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Capítulo 200: Despedida
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Bephasgol estaba por ordenarle al pútrido cadáver de Sendor que fuera hasta Raidel y lo decapitara... pero no lo hizo. Consideró que sería una pérdida de tiempo. La cutre marioneta que había acabado de crear tan apresuradamente no tenía muchas habilidades físicas, ni ofensivas ni defensivas. Además el propósito por el que había sido creado (es decir, para enfadar a Raidel y así hacer que éste despertara su oscura transformación) ya había sido completado, por lo que no tenía ningún sentido que la pútrida marioneta siguiera por allí, estorbando con su inmunda presencia.
El demonio se acercó a él y le colocó una mano sobre su espalda.
Lo que sucedió a continuación fue algo que hubiera sorprendido enormemente a todos los miembros del Equipo Ceifador... pero no quedaba nadie para presenciarlo.
En cuanto la mano de Bephasgol hizo contacto con el pútrido cadáver, éste empezó a descomponerse. Su piel fue tornándose cada vez más áspera y oscura, haciéndola desprender un hedor insoportable. Luego su cuerpo simplemente se convirtió en cenizas; cenizas que salieron volando al batir del viento.
Entonces los ojos del demonio fueron a fijarse en su presa.
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—¡Maldición, debemos movernos! —farfulló Keila, sin dejar de arrastrarse por el empolvado suelo. Aquellas palabras habían salido de su boca de manera incomprensible debido a la gran cantidad de sangre que tenía en la boca.
Por cuarta vez consecutiva, ella dio escupitajo al suelo, pero al poco tiempo la boca se le volvió a llenar de sangre, la cual provenía de dos cortes profundos que tenía dentro de la boca. Uno en la lengua y otro en el labio inferior. Se había mordido fuertemente al caer.
Por supuesto, aquellas eran heridas dolorosas pero no se podían comparar con las demás. La telequinesis había golpeado a Keila como un muro de concreto, haciendo que ella cayera al suelo y rodara varios metros hacia atrás. Como resultado de esto, ella había acabado con una fractura en el fémur izquierdo, la muñeca derecha dislocada, tres dedos rotos, el tobillo desgarrado e innumerables cortes, moretones y cardenales por todo su cuerpo. Además, el Aura Oscura que infestaba toda la cima de la colina apenas la dejaba respirar...
De modo que a Keila no le quedaba más opción que arrastrarse como un gusano, en dirección hacia el inmóvil cuerpo de Fran que yacía en el suelo a una distancia que en aquel momento a ella le parecía increíblemente lejana. ¡Además él estaba peligrosamente cerca del demonio y Raidel!
Ella intentó apresurarse, haciendo caso omiso al terrible dolor que le producían sus múltiples heridas, ya que, después de todo, el dolor sería infinitamente mayor si algo le ocurría a Fran...
Keila sacudió su cabeza, diciéndose a sí misma que todo saldría bien. Y así fue como continuó arrastrándose hacia Fran, impulsandose solamente con la ayuda de su mano izquierda y su codo derecho, puesto que su muñeca estaba dislocada y sus piernas, en el lamentable estado en que se encontraban, le eran inservibles.
En cuanto finalmente llegó a él, vio que éste estaba inconsciente. Ella hubiera querido arrastrarlo lejos del demonio y Raidel, pero por obvios motivos le era imposible, de modo que tuvo que improvisar: con sus últimas energías formó un compacto muro de tierra que surgió del suelo y los envolvió a ambos, de manera que ellos quedaron "enterrados" debajo. De más estaba decir que tal medida de protección era tan simple y rudimentaria que prácticamente debía ser inservible... pero tenían que conformarse con lo que había.
Y allí, en aquella oscuridad absoluta, Keila cerró los ojos, sintiendo la reconfortante calidez de Fran que yacía a su lado. Por alguna razón, eso la llenó de esperanzas. De repente tuvo la certeza de que Raidel derrotaría al demonio sin mayores dificultades. Sí, sin duda lo haría.
Ahora ya mucho más tranquila, Keila se dejó llevar hacia la inconsciencia.
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Bephasgol esbozó una pequeña sonrisa. Por un instante se le pasó por la mente que quizás y solo quizás no debió haber provocado a ese patético mequetrefe. Ahora tendría que usar todas sus fuerzas para derrotarlo... Aunque no se lamentó porque de todas formas quería poner a prueba el poder del muchacho. Lo miró fijamente con sus ojos azules.
Raidel seguía inmóvil en la misma posición. Con la mano izquierda estaba sujetando su enorme guadaña de Lythion, mientras que en la derecha tenía una llama rojiza que danzaba sobre la palma de la mano. No había ninguna duda de que él estaba inconsciente.
Bephasgol llenó de aire sus pulmones y se lanzó al ataque con una rapidez que solo los demonios debían tener. A pesar de la aplastante Aura Oscura que invadía el ambiente sin siquiera dejar un centímetro al descubierto, Bephasgol se movía con tanta agilidad como antes de que el muchacho se hubiera transformado.
Tras dos largos saltos, el demonio llegó hasta su rival e inmediatamente blandió la oscura guadaña de energía contra él, en un ataque frontal que fue tan rápido como devastador.
Raidel interceptó el golpe con su propia arma, lo que produjo un estridente estallido que resonó por toda la región.
A causa del impacto, la magnífica hoja de Lythion se quebró por la mitad, dejando el arma completamente inservible.
De alguna forma, el extraño poder que estaba controlando el cuerpo inconsciente de Raidel comprendió que la guadaña que tenía en las manos ya no era de ninguna utilidad, por lo que la arrojó contra el demonio haciendo uso de una considerable parte de sus fuerzas.
Bephasgol estaba tan cerca de él que supo que no podría utilizar su telequinesis a tiempo para desviar el proyectil, de modo que tuvo que agacharse para esquivarlo.
La guadaña surcó los aires como un rayo, sin dejar de girar en círculos a tal velocidad que parecían las hélices de un helicóptero en pleno movimiento.
En no menos de dos segundos, la guadaña rota sobrevoló los tres kilómetros que tenía la cima de la colina y fue a clavarse contra el tronco de un enorme árbol, partiéndolo en dos mitades con tanta facilidad como si estuviese hecho de mantequilla. A continuación prosiguió con su recorrido unos quinientos metros más hasta que la empuñadura chocó contra otro árbol, derribándolo en el acto.
Bephasgol soltó un largo silbido de admiración al ver toda la destrucción que había dejado la guadaña de Lythion a su paso. Alzó una mano para retirarse los castaños cabellos del rostro antes de decir:
—¿Qué clase de maleducado patán eres tú? Casi le arrancas la cabeza a la dama a la que una vez amaste... —comentó en tono divertido, pero una parte de su oscura y podrida alma estaba aliviada de que el magnífico cuerpo que tanto tiempo le había costado encontrar no hubiese quedado estropeado.
Raidel dio un paso al frente, lo que ocasionó que el Aura Oscura se hiciera varias veces más aplastante; lo suficiente como para tumbar y dejar inconsciente a un guerrero del calibre de Fran.
Sin embargo, el demonio no pareció notar el cambio porque ni siquiera parpadeó.
—Algunos creen que el Aura Oscura es el poder absoluto y definitivo; creen que aquella habilidad le concede al portador una fuerza equiparable o incluso superior a la de los demonios —soltó una risotada tan espantosa que más bien pareció un bufido—. No saben cuán equivocados están, y hoy lo demostraré; demostraré lo que un demonio de nivel 3 como yo es capaz.
A continuación y sin más demora, Bephasgol alzó su colosal guadaña de energía por encima de su cabeza y la descargó una y otra vez sobre el cuerpo de su rival, en un ataque tan increíblemente veloz que en otras circunstancias Raidel habría quedado despedazado en mil trocitos distintos aún antes de sentir ningún dolor ni saber cómo fue que murió.
Sin embargo, aunque Raidel estuviera inconsciente, su transformación le otorgaba unos reflejos sobrehumanos, por lo que él pudo desplazarse rápidamente de un lado a otro para así esquivar la mortal hoja de la guadaña demoníaca, la cual se movía de tal forma que daba la impresión de que diez o veinte hojas de energía habían aparecido repentinamente para matar al muchacho. Pero esa solo era una ilusión óptica producida por la increíble velocidad con la que el demonio estaba moviendo su guadaña.
Aunque Raidel se las había arreglado para evitar los ataques letales, el filo de aquella horrible arma rozó su cuerpo al menos un centenar veces, produciéndole numerosos cortes e incisiones en la piel. También desgarró la túnica mágica de Gorsen con una facilidad tremenda.
Sin apenas impulsarse sobre el suelo, Bephasgol se elevó varios segundos por los aires, retrocediendo diez metros. Sus movimientos tenían tanta elegancia que por un momento pareció que estaba flotando. En cuanto aterrizó sobre el suelo, con la ligereza de una pluma, observó a Raidel sin perder la expresión de diversión de su rostro.
—Eres bueno para esquivar. Aunque a decir verdad, no esperaba menos de alguien que está en medio de su segunda transformación del Aura Oscura.
En respuesta a eso, Raidel se lanzó al ataque con el rostro perpetuamente inexpresivo. Su cabello rojo sangre seguía resplandeciendo levemente como si estuviera emitiendo luz propia.
En menos de un parpadeo, el muchacho llegó hasta su oponente y lanzó un puñetazo cuya velocidad era superior a la del sonido; un puñetazo supersónico que perforó el aire con una potencia abrumadora.
