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Capítulo 150: Raidel
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Ambos contrincantes estaban estáticos en sus posiciones, mirándose entre ellos. Sus expresiones denotaban severidad y sus ojos resplandecían de la furia. Por una parte, Fran no perdonaría al enemigo por el daño que había causado a sus compañeros; y por el otro, Klein buscaba vengar a sus soldados caídos. En pocas horas, su grupo de mercenarios había desaparecido por completo. Ahora nadie quedaba vivo a excepción de él... y aquello era imperdonable...
Las llamas de Klein se hicieron aún más grandes de manera repentina. El fuego empezó a crepitar con violenta intensidad. Las llamas depedían un nefasto calor.
Alisa, quien estaba cerca del lugar, se alejó instintivamente al sentir la abrasadora llamarada de calor que inundaba su cuerpo.
—Efectivamente, el fuego es el elemento más repugnante de todos —murmuró ella, retrocediendo unos cuantos pasos.
Raidel escupió al suelo.
—Hey, ¿acaso te estás burlando de mí? —gruñó el muchacho. Una arruga de irritación se le había formado en el entrecejo.
Alisa le regresó a ver con gesto desafiante. Pero antes de que pudiera responder, el ambiente se vio inundado con una nueva ola de calor, esta vez mucho más abrasadora que la anterior.
Ella retrocedió más pasos y luego se fijó en la persona que emitía semejante ardor tan infernal. Alisa tenía una expresión de asco en el rostro, lo que casi le hace soltar una carcajada a Raidel.
Una roja y burbujeante lava fluía sobre el cuerpo de Fran en gran cantidad, derramándose sobre el suelo y formando un humeante charco de lava bajo sus pies.
—No puedes derrotarme —sonrió Fran. En aquel momento todo su cuerpo estaba recubierto de lava a excepción de su rostro. La lava también fluía a la espada que él tenía en las manos, pero no parecía que aquel líquido rojo y burbujeante la estuviera afectando. Es más, parecía fortalecerla.
—¿No puedo derrotarte? —se burló Klein, rascándose los bigotes—. ¡Eso fue precisamente lo que me dijo el bastardo de Raftor antes de que lo eliminara! ¡El muy idiota creía que su Rem de Lava iba a ser suficiente para derrotarme! Quería robarme mi puesto como líder, pero yo lo eliminé en menos d...
Fran soltó un genuino bostezo.
—¿Vienes aquí a luchar o a contarme sobre tu vida? —dijo con tranquilidad. Juzgando por la expresión de su rostro, no había dicho aquellas palabras con ánimos de ofender. Simplemente mencionaba una verdad. Pero Klein se había tomado como una ofensa.
—¡Desgraciado! ¡Animal! —gruñó el mercenario. Bajó un brazo para agarrar un hacha de doble filo que estaba tirada en el suelo. El metal de la empuñadura empezó a adquirir un color rojizo brillante debido al contacto con el fuego. Klein sabía que tenía que lanzarse al ataque antes de que el metal se fundiera por completo.
Pero Fran, quien avanzó tres pasos de manera tan rápida que pareció uno solo, llegó primero hasta él.
Los agudos ojos de Klein lo vieron aproximarse y el mercenario alzó el hacha de guerra con una sola mano. Acto seguido descargó un golpe mortal, el cual llevaba una fuerza tan tremenda que el aire silbó con ímpetu y el hacha impactó contra algo, produciendo una especie de ruido metálico y despidiendo una explosión de chispas. Klein sonrió hasta que vio que el hacha se partió por la mitad.
—¿Qué diablos...? —murmuró el mercenario, mientras retrocedía rápidamente y miraba a su rival de arriba a abajo—. ¡Esa espada!
Para detener el feroz ataque del mercenario y romper su hacha, Fran simplemente había sujetado su espada frente a su rostro, sin siquiera moverla. La misma fuerza de Klein había sido la que rompió el hacha por la mitad en cuanto ambas armas chocaron. Aunque claro, nada de esto se hubiera logrado sin la ayuda de la imponente espada de Fran.
—El filo de Tharot puede cortar cualquier acero como si fuera mantequilla, incluso si no pones mucha fuerza en ello —sonrió Fran—. Esta espada es más resistente que el material Lythion.
