Capítulo 2 Herencias e Ilusiones

Capítulo 2 Herencias e Ilusiones

Ya hacía un mes de la muerte del Rey Casimiro bajo circunstancias algo extrañas. Una repentina enfermedad lo mantuvo postrado en la cama por varios años hasta que finalmente expiró.

Esa noche, Aimeé y Don Abelardo Cuentaschuecas, el notario de la corte real, se encontraban discutiendo el testamento dejado por el monarca antes de fallecer.

—¡Es que no puede ser! ¡Tanto sacrificio para nada!— vociferaba furiosa Aimeé dando manotazos al aire mientras hablaba con el caballero.

—¡Pero Aimeé, mi amor, entiende! Hice todo lo que pude para arreglar el testamento de Casimiro. No se puede. Tienes que compartir la herencia y el reino con sus hijas... Son las princesas. No las puedes despojar así como así—. El hombre trataba de acercarse  e intentaba razonar con ella para calmarla.

—¡Pero no fue suficiente! ¡Eres un inútil Abelardo!

—No me trates así my diosa de rubí. Mira que lo que he hecho ha sido por ti. Yo... Yo te amo... Con la fortuna heredada podemos ser felices por siempre como soñábamos mientras el viejo Casimiro agonizaba... Recuerda aquellas noches de pasión...—El hombre intentaba besar a a la pelirroja pero ella lo rechazaba malamente.

—¡Déjate de bobadas Abelardo! Eres un notario de quinta. Lograste lo que cualquier letrado hubiera conseguido... ¡Es más, yo lo hubiera conseguido sin tener que acostarme contigo! ¡Argh! Me acuerdo y...

—¡Que rico, verdad! Cuando nos escabullíamos hasta la torre y pasábamos ratos intensos de locura y pasión desenfrenada. —Abelardo agarró a Aimeé por la cintura poseído por la lujuria del recuerdo.

—¡Ay yaaaaa! ¡No seas baboso! No estoy de humor para ti ahora. Tengo que ver como soluciono esto. Y lo peor de todo es que me tengo que quedar con esas muchachitas endemoniadas hasta que se casen según las cláusulas del maldito testamento. Pero algo... debe haber algo que pueda hacer.

Aimeé salió muy molesta de la habitación tirando la puerta con fuerza tras de ella. El pobre Abelardo que la seguía como perro faldero recibió un portazo en la cara que lo tiró de culetazo al suelo. El hombre se sobaba la nariz mientras la bruja se desplazaba por el pasillo caminando con cadencia y aires de soberbia.

Mientras en la habitación de las niñas, Lynness y Romynah conversaban sentadas en la cama tristes tras la recién muerte de su padre el rey Casimiro. Ya las pequeñas no eran tan niñas pues recién cumplían sus catorce años de edad. Ambas se estaban convirtiendo en hermosas jovencitas. Distinguirlas era misión imposible pues las princesas de cabellos de oro eran dos idénticas gotas de agua.

—Ay hermanita, extraño tanto a papá—, habló Lynness dejando escapar un prolongado suspiro

—Yo también le extraño... Se fue mamá, después papá. Ahora sólo nos queda Nana y Mami Aimeé. Dentro de todo creo que vamos a estar bien. Nuestra madrastra es muy buena con nosotras. Siempre lo ha sido—. Romynah contestó al hilo de la conversación.

—Sí, mami Aimeé es muy dulce y tierna.

—Sabes Lynness, me encantaría comerme un pastel, como de los que hace Nana. Mejor una tarta de manzana... Mmm, se me hace la boca agua... Imagínate lo rico que sería.

—A ver Romynah, cierra los ojos y piensa en la tarta de manzana... ¿La ves?— decía Lyness también con sus ojos cerrados saboreando en su mente el anhelado postre.

Romynah en esos precisos instantes abrió sus ojos, y los abrió bien grandes al ver que frente a ella, sobre la cama había una tarta de manzana, recién horneada que despedía un dulce y delicioso aroma a canela y a fruta caramelizada. —¡Ah! ¿Qué? ¿Cómo... como hiciste eso Lynness?— Romynah no podía creer lo que veía. Estaba maravillada. Era tan real aquella imagen que sentía podía tocar aquel postre delicioso. Encontró sus manos tanteando un vacío casi perceptible tratando de agarrar la tarta aparecida.

—¿Hacer qué Romynah?-Lynness abrió sus ojos y por poco se cae de la cama al ver la tarta frente a ella. —¡Pero que hechicería es esta! ¿De dónde ha salido esto? Es... Es tal como me la imaginé. Espera, Romynah... Déjame ver. La tengo aquí en mi cabeza y allí está, justo en frente de mi. No puede ser. ¡Es increíble!

—¡Pero es fantástico! ¡Yo quiero! Yo quiero hacer una!— Romynah brincaba en el borde de la cama y aplaudía. —Yo pensaré en una cereza... ¡Una canasta de cerezas!