El golpe rompió fácilmente la barrera del sonido y, a consecuencia de ello, por un breve instante se formó una onda de choque; una especie de disco blanquecino que parecía de vapor alrededor del puño de Raidel. Era tan pequeño que casi pasó desapercibido para el demonio.
Aquel era sin duda el golpe más devastador que el muchacho había realizado jamás. La potencia de aquel ataque superó con grandes creces a la "palmada" que hace unas semanas atrás le propinó a Zoden en el pecho, la cual había sido suficiente para enviarlo a volar doscientos metros hacia el cielo...
Cualquier criatura en su sano juicio habría intentado esquivar aquella monstruosidad de golpe... pero Bephasgol lo bloqueó con la palma abierta de la mano.
La fuerza del impacto resultó tan terrible que el brazo del demonio salió despedido hacia atrás y casi fue arrancado de su cuerpo. Junto a esto, se desató un estruendo que resonó en toda la región con tal potencia como si veinte rayos hubieran caído sobre la colina al mismo tiempo.
El puñetazo de Raidel contra la palma izquierda del demonio incluso provocó una gigantesca ráfaga de viento que removió varias plantas y tumbó un árbol.
Durante unos pocos segundos, Bephasgol bajó la mirada y observó que el brazo con el que había bloqueado el ataque estaba torcido y profundamente deformado debido a las múltiples fracturas que tenía en los distintos huesos.
En vez de retroceder para ponerse a cubierto o armar una nueva estrategia de combate, el demonio soltó un oscuro e iracundo gruñido, y afianzó fuertemente los pies contra la tierra. Su orgullo no le permitía retroceder ante un simple humano. Y fue ese mismo orgullo el que hizo que Bephasgol deshiciera la guadaña de energía oscura que llevaba en la mano derecha y se lanzara al ataque, con el único brazo bueno que le quedaba. No podía permitir que un simple humano lo derrotara en fuerza bruta.
Su velocidad fue incluso superior a la de Raidel. El golpe que lanzó resquebrajó el aire, distorsionando el espacio a su alrededor durante una pequeña fracción de segundo. Luego su puño colisionó como un misil contra el rostro de Raidel, arrojando su cuerpo hacia atrás como una piedra a la que uno acaba de lanzar con una resortera.
El puñetazo resultó increíblemente mortífero. El cuerpo de Raidel rodó un centenar de metros por el suelo empolvado hasta que finalmente se detuvo en un punto dado y permaneció allí tumbado, inmóvil como un cadáver.
Bephasgol se detuvo por un momento para recolocarse los huesos fracturados del brazo. En tres segundos se escucharon doce crujidos. Y una vez que transcurrió ese tiempo, el brazo del demonio ya se encontraba como nuevo, sin ninguna herida visible.
El demonio empezó a caminar hacia Raidel mientras decía:
—¿Querías saber lo que es un golpe de verdad? Pues ese fue un golpe de verdad. ¿Qué te pareció?
Observó el cuerpo inmóvil de Raidel antes de añadir:
—¿En serio creíste que podías derrotarme en fuerza bruta? —Bephasgol seguía caminando lentamente hacia él—. Pude haberte decapitado con mi guadaña oscura o romperte todos los huesos con mi telequinesis, pero eso habría sido demasiado fácil. Aquí y ahora te demostraré quién es mejor en los golpes. Te venceré en tu propio juego.
Como si fuera a modo de réplica, el cuerpo de Raidel se elevó desde los suelos sin ninguna clase de impulso hasta que quedó de pie. Tal y como era la regla, su rostro no mostraba expresión alguna.
El demonio se le quedó mirando.
—Ya era hora de que regresaras al combate. Por un momento creí que tenías tanto miedo que te estabas haciendo el muerto. Casi me decepcionas... En fin, que ahora empiece el segundo round.
De un instante a otro y casi al mismo tiempo, Raidel y Bephasgol desaparecieron por completo.
Ambos se habían lanzado al ataque, haciendo uso de una velocidad sin precedentes; una velocidad propia de los dioses.
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Fue el barullo atronador de innumerables estruendos que resonaban uno tras otro a una velocidad vertiginosa y casi constante el que despertó a Alisa, quien lo primero que hizo al abrir los ojos fue cubrirse las orejas ante aquella horrible mezcla ensordecedora que inundaba el campo de batalla y la cual se extendía por varios kilómetros a la redonda.
Ella intentó incorporarse, pero en el acto volvió a caer al suelo, azotada por el insoportable dolor que le producían sus interminables heridas. Puesto que hace apenas unos minutos atrás el demonio había hecho que Alisa chocara contra el suelo con tanta fuerza que ls colisión fue fácilmente comparable con una caída desde una altura de trescientos metros, cada centímetro de su cuerpo se había golpeado en el impacto. En el suelo incluso se había formado una gran cantidad de grietas y un agujero de varios centímetros de profundidad bajo el cuerpo de Alisa.
Ella sabía que era todo un milagro que aún siguiera con vida. Si no hubiera estado protegida por sus tres armaduras distintas, ahora mismo su cuerpo estaría destrozado en varios pedazos sanguinolentos que estarían desparramados por todo el piso. Así de potente había resultado el impacto que el demonio había ocasionado con su telequinesis.
A pesar de haberse cubierto los oídos, Alisa seguía escuchando los estruendos lejanos con toda claridad.
Ella había ido a caer casi en el borde de la amplia colina, muy lejos del lugar donde se encontraba el demonio y los demás. Por lo tanto, debido a la enorme distancia, el Aura Oscura de Raidel no le afectaba demasiado. Pero de todas formas y gracias a sus graves heridas, Alisa apenas podía moverse.
Con gran esfuerzo en sus movimientos, ella giró la cabeza hacia la fuente de sonido para ver qué diablos era lo que estaba produciendo tanto ruido.
Lo que observaron sus ojos la dejó con la boca abierta.
En la lejanía, dos pequeños destellos no dejaban de moverse a una velocidad tan elevada que daba la impresión de que se estaban teletransportando. Los ojos de Alisa no podían seguirlos por mucho tiempo antes de perderlos de vista.
Se trataba de un destello rojo y otro negro. Parecía que el primero estaba persiguiendo al segundo. Y cuando ambos destellos chocaban, se producía aquel estruendo atronador que tanto se asemejaba al estallido de una explosión.
Alisa no tuvo que ver más para saber lo que estaba ocurriendo. Visto lo visto, ya resultaba obvio que Raidel se había transformado en aquel monstruo jodidamente poderoso de cabello rojo brillante.
Por otro lado, Alisa estaba segura de que la terrible oscuridad que desprendía el demonio podría notarse incluso a varios kilómetros de distancia. Era una especie de aura infernal que solo los demonios debían tener.
Ella observó ambos destellos por un buen rato. Rojo y negro. Ambos se desplazaban con una rapidez y de una manera que no parecían de este mundo. Por un momento Alisa tuvo la impresión de que tales haces luminosos estaban danzando, uno en torno al otro, como dos amantes apasionados; Parecía alguna clase de intrincada y compleja coreografía. Solamente cuando chocaban entre ellos se podía apreciar la gran intensidad de la batalla.
En su posición en el suelo, Alisa apenas se permitía parpadear. A pesar de que ella procedía del cuarto continente, no recordaba haber visto nunca batallas tan increíbles como aquella. Ella siempre había estado orgullosa, pensando que del lugar de donde venía los guerreros eran tan fuertes como titanes, tan ágiles como felinos, tan duros como diamantes, tan rápidos como flechas, tan temibles como dragones... Sin embargo, los individuos que estaban danzando ante sus ojos superaban con creces todo lo que ella había visto hasta ahora. Y a decir verdad no había de qué sorprenderse, ya que esos dos no eran guerreros normales. Uno era capaz de controlar el Aura Oscura en su fase avanzada. Y el otro era un demonio de nivel 3. Ambos estaban muy por encima del promedio.
Cuando Alisa volvió a fijarse en ellos vio que seguían desplazándose a tal velocidad que lo único que ella podía distinguir eran aquellos breves y fugaces destellos, uno rojo y otro negro. Los ataques de ambos monstruos eran tan potentes que fácilmente podrían destruir murallas de acero de cincuenta metros de altura de un solo golpe.
Alisa observó el centelleante destello rojo con el ceño fruncido. ¿Exactamente desde cuando el mocoso la había superado tanto? ¡Si no fuera por esa maldita Aura Oscura, ella seguiría siendo más fuerte que él!
Todo esto le provocaba náuseas.
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Bephasgol estaba segura que si utilizaba su guadaña oscura, su telequinesis o algún otro poder demoníaco, podría terminar esta pelea en cuestión de segundos. Sin embargo, se había limitado a seguirle el juego a Raidel y librar una batalla a puño limpio. Todo esto era gracias a que su orgullo no le permitía perder ante un humano en una demostración de fuerza bruta.
Al demonio le molestaba que los golpes de aquel mocoso fuesen casi tan poderosos como los suyos propios. Además su velocidad era increíble. Sin duda alguna, Raidel será un excelente peón para la Tripulación del Infierno. Pero eso no quería decir que Bephasgol se sentiría feliz si Raidel lo derrotaba en una batalla.
De modo que el demonio chasqueó la lengua y continuó atacando con toda la fuerza que era capaz de reunir. En aquel momento de furia desatada, a Bephasgol no le habría importado demasiado si acababa matando a Raidel por accidente. Todo lo que quería en ese instante era derrotar a aquel humano y mantener su orgullo a salvo.
