Capítulo XXXI: Volveré para despedirme.
Gideon no fue capaz de responder cuando el sonido de un cuerno llegó a sus oídos. Durante un instante, agradeció por ello, no se había visto en condiciones de dar respuesta a lo dicho por Levana, sin embargo, en el momento en el que contempló los semblantes que lo rodeaban, supo que algo malo ocurría.
—¿Qué significa? —preguntó observando cómo Levana se ponía de pie y corría hacia la puerta. Su rostro se perdió detrás de la cortina.
—Significa que estamos siendo atacados —respondió Will e intentó ponerse de pie, sin embargo, no fue hasta que Gideon lo ayudó que lo consiguió. Cuando lo hizo, tomó la ropa que Nora había dejado junto a las mantas y se la colocó. Gideon le dio la espalda, avergonzado.
—¿Por otra manada? —Intentó no pensar en la imagen que había a sus espaldas y se centró en lo que sucedía. Ya había visto al joven licántropo sin ropa cuando la transformación se llevó a cabo en sus brazos, pero, a pesar de eso, no podía evitar sentir sus mejillas calentarse.
—No lo creo. —Will recuperó su atención—. Ningún Alfa es lo suficientemente tonto para atacar sin dar previos motivos.
—¿Entonces no tienes idea de quién puede estarlos atacando?
—No, pero pienso descubrirlo en este mismo momento.
—No, no puedes hacerlo. —Levana había vuelto a entrar en la habitación y veía al joven como si estuviese a punto de cometer una locura—. Tienes que descansar, Will. El cuerno que ha sonado ha sido el de la Torre Sur. Eso está a kilómetro y medio de aquí. Sea lo que sea, será frenado antes de que entre a la ciudad.
—No lo niego —dijo Will. Su voz denotaba seriedad—, pero esta es mi manada y no puedo permanecer al margen de lo que sucede allí fuera. Iré y ayudaré en lo que sea.
—Will...
—¿Han oído eso? —Nora bajó las escaleras corriendo, había recogido su larga melena oscura en una trenza y llevaba puesto un conjunto de cuero que la hacía lucir mayor—. El cuerno ha sonado tres veces, nos están atacando.
—Alguien ha estado prestando atención a sus clases.
La pequeña miró a su hermano entre divertida y molesta.
—Es lo primero que te enseñan cuando entras a la Academia, Will, y yo llevo seis años en la Academia.
—Lo sé.
Will le dedicó una sonrisa burlona antes de que un gritó resonara en la lejanía y un estruendo hiciera al guardián tomar su arco y su carcaj de flechas. Las contó. Cinco. Debía hacer más cuando llegará al Edén, mientras tanto, tendría que poder hacer algo con las que poseía.
—¿Qué haces? —Will lo miró con desconcierto—. ElOtroLado no pertenece a tu jurisdicción. No tienes que...
—Eso que ha gritado ha sido una esfinge —explicó interrumpiéndolo y, ante la mirada confundida de los presentes, él agregó—: Un demonio. Debo actuar.
Durante un segundo ambos jóvenes se miraron en silencio sin decir nada, en realidad, ambos sabían que no era necesario hacerlo. Gideon no se iría sin llevar a cabo el cometido de todo guardián de almas y Will no lo convencería de hacerlo ni, aunque utilizase su autoridad como hijo del Alfa, cosa que, evidentemente, no haría. En su lugar —y sin más opciones— el licántropo asintió.
—Bien. —Nora atrajo la atención de los presentes—. ¿Cuál es el plan?
—Seguiremos el protocolo de seguridad. Lo que significa que te escoltaremos hasta la Sala de Reuniones —anunció Will y Nora frunció el ceño—. Sé lo que piensas y no voy a permitirlo. No ahora, Nora.
—Quiero ayudar, no ser protegida.
—Podrías ayudar con los niños pequeños —comentó Levana, pero solo consiguió que Nora se viera aún más decepcionada—. Ellos se asustan en estas situaciones. Además, ver a la hija del Alfa manteniendo la calma y obedeciendo las normas será reconfortante para todos.
