realmente era Cazador, entonces se estaban enfrentando a un oponente realmente poderoso… Además el muchacho no había olvidado que él apenas era Dan 3. ¡El gordo era inimaginablemente más fuerte que él! ¿Cómo iban a poder derrotarlo?

Raidel aprovechó el breve momento de silencio para escrutar sus alrededores.

Llegados a este punto, la calle se encontraba ya completamente desierta, sin ningún rastro de vida aparte de los combatientes de ambos bandos.

Fran se encontraba al otro extremo de la calle, en una lucha a muerte contra el capitán de los guardaespaldas, mientras que Keila y Sendor seguían escondidos en algún lugar fuera de la vista. Sin duda estaban esperando el mejor momento para presentarse.

Raidel dudaba que pudiera vencerlo aún con la ayuda de Alisa. Ambos habían entrenado mucho estas últimas semanas, ya que no querían que el otro los superara, pero ¿enfrentarse contra un Dan 10? Esa era una derrota segura.

Sin embargo, si había algo en lo que ambos estaban de acuerdo era en que jamás se retirarían de un combate, sin importar lo poderoso que su oponente fuera.

Raidel volvió a desenfundar su guadaña y se lanzó al ataque con un estremecedor rugido de guerra. Solamente el simple acto de pensar en el temible poder de su oponente hacía que las manos se le pusieran sudorosas, pero él no podía permitirse dudar. Le habían asignado una misión y tenía que cumplirla cueste lo que cueste.

Al llegar a su objetivo, el muchacho blandió su guadaña contra él.

El gordo no esquivó el ataque ni mucho menos, simplemente lo bloqueó con su antebrazo desnudo como si se tratase de un escudo. El impacto no hizo más que provocar un estallido de chispas centelleantes.

Raidel retrocedió varios pasos al ver que uno de sus ataques más contundentes no había surtido ningún efecto en lo absoluto. Ni siquiera un rasguño. El control sobre el Xen que tenía aquel gordo monstruoso debía ser monumental.

Mientras tanto, Alisa se aproximó al lugar. Por un breve instante las miradas de ambos compañeros se cruzaron. Y por primera vez en mucho tiempo estaban de acuerdo en algo.

Ambos sabían lo que debían hacer. Ninguna persona podía concentrar el Xen en muchas partes del cuerpo al mismo tiempo, de modo que los compañeros se lanzaron al ataque desde distintos ángulos, en un intento por golpearlo en alguna parte desprotegida. Sin embargo al instante descubrieron que el Xen no era lo único en lo que el gordo era bueno, puesto que, pese a su extrema obesidad, Sir Collow retrocedió y esquivó fácilmente todos los despiadados ataques que lanzaban ambos compañeros, como si el enorme cuerpo del gordo no pesara más que una pluma.

Raidel y Alisa lanzaron sus ataques más veloces, pero inconcebiblemente no fueron capaces de tocar el inmenso y abultado cuerpo de su oponente, quien se movía con la facilidad y agilidad de una pulga. También notaron que Collow no era una persona que hiciera movimientos innecesarios. No retrocedía dos metros si solo con uno le bastaba para esquivar un ataque. Pero lo más sorprendente de todo era que no parecía agotarse a pesar de que los minutos transcurrían uno tras otro. Es más, ni siquiera estaba agitado. Ni una gota de sudor.

Pero ni Raidel ni Alisa eran personas que se dieran fácilmente por vencidos, por lo que siguieron atacando extenuantemente sin perder la velocidad ni el ritmo.

Y al cabo de un par de minutos el gordo soltó una ruidosa carcajada.

—¿Entonces eso es todo lo que tienen? —No esperó una respuesta. Solamente añadió—: ¡Es mi turno!

Su puñetazo fue rápido como un relámpago. Apenas se pudo ver un fugaz destello cruzando el aire.

Alisa no pudo esquivarlo.

Si su cuerpo no hubiera estado recubierto de hielo, ese brutal puñetazo sin duda la habría matado.

El golpe impactó contra su abdomen con una fuerza tan terrible que ella salió disparada hacia atrás como un misil, produciendo una onda expansiva a su alrededor. Mientras era expulsada por los aires, su cuerpo se dobló por la mitad hasta que finalmente chocó estruendosamente contra una vivienda de varios pisos, la cual se derrumbó sobre ella tras el brutal impacto.

Alisa quedó enterrada debajo de los escombros, probablemente muerta.

Al ver aquello, Raidel casi tuvo lástima de ella. Casi.

El muchacho no esperó ni un segundo más, así que retrocedió de un salto. Y si no hubiera hecho aquello, la patada descendente que Sir Collow ejecutó al instante siguiente le habría arrancado la cabeza, la cual resultó tan poderosa que, al chocar contra el suelo, se formó una delgada pero larga grieta en el piso que debía tener al menos veinte metros de extensión.

El extraordinario impacto hizo que el suelo por todo el sector temblara descontroladamente por unos segundos.

Raidel se tambaleó por unos instantes. Su pie izquierdo tropezó con la grieta que había en el suelo, por lo que no pudo evitar caer al suelo.

Soltando una maldición, el muchacho se puso rápidamente de pie, mientras el gordo estallaba en carcajadas por lo ridícula que resultaba la escena que tenía ante sus ojos.

—¿Y así es como te atreves a llamarte guerrero? —se burló Sir Collow, al tiempo en que Raidel se sacudía sus rojos cabellos del polvo.

El muchacho lo ignoró por completo. En aquel momento tenía preocupaciones más importantes. ¿En dónde cuernos estaban Keila y Sendor? Raidel paseó rápidamente la mirada por los alrededores. Solo encontró a Fran, cuyo oponente debía ser muy poderoso, ya que ambos seguían luchando salvajemente sobre los escombros de una inmensa catedral destruida.

Sir Collow empezó a caminar hacia Raidel a paso lento pero decidido.

—Bueno, ya va siendo hora de terminar con esto, ¿no te parece?

Raidel no pudo hacer más que retroceder de otro salto. ¿Por qué Sendor ni Keila habían aparecido todavía? ¿Acaso les había ocurrido algo? Dada la actual condición de Alisa, ellos ya debieron haber aparecido hacía tiempo...

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