Los dos destellos continuaron revoloteando uno en torno al otro, persiguiéndose mutuamente al mismo tiempo que eludían los ataques del contrario.
Era una especie de carrera insana e inhumana. Ambos rivales debían estar desplazándose a unos seiscientos kilómetros por hora... o quizás más.
La velocidad de ambos era muy superior a la de cualquier animal, volador o terrestre, de este mundo. Los ojos de los seres humanos comunes y corrientes no eran capaces de seguir aquellos movimientos por mucho tiempo antes de perderlos de vista, ya que Raidel y Bephasgol no se estaban desplazando en línea recta, sino que a cada pocas milésimas de segundo efectuaban complicados e impredecibles giros o volteretas en el aire, lo que hacía sumamente difícil seguirlos con la mirada.
Y de esa forma continuaron ambos, movilizándose por toda la colina y chocando estrepitosamente entre ellos.
En medio de su recorrido derribaban árboles de todas las formas y tamaños con tanta facilidad como si éstos estuvieran hechos de papel.
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Alisa intentaba no parpadear ante el increíble combate que se estaba librando ante sus ojos. Tuvo la sensatez de permanecer tumbada en el suelo sin apenas moverse. Aunque a decir verdad, no habría podido hacerlo ni aunque hubiera querido.
Observó a sus alrededores con los ojos entrecerrados. Llegados a estas alturas del encuentro, la cima de la colina había cambiado tanto que ahora prácticamente ya no quedaban árboles que estuviesen de pie. Al menos un centenar de troncos yacían destrozados en el suelo en múltiples pedazos como si un huracán supermasivo hubiese pasado por encima de ellos.
Pero Alisa sabía que ambos rivales apenas debieron haber rozado aquellos árboles. Eso había sido suficiente para destrozarlos de semejante manera. Resultaba inquietante si uno lo pensaba detenidamente.
Lentamente pero de manera constante los minutos fueron transcurriendo.
Mientras tanto, Alisa seguía observando fijamente aquella batalla que a todas luces parecía sobrenatural. Entornó los ojos en cuanto creyó notar un pequeño pero importante cambio en el ritmo del combate.
Hasta ahora a Alisa le había parecido que el poder de ambos rivales se encontraba parejo, pero eso estaba empezando a cambiar repentinamente.
Ella se fijó que ahora, cuando ambos contrincantes chocaban, el destello rojo salía despedido unos cuantos metros hacia atrás, mientras que el otro no dejaba de perseguirlo para volver a golpearlo.
Aquel patrón no se repitió una, sino varias veces.
Una opresión apareció repentinamente en su pecho, y Alisa contuvo la respiración al darse cuenta que el demonio estaba superando a Raidel en poder... Lo estaba superando en fuerza bruta.
De seguir esto así, ¡lo iba a terminar matando!
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En un principio, la fase 2 del Aura Oscura había representado un formidable rival para Bephasgol, pero ahora la mujer demonio ya estaba empezando a demostrar quién era la jefa aquí.
La fuerza bruta de Bephasgol y Raidel era muy similar, pero los movimientos de éste último eran mecánicos, instintivos, inconscientes... por lo que en cierto sentido resultaban muy predecibles. Tras la primera parte de la batalla, el demonio se había percatado de que los movimientos de Raidel siempre eran los mismos; Él tenía un repertorio muy limitado de ataques y bloqueos.
Y una vez que Bephasgol se memorizó aquel repertorio de movimientos, la batalla empezó a correr a su favor.
Era como si de repente el demonio hubiera empezado a ver el futuro para predecir qué ataques iba a realizar Raidel a continuación... y en cierta forma eso era exactamente lo que estaba sucediendo. De modo que el muchacho empezó inevitablemente a perder terreno.
Bephasgol no desaprovechó su enorme ventaja y se lanzó al ataque con una sed de sangre tan desproporcionada que habría hecho que cualquier guerrero de la talla de Zoden huyera con el rabo entre las patas.
La lluvia de golpes que cayó sobre Raidel fue insana. El demonio acribilló el cuerpo del muchacho como si se tratase de un miserable saco de papas. Sus monstruosos ataques provocaron una sucesión tan rápida de estallidos ensordecedores que dio la impresión de que se trataba de un solo estrépito continuo e interminable, no de varios.
En menos de treinta segundos el demonio golpeó el cuerpo de Raidel miles de veces. Puñetazos, patadas y rodillazos. Todos lanzados a una velocidad sobrenatural; una velocidad tan exorbitantemente elevada que parecía violar todas las leyes establecidas de la naturaleza.
Tuvieron que transcurrir varios minutos y decenas de miles de golpes para que Bephasgol detuviera sus ataques. Y en cuanto lo hizo observó con una mirada divertida el deplorable estado en el que había quedado su rival.
Cubierto en una densa cortina de su propia sangre, Raidel se tambaleó varios pasos antes de caer patéticamente al suelo como una marioneta a la que cortan los hilos.
Ni siquiera la protección que le otorgaba el Aura Oscura fue suficiente para resistir los ataques del demonio.
Bephasgol soltó una risita al percibir que el Aura Oscura empezó a desaparecer de manera gradual hasta que finalmente se esfumó por completo. Esa era la señal inconfundible de su victoria.
Con su transformación o sin ella, Raidel había sido brutalmente derrotado en una batalla a puño limpio por un oponente que no utilizó ninguna clase de arma ni habilidad como la telequinesis o la Energía del Caos... Y aquello decía mucho sobre el poder de los demonios de nivel 3.
Bephaspgol se giró hacia su gigantesco Dragón Dorado que seguía recostado debajo de la colina. En todo este tiempo el dragón (siguiendo las órdenes de su dueña) había permanecido inmóvil, observando la batalla y sin entrometerse de ninguna manera.
El demonio lo observó por un momento antes de decir:
—Hemos terminado con esto. Larguémonos de aquí.
La enorme bestia soltó un rugido de asentimiento, se incorporó sobre el suelo, batió rápidamente sus alas de arriba a abajo y emprendió el vuelo en dirección al norte, hacia Loto Plateado, el tercer continente.
El demonio utilizó su telequinesis para elevar el cuerpo inconsciente de Raidel por los cielos y colocarlo sobre el lomo del dragón. A continuación Bephasgol dio un increíble salto de cien metros de altura y fue a aterrizar justo al lado de Raidel.
Entonces la moradora de las tinieblas acarició distraídamente la cabeza de su dragón mientras le echaba una fugaz mirada al cuerpo de Raidel. Luego dijo con una sonrisa en los labios:
—Por fin te tengo. El viaje ha valido la pena después de todo...
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Ahora que el Aura Oscura se había desvanecido por completo, Alisa se puso lenta y dificultosamente de pie. Sentía cómo su cuerpo protestaba del dolor, pero ella lo ignoró por completo. Lo que estaba ocurriendo ante sus ojos demandaba más urgencia.
Con los ojos muy abiertos, ella observó cómo el cuerpo de Raidel era elevado por los aires hasta aterrizar encima del enorme dragón que se estaba alejando a gran velocidad.
—No... no... Raidel... —murmuró ella, y luego se cubrió la boca con una mano como si no pudiera creer que esas palabras hubieran salido de sus labios.
A continuación sacudió la cabeza de un lado a otro y añadió con suavidad:
—Mocoso... ¿quién nos protegerá del White Darkness si tú te marchas así?
Una ligera brisa revolvió sus rubios y sucios cabellos. Ella contempló fijamente como el dragón se alejaba a gran velocidad. Conforme fueron pasando los segundos, el animal se convirtió en un punto negro y luego desapareció por completo del cielo.
Fue solo entonces que Alisa apartó la mirada. Se limpió las lágrimas de los ojos y ahogó una exhalación.
Ella estaba segura de que no volvería a ver a Raidel en esta vida. Tal y como estaban las cosas, veía imposible que sus caminos volvieran a cruzarse de nuevo. Él se convertiría en un esclavo de la Tripulación del Infierno, mientras que ella sería perseguida por el White Darkness hasta la muerte.
Alisa bajó la mirada para verse las manos. Este era el fin...
Se preguntó si Raidel llegaría a vivir lo suficiente como para volverse mucho más poderoso y así lograr escapar con vida de las garras de la Tripulación del Infierno...
Seguramente ella nunca llegaría a saber la respuesta. Pero esperaba (casi deseaba) que pudiera hacerlo...
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En un oscuro pasillo que parecía interminable, Vork se reunió con sus dos compañeros, y juntos emprendieron la marcha hacia el salón holográfico, en donde se encontrarían con Alexander Kreiser.
Los tres líderes caminaban en un silencio casi total, solamente roto por el débil sonido de sus pisadas.
Luego de unos minutos de recorrido, Nora se aclaró la garganta y dijo con una voz algo distorsionada por la incredulidad:
—No debería mencionarlo, pero... ¿cómo diablos dejaste que cinco traidores de un simple equipo regular te derrotaran en batalla?
Vork se acomodó el puntiagudo sombrero de mago sobre su cabeza antes de responder.
—No me derrotaron. Huyeron con el talismán de teletransportación —aclaró.
—Eso es lo mismo que una derrota —manifestó la mujer, impasible—. Todavía no puedo creer que cinco insectos se te hayan escapado de las manos... —Clavó sus oscuros ojos en el mago antes de añadir—: Sabías que esto no tiene precedentes, ¿no? Esta es la primera vez que un líder de Batallón deja escapar a cinco traidores que pertenecían a un Equipo regular...