—¿Más resistente que Lythion? —bufó Klein—. ¡No digas estupideces!
Raidel abrió los ojos de par en par tras las palabras de su líder. Hasta a él le era difícil creer semejante cosa. Lythion era el material más duro y sólido que el muchacho conocía. Su guadaña estaba hecha de aquel material, el cual era resistente a muchos elementos, incluso al fuego. Por eso Raidel la podía prender en llamas y ésta no sufría ningún daño. Además tampoco había que olvidarse de los muñecos de entrenamiento que igualmente eran de Lythion, y los cuales eran extremadamente duros. Raidel no se podía imaginar algo más resistente que Lythion.
—Bueno, supongo que tendré que mostrártelo personalmente —dijo Fran con el rostro sonriente.
Klein no se quedó quieto. Con un rugido abrumador, él formó dos bolas de fuego en sus manos, las cuales eran tan enormes como su cabeza. Raidel se sorprendió ante la visión. El muchacho nunca había hecho bolas de fuego tan grandes...
—¡MUERE! —exclamó Klein mientras arrojaba ambos proyectiles.
—¡ESQUIVALAS! —gritó Raidel, más que asustado de lo que pudiera suceder.
Pero Fran se quedó inmóvil en su posición. Su rostro transmitía una tranquilidad absoluta.
Las bolas de fuego chocaron contra el rostro desprotegido y se deshicieron casi de inmediato.
Raidel ahogó una exclamación de horror, pero luego abrió mucho los ojos al ver que su líder había quedado intacto.
Hasta el propio Klein parecía sorprendido, quien volvió a retroceder y escupió algunas maldiciones por lo bajo.
Fran avanzó un paso. El piso bajo sus pies crujió debido al calor de la lava.
—No sé por qué te sorprendes —dijo con calma—. Ya deberías de saberlo. Tu fuego no tiene ningún efecto en mí. Mi lava es mucho más caliente... No hay comparación...
—¡IMPOSIBLE! —rugió Klein, mirándose las manos, como si algo raro les estuviera sucediendo a sus llamas luego de que éstas no pudiesen matar a Fran—. ¡Esto no debería estar pasando! —farfulló—. ¡Mi fuego es mucho más caliente que la lava! Yo pude asesinar a Raftor sin muchos problemas...
Fran soltó un suspiro.
—No me gusta tener que mencionar lo obvio, pero ¿acaso no se te ha ocurrido que mi lava es mucho más caliente que la lava normal?
—¿Qué? —gruñó Klein como si no pudiera comprender lo que Fran había dicho. ¿Él era más fuerte? Eso no podía ser posible...
—Bueno, sería fácil derrotarte con mi lava, pero esta cosa quiere sangre —dijo mientras miraba la inmensa espada que llevaba en la mano derecha. Su hoja era tan fina que Raidel apenas la podía ver desde su posición.
Klein se fijó en el arma.
—¡No sé qué clase de espada sea ésa, pero se la robaré a tu cadáver!
—Dudo mucho que te agrade esta cosa si supieras lo que esconde...
—¡La espada es mía!
Fran estaba por sonreír, pero Klein apareció repentinamente frente a él con los puños en lo alto. El mercenario era mucho más rápido de lo que Fran se había imaginado...
Con la velocidad de una serpiente, Klein le propinó un fuerte puñetazo a la nariz de su oponente, aprovechando que el rostro era la única parte de su cuerpo que no estaba recubierta de lava.
Fran blandió la larga espada contra él para alejarlo y luego retrocedió varios metros de un salto.
—Vaya, no está mal —dijo éste, mientras se tocaba la nariz. Un hilillo rojo y cálido le salía de los orificios nasales y se derramaba hasta los labios.
Klein no le prestó atención. Sus ojos estaban fijos en la espada que él tenía en las manos. Klein había percibido que esa cosa despedía una extraña energía maléfica y horripilante. ¿Qué clase de arma era aquella?
Fran soltó una profunda exhalación, mientras que en su rostro volvía a dibujarse otra mueca de dolor... Algo le decía a Raidel que su dolor no tenía nada que ver con el golpe en la nariz que había acabado de recibir...
—Bueno, creo que ya va siendo hora de terminar con esto —dijo el líder del Equipo Ceifador con el ceño fruncido.