Gideon observó a la menor apartar la mirada en su dirección y no pudo evitar recordar las palabras que le había dicho momentos atrás: «No soy una simple integrante de la Corte Luna, soy la hija del Alfa, y como tal, debo ser ejemplar.»
—De acuerdo —dijo al final.
Luego, una nueva serie de alaridos llegó a ellos. Esta vez estaban mucho más cerca, así que, sin poner a juicio sus acciones, todos se dirigieron a la salida.
A simple vista el jardín frontal lucía normal, no había caos ni destrucción, pero enseguida el escenario cambió. Lo primero que distinguió Gideon fueron las inmensas alas negras, huesudas y calcinadas que se batieron sobre ellos. Había leído sobre aquellos demonios, aunque nunca había se había cruzado a uno en persona. Las esfinges aún no habían cruzado las grietas porque éstas aún no se habían quebrado lo suficiente, pero..., allí estaban.
—¿Qué clase de criatura es esa? —preguntó Levana a media voz. Estaba demasiado concentrada contemplando el volar del ser como para fijar su mirada en ellos—. Nunca la había visto... Nunca fueron tan grandes...
El demonio había volteado en su dirección y los observaba con sus afilados ojos de ave. Sus facciones lo hacían ver como una mujer de rasgos finos, pero su cuerpo se difuminaba entre lo femenino y lo animal, pues el torso de mujer estaba cubierto por un calcinado pelaje que se arrastraba hacia una cola puntiaguda y escamosa.
—Una que no debería estar aquí —respondió Gideon extrayendo una flecha del carcaj y colocándola en su arco. Había practicado con el arco desde los siete años, así que ensartar la punta del arma en el pecho del demonio no fue una dificultad, no obstante, para su sorpresa, la criatura no se volvió polvo en el aire, sino que descendió hacia ellos chillando de furia—. ¡A un lado!
Nora fue la primera en hacerlo, colocándose casi detrás de Gideon, pero Levana estaba absorta y el guardián vio como Will tuvo que apartarla para evitar que la criatura clavara sus garras en ella antes de caer moribunda.
—¿Estás bien? —oyó a Will preguntarle mientras él se dirigía a la criatura con un cuchillo en mano. No podía desperdiciar sus flechas cuando podía acabar con el ser de cerca. La chica asintió y Gideon vio cómo Will acarició su mejilla con gentileza—. De acuerdo. La Sala de Reuniones no está muy alejada, llegaremos a salvo.
La joven volvió a asentir antes de incorporarse y Gideon no tardó en observar a la criatura desvanecerse, dejando su flecha empapada en icor. Con cierto desagrado, el guardián la recuperó. No sabía cuántas esfinges habían cruzado.
—¿Desde cuándo los demonios cruzan a ElOtroLado? —preguntó Gideon, le sorprendía lo que estaba viendo. Los demonios iban detrás de los humanos, no de los seres que allí habitaban. O eso era lo que creía.
—Desde que cruzan al mundo humano —contestó Will y hubo cierta apatía en su voz—. ¿Por qué pones esa cara? Las cuatro cortes nunca han necesitado de la ayuda de los guardianes de almas ni de los ángeles. Ni durante la guerra que nos segregó, ni ahora. Podemos cuidarnos solos, Gideon.
Él lo sabía, Haniel se lo había dicho hace muchísimo tiempo: «ElOtroLado está conformado por seres impuros: ni humanos, ni demonios, ni ángeles. Criaturas que son y no son a la vez. Criaturas que no nos necesitan para existir. Está su realidad y la nuestra, y si esas realidades colisionan será siempre por un bien mayor».
Will le dio un suave golpe con su hombro.
—Además ustedes son solo doce, tienen suerte de poder controlar las grietas que atormentan el mundo humano —dijo en busca de aliviar la expresión del guardián.
Una liviana sonrisa se adueñó de los labios del castaño, pero la misma no duró mucho. El chillido de otra esfinge los devolvió a ambos a lo que acontecía: el ataque.