—Bueno, en realidad uno de ellos era algo más que un simple insecto...
—¿Ah, sí? Lo dudo.
—Se trata de un simple niño. Pero ¿adivina qué? En medio del combate despertó la segunda fase del Aura Oscura.
Nora ya había leído con anterioridad el informe que Vork redactó sobre este caso, así que no se dejó impresionar.
—¿Y qué hay con eso? Es cierto que aquella habilidad es muy rara entre los guerreros, pero eso no quiere decir que sea temible —declaró con rotundidad—. Cualquier "buen" líder de Batallón debería ser capaz de derrotar a un usuario que sepa controlar la fase 2 del Aura Oscura.
Al lado de ambos, Owen soltó un suspiro. Le parecía ridículo que, a pesar de la avanzada edad de Nora y Vork, ellos estuvieran comportándose como niños. Sabía que Nora siempre había tenido en muy baja estima al mago hasta el punto de mostrarle su desprecio constantemente. Los motivos de ello eran muy simples. Ella consideraba que Vork no era lo suficientemente apto como para ocupar el puesto de líder de Batallón... Y se podía decir que la opinión de Owen no difería demasiado. Éste último era demasiado discreto y cortés como para admitirlo abiertamente, pero creía que muy probablemente Nora tenía razón. Después de todo, de los tres guerreros ahí presentes, Vork era, por mucho, el más débil.
Vork replicó sin perder un ápice de su habitual tranquilidad:
—Ya debiste haber leído el informe, ¿así que para qué me molesto en explicartelo? No me hagas gastar saliva inútilmente.
A Nora se le formó una arruga de indignación en el entrecejo. Abrió la boca para decir algo, pero entonces Owen señaló una enorme puerta de Lythion que se erguía al fondo del pasillo.
—Apresuren la marcha. Él ya debe estar esperándonos.
El silencio reinó nuevamente en el ambiente, y así se mantuvo.
En cuanto llegaron al enorme portón negro, lo abrieron sin más demora.
Vork, el líder del Batallón 42; Nora, la líder del Batallón 45; y Owen, el líder del Batallón 47 cruzaron el umbral de la puerta y entraron al salón.
El interior de la estancia estaba tenuemente iluminada por el resplandor que emitía el holograma de una persona en tamaño real.
Los tres líderes de Batallón no perdieron el tiempo y se arrodillaron ante la figura que se alzaba frente a ellos.
El holograma guardó silencio por un momento mientras miraba a sus súbditos a los ojos. Luego dijo simplemente:
—Llegan tarde.
—Lo sentimos, señor —se disculpó Vork en tono solemne—. Tuvimos algunos percances.
—Supongo que sabrán por qué los he convocado.
—Sí, señor —dijo Owen con la mirada clavada en el suelo.
El holograma del hombre que se encontraba frente a ellos estaba a color y era de tamaño real. Se trataba de un sujeto alto, de unos 190 centímetros de estatura. Su rubio y lacio cabello le llegaba hasta los hombros. Tenía el rostro afilado y de rasgos distinguidos, propio de la nobleza. Su piel era pálida y sus ojos verdes como el verano reflejaban un destello de orgullo y autoridad. En aquel momento llevaba puesta su armadura de combate, dorada e imponente. El color de ésta le sentaba bastante bien. Hacía juego con su cabello. Era delgado, pero sus músculos estaban increíblemente desarrollados. Sus hombros eran muy anchos y sus brazos gruesos como troncos. Aparentaba tener unos veinticinco años de edad.
Aquel hombre era Alexander Kreiser.
Él se fijó en los presentes antes de decir:
—Les confío esta misión a ustedes porque estoy seguro de que harán un buen trabajo en Equipo.
—¿Trabajo en Equipo?
—Ya deben saberlo, pero ustedes tres han ganado popularidad entre los líderes de Batallón luego de haber derrotado a un demonio de nivel 3 en treinta segundos.
Vork, Nora y Owen recordaban esa batalla a la perfección. Una vez que unieron su poder fue bastante fácil derrotar a un demonio de nivel 3 en aquella enorme base de la Tripulación del Infierno. Aunque a ellos les costara admitirlo, únicamente trabajando en equipo había sido posible eliminar a una entidad tan poderosa en tan poco tiempo. Cuando lo derrotaron, esperaron unos cuantos segundos a que el ritual de invocación que tenía lugar dentro del enorme salón que yacía frente a ellos se completara... y una vez hecho eso, encerraron el alma del demonio recién invocado dentro de la legendaria vasija de Rigorden.
Sí, desde un principio el objetivo del White Darkness había sido ese; robar el alma del poderoso demonio al que la Tripulación del Infierno quería invocar para así usarlo para sus propios fines. Por eso el White Darkness había armado un ataque contra el Castillo de la Tripulación del Infierno. Ninguno de los miembros que había participado en la incursión sabía aquella información; solamente los líderes de Batallón.
—No quiero fallas —prosiguió el holograma con voz nítida—. Quiero muertos a los desertores cuánto antes. Por eso les estoy encomendando esta misión a ustedes tres.
—No fallaremos, señor —dijeron Vork y Owen al unísono.
Nora se preguntó por qué diablos se necesitaban tres líderes de Batallón para asesinar a cuatro simples traidores... Era absurdo... El poder combinado de los tres líderes era suficiente para destruir un Imperio entero de Colmillo Rojo... o para eliminar a un demonio de nivel 3 en treinta segundos... ¿Por qué tenían que encargarse de unos simples insectos? Normalmente, ella se habría negado en rotundo a aceptar una misión tan ridícula como esta, pero era el mismísimo Alexander Kreiser quien les estaba encargando esa misión, y obviamente no se trataba de un encargo que uno pudiera rechazar.
Alexander Kreiser era el líder del Regimiento 4 del White Darkness y, como tal, estaba a cargo de diez Batallones. Tenía bajo su mando a los Batallones del 40 al 49.
—Los rumores ya se han esparcido por esta y otras organizaciones más —dijo el holograma—. Cinco traidores han logrado perder de vista al White Darkness por tres meses enteros. Después derrotaron al mejor Equipo del Batallón al que pertenecían. Y finalmente se las arreglaron para escapar de un líder de Batallón... —Hizo una breve pausa—. Si esto continúa así, seremos la burla de todas las demás organizaciones.
—No fallaremos, señor —volvió a decir Vork.
—Lo repetiré nuevamente. Quiero muertos a los traidores lo antes posible. No tienen permitido descansar hasta que los eliminen.
Vork entrecerró los ojos. Sabía que esta iba a ser una ardua tarea. Los traidores no habían dejado ningún rastro, puesto que se habían teletransportado. Podían estar en cualquier parte ahora mismo. Encontrarlos iba a ser difícil, incluso con la ayuda de sus insectos.
—Pueden retirarse —finalizó Alexander Kreiser, y el holograma desapareció repentinamente del salón, dejando la estancia en una oscuridad total.
Nora soltó un suspiro y se puso rápidamente de pie.
—Será mejor que nos pongamos en marcha. Mientras más rápido empecemos con esto, más rápido terminaremos.
Owen pensó que tendría que ocurrir un verdadero milagro para que pudieran terminar rápido. El talismán mágico que los traidores habían utilizado los había teletransportado a un lugar al azar que podía variar de entre quinientos a mil doscientos kilómetros de distancia.
—Y bien, ¿por dónde sugieren empezar la búsqueda?
Vork había meditado sobre ello los últimos tres días. Un presentimiento palpitaba en su mente de manera insistente. Creía saber en dónde podían estar ocultos los traidores.
—Tengo una idea. Síganme.
—¿A dónde propones ir? —dijo Owen.
—A Nardon, una de las selvas más grandes de Colmillo Rojo. No está demasiado lejos del lugar donde me enfrenté con los traidores antes de que ellos se teletransportaran.
—Es buena idea —reconoció Owen—. Empecemos por ahí.
Vork, Nora y Owen salieron del salón holográfico, en busca de los miembros del que una vez fue el Equipo Ceifador.
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Después de una noche bastante ajetreada, los borrachos de Dantol y Threon se encontraban en el Bosque de la Penumbra, cruzando los grandes y frondosos árboles en dirección al corazón del bosque, en donde se erguía una estatua de bronce de cuatro metros de altura de un hombre delgado, musculoso, y cuyos cabellos largos le llegaban hasta la cintura. Los borrachos sabían que en ese lugar encontrarían a quién estaban buscando. Últimamente él siempre estaba allí en sus ratos libres.
Aquel lugar se llamaba Bosque de la Penumbra porque contaba con los árboles más grandes y frondosos de la región. Además, éstos estaban tan apiñados los unos con los otros que muy pocos rayos de luz lograban filtrarse hasta abajo, por lo que los borrachos tropezaban continuamente con las raíces salidas de los árboles y las plantas espinosas que se contaban a por montones.
Threon se pasó una mano por su oscuro cabello grasoso, el cual había crecido tanto en estos últimos meses que ahora parecía que llevaba un casco encima. Soltó un pestilente eructo antes de decir:
—Oh, hermano, espero que Azuron en verdad esté aquí. Ya sabes que odio perder el tiempo...
—Descuida, estoy seguro de ello. ¿En dónde más puede estar?