En ese instante apareció una canasta de cerezas justo al lado de la tarta de manzana. Las niñas estaban asombradas de lo que habían hecho con sólo pensarlo. Más al intentar agarrar los objetos, los cuales podían ver y oler, sus manos sólo encontraban vacío. Era como una ilusión que ambas podían crear con sus mentes.

—Yo quiero otra—, dijo Lynness emocionada y se puso de pie. —¿Qué te parece hermanita? ¿Cómo me veo?

—¡Oh por Dios Lynnes! ¡Qué hermoso vestido!—Romynah pestañeaba repetidas veces ajustando su visión al repentino cambio de ropa que tenía su hermana.

Ambas estuvieron creando ilusiones por varios minutos. Su cuarto parecía un zoológico pues habían cabras, conejos y hasta un caballo. Las niñas estaban maravilladas con todo aquello que podían hacer con sólo pensarlo. Se reían y gritaban de la emoción con cada nuevo objeto que lograban hacer aparecer.

En esos momentos tocaron a la puerta de la habitación. Era Nana que entraba. En un pestañeo toda aquella visión desapareció y las chicas se pararon una al lado de la otra con gestos de obvia complicidad.

—¿Qué es todo este reguero en este cuarto Lynnes?- la mujer rechoncha y de facciones graciosas las regañaba.

—Soy Romynah Nana—, contestaba la aludida sonriendo.

—¡Ay carajo, siempre las confundo! Pero ese no es el punto. ¿Cuantas veces les he dicho que las habitaciones de las princesas siempre están recogidos y limpios?

—Pero Nana, aquí no hay ningún reguero. El cuarto está que brilla como un espejo de limpio.

Lynnes miró a Romynah. El guiño de ojo y la sonrisa malévola fue suficiente para hacerle saber a su gemela cuales eran sus intensiones.
Inmediatamente las chicas crearon una ilusión en la cual el dormitorio estaba impecablemente limpio y organizado.

—¡Pero por las barbas de San Ciriaco! ¡Que pasó! Podría jurar que el cuarto parecía un chiquero hace un instante—, Nana dijo sorprendida a la vez que caminaba en medio de la recámara aparentemente recogida.

—Viste Nana. Ya aprendimos a mantener nuestra alcoba limpia—. Lynnes tomaba del brazo a la estupefacta niñera y la escoltaba casi a empujones fuera de la habitación. —Buenas noches Nana— y sin dejar que la mujer contestara le cerró la puerta en la cara.

Las chicas chocaron las manos en el aire y Romynah dijo entre risas, —Ahora si que nos vamos a divertir de lo lindo.

Así pasaron las semanas y las gemelas se entretenían por todo el castillo tejiendo ilusiones a diestra y siniestra y envolviendo a la gente en su madeja de fantasía. Mientras Aimeé pensaba en la manera de deshacerse de sus molestas hijastras para poder disfrutar de toda la fortuna que había dejado su difunto esposo. La idea de parecer la viuda resignada a la soltería le parecía una tortura. Ella era joven, hermosa y muy calenturienta como para quedarse para vestir santos hasta que las gemelas se casaran.

Imposible que les aquejara la misma enfermedad que mató a sus padres. Aquella extraña condición que apareció repentinamente y los acabó en un par de años no era otra cosa que una poción venenosa que ella misma había preparado. Una brujería maligna que primero, haciéndose pasar por servidumbre dio a la reina y después al Rey Casimiro. El plan había salido a pedir de boca, excepto por el detalle que sí Lynnes y Romynah morían antes de los dieciocho lo perdería todo. Así que tendría que mantenerlas allí con ella y luego buscarles marido para que se largarán al mismísimo infierno lejos de ella.

La viuda discutía su desventura con su nuevo amante en turno, un joven capitán del ejército del reino. Ambos recostados en la cama, aún jadeaban por el fragor del momento.

—¿No has pensado en la idea de un convento ó un internado? Es una opción de moda para las jovencitas de sociedad?— sugirió el apuesto caballero.

—¡Pero que buena idea me has dado! Mañana mismo envío a Abelardo a buscar datos sobre los internados que más lejos queden. Estoy dispuesta a pagar lo que sea por sacar a esas piojosas de aquí!—la hembra se trepó encima del hombre y lo besó repetidas veces—. Por eso me encantas. Eres tan listo... Y tan ardiente.

El guapísimo joven abrazó con ímpetu a la pelirroja y ambos volvieron a encender la cama con lujuria y pasión.

***** Aquí va el segundo capítulo de esta locura literaria. En este capítulo aún reinan LynnS13 y RomynahNB . No se despeguen porque en el próximo capítulo llega un reguerete de gente y las gemelas tendrán la aventura de la vida... Okey, si, pasé de ser de protagonista a antagonista/ madrastra malvada y calenturienta. Pero de vez en cuando es bueno trolearse a una misma. :-)

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