—¡Me quitaste las palabras de la boca! —exclamó Klein, lanzándose al ataque en un salto mortal.
Fran blandió su larga espada contra su rival una y otra vez intentando cortarlo, pero el enemigo lo esquivaba todo; Era extremadamente rápido.
Klein no dejaba de dar vueltas alrededor de Fran a una velocidad vertiginosa, intentando buscar una abertura para poder atacarlo. Y más temprano que tarde la encontró.
Klein esquivó la estocada de Fran, luego se deslizó por debajo de la espada y lo golpeó en la mandíbula con un ascendente gancho de izquierda.
Fran se tambaleó por unos segundos como un borracho, pero de alguna forma logró mantener el equilibrio.
El jefe mercenario estaba por abalanzarse contra él ante semejante oportunidad, pero la espada de Fran relampagueó en el aire, lo que obligó a Klein retroceder dos pasos. El mercenario ya sabía cuál era el alcance de la espada, por lo que consideró que retroceder más sería un gasto de energías. Sin embargo, no pudo evitar soltar un prolongado y estremecedor aullido de dolor en cuanto sintió una dolorosa punzada en el hombro. Y cuando bajó la mirada vio que la punta de la espada le había atravesado el hombro. ¿Cómo había sucedido aquello?
El dolor era insoportable. En medio de los gruñidos y alaridos, las babas se le chorrearon de la boca y cayeron al suelo. Intentó retroceder para sacarse la centelleante espada del hombro pero fue en vano. Era como si aquella cosa se estuviera aferrando a él y no le dejara escapar... Era como si tuviera vida propia...
Y fue entonces que Klein se fijó que la espada tenía un tamaño que no debería. Ahora parecía medir tres metros de largo en vez de dos... ¿Qué significaba aquello? ¿Acaso la espada podía alargarse?
La mirada de Klein empezó a nublarse, mientras él empezaba a comprender la situación. Claro, esa era una Espada Maldita. Ahora lo entendía todo... ¿Cómo no pudo verlo antes? Le resultaba asombroso que alguien del segundo continente tuviera una Espada Maldita en sus manos...
—Nunca debiste subestimar a Tharot —dijo Fran con una sonrisa que más bien parecía otra mueca de dolor.
Y con un rugido, el líder del equipo movió su espada horizontalmente. No pareció usar muchas fuerzas, pero aún así logró partir a Klein por la mitad. La sangre fluyó a borbotones del amplio corte, y una maraña de tripas y vísceras salieron a relucir, tan rojas como la espada de Fran. Los tres compañeros que miraron aquello dieron automáticamente media vuelta, asqueados por la visión.
—Oh, vaya —dijo Alisa buscando un espacio libre de cadáveres para sentarse en el suelo por un momento y tomar un respiro.
—Ya entiendo —dijo Raidel, mientras iba hacia Fran y miraba su espada—. Esa arma se estira y se comprime. De esa forma la puedes guardar en una bolsa tan pequeña. Buen truco.
Fran miró a Tharot por un momento y dijo:
—Te equivocas.
—¿Qué?
—Esta espada en su forma original mide dos metros. Para estirarla solamente por un breve instante tengo que otorgar a esta cosa gran parte de mis energías... —soltó un suspiro—. Así que no, esta espada no se hace más pequeña.
—¿Entonces cómo...? —dijo Raidel, intrigado.
—Resulta que el interior de mi bolsa es mucho más grande que la parte exterior. De esa forma puedo guardar una gran cantidad de objetos... Aquí dentro tengo varias piedras explosivas, comida, botellas de agua, utensilios médicos, arco, flechas, varias cuerdas grandes, mucho dinero...
A continuación Fran soltó una risita exhausta al ver la expresión que componía Raidel.
—¿T-tantas cosas? ¡Pero parece que esa bolsa no pesa nada! Además es tan pequeña...
—Efectivamente no pesa casi nada —dijo Fran—. Pero el interior de la bolsa mide tres metros cuadrados, lo que es un espacio bastante grande como para guardar casi cualquier cosa....
—Vaya... Eso es... increíble... —balbuceó el muchacho, mientras iba hacia él y miraba la bolsa de cerca—. ¿Cómo se supone que funciona?