Dantol seguía con el mismo estilo de siempre. El cabello largo le caía por su espalda en unas mugrientas y enrevesadas trenzas, mientras que a ambos lados de la cabeza el pelo estaba cuidadosamente rapado. Por otro lado, la prominente barriga de cervecero que había adquirido en Ludonia poco a poco había empezado a desinflarse como si se tratase de un globo. Todo gracias a las brutales misiones y entrenamientos que se veía obligado a cumplir prácticamente todos los días. La verdad era que la vida en Ludonia le había parecido mucho más plácida y agradable. Siempre se lamentaba de que aquella maravillosa experiencia hubiera terminado.
Ambos caminaron varios minutos por entre la espesura del bosque, sorteando los interminables zarzales y matorrales que colmaban el lugar. Al ritmo lento y perezoso en el que estaban yendo les tomó media hora llegar al núcleo del bosque.
Cuando al fin lo hicieron, lo primero que pudieron ver fue la inmensa estatua de bronce que se alzaba en el centro de un pequeño claro. Aquella era una zona despejada de veinte metros cuadrados, la cual estaba libre de árboles y maleza. La luz en ese lugar entraba a raudales. Cegaron momentáneamente a ambos borrachos. Pero luego de que estos se acostumbraron al fulgurante resplandor, pudieron ver algo más.
Un hombre encapuchado que vestía la túnica roja carmesí de Immortal Blood estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la base de la estatua, contemplando el amplio cielo con ojos meditabundos.
Dantol y Threon se miraron mutuamente con los rostros iluminados. Sin duda aquel hombre era Azuron. ¡El legendario Azuron! ¡Él mismísimo Azuron en persona!
Se trataba de un hombre extremadamente alto. Los borrachos estimaban que debía medir entre 220 a 230 centímetros de altura. La larga túnica no lograba ocultar su constitución recia y fornida.
Aquel hombre ni siquiera movió sus ojos en cuanto los borrachos se acercaron a él. Parecía como si no hubiera escuchado sus ruidosos pasos. Pero él lo había hecho. Había percibido su presencia aún antes de que ellos entraran al bosque.
Ambos borrachos se colocaron frente a él.
—Oiga, una pregunta —empezó a decir Threon en tono despreocupado, pero Dantol le dio un fuerte codazo en las costillas para que se callara.
—¿Qué demonios haces? —le susurró al oído con evidente furia—. ¡Trátalo con más respeto! ¡Este hombre es el mismísimo Azuron! ¡Toda la organización teme y respeta a este hombre!
Threon se encogió de hombros con total despreocupación. A decir verdad, no le importaba en lo absoluto los detalles técnicos. Solo quería terminar lo más pronto posible con lo que habían venido a hacer para así poder marcharse a su casa a dormir. Todavía tenía algo de resaca por la mini-fiesta de la noche anterior.
—Está bien, genio —dijo Threon en un tono mucho más alto de lo que a su compañero le hubiera gustado—. Si tanto sabes cómo tratar a las personas "importantes", entonces habla tú y listo.
Dantol soltó un suspiro ante el ridículo parloteo que había acabado de escuchar. ¡El jodido borracho de su amigo solo lograría que Azuron les propinara una paliza! O algo mucho peor...
A Dantol le parecía increíble que Threon pudiera mostrarse tan despreocupado aún sabiendo quién era la persona que estaba frente a ellos y qué rango tenía dentro de la organización.
Tras titubear unos instantes, Dantol se aclaró la garganta. Lo hizo más para llamar la atención de Azuron que cualquier otra cosa.
—Se-señor... —empezó a decir Dantol en tono vacilante.
—Vaya que ustedes dos son subnormales después de todo —comentó Azuron con su grave pero despreocupada voz. En ningún momento dejó de observar el cielo—. Es bastante inusual que alguien venga a molestarme cuando estoy en mi tiempo de relajación, ¿saben?
Dantol y Threon lo sabían perfectamente bien. Prácticamente todos los miembros de Immortal Blood sabían que Azuron pasaba sus ratos libres en el Bosque de la Penumbra. Aquel era un lugar que no tenía ninguna clase de protección. Cualquier persona podía entrar libremente a aquel bosque. Sin embargo, nadie lo hacía; nadie se atrevía a hacerlo. Mucho menos iban a molestar personalmente a Azuron. Eso se consideraba casi como un suicidio.
—L-lo sabemos, señor, pero queremos obtener respuestas directamente de usted. Por eso hemos venido...
A continuación se hizo el silencio; un silencio sepulcral. La encapuchada figura de Azuron estaba inmóvil como la estatua en la que se encontraba apoyado.
El silencio no duró mucho, pero a Dantol le pareció eterno. Por un momento creyó que Azuron los enviaría directo al infierno por tal muestra de indisciplina, así que el borracho no pudo evitar que sus piernas empezaran a temblar descontroladamente.
Mientras tanto, Threon no dejaba de bostezar y de comprobar la hora cada diez segundos. ¡No veía el momento de terminar con esta mierda y largarse a su casa a dormir! No sabía cómo diablos Dantol le había convencido de venir...
Luego de unos momentos, en cuanto una inmensa nube en forma de rombo cubrió la principal fuente de luz del cielo, Azuron giró la cabeza y observó por primera vez a los borrachos en aquel día. El aspecto desastroso de ambos le hizo preguntarse por qué seguía permitiendo que esos dos estuvieran en la organización... ¿Tal vez porque eran Inmunes que podían cruzar la Gran Barrera y entrar a Roca Blanca?
—Mentiría si les dijera que no tengo curiosidad por saber qué es lo que quieren.
—¿Por qué Immortal Blood está tan interesado en Raidel? —soltó Dantol sin andarse con rodeos—. ¿Por qué tú nos ordenaste ir a Roca Blanca a vigilarlo?
Efectivamente, había sido el mismísimo Azuron quien les había encomendado aquella misión; algo bastante extraño, ya que él nunca daba órdenes a los soldados de bajo rango como ellos... pero esta era la excepción. Y eso sin duda hablaba sobre la enorme importancia de aquella misión.
Azuron soltó algo que parecía un bostezo antes de decir:
—¿Saben?, esa es una pregunta interesante.
—Tenemos algunas teorías —dijo Threon, hablando despreocupadamente—. A estas alturas ya es bastante evidente que Immortal Blood quería reclutar a Raidel entre sus filas, puesto que él posee ese increíble poder del Aura Oscura. Pero antes de que pudieran reclutarlo, él se unió al White Darkness...
—Es una maldita lástima —dijo Dantol, abandonando su tono solemne, como si ya se hubiera olvidado quién era la persona que estaba frente a él—. Raidel me caía bien... Jamás hubiera imaginado que se uniría al White Darkness por su propia voluntad...
—Ustedes dos se equivocan —dijo Azuron con calma—. Nuestra intención nunca fue reclutar a Raidel.
—¿Qué? —dijo Dantol con la boca abierta—. ¿Entonces por qué están tan interesados en él?
—Eso es porque Raidel es un peligro en potencia. Es un peligro para todos...
Threon soltó un suspiro.
—Vamos, viejo, ya sabemos que el Aura Oscura es temible, pero...
—No estamos preocupados por el Aura Oscura, sino por algo mucho, mucho peor —aclaró Azuron.
Dantol y Threon intercambiaron una mirada sorprendida. ¿Acaso Raidel era portador de otro poder más terrible que el Aura Oscura?
—Señor, esto es... —empezó a decir Dantol, pero Azuron lo interrumpió:
—Antes solo era una sospecha, pero tras todos los acontecimientos que han ocurrido en estas últimas semanas, ya no hay ninguna duda... Raidel es un peligro que debe ser erradicado.
—¿Que Raidel qué? —balbuceó Dantol, sin dar crédito a lo que habían escuchado sus oídos.
—Es una amenaza para nosotros y para todos. Debe ser eliminado cuanto antes —repitió Azuron en tono tajante, terminante—. Hay que aprovechar ahora que todavía es débil. Después puede ser demasiado tarde. Por ello fue que ayer mismo envié a tres Batallones enteros para que buscaran a Raidel y lo mataran.
—¿Que tú qué? —gruñó Threon con el rostro congestionado, pero Dantol volvió a darle un codazo en las costillas, lo que hizo que Threon gruñera aún más fuerte.
—El poder que él posee no es algo que se pueda "domar" o "controlar". De hecho, es tan terrible que va a terminar consumiendo el alma de Raidel por completo. Si lo dejamos vivo, él pondrá todo el continente de cabeza. Creará caos y devastación allá a dónde vaya. La única forma de garantizar la paz es matándolo. —Hizo una breve pausa para mirar a los borrachos, quienes estaban tan pálidos como cadáveres. A continuación añadió—: No se preocupen. Si los tres Batallones fallan en matarlo, yo mismo iré personalmente y haré el trabajo.
—¿U-u-u-u-usted irá personalmente? —tartamudeó Dantol con los ojos abiertos como platos y la boca completamente seca. ¿Azuron se encargará personalmente de una misión? ¿Cuándo fue la última vez que sucedió algo como eso?
—Les puedo asegurar que Colmillo Rojo no va a sucumbir al caos —dijo Azuron—. Antes de eso, mataré a Raidel. Él debe morir a cómo dé lugar.
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Raidel abrió los ojos de manera repentina al sentir una punzada de dolor recorrerle cada centímetro de su cuerpo, como si le hubieran clavado un millar de agujas. Notó que una fuerte ráfaga de viento estaba azotando su piel de manera persistente.
Tal vez fuera su imaginación, pero sintió que estaba tumbado sobre una superficie blanda como una cama.
Paseó su mirada de un lado a otro. ¿En dónde diablos se encontraba?