—Por aquí.
Gideon no pensó dos veces antes de seguirlo, después de todo, era un licántropo, su oído era de lejos mejor que el suyo, no obstante, luego de haber avanzado un par de metros localizaron a una nueva criatura. Era más grande que la anterior, de alas más extensas y garras más filosas. Levana dejó escapar un grito ahogado al verla y Nora palideció. Inconscientemente y guiado por su instinto de protección, Will las hizo retroceder, colocándolas detrás de sus fuertes brazos.
—¿Eso es sangre? —La voz de Nora fue apenas audible.
Gideon miró más allá de la apariencia de la criatura para corroborar que sí, efectivamente, frente al demonio se hallaba un charco de sangre. De cualquier forma, intentó no pensar en quién había sido la víctima y se centró en el asesino. Con eficacia tomó una flecha y la colocó en el arco.
—¡Eh, tú! —la llamó. Tenía que hacer que se volteará para ensartar la flecha en su corazón. De no hacerlo, la criatura continuaría avanzando. Cuando lo hizo, la escena revolvió su estómago.
El demonio, con sus labios de mujer cubiertos de sangre, abrió la boca y enseñó unos colmillos afilados. La sangre se derramaba por su barbilla, manchaba sus senos desnudos y descendía hasta embarrar el suelo de carne y hueso. La impotencia invadió su aire cuando sus ojos observaron que, entre sus manos bestiales. La esfinge sostenía a un niño... Un niño que no debía superar los ocho años; pequeño y delgaducho que no había tenido oportunidad de sobrevivir a una criatura que lo quintuplicaba en tamaño.
—¡Oh, por la Diosa!
Y Gideon no pudo decir nada cuando vio a Levana voltearse para vomitar. Él también lo habría hecho de no estar acostumbrado a presenciar la muerte desde que tenía razón de ser porque eso era lo que sucedía cuando los demonios se liberaban de su reino de caos y fuego, muerte.
La criatura soltó el cuerpo del pequeño como si este hubiese sido solo un juguete al que había estado mordisqueando con sus afilados dientes. Al hacerlo, el cuerpo chocó contra el suelo en un desagradable ruido de huesos rotos y sangre mojada. Sus cuencas vacías miraron como la criatura se lanzaba hacia ellos con las garras extendidas y las fauces babeantes. Al verla, Gideon dejó libre la flecha. De un zas se enterró en el corazón de la criatura y tal como si solo fuese una pesadilla, ardió.
Antes de poder impedírselo, Nora corrió en dirección al pequeño cadáver. Will —que hasta entonces había enmudecido— y él fueron detrás de ella. Levana parecía necesitar un momento para digerir lo que acababa de presenciar.
—Es Jamie —dijo Nora en voz baja. Se había hincado en el suelo y recorría con la mirada al niño: la mitad de su cuello había sido devorado y tanto su rostro como sus ropas se hallaban empapadas de saliva y sangre—. Solía regalarme flores porque decía que una princesa debía llevarlas todo el tiempo en su peinado. Era un niño dulce...
—Nora. —Will apoyó su mano en el hombro de su hermana—. Lo siento.
—No, no lo sientas —replicó poniéndose de pie. Sus ojos brillaban y su voz parecía estar a punto de quebrarse, pero a pesar de ello, Gideon era capaz de ver la firmeza en su expresión—. Es culpa de esas criaturas, no tuya.
Gideon no estuvo seguro de cuando la joven se había incorporado para avanzar hacia ellos, pero allí estaba: pálida y horrorizada, sin embargo, y para sorpresa de todos, tuvo la suficiente voluntad para tomar el cadáver entre sus brazos conteniendo una nueva arcada de repulsión al sentir la sangre manchar su ropa.
—No podemos dejarle aquí —musitó Levana a modo de explicación—, sus padres querrán el cuerpo para la ceremonia de despedida.