—Esta es una Bolsa Interdimensional. Pensé que habías escuchado hablar de ella. Se puede decir que el espacio que hay en el interior de la bolsa pertenece a otra dimensión. De allí su nombre.
—Vaya...
Fran sacó varios frascos de su bolsa. Entregó tres a Raidel y tres a Alisa, quien se había acabado de acercar al lugar.
—Vayan y traten a Keila y Sendor con esto. También úsenlas para sus propias heridas...
Cuando Raidel y Alisa dieron media vuelta para marcharse, escucharon que una especie de crujido sonaba a sus espaldas, seguido de un breve gruñido. Al girarse, vieron que Fran había caído de rodillas al suelo.
—Hey, ¿estás bien? —dijo Alisa, visiblemente preocupada.
—S-sí. Bueno, todo es por culpa de esta cosa...
Raidel le tendió una mano para ayudarle a incorporarse.
Y una vez que Fran se puso de pie, soltó un suspiro de cansancio.
—Esta espada puede ser muy poderosa como pocas en este continente... pero el precio que el portador tiene que pagar es muy alto...
A continuación Fran guardó la espada en su bolsa.
El muchacho casi suelta una exclamación al observar el brazo del líder con el que había sujetado su espada. Éste estaba palpitante y tenía manchas negras del tamaño de un dedo a sus alrededores.
La expresión de Raidel debió verse realmente devastada, porque Fran se apresuró a decir:
—No te preocupes. Esto sanará.
—¿Estás seguro?
—Además de usar la energía del portador como combustible, aquella espada está sedienta de sangre y constantemente quiere alimentarse con nuevas presas... ya sabes —suspiró—. Sin embargo, también busca consumir al propio portador. Si yo la utilizo por más de veinte minutos corro el riesgo de que me consuma; en tal caso me terminaría volviendo loco. Así funcionan las Espadas Malditas.
—Tal vez no debiste usarla —dijo Alisa, quien ya había escuchado hablar sobre aquellas terribles espadas.
—En eso tienes razón —suspiró Fran.
Acto seguido fueron a ver a Sendor y Keila. Ésta última ya estaba despertando, pero Sendor seguía allí tirado como un muerto. No se había movido en lo absoluto...
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El viaje de regreso no había sido muy cómodo ni agradable. Tuvieron que volver en el ave prehistórica de Fran, y allí habían tenido que cargar a Sendor, quien seguía inconsciente, sin mencionar que su aspecto era realmente lamentable. Casi toda la piel de su cuerpo estaba negra y chamuscada. Aunque él lograra sobrevivir lo más probable era que terminara con lesiones permanentes. Quizá tendría que retirarse del campo de batalla para siempre. Pero si ese fuera el caso, ¿qué haría el White Darkness con él? ¿Qué era lo que aquella organización hacía con los miembros que ya no les eran útiles? ¿Los aniquilaban? Mientras volaban de regreso, Raidel pensó en preguntárselo a Fran, pero por alguna razón no lo hizo. No quería sacar a relucir un tema tan delicado cuando uno de sus compañeros estaba moribundo... Además, la expresión devastada de Fran por si sola revelaba mucho...
Tuvieron especial cuidado de mantener quieto el cuerpo de Sendor (para no lastimarlo aún más), pero aquello resultó bastante complicado porque el ave prehistórica estaba volando por los cielos a toda velocidad. Fran quería llegar a la base lo antes posible para que los médicos se encargaran de él.
Por otro lado, Keila se encontraba bastante pálida y todas sus heridas la debilitaban hasta el punto en que apenas parecía que podía mantenerse consciente... pero al menos su estado no era tan malo como el de Sendor...
Aunque quizá lo más trágico de todo era que ellos habían fracasado en la misión. En un principio, su misión había sido aniquilar a la Organización conocida como "Almas Muertas", pero aquellos hombres no habían estado en la base, sino un grupo de mercenarios contratado por las Almas Muertas... Era bastante lamentable lo que había sucedido...
En aquel momento estaban saliendo del Imperio Arkandor para entrar a la espesura del bosque y las montañas.
Fran, quien estaba al frente, se giró hacia Keila por un momento.
—Vi lo que hiciste —dijo con una repentina sonrisa en el rostro—. Creaste una especie de muro de tierra para proteger a Sendor y otro para atacar a Domus...