Parpadeó varias veces al observar la deslumbrante luna llena que brillaba sobre su cabeza. Luego miró hacia abajo y vio que los árboles estaban moviéndose a gran velocidad. Esos pinos y arces eran inconfundibles. Sin duda todavía se encontraba en la Selva Nardon.
Y fue recién entonces cuando se fijó en las gigantescas alas doradas que estaban revoloteando rápidamente a pocos metros de él, una a su izquierda y otra a su derecha.
Abrió la boca para soltar una vociferante exclamación, pero se paralizó al observar algo más; algo que captó por completo su atención.
Se trataba de la hermosa princesa Misha, quien estaba de pie cerca de la cabeza del dragón. Su cabello lacio y suave como la seda se estaba meciendo ligeramente con el batir del viento, mientras que sus ojos azules estaban observando fijamente al muchacho.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Raidel. ¿Por qué la princesa estaba frente a él? ¿Acaso estaba soñando?
—Veo que al fin te has despertado —dijo Bephasgol con su voz gruesa y escalofriante.
Raidel no pudo evitar el estremecimiento de horror que sacudió su cuerpo. Si hubiera estado de pie, sin duda se habría caído bruscamente.
Escuchar aquella horrible voz le había hecho recordar todo. Efectivamente, la persona que estaba frente a él no era la princesa Misha, sino ese terrible y despreciable demonio cuyo nombre era Bephasgol.
De manera repentina recordó todo lo que había sucedido este fatídico día... Aunque a decir verdad, había un pequeño espacio de tiempo que estaba completamente en blanco y en el cual Raidel no sabía lo que había ocurrido. Después de que Bephasgol hubiera utilizado sus artes demoníacas para levantar el cadáver de Sendor y hacer que éste se moviera como un títere, Raidel no recordaba nada más... y eso probablemente era la señal de que él había despertado su Aura Oscura de fase 2...
El muchacho tragó saliva e inspiró una generosa cantidad de aire para no ahogarse. ¿Bephasgol lo había derrotado a pesar de que él se había transformado?
No cabía duda de que ahora mismo debían estarse dirigiendo a la base de la Tripulación del Infierno. ¿El destino de Raidel sería convertirse en un esclavo de los demonios hasta la muerte?
El muchacho volvió a fijarse en el ser que estaba de pie frente a él. Esos cabellos castaños, esos ojos azules, ese rostro perfecto...
—¿Cómo te atreviste a poseer el cuerpo de la princesa? ¿Por qué tuvo que ser precisamente ella? —dijo Raidel con el rostro congestionado por la furia. En sus ojos habían aparecido pequeñas lágrimas debido a la rabia que aquello le producía.
Bephasgol soltó una especie de suspiro.
—¿Otra vez con esa pregunta? —Hizo una pausa al observar que los ojos de Raidel se estaban oscureciendo poco a poco. Quizás lo mejor que podría hacer ahora era revelarle un poco de la información que quería para apaciguar su creciente cólera. Además, todavía faltaba mucho para llegar a la base...
—Está bien, te diré por qué poseí el cuerpo de tu princesita.
Raidel, quien parecía a punto de lanzarse contra Bephasgol para molerlo a golpes, se detuvo repentinamente en cuanto escuchó esas palabras. Primero que nada quería saber qué razones tuvo el demonio para hacer lo que hizo. Luego ya podría emprender su salvaje ataque.
Bephasgol se aclaró la garganta.
—Todo esto empezó porque un miembro de la Familia Corsario me derrotó en batalla hace... ciento treinta años atrás. —Por alguna razón parecía disfrutar hablando, como si no tuviera la oportunidad de hacerlo muy a menudo—. Llegados a estas alturas ya deberías saber que los demonios somos seres inmortales. Aunque destrocen nuestro cuerpo, nuestra alma sigue viva... Por mucho tiempo vagué por el mundo de manera incorpórea, buscando un cuerpo, ya que los demonios no podemos poseer cualquier cadáver, sino solamente los cuerpos que han sido previamente maldecidos. Eso es porque, debido a que la maldición los hace "impuros", son los ideales para ser poseídos —dijo—. La parte mala es que encontrar un cuerpo que haya sido maldecido es una tarea casi imposible, ya que solo un mago de nivel extremadamente alto puede lanzar esa clase de hechizos.
Raidel sintió un nudo en la garganta al recordar que Legnar había mencionado en la carta que toda la línea sucesoria de la princesa había sido maldecida por alguna entidad desconocida... Así que esa historia era cierta después de todo...
El demonio prosiguió en lo que estaba diciendo:
—Obviamente la Tripulación del Infierno tiene un repertorio con miles de "cadáveres maldecidos" —explicó—. De allí suministran cuerpos a los demonios que han sido derrotados, de forma que éstos pasan de ser simples almas que vagan por el mundo a volver a tener cuerpos de carne y hueso... Pero el problema es que la lista de espera es larga, dado que hay demasiados demonios esperando un cuerpo. Por tal motivo la calidad de los cuerpos que la organización provee a los demonios es bastante baja —dijo—. Mientras las maldiciones sean más poderosas, los cadáveres maldecidos serán de mayor calidad. A mí me ofrecieron un cuerpo mediocre, por lo que rechacé inmediatamente la oferta. Preferí buscar un cadáver yo misma... Así fue como transcurrió casi un siglo. Después de todo ese tiempo, yo seguía sin encontrar nada especialmente útil... hasta que un día todo cambió. Hace unos quince años atrás y luego de haber explorado prácticamente todo el mundo, decidí ir a Roca Blanca (El Primer Continente). Fue allí donde lo encontré —soltó una risita—. Nadie podría haber predicho esto... El líder y fundador del White Darkness estaba allí, paseándose en el continente más débil, pequeño e insignificante del mundo. Sabía que era él. Esa piel pálida, esos rasgos nobles, ese cabello plateado y revuelto, ese sombrero de mago de color negro y blanco... Dado que se encontraba en Roca Blanca, él no estaba intentando ocultar su presencia. Creía que nadie lo estaba persiguiendo; creía que nadie sabía quién era él... Yo lo seguí de lejos. No podía creer que aquel hombre, quien una vez fue considerado como el mago más poderoso de todo el mundo, estuviera frente a mí.
En este punto de la historia, Raidel estaba medio paralizado del asombro, con los ojos abiertos como platos.
—Fue allí, dentro de un diminuto reino llamado Ludonia, donde sucedió. El fundador del White Darkness se dirigió hacia el Palacio Real y... y... Bueno, me dio la impresión de que él ya conocía a la familia real con anterioridad porque sus expresiones y movimientos delataban que él los odiaba; los odiaba a muerte.
Bephasgol hizo una pequeña pausa, como si estuviera recordando los detalles exactos. Luego prosiguió:
—En aquel momento pensé que la teoría de que él los odiaba era demasiado descabellada, ya que ¿por qué razón el mago más poderoso del mundo odiaría a una familia de mierda de un reino de mierda como ese? Sin embargo, mi teoría quedó confirmada con lo que vi después.
Raidel tragó saliva. Toda esta información era tan rara que él apenas podía creer lo que estaba escuchando.
El demonio alzó la mirada y contempló distraídamente el cielo.
—Lo primero que el Fundador del White Darkness hizo al entrar al Palacio Real fue dirigirse a la Biblioteca. Él sabía que la persona que buscaba se encontraba allí...
—Y esa persona era...
—La reina.
—¿La reina?
—La madre de tu querida princesita —reveló Bephasgol con una maquiavélica sonrisa—. Cuando la vi, me resultó absurdo que una mujer como ella estuviera viviendo en un alcantarillado tan sucio e inmundo como lo es aquel reino —dijo—. De hecho, en todos mis años de existencia jamás había visto a una mujer tan... —Se detuvo con un dedo en los labios, intentando dar con la palabra correcta—. Bueno, lo que quiero decir es que nunca, ni siquiera en los continentes superiores, he visto a alguien igual. Para quien crea que la perfección no existe, es porque no vio a aquella mujer.
—Después de todo, es la madre de la princesa Misha —dijo Raidel en un débil murmullo. Su mirada, melancólica y apesadumbrada, estaba fija en los árboles que se movían bajo sus pies.
—Ciertamente la princesa heredó la belleza de su madre... —dijo Bephasgol, divertido—. Pero a diferencia de Misha, la larga cabellera de la reina era dorada e increíblemente resplandeciente...
—¿Qué sucedió cuando ese tipo encontró a la reina? —exigió saber Raidel.
—¿Ese tipo? ¿Te refieres al fundador del White Darkness, apodado "El Dragón", "El Dragón de las Dos Artes Primordiales" o "El Dragón de la Luz y la Oscuridad", quien además fue conocido por ser el mejor mago del mundo? Ten algo de respeto por ese miserable idiota, por favor.
—No has respondido a mi pregunta —dijo Raidel. Evidentemente no estaba de humor para tonterías.
—Pues lo que sucedió fue que "ese tipo" lanzó uno de sus hechizos más poderosos contra la reina. Se trata de un Hechizo Generacional que la maldijo a ella y a toda su línea sucesoria... En aquel momento la reina estaba embarazada de Misha... y por lo visto, el fundador del White Darkness estaba enterado de eso. Pero bueno, la reina era completamente inofensiva, por lo que no pudo defenderse de ninguna manera... En cuanto ella quedó "maldecida", el mago se dispuso a irse, pero en ese preciso instante apareció el rey; el padre de Misha. El mago no perdió el tiempo y también lo maldijo a él. Por último maldijo al viejo Lakmar; el padre del rey. Y cuando lo hizo, abandonó el Palacio Real y se marchó de Ludonia. No volví a verlo más.