Nadie se opuso a su decisión, en realidad, tanto Nora como Will parecieron estar de acuerdo con sus palabras. Sin decir más nada los cuatro comenzaron a avanzar. Gideon fue delante, con su arco tensado en busca de nuevas amenazas, pero durante unos minutos solo oyeron chillidos de demonios y gruñidos de licántropos gobernar las calles de la Corte Luna.
—¡Will! —La voz de un joven les hizo voltear.
Gideon se sorprendió al ver que aquel licántropo que se aproximaba —acompañado de otros dos— era idéntico, en apariencia, a Will. La curiosidad lo desconcertó un instante, pero desapareció tan pronto como sus ojos se posaron en la esfinge que se aproximaba batiendo sus alas. Rápidamente les pidió que se agacharan y cuando lo hicieron lanzó la flecha. La misma se enterró en el demonio, pero no acabó con él, sino que siguió descendiendo hacia el licántropo.
—¡Levi! —Will no tardó en transformarse; sus ropas cayeron y su cuerpo pasó a ser el de aquel hermoso lobo de pelaje oscuro que lo había cautivado la primera vez; y cuando esto estuvo hecho, se abalanzó sobre la criatura antes de que esta llegase a los otros tres.
El demonio chilló cuando las garras se clavaron en su piel derribándolo de las alturas, e intentó con su cola escamosa golpear al licántropo que con sus dientes lo mordía, pero fue en vano, Will se aferraba a él con toda la ferocidad que había podido reunir y el ser, incapaz de defenderse, batió sus alas que estaban siendo desgarradas por las garras. Antes de que ninguno de ellos pudiera decir nada, Will abrió el pecho de la criatura y destrozó su corazón. Cuando la criatura se desvaneció, Gideon corrió hacia Will.
El joven había recuperado su forma humana y se veía agotado. Gideon supo que su falta de resistencia se debía a que horas antes había sobrevivido a un veneno letal, pero a pesar de eso, le dedicó una sonrisa divertida que él no pudo resistir.
—Eso fue valiente —indicó Gideon teniéndole ropa, Will la tomó sin dudarlo.
—Te he impresionado, ¿verdad?
—¿Querías impresionarme?
Will pareció recibir un escalofrío.
—No, yo...
Para su suerte —o tal vez no— unos pasos los distrajeron.
—¿Will, estás bien? —Era Nora, quien se había aproximado dando grandes zancadas. Levi estaba detrás, sostenía su vientre mientras intentaba ayudar a uno de los jóvenes que venía con él en el inicio. Al parecer el mismo estaba herido porque estaba pálido y había sangre sobre su ropa.
El joven asintió.
—Tu hermano mayor tiene unos cuantos trucos bajo las garras. —Nora negó aliviada con la cabeza y Will dirigió su atención hacia Levi mientras se ponía de pie.
—Trucos que podían haberlo matado —indicó Levi desde la distancia.
—Un gracias estaría bien —replicó Will.
—No voy a agradecerte por ponerte en riesgo.
—¡Levi! —La voz de Nora estuvo llena de reproche.
Pero unos gritos los alertaron a todos. Inmediatamente Gideon preparó su arco con la intención de avanzar, sin embargo, y sin que lo esperase, Will lo retuvo por el hombro.
—Iré contigo.
Gideon lo observó en silencio durante un segundo, luego miró más allá del joven: a sus espaldas.
—Tú tienes que escoltarlos hasta la Sala de Reuniones —indicó con la seriedad que la situación requería—. Ninguno de ellos soportará un siguiente ataque si no estás ahí.
Y era cierto: Levi intentaba servir de apoyo a uno de los licántropos con los que había llegado mientras el otro avanzaba a duras penas. Levana, por su parte, los observaba con el niño entre sus brazos y Nora era demasiado pequeña para enfrentarse a una esfinge sin salir lastimada.
Will cerró sus ojos un instante como si meditase la situación y tras ello apartó su mano del guardián. A modo de respuesta, Gideon sonrió.
—Volveré para despedirme —dijo y después se alejó.
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