—Vaya, ¿eso es cierto? —dijo Raidel, bastante sorprendido. Él había estado tan concentrado en su pelea con Klein que no había visto nada de aquello.
—Lo es —dijo Keila, algo halagada pese a su estado—. Pero solo fue suerte... Intenté hacerlo muchas más veces, pero no tuve ningún resultado...
—No creas que fue solamente suerte —rebatió Fran—. Estás progresando. Solo necesitas más práctica y entrenamiento... —luego miró a sus demás compañeros—. Todos ustedes están mejorando.
Alisa desvió la mirada, sin poder creerlo. Ella había entrenado fuertemente por varios meses en una rutina infernal, pero no había visto mejoras significativas...
Raidel pensó que este era un buen momento para mencionar algo que le había sorprendido hacía un rato.
—Vi que cuando estabas luchando contra el monstruo de agua escupiste una especie de fluido de lava...
—Quieres que te enseñe a hacer eso, ¿no? —adivinó Fran.
—Sería fantástico.
—A ustedes también les podría enseñar algunos trucos —dijo el líder, mirando a Alisa y Keila.
—¿En verdad? —dijo Alisa, algo escéptica—. ¿Conoces bien acerca del Rem de Hielo?
—Hasta yo lo conozco —alardeó Raidel—. Hace poco conocí a un viejo que tenía Rem de Hielo... Y parece que su control era mejor que el tuyo porque él podía crear dagas de hielo muy grandes y complejas, no solamente simples carámbanos como tú...
Alisa tuvo el impulso de golpearlo en la cara y enviarlo al vacío, pero, por una vez en la vida, se abstuvo de hacerlo.
Fran se apresuró a intervenir antes de que empezaran a pelearse (algo que lamentablemente siempre ocurría).
—Mientras más dominio tienes sobre el Rem de Hielo, puedes crear armas y objetos más complejos —explicó el líder—. El hielo es uno de los elementos más increíbles, ya que el usuario puede crear una gran cantidad de objetos con mucha facilidad... pero lo malo es que tienes que mantener fríos dichos objetos porque se derriten bastante rápido...
Alisa lo sabía perfectamente bien. Ella ya era capaz de crear espadas y hachas de hielo, pero el gran problema con ello era que éstas empezaban a derretirse rápidamente. De hecho, el derretimiento hacía que las armas perdieran su filo en pocos segundos después de haberlas creado (lo que las hacía inútiles para la batalla). Si ella quería crear espadas y hachas de hielo sin que éstas se derritieran, debía de tener un gran control sobre su Rem. Su hielo debía de ser mucho más frío de lo que era actualmente...
—Un Usuario del Rem de Hielo puede crear prácticamente cualquier cosa —dijo Fran—. Solo necesita tener un control sobre su Rem lo suficientemente bueno.
Alisa se sintió repentinamente inútil, ya que las únicas armas que en verdad le servían en batalla eran los carámbanos de hielo...
—No se preocupen. Yo les enseñaré mucho —prometió Fran—. Para cuando la semana termine ya habrán hecho muchos progresos.
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Cuando llegaron al campo de cultivo, los compañeros entraron apresuradamente a la base. Fran se puso a gritar que habían heridos de gravedad y que les abrieran el paso.
Todos los miembros del equipo tenían heridas a excepción del líder, por lo que pasaron un buen rato en el edificio que hacía como centro médico. Allí les dieron una pócima para el dolor, luego desinfectaron sus heridas con un líquido transparente, y las cerraron a la manera tradicional: con hilos y agujas. A continuación untaron las heridas con ungüentos que tenían olor a melocotón y los vendaron.
A cada uno le dieron una habitación en la que descansaron por un día entero, ya que los médicos dijeron que querían asegurarse que no hubieran problemas con la recuperación. Y cuando llegó la hora, todos se marcharon a excepción de Sendor, quien se encontraba en estado crítico.
Fran dijo que tenía que informar al "líder" acerca del fracaso de la misión. Raidel no sabía a quién se refería, pero tenía otras preocupaciones, ya que el rostro de Fran no se veía precisamente alegre. De seguro iban a castigar severamente al equipo Ceifador...