Se hizo un corto silencio.
—¿Acaso los guardias no intentaron proteger al rey y a su familia? —gruñó el muchacho, indignado.
—¿Guardias? Vamos, no puedes estar hablando en serio. En el momento exacto en que el mago puso un pie dentro del Palacio, todos los presentes a excepción de la Familia Real se desplomaron. Cayeron muertos al mismo tiempo —sonrió—. Claro que también pudo haber matado a la Familia Real con la misma facilidad, pero no lo hizo. Prefirió maldecirlos y de esa forma hacer que su sufrimiento se prolongara el mayor tiempo posible. Si los hubiera matado habría sido demasiado piadoso...
Raidel tragó saliva. Sabía que estaría mejor si no preguntaba qué había sido de ellos, ya que tenía el nefasto presentimiento de que su destino no había sido para nada agradable, pero como se decía, la curiosidad mató al gato:
—¿Exactamente en qué consistieron esas maldiciones?
—Terribles pesadillas que los asaltaban todas las noches, sin falta —respondió el demonio—. Pero obviamente eso solo fue el comienzo. La primera en morir fue la reina. En el mismo instante en que dio a luz a Misha, su cabeza explotó en mil pedazos de manera repentina, salpicando las paredes de sangre y sesos. ¡Un hermoso espectáculo! ¡Parecían fuegos artificiales! El siguiente en morir fue el rey, tres años después. Debido a la maldición, él se volvió increíblemente déspota y tiránico. Murió en un Golpe de Estado organizado por los habitantes de su propio reino; los habitantes que una vez lo quisieron y respetaron. Cuando lo mataron, ellos quemaron su cadáver hasta reducirlo a cenizas... Los únicos que quedaron con vida fue el padre del rey (quien ya se había jubilado hace muchos años atrás) y su nieta, la princesa Misha... Pero no me molestaré en presentarlos. Tú los conoces a ambos.
—Asi que cuando el padre de Misha murió, el viejo Lakmar tomó las riendas del reino y se convirtió en el nuevo rey... —reflexionó el muchacho.
—La maldición del viejo era la misma que la de su hijo. Cuando el anciano se hizo rey, se volvió repentinamente malvado como por arte de magia. Antes de eso era buena persona, o al menos eso se decía.
El muchacho recordó lo cruel y despiadado que había sido ese viejo cuando lo conoció. Por ello fue que Toren (el grandulón de dos metros que murió devorado por un dragón) y Sylfer (el enano que murió en el Desierto Inder protegiendo a Raidel) habían estado planeando desde las sombras un Golpe de Estado para derrocar al viejo, tal y como habían derrocado a su hijo hace varios años atrás.
—Es algo cursi si lo piensas. Ambos, padre e hijo, se volvieron locos gracias a la maldición del mago. —Observó a Raidel a los ojos—. Recordarás que cuando Toren y Sylfer murieron, quienes eran las principales mentes que planeaban derrocar al viejo tiránico, el reino se quedó sin nadie que pudiera ocupar sus puestos y seguir planificando el Golpe de Estado, por lo que los Ancianos del consejo empezaron a moverse. Gastaron prácticamente todo el dinero que el reino tenía en sus depósitos de reserva para contratar al White Darkness para que ellos mataran al viejo y a Misha.
Raidel ya sabía toda esa información, pero aún así le seguía dando tanta rabia como si recién se hubiera enterado.
—El mismo día que el fundador del White Darkness entró al Palacio y lanzó aquellas terribles maldiciones a la Familia Real, el rey en persona convocó a los ancianos y les contó todo lo sucedido, ya que quería escuchar de sus sabios consejos. En aquel momento los ancianos no sabían qué clase de maldición les había puesto al rey y a su familia, pero cuando pasaron los años ya se hizo obvio. Ellos enloquecían y se volvían tiránicos cuando tomaban el control del reino. Los ancianos temieron la posibilidad de que a Misha le ocurriera lo mismo, ya que era la próxima (y única) sucesora al trono, así que contrataron al White Darkness no solo para que matara al viejo, sino también para que matara a Misha... Los ancianos no querían correr el riesgo de que ella enloqueciera como su padre y abuelo en cuanto tomara las riendas del reino...
Raidel bajó la mirada una vez más. Parecía destrozado.
—¿Y cuál es... realmente cuál es su maldición? —murmuró.
—¿Qué?
—¿Cuál es la maldición que el mago le puso a la princesa?
El demonio se encogió de hombros.
—¿Acaso importa? Por si no te has dado cuenta, ella ya está muerta.
Esas hirientes palabras impactaron como estacas en sus oídos y se quedaron haciendo eco durante un buen rato. Luego, cuando el efecto ya pasó un poco, formuló otra pregunta:
—¿Por qué el mago fue a Ludonia y maldijo a la familia de Misha en primer lugar?
Bephasgol volvió a encogerse de hombros.
Raidel frunció el ceño. Ahora que sabía quién había provocado todo esto, no quedaría impune... Al muchacho le importaba una mierda que aquel tipo fuera el "mejor mago del mundo". Algún día Raidel iría y le patearía el trasero. Le haría rogar por su vida. Luego lo mataría.
Al ver que los ojos del muchacho se estaban tornando más oscuros de lo normal, el demonio siguió hablando, más para distraerlo que cualquier otra cosa.
—La reina o su esposo el rey. Cualquiera de esos dos cadáveres "maldecidos" me hubieran sentado de maravilla, pero estaban destrozados, así que no podía poseerlos. El cuerpo de la reina no tenía cabeza y el rey había sido reducido a cenizas... Ya está de más decir lo que sucedió después. Me quedé en Ludonia, esperando a que el viejo o su nieta Misha murieran, ya que en el estado incorpóreo en el que me encontraba, yo no podía matarlos por mí misma. Pasaron muchos años... Luego tú llegaste al reino. Me impresionó ver que eras poseedor del Aura Oscura, así que juré que te convertiría en un miembro de la Tripulación del Infierno en un futuro. ¡Semejante talento no podía ser desperdiciado! Pero en fin... Una vez que el viejo y su nieta murieron, tuve que esperar tres días para poseer a alguno de ellos (el tiempo en que tarda el ritual para poseer algún cuerpo). Elegí a la princesa por obvias razones. Ella era joven y todos pueden estar de acuerdo en que ofrece un aspecto mucho mejor que el anciano. Además, ¡la maldición que colocó el líder del White Darkness se hace cada vez más poderosa conforme pasan las generaciones! ¡Así es como funcionan las Maldiciones Generacionales! La maldición que el mago lanzó a la reina era muy potente, pero la maldición con la que nació Misha lo es aún más, ya que ella pertenece a la segunda generación. Y como mencioné antes, mientras más potente es la maldición que tiene un cuerpo, dicho cuerpo será de mayor calidad para poseerlo.
Raidel recordó que Legnar, el Comandante General de Ludonia, también mencionó que aquella maldición se hacía más potente conforme avanzaban las generaciones. ¿Cómo podía ser aquello posible?
El demonio bajó la vista para mirarse las manos.
—Puesto que la calidad de la maldición es increíblemente alta, ¡tengo el mejor cuerpo del mundo! ¡No hay nadie capaz de lanzar hechizos tan poderosos como el fundador del White Darkness!
Raidel ya estaba empezando a entender por qué aquel engendro era tan jodidamente fuerte, pero al parecer el demonio le leyó la mente. Observó al muchacho por unos segundos antes de decir:
—No te equivoques. A pesar de tener este cuerpo, soy un demonio de nivel 3. Y mi poder no es superior al de los demás demonios de nivel 3... Pero gracias a este cuerpo, cuya calidad es extraordinariamente alta, podré evolucionar con mayor rapidez que los demás. Esa es la diferencia.
Raidel frunció el ceño, confuso. ¿Bephasgol "evolucionará" con más rapidez que los demás? ¿Eso quería decir que existían demonios más poderosos todavía? ¿Demonios de nivel 4?
El muchacho intentó imaginarse a alguien más poderoso que Bephasgol... fue en vano.
El poder que el demonio demostró en batalla aquel mismo día había sido, efectivamente, inhumano. Un poder que en otro tiempo Raidel hubiera considerado que estaba por encima de los dioses... Primero telequinesis. Luego, una guadaña negra como el vacío del espacio, la cual estaba hecha por completo de energía. Después hacer que un cadáver se levantara y luchara por sí mismo como si estuviera vivo... Además, por si fuera poco, algo le decía a Raidel que esos poderes solo constituían una minúscula parte de lo que Bephasgol podía hacer.
Naturalmente, recordar todo lo que había sucedido aquel día lo hizo estremecerse. Pero lo que era más importante, ¿qué les había ocurrido a sus amigos?
—No me fijé en ellos. Tal vez estén vivos o tal vez muertos. De cualquier forma, ¿a quién le importa? —dijo el demonio como si le hubiera leído la mente al muchacho... otra vez.
Raidel sacudió la cabeza de un lado a otro, desconcertado. La simple posibilidad de que sus amigos estuvieran muertos le horrorizaba hasta límites inimaginables.
De pronto cayó en la cuenta de la verdadera naturaleza del abominable monstruo que se erguía frente a él. Aquella horrible criatura no había tenido ningún reparo en poseer el cuerpo de la princesa Misha. Y ahora probablemente había matado a todos sus amigos sin mostrar el menor grado de compasión ni remordimiento.