...O eso pensaron todos hasta que, a las primeras horas del día siguiente, Fran apareció en la sala común del equipo con una amplia sonrisa que le iluminaba el rostro.
—Nuestra misión fue un éxito —dijo simplemente.
Raidel estaba meditando bajo la luz del alba, pero tras haber escuchado esa declaración abrió los ojos de par en par y se puso de pie.
—¿Cómo dices?
Keila y Alisa, quienes estaban estirando los músculos, también se giraron hacia él.
Fran les mostró la gran bolsa que tenía en las manos.
—El jefe me entregó esto —dijo Fran—. Es una bolsa llena de gemas rojas... Es el pago por haber triunfado en nuestra misión...
Raidel y Keila se miraron entre ellos, sin comprender lo que estaba sucediendo.
—¿Acaso se trataba de alguna clase de prueba? —dijo Alisa, acercándose a él—. ¿El White Darkness estaba poniendo a prueba a nuestro equipo con esta misión?
—Eh... no —dijo Fran—. Resulta que el Imperio Arkandor, quien nos contrató para la misión, ya sabía que la reunión de la Organización Almas Muertas podría ser una trampa, así que ellos enviaron a sus soldados a todas las bases de aquella Organización... Y en una de esas bases estaban los malhechores, así que los soldados del Imperio los eliminaron...
—¿Entonces quieres decir que el Imperio nos contrató para aniquilar a quien sea que nos estuviera esperando en la base a la que fuimos sin decirnos que podría ser una trampa? —dijo Raidel arrugando la nariz.
—Bueno, sí —concedió Fran—. Que no te sorprenda. Este tipo de cosas son muy comunes por aquí...
—De todas formas, ¿quiénes eran esos mercenarios a los que enfrentamos? ¿El grupo más temido del imperio Arkandor?
—Gracias al cielo, no —dijo Fran—. Simplemente fueron una banda de mercenarios común y corriente. Una de las miles que hay en este continente... Y una muy débil, por cierto.
—¿Lo dices en serio? —gruñó Raidel, recordando lo mal que lo habían pasado gracias a Klein, Domus y Kentus.
—Solo tres miembros de la banda eran medianamente poderosos... En este continente existen grupos que tienen en su arsenal a cien o doscientos miembros que son tan fuertes como cualquiera de esos tres...
Raidel no pudo hacer más que fruncir el ceño.
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Los borrachos de Dantol y Threon estaban caminando por el lóbrego pasillo de una de las numerosas bases de Immortal Blood (una de las Cinco Grandes Organizaciones).
Ambos llevaban túnicas de color rojo carmesí, con largas capas que les llegaban a los tobillos. Unas espadas doradas colgaban de sus cinturones, lo que les confería un aspecto intimidante.
Dantol seguía teniendo sus trenzas y Threon su cabello grasoso.
Ambos se estaban dirigiendo al salón en el que se realizaría el ritual de liberación: el lugar en donde finalmente se rompería el sello que les había sido impuesto a los borrachos hacía dos años atrás.
—Por fin recuperaremos nuestros poderes —dijo Dantol con una sonrisita de tonto en el rostro.
—Así es. Ya iba siendo hora —coincidió Threon con un asentimiento exagerado de la cabeza—. ¡El sello que bloquea y silencia nuestros poderes por fin será roto!
La sonrisa de Dantol se ensanchó más en su rostro ante la expectativa.
Immortal Blood había sellado los poderes de los borrachos para enviarlos a la misión más larga y extraña que ambos habían tenido jamás. ¿Cuál misión? Pues ir a Ludonia (un reino del débil continente Roca Blanca). ¿Y eso para qué? Pues simplemente para espiar a un muchacho pelirrojo.
Dantol y Threon subieron un tramo de escaleras, cruzaron tres pasillos más y finalmente se detuvieron frente a una enorme puerta de piedra blanca como la nieve.
—Bueno, aquí estamos —dijo Threon.
Pero Dantol apenas lo había notado. Algo le estaba dando vueltas en la cabeza.
—De todas formas, ¿por qué Immortal Blood está interesado en alguien como Raidel?
Threon tampoco lo sabía a ciencia cierta. Immortal Blood les había hecho a los borrachos miles de preguntas acerca de Raidel cuando ellos regresaron a la base. Desde su edad exacta hasta su corte de cabello. Ellos querían saberlo todo acerca de Raidel. Sus habilidades, poderes, su manera de ser. Todo.
—Mira, yo me preguntaba lo mismo... —dijo Threon—. Pero supongo que buscan a Raidel por su poder oscuro. Ya sabes, él posee una habilidad extremadamente rara. Immortal Blood seguramente quería que Raidel se les uniera, pero antes de eso él se unió al White Darkness...
—Nosotros solo sabíamos que él se quería vengar de Deon, pero no pensé que llegara tan lejos como para unirse al White Darkness... vaya.
—Eso fue una sorpresa para todos —dijo Threon con un suspiro—. Aunque todo esto es culpa de Immortal Blood. Ellos jamás nos ordenaron que trajeramos a Raidel. Sus órdenes solo fueron: "Encuentrenlo y examinenlo".
Pese a que desde un principio su misión había sido acercarse a Raidel para analizarlo, los borrachos le guardaban un gran cariño. Todavía recordaban su voz y sus bromas sarcásticas...
—Bueno, como sea, es mejor entrar —dijo Dantol, mientras abría la enorme puerta con las dos manos.
Una luz roja e intensa provenía del interior del salón.
—Extrañé tanto mis poderes...
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El edificio del White Darkness era enorme, por lo que a Fran le demoró su tiempo llegar hasta el último piso. Sin embargo aquello no le molestó demasiado porque de todas maneras tenía mucho en que pensar: ¡El mismísimo Vork le había mandado a llamar!
El rostro de Fran reflejaba una incredulidad total. ¿Qué podría querer Vork de él?
Fran titubeó unos segundos en cuanto llegó a la puerta indicada, cuyo letrero rezaba "459". Tragó saliva y se preguntó si habría cometido algún error. Luego llamó a la puerta.
—Pase —dijo una voz ronca.
Fran abrió la puerta y se encontró con un salón bastante pequeño, el cual no estaba compuesto por nada más que varias estanterías de libros que llegaban hasta el techo y adornaban las paredes, un escritorio en el centro del salón, y una pequeña chimenea ubicada en el fondo, en la cual ardía una fogata que iluminaba tenuemente la habitación.
Fran entró lentamente a la estancia. Observó que una figura encapuchada estaba en el escritorio, escribiendo algo en unos papeles. La fogata hacía que el encapuchado proyectara una enorme sombra en el suelo y las paredes, además de darle un aspecto espectral. Aquel hombre era Vork.
Fran se arrodilló ante él en señal de sumisión.
—¿U-usted me mandó a llamar?
—Sí, Fran —respondió Vork sin levantar la mirada de sus papales.
—Eh... ¿Acaso hice algo malo?
—En lo absoluto —dijo Vork—. Solo quería informarte algo importante.
Fran volvió a tragar saliva.
—¿De qué se trata?
—Prepara muy bien a tu Equipo porque pronto entraremos a la guerra.
Fran se quedó completamente petrificado a escuchar aquellas palabras. ¿El White Darkness entrará a la guerra?
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El día había tocado a su fin.
Luego de una larga jornada de meditación y de entrenamientos suaves, Raidel entró a sus habitaciones dispuesto a descansar, pero entonces escuchó una horrible voz gruesa y escalofriante que resonó dentro de su mente con una potencia atronadora, y cuyas palabras decían:
—¡RAIDEL! ¡RAIDEL! ¡LA TRIPULACIÓN DEL INFIERNO ESTÁ ESPERANDO POR TI! ¡ÚNETE A NOSOTROS, RAIDEL! ¡El WHITE DARKNESS ES BASURA; ESTÁ COMPUESTO SOLAMENTE POR NIÑOS CON ESPADAS DE JUGUETE!
El muchacho cayó inmediatamente al suelo. Un sudor frío le recorrió las manos temblorosas. El corazón le martilleaba en el pecho, las sienes le palpitaban con fuerza, y la garganta se le había puesto repentinamente seca y áspera como si hubiera estado gritando por varias horas seguidas.
Y fue entonces que el muchacho rugió con más miedo que cualquier otra cosa:
—¿QUÉ DEMONIOS QUIERES DE MÍ?
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Nota de autor:
Aquí termina la primera mitad del libro. Espero que haya sido de su agrado =)
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