Sus ojos volvieron a oscurecerse de manera gradual. Ahora mismo no había nada más que quisiera en el mundo que abalanzarse sobre ese despreciable engendro y despedazarlo a golpes hasta triturar su alma en mil pedazos... Sin embargo, todavía conservaba la mente fría y sabía mejor que nadie que no podría derrotarlo.
Si el demonio ya lo había vencido una vez, cuando Raidel había estado en sus mejores condiciones, dudaba mucho que ahora las cosas fuesen a cambiar.
De modo que, sin apenas pensar en la locura que estaba haciendo, el muchacho retrocedió rápidamente de un salto y se lanzó directamente al vacío; hacia la interminable espesura de la selva que yacía bajo sus pies.
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Bephasgol se había estado preparando para bloquear el ataque de Raidel y noquearlo con un solo golpe. No obstante, en contra de todos los pronósticos, el muchacho había saltado al vacío.
El demonio corrió hacia el borde del lomo del dragón y miró hacia abajo. Intentó utilizar su telequinesis para traer a Raidel de regreso, pero éste ya se encontraba fuera de su rango de alcance, por lo que le fue imposible hacerlo.
Bephasgol soltó una vociferante maldición, se giró hacia el dragón y exclamó:
—¡Rápido! ¡Desciende! ¡Síguelo!
La gigantesca bestia acató sus órdenes y descendió en picado, como un feroz halcón tras su presa.
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Raidel ni siquiera pensó en lo que estaba haciendo. Simplemente se lanzó a lo que hace unos momentos atrás había considerado una muerte segura. Incluso él se sorprendió de que lo hubiera hecho.
Y ahora estaba cayendo a toda velocidad. Frunció el ceño al observar el millar de árboles que yacían bajo él.
¿Qué distancia se encontraba del suelo? ¿Doscientos metros? ¿Trescientos? La selva Nardon era gigantesca...
El viento azotaba su cuerpo, mientras él no dejaba de caer con gran rapidez.
Raidel sabía que, en condiciones normales, sería imposible sobrevivir a una caída como esa. Sin embargo, se le ocurrió una idea. Había una pequeña esperanza...
A pesar de lo contraproducente que parecía, él cerró por completo sus ojos. Cualquiera que lo hubiera visto, habría pensado que se había resignado a morir... pero nada más lejos que la verdad. Había cerrado sus ojos para poder concentrarse mejor.
De esa forma transcurrieron varios segundos. Los árboles iban haciéndose más y más grandes conforme él fue acercándose al suelo.
Cincuenta metros del suelo. Treinta. Veinte.
En cuanto ya se encontraba a diez metros del suelo, él volvió a abrir repentinamente los ojos, mientras que sus labios esbozaban una pequeña sonrisa. Había logrado su objetivo. Aunque esperaba que eso fuera suficiente para sobrevivir...
Raidel cayó al suelo sobre sus dos pies. Al instante siguiente dio una voltereta hacia adelante para amortiguar el impacto de su caída. Luego se puso de pie y empezó a correr entre la interminable espesura de los árboles con tanta rapidez como sus agarrotadas piernas se lo permitían.
Lo que hizo para salir ileso había sido bastante simple. Solamente recubrió sus piernas con una capa de Xen protector. Había tenido que concentrarse mucho para dicha tarea porque en esta ocasión la cantidad de Xen que utilizó había sido inmensa, al menos tres veces más que su récord anterior.
Si no hubiera empleado tanto Xen, su cuerpo habría impactado contra el suelo con tanta potencia que no solo se hubiera roto las piernas, sino que habría muerto en el acto.
Sin prestarle mucha atención al insoportable dolor que atenazaba su cuerpo, Raidel corrió y siguió corriendo, sin mirar hacia atrás ni una sola vez. Pero no necesitaba hacer eso para saber que el dragón estaba tras él, ya que alcanzaba a escuchar con toda claridad sus rugidos y aleteos en algún lugar en los aires.
A pesar de que estaba seguro de que en menos de un minuto se quedaría sin energías, a Raidel no le importó en lo absoluto y aumentó su velocidad al máximo.
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Sin importar a qué velocidad corriera Raidel, el dragón era al menos cien veces más rápido.
No obstante, la bestia no podía alcanzarlo debido a que Raidel estaba corriendo entre la interminable maraña de árboles, los cuales eran muy altos y se encontraban los unos muy juntos de los otros. Por tal motivo, el dragón no podía descender hasta el suelo.
Desde los aires, Bephasgol soltó un chasquido de irritación. A la altura en la que se encontraba, su telequinesis no tenía ningún efecto sobre Raidel, puesto que él estaba fuera de su rango de alcance.
Por un momento pensó en la posibilidad de usar su telequinesis para arrojar varios de los árboles cercanos contra Raidel, pero sabía que algo como eso no lo detendría. Debía ir en serio si quería capturarlo de nuevo.
Se giró hacia el dragón y exclamó:
—¡Desciende hasta el suelo!
El animal soltó una especie de bufido de protesta, pero se calló en cuanto Bephasgol rugió:
—¡Hazlo!
Sin tener más opción, el dragón descendió, chocando contra los numerosos troncos de los pinos que se interpusieron en su camino. Los tumbó con gran facilidad.
De un momento a otro y gracias a su magnífica velocidad, la enorme bestia descendió hasta quedar a tan solo unos diez metros por encima de Raidel.
Bephasgol lo observó con un brillo asesino en los ojos.
—Maldito niño, ¿cómo te atreves a intentar huir? ¿Así es como me pagas por haberte salvado de una muerte segura a manos del White Dakrness?
Sin dejar de correr a toda velocidad ni voltearse para mirar hacia atrás, Raidel replicó entre jadeos:
—¿Unirse a tu estúpida organización? ¡Vete a la mierda! ¡Preferiría morir antes que hacer equipo con una aberración de la naturaleza como tú!
Fueron aquellas palabras además del tono de absoluta determinación de su voz el que había terminado por sacar de quicio a Bephasgol.
El demonio estalló de la furia. La cólera se apoderó de su cuerpo y dominó sus movimientos.
Con las facciones retorcidas por la desbordante ira, el demonio señaló a Raidel con un dedo y luego levantó la mano al cielo, haciendo que el muchacho saliera despedido varios metros hacia arriba y luego quedara flotando ridículamente en el aire, mientras gritaba y se revolvía inútilmente como un insecto que ha sido atrapado en una telaraña.
A continuación Bephasgol soltó un estruendoso rugido de guerra y saltó hacia él, dispuesto a propinarle el puñetazo más potente que era capaz de realizar.
Bephasgol estaba tan cegado por la furia que no sabía lo que estaba haciendo. Si aquel salvaje puñetazo hubiera impactado contra Raidel, habría despedazado su cuerpo en diez trozos distintos.
El demonio estaba a punto de matar al nuevo recluta que tanto tiempo y esfuerzo le había llevado conseguir.
Sin embargo, su feroz ataque no llegó a impactar contra Raidel. Antes de eso, la fuerza de la telequinesis que lo había mantenido inmóvil y suspendido en el aire se desvaneció por completo, de modo que el muchacho cayó de bruces al suelo.
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A pesar de que la hierba había amortiguado el impacto, Raidel soltó un fuerte chillido de dolor. No entendía lo que había sucedido. ¿Por qué la telequinesis se había desvanecido tan de repente? ¿Acaso el demonio había cometido un error? Raidel lo dudaba mucho.
Al alzar la mirada, el muchacho abrió mucho los ojos del asombro ante la increíble escena que estaba teniendo lugar frente a él.
Daba la impresión de que el demonio estaba siendo presa de un gran dolor. Todo su cuerpo se estaba retorciendo frenéticamente como si estuviera sufriendo convulsiones. Mientras tanto, no dejaba de soltar interminables gruñidos y vociferantes maldiciones.
Raidel entrecerró los ojos. La manera en la que el cuerpo de Bephasgol se estaba retorciendo era bastante... extraña. Y eso sin mencionar los gruñidos...
Pero cuando el pelirrojo se fijó mejor, ya no le pareció que Bephasgol estuviera sufriendo dolor... Más bien era como si estuviera librando de una batalla interna... como si estuviera luchando contra alguien por el control de su cuerpo...
Al final, el demonio dejó de retorcerse. Permaneció inmóvil durante lo que al muchacho le pareció una eternidad. Luego se giró hacia Raidel para observarlo con una mirada muy distinta a la que había tenido hasta aquel momento. Su mirada ya no estaba cargada de odio ni desprecio como antes, sino todo lo contrario. Era una mirada que reflejaba una compasión y un cariño infinitos; una mirada que él había visto antes...
Entonces ella abrió la boca y gritó:
—¡Huye! —Era una voz suave y dulce, pero la cual estaba suplicando urgencia.
Raidel se quedó completamente petrificado como un tronco. Esa no era la voz del demonio. Esa era la voz de la princesa Misha...
El corazón del muchacho empezó a latir a mil por hora. ¿Acaso ella estaba...? ¿Ella estaba...?
—¿Qué estás esperando, Raidel? ¡Huye! ¡Corre! —suplicó la voz de la princesa—. ¡No podré contener a Bephasgol por mucho más tiempo!
Raidel no sabía lo que estaba sucediendo, pero se puso de pie. Dio media vuelta y empezó a correr por entre la interminable espesura de la Selva Nardon.
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Fin del segundo libro.
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